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Back Home [para mi amada esposa]
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:: Storybrooke :: Urbanización :: Residencia Monroe
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Back Home [para mi amada esposa]
- ¡Hola! ¡Estoy en casa! – Gritó contento mientras cerraba la puerta de entrada.
Sabía de antemano que Savannah estaría en casa, normalmente estaba cuando él volvía de trabajar y ese día había llegado especialmente tarde por complicaciones con los papeles de comisaría; era un poco frustrante cuando las cosas no salían bien a la primera, pues más frustrante era cuando salían mal y encima se perdían los papeles.
Le había costado horas solucionar el problema y casi saltó de felicidad al salir de comisaría. Tenía ganas de llegar a casa con su mujer, sentarse en el sofá tranquilamente y luego cenar juntos sin necesidad de volver a pensar en el trabajo hasta el día siguiente que, con no demasiada suerte, sería mejor que el que acababa de vivir.
- ¿Savannah? – Como no tenía respuesta volvió a preguntar. - ¿Dónde estás?
Dejó las llaves de casa en el mueble de la entrada y sacó la cabeza por el comedor; desierto. Era raro. Las luces estaban abiertas y era hora de que estuviera en casa. Algo dentro de él empezó a despertarse, un sentimiento que últimamente le acompañaba donde fuera y que le hacía pensar cosas sin sentido.
Siguió abriendo puertas y sacando la cabeza por diferentes lugares de la casa llamándola cada vez con más urgencia; sala, comedor, pasillo... Necesitaba saber donde estaba. No tenían una casa muy grande, pero con diez segundos de incertidumbre le había bastado para ponerse nervioso.
Al final sacó la cabeza en la cocina. Olía bien. Sonrió con el olor.
- ¿Savannah? – Repitió. - ¿Estas por ahí?
Sabía de antemano que Savannah estaría en casa, normalmente estaba cuando él volvía de trabajar y ese día había llegado especialmente tarde por complicaciones con los papeles de comisaría; era un poco frustrante cuando las cosas no salían bien a la primera, pues más frustrante era cuando salían mal y encima se perdían los papeles.
Le había costado horas solucionar el problema y casi saltó de felicidad al salir de comisaría. Tenía ganas de llegar a casa con su mujer, sentarse en el sofá tranquilamente y luego cenar juntos sin necesidad de volver a pensar en el trabajo hasta el día siguiente que, con no demasiada suerte, sería mejor que el que acababa de vivir.
- ¿Savannah? – Como no tenía respuesta volvió a preguntar. - ¿Dónde estás?
Dejó las llaves de casa en el mueble de la entrada y sacó la cabeza por el comedor; desierto. Era raro. Las luces estaban abiertas y era hora de que estuviera en casa. Algo dentro de él empezó a despertarse, un sentimiento que últimamente le acompañaba donde fuera y que le hacía pensar cosas sin sentido.
Siguió abriendo puertas y sacando la cabeza por diferentes lugares de la casa llamándola cada vez con más urgencia; sala, comedor, pasillo... Necesitaba saber donde estaba. No tenían una casa muy grande, pero con diez segundos de incertidumbre le había bastado para ponerse nervioso.
Al final sacó la cabeza en la cocina. Olía bien. Sonrió con el olor.
- ¿Savannah? – Repitió. - ¿Estas por ahí?
Robert T. Monroe- Humanos
- Soy : Gastón
Mensajes : 56
Empleo /Ocio : Sheriff
Localización : En comisaría
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Back Home [para mi amada esposa]
¿Cuántos días habían pasado desde aquella conversación con Everett? Unos cuantos, seguro y en todo aquel tiempo no había dejado de darle vueltas y vueltas y más vueltas. Lo dejaba y luego otra vez, de manera que por las noches su cabeza estaba totalmente llena de confusión e ideas, pero la decisión no había llegado hasta esa tarde. Se había acercado a casa de Matthew y Everett con Dinah en el transportin y unas cuantas cosas que les serían necesarias y le había pedido al profesor que le hiciera el favor de encargarse de ella hasta el día siguiente. Sabía que podía confiar en él y aunque había visto una pregunta silenciosa en su mirada no se había sentido capaz de decirle que era lo que iba a hacer. Posiblemente porque jamás se había creído capaz de algo así.
Había llegado a casa más temprano de lo normal y durante todo el proceso sintió el miedo recorrerle el cuerpo entero. Con cada sonido daba un brinco pensando que era la puerta que se abría y que Robert iba a descubrirla haciendo las maletas. Cogió lo más esencial e intentó meter toda la ropa que pudo así como sus efectos personales. Suspiró abatida cuando metió la última prenda y se dispuso a cerrar la maleta. ¿De verdad lo estaba haciendo? No dejaba de hacerse la misma pregunta desde que había bajado la maleta del altillo y había empezado a meter todas sus cosas.
Lo había meditado. Lo había meditado muy bien. Había tardado casi una semana desde que Everett le había quitado la venda de los ojos a llevar a cabo lo que el cuerpo y su cabeza le pedían. Era lo mejor, estaba plenamente segura. ¿Para qué seguir viviendo una mentira y ser infeliz? Ella se merecía algo más. Le había quedado claro. Necesitaba sentirse completa, como se sentía cuando estaba con él, aunque solo estuviesen en la misma habitación y todo aquel pensamiento no fuese realmente correcto. Una cosa era segura, irse de casa, dejar a Robert no iba a hacer que se acercase a William por nada del mundo. Él seguía estando casado y ella haría el esfuerzo por mantener esos sentimientos dentro de ella.
El “click” que la avisó de que la maleta ya estaba cerrada volvió a transportarla a la realidad mientras la ponía junto a la otra que ya había llenado. De todos modos sabía que tendría que volver porque de un viaje no iba a poder llevárselo todo. Eso era otro tema... Ni siquiera había pensado a donde ir aunque el primer lugar que le fue a la cabeza fue la casa de Evelyn. Sabía que su amiga no la dejaría en la estacada y que incluso quizás entendería todo aquello, después de todo la joyera había pasado por un divorcio también.
Fue entonces cuando oyó la voz de Robert y por primera vez en toda la tarde se puso nerviosa. Demasiado nerviosa a decir verdad. Ni siquiera se atrevió a contestar mientras le oía entrar en casi cada habitación (curiosamente no entró en la que ambos compartían). Al final salió al pasillo justo en el momento en que le vio asomarse en la cocina. Que tuviese planeado irse aquella noche no significaba que lo fuera a dejar morirse de hambre, no era tan mala persona..., aunque quizá después de lo que le iba a decir ya ni quisiera comer. Era lo más probable, pero al menos ella se había sentido más relajada mientras cocinaba, cosa que le pasaba a menudo.
- Estoy aquí – Dijo al final justo detrás de él y aunque intentó mostrar una sonrisa no le salió absolutamente nada. ¿Y ahora qué? ¿Un “tenemos que hablar”? – ¿Qué tal el trabajo? – Preguntó al final y aunque no se sintió con fuerzas camino hasta dentro de la cocina y removió la comida antes de volverse a mirarle – Hay algo que tengo que decirte...
Y sabía perfectamente que a él no le iba a gustar absolutamente nada lo que ella tenía que decirle. Lo que más temía de entre todas las cosas es que montara en cólera o algo semejante.
Había llegado a casa más temprano de lo normal y durante todo el proceso sintió el miedo recorrerle el cuerpo entero. Con cada sonido daba un brinco pensando que era la puerta que se abría y que Robert iba a descubrirla haciendo las maletas. Cogió lo más esencial e intentó meter toda la ropa que pudo así como sus efectos personales. Suspiró abatida cuando metió la última prenda y se dispuso a cerrar la maleta. ¿De verdad lo estaba haciendo? No dejaba de hacerse la misma pregunta desde que había bajado la maleta del altillo y había empezado a meter todas sus cosas.
Lo había meditado. Lo había meditado muy bien. Había tardado casi una semana desde que Everett le había quitado la venda de los ojos a llevar a cabo lo que el cuerpo y su cabeza le pedían. Era lo mejor, estaba plenamente segura. ¿Para qué seguir viviendo una mentira y ser infeliz? Ella se merecía algo más. Le había quedado claro. Necesitaba sentirse completa, como se sentía cuando estaba con él, aunque solo estuviesen en la misma habitación y todo aquel pensamiento no fuese realmente correcto. Una cosa era segura, irse de casa, dejar a Robert no iba a hacer que se acercase a William por nada del mundo. Él seguía estando casado y ella haría el esfuerzo por mantener esos sentimientos dentro de ella.
El “click” que la avisó de que la maleta ya estaba cerrada volvió a transportarla a la realidad mientras la ponía junto a la otra que ya había llenado. De todos modos sabía que tendría que volver porque de un viaje no iba a poder llevárselo todo. Eso era otro tema... Ni siquiera había pensado a donde ir aunque el primer lugar que le fue a la cabeza fue la casa de Evelyn. Sabía que su amiga no la dejaría en la estacada y que incluso quizás entendería todo aquello, después de todo la joyera había pasado por un divorcio también.
Fue entonces cuando oyó la voz de Robert y por primera vez en toda la tarde se puso nerviosa. Demasiado nerviosa a decir verdad. Ni siquiera se atrevió a contestar mientras le oía entrar en casi cada habitación (curiosamente no entró en la que ambos compartían). Al final salió al pasillo justo en el momento en que le vio asomarse en la cocina. Que tuviese planeado irse aquella noche no significaba que lo fuera a dejar morirse de hambre, no era tan mala persona..., aunque quizá después de lo que le iba a decir ya ni quisiera comer. Era lo más probable, pero al menos ella se había sentido más relajada mientras cocinaba, cosa que le pasaba a menudo.
- Estoy aquí – Dijo al final justo detrás de él y aunque intentó mostrar una sonrisa no le salió absolutamente nada. ¿Y ahora qué? ¿Un “tenemos que hablar”? – ¿Qué tal el trabajo? – Preguntó al final y aunque no se sintió con fuerzas camino hasta dentro de la cocina y removió la comida antes de volverse a mirarle – Hay algo que tengo que decirte...
Y sabía perfectamente que a él no le iba a gustar absolutamente nada lo que ella tenía que decirle. Lo que más temía de entre todas las cosas es que montara en cólera o algo semejante.
Re: Back Home [para mi amada esposa]
Se giró de golpe al sentir su voz detrás suyo, un poco asustado a decir verdad. Puso los ojos en blanco cuando vio que se trataba de Savannah y sonrió. Como era ya costumbre le besó la mejilla; no recordaba cuanto hacía que lo hacía, pero siempre lo hacía.
- Menudo susto. Pues ha sido un día largo y cansado… hay gente que no se entera de lo que tiene que hacer y nos da más trabajo a los demás. – Sonó un poco más fastidiado de lo que había planeado en un principio.
Al fijarse bien se dio cuenta que Savannah estaba rara. Bueno, ya llevaba tiempo que parecía diferente a la chica que había conocido, pero últimamente era una sensación todavía más marcada… y sabía perfectamente que él solo se había montado sus películas y que eso le había llevado a sus celos infinitos; que, en realidad, él los veía claramente justificados, pero se había acostumbrado a escuchar a sus amigos que le decían que intentara controlarse.
Iba a preguntar si le pasaba algo, quizás estaba enferma, o había tenido un mal día, se había discutido con una amiga… podían ser mil cosas, pero Savannah se le adelantó. Y no le dio buenas vibraciones la manera que lo dijo.
- ¿Hablar? – Entró también en la cocina y se sentó en la primera silla que encontró. Estaba cansado. - ¿Qué te pasa? ¿Hay algún problema?
Esa frase nunca traía buenas consecuencias, todo el mundo lo sabía.
- Menudo susto. Pues ha sido un día largo y cansado… hay gente que no se entera de lo que tiene que hacer y nos da más trabajo a los demás. – Sonó un poco más fastidiado de lo que había planeado en un principio.
Al fijarse bien se dio cuenta que Savannah estaba rara. Bueno, ya llevaba tiempo que parecía diferente a la chica que había conocido, pero últimamente era una sensación todavía más marcada… y sabía perfectamente que él solo se había montado sus películas y que eso le había llevado a sus celos infinitos; que, en realidad, él los veía claramente justificados, pero se había acostumbrado a escuchar a sus amigos que le decían que intentara controlarse.
Iba a preguntar si le pasaba algo, quizás estaba enferma, o había tenido un mal día, se había discutido con una amiga… podían ser mil cosas, pero Savannah se le adelantó. Y no le dio buenas vibraciones la manera que lo dijo.
- ¿Hablar? – Entró también en la cocina y se sentó en la primera silla que encontró. Estaba cansado. - ¿Qué te pasa? ¿Hay algún problema?
Esa frase nunca traía buenas consecuencias, todo el mundo lo sabía.
Robert T. Monroe- Humanos
- Soy : Gastón
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Empleo /Ocio : Sheriff
Localización : En comisaría
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Back Home [para mi amada esposa]
Día largo y cansado. ¡Maldición! Ahora le sabía el doble de mal decirle lo que estaba a punto de decirle, pero… no podía dar marcha atrás. No en ese momento. No, cuando ya se había decidido, cuando Dinah estaba ya con Everett y ella había hecho las maletas. No, cuando solo le faltaba decirle que se iba. Se iba para no volver, pero nunca pensó que fuera algo tan difícil de decir. O al menos no se había dado cuenta de ella hasta ese preciso instante en que todo se hacia real, ya no era una idea que daba vueltas dentro de su cabeza.
- Entiendo… - Se limitó a decir mientras se alejaba de la cocina y los fogones y tomaba asiento justo frente a él. ¿Cómo diablos se le decía eso a una persona? Se humedeció los labios nerviosa mientras miraba a cualquier sitio menos a su marido. Sí, seguía su marido por mucho que ella hubiese decidido que iba a dejarlo porque no aguantaba más aquella situación. Había llegado a su propio límite. Se había dado cuenta de que le quería, si, le tenía cierto cariño, pero no era clase de cariño y amor que se tiene que sentir hacia esa persona especial.
Fallaba algo.
- No, no me pasa nada – Al menos a ella directamente no le pasaba absolutamente nada, era algo todavía más complicado. Más difícil de decir…, pero en una parte de ella sentía que en el momento en que lo dijera se quitaría un enorme peso de encima. En el momento en que les había confesado a Malcolm y Everett como se sentía había empezado a notar que todo aquel peso empezaba a aligerar y sabía que decírselo a Robert iba a ser lo definitivo para no sentirlo más. Debía hacerlo, por el bien de los dos, porque aquello se había convertido en un círculo vicioso del que era casi imposible salir. – Lo siento mucho Rob… - Y lo sentía, de verdad que lo sentía. Notó que sus ojos se anegaban en lágrimas y como a los pocos segundos estas empezaban a caer rodando por sus mejillas. Se llevó una de sus manos al rostro secándose las lágrimas con el dorso – El caso es que no puedo seguir así. Necesito… irme. Lo siento, pero no puedo seguir viviendo contigo, esta relación me está… asfixiando. Necesito alejarme de todo esto… - Bajó la mirada unos segundos los justos y necesarios antes de volver a levantarlos – Simplemente no puedo. Me iré a casa de alguna amiga un tiempo…
Y si, se había quitado un enorme peso de encima ahora que lo había dicho. Se sentía ligera tanto que casi parecía que pudiera flotar. Se sentía incluso libre… a pesar de no saber cual iba a ser su reacción. Buena, desde luego que no. Sabía que se lo iba a tomar mal, pero tenía que respetar su decisión. Respetarla a ella. Si tanto decía que la amaba la dejaría ir…, ¿no? ¿O acaso iba a retenerla a la fuerza? Esperaba que no. No quería tener un recuerdo malo de aquello, quería tener un bonito recuerdo del matrimonio, por eso prefería cortarlo ahora que estaba tiempo antes de que todo empeorase aún más.
- Entiendo… - Se limitó a decir mientras se alejaba de la cocina y los fogones y tomaba asiento justo frente a él. ¿Cómo diablos se le decía eso a una persona? Se humedeció los labios nerviosa mientras miraba a cualquier sitio menos a su marido. Sí, seguía su marido por mucho que ella hubiese decidido que iba a dejarlo porque no aguantaba más aquella situación. Había llegado a su propio límite. Se había dado cuenta de que le quería, si, le tenía cierto cariño, pero no era clase de cariño y amor que se tiene que sentir hacia esa persona especial.
Fallaba algo.
- No, no me pasa nada – Al menos a ella directamente no le pasaba absolutamente nada, era algo todavía más complicado. Más difícil de decir…, pero en una parte de ella sentía que en el momento en que lo dijera se quitaría un enorme peso de encima. En el momento en que les había confesado a Malcolm y Everett como se sentía había empezado a notar que todo aquel peso empezaba a aligerar y sabía que decírselo a Robert iba a ser lo definitivo para no sentirlo más. Debía hacerlo, por el bien de los dos, porque aquello se había convertido en un círculo vicioso del que era casi imposible salir. – Lo siento mucho Rob… - Y lo sentía, de verdad que lo sentía. Notó que sus ojos se anegaban en lágrimas y como a los pocos segundos estas empezaban a caer rodando por sus mejillas. Se llevó una de sus manos al rostro secándose las lágrimas con el dorso – El caso es que no puedo seguir así. Necesito… irme. Lo siento, pero no puedo seguir viviendo contigo, esta relación me está… asfixiando. Necesito alejarme de todo esto… - Bajó la mirada unos segundos los justos y necesarios antes de volver a levantarlos – Simplemente no puedo. Me iré a casa de alguna amiga un tiempo…
Y si, se había quitado un enorme peso de encima ahora que lo había dicho. Se sentía ligera tanto que casi parecía que pudiera flotar. Se sentía incluso libre… a pesar de no saber cual iba a ser su reacción. Buena, desde luego que no. Sabía que se lo iba a tomar mal, pero tenía que respetar su decisión. Respetarla a ella. Si tanto decía que la amaba la dejaría ir…, ¿no? ¿O acaso iba a retenerla a la fuerza? Esperaba que no. No quería tener un recuerdo malo de aquello, quería tener un bonito recuerdo del matrimonio, por eso prefería cortarlo ahora que estaba tiempo antes de que todo empeorase aún más.
Re: Back Home [para mi amada esposa]
La miró fijamente mientras se sentaba frente a él intentando leer lo que pasaba por su mente; antes podía entenderla mucho mejor y con más facilidad de lo que lo hacía ahora. Hacía tiempo que no se entendían el uno al otro tan bien como antes. De hecho, hacía tiempo que sentía que las cosas no eran como antes, esos momentos era cuando le saltaban los celos por todos lados; al final acababa controlándose, cuando generalmente ya era demasiado tarde, pensando en que mientras les quedara amor todo iría bien… y si Robert estaba seguro de algo era de que amaba a Savannah como el primer día que la vio.
Se relajó en la silla al oír que ella estaba bien; por un momento le había pasado por la mente la idea de que estuviera enferma y pudiera perderla para siempre. Eso no podría soportarlo. Sabía que vivir en un mundo sin Savannah no tenía sentido para él. Pero el alivio le duró poco, enseguida se tensó al ver como empezaba a llorar… se disculpaba… ¿Por qué se disculpaba? Robert estaba muy confuso y se estaba angustiando cada vez más.
Con sus palabras, se le cayó el mundo encima.
Se levantó sin mostrar ninguna expresión y anduvo de un lado a otro de la cocina. A veces se paraba para mirar a Savannah directamente todavía haciendo esfuerzos por entender algo, y luego volvía a retomar su marcha. Abrió la boca varias veces para empezar a hablar, pero no sabía bien que decir, por eso la cerró repetidas veces. ¿Irse? ¿Asfixiando? ¿Alejarse? No podía creer lo que estaba escuchando, no era posible, su cabeza se negaba a procesar la información.
- ¿Me…? – Empezó a decir pero no pudo acabar la frase. ¿Me estas dejando? Era lo que iba a preguntar, pero si lo decía en voz alta se haría real del todo, y Robert no estaba ni dispuesto ni preparado para aceptarlo.
En una de sus idas y venidas salió de la cocina, se fue al comedor, se sentó en el sofá tranquilamente como su nada hubiera pasado. ¿Cuántos años llevaban casados? No llegaban a una década… los matrimonios se rompían más tarde. Y así de un día para otro estas cosas no se decidían; aceptaba que no estaban pasando por su mejor momento como pareja, que habían tenido mejores años, pero eso no era suficiente para acabar.
De repente vio la luz y todo fue más claro. Volvió a la cocina de lo más sonriente.
- Venga Savannah, deja ya la broma. – Estaba seguro que tenía que tratarse de una broma, no le cabía en la cabeza que lo dijera de verdad; aunque en su fuero interno la angustia de que pudiera serlo le atormentaba. - Vamos a cenar y a descansar que hoy ha sido un día muy duro.
Se relajó en la silla al oír que ella estaba bien; por un momento le había pasado por la mente la idea de que estuviera enferma y pudiera perderla para siempre. Eso no podría soportarlo. Sabía que vivir en un mundo sin Savannah no tenía sentido para él. Pero el alivio le duró poco, enseguida se tensó al ver como empezaba a llorar… se disculpaba… ¿Por qué se disculpaba? Robert estaba muy confuso y se estaba angustiando cada vez más.
Con sus palabras, se le cayó el mundo encima.
Se levantó sin mostrar ninguna expresión y anduvo de un lado a otro de la cocina. A veces se paraba para mirar a Savannah directamente todavía haciendo esfuerzos por entender algo, y luego volvía a retomar su marcha. Abrió la boca varias veces para empezar a hablar, pero no sabía bien que decir, por eso la cerró repetidas veces. ¿Irse? ¿Asfixiando? ¿Alejarse? No podía creer lo que estaba escuchando, no era posible, su cabeza se negaba a procesar la información.
- ¿Me…? – Empezó a decir pero no pudo acabar la frase. ¿Me estas dejando? Era lo que iba a preguntar, pero si lo decía en voz alta se haría real del todo, y Robert no estaba ni dispuesto ni preparado para aceptarlo.
En una de sus idas y venidas salió de la cocina, se fue al comedor, se sentó en el sofá tranquilamente como su nada hubiera pasado. ¿Cuántos años llevaban casados? No llegaban a una década… los matrimonios se rompían más tarde. Y así de un día para otro estas cosas no se decidían; aceptaba que no estaban pasando por su mejor momento como pareja, que habían tenido mejores años, pero eso no era suficiente para acabar.
De repente vio la luz y todo fue más claro. Volvió a la cocina de lo más sonriente.
- Venga Savannah, deja ya la broma. – Estaba seguro que tenía que tratarse de una broma, no le cabía en la cabeza que lo dijera de verdad; aunque en su fuero interno la angustia de que pudiera serlo le atormentaba. - Vamos a cenar y a descansar que hoy ha sido un día muy duro.
Robert T. Monroe- Humanos
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Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Back Home [para mi amada esposa]
¿Me…? Esa era la peor pregunta que se le podía hacer a una persona desde luego. Preguntarle si le iban a dejar, porque por mucho que Savannah estuviese dispuesta a dejar a Robert en ese momento, responder a aquella pregunta se le hacía harto difícil y complicado. Le seguía con la mirada ir de un lado y con cada paso que su marido daba por la cocina su nerviosismo se iba acrecentando a medida que pasaba el tiempo y él solo caminaba de un lado a otro.
Nerviosismo que fue hasta límite insospechados cuando le vio salir de la cocina. Por un momento creyó que iba oír la puerta principal cerrarse detrás de Robert, pero aquel sonido jamás llegó a sus oídos. Se acercó a la puerta de la cocina y se aventuró a recorrer un trozo de pasillo hasta que lo vio sentado en el sofá del comedor, como si no hubiese pasado nada, como si ella no acabara de decirle aquello. Como si fuera un día normal. Lo único que fallaba en aquel cuadro y dejaba entrever que no era un día normal era la televisión apagada.
Volvió a caminar hasta la cocina sin saber realmente qué hacer. Aquella reacción entre muchas en las que había pensado, no era precisamente la que hubiese creído que finalmente llevara a cabo su marido. Se sentó en la silla pensativa y sin saber que hacer ni como reaccionar a todo aquello que estaba pasándole. ¡Cómo si no tuviera ya suficiente para que encima…! Levantó la mirada cuando volvió a oír los pasos de Robert que volvían a la cocina.
Que volviese tan sonriente la asustaba, le daba miedo…
- Robert… - Empezó a decir como si quisiera parar con aquella simple palabra y el tono de voz que usó la tormenta que podía avecinarse. Podría jurar que incluso estaba temblando…
¿Una broma? ¿De verdad se creía que aquello era una broma? Savannah se sintió desfallecer y morir en aquella misma cocina sin poder apartar sus ojos marrones de los de Robert, sin poder creerse que se pensara que bromearía con un tema TAN serio como aquel. “Vamos a cenar y a descansar que hoy ha sido un día muy duro”. Lo decía tan feliz como si ella no le hubiese dicho entre lágrimas hacia unos momentos que se estaba asfixiando en aquella relación y que no podía más, que necesitaba acabar con ello.
¿Y ahora? ¿Cómo demonios salía de aquella situación? ¿Cómo se las apañaba? – Robert, no es ningún tipo de broma. Estoy hablando muy en serio – Lo dijo con el tono de voz más serio que pudo sacar estando en aquella situación y sin apartar su mirada de él – Me voy a ir hoy mismo y no creo que puedas hacer nada para impedírmelo. Simplemente te lo he comunicado en vez de desaparecer y no dejarte ni tan siquiera una nota…
Nerviosismo que fue hasta límite insospechados cuando le vio salir de la cocina. Por un momento creyó que iba oír la puerta principal cerrarse detrás de Robert, pero aquel sonido jamás llegó a sus oídos. Se acercó a la puerta de la cocina y se aventuró a recorrer un trozo de pasillo hasta que lo vio sentado en el sofá del comedor, como si no hubiese pasado nada, como si ella no acabara de decirle aquello. Como si fuera un día normal. Lo único que fallaba en aquel cuadro y dejaba entrever que no era un día normal era la televisión apagada.
Volvió a caminar hasta la cocina sin saber realmente qué hacer. Aquella reacción entre muchas en las que había pensado, no era precisamente la que hubiese creído que finalmente llevara a cabo su marido. Se sentó en la silla pensativa y sin saber que hacer ni como reaccionar a todo aquello que estaba pasándole. ¡Cómo si no tuviera ya suficiente para que encima…! Levantó la mirada cuando volvió a oír los pasos de Robert que volvían a la cocina.
Que volviese tan sonriente la asustaba, le daba miedo…
- Robert… - Empezó a decir como si quisiera parar con aquella simple palabra y el tono de voz que usó la tormenta que podía avecinarse. Podría jurar que incluso estaba temblando…
¿Una broma? ¿De verdad se creía que aquello era una broma? Savannah se sintió desfallecer y morir en aquella misma cocina sin poder apartar sus ojos marrones de los de Robert, sin poder creerse que se pensara que bromearía con un tema TAN serio como aquel. “Vamos a cenar y a descansar que hoy ha sido un día muy duro”. Lo decía tan feliz como si ella no le hubiese dicho entre lágrimas hacia unos momentos que se estaba asfixiando en aquella relación y que no podía más, que necesitaba acabar con ello.
¿Y ahora? ¿Cómo demonios salía de aquella situación? ¿Cómo se las apañaba? – Robert, no es ningún tipo de broma. Estoy hablando muy en serio – Lo dijo con el tono de voz más serio que pudo sacar estando en aquella situación y sin apartar su mirada de él – Me voy a ir hoy mismo y no creo que puedas hacer nada para impedírmelo. Simplemente te lo he comunicado en vez de desaparecer y no dejarte ni tan siquiera una nota…
Re: Back Home [para mi amada esposa]
Claro que se trataba de una broma, no podía ser otra cosa, además la olla y el olor a comida que impregnaba la cocina se lo decía. Nadie se molestaba en hacerle la cena a una persona que vas a dejar ¿quién haría eso? No había que tomarse tantas molestias con alguien con el que cortas tu relación definitivamente.
Pero se equivocaba, parecía que Savannah si se las había tomado.
Al darse cuenta que hablaba en serio se quedó helado. En su fuero interno sabía que no podía tratarse de una broma, su mujer no haría algo así, pero quiso creerlo así; no podía aceptar que Savannah, SU Savannah fuera a dejarle. Ya se los había imaginado cientos de veces en dos sillas que se balanceaban viendo la tele juntos, ya viejos, pero todavía juntos.
Se dejó caer en una de las sillas abatido. No podía ser, no era posible, Savannah le estaba dejando, no se lo podía creer. ¿Pero porque? Cuando se conocieron supo enseguida que estaban hechos el uno para el otro, que el destino por fin había decidido juntarles; Robert siempre definía el día más feliz de su vida con el día en que había conocido a Savannah, no el día en que se casaron.
¿Y todo había acabado?
- ¿Me estas dejando? – Por fin le salieron las palabras, no quería acabar esa pregunta, era todo demasiado real ahora ya. Su voz sonaba seca, sin ninguna emoción, ni depresión, ni angustia, ni enfado; sonaba como si estuviera diciendo que hacía sol. – Muy amable por tu parte dar parte de que me dejas. Para seguir con tu amabilidad podrías decirme el porqué. – Aunque seguía con tono neutro, estaba claro que la situación no le era indiferente.
Si, era en serio. Su matrimonio había acabado, y no le gustaba la idea. Ya no le gustaba la idea cuando estaban separados, no tener a Savannah cerca, no saber a dónde iba, ni con quien le mataba; pero podía controlar sus sentimientos sabiendo que era su mujer, la suya, no la de nadie más, y que cuando llegara a casa allí estaría ella, solo para él. La simple idea de no tener ni eso iba a destrozarle la cabeza, iba a ser imposible.
De repente tuvo un flash, había otro, seguro. ¿Sino porque iba a tener que dejar a Robert? La rabia hirvió en él rápidamente, era fácil querer a Savannah, él lo sabía bien; era imposible no fijarse en ella.
- Hay otro. – La miró acusándola.
Pero se equivocaba, parecía que Savannah si se las había tomado.
Al darse cuenta que hablaba en serio se quedó helado. En su fuero interno sabía que no podía tratarse de una broma, su mujer no haría algo así, pero quiso creerlo así; no podía aceptar que Savannah, SU Savannah fuera a dejarle. Ya se los había imaginado cientos de veces en dos sillas que se balanceaban viendo la tele juntos, ya viejos, pero todavía juntos.
Se dejó caer en una de las sillas abatido. No podía ser, no era posible, Savannah le estaba dejando, no se lo podía creer. ¿Pero porque? Cuando se conocieron supo enseguida que estaban hechos el uno para el otro, que el destino por fin había decidido juntarles; Robert siempre definía el día más feliz de su vida con el día en que había conocido a Savannah, no el día en que se casaron.
¿Y todo había acabado?
- ¿Me estas dejando? – Por fin le salieron las palabras, no quería acabar esa pregunta, era todo demasiado real ahora ya. Su voz sonaba seca, sin ninguna emoción, ni depresión, ni angustia, ni enfado; sonaba como si estuviera diciendo que hacía sol. – Muy amable por tu parte dar parte de que me dejas. Para seguir con tu amabilidad podrías decirme el porqué. – Aunque seguía con tono neutro, estaba claro que la situación no le era indiferente.
Si, era en serio. Su matrimonio había acabado, y no le gustaba la idea. Ya no le gustaba la idea cuando estaban separados, no tener a Savannah cerca, no saber a dónde iba, ni con quien le mataba; pero podía controlar sus sentimientos sabiendo que era su mujer, la suya, no la de nadie más, y que cuando llegara a casa allí estaría ella, solo para él. La simple idea de no tener ni eso iba a destrozarle la cabeza, iba a ser imposible.
De repente tuvo un flash, había otro, seguro. ¿Sino porque iba a tener que dejar a Robert? La rabia hirvió en él rápidamente, era fácil querer a Savannah, él lo sabía bien; era imposible no fijarse en ella.
- Hay otro. – La miró acusándola.
Robert T. Monroe- Humanos
- Soy : Gastón
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Re: Back Home [para mi amada esposa]
Se mordió ligeramente el labio inferior. Realmente no sabía que esperar, cómo iba a reaccionar y todo aquello le estaba empezando a dar cierto miedo, el no poder anticipar los movimientos de la otra persona, el no poder leerle. Sus brazos permanecían totalmente inmóviles mientras sus ojos le miraban directamente a él, como si quisiera descifrar lo que pasaba por su mente en aquellos momentos.
Su labio inferior tembló ligeramente cuando le hizo aquella pregunta tan directa y aunque abrió la boca varias veces, volvía a cerrarla incapaz de pronunciar aquel monosílabo. Respiró hondo y por fin sintió que estaba preparada – Sí, te estoy dejando. – Le respondió al fin intentando que no se notase que estaba poniéndose ligeramente nerviosa, más de lo que debería.
Lo que ya pudo con ella del todo fueron las siguientes palabras de su aún marido. ¿Acaso no la escuchaba? ¿Acaso se había estado haciendo el loco todo aquel tiempo? Hacía unos momentos le había dicho las razones por las cuales no podía seguir compartiendo techo con él, por las cuales tenía que salir de aquella casa. Asfixia. Agobio. Sentía ganas de llorar y ponerse a gritar al mismo tiempo, incluso de romper algo… No entendía, ¿cómo no podía siquiera prestarle un mínimo de atención cuando le estaba hablando y esperar que se quedara con él?
Le había amado. Lo sabía, pero ese fuego que alguna vez pudiera sentir por él hacía mucho tiempo que se había extinguido, como si realmente allí fuera le esperara algo más, como si estuviese destinada a otra persona. Eso le recordó a la conversación que había tenido con Malcolm aquella mañana cerca de la playa y como hablaron del destino, de las historias de cada uno.
Ella tenía en su mano el poder de cambiar su historia y hacerla mejor de lo que era y eso era precisamente lo que estaba dispuesta a hacer.
Estaba por contestarle, por repetirle las mismas palabras que había dicho hacía unos momentos. Sus razones, que para nada tenían que ver con William, pero las esa acusación de Robert la dejó helada. Sus ojos fijos en él y el temblor invadiéndole el cuerpo. Ahora había pasado de estar nerviosa por el hecho de que iba a dejarle y no sabía como reaccionaría a estar furiosa, rabiosa. Era una parte de ella que pocas veces dejaba entrever. Su parte oscura enterrada en algún lugar.
Robert acababa de abrir su caja de Pandora.
- ¿Qué estás insinuando? – Siseó subiendo ligeramente el tono de voz a medida que hablaba. – ¿Estás insinuando que te he sido infiel? ¿Es eso? ¡NO SÉ COMO TIENES LA CARA DE INSINUAR SEMEJANTE COSA! ¡ESTÁS ENFERMO ROBERT! ¡ENFERMO! – Respiró intentando recuperar el aire después de aquellos gritos que le habían salido de alguna parte de su alma, como si hubiesen estado esperando durante mucho tiempo para salir a la luz – ¿NO TE DAS CUENTA DE QUE SIMPLEMENTE NO PUEDO SEGUIR ASI? ¡ME AGOBIAS! ¡ME ASFIXIAS! NECESITO MI ESPACIO, NECESITO… - Necesitaba muchas cosas, pero por encima de todo necesitaba irse de allí – Irme de esta casa y alejarme de ti, de tus enfermizos celos y de esa enfermiza obsesión que tienes con que soy TUYA. No soy un maldito objeto, ¿ENTIENDES? ¡SOY UNA PERSONA! – Se levantó de donde estaba y se dirigió a la puerta de la cocina – Ahí tienes tus razones, Robert. – Le espetó mirándole furiosa por el simple hecho de que hubiese insinuado tal cosa, que hubiese empezado a sentir algo extraño y atrayente por William no quería decir que ella fuese a cometer semejante atrocidad. No a alguien que había querido. Ella no era de ese tipo de personas.
Decidida como había estado en pocas ocasiones en su vida salió de la cocina. No iba a impedir que abandonase aquella casa.
Su labio inferior tembló ligeramente cuando le hizo aquella pregunta tan directa y aunque abrió la boca varias veces, volvía a cerrarla incapaz de pronunciar aquel monosílabo. Respiró hondo y por fin sintió que estaba preparada – Sí, te estoy dejando. – Le respondió al fin intentando que no se notase que estaba poniéndose ligeramente nerviosa, más de lo que debería.
Lo que ya pudo con ella del todo fueron las siguientes palabras de su aún marido. ¿Acaso no la escuchaba? ¿Acaso se había estado haciendo el loco todo aquel tiempo? Hacía unos momentos le había dicho las razones por las cuales no podía seguir compartiendo techo con él, por las cuales tenía que salir de aquella casa. Asfixia. Agobio. Sentía ganas de llorar y ponerse a gritar al mismo tiempo, incluso de romper algo… No entendía, ¿cómo no podía siquiera prestarle un mínimo de atención cuando le estaba hablando y esperar que se quedara con él?
Le había amado. Lo sabía, pero ese fuego que alguna vez pudiera sentir por él hacía mucho tiempo que se había extinguido, como si realmente allí fuera le esperara algo más, como si estuviese destinada a otra persona. Eso le recordó a la conversación que había tenido con Malcolm aquella mañana cerca de la playa y como hablaron del destino, de las historias de cada uno.
Ella tenía en su mano el poder de cambiar su historia y hacerla mejor de lo que era y eso era precisamente lo que estaba dispuesta a hacer.
Estaba por contestarle, por repetirle las mismas palabras que había dicho hacía unos momentos. Sus razones, que para nada tenían que ver con William, pero las esa acusación de Robert la dejó helada. Sus ojos fijos en él y el temblor invadiéndole el cuerpo. Ahora había pasado de estar nerviosa por el hecho de que iba a dejarle y no sabía como reaccionaría a estar furiosa, rabiosa. Era una parte de ella que pocas veces dejaba entrever. Su parte oscura enterrada en algún lugar.
Robert acababa de abrir su caja de Pandora.
- ¿Qué estás insinuando? – Siseó subiendo ligeramente el tono de voz a medida que hablaba. – ¿Estás insinuando que te he sido infiel? ¿Es eso? ¡NO SÉ COMO TIENES LA CARA DE INSINUAR SEMEJANTE COSA! ¡ESTÁS ENFERMO ROBERT! ¡ENFERMO! – Respiró intentando recuperar el aire después de aquellos gritos que le habían salido de alguna parte de su alma, como si hubiesen estado esperando durante mucho tiempo para salir a la luz – ¿NO TE DAS CUENTA DE QUE SIMPLEMENTE NO PUEDO SEGUIR ASI? ¡ME AGOBIAS! ¡ME ASFIXIAS! NECESITO MI ESPACIO, NECESITO… - Necesitaba muchas cosas, pero por encima de todo necesitaba irse de allí – Irme de esta casa y alejarme de ti, de tus enfermizos celos y de esa enfermiza obsesión que tienes con que soy TUYA. No soy un maldito objeto, ¿ENTIENDES? ¡SOY UNA PERSONA! – Se levantó de donde estaba y se dirigió a la puerta de la cocina – Ahí tienes tus razones, Robert. – Le espetó mirándole furiosa por el simple hecho de que hubiese insinuado tal cosa, que hubiese empezado a sentir algo extraño y atrayente por William no quería decir que ella fuese a cometer semejante atrocidad. No a alguien que había querido. Ella no era de ese tipo de personas.
Decidida como había estado en pocas ocasiones en su vida salió de la cocina. No iba a impedir que abandonase aquella casa.
Re: Back Home [para mi amada esposa]
No se lo esperaba, para nada esperaba que Savannah fuera a dejarle; las cosas no iban igual de bien que antes, pero él estaba dispuesto a intentar arreglarlo, ya habían pasado malas épocas en el pasado y poniendo cada uno un poco de su parte siempre podían acabar solucionándolas.
Pero lo que esperaba aún menos era que Savannah se pusiera a gritar como nunca antes había hecho. Jamás, durante los años que habían estado casados, la había visto así de enfadada. Por supuesto que se habían peleado, gritado, y dicho de todo… pero la persona que tenía delante parecía totalmente diferente a la dócil Savannah que encontraba en casa al volver del trabajo.
Se quedó sorprendido. De lo sorprendido que estaba no llegó a procesar las palabras de ella al instante; se había quedado como en estado de shock porque no conocía a esa persona. Tantos años juntos y no había llegado a conocer a la autentica Savannah, la tristeza le embargó al pensar que ya nunca la llegaría a conocer como deseaba, ni a despertar a su lado, ni verla estresada cocinando y hablando de la pastelería, ni tampoco disfrutar de su compañía mientras miraba la televisión o leía. No, todos esos momentos y todos lo que todavía habrían podido vivir se le estaban escurriendo entre los dedos… y lo peor de todo era que él todavía la quería.
Y entonces volvió al mundo real, volvió a ver a la desconocida delante suyo que le gritaba y empezó a entender las palabras. ¿La culpa era suya? Para él no eran lógicas las razones que Savannah le estaba dando.
- ¿Cómo que te agobio? ¡Pero si tienes tu espacio! ¡Tienes tu pastelería, tus amigas! Nos vemos solo cuando ninguno de los dos trabaja. – Robert también se levantó de la silla. - ¡Claro que eres mía! ¡Eres mi mujer! ¡Te casaste conmigo y por voluntad propia! Como si yo te hubiera obligado…
Salió de la cocina detrás de su mujer y le impidió que llegara a cualquier lado interponiéndose en su camino. No iba a permitir que le abandonara, la quería, la necesitaba.
[color=Brown]- Savannah. – Dijo tranquilamente. – Eso no son razones. – Y realmente él no las veía como razones; él no veía que estaba sobre ella las 24 horas del día, necesitando saber dónde y con quien estaba en cada minuto y que iba a hacer después. – Yo te quiero… y siento mucho si te agobio, pero lo hago porque me preocupo por ti. – Hablaba sinceramente. – Siento si te he hecho sentir mal, puedo cambiar. – Le acarició la mejilla dulcemente. – No me dejes, por favor. Te quiero.
Lo que en realidad quería en ese momento era abrazarla y no dejarla ir nunca más, que se quedaran siempre los dos juntos y solos, sin nadie que les molestara, ni nadie a quien Savannah pudiera querer más que a él; para Robert, un mundo en el que sólo existieran ellos dos sería perfecto. Pero en el estado en que estaba ella, no se atrevía a molestarla más.
Pero lo que esperaba aún menos era que Savannah se pusiera a gritar como nunca antes había hecho. Jamás, durante los años que habían estado casados, la había visto así de enfadada. Por supuesto que se habían peleado, gritado, y dicho de todo… pero la persona que tenía delante parecía totalmente diferente a la dócil Savannah que encontraba en casa al volver del trabajo.
Se quedó sorprendido. De lo sorprendido que estaba no llegó a procesar las palabras de ella al instante; se había quedado como en estado de shock porque no conocía a esa persona. Tantos años juntos y no había llegado a conocer a la autentica Savannah, la tristeza le embargó al pensar que ya nunca la llegaría a conocer como deseaba, ni a despertar a su lado, ni verla estresada cocinando y hablando de la pastelería, ni tampoco disfrutar de su compañía mientras miraba la televisión o leía. No, todos esos momentos y todos lo que todavía habrían podido vivir se le estaban escurriendo entre los dedos… y lo peor de todo era que él todavía la quería.
Y entonces volvió al mundo real, volvió a ver a la desconocida delante suyo que le gritaba y empezó a entender las palabras. ¿La culpa era suya? Para él no eran lógicas las razones que Savannah le estaba dando.
- ¿Cómo que te agobio? ¡Pero si tienes tu espacio! ¡Tienes tu pastelería, tus amigas! Nos vemos solo cuando ninguno de los dos trabaja. – Robert también se levantó de la silla. - ¡Claro que eres mía! ¡Eres mi mujer! ¡Te casaste conmigo y por voluntad propia! Como si yo te hubiera obligado…
Salió de la cocina detrás de su mujer y le impidió que llegara a cualquier lado interponiéndose en su camino. No iba a permitir que le abandonara, la quería, la necesitaba.
[color=Brown]- Savannah. – Dijo tranquilamente. – Eso no son razones. – Y realmente él no las veía como razones; él no veía que estaba sobre ella las 24 horas del día, necesitando saber dónde y con quien estaba en cada minuto y que iba a hacer después. – Yo te quiero… y siento mucho si te agobio, pero lo hago porque me preocupo por ti. – Hablaba sinceramente. – Siento si te he hecho sentir mal, puedo cambiar. – Le acarició la mejilla dulcemente. – No me dejes, por favor. Te quiero.
Lo que en realidad quería en ese momento era abrazarla y no dejarla ir nunca más, que se quedaran siempre los dos juntos y solos, sin nadie que les molestara, ni nadie a quien Savannah pudiera querer más que a él; para Robert, un mundo en el que sólo existieran ellos dos sería perfecto. Pero en el estado en que estaba ella, no se atrevía a molestarla más.
Robert T. Monroe- Humanos
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Localización : En comisaría
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Back Home [para mi amada esposa]
¿Qué no la agobiaba? ¿Qué, qué? ¿Perdón? Posiblemente se hubiese quedado con cara de pasmada unos segundos, aunque casi enseguida recordó aquello que siempre decían tanto “la persona que lo hace es la única que no se da cuenta, la última en percatarse de ese hecho - ¡Tengo la sensación de tener tus ojos todo el día en mi cuello! Vigilándome, dónde voy, qué hago, con quién me veo..! Claro, Malcolm no te molesta no es ninguna amenaza para tí – Para ella Malcolm había acabado convirtiéndose en una especie de hermano.
Lo que la hizo abrir los ojos como platos y mirarle anonadada fue precisamente el hecho de que dijera que si que era suya, como si fuera un objeto más de la casa. - ¿Tuya? ¿Acaso soy un mueble más de esta casa? No-soy-de-nadie. ¿Entiendes? ¡DE NADIE! Los matrimonios se pueden acabar, por mucho que hace años – Había olvidado exactamente cuantos – Firmase unos papeles y te diera el “si quiero”. Todo eso puede cambiar...
Del mismo modo que cambiaban las personas, su forma de pensar, su forma de ver el entorno. Su perspectiva de la vida. Everett le había abierto un mundo nuevo lleno de nuevas posibilidades, esas pocas palabras del físico habían conseguido que Savannah viera todo aquello que no veía desde hacia años. Le había quitado la venda de los ojos, le había arrebatado la cegara a la que había estado sometida durante tanto tiempo y Savannah no se iba a dejar cegar otra vez, ni hablar.
Estaba decidida. Eso era exactamente lo que reflejaba en aquellos momentos, una decisión que ni siquiera Robert y sus palabras le iban a arrebatar. Después de tanto pensar, tanto meditar. Pensar incluso las palabras, la forma de decirlo, el momento para decirlo, no se iba a echar atrás. Sería como dar un paso atrás, volver a aquel círculo vicioso del que tantísimo necesitaba salir. Necesitaba respirar, sentir el aire puro... Necesitaba algo muy distinto a lo que tenía en aquel momento.
- ¿Qué no son razones? ¿Acaso todas las razones para romper un matrimonio tienen que girar en torno a una infidelidad? ¿A querer a otra persona? Simplemente ya no te quiero... ¿Tan difícil es de entender? - ¿En serio lo era? Porque creía que se estaba explicando de la mejor manera que aquella situación le permitía, porque si Robert se creía que todo aquello era muy fácil para ella, estaba completamente equivocado. - No quiero que cambies. Simplemente quiero que me dejes irme de aquí... - El contacto de su mano en su mejilla la hizo rehuir, alejándose unos centímetros y girando el rostro para no tener que verle la cara.
Se había interpuesto entre ella y la puerta. Le estaba quitando aquella libertad que tanto ansiaba desde algún recodo de su corazón. Él simplemente estaba haciendo lo que hacía siempre...
No me vas a hacer cambiar de opinión, ves haciéndote a la idea – Puso sus manos sobre el pecho de Robert y le empujó hacia atrás con cuidado pero usando la suficiente fuerza como para apartarle de su camino. Llegó hasta donde estaban las maletas y tomó una de ellas entre sus manos – No me busques, ya sabrás de mí cuando yo lo encuentre oportuno...
Respiró hondo y se encaminó a la puerta tomando el pomo de la misma y girándolo entre sus manos esperando sinceramente que Robert la dejase irse y no hiciera todo aquello más complicado de lo que ya era de por sí.
Lo que la hizo abrir los ojos como platos y mirarle anonadada fue precisamente el hecho de que dijera que si que era suya, como si fuera un objeto más de la casa. - ¿Tuya? ¿Acaso soy un mueble más de esta casa? No-soy-de-nadie. ¿Entiendes? ¡DE NADIE! Los matrimonios se pueden acabar, por mucho que hace años – Había olvidado exactamente cuantos – Firmase unos papeles y te diera el “si quiero”. Todo eso puede cambiar...
Del mismo modo que cambiaban las personas, su forma de pensar, su forma de ver el entorno. Su perspectiva de la vida. Everett le había abierto un mundo nuevo lleno de nuevas posibilidades, esas pocas palabras del físico habían conseguido que Savannah viera todo aquello que no veía desde hacia años. Le había quitado la venda de los ojos, le había arrebatado la cegara a la que había estado sometida durante tanto tiempo y Savannah no se iba a dejar cegar otra vez, ni hablar.
Estaba decidida. Eso era exactamente lo que reflejaba en aquellos momentos, una decisión que ni siquiera Robert y sus palabras le iban a arrebatar. Después de tanto pensar, tanto meditar. Pensar incluso las palabras, la forma de decirlo, el momento para decirlo, no se iba a echar atrás. Sería como dar un paso atrás, volver a aquel círculo vicioso del que tantísimo necesitaba salir. Necesitaba respirar, sentir el aire puro... Necesitaba algo muy distinto a lo que tenía en aquel momento.
- ¿Qué no son razones? ¿Acaso todas las razones para romper un matrimonio tienen que girar en torno a una infidelidad? ¿A querer a otra persona? Simplemente ya no te quiero... ¿Tan difícil es de entender? - ¿En serio lo era? Porque creía que se estaba explicando de la mejor manera que aquella situación le permitía, porque si Robert se creía que todo aquello era muy fácil para ella, estaba completamente equivocado. - No quiero que cambies. Simplemente quiero que me dejes irme de aquí... - El contacto de su mano en su mejilla la hizo rehuir, alejándose unos centímetros y girando el rostro para no tener que verle la cara.
Se había interpuesto entre ella y la puerta. Le estaba quitando aquella libertad que tanto ansiaba desde algún recodo de su corazón. Él simplemente estaba haciendo lo que hacía siempre...
No me vas a hacer cambiar de opinión, ves haciéndote a la idea – Puso sus manos sobre el pecho de Robert y le empujó hacia atrás con cuidado pero usando la suficiente fuerza como para apartarle de su camino. Llegó hasta donde estaban las maletas y tomó una de ellas entre sus manos – No me busques, ya sabrás de mí cuando yo lo encuentre oportuno...
Respiró hondo y se encaminó a la puerta tomando el pomo de la misma y girándolo entre sus manos esperando sinceramente que Robert la dejase irse y no hiciera todo aquello más complicado de lo que ya era de por sí.
Re: Back Home [para mi amada esposa]
No respondió al comentario de Malcolm. Era verdad que le molestaba cualquiera que se acercara a ella; ¿pero no era normal vigilarla? Era su mujer y por tanto era su deber protegerla. Además, tenía que asegurarse que nadie se la quitara, por eso se ponía tan celoso cuando algún hombre se le acercaba; excepto Malcolm, era imposible verle como una posible amenaza, era demasiado… indefinido.
- No he dicho que fueras un mueble. – Murmuró demasiado bajo como para que ella le escuchara.
Pero no se atrevió a contradecirla más, aunque Robert seguía pensando que era suya, era su mujer y le pertenecía. La veía demasiado enfadada como para llevarle la contraria o decirle que lo que estaba diciendo no tenía sentido ni fundamento, que estaba todo en su cabeza. Esa Savannah no la conocía y no sabía ni cómo tratarla ni cómo iba a reaccionar.
- ¿Nuestro matrimonio solo se basa en unos papeles? – La miró entre sorprendido y un poco enfadado. - ¿Las promesas que nos hicimos el uno al otro no tienen ninguna importancia? Lo único que importa es lo que firmamos, no lo que dijimos. – Se cruzó de brazos bastante enfadado ya. – ¡Y por supuesto que puede cambiar! Pero si nosotros cambiamos. Y yo sigo siendo el mismo que cuando te casaste conmigo. – Él no era capaz de ver que la atosigaba, creía que siempre había sido así. – Tengo mis defectos, como todos, pero también los tenía cuando me conociste. Tú tampoco eres perfecta, y yo te quiero.
Para Robert ella era perfecta, con sus defectos y todo era perfecta cuando la conoció, y seguía siendo perfecta años después de estar casados. No le cabía en la cabeza que los sentimientos de Savannah hubieran cambiado, era imposible, estaban hechos el uno para el otro.
Savannah ya tenía las maleas en la mano y estaba girando el pomo de la puerta y Robert no sabía decir, ni que hacer. Como no acababa de entender la situación no sabía cómo se suponía que tenía que reaccionar ¿La tenía que dejar ir? ¿Tenía que interponerse? ¿La tenía que convencer para que se quedara con él? ¿Retenerla a la fueza?
Lo único que tenía claro era que no quería perder a Savannah.
- No puedes hacerme esto. – La cogió con fuerza de la muñeca para impedir que siguiera avanzando y con la otra mano estiró de las maletas para que las soltara. – Estas cosas no se hacen así. Primero se habla, se intenta solucionar… ¡Para algo están los consejeros matrimoniales! – Subió un poco de tono. – Estos pequeños problemas los podemos arreglar si los hablamos, la solución no es largarse a la francesa un buen día sin venir a cuento.
Bastante gente le había advertido que tenía que dejar de atosigar a Svannah, que le tenía que dar espacio, que no tenía que estar encima de ella todo el día a todas horas. Pero él no les hacía demasiado caso, creía que mientras ella no se quejara no pasaba nada; antes siempre se contaban las cosas que no les gustaban del otro, era lo que tenía la convivencia, adaptarse al otro.- No he dicho que fueras un mueble. – Murmuró demasiado bajo como para que ella le escuchara.
Pero no se atrevió a contradecirla más, aunque Robert seguía pensando que era suya, era su mujer y le pertenecía. La veía demasiado enfadada como para llevarle la contraria o decirle que lo que estaba diciendo no tenía sentido ni fundamento, que estaba todo en su cabeza. Esa Savannah no la conocía y no sabía ni cómo tratarla ni cómo iba a reaccionar.
- ¿Nuestro matrimonio solo se basa en unos papeles? – La miró entre sorprendido y un poco enfadado. - ¿Las promesas que nos hicimos el uno al otro no tienen ninguna importancia? Lo único que importa es lo que firmamos, no lo que dijimos. – Se cruzó de brazos bastante enfadado ya. – ¡Y por supuesto que puede cambiar! Pero si nosotros cambiamos. Y yo sigo siendo el mismo que cuando te casaste conmigo. – Él no era capaz de ver que la atosigaba, creía que siempre había sido así. – Tengo mis defectos, como todos, pero también los tenía cuando me conociste. Tú tampoco eres perfecta, y yo te quiero.
Para Robert ella era perfecta, con sus defectos y todo era perfecta cuando la conoció, y seguía siendo perfecta años después de estar casados. No le cabía en la cabeza que los sentimientos de Savannah hubieran cambiado, era imposible, estaban hechos el uno para el otro.
Savannah ya tenía las maleas en la mano y estaba girando el pomo de la puerta y Robert no sabía decir, ni que hacer. Como no acababa de entender la situación no sabía cómo se suponía que tenía que reaccionar ¿La tenía que dejar ir? ¿Tenía que interponerse? ¿La tenía que convencer para que se quedara con él? ¿Retenerla a la fueza?
Lo único que tenía claro era que no quería perder a Savannah.
- No puedes hacerme esto. – La cogió con fuerza de la muñeca para impedir que siguiera avanzando y con la otra mano estiró de las maletas para que las soltara. – Estas cosas no se hacen así. Primero se habla, se intenta solucionar… ¡Para algo están los consejeros matrimoniales! – Subió un poco de tono. – Estos pequeños problemas los podemos arreglar si los hablamos, la solución no es largarse a la francesa un buen día sin venir a cuento.
Robert T. Monroe- Humanos
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Re: Back Home [para mi amada esposa]
Vale, posiblemente no hubiese dicho eso de que fuera un mueble, pero en cierto modo lo había insinuado y no importaba cuántas veces le dijera que no lo había hecho, ella en ese sentido y en ese momento estaba en plan tozuda y nadie le sacaría esa idea de la cabeza. Pudiera ser que no hubiese esas palabras de boca de Robert, pero lo estaba pensando. Lo pensaba seriamente, y lo había pensado muchas veces antes de aquella.
- ¡No! Pero... los matrimonios se basan sobre un papel. Hay miles de parejas que viven juntas, tienen hijos y no están casados..., de la misma manera que esas parejas se pueden romper se ha roto esta. - Suspiró visiblemente cansada, aquello estaba convirtiendo su cabeza en un torbellino emocional – Robert, las promesas se pueden cambiar. Todo en esta vida puede cambiar, ¿acaso no te das cuenta? Vives tan enfrascado en tus rutinas que no te das cuenta que alrededor tuya las cosas cambian, yo incluida. - Si se creía que la gente no cambiaba es que definitivamente tenía que ir a ver a Sydney o algo – Yo también te quiero Rob, pero no de esa manera, te quiero como se quiere a un amigo a un hermano, pero ya no te quiero de “esa” manera.
Estaba empezando a darse cuenta de que era más difícil hacerle entender eso de lo que había creído en un principio. Sabía, por supuesto, que eso no era cuestión de presentarse delante de él y decirle “Quiero dejarlo” que iba a haber más cosas implicadas en todo aquello. Simplemente, había deseado que todo fuese más fácil, más sencillo, que el lo entendiera enseguida, pero al parecer ni aquellos deseos suyos se iban a cumplir.
- ¡Claro que puedo! Puedo y lo haré – Espetó la morena antes de notar como la mano de Robert se cerraba alrededor de su muñeca y tiraba de las maletas consiguiendo al final que las soltará. Le estaba haciendo daño y esa fue la causa de la queja que salió de entre sus labios - ¡Suéltame, me haces daño! - Se quejó en voz alta mientras tiraba de su propia muñeca para que él la soltará. Sabía que aquello podía pasar, que el se interpondría, que le impediría irse... ¿Qué hacer entonces? ¿Tendría que haberle dejado simplemente una nota metida en un sobre en la mesa de la cocina? Aquello si que le parecía cruel y rastrero - ¡No quiero! No quiero intentar solucionarlo, no tiene solución, porque ya no siento nada por ti y no voy a volver a sentirlo.
Ese era el quid de la cuestión, que ya no le amaba y no volvería a hacerlo, principalmente porque no quería volver a caer en aquel círculo vicioso, pero también por la confusión que le provocaba William Sullivan, de alguna manera tenía que descifrar aquel extraño sentir que tenía cuando él estaba al lado, como si fuese lo único que tenía algún sentido. Era extraño pero también se le antojaba en cierto modo... mágico. ¿Cómo describir sino una cosa así?
- No, Robert, hay cosas que no se pueden arreglar... Es imposible – Llegada a ese punto es que ni siquiera tenía interés en arreglar las cosas. Había intentado llamar su atención muchas veces, quizá demasiadas incluso. Más de las que debería. Él debería haberse dado cuenta también de que algo no iba bien, del mismo modo que ella había intentado arreglarlo sin éxito, el debería haber hecho algo - ¿Vas a dejar que me vaya o esto va a terminar por las malas?
- ¡No! Pero... los matrimonios se basan sobre un papel. Hay miles de parejas que viven juntas, tienen hijos y no están casados..., de la misma manera que esas parejas se pueden romper se ha roto esta. - Suspiró visiblemente cansada, aquello estaba convirtiendo su cabeza en un torbellino emocional – Robert, las promesas se pueden cambiar. Todo en esta vida puede cambiar, ¿acaso no te das cuenta? Vives tan enfrascado en tus rutinas que no te das cuenta que alrededor tuya las cosas cambian, yo incluida. - Si se creía que la gente no cambiaba es que definitivamente tenía que ir a ver a Sydney o algo – Yo también te quiero Rob, pero no de esa manera, te quiero como se quiere a un amigo a un hermano, pero ya no te quiero de “esa” manera.
Estaba empezando a darse cuenta de que era más difícil hacerle entender eso de lo que había creído en un principio. Sabía, por supuesto, que eso no era cuestión de presentarse delante de él y decirle “Quiero dejarlo” que iba a haber más cosas implicadas en todo aquello. Simplemente, había deseado que todo fuese más fácil, más sencillo, que el lo entendiera enseguida, pero al parecer ni aquellos deseos suyos se iban a cumplir.
- ¡Claro que puedo! Puedo y lo haré – Espetó la morena antes de notar como la mano de Robert se cerraba alrededor de su muñeca y tiraba de las maletas consiguiendo al final que las soltará. Le estaba haciendo daño y esa fue la causa de la queja que salió de entre sus labios - ¡Suéltame, me haces daño! - Se quejó en voz alta mientras tiraba de su propia muñeca para que él la soltará. Sabía que aquello podía pasar, que el se interpondría, que le impediría irse... ¿Qué hacer entonces? ¿Tendría que haberle dejado simplemente una nota metida en un sobre en la mesa de la cocina? Aquello si que le parecía cruel y rastrero - ¡No quiero! No quiero intentar solucionarlo, no tiene solución, porque ya no siento nada por ti y no voy a volver a sentirlo.
Ese era el quid de la cuestión, que ya no le amaba y no volvería a hacerlo, principalmente porque no quería volver a caer en aquel círculo vicioso, pero también por la confusión que le provocaba William Sullivan, de alguna manera tenía que descifrar aquel extraño sentir que tenía cuando él estaba al lado, como si fuese lo único que tenía algún sentido. Era extraño pero también se le antojaba en cierto modo... mágico. ¿Cómo describir sino una cosa así?
- No, Robert, hay cosas que no se pueden arreglar... Es imposible – Llegada a ese punto es que ni siquiera tenía interés en arreglar las cosas. Había intentado llamar su atención muchas veces, quizá demasiadas incluso. Más de las que debería. Él debería haberse dado cuenta también de que algo no iba bien, del mismo modo que ella había intentado arreglarlo sin éxito, el debería haber hecho algo - ¿Vas a dejar que me vaya o esto va a terminar por las malas?
Re: Back Home [para mi amada esposa]
Pues no, no se daba cuenta que la gente cambiaba, y que también podían cambiar los sentimientos de las personas. Robert vivía tranquilamente, sin arriesgarse y siguiendo siempre un patrón parecido al del día anterior; no le había costado nada salir de su rutina habitual de vivir solo para casarse con Savannah, pero era raro lo difícil que se le hacía ahora pensar en volver a cambiar de nuevo para quedarse sin ella. No le gustaban los cambios.
Suspiró abatido. ¿Le quería como a un hermano? No sabía si prefería eso o que le odiara… ¿Cómo era el dicho? Del odio al amor solo hay un paso. Si le odiara no estaría todo perdido, podía ser simplemente una fase de rebelión o inseguridad o de reafirmación personal. Pero ser como un hermano, entonces ya todo estaba perdido.
Al verla tan desesperada por explicarse, por dejarle claro sus motivos, sus sentimientos… Robert no pudo soportarlo y se resignó a perderla. Quizás se dio por vencido por cansancio o quizás fue un último intento de que Savannah volviera a quererle, ni él mismo lo sabía; pero lo que sabía era que todavía la amaba y no quería verla sufrir. Y en ese mismo momento estaba sufriendo por su culpa.
- Perdón. – Le soltó rápidamente la muñeca que tenía cogida, arrepentido, al darse cuenta de lo que hacía. – No quería hacerte daño. – La miró a los ojos directamente.
Lo decía en serio, refiriéndose tanto al daño físico que lo podía haber hecho ahora mismo en la muñeca, como el que le pudiera haber hecho durante ése tiempo por ser como él era. Aunque ya no importaran sus intenciones, pues ya no había solución para su pareja, Robert no quería destrozar más las cosas.
- No, tranquila. Voy a dejar que te vayas. – Intentó sonreír para ver si Savannah se calmaba un poco, pero solo consiguió una extraña mueca; era de esperar, sonreír era de lo último que tenía ganas. – De todas maneras esto no puede acabar peor… - Alargó la manó y le sacó las maletas a la calle.
Cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en el marco de la puerta, luego dejó caer la cabeza. Tenía un sentimiento horrible en el pecho, quería que parara, o paraba o se ponía a gritar como un loco y no quería que lo último que recordara Savannah de su relación fuera Robert gritando y obligándola a quedarse.
- Savannah… - Empezó, aunque no supo como continuar. ¿Qué se tenía que decir en estos casos? ¿Encantado de haber estado casado contigo? Que frívolo quedaba eso… Optó por la sinceridad, era lo que mejor se le daba. – Eres la persona a la que más quiero de este mundo. Y aunque te vayas, por favor… no me odies.
Suspiró abatido. ¿Le quería como a un hermano? No sabía si prefería eso o que le odiara… ¿Cómo era el dicho? Del odio al amor solo hay un paso. Si le odiara no estaría todo perdido, podía ser simplemente una fase de rebelión o inseguridad o de reafirmación personal. Pero ser como un hermano, entonces ya todo estaba perdido.
Al verla tan desesperada por explicarse, por dejarle claro sus motivos, sus sentimientos… Robert no pudo soportarlo y se resignó a perderla. Quizás se dio por vencido por cansancio o quizás fue un último intento de que Savannah volviera a quererle, ni él mismo lo sabía; pero lo que sabía era que todavía la amaba y no quería verla sufrir. Y en ese mismo momento estaba sufriendo por su culpa.
- Perdón. – Le soltó rápidamente la muñeca que tenía cogida, arrepentido, al darse cuenta de lo que hacía. – No quería hacerte daño. – La miró a los ojos directamente.
Lo decía en serio, refiriéndose tanto al daño físico que lo podía haber hecho ahora mismo en la muñeca, como el que le pudiera haber hecho durante ése tiempo por ser como él era. Aunque ya no importaran sus intenciones, pues ya no había solución para su pareja, Robert no quería destrozar más las cosas.
- No, tranquila. Voy a dejar que te vayas. – Intentó sonreír para ver si Savannah se calmaba un poco, pero solo consiguió una extraña mueca; era de esperar, sonreír era de lo último que tenía ganas. – De todas maneras esto no puede acabar peor… - Alargó la manó y le sacó las maletas a la calle.
Cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en el marco de la puerta, luego dejó caer la cabeza. Tenía un sentimiento horrible en el pecho, quería que parara, o paraba o se ponía a gritar como un loco y no quería que lo último que recordara Savannah de su relación fuera Robert gritando y obligándola a quedarse.
- Savannah… - Empezó, aunque no supo como continuar. ¿Qué se tenía que decir en estos casos? ¿Encantado de haber estado casado contigo? Que frívolo quedaba eso… Optó por la sinceridad, era lo que mejor se le daba. – Eres la persona a la que más quiero de este mundo. Y aunque te vayas, por favor… no me odies.
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