Playa, Brisa, Mar & Cole {Rol Colectivo}

La playa no está demasiado lejos del colegio, pero entre los preparativos de clase, el conteo de alumnos, la recogida de las personas que no pueden venir y demás cosas que hay que gestionar antes de un viaje, hemos gastado al menos un par de horas antes de llegar. El primero en bajar soy yo, lista en mano y con la gorra puesta. - ¡¡Uno por uno!! que os cuente otra vez - Probablemente a estas alturas ya estén hartísimos de que les cuente, pero es mi deber, si se me pierde uno voy a pasarlo mal y no solo legalmente, sino además moralmente.

Uno a uno van bajando del autobús con su mochila llena de utensilios donde traen la toalla y lo esencial para pasar un día en la playa; y aunque los últimos del grupo se amontonan por la emoción de bajarse rápido del tren al final he conseguido contarlos a todos sin equivocarme. Dejo la carpeta dentro antes de acercarme hacia los chicos. - ¿Cual es la primera norma? - Pongo mi mano en el oído esperando la respuesta mientras escucho un general "no separarse del grupo" cantado por todos a la vez. - Muy bien. ¿Y la segunda? - "No hablar con extraños". Me doy por bien servido con esas dos aunque les he hecho memorizarse mas, como que si tienen problemas vengan a mi, no pelear y si no saben nadar deben mantenerse en la orillita con los manguitos puestos siempre.

Avanzamos por la playa creando gran escándalo por eso de que ellos son niños y además somos un grupo bastante grande. Una vez hay un campo grande para ubicarnos extendemos las toallas y ponemos las sombrillas. - Venga todo el mundo en bañador. ¡Lo primero que vamos a hacer hoy es buscar delfines! - Ayudo a los más pequeños con la ropa para irlos dejando listos con sus flotadores en forma de patitos y trajecillos de baño chillones.

No era ningún secreto que Paula no era demasiado amiga de la escuela. Tenía un grave problema de déficit de atención porque básicamente se pasaba el día con la cabeza en las nubes. Era uno de los motivos por los cuales su madre seguía enviándola constantemente a ver a la doctora Watson.
La situación había mejorado bastante desde que Sebastian era su profesor. La verdad es que no había ninguno de los niños de la clase que pudiera dejar de prestar atención a lo que decía, y aunque, evidentemente, tenían sus ratos de distracción, la concentración general de los de su clase había mejorado bastante.

Pero no era solo por eso que el profesor Jones era de lejos su favorito. Era por las excursiones. Ningún otro profesor les sacaba del colegio tan a menudo con excusas varias. Ese día iban a la playa para recoger conchas para hacer algún trabajo de manualidades.
Su madre le había preparado el bocadillo y le había recordado una y mil veces que se pusiera protección solar (saltaba a la vista que con lo blancucha de piel que era Paula, se quemaba con solo sacar un pie al sol). Ella, por su parte, había completado la mochila metiendo el libro de cuentos que, precisamente, Sebastian le había regalado varias semanas atrás. Tenía varias cosas que comentar con él.

Todos a su alrededor empezaban a quitarse la ropa para quedar en bañador. Algunos incluso ya habían empezado a correr hacía el agua con o sin flotador. Ella se quedó allí, todavia con el vestido floreado que usaba para ir a la playa, sin quitarselo. Esperó que su profesor acabara de ayudar a los más pequeños antes de tirar de la manga de su camiseta para llamar su atención.

- Pero no hay delfines en Storybrooke... ¿Verdad? - le dijo completamente seria, en un susurro, como si estuviera compartiendo con él un secreto importantísimo - Como mucho algún pececillo de colores... Intenté pescar uno una vez, pero mi madre no me deja tener ninguna mascota en casa.

look playero:

En sus buenos tiempos solía hacer footing por la playa. Disfrutaba de la visión del mar, que era algo que siempre la había tranquilizado y además el sobresfuerzo que había que hacer para correr en la arena le venía bien para la celulitis que empezaba a acumularse en sus muslos.
Ahora, por razones obvias, ya no podía correr. De haberlo intentado, estaba segura que hubiera durado 30 segundos antes de acabar con la lengua fuera.
Sin embargo desde que estaba de baja e intentaba tomarse la vida con calma, sin estrés y estar de permanente buen humor para que sus peleas constantes con William no fueran tan constantes, salía a diario a pasear cerca del agua. Se quitaba las sandalias y caminaba por la orilla, con las olas acariciandole los pies, y cuando llegaba a la otra punta de playa se daba un baño.

Aquella mañana no tenía que ser muy distinta a las demás. Con la música de su ipod resonando en sus oídos se dedicaba a pasear intentando no pensar en nada, solo paseando la vista por el horizonte. Ese era, sin duda, su momento de relax del día, y sabía que una vez volviera a trabajar con normalidad lo echaria de menos.
Fue entonces cuando vio a esa niña. No debía tener más de cinco o seis años y parecía que estuviera sola, agachada en la orilla recogiendo piedrecitas. Se acercó a ella sin pensarlo, imaginando que, tal vez, podria estar perdida.

- Hola pequeña, ¿te has perdido?

- Estoy de excursión con los del cole. Buscamos delfines.


La respuesta de la niña la hizo sonreir. Le tendió la mano para que se levantara.

- Bueno, los delfines estan en la zona donde están todos tus compañeros. Deberíamos volver allí. Vamos, te acompañaré.

La niña asintió y tomó su mano sin pensarlo, indicándole la dirección de la que había venido. Pero cuando divisó al resto de niños y vio quien era el profesor que les acompaña frenó, con el corazón acelerado y las mejillas ardiendo.
Maldita sea, maldita sea, maldita sea. ¿Cuantos profesores de primaria debían haber en Storybrooke? ¿Y porqué tenía que ser él precisamente?
Iba a decirle a la niña que fuera directa allí y a salir huyendo ella misma antes de que Sebastian la viera, pero cuando notó como él miraba directamente en su dirección supo que ya era tarde.

Nunca le había visto fuera del hospital. Al menos no en una situación donde pudieran hablar. Habían coincidido a veces en las fiestas del ayuntamiento y otros eventos, pero ella siempre iba con William y él a veces también acompañado de otra gente. Esa situación era... diferente. Además la última vez que se habían visto... No podía pensar en lo que había hecho sin sonrojarse. ¿Que habría pensado él? ¿Como se había atrevido a casi besarle?

Notando como los nervios le oprimían el estómago se acercó a él que estaba con la hija de la alcaldesa, todavía llevando de la mano a la niña.

- La encontré un poco más abajo. No quise que se alejara mucho más. - explicó rapidamente, no quería que él pensara que era una acosadora o algo así.

Dejó a la niña que se fue corriendo a encontrarse con unas amigas que ya se estaban bañando, pero Grace se quedó parada justo donde estaba. Sabía que debía irse pero por alguna razón, una fuerza invisible la obligaba a quedarse justo donde estaba. Sin moverse.

- ¿Que... Que tal todo? ¿Como está tu padre? Yo... Al final firmé la baja. - dijo, aunque seguramente él habría notado su ausencia en el hospital o al menos eso quería creer.

Antes de darme cuenta estoy doblando la mitad de la ropa porque nadie sabe como se dobla, así que tras acumular unas tres camisas a la vez lo que hago es doblarlas por la mitad y dejarlas lo más planas posible sobre un lugar que no las llene de arena, como por ejemplo una toalla. Separo camisas de pantalones y vestidos confiando en que todos recuerden cual era la suya,o sino volverían a casa con la ropa de otro puesta.

Conforme todo el mundo va quedando con su vestidito de baño puesto, se van separando por grupos para buscar delfines, lo cual tiene gracia porque más de la mitad se ha quedado por tierra empezando a escarbar probablemente no teniendo mucha idea de lo que es un delfín. Los dejo de todas maneras porque una manita llama mi atención, me giro hacia paula esbozando media sonrisa alzando una ceja por su comentario. - ¿Los has buscado alguna vez? - Probablemente no, su madre está demasiado ocupada como para llevarla a la playa para hacer tonterías. Ladeo la cabeza cuando dice lo de las mascotas y paso mi mano por su cabeza despeinándola. - Yo tampoco tengo mascota. - Intento animarla de ese modo aunque supongo que no le vale de mucho. - Y seguro que alguno más de tus compañeros tampoco tienen. Tendremos que conseguimos para clase alguna y así todos tendremos una. - Repentinamente me parece una buena idea así que me lo apunto de nota mental: conseguir una mascota para cuidar en clase.

Me quedo con la pantaloneta puesta, poniendo mi mano en la espalda de paula para darle un semi-empujoncito mientras vamos hacia el mar oyendo el comentario de Salmah y bufando. - No seas quejica! - Bromeo avanzando para meter mis pies al agua luego de dejar las chanclas en el bordillo ahogando una leve queja al sentir el agua mojar la piel por primera vez en el día que probablemente es la más fría. Retrocedo dando saltitos arrancando la risa de mas de la mitad. - Vale puede que esté un poquito fría pero eso se arregla rápido - Estoy a punto de agarrarlas a las dos, que son las que mas cerca tengo para lanzarlas al agua de cabeza cuando una voz familiar me hace pararme.

Giro mi cabeza para mirarla, al principio ni siquiera entendiendo que me dice pero luego llevando mi vista hacia la pequeña que va asustada junto a ella medio moqueando. - ¿No habíamos quedado en que no había que alejarse? - Pongo mis manos sobre sus brazos mientras la remuevo un poquito para que se le pase el susto mientras le escucho balbucear algo de lo que parece un gamusino que no termino de entender incluso siendo un experto en balbuceos. - Bueno, no importa, seguro que está bien - Agarro yo su mano de vuelta para que venga con nosotros, antes de que encuentre a sus propias amigas y termine yendo hacia ellas. Esbozo media sonrisa hacia Grace cuando la veo asintiendo a sus palabras. - Me alegro, porque las embarazadas deben descansar, ¿verdad que si? - Lanzo la pregunta hacia Salmah y Paula aunque de modo retórico porque la respuesta iba implícita dentro de la pregunta.

- ¿Delfines? Pues no... De hecho mamá no me lleva demasiado a la playa y no me deja venir sola, así que... - Paula se encogió de hombros al tiempo que arrugaba la nariz. ¿Como era posible que con todo lo que contaba de su madre nadie la creyera cuando les decía que era la Bruja Malvada?

Estaba harta de las sonrisas que le dedicaba todo el mundo cuando intentaba explicarles lo de la maldición. ¿Es que acaso no veían nada? Al parecer no... Solo alcanzaban a pensar "pobre Paula, cuanta imaginación." cuando eran ellos los que no veían más allá de sus narices.
Miró a Sebastian pensando en si sería un buen momento para hablarle de su libro y de todo lo demás, pero decidió casi al instante que parecía demasiado ocupado preocupandose por todos los niños que tenía bajo su responsabilidad. Y además la mención de la mascota para la clase hizo que sonriera ampliamente.

- ¡Podriamos pescar un pececito de colores! Seria una buena mascota! - dijo, animada de repente, porque en su mente pescar un pececito bonito y de colores vivos en la playa debía ser algo de lo más sencillo.

Y con ese pensamiento, toda feliz, siguió a su profe hasta el agua, quitándose antes el vestido que dejó junto a la ropa que Sebastian había estado doblando, con la diferencia que el suyo cayó todo arrugado junto a las demás cosas. No le importó. Si no era por las arrugas del vestido, seguramente su madre encontraria otro motivo para regañarla.

Rió con ganas al ver a Sebastian dar aquellos saltitos al encontrar demasiado fría el agua, pero cuando ella misma se acercó, pudo comprobar la verdad de sus palabras.

- ¡No encontraremos ningún pez de colores! ¡Estarán todos congelados! - exclamó antes de girarse para mirar a Salmah - Si pescamos un pez bonito nos lo podemos quedar como mascota de clase. - le explicó.

Y por un momento, Paula se olvió de todas las intrigas de la Operación Cobra, de maldiciones y de cualquier otra cosa. Se concentró en ser solamente una niña de ocho años en la playa. Se agachó y sin pensarlo mucho salpicó con agua primero a Salmah y después a Sebastian, soltando risitas por lo bajo.

Fue entonces que llegó Grace. La conocía del hospital. Una vez le había cosido un corte en la ceja que se había hecho jugando en el jardín. Le caía bien, era simpática, siempre sonreía y cuando había terminado le había dado un trozo enorme de chocolate. Así que su primer impulso fue dedicarle una sonrisa antes de fijar-se en su barriga. Que grande era.

- Seguro que si que debes descansar... ¿Pesa mucho? ¿No podías haber metido ahí a un bebé más pequeño? Así seguro que no te pesaría tanto...

Entonces su mirada se desvió al agua donde le pareció ver algo de colores que se movía.

- ¡Mira Salmah! ¡Ahí hay un pez! - dijo tirando de ella para que fuera a ayudarla a cazarlo.