El árbol no niega su sombra ni tan siquiera a quien lo corta {Malvina}

Hoy es un día en el que me habría gustado salir temprano de trabajar, pero al final he tenido que quedarme para suplir el turno de alguien que no necesita el dinero y lo malgasta pidiendo días libres, así que mi idea de ir a hacer limpieza a la casa de la familia que adoptó a mi hija para pasar un rato con ella, si es que está, he terminado gastandoel resto de las horas libres de la tarde en trabajar. La gente se aprovecha a veces de lo mucho que necesito el dinero, soy siempre el primero al que se lo piden y saben que no me niego, uno o dos turnos extra al mes puede suponer la diferencia entre sobrevivir a fin de mes o morirme de hambre lo que quede antes de que me paguen de nuevo, siempre rogando claro que no se retrasen en hacerlo.

Suspiro mientras limpio la barra, pasa de la media noche y la mayor parte de la gente ya está servida y atendida, además con ganas de irse. En un par de horas más podremos cerrar, limpiar e irnos. ¿Megan estará ya durmiendo?, si es así es probable que al final tenga que dormir sobre el césped otra vez, ella dice que no le importa que la despierte pero a mi si me importa.

Hago una leve mueca alzando la vista hacia la mesa que pide una segunda ronda y con gran facilidad preparo las mismas bebidas que llevan pidiendo toda la noche, las pongo todas en una bandeja y les atiendo con rapidez. - Oye chris, ¿por qué no te quedas con nosotras?. Te invitamos una copa - Animan todos. Mi sonrisa más comercial aparece y chasco la lengua. - Si me lo pedis poniéndome ojitos no puedo negarme. - Agarro la bebida que me tienden, una de las que serví y tras chocar todas las copas me la zampo de golpe. Todo parece volverse repentinamente una apuesta de si soy o no soy capaz de embuchármela al completo o me veré obligado a parar.

Al final la dejo vacía sobre la mesa dejándome un leve bigote de la espuma de la cerveza sobre los labios. Me relamo mientras insisten en que me quede y niego. - No me hagáis esto que tengo que volver a currar - Tras lidiar un rato con ellas consigo escabullirme de vuelta a mi trabajo agradeciendo poder dejar de sonar como si fuera gilipollas.

Hace varios años no entendía cuál era el motivo que llevaba a a los camareros a atender a la gente de manera tan atenta, pero al parecer eso influye mucho en si el cliente vuelve o no vuelve. En Storybrooke no es que haya bares de sobra pero al dueño le gusta cuidar a su clientela. Clientes = a dinero. Algo que yo necesito y que no tendré si se marchan. Por eso a ratos me veo obligado a ser gentil, más de lo que quisiera y de lo que lo sería si no estuviese trabajando. En realidad bastante más, teniendo en cuenta que yo detesto mi vida y a la gente por igual.

Alzo mi vista cuando escucho a alguien chillando, no soy el único que atiende pero por lo visto es de esa clase de clientes que lleva tanto esperando que está a punto de perder la paciencia. Salgo de la trastienda avanzando hacia ella esbozando una sonrisa que casi me repatea. Este trabajo no me gusta por ese motivo, sonreír cuando no tengo ganas no es algo que me haga mucha gracia. - Sentimos la espera, pero como verá esto está a reventar. - Hago un gesto con mi cabeza para que mire a su alrededor aunque probablemente no le haga falta y ya se haya enterado sin mi ayuda de lo que le digo.

Acomodo mi ropa un poco por inercia y asiento sutilmente. - ¿Que le traigo?. Si me deja recomendarle algo de comer, la ensalada cesar está arrasando - Utilizo el trapo que hay cerca para limpiar alrededor mientras escucho su petición, sacando una copa, un par de hielos y sirviendo su whisky con gran rapidez. Una vez regreso la botella a su lugar me percato que viene sin compañía, estar en Storybrooke sin compañía es bastante poco habitual. - ¿Está esperando a alguien? - Me meto, aunque no por cotilla ya que en realidad no me importa, sino por lo mismo de siempre: atender al cliente.

Bajo mi vista hacia el libro en el que escribe sin reparar en él más de lo suficiente para llegar a la conclusión de lo obvio, que es alguna especie de diario de estos infantiles donde los niños plasman sus desgracias que probablemente van de haberse partido una uña o no haberse podido comprar algo.

Me habría salido una mueca de desagrado si no estuviera acostumbrado a tragarme incluso lo que siento con mas fuerza de la que puedo. Niego ante su pregunta por muy de acuerdo que esté en ella, cuando le das la razón a la gente los temas de conversación se acaban bastante rápido. Será por eso que la mayoría quiere llevarle la contraria a los demás, al menos aquellos que prefieren oír su voz constantemente antes que la del resto. - Siempre es mejor en compañía - Tengo un millón de formas de refutar cualquier cosa a favor de la soledad que me diga, porque me las han dicho a mi en el pasado un millón de veces. - Una fiesta en soledad no es lo mismo que si viene gente. La primera resulta incluso deprimente - Y supongo que los regalos, pero no es algo que me importe en absoluto.

No soy de la persona que recibe regalos a montón, no me gustan las cosas materiales porque se suman a las dos pesadas maletas que ya tengo que llevar encima cada vez que me mudo de casa y busco un sitio donde dormir. Resulta muy molesto tener demasiadas cosas que llevar. - Y además, si los solitarios son una panda de gruñones, muy "mejor compañía" no habrán de tener -

Una risa bastante irónica se me escapa. "De la soledad no tiene ni idea". Lo que le sorprendería saber que si el diccionario pudiera, habría puesto al lado de soledad una fotografía mía. Sin embargo no añado nada mas al respecto, si algo me ha enseñado la vida es que con las mujeres no se discute, y con los clientes tampoco; refutar algo que dice una combinación de las dos es una tontería. Sirvo los dos chupitos que me pide mientras esbozo una media sonrisa con la vista puesta en el líquido ámbar que cae sobre el cristal y lo rellena gradualmente. - Christian. Me llamo Christian ¿Y tu eres? - No sé en que afecta eso a nuestra conversación, aunque no es la primera vez que me preguntan en este sitio mi nombre y prefiero no ponerme a soltar tonterías como lo primero que se me pasa por la cabeza.

Empujo con un solo de mis dedos uno de los chupitos hacia ella, dejando la botella al lado y alzando el mío aceptando la invitación en una especie de gesto silencioso. - Habrá que buscar alguna excusa para brindar - Luego bajo la voz acercándome a ella y convirtiéndola en un susurro. - Dice la leyenda que si no lo haces te quedas maldito para siempre - Cuando uno es camarero oye tonterías por doquier, al menos son tonterías para mi que no soy de los que creen en nada que no puedan ver y contrastar científicamente.

Chisto cuando dice que brinda por lo que pueda pasar en la noche. Mis noches suelen ser movidas por muchos motivos, o tengo demasiado trabajo o me lo atribuyo yo solo con tal de ganar suficiente dinero para subsistir lo mejor que puedo, sin embargo no soy idiota como para no entender a que cosas se refiere con que podrían pasar. - No me fío mucho del futuro - Es algo en lo que dejé de creer probablemente a los 6 o 7 años cuando fallecieron mis padres y terminé en un hogar de acogida donde nos golpeaban por respirar. Escaparme es lo mejor que he hecho jamás y de todas maneras cuando te aseguras tu solo la supervivencia, el mañana es ese sitio al que probablemente no llegues.

Tienes tantas probabilidades y posibilidades de morir... que no vale la pena molestarse en pensar que se hará mañana. El hambre y el frío son los mayores enemigos de las personas, y yo los paso de sobra. - Pero pagas tu la copa así que fingiré que sí - Ironía pura al más estilo monardi.

Choco los cristales el uno con el otro antes de verla beberse el chupito de golpe, ahogando una risa entre un suspiro ante sus siguientes palabras. - Se me ocurren cosas mas interesantes para hacer con el limón y la sal que ponérselas al vaso - La michelada no es algo que me llame la atención como camarero, probablemente por lo tediosa que resulta de preparar a veces aunque para mi desgracia la piden bastante.

Me bebo el chupito de golpe y lo dejo sobre la barra con un golpe seco, debe ser el sexto de la noche. Estoy acostumbrado a este tipo de trabajo desde los 13, por eso beber no me supone un problema.

Hago una leve mueca que se asemeja a una sonrisa cuando me pide que no me mueva y aunque no estoy muy de acuerdo al principio (incluso sin saber lo que va a hacer) termino por hacerle caso. Mi mirada sigue cada uno de sus movimientos antes de que una especie de suspiro algo melancólico se me escape. Hay una época de mi vida que siempre recordaré con cariño, la misma que al mismo tiempo me atrae y repele. Locuras por doquier, un sin fin de posibilidades, de alcohol, de drogas y de más cosas que me acarrearon más responsabilidades de las que podía hacerme cargo y al final me hicieron perder a una persona excesivamente importante para mi a la que ahora solo puedo ver de lejos mientras crece.

Ruedo los ojos levemente divertido por aquel gesto enlazando su mano con la mía tras que la sal desaparezca de la parte de mi piel donde la puso, invirtiendo las posturas de estas para que ahora sea su mano la que está encima. Hago un gesto interesante sacando uno de los limones de debajo de la barra que suelen estar partidos en agua para utilizar en los cocteles. - Eso se puede arreglar. - Lo dejo a su vista antes de acariciar su piel con el mismo, espolvorear un poco de sal y luego mostrarle "mi obra de arte". - ¿Que tal así? - Se nota a leguas que estoy medio presumiendo de ello. Paso mis labios por encima de la mezcla que he hecho sobre su piel antes de lamerla. - Yo diría que aprobado raspado - Es una ironía que probablemente no entienda, sobre mi pelea con la escuela.

Me separo un instante de ella cuando escucho a varios clientes reclamando la atención de los camareros y viendo los gestos de "otra ronda" casi por la mayor parte de las mesas. Se pasa la media noche, quien cambie de bebida ahora se arriesga a una sobredosis de alcohol en la sangre. Me bebo el chupito en un pispas, relleno las copas otra vez y luego preparo con bastante facilidad un par de bandejas con en mayoría, cervezas sobre estas.

Cuando estoy a punto de llevarlas a su destino alguien se me adelanta. Dejo que lo haga, menos trabajo para mi.