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On the sunday of life {Grace}
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:: Storybrooke :: Urbanización
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On the sunday of life {Grace}
Los fines de semana antes daban para hacer muchas cosas, pero desde hace varios meses mi vida se limita a lo mismo de siempre día tras día. Voy a clase de lunes a viernes, desayuno antes de marcharme predicando con el ejemplo a mis alumnos a los que por cierto obligo a desayunar por su bien. Es la comida más importante del día y no pueden saltársela o me enfado con ellos (que lo saben de memoria). En los descansos de las mañanas cuando no me toca quedarme vigilando me paso un rato por el hospital a ver a mi padre hasta que se me agota el tiempo de tener que volver a trabajar. Luego cómo algo rápido en el restaurante y al hospital otra vez el resto de la tarde a no ser que tenga cosas por corregir que suele ser más que nada terminando la semana lectiva que me vuelvo a casa un poco antes de que las visitas se anulen en el hospital. Los sábados y domingos por el contrario suelo dedicar todo mi tiempo y alma a mi madre quien está tirada en la mecedora todos los días mirando por la ventana a la espera del regreso de su marido que se niega a despertar. Desde que está ingresado en el hospital ella apenas come, apenas se mueve, ni siquiera se molesta en levantarse para quejarse de lo mucho que odia que esté demasiado preocupado como para relacionarme con cualquiera. Básicamente es como si no estuviese.
En eso se resume mi vida actualmente, creo que también me habría vuelto completamente majareta de no haber sido por los niños que pones esa pizca de luz que me hace falta y que parecía más brillante cuando Grace también estaba, pero desde lo ocurrido en el hospital había desaparecido del mapa básicamente. Dejo a mi madre en la cocina mientras preparo el almuerzo, hoy es domingo y como siempre me he levantado mas tarde que de costumbre. Otra cosa que tengo muy clara desde siempre es que los Domingos no se madruga, es un delito. Doy un sorbo a una copa de whisky que he servido para ponerle al pollo que intento cocinar pero que al final ha necesitado menos de lo que yo creía, y no se si alguna vez habréis intentado verter un whisky de vuelta a su envase original pero es bastante imposible. Me apoyo en la encimera meneando la copa por inercia, con la vista perdida en algún punto del suelo y la pared del fondo mientras escucho a mi madre suspirar. - ¿Cómo está? - Mi vista se va hacia ella porque su voz me sorprende, es suave, melódica, pero también baja y ahogada. Hace mucho tiempo que no habla y eso es algo que se nota. Dejo la copa en la encimera como si fuera un niño al que han pillado haciendo lo que no debe, por supuesto tengo edad suficiente para beber los litros que se me antoje, pero he reaccionado por inercia, con recuerdos ajenos a mi que conserva mi propio instinto. - Igual que la última vez que has preguntado por él - No estoy seguro de si tiene consciencia del tiempo que pasa congelada mirando la ventana, es probable que para ella hayan sido tan solo cinco minutos pero han pasado meses enteros, meses que yo me he tenido que apañar sin su ayuda porque estaba demasiado afectada por todo esto como para hacer algo.
No estoy seguro de en qué momento todo ese odio acumulado sale a flote pero siento unas irrefrenables ganas de sacudirla cuando se pone a llorar diciendo que no lo soporta más. No se molesta en pensar en mi ni un solo instante, en lo que estoy pasando, en que no es ella la única que le echa de menos y que empieza a pensar que las posibilidades de que papá vuelva a despertar son casi nulas. Bajo mi vista al suelo y la dejo llorar apretando mis manos contra la encimera. El único ruido a parte de sus llantos es la olla de agua hirviendo con el almuerzo. Resulta cada vez mas insoportable por las palabras que empiezan a salir de su boca sobre lo poco que estoy haciendo por él, por el tiempo que malgasto trabajando o con chicas o con cosas que se inventa y que no termino de entender porque sus palabra sse mezclan con balbuceos; incluso se queja de lo poco que hago para que despierte como si la culpa fuese mía.
Un golpe detiene sus palabras, me he salido de mis casillas y estando a punto de gritarle me muerto la lengua, apago el fuego, agarro la botella de Whisky y salgo de allí sin rumbo. Ni siquiera me molesto en mirar si hay vecinos alrededor pendientes de lo que hago aunque probablemente por la hora estén todos en casa comiendo. Camino lo que me parece una eternidad antes de levantar la vista para ubicarme. No he caminado suficiente porque apenas he conseguido llegar al parque que hay al final de la urbanización. Un montón de columpios por una parte, vacíos por la hora, bancos por los caminos de piedra que rodean infinidad de zonas verdes donde puedes sentarte a tomar el picnic o a hacer lo que te de la gana. Suele ser uno de los lugares mas visitados de Storybrooke probablemente por lo grande y bonito que es y bueno... porque cualquiera que tenga un niño se ha pasado por aquí al menos una vez, es por eso que se ve casi extraño estando tan desierto.
Andar no va a resolver mis problemas, pero mi cabeza tarda bastante en entenderlo y al hacerlo me dejo caer al césped con las rodillas dobladas, mis antebrazos sobre estas y la botella colgando de una de las manos. Por el camino le habré dado un par de sorbos a medias, y digo a medias porque a pesar de mis intentos por borrarme toda la frustración a punta de alcohol hay una parte de mi, porque pequeña que sea, que no lo considera correcto. Hace tiempo no me habría importado, pero ahora no tengo edad para ir resolviendo mis problemas como si tuviese 18 años todavía. Dejo la botella sobre el césped delante de mi con la vista fija en el líquido ámbar del interior que apenas se nota por medias de la etiqueta. Cualquiera que la viera pensaría que me la he tomado entera, pero he gastado gran parte cocinando la última semana y al final tan solo he consumido de todo lo que falta un par de sorbos.
Me llevo las manos a la cabeza y cierro los ojos un momento. ¿Que pensarían mis alumnos si me vieran aquí?. Siempre estoy pendiente de lo que hago y de lo que digo porque aprenden más por imitación de lo que aprenden cuando les enseño cualquier cosa. Por eso cuando hacen tareas yo las hago con ellos. Por eso cuando bailan bailo con ellos. Por eso cuando recogen la basura lo hago con ellos. Los niños pequeños aprenden fijándose en las personas de su alrededor... en mi... el que ahora está sentado en medio del césped considerando que el alcohol es la respuesta a todos los problemas. Todo es más difícil a veces por eso, porque me canso de fingir que estoy bien, porque me canso de estar todo el tiempo pensando en estupideces que no van a pasar, deseandoles cosas malas a las buenas personas solo por un capricho pasajero.
Con una nueva y renovada energía me levanto del suelo agarrando la botella, dándole un sorbo bastante grande que casi acaba por completo el líquido del interior inclinando hacia atrás la botella al igual que la cabeza y luego andando varios pasos hacia la basura donde la lanzo desde lo mas lejos que puedo hacerlo sin fallar. Paso mi dedo pulgar por los labios como si limpiara los restos del líquido restante aunque no lo hay, o al menos es así como se vería desde fuera pues el motivo real de ese gesto es el recuerdo que ahora aborda mi cabeza.
Pasados tres segundos aquella frustración irrefrenable regresa. - joder - Suelto tan bajo que apenas se oye. Cero palabrotas, las palabrotas están prohibidas en la vida de un maestro. Regreso a donde estaba como si mi cuerpo pesara mil kilos adicionales a los que ya tenía y me dejo caer en el suelo boca arriba con las piernas dobladas y uno de los antebrazos cubriéndome parte de la frente y de los ojos. He llegado a mi límite, a ese en el que lo único que quieres hacer es coger un coche, conducir hasta que se agote la gasolina, terminar en un páramo donde nadie te conozca y beber hasta morir. Ya no es solo un mal día, ni una mala semana, son meses y meses acumulados de desdichas que empiezan a desbordarse y a resquebrajar lo poco estable que todavía me queda en mi vida.
En eso se resume mi vida actualmente, creo que también me habría vuelto completamente majareta de no haber sido por los niños que pones esa pizca de luz que me hace falta y que parecía más brillante cuando Grace también estaba, pero desde lo ocurrido en el hospital había desaparecido del mapa básicamente. Dejo a mi madre en la cocina mientras preparo el almuerzo, hoy es domingo y como siempre me he levantado mas tarde que de costumbre. Otra cosa que tengo muy clara desde siempre es que los Domingos no se madruga, es un delito. Doy un sorbo a una copa de whisky que he servido para ponerle al pollo que intento cocinar pero que al final ha necesitado menos de lo que yo creía, y no se si alguna vez habréis intentado verter un whisky de vuelta a su envase original pero es bastante imposible. Me apoyo en la encimera meneando la copa por inercia, con la vista perdida en algún punto del suelo y la pared del fondo mientras escucho a mi madre suspirar. - ¿Cómo está? - Mi vista se va hacia ella porque su voz me sorprende, es suave, melódica, pero también baja y ahogada. Hace mucho tiempo que no habla y eso es algo que se nota. Dejo la copa en la encimera como si fuera un niño al que han pillado haciendo lo que no debe, por supuesto tengo edad suficiente para beber los litros que se me antoje, pero he reaccionado por inercia, con recuerdos ajenos a mi que conserva mi propio instinto. - Igual que la última vez que has preguntado por él - No estoy seguro de si tiene consciencia del tiempo que pasa congelada mirando la ventana, es probable que para ella hayan sido tan solo cinco minutos pero han pasado meses enteros, meses que yo me he tenido que apañar sin su ayuda porque estaba demasiado afectada por todo esto como para hacer algo.
No estoy seguro de en qué momento todo ese odio acumulado sale a flote pero siento unas irrefrenables ganas de sacudirla cuando se pone a llorar diciendo que no lo soporta más. No se molesta en pensar en mi ni un solo instante, en lo que estoy pasando, en que no es ella la única que le echa de menos y que empieza a pensar que las posibilidades de que papá vuelva a despertar son casi nulas. Bajo mi vista al suelo y la dejo llorar apretando mis manos contra la encimera. El único ruido a parte de sus llantos es la olla de agua hirviendo con el almuerzo. Resulta cada vez mas insoportable por las palabras que empiezan a salir de su boca sobre lo poco que estoy haciendo por él, por el tiempo que malgasto trabajando o con chicas o con cosas que se inventa y que no termino de entender porque sus palabra sse mezclan con balbuceos; incluso se queja de lo poco que hago para que despierte como si la culpa fuese mía.
Un golpe detiene sus palabras, me he salido de mis casillas y estando a punto de gritarle me muerto la lengua, apago el fuego, agarro la botella de Whisky y salgo de allí sin rumbo. Ni siquiera me molesto en mirar si hay vecinos alrededor pendientes de lo que hago aunque probablemente por la hora estén todos en casa comiendo. Camino lo que me parece una eternidad antes de levantar la vista para ubicarme. No he caminado suficiente porque apenas he conseguido llegar al parque que hay al final de la urbanización. Un montón de columpios por una parte, vacíos por la hora, bancos por los caminos de piedra que rodean infinidad de zonas verdes donde puedes sentarte a tomar el picnic o a hacer lo que te de la gana. Suele ser uno de los lugares mas visitados de Storybrooke probablemente por lo grande y bonito que es y bueno... porque cualquiera que tenga un niño se ha pasado por aquí al menos una vez, es por eso que se ve casi extraño estando tan desierto.
Andar no va a resolver mis problemas, pero mi cabeza tarda bastante en entenderlo y al hacerlo me dejo caer al césped con las rodillas dobladas, mis antebrazos sobre estas y la botella colgando de una de las manos. Por el camino le habré dado un par de sorbos a medias, y digo a medias porque a pesar de mis intentos por borrarme toda la frustración a punta de alcohol hay una parte de mi, porque pequeña que sea, que no lo considera correcto. Hace tiempo no me habría importado, pero ahora no tengo edad para ir resolviendo mis problemas como si tuviese 18 años todavía. Dejo la botella sobre el césped delante de mi con la vista fija en el líquido ámbar del interior que apenas se nota por medias de la etiqueta. Cualquiera que la viera pensaría que me la he tomado entera, pero he gastado gran parte cocinando la última semana y al final tan solo he consumido de todo lo que falta un par de sorbos.
Me llevo las manos a la cabeza y cierro los ojos un momento. ¿Que pensarían mis alumnos si me vieran aquí?. Siempre estoy pendiente de lo que hago y de lo que digo porque aprenden más por imitación de lo que aprenden cuando les enseño cualquier cosa. Por eso cuando hacen tareas yo las hago con ellos. Por eso cuando bailan bailo con ellos. Por eso cuando recogen la basura lo hago con ellos. Los niños pequeños aprenden fijándose en las personas de su alrededor... en mi... el que ahora está sentado en medio del césped considerando que el alcohol es la respuesta a todos los problemas. Todo es más difícil a veces por eso, porque me canso de fingir que estoy bien, porque me canso de estar todo el tiempo pensando en estupideces que no van a pasar, deseandoles cosas malas a las buenas personas solo por un capricho pasajero.
Con una nueva y renovada energía me levanto del suelo agarrando la botella, dándole un sorbo bastante grande que casi acaba por completo el líquido del interior inclinando hacia atrás la botella al igual que la cabeza y luego andando varios pasos hacia la basura donde la lanzo desde lo mas lejos que puedo hacerlo sin fallar. Paso mi dedo pulgar por los labios como si limpiara los restos del líquido restante aunque no lo hay, o al menos es así como se vería desde fuera pues el motivo real de ese gesto es el recuerdo que ahora aborda mi cabeza.
Pasados tres segundos aquella frustración irrefrenable regresa. - joder - Suelto tan bajo que apenas se oye. Cero palabrotas, las palabrotas están prohibidas en la vida de un maestro. Regreso a donde estaba como si mi cuerpo pesara mil kilos adicionales a los que ya tenía y me dejo caer en el suelo boca arriba con las piernas dobladas y uno de los antebrazos cubriéndome parte de la frente y de los ojos. He llegado a mi límite, a ese en el que lo único que quieres hacer es coger un coche, conducir hasta que se agote la gasolina, terminar en un páramo donde nadie te conozca y beber hasta morir. Ya no es solo un mal día, ni una mala semana, son meses y meses acumulados de desdichas que empiezan a desbordarse y a resquebrajar lo poco estable que todavía me queda en mi vida.
Sebastian J. Jones- Realeza
- Soy : Príncipe Philip / Profesor
Mensajes : 171
Empleo /Ocio : Profesor
Edad : 36
Fecha de inscripción : 29/06/2012
Re: On the sunday of life {Grace}
Grace nunca había sido de las que hacían caso de los consejos médicos. Había sido una pésima enferma toda su vida porque no sabía estarse quieta en la cama y nunca tomaba todas las medicinas como debía y, precisamente por eso mismo, ahora era una pésima embarazada.
¿Que no le había dicho William que evitara estar por la calle a las horas de más calor, no cargara peso y comiera sano? Pues ahí estaba ella, bajo el sol de justicia que brillaba en el cielo aquel domingo, cargando un par de bolsas de lo que había acabado de comprar en el super y masticando lo que eran los restos de una cookie de chocolate que había comprado a última hora. Porque si, incluso en domingo Will había tenido que irse al hospital. Una urgencia, le había dicho, con uno de sus pacientes ingresados. No lo había puesto en duda, porque aquello en realidad era algo habitual. Estaba acostumbrada a pasarse sola gran parte de los domingos.
Estaba a punto de llegar a casa cuando alguien que estaba estirado sobre el césped, cerca de la zona de los columpios le llamó la atención. Su instinto de enfermera fue lo que la obligó a acercarse, pensando en que tal vez se encontraba mal o, peor, estaba inconsciente. Agarrando las dos bolsas con una sola mano empezó a rebuscar en su bolso con la mano libre para buscar su móbil, por si tenía que llamar a urgencias o algo cuando, de pronto, le reconoció.
La reacción de su cuerpo fue inmediata. Su corazón se aceleró y las manos le temblaron ligeramente, de modo que las bolsas casi cayeron al suelo. No la había visto así que segurament elo más prudente hubiera sido seguir su camino y fingir que no se había dado cuenta de nada. Seguir los consejos de Willow y no verle más parecía lo más sensato. Pero... ¿Y si se encontraba mal de verdad? ¿O si... Le había pasado algo a su padre? ¿Que clase de persona sería si simplemente pasara de largo cuando realmente podía haber algún problema grave?
Al fin y al cabo eran vecinos, eran conocidos del hospital y no había nada de malo en que se acercara a preguntar y a interesarse, porque realmente que estuviera ahí tirado sobre el cesped no era lo más normal. Hacía mucho sol y casi era hora de comer y no parecía haber nadie más cerca.
Pero también había una pequeña parte de ella que se alegraba de haberlo encontrado. De algún modo desde que ya no iba al hospital ya no sonreía tanto, y tenía la sensación de que volvía a faltarle algo. Sólo tenía que actuar como si la última vez que se vieron no hubiera estado a punto de besarle... ¿verdad?
Las manos seguían temblandole cuando llegó a su altura.
- ¿Sebastian? ¿Estás... bien? - dijo esperando que la voz no la hubiera traicionado demasiado con ese leve temblor. - ¿Necesitas algo?
¿Que no le había dicho William que evitara estar por la calle a las horas de más calor, no cargara peso y comiera sano? Pues ahí estaba ella, bajo el sol de justicia que brillaba en el cielo aquel domingo, cargando un par de bolsas de lo que había acabado de comprar en el super y masticando lo que eran los restos de una cookie de chocolate que había comprado a última hora. Porque si, incluso en domingo Will había tenido que irse al hospital. Una urgencia, le había dicho, con uno de sus pacientes ingresados. No lo había puesto en duda, porque aquello en realidad era algo habitual. Estaba acostumbrada a pasarse sola gran parte de los domingos.
Estaba a punto de llegar a casa cuando alguien que estaba estirado sobre el césped, cerca de la zona de los columpios le llamó la atención. Su instinto de enfermera fue lo que la obligó a acercarse, pensando en que tal vez se encontraba mal o, peor, estaba inconsciente. Agarrando las dos bolsas con una sola mano empezó a rebuscar en su bolso con la mano libre para buscar su móbil, por si tenía que llamar a urgencias o algo cuando, de pronto, le reconoció.
La reacción de su cuerpo fue inmediata. Su corazón se aceleró y las manos le temblaron ligeramente, de modo que las bolsas casi cayeron al suelo. No la había visto así que segurament elo más prudente hubiera sido seguir su camino y fingir que no se había dado cuenta de nada. Seguir los consejos de Willow y no verle más parecía lo más sensato. Pero... ¿Y si se encontraba mal de verdad? ¿O si... Le había pasado algo a su padre? ¿Que clase de persona sería si simplemente pasara de largo cuando realmente podía haber algún problema grave?
Al fin y al cabo eran vecinos, eran conocidos del hospital y no había nada de malo en que se acercara a preguntar y a interesarse, porque realmente que estuviera ahí tirado sobre el cesped no era lo más normal. Hacía mucho sol y casi era hora de comer y no parecía haber nadie más cerca.
Pero también había una pequeña parte de ella que se alegraba de haberlo encontrado. De algún modo desde que ya no iba al hospital ya no sonreía tanto, y tenía la sensación de que volvía a faltarle algo. Sólo tenía que actuar como si la última vez que se vieron no hubiera estado a punto de besarle... ¿verdad?
Las manos seguían temblandole cuando llegó a su altura.
- ¿Sebastian? ¿Estás... bien? - dijo esperando que la voz no la hubiera traicionado demasiado con ese leve temblor. - ¿Necesitas algo?
Grace E. Sullivan- Realeza
- Soy : Princesa Aurora
Mensajes : 253
Empleo /Ocio : Enfermera
Fecha de inscripción : 04/06/2012
Re: On the sunday of life {Grace}
Podía pasarme le resto de la tarde allí lamentando no poder hacer todas esas cosas que quiero. Tengo un coche pero con la tontería de haberlo comprado inservible para restaurarlo en mis ratos libres lleva años sin funcionar, de todos modos no es como que lo necesite porque voy a pie a todas partes. Storybrooke es suficientemente pequeño como para poder darme el lujo de carecer de coche. A parte de todo eso es domingo, mi madre está en casas sola y no puede atenderse a si misma porque está demasiado deprimida para mover un dedo o la boca si no es para insultarme, a parte de eso mi padre, y a parte de eso que mañana trabajo.
Una voz me saca de mis pensamientos pero no me molesto en moverme, no la reconozco al principio porque estoy suficiente ausente como para no darme cuenta de quien es, ni siquiera con el olor de su perfume inundándome los pulmones. - Un coche que funcione. Necesito largarme de aquí - Mi voz empieza siendo muy segura pero conforme avanza la frase se va menguando hasta convertirse en un susurro casi inaudible. Pasados varios segundos después de que contesto me doy cuenta de que no estoy hablando solo, como si no hubiera sido evidente antes. Me siento de un salto quedando de espaldas a ella como si me recriminara a mi mismo haber sido tan infantil como para dejar que me vieran de esta forma. Respiro un par de veces y tras pasarme el puño de la manga de la camisa por los ojos un poco por inercia más que porque hubiesen lágrimas visibles de verdad me giro para mirarla.
Lo primero que encuentro al mirar hacia arriba son las bolsas que está cargando lo que me hace levantarme del suelo del todo, sacudiéndome la ropa de las hojas secas que pueden habérseme pegado. Cuando la miro directamente al rostro procuro sonreír pero lo cierto es que me ha pillado tan de improviso que no me ha dado tiempo de ponerme esa máscara permanente que utilizo y aquella sonrisa termina siendo apenas una mueca. Alzo mi mano moviéndola una única vez a modo de saludo procurando parecer algo casual, cosa que tampoco me sale demasiado bien. - Perdona - Tras un par de segundos más me doy cuenta de que su voz sonaba preocupada, probablemente porque todo el mundo está comiendo a esta hora y nadie suele tirarse en el suelo cuando la desesperación le aborda.
Suspiro y hago un leve gesto intentando restarle importancia a todo esto. Lo mas importante es cambiar de tema, aunque tengo varios en la cabeza no puedo más que pensar en lo mismo de siempre. - ¿Te ayudo? - Señalo las bolsas que parecen bastante pesadas para ella y al menos no incluyen ni nuestro último encuentro en el hospital donde trabaja ni tampoco mi comentario de antes que he soltado sin pensar antes de darme cuenta de que no se trataba todo de una especie de alucinación o mundo a parte al que solo yo pertenecía.
Una voz me saca de mis pensamientos pero no me molesto en moverme, no la reconozco al principio porque estoy suficiente ausente como para no darme cuenta de quien es, ni siquiera con el olor de su perfume inundándome los pulmones. - Un coche que funcione. Necesito largarme de aquí - Mi voz empieza siendo muy segura pero conforme avanza la frase se va menguando hasta convertirse en un susurro casi inaudible. Pasados varios segundos después de que contesto me doy cuenta de que no estoy hablando solo, como si no hubiera sido evidente antes. Me siento de un salto quedando de espaldas a ella como si me recriminara a mi mismo haber sido tan infantil como para dejar que me vieran de esta forma. Respiro un par de veces y tras pasarme el puño de la manga de la camisa por los ojos un poco por inercia más que porque hubiesen lágrimas visibles de verdad me giro para mirarla.
Lo primero que encuentro al mirar hacia arriba son las bolsas que está cargando lo que me hace levantarme del suelo del todo, sacudiéndome la ropa de las hojas secas que pueden habérseme pegado. Cuando la miro directamente al rostro procuro sonreír pero lo cierto es que me ha pillado tan de improviso que no me ha dado tiempo de ponerme esa máscara permanente que utilizo y aquella sonrisa termina siendo apenas una mueca. Alzo mi mano moviéndola una única vez a modo de saludo procurando parecer algo casual, cosa que tampoco me sale demasiado bien. - Perdona - Tras un par de segundos más me doy cuenta de que su voz sonaba preocupada, probablemente porque todo el mundo está comiendo a esta hora y nadie suele tirarse en el suelo cuando la desesperación le aborda.
Suspiro y hago un leve gesto intentando restarle importancia a todo esto. Lo mas importante es cambiar de tema, aunque tengo varios en la cabeza no puedo más que pensar en lo mismo de siempre. - ¿Te ayudo? - Señalo las bolsas que parecen bastante pesadas para ella y al menos no incluyen ni nuestro último encuentro en el hospital donde trabaja ni tampoco mi comentario de antes que he soltado sin pensar antes de darme cuenta de que no se trataba todo de una especie de alucinación o mundo a parte al que solo yo pertenecía.
Sebastian J. Jones- Realeza
- Soy : Príncipe Philip / Profesor
Mensajes : 171
Empleo /Ocio : Profesor
Edad : 36
Fecha de inscripción : 29/06/2012
Re: On the sunday of life {Grace}
El efecto que produjo en ella la respuesta de Sebastian fue contradictoria. Por un lado le sirvió para asegurarse de que no estaba inconsciente ni lo suficientemente grave como para no poder hablar, pero del otro lado, la preocupación creción un poco más en ella. ¿Marcharse de Storybrooke? Su lado egoista se encendió de golpe, pensando en qué haría si él se marchara, aún cuando no tenía ningún tipo de derecho a pensar así. ¿No había sido ella la que se había marchado del hospital, firmando la baja sin tan siquiera despedirse? ¿La que iba a tener un bebé con otro y aún así reclamaba su atención como si tuviera derecho a algo? ¿Como si tuviera un extraño sentimiento de propiedad?
Negó con la cabeza cuando él le pidió disculpas, sin estar muy segura de el porqué de ese 'perdona'. ¿Por haber dicho en voz alta que se quería ir de Storybrooke? ¿Por estar ahí tirado en medio de la nada y haberle dado un susto de muerte? ¿Por qué después de su extraño comportamiento en el hospital estaba asustado e iba a salir corriendo de un momento a otro?
Ese último pensamiento era el que menos le gustaba, pero por otro lado él no parecía tener mucha prisa para ir a ninguna parte, al contrario, se levantó y se ofreció a ayudarla con las bolsas.
- No te preocupes, son cuatro cosas. - y vale, tal vez no fueran estrictamente cuatro cosas, pero realmente podía de sobras con ese peso, por mucho que todo el mundo se empeñara en pensar que por ser embarazada había quedado inválida o algo.
Quería preguntarle por su padre, quería preguntarle por su afirmación de antes de querer irse del pueblo, quería preguntarle tantas cosas que no le salían las palabras y dejó que un denso silencio se instalara entre ambos. Mala idea. Mirarlo fijamente sin pensar en nada más que aquella sensación extraña dentro de ella, después de tantos días intentando convencerse a si misma que no tenía tanta importancia como creía.
- ¿Tu padre está... bien? - fue todo lo que preguntó al final, con temor de tocar algún tema delicado o que desencadenara alguna reacción en él como la que acababa de presenciar, pero en realidad la pregunta que más le quemaba en la lengua era el porque quería irse.
Claro que vivir en Storybrooke no era como vivir en una gran capital, pero se estaba tranquilo, conocías a todo el mundo (lo cual no estaba segura que fuera realmente una ventaja) y no suponía el estrés y el ajetreo de la vida en una ciudad grande. Aún así... Suponía que si debía haber razones para querer irse. Y evidentemente ella no estaba en posición de darle ninguna de las razones que se le estaban pasando por la cabeza para intentar que se quedara.
- Es hora de comer... ¿Te apetece un sandwich? - preguntó entonces levantando una de las bolsas que llevaba con ella, aunque tal vez ofrecer un sandwich de lechuga, pollo y atún como comida de domingo no era lo mejor del mundo, y reconocer que eso era lo que ella iba a comer, cuando se suponía que tenía otra personita que alimentar a parte de ella, tampoco la convertía en la madre más responsable del mundo, era lo único que se le ocurrió para retenerle un poco más. Aún y cuando debería haberse despedido y seguido su camino hacía casa.
Iba a ir directa al infierno.
Negó con la cabeza cuando él le pidió disculpas, sin estar muy segura de el porqué de ese 'perdona'. ¿Por haber dicho en voz alta que se quería ir de Storybrooke? ¿Por estar ahí tirado en medio de la nada y haberle dado un susto de muerte? ¿Por qué después de su extraño comportamiento en el hospital estaba asustado e iba a salir corriendo de un momento a otro?
Ese último pensamiento era el que menos le gustaba, pero por otro lado él no parecía tener mucha prisa para ir a ninguna parte, al contrario, se levantó y se ofreció a ayudarla con las bolsas.
- No te preocupes, son cuatro cosas. - y vale, tal vez no fueran estrictamente cuatro cosas, pero realmente podía de sobras con ese peso, por mucho que todo el mundo se empeñara en pensar que por ser embarazada había quedado inválida o algo.
Quería preguntarle por su padre, quería preguntarle por su afirmación de antes de querer irse del pueblo, quería preguntarle tantas cosas que no le salían las palabras y dejó que un denso silencio se instalara entre ambos. Mala idea. Mirarlo fijamente sin pensar en nada más que aquella sensación extraña dentro de ella, después de tantos días intentando convencerse a si misma que no tenía tanta importancia como creía.
- ¿Tu padre está... bien? - fue todo lo que preguntó al final, con temor de tocar algún tema delicado o que desencadenara alguna reacción en él como la que acababa de presenciar, pero en realidad la pregunta que más le quemaba en la lengua era el porque quería irse.
Claro que vivir en Storybrooke no era como vivir en una gran capital, pero se estaba tranquilo, conocías a todo el mundo (lo cual no estaba segura que fuera realmente una ventaja) y no suponía el estrés y el ajetreo de la vida en una ciudad grande. Aún así... Suponía que si debía haber razones para querer irse. Y evidentemente ella no estaba en posición de darle ninguna de las razones que se le estaban pasando por la cabeza para intentar que se quedara.
- Es hora de comer... ¿Te apetece un sandwich? - preguntó entonces levantando una de las bolsas que llevaba con ella, aunque tal vez ofrecer un sandwich de lechuga, pollo y atún como comida de domingo no era lo mejor del mundo, y reconocer que eso era lo que ella iba a comer, cuando se suponía que tenía otra personita que alimentar a parte de ella, tampoco la convertía en la madre más responsable del mundo, era lo único que se le ocurrió para retenerle un poco más. Aún y cuando debería haberse despedido y seguido su camino hacía casa.
Iba a ir directa al infierno.
Grace E. Sullivan- Realeza
- Soy : Princesa Aurora
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Empleo /Ocio : Enfermera
Fecha de inscripción : 04/06/2012
Re: On the sunday of life {Grace}
Cuando pregunta por mi padre mi mirada se va directamente a otra parte que no la incluya a ella, y mi dedo índice hacia la cabeza un poco más arriba de la oreja donde trazo una linea ascendente, puede parecer una completa tontería pero aquel gesto consigue que mi calma sea la misma de hace tres segundos. Tras meditarlo suficiente como para no contestar lo primero que se me pasa por la cabeza que es un rotundo "no" asiento pausadamente al principio y luego con algo más de firmeza. - Si. Bien - Ironizo la segunda palabra de un modo bastante notorio. Suspiro y me rasco la nuca haciendo una leve mueca. - Si estar como está es estar bien - No consigo morderme la lengua a tiempo, cosa que me molesta, porque los comentarios mordaces nunca han sido lo mío y no pretendo empezar ahora. - Lo siento - Vuelvo a disculparme, esta vez por estarla involucrando en temas de los que probablemente no quiera hablar. No muchas personas encajan las desgracias de otras y lo cierto es que ser una carga tampoco es lo mío. - Solo tengo un mal día. Solo eso - Miento mientras me atrevo a sonríe esta vez con algo más de credibilidad que antes, probablemente porque ya he conseguir sacar fuerza de voluntad de donde sea que me quede todavía.
Escucho su ofrecimiento con atención y niego pasados unos segundos. - No... no me parece justo andarme comiendo lo que es tuyo - La palabra "domingo" aparece de la nada en mi cabeza, y con ella otra aún más irritante que esa "día de descanso", algo que probablemente como la mayor parte del mundo, tiene también su marido. - Y de tu marido - Repetir eso hace que me recuerde por qué en ocasiones me siento mala persona cuando pienso en lo que haría yo si lo suyo saliese mal. Van a tener un bebé, y si lo suyo sale mal ese bebé crecerá sin padre mientras yo me alegro de tener una oportunidad que no debería ni siquiera pensar en permitirme. - Que seguro que está en casa preocupándose porque no has llegado todavía - Eran puras conjeturas, probablemente ni siquiera le importara o hubiesen hablado por el móvil antes de que diese conmigo... pero siempre pienso las cosas desde le punto de vista de "lo que yo haría si ella fuera mía", claro que es una estupidez porque ella no es mía, nunca lo será y su marido no soy yo.
Escucho su ofrecimiento con atención y niego pasados unos segundos. - No... no me parece justo andarme comiendo lo que es tuyo - La palabra "domingo" aparece de la nada en mi cabeza, y con ella otra aún más irritante que esa "día de descanso", algo que probablemente como la mayor parte del mundo, tiene también su marido. - Y de tu marido - Repetir eso hace que me recuerde por qué en ocasiones me siento mala persona cuando pienso en lo que haría yo si lo suyo saliese mal. Van a tener un bebé, y si lo suyo sale mal ese bebé crecerá sin padre mientras yo me alegro de tener una oportunidad que no debería ni siquiera pensar en permitirme. - Que seguro que está en casa preocupándose porque no has llegado todavía - Eran puras conjeturas, probablemente ni siquiera le importara o hubiesen hablado por el móvil antes de que diese conmigo... pero siempre pienso las cosas desde le punto de vista de "lo que yo haría si ella fuera mía", claro que es una estupidez porque ella no es mía, nunca lo será y su marido no soy yo.
Sebastian J. Jones- Realeza
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Fecha de inscripción : 29/06/2012
Re: On the sunday of life {Grace}
Su padre estaba bien (aunque coincidía con él en que ese estado no podía considerarse "bien" exactamente) y sólo tenía un mal día. ¿Eso quería decir que cuando el mal día terminara también se esfumarían las ganas de marcharse del pueblo? Pero acto seguido se reprendió mentalmente para dejar de pensar en eso. Si él quería marcharse, pues era lo suficientemente mayor como para hacerlo, y ella simplemente no era nadie para impedirselo.
- No se puede tener mal día en domingo. No por nada es festivo. El trabajo y todos los pensamientos negativos se toman un respiro en domingo. - dijo con una sonrisa, aunque sabía de sobra que no era ni de lejos tan sencillo como eso. Ojalá sus problemas le hubieran concendido los domingos como tregua.
Sin embargo la sonrisa se le congeló en los labios cuando él mencionó a su marido. Y su subconsciente se le unió "Sí Grace, tu marido. Ya sabes. Alto, pelo castaño, sonrisa afable. El que trae dinero a casa y cuida que nada os falte a ti y al bebé." Sacudió ligeramente la cabeza, en parte para apartar esos pensamientos y en parte como una negación a medias. Quizás si William la hubiera estado esperando en casa, o si ella le hubiera insistido un poco más en que encontrara a alguien que pudiera ir al hospital a atender esa urgencia, fuera la que fuera, no estaría en esa situación.
- William tuvo que... marcharse al hospital. Una emergencia. No tenía ganas de cocinar para uno así que... fui a comprar algo rápido. - intentó alegrar un poco el tono, porque él ya tenía suficiente con sus propios problemas, antes de agregar - Y como tengo más hambre que un elefante he terminado comprando sandwiches para veinte. Así que no me vas a dejar sin comida, no te preocupes.
Se encaminó hasta uno de los columpios vacíos para sentarse en él (porque aunque lo de sentarse en el cesped estaba bien, suponía un problema cuando se tenía una barriga tan grande como la suya, al tiempo que sacaba uno de los sandwiches de la bolsa y se lo tendía a Sebastian, esperando a que lo tomara y fuera a sentarse en el otro columpio.
Todo el mundo estaba en casa comiendo a esas horas, así que seguramente no les vería demasiada gente. Y si lo hacía alguien... No había nada malo en estar ahí sentados comiendo... ¿cierto?
- ¿Hablabas en serio? ¿Vas a... marcharte de Storybrooke? - la pregunta salió sin previo aviso y antes de que tan siquiera pudiera pensar en si ese tono preocupado era el mejor con el que podía acompañar esa pregunta. Bajó la vista avergonzada para desenvolver del plástico que lo envolvía su propio sandwich y darle un bocado. Así al menos, con la boca llena, dejaría de preguntar burradas.
- No se puede tener mal día en domingo. No por nada es festivo. El trabajo y todos los pensamientos negativos se toman un respiro en domingo. - dijo con una sonrisa, aunque sabía de sobra que no era ni de lejos tan sencillo como eso. Ojalá sus problemas le hubieran concendido los domingos como tregua.
Sin embargo la sonrisa se le congeló en los labios cuando él mencionó a su marido. Y su subconsciente se le unió "Sí Grace, tu marido. Ya sabes. Alto, pelo castaño, sonrisa afable. El que trae dinero a casa y cuida que nada os falte a ti y al bebé." Sacudió ligeramente la cabeza, en parte para apartar esos pensamientos y en parte como una negación a medias. Quizás si William la hubiera estado esperando en casa, o si ella le hubiera insistido un poco más en que encontrara a alguien que pudiera ir al hospital a atender esa urgencia, fuera la que fuera, no estaría en esa situación.
- William tuvo que... marcharse al hospital. Una emergencia. No tenía ganas de cocinar para uno así que... fui a comprar algo rápido. - intentó alegrar un poco el tono, porque él ya tenía suficiente con sus propios problemas, antes de agregar - Y como tengo más hambre que un elefante he terminado comprando sandwiches para veinte. Así que no me vas a dejar sin comida, no te preocupes.
Se encaminó hasta uno de los columpios vacíos para sentarse en él (porque aunque lo de sentarse en el cesped estaba bien, suponía un problema cuando se tenía una barriga tan grande como la suya, al tiempo que sacaba uno de los sandwiches de la bolsa y se lo tendía a Sebastian, esperando a que lo tomara y fuera a sentarse en el otro columpio.
Todo el mundo estaba en casa comiendo a esas horas, así que seguramente no les vería demasiada gente. Y si lo hacía alguien... No había nada malo en estar ahí sentados comiendo... ¿cierto?
- ¿Hablabas en serio? ¿Vas a... marcharte de Storybrooke? - la pregunta salió sin previo aviso y antes de que tan siquiera pudiera pensar en si ese tono preocupado era el mejor con el que podía acompañar esa pregunta. Bajó la vista avergonzada para desenvolver del plástico que lo envolvía su propio sandwich y darle un bocado. Así al menos, con la boca llena, dejaría de preguntar burradas.
Grace E. Sullivan- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
Ojalá fuera tan fácil como eso, como es domingo que los problemas se esfumaran a descansar también, pero lamentablemente el mundo real es una calle de un solo sentido sin pausa. Le sonrío de todas maneras, creo que parte de lo que más me gusta de una persona en la que ni siquiera debería pensar es su capacidad para buscar la felicidad en las pequeñas cosas como cero caras largas en el hospital o la desaparición de todo lo que te agobia el día domingo. Bajo mi vista a la bolsa mientras me explica que trae comida para todo un batallón. - Es raro ver a una chica con tanta comida basura - No es técnicamente comida basura pero un recuerdo inoportuno de mi madre me traiciona y me recuerda que cualquier comida que no se haya hecho en casa es mera bazofia. Siempre creí que lo decía para lucirse por lo bien que cocinaba, pero lo cierto es que desde que soy yo quien cocina creo un poco que tiene razón. Nada sabe igual si no es en casa.
Avanzo hacia ella quedándome frente a su columpio y tomando uno de los sándwiches mientras murmuro un gracias. La habría incitado a comer a mi casa, hay comida de sobra porque a ratos para no pasarme eternidades cocinando lo que hago es guardar en la nevera y calentar después. Sin embargo no sé como estén las cosas en mi casa en este momento y prefiero no mostrarle esa parte desastrosa de mi que a veces incluso yo repelo. Tomo asiento en el sillín de al lado tardando un buen rato en abrir el paquete, porque aún hay un nudo dentro de mi estómago que me hace querer dejar las cosas así y sopesar la posibilidad de morirme de hambre.
Mi mirada se va hacia ella cuando me pregunta aquello. Parece arrepentida de haberlo hecho y deduzco que es algo que llevaba rato pensando y al final se le ha escapado. Hago memoria de lo que le ha llevado a tan acertada conclusión y suspiro no demasiado orgulloso del lapsus anterior por el que pagaría todo el dinero que tengo si pudiera borrar del mapa. - Era... solo una opción - También llegué a plantearme sin más beber hasta morir o saltar de algún sitio alto que me hiciera olvidar todo lo que en este instante invade mi cabeza. - Necesito un respiro, solo eso. Sin padre, sin madre, sin trabajo, sin niños, sin nada... solo yo y... - Lo primero que pienso tras ese yo es en ella. Una fugaz imagen se me cruza traicioneramente por la cabeza, pero en cuanto consigo apartarla otra opción que probablemente tampoco es la correcta aparece. El alcohol. - ... mis problemas - Suena más maduro dicho de esa forma.
Doy un bocado al sándwich en una de las puntas con el estómago todavía algo revuelto y vacío al mismo tiempo manteniendome en silencio demasiado tiempo, tanto que incluso empieza a agobiarme a mi mismo. - ¿Nunca lo has pensado? - Ni siquiera me atrevo a mirarla mientras se lo pregunto. - Harta de todo... coger tus cosas imprescindibles y largarte lejos, inventarte un nombre nuevo y empezar de cero - Al terminar me doy cuenta de que probablemente oiré algo que no me va a gustar. Si se lo ha planteado puede que ese plan de escape incluya a su marido, y si no lo hace estoy casi seguro de que por nada del mundo me incluye a mi sino todo lo contrario, lo que busca es desaparecer del mapa para todas las personas del mundo. Incluido yo.
Avanzo hacia ella quedándome frente a su columpio y tomando uno de los sándwiches mientras murmuro un gracias. La habría incitado a comer a mi casa, hay comida de sobra porque a ratos para no pasarme eternidades cocinando lo que hago es guardar en la nevera y calentar después. Sin embargo no sé como estén las cosas en mi casa en este momento y prefiero no mostrarle esa parte desastrosa de mi que a veces incluso yo repelo. Tomo asiento en el sillín de al lado tardando un buen rato en abrir el paquete, porque aún hay un nudo dentro de mi estómago que me hace querer dejar las cosas así y sopesar la posibilidad de morirme de hambre.
Mi mirada se va hacia ella cuando me pregunta aquello. Parece arrepentida de haberlo hecho y deduzco que es algo que llevaba rato pensando y al final se le ha escapado. Hago memoria de lo que le ha llevado a tan acertada conclusión y suspiro no demasiado orgulloso del lapsus anterior por el que pagaría todo el dinero que tengo si pudiera borrar del mapa. - Era... solo una opción - También llegué a plantearme sin más beber hasta morir o saltar de algún sitio alto que me hiciera olvidar todo lo que en este instante invade mi cabeza. - Necesito un respiro, solo eso. Sin padre, sin madre, sin trabajo, sin niños, sin nada... solo yo y... - Lo primero que pienso tras ese yo es en ella. Una fugaz imagen se me cruza traicioneramente por la cabeza, pero en cuanto consigo apartarla otra opción que probablemente tampoco es la correcta aparece. El alcohol. - ... mis problemas - Suena más maduro dicho de esa forma.
Doy un bocado al sándwich en una de las puntas con el estómago todavía algo revuelto y vacío al mismo tiempo manteniendome en silencio demasiado tiempo, tanto que incluso empieza a agobiarme a mi mismo. - ¿Nunca lo has pensado? - Ni siquiera me atrevo a mirarla mientras se lo pregunto. - Harta de todo... coger tus cosas imprescindibles y largarte lejos, inventarte un nombre nuevo y empezar de cero - Al terminar me doy cuenta de que probablemente oiré algo que no me va a gustar. Si se lo ha planteado puede que ese plan de escape incluya a su marido, y si no lo hace estoy casi seguro de que por nada del mundo me incluye a mi sino todo lo contrario, lo que busca es desaparecer del mapa para todas las personas del mundo. Incluido yo.
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
- Ya lo sé. Soy una embarazada terrible. Se supone que debería estar comiendo sano y mira... Guárdame el secreto, ¿vale? - dijo con una sonrisita antes de recordar que su momento extraño en el hospital había venido por el hecho de querer compartir un secreto, y que probablemente no era buena idea mencionar nada relacionado con eso, aunque fuera un comentario hecho en broma.
Se hechó un poco hacía atrás con el columpio, poniendo inconscientemente un poco más de distancia entre ellos mientras daba otro mordisco a su sandwich. Tuvo que volver a repetirse mentalmente un par de veces que no estaba haciendo nada malo. Sólo comían y hablaban de sus problemas. Nada más inocente que eso.
Le escuchó hablar sobre huír. No podía decir que la idea no se le hiciera atractiva, o lo hubiera sido con otras circunstancias. Iba a ser madre, así que debía ser responsable y dejar de pensar en fantasías de otros lugares en los que podría llevar otra vida. Por eso sabía que no tenía más opción que quedarse en Storybrooke... Y que si él se marchaba ya no lo volvería a ver.
- No te vayas. - y con ese último pensamiento, la frase se escapó de entre sus labios antes de que se diera cuenta, y para cuando quiso arrepentirse ya era tarde.
Notó como las mejillas se le sonrojaban, y solo rezó para que Sebastian creyera que era por culpa del sol del mediodía y el hecho de que su estado la volvía más sensible a las temperaturas. Pero por otro lado su mente trabajaba a toda velocidad para encontrar algo que agregar para arreglar esas tres palabras que la dejaban completamente en evidencia. Pero, ¿que explicación más allá de la obvia habria para que ella se preocupara por si él se quedaba o se iba?
- Quiero decir... Huir de los problemas nunca sirve. Por muy lejos que estés siempre estarán ahí, aguardándote en la distancia... Ojalá pudieran desaparecer, pero no lo hacen.
Soltó un imperceptible suspiro, antes de seguir hablando. Ese era uno de sus defectos, que cuando se dejaba llevar por algún tema, podía hablar y hablar y hablar sin ser consciente en realidad de lo que estaba diciendo. Eso suponía un problema cuando estaba con él, porque tendía más de la cuenta a decir cosas inconvenientes. Cosas que se suponía que no tenía que decir a nadie más que no fuera a William.
- De hecho, me parece muy complicado lo de poder marcharte y dejar todo lo demás atrás. A la família, a los amigos, a los compañeros del trabajo, a... aquellas personas especiales...
'Cállate ya, Grace.' fue lo que le dijo una vocecita en el interior de su cabeza. Aquella voz que era la única pizca de cordura que le quedaba y que parecía debilitarse cuanto más rato pasaba con Sebastian.
- Prefiero pensar que todo tiene solución. - pero de hecho sabía que los problemas del chico, que ella creía que se limitaban al estado de su padre, tenían una solución un poco más complicada que la media de problemas del resto de la gente. Pero simplemente no sabía que más decirle o que hacer para animarlo. ¿La verdad? Se preocupaba al verlo en ese estado.[/color]
Se hechó un poco hacía atrás con el columpio, poniendo inconscientemente un poco más de distancia entre ellos mientras daba otro mordisco a su sandwich. Tuvo que volver a repetirse mentalmente un par de veces que no estaba haciendo nada malo. Sólo comían y hablaban de sus problemas. Nada más inocente que eso.
Le escuchó hablar sobre huír. No podía decir que la idea no se le hiciera atractiva, o lo hubiera sido con otras circunstancias. Iba a ser madre, así que debía ser responsable y dejar de pensar en fantasías de otros lugares en los que podría llevar otra vida. Por eso sabía que no tenía más opción que quedarse en Storybrooke... Y que si él se marchaba ya no lo volvería a ver.
- No te vayas. - y con ese último pensamiento, la frase se escapó de entre sus labios antes de que se diera cuenta, y para cuando quiso arrepentirse ya era tarde.
Notó como las mejillas se le sonrojaban, y solo rezó para que Sebastian creyera que era por culpa del sol del mediodía y el hecho de que su estado la volvía más sensible a las temperaturas. Pero por otro lado su mente trabajaba a toda velocidad para encontrar algo que agregar para arreglar esas tres palabras que la dejaban completamente en evidencia. Pero, ¿que explicación más allá de la obvia habria para que ella se preocupara por si él se quedaba o se iba?
- Quiero decir... Huir de los problemas nunca sirve. Por muy lejos que estés siempre estarán ahí, aguardándote en la distancia... Ojalá pudieran desaparecer, pero no lo hacen.
Soltó un imperceptible suspiro, antes de seguir hablando. Ese era uno de sus defectos, que cuando se dejaba llevar por algún tema, podía hablar y hablar y hablar sin ser consciente en realidad de lo que estaba diciendo. Eso suponía un problema cuando estaba con él, porque tendía más de la cuenta a decir cosas inconvenientes. Cosas que se suponía que no tenía que decir a nadie más que no fuera a William.
- De hecho, me parece muy complicado lo de poder marcharte y dejar todo lo demás atrás. A la família, a los amigos, a los compañeros del trabajo, a... aquellas personas especiales...
'Cállate ya, Grace.' fue lo que le dijo una vocecita en el interior de su cabeza. Aquella voz que era la única pizca de cordura que le quedaba y que parecía debilitarse cuanto más rato pasaba con Sebastian.
- Prefiero pensar que todo tiene solución. - pero de hecho sabía que los problemas del chico, que ella creía que se limitaban al estado de su padre, tenían una solución un poco más complicada que la media de problemas del resto de la gente. Pero simplemente no sabía que más decirle o que hacer para animarlo. ¿La verdad? Se preocupaba al verlo en ese estado.[/color]
Grace E. Sullivan- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
Asiento mientras una sonrisa se me escapa, quizá algo triste y que puede atribuirse a mi estado de ánimo inestable de este domingo. Más secretos... acumulados... guardados... cosas que probablemente solo sé yo y que jamás voy a decirle a nadie para no compartir lo único que ella y yo tenemos en común. Le doy otro bocado al emparedado con mucha desgana hasta que me pide que no me vaya. Un pinchazo en el pecho hace saltar la alarma, esa que me hace pensar en la posibilidad de haber escuchado mal, de que se ha equivocado, de que no era eso lo que quería decir. La miro un tanto confuso al principio aunque intento por todos los medios que no se note demasiado. Entonces empieza a explicarse aunque escucho solo un murmullo al principio antes de que tardíamente mi cerebro procese las palabras.
Ella nunca lo sabrá, pero con solo pedirme que no me fuera ha conseguido lo que quería. Y es que casi por inercia sería capaz de hacer cualquier cosa que me pidiera. Cualquiera... Bajo la vista al suelo volviendo a unir mi cabeza a la conversación. Es demasiado optimista, yo lo era también pero hoy no es mi día. Todo va fatal, mi vida, mi madre, mi padre... no tengo tiempo para mi, no tengo tiempo para mis padres, ni para los niños, para nada. Estoy metido en una espiral de responsabilidades donde por cada cosa que resuelvo salen dos más. La presión se acumula hundiéndome hacia el fondo del barranco en el que me he caído y ya no sé que más hacer para intentar salir de allí.
Escapar. Eso es lo único que se me ocurrió. Escapar y beber hasta morir. El corazón se me para un momento cuando menciona a las personas especiales. Dejar a esas personas especiales me duele más que cualquier otra cosa. - Pero no puedo llevármelas - No porque realmente no pueda, podría si quisiera, pero no me da la gana que vean la persona destrozada que me paso la vida ocultando y que es el verdadero motivo por el que quiero irme. Porque no quiero que conozcan al sebastian que se rinde. - Mi padre está enfermo - Pienso en mi madre, pero la sola idea de poder deshacerme de ella una temporada me alegra. - Mis alumnos... si me los llevara sería técnicamente un secuestro - Ahogo una risa melancólica bajando la vista al emparedado. - Y... - He estado a punto de mencionarla, de decirle que también pertenece a las personas especiales para mi pero mi vista se va directa a su barriga y me recuerda el porqué estoy obligado a callarme.
Suspiro levantando mi vista el emparedado para intentar pensar con claridad mientras miro hacia el frente. La brisa del verano nos golpea e incluso hace que los columpios vacíos se mesan de adelante hacia atrás suavemente. Me relamo los labios y el recuerdo de aquella tarde en el hospital me vuelve a la cabeza. Sus labios... los míos... esa sensación de bienestar, tranquilidad, seguridad...
Me levanto porque repentinamente no lo soporto más. No puedo seguir sentándome a su lado fingiendo que me importa lo mismo que cualquier otra chica de este maldito pueblo. La idea de irme parece de nuevo tentadora salvo por el hecho de que si me voy tampoco volveré a verla. Será lo mejor, si no la veo no destruiré su familia y condenaré a ese bebé a vivir en una familia rota. - Hay cosas que no tienen solución - Doy varios pasos antes de terminar parado frente a donde ella está sentada, mirándola fijamente durante lo que parece una eternidad. - Hay veces que la gente enferma y se queda así para siempre. Hay personas que duermen y no se vuelven a despertar. Hay libros que se terminan y al releerlos nunca será como la primera vez. Hay personas de las que te enamoras y no se olvidan. - Suelto un suspiro casi molesto conmigo mismo por la debilidad de último momento. Al menos he tenido la decencia de no referirme a ella directamente.
- Tengo que irme Grace - Mi voz se vuelve un susurro, más que nada al final de la frase cuando su nombre sale de mis labios. - Tengo que irme, porque si no lo hago terminaré haciendo una estupidez - Una estupidez como dejar de reprimir esas ganas de besarla que son más intensas desde la última vez que estuvimos juntos en el hospital. Cómo decirle lo mucho que me hace falta desde que se marchó, desde que ya no me habla, desde que no la encuentro leyéndole a mi padre.
Ella nunca lo sabrá, pero con solo pedirme que no me fuera ha conseguido lo que quería. Y es que casi por inercia sería capaz de hacer cualquier cosa que me pidiera. Cualquiera... Bajo la vista al suelo volviendo a unir mi cabeza a la conversación. Es demasiado optimista, yo lo era también pero hoy no es mi día. Todo va fatal, mi vida, mi madre, mi padre... no tengo tiempo para mi, no tengo tiempo para mis padres, ni para los niños, para nada. Estoy metido en una espiral de responsabilidades donde por cada cosa que resuelvo salen dos más. La presión se acumula hundiéndome hacia el fondo del barranco en el que me he caído y ya no sé que más hacer para intentar salir de allí.
Escapar. Eso es lo único que se me ocurrió. Escapar y beber hasta morir. El corazón se me para un momento cuando menciona a las personas especiales. Dejar a esas personas especiales me duele más que cualquier otra cosa. - Pero no puedo llevármelas - No porque realmente no pueda, podría si quisiera, pero no me da la gana que vean la persona destrozada que me paso la vida ocultando y que es el verdadero motivo por el que quiero irme. Porque no quiero que conozcan al sebastian que se rinde. - Mi padre está enfermo - Pienso en mi madre, pero la sola idea de poder deshacerme de ella una temporada me alegra. - Mis alumnos... si me los llevara sería técnicamente un secuestro - Ahogo una risa melancólica bajando la vista al emparedado. - Y... - He estado a punto de mencionarla, de decirle que también pertenece a las personas especiales para mi pero mi vista se va directa a su barriga y me recuerda el porqué estoy obligado a callarme.
Suspiro levantando mi vista el emparedado para intentar pensar con claridad mientras miro hacia el frente. La brisa del verano nos golpea e incluso hace que los columpios vacíos se mesan de adelante hacia atrás suavemente. Me relamo los labios y el recuerdo de aquella tarde en el hospital me vuelve a la cabeza. Sus labios... los míos... esa sensación de bienestar, tranquilidad, seguridad...
Me levanto porque repentinamente no lo soporto más. No puedo seguir sentándome a su lado fingiendo que me importa lo mismo que cualquier otra chica de este maldito pueblo. La idea de irme parece de nuevo tentadora salvo por el hecho de que si me voy tampoco volveré a verla. Será lo mejor, si no la veo no destruiré su familia y condenaré a ese bebé a vivir en una familia rota. - Hay cosas que no tienen solución - Doy varios pasos antes de terminar parado frente a donde ella está sentada, mirándola fijamente durante lo que parece una eternidad. - Hay veces que la gente enferma y se queda así para siempre. Hay personas que duermen y no se vuelven a despertar. Hay libros que se terminan y al releerlos nunca será como la primera vez. Hay personas de las que te enamoras y no se olvidan. - Suelto un suspiro casi molesto conmigo mismo por la debilidad de último momento. Al menos he tenido la decencia de no referirme a ella directamente.
- Tengo que irme Grace - Mi voz se vuelve un susurro, más que nada al final de la frase cuando su nombre sale de mis labios. - Tengo que irme, porque si no lo hago terminaré haciendo una estupidez - Una estupidez como dejar de reprimir esas ganas de besarla que son más intensas desde la última vez que estuvimos juntos en el hospital. Cómo decirle lo mucho que me hace falta desde que se marchó, desde que ya no me habla, desde que no la encuentro leyéndole a mi padre.
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
Grace no sabía lo que había estado esperando exactamente, o más bien no quería reconocerlo, porque había una pequeña parte de ella que evidentemente quería que la mencionara como una de las personas especiales a las que se llevaría con él de Storybrooke, aunque aquello hubiera estado mal a todos los niveles que se le ocurrían. Sin embargo sólo su padre y los niños del colegio... Y aunque una vez más no debería haberle importado no aparecer en esa frase, no pudo evitar arrugar un poco la nariz al tiempo que su estómago se encogía un poco.
Pero él parecía no haber terminado, se levantó repentinamente del columpio y por un momento creyó que se iría. Pero Sebastian no se fue, se quedó de pie delante de ella mientras seguía enumerando una a una las cosas que no tenían solución, y cuando terminó, ella, por mucho que tenía pensado hacerlo, porque sintió que se quedaba sin palabras al sentirse plenamente identificada ante su última afirmación. 'Hay personas de las que te enamoras y no se olvidan', por supuesto, Grace podía dar fe de ello y no pensaba precisamente en William. ¿Cuan horrible era eso por su parte? Pero más allá de eso... La seguridad de que el estar enamorada del chico que tenía delante era la única explicación para todo lo que le sucedía lo complicaba todo. ¿Como se suponía que debía formar una familia con William y el bebé que venía de camino si pensaba constantemente en alguien más?
- La medicina avanza y la gente que enferma tiene más opciones de curarse. Sólo hay un sueño del que no puedes despertar, y ese es la muerte. Todo lo demás es reversible. Si las cosas fueran iguales que la primera vez siempre que las repites perderían la magia y lo especiales que son las primeras veces. Y... Bueno, se supone que cuando te enamoras no hay motivo para olvidar la otra persona. - "excepto cuando estás casada y esperando el bebé de otro hombre.", pero evidentemente la última parte de la frase se la guardó exclusivamente para ella.
Pero cuando él volvió a hablar de marcharse, Grace se levantó y por pura inercia lo tomó de la mano. El contacto hizo que notara un cosquilleo que nació de sus manos unidas y le subió por la columna, haciendo que tuviera un leve estremecimiento. No tenía ni idea de si volvía a referirse a marcharse del pueblo o hablaba de marcharse en esos instantes, pero no se veía capaz de soportar ninguna de las dos cosas. Bajó la vista primero a sus manos unidas, después le miró fijamente durante unos instantes y volvió a fijarse en sus manos. Parecía algo tan natural como respirar.
- No te vayas. - volvió a repetir - Sebastian... Yo...
La frase quedó a medias no porque no quisiera terminar, sino porque no tenía ni idea de como hacerlo. A decir verdad no sabía nada, ni lo que estaba haciendo, ni en donde se estaba metiendo, ni lo que significaba, ni a que estupideces se refería él... Lo único que sabía era en lo bien que se sentía estando con él. En que se sentía completa. Algo completamente opuesto a lo que había sentido en los últimos días desde que ya no iba a trabajar, desde que había renunciado a esos ratos que compartían en una habitación de hospital.
Inconscientemente apretó un poco más la mano que tenía entrelazada con la suya, mientras notaba, tal y como había pasado en el hospital, que el resto del mundo dejaba de importar.
Pero él parecía no haber terminado, se levantó repentinamente del columpio y por un momento creyó que se iría. Pero Sebastian no se fue, se quedó de pie delante de ella mientras seguía enumerando una a una las cosas que no tenían solución, y cuando terminó, ella, por mucho que tenía pensado hacerlo, porque sintió que se quedaba sin palabras al sentirse plenamente identificada ante su última afirmación. 'Hay personas de las que te enamoras y no se olvidan', por supuesto, Grace podía dar fe de ello y no pensaba precisamente en William. ¿Cuan horrible era eso por su parte? Pero más allá de eso... La seguridad de que el estar enamorada del chico que tenía delante era la única explicación para todo lo que le sucedía lo complicaba todo. ¿Como se suponía que debía formar una familia con William y el bebé que venía de camino si pensaba constantemente en alguien más?
- La medicina avanza y la gente que enferma tiene más opciones de curarse. Sólo hay un sueño del que no puedes despertar, y ese es la muerte. Todo lo demás es reversible. Si las cosas fueran iguales que la primera vez siempre que las repites perderían la magia y lo especiales que son las primeras veces. Y... Bueno, se supone que cuando te enamoras no hay motivo para olvidar la otra persona. - "excepto cuando estás casada y esperando el bebé de otro hombre.", pero evidentemente la última parte de la frase se la guardó exclusivamente para ella.
Pero cuando él volvió a hablar de marcharse, Grace se levantó y por pura inercia lo tomó de la mano. El contacto hizo que notara un cosquilleo que nació de sus manos unidas y le subió por la columna, haciendo que tuviera un leve estremecimiento. No tenía ni idea de si volvía a referirse a marcharse del pueblo o hablaba de marcharse en esos instantes, pero no se veía capaz de soportar ninguna de las dos cosas. Bajó la vista primero a sus manos unidas, después le miró fijamente durante unos instantes y volvió a fijarse en sus manos. Parecía algo tan natural como respirar.
- No te vayas. - volvió a repetir - Sebastian... Yo...
La frase quedó a medias no porque no quisiera terminar, sino porque no tenía ni idea de como hacerlo. A decir verdad no sabía nada, ni lo que estaba haciendo, ni en donde se estaba metiendo, ni lo que significaba, ni a que estupideces se refería él... Lo único que sabía era en lo bien que se sentía estando con él. En que se sentía completa. Algo completamente opuesto a lo que había sentido en los últimos días desde que ya no iba a trabajar, desde que había renunciado a esos ratos que compartían en una habitación de hospital.
Inconscientemente apretó un poco más la mano que tenía entrelazada con la suya, mientras notaba, tal y como había pasado en el hospital, que el resto del mundo dejaba de importar.
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Re: On the sunday of life {Grace}
Todas sus excusa son válidas. La gente enferma y se recupera, la muerte es la única que no tiene solución, incluso yo mismo soy de creer en todas esas teorías que hacen que enfrentarte al mundo de un poco menos de miedo, sin embargo ahora mismo la parte de mi que me hace creer en esas cosas está rota en pedazos harto de tener que cargar siempre con todos los problemas poniendo buena cara. Una risa se me escapa aunque al final consigo ahogarla en un suspiro. "se supone que cuando te enamoras no hay motivo para olvidar la otra persona". Ojalá fuera tan simple, ojalá te enamoraras de la persona correcta para no tener que olvidarte de ella jamás. Pero el problema estaba cuando no lo hacías de esa forma, cuando terminabas deseando que dos personas que antes eran felices sin ti dejen de serlo para tener la posibilidad de tomar esa oportunidad que ni siquiera te mereces.
Suspiro y niego sin querer refutar eso último sabiendo que si digo algo al respecto terminaré soltando cosas que no quiero que sepa, que nunca debería saber y que por mi bien mental y el suyo deben permanecer en secreto, sin embargo cuando su mano se adueña de la mía un corrientazo me recorre desde el inicio de la columna hasta el final de la misma. Cierro mis dedos entre los suyos con movimientos muy sutiles como si cupiera una mínima posibilidad de que aquellos gestos pasaran desapercibidos pero lo cierto es que incluso aunque intento permanecer ignorante ante lo evidente soy muy consciente de que he pasado por bastante esa línea invisible que trazaba entre ella y yo para mantener todos esos sentimientos a raya.
Sentir su mano apretando la mía sirve para que recupere un poco de cordura momentánea que se va al garete cuando susurra mi nombre. Estoy tan cerca de ella que casi puedo sentir la punta de su tripa de embarazada rozando con mi estómago. Se me cruza una estúpida idea por la cabeza sobre el motivo que la lleva a pedirme que no me vaya y la voz que siempre me recuerda que no soy yo quien la hará feliz sino su marido parece haberse ido del todo. - Este es el tipo de estupidez al que me refería - Mi voz es ausente y bastante floja porque lo que intentaba ser un pensamiento terminó saliendo de mis labios.
No sé exactamente en qué momento mi frente empezó a rozar la suya, ni en cual cerré los ojos disfrutando de la dulzura de su perfume, ni mucho menos de cuando mi nariz se posó junto a la suya acariciando sus labios con los míos y alguna que otra vez su mejilla mientras dentro de mi empezaba una lucha por recuperar una voluntad que en ese momento había desaparecido por completo. - Ven conmigo - Esa era la solución perfecta para todos mis problemas y la había pensado desde un inicio: dejar este pueblo, buscarme un nuevo nombre y empezar de cero. Pero ahora que la barrera que suelo poner entre los dos se ha roto de un golpe el subconsciente me ha traicionado y ha dejado muy claro que me vaya a donde me vaya, sin ella las cosas siempre serán las mismas.
Suspiro y niego sin querer refutar eso último sabiendo que si digo algo al respecto terminaré soltando cosas que no quiero que sepa, que nunca debería saber y que por mi bien mental y el suyo deben permanecer en secreto, sin embargo cuando su mano se adueña de la mía un corrientazo me recorre desde el inicio de la columna hasta el final de la misma. Cierro mis dedos entre los suyos con movimientos muy sutiles como si cupiera una mínima posibilidad de que aquellos gestos pasaran desapercibidos pero lo cierto es que incluso aunque intento permanecer ignorante ante lo evidente soy muy consciente de que he pasado por bastante esa línea invisible que trazaba entre ella y yo para mantener todos esos sentimientos a raya.
Sentir su mano apretando la mía sirve para que recupere un poco de cordura momentánea que se va al garete cuando susurra mi nombre. Estoy tan cerca de ella que casi puedo sentir la punta de su tripa de embarazada rozando con mi estómago. Se me cruza una estúpida idea por la cabeza sobre el motivo que la lleva a pedirme que no me vaya y la voz que siempre me recuerda que no soy yo quien la hará feliz sino su marido parece haberse ido del todo. - Este es el tipo de estupidez al que me refería - Mi voz es ausente y bastante floja porque lo que intentaba ser un pensamiento terminó saliendo de mis labios.
No sé exactamente en qué momento mi frente empezó a rozar la suya, ni en cual cerré los ojos disfrutando de la dulzura de su perfume, ni mucho menos de cuando mi nariz se posó junto a la suya acariciando sus labios con los míos y alguna que otra vez su mejilla mientras dentro de mi empezaba una lucha por recuperar una voluntad que en ese momento había desaparecido por completo. - Ven conmigo - Esa era la solución perfecta para todos mis problemas y la había pensado desde un inicio: dejar este pueblo, buscarme un nuevo nombre y empezar de cero. Pero ahora que la barrera que suelo poner entre los dos se ha roto de un golpe el subconsciente me ha traicionado y ha dejado muy claro que me vaya a donde me vaya, sin ella las cosas siempre serán las mismas.
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
Había días en los que, si se detenía a pensarlo con calma y desde la perspectiva de alguien tranquilo que sabe apreciar los pequeños detalles, Storybrooke podía parecer el mejor lugar para vivir. Sí, era pequeño, y probablemente nunca pasaba nada tan interesante como lo que uno escuchaba ocurría en grandes ciudades como Boston o Nueva York. Nunca habría conciertos grandes en Storybrooke, ni sabría lo que era hacer una fila seis horas frente a la tienda de electrónicos esperando el lanzamiento del nuevo gadget que le volvía agua la boca. Pero era un lugar pacífico, donde nadie nunca escuchaba que ocurrieran tragedias graves, donde la violencia no era algo que ninguno de sus habitantes conociera y donde casi todos podían gozar de una calidad de vida buena.
Había otros días en los que a pesar del carácter noble y pintoresco del pueblito, Storybrooke parecía más una prisión. No había ningún otro lugar que explorar, porque ya habías recorrido de punta a punta el pueblo incontables veces. No había personas nuevas a las qué conocer, porque las caras que veías eran los de toda la vida y nunca nadie nuevo llegaba de visita. Era pequeño, era asfixiante, y si de algo podías estar seguro era que no importara que tan a solas te sintieras, cuanta privacidad supusieras que poseías, alguien siempre te iba a ver. Y tu secreto tarde o temprano iba a develarse, porque en Storybrooke no existían los rostros anónimos...
Ese tipo de detalles eran difíciles de recordar cuando la cercanía de alguien más bastaba para que todo lo que existía alrededor de ti se apagara. Eso Willow lo sabía bien y lo había aprendido por las malas.
La tarde del domingo solía estar reservada para descansar. Estar con la familia, prepararse psicológicamente para el lunes, reponerse de la juerga del viernes y el sábado. Eso no era así para Willow. Nunca había sido una persona muy hogareña de aquellas que de escoger siempre preferirían el confort de su sofá a cualquier otra opción. La cuestión era que siempre se decantaba por actividades un poco más placenteras; viajes a la playa, visitas a los amigos, paseos en motocicleta...
Lo que quería esa tarde era, simple y llanamente, agotarse. Acabar con hasta la última gota de energía que tuviera almacenada en el cuerpo, porque quizá si se llevaba al borde de la fatiga simplemente caería desmayada sobre su cama y al despertar no recordaría nada sobre los sueños extraños que la habían estado asaltando. No sabía con exactitud cuánto tiempo tenía corriendo porque no lo llevaba medido y la verdad tampoco le importaba. De lo único que estaba pendiente era de llevar la música al máximo volumen que el reproductor que descansaba en su brazo gracias a una banda elástica le permitiera escuchar. Y es que entre más fuerte vibraran los auriculares en sus tímpanos, menos podía oír esas malditas campanillas que la estaban volviendo loca...
No tenía una ruta fija. Su trayectoria era más bien caprichosa, pero en Storybrooke ese era un lujo que podía darse. Fue así como sus pisadas la llevaban hacia aquel parque, el rostro ya enrojecido por el esfuerzo y con algunos cuantos mechones rubios pegándose a su frente a causa del sudor, mismo que cubría con una fina película sus brazos, su cuello y su vientre. No iba a detenerse hasta sentir que las piernas dejaban de responderle. Tal vez así pudiera conciliar una sola noche de sueño semi decente. ¿Una corredora ejercitándose en aquel parque? Nada fuera de lo común. Y así habría sido su día, nada fuera de la rutina, de no haber sido que al acercarse a la zona donde estaban los juegos para los niños, la escena que comenzaba a desenvolverse peligrosa aparecía en su campo de visión.
No hubo nada que realmente llamara su atención en la pareja que charlaba por donde los columpios. No, la angustia no comenzó a invadirla hasta que al acercarse reconoció primero la cabellera rubia, luego la silueta de su barriga, luego las líneas de su perfil... y fue entonces que detuvo sus pasos junto a algunos árboles, sintiendo de súbito que la respiración le faltaba, no a causa del esfuerzo físico que estaba suponiéndole la intención de cansarse de tal manera que ni los dedos pudiera mover. Era porque veía a Grace, su Grace, casi pecho contra pecho con nada más y nada menos que Sebastian Jones.
El estómago se le fue al suelo. ¿Qué no había dicho que nada pasaba entre ellos y que no lo iba a volver a ver? Anonadada se quitó los audífonos de los oídos, dejando caer los brazos a sus costados como si no fueran más que peso muerto. Se sentía enferma, enferma porque no lo quería creer, pero era difícil no hacerlo cuando ella misma lo atestiguaba. ¿Se estaban besando? ¿O estaban por hacerlo? Oh Grace…
El primer impulso que tuvo fue el de gritarle a todo pulmón un Grace Emma Sullivan, regrésate a tu casa con tu marido YA, pero así como ella los estaba viendo cualquier otra persona en el parque podría estarlo haciendo y para qué ventilar indiscreciones inmorales. Lo que sí, estaba furiosa y desilusionada. Iba a ser que al final Felle había tenido razón todo este tiempo y Willow no había sido otra cosa más que una mocosa ingenua tratando de convencerla que el amor era más que una palabra bonita que se habían inventado para meterse en los pantalones de las niñas tímidas, que ahí tenía a la mitad de lo que ella consideraba la pareja ejemplo y a lo que había que aspirar, a apenas milímetros de distancia de otro hombre.
No le importó nada. Con el rostro enrojecido y estremeciéndose de frustración pura corrió hacia ellos. Que la vieran, que la escucharan acercarse, cualquier cosa pero que se detuvieran. No abrió la boca porque de hacerlo iba a armarles un escándalo de proporciones colosales. Se detuvo a apenas unos pasos, mirando al profesor de una manera en que si con eso bastara para matar a alguien, caía inconsciente en ese mismo instante. Cuando retomó el paso fue tan solo para sujetar a Grace por la muñeca – con bastante brusquedad – y jalarla para que se apartara de él. – Vámonos. – Sentenció severa. Si ni el sentido común ni la conciencia le daban para no ir a hacer estupideces, pues ella misma la iba a arrastrar a su casa si era necesario hacerlo.
Había otros días en los que a pesar del carácter noble y pintoresco del pueblito, Storybrooke parecía más una prisión. No había ningún otro lugar que explorar, porque ya habías recorrido de punta a punta el pueblo incontables veces. No había personas nuevas a las qué conocer, porque las caras que veías eran los de toda la vida y nunca nadie nuevo llegaba de visita. Era pequeño, era asfixiante, y si de algo podías estar seguro era que no importara que tan a solas te sintieras, cuanta privacidad supusieras que poseías, alguien siempre te iba a ver. Y tu secreto tarde o temprano iba a develarse, porque en Storybrooke no existían los rostros anónimos...
Ese tipo de detalles eran difíciles de recordar cuando la cercanía de alguien más bastaba para que todo lo que existía alrededor de ti se apagara. Eso Willow lo sabía bien y lo había aprendido por las malas.
La tarde del domingo solía estar reservada para descansar. Estar con la familia, prepararse psicológicamente para el lunes, reponerse de la juerga del viernes y el sábado. Eso no era así para Willow. Nunca había sido una persona muy hogareña de aquellas que de escoger siempre preferirían el confort de su sofá a cualquier otra opción. La cuestión era que siempre se decantaba por actividades un poco más placenteras; viajes a la playa, visitas a los amigos, paseos en motocicleta...
Lo que quería esa tarde era, simple y llanamente, agotarse. Acabar con hasta la última gota de energía que tuviera almacenada en el cuerpo, porque quizá si se llevaba al borde de la fatiga simplemente caería desmayada sobre su cama y al despertar no recordaría nada sobre los sueños extraños que la habían estado asaltando. No sabía con exactitud cuánto tiempo tenía corriendo porque no lo llevaba medido y la verdad tampoco le importaba. De lo único que estaba pendiente era de llevar la música al máximo volumen que el reproductor que descansaba en su brazo gracias a una banda elástica le permitiera escuchar. Y es que entre más fuerte vibraran los auriculares en sus tímpanos, menos podía oír esas malditas campanillas que la estaban volviendo loca...
No tenía una ruta fija. Su trayectoria era más bien caprichosa, pero en Storybrooke ese era un lujo que podía darse. Fue así como sus pisadas la llevaban hacia aquel parque, el rostro ya enrojecido por el esfuerzo y con algunos cuantos mechones rubios pegándose a su frente a causa del sudor, mismo que cubría con una fina película sus brazos, su cuello y su vientre. No iba a detenerse hasta sentir que las piernas dejaban de responderle. Tal vez así pudiera conciliar una sola noche de sueño semi decente. ¿Una corredora ejercitándose en aquel parque? Nada fuera de lo común. Y así habría sido su día, nada fuera de la rutina, de no haber sido que al acercarse a la zona donde estaban los juegos para los niños, la escena que comenzaba a desenvolverse peligrosa aparecía en su campo de visión.
No hubo nada que realmente llamara su atención en la pareja que charlaba por donde los columpios. No, la angustia no comenzó a invadirla hasta que al acercarse reconoció primero la cabellera rubia, luego la silueta de su barriga, luego las líneas de su perfil... y fue entonces que detuvo sus pasos junto a algunos árboles, sintiendo de súbito que la respiración le faltaba, no a causa del esfuerzo físico que estaba suponiéndole la intención de cansarse de tal manera que ni los dedos pudiera mover. Era porque veía a Grace, su Grace, casi pecho contra pecho con nada más y nada menos que Sebastian Jones.
El estómago se le fue al suelo. ¿Qué no había dicho que nada pasaba entre ellos y que no lo iba a volver a ver? Anonadada se quitó los audífonos de los oídos, dejando caer los brazos a sus costados como si no fueran más que peso muerto. Se sentía enferma, enferma porque no lo quería creer, pero era difícil no hacerlo cuando ella misma lo atestiguaba. ¿Se estaban besando? ¿O estaban por hacerlo? Oh Grace…
El primer impulso que tuvo fue el de gritarle a todo pulmón un Grace Emma Sullivan, regrésate a tu casa con tu marido YA, pero así como ella los estaba viendo cualquier otra persona en el parque podría estarlo haciendo y para qué ventilar indiscreciones inmorales. Lo que sí, estaba furiosa y desilusionada. Iba a ser que al final Felle había tenido razón todo este tiempo y Willow no había sido otra cosa más que una mocosa ingenua tratando de convencerla que el amor era más que una palabra bonita que se habían inventado para meterse en los pantalones de las niñas tímidas, que ahí tenía a la mitad de lo que ella consideraba la pareja ejemplo y a lo que había que aspirar, a apenas milímetros de distancia de otro hombre.
No le importó nada. Con el rostro enrojecido y estremeciéndose de frustración pura corrió hacia ellos. Que la vieran, que la escucharan acercarse, cualquier cosa pero que se detuvieran. No abrió la boca porque de hacerlo iba a armarles un escándalo de proporciones colosales. Se detuvo a apenas unos pasos, mirando al profesor de una manera en que si con eso bastara para matar a alguien, caía inconsciente en ese mismo instante. Cuando retomó el paso fue tan solo para sujetar a Grace por la muñeca – con bastante brusquedad – y jalarla para que se apartara de él. – Vámonos. – Sentenció severa. Si ni el sentido común ni la conciencia le daban para no ir a hacer estupideces, pues ella misma la iba a arrastrar a su casa si era necesario hacerlo.
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: On the sunday of life {Grace}
Grace se olvidó de respirar cuando notó los labios de Sebastian rozando los suyos, y su cordura se apagó por completo. Al diablo con lo racional y lo correcto, aquello que estaba notando en esos instantes era felicidad, y era exactamente del modo que quería sentirse el reso de su vida. Y cuando él le pidió que fuera con él ni siquiera tuvo que pensarlo. Iría a cualquier lugar que quisiera con tal de estar a su lado, sin pensar ni en Will, ni en el bebé, ni en ninguna de las complicaciones que venían implícitas en lo de marcharse de Storybrooke con Sebastian sin siquiera mirar atrás.
Sus labios se curvaron en una sonrisa, porque de nuevo sólo estaban ellos dos y aquella sensación de haber encontrado lo que le faltaba en la vida, y que de algún modo el vacío que tenía en el pecho se hacía pequeño hasta el punto de desaparecer. Porqué por fin había entendido que él se sentía exactamente igual, que no era sólo cosa de sus hormonas de embarazada...
- Iré contigo. - fueron las dos palabras que salieron de entre sus labios antes de hacer desaparecer los escasos milímetros que había entre sus labios y besarle por primera vez.
Fue entonces cuando sucedió. Un extraño déjà vu en el que aquello ya había sucedido. Ya se habían besado y aquella no era la primera vez que unían sus labios. Pero tuvo poco tiempo de pensar en eso porque alguien que la tomaba bruscamente de la muñeca y la apartaba de Sebastian la devolvió repentinamente a la realidad.
Tuvo que parpadear un par de veces para volver a centrarse y reparar en Willow, que la miraba con mala cara y la alejaba de allí. Se revolvió intentando soltarse, nerviosa. No quería ir a casa, quería quedarse justo donde estaba, entre los brazos de Sebastian a salvo de todo, sin pensar en las consecuencias que le podía traer todo aquello.
- No. Déjame. - fue lo que le dijo, poniendo ella también mala cara, aún y sabiendo que su amiga tenía todo el derecho del mundo a ser crítica con ella y a enfadarse por su actitud.
No le estaba poniendo las cosas fáciles pero sentía que no tenía elección. No podía irse. No sin terminar aquella conversación. No cuando a cada paso que Willow la alejaba de él, el agujero en el pecho volvía a crecer.
Pero lo que notó a continuación no tenía nada que ver el agujero en su pecho. Un dolor agudo y fuerte cruzó su abdomen, haciendo que parara en seco los forcejeos con Willow y se llevara la mano libre a la barriga, dejando escapar un grito sordo mezcla de sorpresa y de dolor.
No... No podía ser. Todavía le quedaba algo más de un mes de embarazo así que... Eso no podía ser una contracción... ¿verdad?
Esperó unos momentos con la mano todavía en la barriga, esperando notar alguna patada del bebé, algo... Pero no pasó nada y Grace volvió a relajarse. Seguramente una falsa alarma.
Volvió a mirar a Willow y aprovechó que ella, preocupada por su actitud, había relajado su agarre para soltarse definitivamente.
- Vete a casa Willow. Sé lo que estoy haciendo. - que gran mentira. Además que Grace sabía de sobras que con eso no valdria para convencer a su amiga, por eso retrocedió un par de pasos, volviendo a acercarse a Sebastian, tanteando con su mano para volver a entrelazarla con la suya, porque con ese simple gesto, sabía que se sentiría lo suficientemente valiente para hacer frente a cualquier cosa.
Sus labios se curvaron en una sonrisa, porque de nuevo sólo estaban ellos dos y aquella sensación de haber encontrado lo que le faltaba en la vida, y que de algún modo el vacío que tenía en el pecho se hacía pequeño hasta el punto de desaparecer. Porqué por fin había entendido que él se sentía exactamente igual, que no era sólo cosa de sus hormonas de embarazada...
- Iré contigo. - fueron las dos palabras que salieron de entre sus labios antes de hacer desaparecer los escasos milímetros que había entre sus labios y besarle por primera vez.
Fue entonces cuando sucedió. Un extraño déjà vu en el que aquello ya había sucedido. Ya se habían besado y aquella no era la primera vez que unían sus labios. Pero tuvo poco tiempo de pensar en eso porque alguien que la tomaba bruscamente de la muñeca y la apartaba de Sebastian la devolvió repentinamente a la realidad.
Tuvo que parpadear un par de veces para volver a centrarse y reparar en Willow, que la miraba con mala cara y la alejaba de allí. Se revolvió intentando soltarse, nerviosa. No quería ir a casa, quería quedarse justo donde estaba, entre los brazos de Sebastian a salvo de todo, sin pensar en las consecuencias que le podía traer todo aquello.
- No. Déjame. - fue lo que le dijo, poniendo ella también mala cara, aún y sabiendo que su amiga tenía todo el derecho del mundo a ser crítica con ella y a enfadarse por su actitud.
No le estaba poniendo las cosas fáciles pero sentía que no tenía elección. No podía irse. No sin terminar aquella conversación. No cuando a cada paso que Willow la alejaba de él, el agujero en el pecho volvía a crecer.
Pero lo que notó a continuación no tenía nada que ver el agujero en su pecho. Un dolor agudo y fuerte cruzó su abdomen, haciendo que parara en seco los forcejeos con Willow y se llevara la mano libre a la barriga, dejando escapar un grito sordo mezcla de sorpresa y de dolor.
No... No podía ser. Todavía le quedaba algo más de un mes de embarazo así que... Eso no podía ser una contracción... ¿verdad?
Esperó unos momentos con la mano todavía en la barriga, esperando notar alguna patada del bebé, algo... Pero no pasó nada y Grace volvió a relajarse. Seguramente una falsa alarma.
Volvió a mirar a Willow y aprovechó que ella, preocupada por su actitud, había relajado su agarre para soltarse definitivamente.
- Vete a casa Willow. Sé lo que estoy haciendo. - que gran mentira. Además que Grace sabía de sobras que con eso no valdria para convencer a su amiga, por eso retrocedió un par de pasos, volviendo a acercarse a Sebastian, tanteando con su mano para volver a entrelazarla con la suya, porque con ese simple gesto, sabía que se sentiría lo suficientemente valiente para hacer frente a cualquier cosa.
Grace E. Sullivan- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
Ahogo una respiración leve cuando me dice que vendrá conmigo. No me esperaba una respuesta de su parte, aquel fue un estúpido, irracional y sobretodo inoportuno pensamiento que deseaba tan fervientemente soltar que al final ha terminado escapándose de mis labios. Sin embargo su respuesta nubla toda la culpabilidad de haberme dejado llevar cuando acepta mi petición. ¿Esto es en serio? ¿o en algún momento de este domingo me he caído al suelo y rajado la cabeza?. Me parece mucho más probable estar inconsciente de camino al hospital en una ambulancia que a que esté pasando de verdad.
Pero entonces se acerca y sus labios tocan los míos, pero esta vez no es solo un roce sino un beso en condiciones. Mi aliento desaparece por completo y los pulmones se vacían de aire como por arte de magia. El corazón se me encoge y una especie de absurda felicidad me inunda, como si ya no pasase nada, cómo si todo estuviera bien, como si fuera capaz de soportar cualquier ahora que no la perdía.
Separarme de ella me provoca una angustia irracional que provoca que mi primer impulso sea estrechar su mano entre las mías con más fuerza, probablemente hasta el punto de llegar a hacerle daño pero para conseguir que no se la lleve quien sea que lo esté intentando. Regreso a la realidad con una serie de encontrados sentimientos por culpa de la mirada de Willow. Sé a lo que viene, sé porqué está cabreada pero de algún modo también creo que no me importa. Esto no es asunto suyo ni de nadie... Suelto un suspiro desviando la vista y soltando su mano en el último momento con la misma expresión de alguien que se acaba de dar cuenta de lo que acaba de hacer, un acto horrible que probablemente no se perdonará jamás. Ella está casa, ella es feliz... ella...
Su leve gimoteo me devuelve a la realidad, al hecho de que está embaraza, felizmente casada y que probablemente haya pateado los cimientos de su relación solo por un estúpido sentimiento que ni siquiera debería haber existido jamás. Tengo la sensación de que se coló dentro de mi de pronto, que me absorbe por completo y todos sabemos como terminan esas relaciones... mal. Lo que empieza mal acaba mal. Una frase muy típica de mi madre que ahora entiendo más de lo que quisiera.
Empiezo a estar un tanto bipolar, mi preocupación por lo que acabo de hacer, esa sensación de que nada importa mientras la tenga a ella, el escalofrío que me recorre la espalda ante aquello de que sabe lo que hace y por último su mano volviendo a coger la mía que ahora ni siquiera estoy seguro de merecer.
De repente tengo miedo de las consecuencias que todo esto pueda traerme, traerle... traernos en general. Seré el capullo que destruyó un matrimonio, dejó a un hijo sin padre y robó la mujer de otro. Ella será la ramera que engañó a su marido mientras estaba trabajando y encima embarazada del mismo. Se supone que no tenía que ser así, se supone que tendría que salirles mal, que yo estaría ahí esperándola para cogerla antes de que se estampara contra el suelo tras caerse de esa nube en la que estaba y que luego ya no la soltaría jamás; me pasaría el resto de mi vida haciéndola feliz. Sueños estúpidos que ahora me parecen mas estúpidos si cabe.
- Esto no... - "¿Es lo que parece?" Me estoy excusando por besarla, por pedirle que viniera conmigo, por... por todo lo que no debería haber dicho y dije. "Cobarde" es lo único en lo que puedo pensar. Pero no tengo modo de arreglarlo, menos ahora que nos han pillado. Ya no hay marcha atrás, el punto de retorno se ha acabado probablemente cuando mi mano y la suya se enlazaron por primera vez.
Y entonces, como si una farola iluminara repentinamente mi cabeza me doy cuenta de que nada de lo que me da miedo supone un problema. Yo me iba, y ella aceptó venir conmigo. Entonces ¿Que mas da?. Nos mudaremos de ciudad, a un sitio donde nadie sepa quienes somos, donde podremos volver a empezar y donde nadie la tachará de absolutamente nada. Irnos... y punto. Desaparecer. - Esto no es asunto tuyo - La valentía parece volverme y mi voz suena segura, firme e incluso solemne. - Es ella quien decide. Y ya la has oído -
Pero entonces se acerca y sus labios tocan los míos, pero esta vez no es solo un roce sino un beso en condiciones. Mi aliento desaparece por completo y los pulmones se vacían de aire como por arte de magia. El corazón se me encoge y una especie de absurda felicidad me inunda, como si ya no pasase nada, cómo si todo estuviera bien, como si fuera capaz de soportar cualquier ahora que no la perdía.
Separarme de ella me provoca una angustia irracional que provoca que mi primer impulso sea estrechar su mano entre las mías con más fuerza, probablemente hasta el punto de llegar a hacerle daño pero para conseguir que no se la lleve quien sea que lo esté intentando. Regreso a la realidad con una serie de encontrados sentimientos por culpa de la mirada de Willow. Sé a lo que viene, sé porqué está cabreada pero de algún modo también creo que no me importa. Esto no es asunto suyo ni de nadie... Suelto un suspiro desviando la vista y soltando su mano en el último momento con la misma expresión de alguien que se acaba de dar cuenta de lo que acaba de hacer, un acto horrible que probablemente no se perdonará jamás. Ella está casa, ella es feliz... ella...
Su leve gimoteo me devuelve a la realidad, al hecho de que está embaraza, felizmente casada y que probablemente haya pateado los cimientos de su relación solo por un estúpido sentimiento que ni siquiera debería haber existido jamás. Tengo la sensación de que se coló dentro de mi de pronto, que me absorbe por completo y todos sabemos como terminan esas relaciones... mal. Lo que empieza mal acaba mal. Una frase muy típica de mi madre que ahora entiendo más de lo que quisiera.
Empiezo a estar un tanto bipolar, mi preocupación por lo que acabo de hacer, esa sensación de que nada importa mientras la tenga a ella, el escalofrío que me recorre la espalda ante aquello de que sabe lo que hace y por último su mano volviendo a coger la mía que ahora ni siquiera estoy seguro de merecer.
De repente tengo miedo de las consecuencias que todo esto pueda traerme, traerle... traernos en general. Seré el capullo que destruyó un matrimonio, dejó a un hijo sin padre y robó la mujer de otro. Ella será la ramera que engañó a su marido mientras estaba trabajando y encima embarazada del mismo. Se supone que no tenía que ser así, se supone que tendría que salirles mal, que yo estaría ahí esperándola para cogerla antes de que se estampara contra el suelo tras caerse de esa nube en la que estaba y que luego ya no la soltaría jamás; me pasaría el resto de mi vida haciéndola feliz. Sueños estúpidos que ahora me parecen mas estúpidos si cabe.
- Esto no... - "¿Es lo que parece?" Me estoy excusando por besarla, por pedirle que viniera conmigo, por... por todo lo que no debería haber dicho y dije. "Cobarde" es lo único en lo que puedo pensar. Pero no tengo modo de arreglarlo, menos ahora que nos han pillado. Ya no hay marcha atrás, el punto de retorno se ha acabado probablemente cuando mi mano y la suya se enlazaron por primera vez.
Y entonces, como si una farola iluminara repentinamente mi cabeza me doy cuenta de que nada de lo que me da miedo supone un problema. Yo me iba, y ella aceptó venir conmigo. Entonces ¿Que mas da?. Nos mudaremos de ciudad, a un sitio donde nadie sepa quienes somos, donde podremos volver a empezar y donde nadie la tachará de absolutamente nada. Irnos... y punto. Desaparecer. - Esto no es asunto tuyo - La valentía parece volverme y mi voz suena segura, firme e incluso solemne. - Es ella quien decide. Y ya la has oído -
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
Que protestara e intentara soltarse de su agarre lo que quisiera, pero Willow no iba a soltarla. La iba a llevar de vuelta a su casa, en donde debía estar, y quitarle la tontería a gritos si era lo que hacía falta, lo que fuera con tratar de forzarla a abrir los ojos de una maldita vez por todas, para que se dejara de estupideces y William dejara de andar por ahí con una cornamenta más grande que la del mismísimo Rodolfo.
Estaba furiosa e indignada, sintiéndose idiota por haber dejado que Grace le viera la cara. Porque ahora mismo todas las lágrimas que le había secado de las mejillas mientras ella se desvivía explicándole que no había nada con Sebastian y que nunca habría le parecían una vil mentira. ¿Cómo iba a creerle cualquier cosa después de verla visto, de haberla tenido que sujetar ella misma y apartarla con brusquedad? No eran rumores que le habían llegado ya distorsionados y con esa dosis de veneno que siempre llevan los chismes cuando se pretende apaciguar con ellos algo del aburrimiento y la monotonía en un pueblo como aquel. No, esto era algo que se desenvolvía ahí frente a ella. Algo que tocaba, que veía, que oía.
La única razón por la que la soltaba era porque la escuchaba gemir. Que la había tomado del brazo, no empujado por el vientre, asía que no podía haberla lastimado, ¿verdad? Alarmada se volvió hacia ella, recorriéndola desesperada con la mirada cuando Grace se sujetaba la barriga de una manera que hacía que Willow se preocupara demasiado y que por lo mismo, territorial, volteó hacia donde el profesor con actitud propia de perro embravecido que no va a dudar en soltar una mordida si acaso se atrevía a dar un paso hacia Grace.
Era justo Grace quien le decía entonces que se marchara, y Willow clavó su mirada incrédula en ella. ¿Acaso había sido eso otra treta para distraerla y conseguir que la soltara? – Tienes que estar de coña… - Entonces ella regresaba donde Sebastian y sujetaba su mano, y él aunque balbuceando en un principio y con la culpa y la angustia reflejada en su rostro, adopta ahora el papel de amante incomprendido por el mundo, dejándola a ella como la villana que desea separarlos por no poder aceptar su amor.
- ¡TU CÁLLATE GRANDÍSIMO HIJO DE PUTA! ¡Que creas que es nada más cosa tuya y que por eso tienes el derecho de robar mujeres casadas no significa que no sea cosa de otras personas! Porque si te acuerdas que estas casada, ¿no Grace? – Explota contra Sebastian en ese momento, dejando de importarle la discreción y el tratar de solucionar aquel tremendo problema lo más pronto posible. No, ella no era la villana ahí. Ella parecía ser la única con sentido común y conciencia en esa escena, la única que se preocupaba por el marido y futuro padre que no tenía ni idea de que su mujer se encontraba en los brazos de otro hombre ahora mismo. Que si llevaba el rostro enrojecido por el esfuerzo físico ahora era por rabia pura. Que si las campanillas repiqueteando en sus oídos habían enloquecido, no importaba.
- ¡Una mierda que sabes lo que haces! ¿Qué pasó con todo el Nooo Willow, te juro que no ha pasado nada yo no soy así que clase persona horrible soy boo hoo? ¿Al diablo con William ya, así nada más? ¿Tu esposo y papá de tu bebé? – Estaba descorazonada, completamente desilusionada, porque ahora mismo no reconocía a Grace, porque William también era su amigo y eso que le estaba haciendo no tenía perdón. – Te vienes conmigo y te regresas a tu casa y te dejas de estupideces de una vez por todas, o si en serio quieres ser tan hija de puta como este pues por lo menos ten el coraje de dar la cara, ¡¡joder!! –
Cerró los ojos con tanta fuerza como los puños. Dio una patada al suelo con tanta fuerza como era capaz. ¿Qué estaba mal con la gente que creía que podía hacer lo que le diera la gana con los corazones de los demás sin importar nada más? Un beso no se correspondía si no había sentimientos. No se le daba la espalda a quienes habían estado contigo siempre solo por seguir un capricho momentáneo que estaba destinado al fracaso. Y definitivamente, no se confía un secreto entre lágrimas como el que Grace le había confesado para después hacer una cosa como la que hacía ahora. ¿Para qué le contó entonces? ¿Para qué le dejó consolarla y asegurarle que todo iba a estar bien, preocuparse por ella hasta el punto de ofrecerse a cometer delitos con tal de que pudiera pasar más tiempo con William?
Hasta ese momento había pensado que se estaba volviendo loca. Que sus sueños y alucinaciones eran porque había algo mal con ella. Ahora se daba cuenta que lo que ocurría en realidad era que todos los demás estaban perdiendo la cabeza y ella se sentía tan mal porque no lograba entenderlos. No podía entender como Grace era capaz. No podía. Y mejor para Willow el no haber escuchado nada de el ofrecimiento que Sebastian le hacía para fugarse juntos, ese que ella había aceptado al besarlo. Lo único que la joven tenía claro era que, o Grace hacía lo correcto, o ella misma iba a ir a buscar a William en ese momento, pero no iba a permitir que se burlaran de él de esa manera.
Estaba furiosa e indignada, sintiéndose idiota por haber dejado que Grace le viera la cara. Porque ahora mismo todas las lágrimas que le había secado de las mejillas mientras ella se desvivía explicándole que no había nada con Sebastian y que nunca habría le parecían una vil mentira. ¿Cómo iba a creerle cualquier cosa después de verla visto, de haberla tenido que sujetar ella misma y apartarla con brusquedad? No eran rumores que le habían llegado ya distorsionados y con esa dosis de veneno que siempre llevan los chismes cuando se pretende apaciguar con ellos algo del aburrimiento y la monotonía en un pueblo como aquel. No, esto era algo que se desenvolvía ahí frente a ella. Algo que tocaba, que veía, que oía.
La única razón por la que la soltaba era porque la escuchaba gemir. Que la había tomado del brazo, no empujado por el vientre, asía que no podía haberla lastimado, ¿verdad? Alarmada se volvió hacia ella, recorriéndola desesperada con la mirada cuando Grace se sujetaba la barriga de una manera que hacía que Willow se preocupara demasiado y que por lo mismo, territorial, volteó hacia donde el profesor con actitud propia de perro embravecido que no va a dudar en soltar una mordida si acaso se atrevía a dar un paso hacia Grace.
Era justo Grace quien le decía entonces que se marchara, y Willow clavó su mirada incrédula en ella. ¿Acaso había sido eso otra treta para distraerla y conseguir que la soltara? – Tienes que estar de coña… - Entonces ella regresaba donde Sebastian y sujetaba su mano, y él aunque balbuceando en un principio y con la culpa y la angustia reflejada en su rostro, adopta ahora el papel de amante incomprendido por el mundo, dejándola a ella como la villana que desea separarlos por no poder aceptar su amor.
- ¡TU CÁLLATE GRANDÍSIMO HIJO DE PUTA! ¡Que creas que es nada más cosa tuya y que por eso tienes el derecho de robar mujeres casadas no significa que no sea cosa de otras personas! Porque si te acuerdas que estas casada, ¿no Grace? – Explota contra Sebastian en ese momento, dejando de importarle la discreción y el tratar de solucionar aquel tremendo problema lo más pronto posible. No, ella no era la villana ahí. Ella parecía ser la única con sentido común y conciencia en esa escena, la única que se preocupaba por el marido y futuro padre que no tenía ni idea de que su mujer se encontraba en los brazos de otro hombre ahora mismo. Que si llevaba el rostro enrojecido por el esfuerzo físico ahora era por rabia pura. Que si las campanillas repiqueteando en sus oídos habían enloquecido, no importaba.
- ¡Una mierda que sabes lo que haces! ¿Qué pasó con todo el Nooo Willow, te juro que no ha pasado nada yo no soy así que clase persona horrible soy boo hoo? ¿Al diablo con William ya, así nada más? ¿Tu esposo y papá de tu bebé? – Estaba descorazonada, completamente desilusionada, porque ahora mismo no reconocía a Grace, porque William también era su amigo y eso que le estaba haciendo no tenía perdón. – Te vienes conmigo y te regresas a tu casa y te dejas de estupideces de una vez por todas, o si en serio quieres ser tan hija de puta como este pues por lo menos ten el coraje de dar la cara, ¡¡joder!! –
Cerró los ojos con tanta fuerza como los puños. Dio una patada al suelo con tanta fuerza como era capaz. ¿Qué estaba mal con la gente que creía que podía hacer lo que le diera la gana con los corazones de los demás sin importar nada más? Un beso no se correspondía si no había sentimientos. No se le daba la espalda a quienes habían estado contigo siempre solo por seguir un capricho momentáneo que estaba destinado al fracaso. Y definitivamente, no se confía un secreto entre lágrimas como el que Grace le había confesado para después hacer una cosa como la que hacía ahora. ¿Para qué le contó entonces? ¿Para qué le dejó consolarla y asegurarle que todo iba a estar bien, preocuparse por ella hasta el punto de ofrecerse a cometer delitos con tal de que pudiera pasar más tiempo con William?
Hasta ese momento había pensado que se estaba volviendo loca. Que sus sueños y alucinaciones eran porque había algo mal con ella. Ahora se daba cuenta que lo que ocurría en realidad era que todos los demás estaban perdiendo la cabeza y ella se sentía tan mal porque no lograba entenderlos. No podía entender como Grace era capaz. No podía. Y mejor para Willow el no haber escuchado nada de el ofrecimiento que Sebastian le hacía para fugarse juntos, ese que ella había aceptado al besarlo. Lo único que la joven tenía claro era que, o Grace hacía lo correcto, o ella misma iba a ir a buscar a William en ese momento, pero no iba a permitir que se burlaran de él de esa manera.
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: On the sunday of life {Grace}
Nunca le había gustado trabajar los fines de semana pero nada lo prepararía para ese domingo.
Todo empezó de la manera más rutinaria posible y Will ya casi no podía esperar para ir casa. Pasaron algunos minutos cuando un extraño paquete había llegado a la recepción y luego se lo habían dejado a su oficina. Era extraño, solamente un sobre. No solía recibir ese tipo de paquetes en la oficina, los pocos que llegaban iban siempre a su casa. Pero no, aquel no. Sus ojos casi no podían creer lo que leyó al abrir el sobre, sacando la nota que le cayó como una bomba.
"¿Quieres saber el verdadero motivo por el qué tu mujer dejó el hospital? Echa un vistazo a las fotos – A"
Fotos. Varias. De Sebastián y Grace juntos ahí mismo en el hospital. Algunas en especial donde parecía que iban a besarse inevitablemente. No lo podía creer. Si, la negación fue lo primero que lo invadió. Pero es que aquel no era un simple rumor, venía con pruebas. Reconoció el ambiente de inmediato, era el hospital, así que la foto debía ser de hace algún tiempo cuando Grace todavía no había tomado su descanso, el mismo que el le había sugerido. ¿Y eso estaba pasando desde aquel tiempo hasta ahora? ¿Tan ciego había estado? De pronto el posible contexto y la anonimato del remitente no le importaban nada, solo importaba el por qué, ese maldito por qué que rondaba su mente incesantemente. Pero no, esa no era su culpa por ningún motivo.
Rápidamente el enojo y la ira fueron más allá y tomaron posesión. Grace. Tenía a su hijo por nacer ¿y le hacía eso? Necesitaba explicaciones, sentía que no podía respirar. Arrojó una taza de café despedazándola cuando esta impactó con la pared. No le importaba nada más, necesitaba confrontarla casi como necesitaba aire. Se dio el trabajo de guardar el sobre con las fotos mientras la niebla de toda la cantidad de cosas que sentía nublaba su mente. Actuaba más por instinto que de manera racional y quizás era mejor que fuera así. Azotó la puerta ante la mirada incrédula de las enfermeras y otros colegas que se sorprendían de la actitud y el rostro furibundo de Will en aquellos momentos.
No caminaba. Corría. No pararía hasta llegar a casa y le diría a Grace todo lo que tenía que decirle. Al hacerlo no pudo evitar oír un grito muy cerca delante de su trayecto, seguramente al voltear la esquina. Era Willow, oyó lo que decía y pensó lo peor dentro de ese contexto. Lo peor se materializó ante sus ojos al ver aquella escena momentos después. Willow tratando de darle conciencia a punta de gritos a Grace y ella tomada de la mano de él. Maldita. Malditos los dos. Ella casada y embarazada y él un hijo de puta al que no le importaba una mierda nada de eso. Enterarse de esa manera no tenía nombre y no pensó haber llegado hasta ese punto pero era terriblemente evidente que así era. Si con eso quería mandar al diablo su matrimonio de una vez por todas ya lo había conseguido.
No pensó más. Simplemente corrió con todas sus fuerzas lleno de ira sabiendo que su aparición sería una sorpresa para todos. Ese pendejo no iba a quedar ileso. Un solo puñetazo no le bastaría, no. Primero lo tomó por la camiseta sin decir nada y le lanzó uno fortísimo que debía hacerlo caer pero no contento con ello le dio varios más. Quizás fueron cuatro, quizás más. Estaba fuera de si. Lo patearía en el piso de ser necesario.
-¡¡HIJO DE PUTA!!-
Le grito varias veces al golpearlo. Pero eso no bastaba. Giró la cabeza buscando a Grace, jamás la podría ver del mismo modo, nunca más. Dudó que ese bebé fuera realmente suyo. Quién sabe cuanto tiempo había estado así a sus espaldas. Cuantas mentiras, manchaban todo desde el principio.
Se acercó furioso sacando las fotos estirando la mano para llevarlas claramente ante sus ojos casi restregándolas contra su rostro.
-¡¡EXPLICAME QUE DEMONIOS SIGNIFICA ESTO!! ¿Ah? ¿Acaso lo vas a negar? CARAJO!! Esta escenita lo acaba de confirmar todo. ¿QUERÍAS JODER EL MATRIMONIO DE UNA VEZ POR TODAS? Lo conseguiste, ahora solo dime… y no mientas… -
No lo terminó de decir porque ni siquiera quería pensar esa posibilidad, nunca lo había hecho pero ese momento era de lo más real. Señaló su barriga, la que supuestamente llevaba a su hijo. Que se lo dijera pues, un momento de honestidad dentro de todo el mar de mierda. Ella lo entendería, era fácil. Quería saber si era su hijo o no. Nada más.
William P. Sullivan- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
No sabía exactamente que reacción esperaba por parte de Willow. Seguramente los gritos que estaba recibiendo eran de lo más normales, sobretodo después que ella misma le prometiera que lo suyo con Sebastian no era nada y que no tenía que preocuparse. Pero simplemente era algo que quería solucionar ella sola, porque definitivamente sentía que no era asunto de nadie más.
Hubiera replicado a todo eso de no ser porque de nuevo aquel dolor agudo y repentino la dejó sin respiración. Instintivamente se soltó de la mano de Sebastian para llevarse ambas manos a la prominente barriga. No, no, no... No podía ser... No ahora. No cuando faltaba más de un mes para que se cumplieran los nueve meses... Seguramente eran contracciones de aviso. Había oído hablar un montón de veces de ellas, y sucedían cuando una embarazada se ponía más nerviosa de lo normal. Y desde luego ella no estaba tranquila. Respiró un par de veces intentando relajarse en lo que notaba como las punzadas de dolor desaparecían.
- No tengo ninguna intención de esconderle lo que sucede a William. Hasta hoy no ha... - 'pasado nada' hubiera añadido, de no ser por que su escena se vio interrumpida de nuevo por alguien que llegaba hecho una furia.
Era William. Y por unos instantes Grace no entendió nada. ¿Les habría visto? No era posible porque estaba segura que hubiera aparecido antes, de haber estado ahí cuando se besaron... ¿Entonces...?
Sus pensamientos se detuvieron cuando vio como William empezaba a pegar a Sebastian y casi sin pensar en lo que hacía intentó interponerse entre ambos, evitando que le pegara más.
- ¡PARA! ¿¡Estás loco!? ¡Vas a enviarlo al hospital! - gritaba intentando detener los golpes de su marido.
Sin embargo no esperaba que él se girara a verla, enseñándole un montón de fotos que al principió ni consiguió ver de qué eran. Al final empezó a reconocer lo que aparecía. La habitación del padre de Sebastian en el hospital. Ellos dos. En la mayoría hablaban pero habían algunas de ese casi beso. Abrió mucho los ojos sin idea de donde había salido todo aquello. Pero por otra parte los gritos de Will hicieron encender esa parte belicosa que había en ella y que tan pocas veces salía a la luz. ¿¡Como se atrevía a hacerla culpable de todo y él quedar como el pobre engañado inocente!?
- ¡NI SIQUIERA TENGAS LA POCA VERGÜENZA DE FINGIR QUE SOY LA ÚNICA CULPABLE DE QUE EL MATRIMONIO SE HAYA IDO A LA MIERDA! Mira esas malditas fotos. ¡MIRALAS! Sólo hablábamos, era él quien me escuchaba mientras tu estabas ocupado trabajando todo el santo día. Claro, el doctor responsable que se marchaba de casa muuuuuuuuucho antes que empezara su turno en el hospital porque no soportaba estar ahí. ¡NO TIENES NI IDEA DE LO SOLA QUE ME HE SENTIDO! Lo único que te pedí fue que intentaras reducir tus horas en el hospital. ¿¡Lo intentaste acaso!? ¿Que creías, que no tengo sentimientos? ¿Que no me daba cuenta de que llegabas a casa y te faltaba tiempo para sacar tus malditos trastos electrónicos y mantenerte ocupado? ¡Pues sorpresa! ¡Soy algo más que un mueble! ¡Y AÚN ASÍ NUNCA HA PASADO NADA CON SEBASTIAN! ¡NADA HASTA ESTA TARDE! Porque fui idiota y creí que podríamos arreglarlo. Porque...!
Casi no había respirado entre su discurso de gritos, pero no fue eso lo que la hizo detenerse, sino otra contracción, mucho más fuerte que las demás que incluso le llenó los ojos de lágrimas. Se encogió un poco sintiendo que no podría aguantar más aquel dolor tan fuerte. Y esta vez, antes de que pudiera convencerse de que era simplemente por el estrés, notó como algo húmedo le bajaba por las piernas.
Mierda. Acababa de romper aguas.
- Tengo que ir al hospital. He tenido tres contracciones en los últimos cinco o diez minutos y acabo de romper aguas. - dijo con toda la calma de la que fue capaz, mirando todavía con mala cara a William, todavía sin creerse que pudiera ser lo suficientemente mezquino como para echarle en cara todo aquello como si ella fuera la única culpable.
Hubiera replicado a todo eso de no ser porque de nuevo aquel dolor agudo y repentino la dejó sin respiración. Instintivamente se soltó de la mano de Sebastian para llevarse ambas manos a la prominente barriga. No, no, no... No podía ser... No ahora. No cuando faltaba más de un mes para que se cumplieran los nueve meses... Seguramente eran contracciones de aviso. Había oído hablar un montón de veces de ellas, y sucedían cuando una embarazada se ponía más nerviosa de lo normal. Y desde luego ella no estaba tranquila. Respiró un par de veces intentando relajarse en lo que notaba como las punzadas de dolor desaparecían.
- No tengo ninguna intención de esconderle lo que sucede a William. Hasta hoy no ha... - 'pasado nada' hubiera añadido, de no ser por que su escena se vio interrumpida de nuevo por alguien que llegaba hecho una furia.
Era William. Y por unos instantes Grace no entendió nada. ¿Les habría visto? No era posible porque estaba segura que hubiera aparecido antes, de haber estado ahí cuando se besaron... ¿Entonces...?
Sus pensamientos se detuvieron cuando vio como William empezaba a pegar a Sebastian y casi sin pensar en lo que hacía intentó interponerse entre ambos, evitando que le pegara más.
- ¡PARA! ¿¡Estás loco!? ¡Vas a enviarlo al hospital! - gritaba intentando detener los golpes de su marido.
Sin embargo no esperaba que él se girara a verla, enseñándole un montón de fotos que al principió ni consiguió ver de qué eran. Al final empezó a reconocer lo que aparecía. La habitación del padre de Sebastian en el hospital. Ellos dos. En la mayoría hablaban pero habían algunas de ese casi beso. Abrió mucho los ojos sin idea de donde había salido todo aquello. Pero por otra parte los gritos de Will hicieron encender esa parte belicosa que había en ella y que tan pocas veces salía a la luz. ¿¡Como se atrevía a hacerla culpable de todo y él quedar como el pobre engañado inocente!?
- ¡NI SIQUIERA TENGAS LA POCA VERGÜENZA DE FINGIR QUE SOY LA ÚNICA CULPABLE DE QUE EL MATRIMONIO SE HAYA IDO A LA MIERDA! Mira esas malditas fotos. ¡MIRALAS! Sólo hablábamos, era él quien me escuchaba mientras tu estabas ocupado trabajando todo el santo día. Claro, el doctor responsable que se marchaba de casa muuuuuuuuucho antes que empezara su turno en el hospital porque no soportaba estar ahí. ¡NO TIENES NI IDEA DE LO SOLA QUE ME HE SENTIDO! Lo único que te pedí fue que intentaras reducir tus horas en el hospital. ¿¡Lo intentaste acaso!? ¿Que creías, que no tengo sentimientos? ¿Que no me daba cuenta de que llegabas a casa y te faltaba tiempo para sacar tus malditos trastos electrónicos y mantenerte ocupado? ¡Pues sorpresa! ¡Soy algo más que un mueble! ¡Y AÚN ASÍ NUNCA HA PASADO NADA CON SEBASTIAN! ¡NADA HASTA ESTA TARDE! Porque fui idiota y creí que podríamos arreglarlo. Porque...!
Casi no había respirado entre su discurso de gritos, pero no fue eso lo que la hizo detenerse, sino otra contracción, mucho más fuerte que las demás que incluso le llenó los ojos de lágrimas. Se encogió un poco sintiendo que no podría aguantar más aquel dolor tan fuerte. Y esta vez, antes de que pudiera convencerse de que era simplemente por el estrés, notó como algo húmedo le bajaba por las piernas.
Mierda. Acababa de romper aguas.
- Tengo que ir al hospital. He tenido tres contracciones en los últimos cinco o diez minutos y acabo de romper aguas. - dijo con toda la calma de la que fue capaz, mirando todavía con mala cara a William, todavía sin creerse que pudiera ser lo suficientemente mezquino como para echarle en cara todo aquello como si ella fuera la única culpable.
Grace E. Sullivan- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
El grito de Willow es algo que me veía venir aunque aún así me hace entrecerrar los ojos y pitar los oídos. A pesar de que una parte de mi, por pequeña que sea, considera que tiene razón hay otra aún más potente que considera que esto no sigue siendo asunto suyo. Esto solo nos incluye a Grace, a mi y a su bebé. Luego por defecto al marido que escucho aparecer un par de segundos después abalanzado cual fiera sobre su presa y completamente iracundo.
Un miedo me invade segundos antes de que consiga si quiera ponerme una mano encima, y no por lo que pueda hacerme con el puño que eleva para golpearme sino por lo cerca que está Grace en medio de lo que parecen contracciones aisladas y lo irracional que parece su marido. Podría golpearla por error, podría darle al bebé, podría causar un daño irreparable en los dos y sí, probablemente luego se arrepentiría de ello pero esto es innecesario. Consigo soltar la mano de Grace luego de darle un pequeño tirón para alejarla de mi aunque sea un poco y dar un margen algo más grande al ponerla a salvo, sintiendo el irrefrenable dolor del primer puñetazo que me hace doblarme suficiente como para que al impedir la caída mi mano roce el césped. Procuro recomponerme pero más golpes llegan, algunos más imprevistos que otros que al final consigo frenar por lo menos un poco. Ninguna de mis manos se alza para devolverle los golpes porque sé que me los merezco todos y cada uno de ellos así que me limito a esperar a que se desahogue antes de caer al suelo semi atontado y algo distante preguntándome si en su intento por detenerle le ha dado a Grace. Lo siguiente que me llega es el reclamo hacia su esposa pero como si se hubieran alejado de mi todo un campo de fútbol y los gritos llegaran a mis oídos amortiguados por la distancia.
Las palabras de Grace me aclaran muchas cosas a la vez, sus reclamos hacia su marido por la falta de atención, si bien era sabido no solo por los rumores que corren por todas partes sino además porque ella ha insinuado alguna que otra cosa en nuestras conversaciones casi diarias de los últimos meses sin pasarse demasiado, porque su intención no era dejarlo mal sino desahogar una parte de toda aquella mierda que ahora ha soltado de golpe. Intento levantarme del suelo pero tan pronto como mi cabeza se despega del césped dejándome el cabello lleno de trozos de hojas rotos un mareo me invade, provocado probablemente por el montón de golpes que he recibido mientras se desahogaba. De todas formas aún tengo lucidez suficiente para pensar en varias cosas: ¿por qué? ¿Por qué se supone que hace las cosas cómo no debe hacerlas o como yo considero que no debería? Tiene una esposa preciosa, va a ser padre y ellos dos se merecen a alguien capaz de estar ahí si se lo piden, de ponerla a ella por encima de todas las cosas estúpidas cómo trabajar o salir a divertirse, capaz de pensar en ella primero antes que en cualquier otra persona, capaz de hacerla feliz. Pero él es evidente que no lo hace. Es como si recordara que tiene esposa de vez en cuando, que es un trasto de usar cuando te aburres. Es como un niño que ya no juega con una pelota pero que en cuanto alguien más va a cogerla, se acuerda de ella y se muere por tenerla. Esto es absurdo.
La sola insinuación de lo del bebé me molesta suficiente como para que la sangre me hierva y consiga ponerme en pie. Una mirada incrédula de mi parte se dirige hacia él, es cierto, tiene todo el derecho a dudar de algo así pero ¿eso es lo único de todo lo que está pasando que le importa?. - Estás de coña ¿no? - No puedo reprimir la ironía de mi voz porque esto es algo que no concibe mi cabeza. - Que si es tuyo, que si es mío, ¿eso es lo único que te preocupa de todo esto? ¿Va en serio?. Supongo que eso significa que te da lo mismo perderla. Pues genial, porque no tengo en mente devolvértela. - Toda la adrenalina causada por la paliza que me ha metido antes explota de golpe y antes si quiera de terminar la frase me he lanzado contra él. No para golpearlo hasta matarlo que ganas no me faltan, sino para placarlo. Al final acabamos los dos en el suelo, yo encima y él con la espalda directamente contra el asfalto. Incluso cuando él ha amortiguado mi golpe me he llegado lo mío al caer. - No vales ni como marido ni como padre. ¡Ni siquiera les mereces! - Le lanzo un puñetazo en un afán completamente irracional y cargado de toda la ira contenida de meses porque sí, llevo demasiado tiempo odiándole por tener algo de lo que yo carezco. Sin embargo el motivo por el que dicha insinuación me molesta no es porque pida la respuesta de aquella pregunta, es porque si yo estuviera en su lugar eso me daría exactamente igual, el niño será hijo de Grace y no se merece criarlo sola y si ella me dejase estar ahí para él lo haría, eso es lo que importa. Mi desespero estaría más en que desapareciera de mi mundo definitivamente. Pero en ningún momento ha pensado algo cómo eso. Probablemente Grace tenga razón y le dé exactamente lo mismo, solo necesitaba una excusa para irse y nosotros se la hemos puesto en bandeja.
Levanto mi brazo para lanzarle otro puñetazo mientras mi mano contraria está agarrada a su camisa y apretándolo fuertemente contra el suelo. No puedo hacer esto, se supone que las irracionalidades no son lo mío, pero a veces tengo la sensación de que por ella haría todas esas cosas que no son propias de mi si con eso consigo hacerla feliz. Antes de que mi puño se estampe contra su cara los gritos de Grace me hacen girarme hacia ella. Sus manos en el estómago, su postura doblada y antes de que diga cualquier cosa sé lo que va decir, a pesar de ello las palabras me llegan como una bomba.
Me quito de encima del médico arrodillándome a su lado para que se ponga en pie mientras proceso lo que ya sé. Se ha puesto de parto. - no se... no se supone que... - ¿Le quedaba aún?. No sé mucho de partos, es más lo poco que sé es por los niños que han tenido hermanos y cuentan versiones muy diversas sobre los mismos, pero es de conocimiento común que cualquier nacimiento es peligroso si sucede antes de que la gestación termine. Nueve meses completos. Después de todo lo que ha pasado en menos de media hora, no me extraña que el estrés pusiera al bebé en modo "Quiero salir corriendo de aquí", incluso yo que soy un adulto medianamente racional en estos momentos, llevo horas deseándolo.
A pesar de que quiero hacer algo no lo consigo. ¿Se llama a una ambulancia? ¿se le mueve? ¿se le deja quieta?. De embarazadas y partos sé lo mismo que de física cuántica. Absolutamente nada.
Un miedo me invade segundos antes de que consiga si quiera ponerme una mano encima, y no por lo que pueda hacerme con el puño que eleva para golpearme sino por lo cerca que está Grace en medio de lo que parecen contracciones aisladas y lo irracional que parece su marido. Podría golpearla por error, podría darle al bebé, podría causar un daño irreparable en los dos y sí, probablemente luego se arrepentiría de ello pero esto es innecesario. Consigo soltar la mano de Grace luego de darle un pequeño tirón para alejarla de mi aunque sea un poco y dar un margen algo más grande al ponerla a salvo, sintiendo el irrefrenable dolor del primer puñetazo que me hace doblarme suficiente como para que al impedir la caída mi mano roce el césped. Procuro recomponerme pero más golpes llegan, algunos más imprevistos que otros que al final consigo frenar por lo menos un poco. Ninguna de mis manos se alza para devolverle los golpes porque sé que me los merezco todos y cada uno de ellos así que me limito a esperar a que se desahogue antes de caer al suelo semi atontado y algo distante preguntándome si en su intento por detenerle le ha dado a Grace. Lo siguiente que me llega es el reclamo hacia su esposa pero como si se hubieran alejado de mi todo un campo de fútbol y los gritos llegaran a mis oídos amortiguados por la distancia.
Las palabras de Grace me aclaran muchas cosas a la vez, sus reclamos hacia su marido por la falta de atención, si bien era sabido no solo por los rumores que corren por todas partes sino además porque ella ha insinuado alguna que otra cosa en nuestras conversaciones casi diarias de los últimos meses sin pasarse demasiado, porque su intención no era dejarlo mal sino desahogar una parte de toda aquella mierda que ahora ha soltado de golpe. Intento levantarme del suelo pero tan pronto como mi cabeza se despega del césped dejándome el cabello lleno de trozos de hojas rotos un mareo me invade, provocado probablemente por el montón de golpes que he recibido mientras se desahogaba. De todas formas aún tengo lucidez suficiente para pensar en varias cosas: ¿por qué? ¿Por qué se supone que hace las cosas cómo no debe hacerlas o como yo considero que no debería? Tiene una esposa preciosa, va a ser padre y ellos dos se merecen a alguien capaz de estar ahí si se lo piden, de ponerla a ella por encima de todas las cosas estúpidas cómo trabajar o salir a divertirse, capaz de pensar en ella primero antes que en cualquier otra persona, capaz de hacerla feliz. Pero él es evidente que no lo hace. Es como si recordara que tiene esposa de vez en cuando, que es un trasto de usar cuando te aburres. Es como un niño que ya no juega con una pelota pero que en cuanto alguien más va a cogerla, se acuerda de ella y se muere por tenerla. Esto es absurdo.
La sola insinuación de lo del bebé me molesta suficiente como para que la sangre me hierva y consiga ponerme en pie. Una mirada incrédula de mi parte se dirige hacia él, es cierto, tiene todo el derecho a dudar de algo así pero ¿eso es lo único de todo lo que está pasando que le importa?. - Estás de coña ¿no? - No puedo reprimir la ironía de mi voz porque esto es algo que no concibe mi cabeza. - Que si es tuyo, que si es mío, ¿eso es lo único que te preocupa de todo esto? ¿Va en serio?. Supongo que eso significa que te da lo mismo perderla. Pues genial, porque no tengo en mente devolvértela. - Toda la adrenalina causada por la paliza que me ha metido antes explota de golpe y antes si quiera de terminar la frase me he lanzado contra él. No para golpearlo hasta matarlo que ganas no me faltan, sino para placarlo. Al final acabamos los dos en el suelo, yo encima y él con la espalda directamente contra el asfalto. Incluso cuando él ha amortiguado mi golpe me he llegado lo mío al caer. - No vales ni como marido ni como padre. ¡Ni siquiera les mereces! - Le lanzo un puñetazo en un afán completamente irracional y cargado de toda la ira contenida de meses porque sí, llevo demasiado tiempo odiándole por tener algo de lo que yo carezco. Sin embargo el motivo por el que dicha insinuación me molesta no es porque pida la respuesta de aquella pregunta, es porque si yo estuviera en su lugar eso me daría exactamente igual, el niño será hijo de Grace y no se merece criarlo sola y si ella me dejase estar ahí para él lo haría, eso es lo que importa. Mi desespero estaría más en que desapareciera de mi mundo definitivamente. Pero en ningún momento ha pensado algo cómo eso. Probablemente Grace tenga razón y le dé exactamente lo mismo, solo necesitaba una excusa para irse y nosotros se la hemos puesto en bandeja.
Levanto mi brazo para lanzarle otro puñetazo mientras mi mano contraria está agarrada a su camisa y apretándolo fuertemente contra el suelo. No puedo hacer esto, se supone que las irracionalidades no son lo mío, pero a veces tengo la sensación de que por ella haría todas esas cosas que no son propias de mi si con eso consigo hacerla feliz. Antes de que mi puño se estampe contra su cara los gritos de Grace me hacen girarme hacia ella. Sus manos en el estómago, su postura doblada y antes de que diga cualquier cosa sé lo que va decir, a pesar de ello las palabras me llegan como una bomba.
Me quito de encima del médico arrodillándome a su lado para que se ponga en pie mientras proceso lo que ya sé. Se ha puesto de parto. - no se... no se supone que... - ¿Le quedaba aún?. No sé mucho de partos, es más lo poco que sé es por los niños que han tenido hermanos y cuentan versiones muy diversas sobre los mismos, pero es de conocimiento común que cualquier nacimiento es peligroso si sucede antes de que la gestación termine. Nueve meses completos. Después de todo lo que ha pasado en menos de media hora, no me extraña que el estrés pusiera al bebé en modo "Quiero salir corriendo de aquí", incluso yo que soy un adulto medianamente racional en estos momentos, llevo horas deseándolo.
A pesar de que quiero hacer algo no lo consigo. ¿Se llama a una ambulancia? ¿se le mueve? ¿se le deja quieta?. De embarazadas y partos sé lo mismo que de física cuántica. Absolutamente nada.
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: On the sunday of life {Grace}
U: Entro y salgo *--*, es que la ley es la ley! =D.
No le gustaba cuando habían disturbios dentro del pueblo y la realidad y los años que estaba trabajando en la comisaría como policía en Storybrooke muy rara vez solía haber algo que de verdad llamase la atención de Aaron. Ese era un sentimiento agridulce, no se sabía si es que se aburría terriblemente por la falta de actividad o si es que por el contrario debería estar muy agradecido que no había nada más de algunos borrachos aquí y allá, una que otra falta al pudor y a la moralidad de la sociedad y los raramente acaecidos hurtos de pequeña cuantía por algunos ladronzuelos de poca monta. Precisamente era por eso que cuando Aaron salía a patrullar se debatía en la intermitencia de poner toda la atención posible esperando que nada se le pasara por alto o dejarse llevar y distraerse, tomar la guardia como un paseo.
Y realmente de todos los días el domingo era el más tortuoso cuando le tocaba salir, y era que parecía que nadie salía, solo muy pocos lo hacían ya que al parecer la mayoría prefería quedarse en casa a ver televisión o poner una película, los domingos no se hacía casi nada y Storybrooke no era la excepción. Por lo menos eso pensó hasta que le pareció oír una discusión muy cerca de donde estaba. Lleno de curiosidad buscó el sonido de todo el pleito y girando una esquina pudo ver lo que estaba pasando ante sus ojos. Reconoció a todos ellos, era su trabajo el poder hacerlo como policía. Estaba la rubia esa, la desenfrenada que se había pasado algunas noches (borracha) en la carcel, estaban los Sullivan y el doctor dando golpes a Sebastián Jones, el maestro de la escuela.
Normalmente hubiera intervenido cuanto antes, pero es que ese tipo de asuntos se arreglaban así, con unos cuantos puños y luego se dejaba estar. En la mente de Aaron, Sebastien debía haber hecho algo terrible al doctor y a su esposa para que el hombre reaccionara así ya que tenía la pinta de un tipo pacífico, que se encargaba de sanar, no de malograr cuerpos. De todas formas tenía que darle crédito, le estaba dando una paliza al profesor. Pero ese estado no se mantuvo por mucho tiempo, como era de esperarse llegó la reacción furiosa de contragolpe y algo que le preocupó mucho más. La esposa del doctor se tocaba la barriga, sus rodillas se notaban endebles y gritó algo. Tenía que intervenir.
Fue corriendo sin pensarlo empuñando directamente su TASER GUN ya que no pensaba alargar aquel pleito un minuto más, el lo terminaría. A pesar que el ataque del maestro parecía detenerse Aaron llevaba toda el impulso y simplemente impactó directamente y certeramente al cuello de Sebastián con el voltaje necesario para que quede inconsciente sin dudas y darse el tiempo de llevarlo cargado o como sea a la comisaría y que se tranquilice un tanto. Vio los espasmos del maestro en el piso causados por la electricidady no pudo eliminar completamente la mueca de sonrisa de soslayo en su rostro, era cómico. Eso esperaba fuese imperceptible y retomó la seriedad no de un sádico, sino de un agente de la ley. Su trabajo estaba hecho. Fin de la pelea.
-Doctor, vaya con su esposa al hospital, yo ya tengo esto controlado-
Aaron F. Gascoigne- Villanos
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Re: On the sunday of life {Grace}
Le decía que parara, no lo podía creer.
Y si es que terminaba yendo al hospital pues que así fuese. En realidad ella estaba exagerando demasiado y en todo caso lo irrelevante de ese hecho hacía que no le importara el estado de Sebastian en lo absoluto, lo que el quería sin dudas era una explicación, una explicación clara y sin tratar de suavizar nada, en ese punto ese tipo de cosas ya no servían para nada cuando el hecho que ella lo había engañado era de lo más evidente.
No le interesaba guardar las apariencias a los demás porque a ella misma no le había importado al mostrarse de esa manera en la calle con otro sujeto. Sentía sentimientos terriblemente mixtos, por un lado estaba furioso y por otro parecía haberse quitado un peso de encima, que las cosas estuvieran finalmente claras para bien o para mal.
Pensó por unos momentos en ella, sobre qué estaría haciendo y en qué pensaría cuando se lo contase en el momento en que lo hiciera. Las circunstancias acababan de cambiar de manera radical en cuestión de minutos, su matrimonio estaba hecho pedazos pero todavía quedaba demasiado por aclarar. Parte de eso era esperar la respuesta de Grace, fue eso mismo lo que lo sacó de aquellos pensamientos. Los gritos.
¿De verdad le estaba diciendo eso? A sus oídos la voz de Grace pronto se volvió un sonido de fondo, no la escuchaba demasiado. Era un blablablabla que se extendía infinitamente pero el sentido si era claro. Ahora la culpa era de él, cómico. Lo que Grace iba diciendo era un montón de basura, no había forma de describirlo de otra manera para William.
-Ah, ya veo, ajá. Nunca dijiste las cosas claras, nunca dijiste como te sentías y se supone que soy telépata ¿no?, y claro, seguro que a él se lo has contado en privado con lujo de detalles. Es mi culpa y yo te arrojé a los brazos de este imbecil ¿no? Mejor guárdate las excusas-
Por ahí sentía la voz del pendejo ese y realmente no le prestó atención alguna hasta que se abalanzó en contra suya cayendo al piso llevando William la peor parte. Sintió el primer puñetazo en toda la cara.
El doctor supuso vendrían más por lo que él mismo había hecho antes pero en eso todo se detuvo de un momento a otro. El anuncio de Grace llegó por sorpresa y no supo que pensar. Los intervalos de las contracciones eran un dato concluyente, de verdad tenía que ir al hospital y sin embargo ese momento que había sido esperado, querido y añorado por William ahora se había convertido en un momento de incertidumbre, por obvias razones y de incomodidad también.
La llegada y aparición de Aaron se le hizo providencial y le dio la perspectiva que había perdido a causa del enfado. El imbecil ese estaría en el otro mundo por un buen rato y ya el policía se ocuparía de él. Si, la llevaría al hospital y la acompañaría en el proceso. Mantenía en mente el respeto al pasado entre ambos, al momento en el que alguna vez se habían amado… o por lo menos querido mucho. Si, podía ser que ese había sido el problema, que al final sí se habían precipitado. Al final Will se dio cuenta que si había otra persona a quien amaba realmente.
William P. Sullivan- Realeza
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Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: On the sunday of life {Grace}
- NO ME VENGAS CON ESO GRACE. ME PROMETISTE QUE NO PASABA NADA. ME LO PROMETISTE. – El reclamo de Willow, a ratos, asemejaba al de una niña descorazonada que no concibe que un adulto hubiera faltado a su palabra y le provocara una desilusión tan tremenda como para llevarla al borde de las lágrimas. Y es que en parte así era.
Quizá había hecho mal, pero la joven de cabellos rubios idealizaba eso que Grace y William tenían. Porque su boda relámpago le pareció siempre lo más natural después de un flechazo tan intenso y absoluto, el tipo de amor del que se escriben novelas y se hacen películas. No importaba la imagen que quisiera dar de chica dura e independiente que no necesitaba a nadie a su lado para ser feliz, que lo mismo le daba estar con alguien en una relación estable que el irse a la cama con quien fuera después de una noche de fiesta. La realidad era que su corazón era frágil, que era soñador y romántico, se ilusionaba con facilidad y que rompían con la misma sencillez. ¿En realidad creían que le hubiera dolido tantísimo lo de Everett si fuera toda frivolidad y superficial? Había sido una de las pocas personas que no los había llamado locos por querer casarse, quería demasiado a Grace, de la misma manera que a William. Lo que tenían ellos era lo que ella anhelaba. No ahora con apenas 19 años, pero tal vez un día, si conseguía encontrar a esa persona especial…
Y verla ahí de la mano de Sebastien, declarando una sarta de lo que para ella eran idioteces, la estaba matando. ¿Es que no significaban nada las promesas que haces cuando por amor estás dispuesto a pasar el resto de tu vida con alguien? Y ese bebé, era de William. ¿No importaba nada eso tampoco? No podía creer que Grace fuera tan cruel. Tan estúpida y tan cruel y que Jones al que todos conocían como pura bondad no fuera más que un hijo de puta desgraciado al que le tenía sin cuidado romper un hogar.
Todo iba de mal en peor. William aparecía de quien sabía dónde y se lanzaba sobre Sebastien como fiera que tira a matar. Willow retrocedió varios pasos, cubriéndose la boca con ambas manos y sintiendo que sus ojos se humedecían a causa de las lágrimas. Que ella era temperamental y explosiva y cuando enfurecía no medía sus palabras, pero la violencia física no era algo que soportara. – ¡WILLIAM! ¡NO! – Le urgió a detenerse con la voz ya quebrada, cerrando los ojos temerosa al ver que Grace se acercaba, y aunque quiso adelantarse para detenerla las piernas le habían dejado de reaccionar. Estaba como petrificada. Quería que Sebastien se marchara, que desapareciera y dejara de interferir con el matrimonio de sus amigos, no que le rompieran la cara a golpes hasta hacerlo sangrar.
Lo siguiente que pasó era todavía más surrreal. Fotografía y más gritos, y Sebastien recomponiéndose para atacar esta vez él, y a cada venenosa palabra Willow se sentía más y más pequeña, más y más atemorizada. Quería huir de ahí, salir volando, esconderse entre los arbustos del parque y no salir de ahí hasta que todo aquel circo se detuviera, hasta que alguien le dijera que era seguro salir. ¿Quién? No lo sabía, pero en ese momento se sintió perdida y aquel desazón que se apoderaba de ella le tenía buscando con desesperación a alguien, alguien que siempre había estado ahí para rescatarla de esas situaciones. ¿Khai? No…
- YA PAREN, YA PAREN TODOS. – Volvió a suplicarles pero de nada valía, porque ninguno parecía dispuesto a ceder . No lograba entenderlos, a ninguno, y ya para esas alturas ni siquiera estaba esforzándose por contener las lágrimas. Grace anunciaba entonces que estaba de parto, y para volver todo aún más caótico, Gascoigne aparecía y se iba contra Sebastian.
Volvió a cerrar los ojos. Ya no quería verlos, a ninguno de ellos. Ya no quería estar ahí. Ojalá no los hubiera encontrado. Ojalá Grace no le hubiera dicho nunca nada si al final iba a ser tan desgraciada como para hacer lo que le había sorprendido haciendo. Con pulso tembloroso tomó su teléfono de la funda de plástico que lo mantenía sujeto a sus ropas y marcó al 911. – … una ambulancia para el parque de Pinecrest Rd. Mujer de 8 meses de embarazo acaba de romper fuente y… está muy estresada, no sé si…. – Tuvo miedo, porque nada de eso podía ser bueno para el bebé.
En cuanto el despachador de emergencias le colgó, Willow se quedó con la mirada fija en todos ellos, y al mismo tiempo, perdida. Tenía las mejillas empapadas, y sintiéndose desprotegida como nunca se abrazó a sí misma. ¿Por qué tenía que ser todo así? ¿Por qué tenían que ser todos tan crueles entre ellos? Podían decir que nada de eso a ello le incumbía, como tanto le habían insistido antes de que todo estallara. No, no era ella la afectada directamente. Ni era la embarazada dando a luz en medio de la tensión por haber sido descubierta en su infidelidad, ni la rompehogares sin escrúpulos a la que no le importaba nada, ni la esposa que recién descubre la traición…
Era una observadora que atestiguaba, de la manera más salvaje de todas, como dos personas a las que quería demasiado, y que decían amarse entre sí, se destrozaban sin siquiera parpadear. Que tal vez Felle había tenido razón todo este tiempo y la idea que Willow tenía del amor no era más que una fantasía. Que no existía tal cosa como un Por Siempre, y que todas las promesas hechas no tenían valor. Porque de otra manera no podía explicarse como ser capaz de hacer tanto, tanto daño…
Willow se veía distinta. Sin brillo, sin ni un solo rastro de la energía y la alegría que eran tan suyas… Entumida como se sentía ni siquiera se había percatado de que las campanitas que escuchaba se habían silenciado.
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Quizá había hecho mal, pero la joven de cabellos rubios idealizaba eso que Grace y William tenían. Porque su boda relámpago le pareció siempre lo más natural después de un flechazo tan intenso y absoluto, el tipo de amor del que se escriben novelas y se hacen películas. No importaba la imagen que quisiera dar de chica dura e independiente que no necesitaba a nadie a su lado para ser feliz, que lo mismo le daba estar con alguien en una relación estable que el irse a la cama con quien fuera después de una noche de fiesta. La realidad era que su corazón era frágil, que era soñador y romántico, se ilusionaba con facilidad y que rompían con la misma sencillez. ¿En realidad creían que le hubiera dolido tantísimo lo de Everett si fuera toda frivolidad y superficial? Había sido una de las pocas personas que no los había llamado locos por querer casarse, quería demasiado a Grace, de la misma manera que a William. Lo que tenían ellos era lo que ella anhelaba. No ahora con apenas 19 años, pero tal vez un día, si conseguía encontrar a esa persona especial…
Y verla ahí de la mano de Sebastien, declarando una sarta de lo que para ella eran idioteces, la estaba matando. ¿Es que no significaban nada las promesas que haces cuando por amor estás dispuesto a pasar el resto de tu vida con alguien? Y ese bebé, era de William. ¿No importaba nada eso tampoco? No podía creer que Grace fuera tan cruel. Tan estúpida y tan cruel y que Jones al que todos conocían como pura bondad no fuera más que un hijo de puta desgraciado al que le tenía sin cuidado romper un hogar.
Todo iba de mal en peor. William aparecía de quien sabía dónde y se lanzaba sobre Sebastien como fiera que tira a matar. Willow retrocedió varios pasos, cubriéndose la boca con ambas manos y sintiendo que sus ojos se humedecían a causa de las lágrimas. Que ella era temperamental y explosiva y cuando enfurecía no medía sus palabras, pero la violencia física no era algo que soportara. – ¡WILLIAM! ¡NO! – Le urgió a detenerse con la voz ya quebrada, cerrando los ojos temerosa al ver que Grace se acercaba, y aunque quiso adelantarse para detenerla las piernas le habían dejado de reaccionar. Estaba como petrificada. Quería que Sebastien se marchara, que desapareciera y dejara de interferir con el matrimonio de sus amigos, no que le rompieran la cara a golpes hasta hacerlo sangrar.
Lo siguiente que pasó era todavía más surrreal. Fotografía y más gritos, y Sebastien recomponiéndose para atacar esta vez él, y a cada venenosa palabra Willow se sentía más y más pequeña, más y más atemorizada. Quería huir de ahí, salir volando, esconderse entre los arbustos del parque y no salir de ahí hasta que todo aquel circo se detuviera, hasta que alguien le dijera que era seguro salir. ¿Quién? No lo sabía, pero en ese momento se sintió perdida y aquel desazón que se apoderaba de ella le tenía buscando con desesperación a alguien, alguien que siempre había estado ahí para rescatarla de esas situaciones. ¿Khai? No…
- YA PAREN, YA PAREN TODOS. – Volvió a suplicarles pero de nada valía, porque ninguno parecía dispuesto a ceder . No lograba entenderlos, a ninguno, y ya para esas alturas ni siquiera estaba esforzándose por contener las lágrimas. Grace anunciaba entonces que estaba de parto, y para volver todo aún más caótico, Gascoigne aparecía y se iba contra Sebastian.
Volvió a cerrar los ojos. Ya no quería verlos, a ninguno de ellos. Ya no quería estar ahí. Ojalá no los hubiera encontrado. Ojalá Grace no le hubiera dicho nunca nada si al final iba a ser tan desgraciada como para hacer lo que le había sorprendido haciendo. Con pulso tembloroso tomó su teléfono de la funda de plástico que lo mantenía sujeto a sus ropas y marcó al 911. – … una ambulancia para el parque de Pinecrest Rd. Mujer de 8 meses de embarazo acaba de romper fuente y… está muy estresada, no sé si…. – Tuvo miedo, porque nada de eso podía ser bueno para el bebé.
En cuanto el despachador de emergencias le colgó, Willow se quedó con la mirada fija en todos ellos, y al mismo tiempo, perdida. Tenía las mejillas empapadas, y sintiéndose desprotegida como nunca se abrazó a sí misma. ¿Por qué tenía que ser todo así? ¿Por qué tenían que ser todos tan crueles entre ellos? Podían decir que nada de eso a ello le incumbía, como tanto le habían insistido antes de que todo estallara. No, no era ella la afectada directamente. Ni era la embarazada dando a luz en medio de la tensión por haber sido descubierta en su infidelidad, ni la rompehogares sin escrúpulos a la que no le importaba nada, ni la esposa que recién descubre la traición…
Era una observadora que atestiguaba, de la manera más salvaje de todas, como dos personas a las que quería demasiado, y que decían amarse entre sí, se destrozaban sin siquiera parpadear. Que tal vez Felle había tenido razón todo este tiempo y la idea que Willow tenía del amor no era más que una fantasía. Que no existía tal cosa como un Por Siempre, y que todas las promesas hechas no tenían valor. Porque de otra manera no podía explicarse como ser capaz de hacer tanto, tanto daño…
Willow se veía distinta. Sin brillo, sin ni un solo rastro de la energía y la alegría que eran tan suyas… Entumida como se sentía ni siquiera se había percatado de que las campanitas que escuchaba se habían silenciado.
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Las hadas nacían de la risa de los niños. Y morían cuando las risas cesaban y dejaban de creer en su existencia. Pero nunca nadie le había explicado lo que sucedía cuando las hadas mismas dejaban de creer en la magia y perdían la fe. Y era bien sabido, por todos, que el amor era la magia más poderosa de todas.
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