Aburrimiento por maternidad [Savannah]

Los días que tenía libre siempre aprovechaba para trabajar en el jardín. Tanto en el que tenían en la parte delantera de la casa, la que daba al pequeño porche y la puerta, como el de la parte trasera. Aquel día en concreto estaba en el de la parte trasera, vestida con una camisa vieja, que además de estar manchada de tierra, tenía aún restos de pintura de diversos colores, fruto de antiguas batallas. Definitivamente había manchas contra las que la lavadora no podía.

Hundió ambas manos en la tierra sacándola y poniéndola en un montón a su lado, consiguiendo que el peto que llevaba sobre la camisa se manchase de tierra, adquiriendo un tono marrón. Poco le importaba. Calculo a ojo el agujero que había hecho y cogió una de las macetas con un bonito lirio que tenía cerca de ella, sacando la planta de la misma para introducirla en el agujero que volvió a rellenar con tierra y aplanó con fuerza ayudándose de las manos.

Así durante lo que fueron unas siete macetas, bueno, en realidad estaba ocupándose la número siete cuando escuchó el timbre de casa. Levantó la mirada hacía la casa dejando lo que estaba haciendo y levantándose del suelo donde estaba arrodillada. Se sacudió las manos llenas de tierra en los pantalones del peto que acabaron ligeramente manchados, antes de apartarse uno de los mechones de pelo de la cara, dejando posiblemente restos de tierra en su rostro.

Camino hacia la casa entrando por la puerta de la cocina, cambiándose de zapatos justo antes de entrar para no ensuciar toda la casa y cruzó la cocina y el salón-comedor hasta llegar a la puerta principal que abrió sin dudar un segundo ni mirar antes de abrir por la mirilla quien era el visitante. Ella desde luego no era tan paranoica como Robert con todo el asunto de la seguridad. Al otro lado de la puerta se encontró a Grace y su voluminosa barriga y no pudo evitar una expresión de sorpresa en su rostro al verla – ¡Grace! ¡Vaya! No esperaba que fueras tú... Bueno, en realidad no esperaba que fuese nadie en especial - ¿Por qué había dicho semejante idiotez? Sacudió la cabeza antes de apartarse y dejar pasar a la futura mamá – Se te ve muy bien...

Sonrió a la mujer cerrando la puerta tras la misma y caminando después hacía el salón – ¿Quieres tomar algo? Lo que tú prefieras... Y ya sabes que estoy abastecida de dulces, así que... Tú dirás.

¿Molestarla? – ¡No, en absoluto! Puedo terminarlo en otro momento... Ya sabes, siempre acabo liada en el jardín – Respondió con una sonrisa. Hacer ese tipo de cosas le ayudaba a no pensar en otras. – Así que deja de decir tonterías y entra, anda... – Se llevó una mano a la mejilla que le había tocado Grace, puesto que enseguida cayó en la cuenta de que estaría sucia – ¡Por Dios! Soy un desastre... – Dijo medio en broma medio en serio al tiempo que la escuchaba hablar – Pues a mí me hubiese gustado pasar por eso... – E inconscientemente se llevó las manos al vientre.

A veces tenía la extraña sensación de haber tenido un bebé dentro de su tripa, como si hubiese sido en otra vida... pero era una locura, ¿cierto?

- ¿Rodar? No creo que rodases, la barriga te frenaría – Bromeó ella también. No es que fuese dada a hacer muchas bromas, quizás por el carácter de Robert, pero de vez en cuando no estaba demás soltar alguna de esas frases – En serio. Exageras un poco... Muchas mujeres están muy felices durante su embarazo – O eso al menos recordaba que le habían dicho alguna vez, incluso creía haber sentido esa extraña felicidad.

Que les dijeran a Becca y a ella que sus dulces eran de los que más gustaban ya no era ninguna novedad, así que ante el comentario de su amiga se limitó a sonreír mientras la miraba – ¿Palabra mágica? Vaya... ¡Siéntate mujer que debes de tener los tobillos doloridos! – Lo soltó sin pensar y después no supo realmente porque lo había dicho con tanta convicción. Quizá lo había leído en algún sitio. – Ahora vengo... Voy a traerte algo que disfrutarás seguro. – Le dijo con una sonrisita divertida plasmada en el rostro mientras se dirigía a la cocina.

Trasteó unos minutos antes de volver con un vaso de zumo para su amiga y una cesta llena de cupcakes variados que plantó delante de ella. Luego se cruzó de brazos y se quedó de pie, esperando a que el café estuviera hecho. – Pues las cosas van bastante bien. Sobretodo en la panadería – Soltó una risita divertida. Aquel hecho era más que evidente, sobretodo a ciertas horas del día – ¿Y a ti qué tal te va todo? Además del estado de buena esperanza claro... Ahora vengo – Se disculpó entrando en la cocina y volviendo a los dos minutos con una humeante taza de café que además tenía cierto olor a canela. Se sentó junto a su amiga manteniendo la taza cogida con ambas manos y notando el calor que le transmitía – ¿Ya firmaste la baja? El otro día le dije a Will que si no lo hacías cuando nos viéramos te iba a obligar a ello... Así que espero que lo hayas hecho o te espera una buena charla...

- ¿Porque hablas en pasado? Eres joven y tienes un marido que seguro que estaria más que dispuesto a tener a un hijo contigo. - dijo negando con la cabeza cuando Savannah le habló de que le habría gustado pasar por un embarazo.

Vale, quizás su situación matrimonial tenía sus altibajos, pero la de casa de los Sullivan tampoco era la ideal y quizás desde que el bebé estaba de camino la cosa había mejorado notablemente o al menos eso quería creer ella.

- Yo estoy feliz... - dijo sin demasiado convencimiento, ante lo que decía Savannah de que las mujeres embarazadas solían estar felices. Oh, seguro que si. La mayoría seguramente lo dirían para cumplir con las expectativas. ¿Pero ella? La verdad es que le gustaba quejarse. Quejarse era lo único que le quedaba ya, así que se resistía a dejar de hacerlo - Sólo que lo estaré más cuando pasen estos nueve meses. Se me están haciendo como aaaaaños. Estoy impaciente para verle la cara.

Al menos eso último si que era cierto. Últimamente, cada vez más, se encontraba pensando en como sería el pequeño que estaba creciendo en su interior. En si se parecería a ella o, por el contrario, se parecería más a Will. De que color tendría los ojos. Como sería agarrar sus manitas. No pudo más que sonreír. Sin duda aquellos pensamientos si que la convertían en alguien feliz, con la perspectiva de lo que estaba a punto de llegar.

- Sí, firmé la baja. Tuve que ceder a la presión social. - bromeó, sin siquiera atreverse a evocar en su mente la verdadera razón por la que había acabado firmando la baja, y por la que había necesitado dejar de estar en el hospital - ¿Te encontraste con Will, entonces? Debió olvidarse de mencionarlo. A veces va tan estresado con tanto trabajo que tiene lagunas mentales. Debería enviarlo a ver a Sydney. - dijo sin más, sin apartar la vista de la cesta de cupcakes que Savannah le había dejado justo delante. Había tantos y todos tenían una pinta tan buena que no sabía ni por donde empezar.

Mientras esperaba que el café que su amiga le había dejado delante se enfriara un poco, probó uno de los cupcakes, que tenía decoración con buttercream azul. Dulce y buenisimo. Tenía tanta envidia del talento de Savannah preparando dulces... A ella lo mejor que le salía eran unas galletas que distaban mucho de ser lo suficientemente buenas como para invitar a nadie más que no fuera Will, que se las comía y le aseguraba que estaban bastante bien, pero ella no terminaba de estar convencida.

- Oye, tendrás que darme unas clases de panadería. Necesitaré saber hacer pasteles y cosas buenas para cuando el bebé crezca lo suficiente para comerlas. O eso o me convertiré en tu mejor clienta. - dijo mientras ahora si tomaba la taza de café y le daba un sorbo - Mmmm... ¡canela![/justify]

Hablaba en pasado por la simple razón de que no estaba dispuesta a traer a un hijo al mundo en un matrimonio en el que se habían convertido prácticamente en dos extraños, porque ella al menos había empezado a sentir que dejaba de conocer a Robert tan bien como lo conocía. – A lo mejor la que no está dispuesta soy yo – Confesó intentando no sonar brusca, sino más bien suavizando la voz, como si no le importara tener aquel problema o dilema moral. – No suenas demasiado convencida – Tuvo que ser sincera. Quizá simplemente era el embarazo o el cambio de clima que tenía a Grace un poco de baja moral, nunca se sabía… A las personas todo lo que pasaba alrededor les afectaba de una forma u otra dependiendo de cómo se era.

Sonrió. – Seguro que cuando le veas la carita pensarás que ha valido la pena la espera y esos nueve meses que se te han hecho tan eternos – Que en realidad era verdad que había estado años y años embarazada, pero en sus cabezas no habían sido más que unos meses. La línea temporal para todos ellos era realmente confusa – Yo también tengo ganas de verle la cara… ¡Y eso que no es mi bebé! – Rió divertida mientras le daba un sorbo a la taza de café que se había traído de la cocina y sujetaba con ambas manos.

- Normal… No puedes pretender atender bien a los pacientes con los tobillos hinchados, dolor de espalda y todo eso… - Hablaba como si supiera de lo que estaba hablando y hasta se sintió extraña – Sí, seguramente se olvidó de mencionarlo. Siempre me dice que los horarios en el hospital son horribles y que cuando se necesita gente apenas hay y viceversa… La administración al parecer es un desastre – Comentó, obviando el detalle de que William pasaba cada mañana por su panadería y se quedaba a hablar con ella un rato. Sentía en alguna parte de ella que eso era algo de ellos dos y que no tenía porque saber todo el mundo que compartían esos momentos, aunque no hicieran absolutamente nada malo ni indebido. – ¿A Sydney? ¿Estás segura? No creo que haga falta… Deberían reducirle las horas en el hospital – Se encogió ligeramente de hombros. Quizá esa podría ser la solución, ¿no?

Tomó uno de los cupcakes que ella misma había hecho sin molestarse demasiado a la hora de fijarse en cual de ellos cogía y se lo llevó a la boca sujetando la taza con solo una de las dos manos. Levantó la mirada ante las últimas palabras de Grace – ¡Oh… lo siento! Una manía mía, echarle siempre un toque de canela. No recordé preguntarte si a ti te gustaba – Sí, de repente se sintió un poco mal con respecto a aquel detalle, pero por la forma en que lo había dicho Grace estaba encantada – ¿Y ya habéis decidido nombre? Porque… aún no sabes el sexo, ¿verdad? ¡Vamos! Al menos la última vez que hablamos no lo sabías… ¿No se dejó ver en las ecografías? – Le dio otro sorbo a la taza de café antes de terminarse el cupcake del todo – ¡Cuando quieras! Te puedo dar clases cuando te apetezca… Solo dime que te gustaría aprender a cocinar y me organizo un poco y tal.

Se notaba en su voz que aquella idea la entusiasmaba. Le gustaba ayudar a aquellas personas que lo necesitaban, aunque fuese con algo tan simple como el arte de cocinar.