Just a kiss [Privado]

Simone estaba comenzando a descubrir muchas cosas sobre sí misma. Y no, no eran cosas que le gustaran.

Siempre se había considerado una persona de ética y moral, con valores bien en alto y con la cabeza bien fija sobre los hombros, no en las nubes. Alguien centrado, vamos, no alguien que escucha a sus hormonas antes que a su mente o a su corazón. Pues resultaba que no, que era una zorra como cualquier otra, o por lo menos así se sentía.

Debería sentirse feliz con Radd, ¿qué no? Era el chico perfecto. Era dulce y atento, sensible y muy considerado, detallista, honesto y para nada superficial. Era noble, era interesante y guapísimo. Es más, físicamente, debía de ser el chico que más atractivo le parecía en todo Storybrooke. Y aún. Así. No dejaba. De pensar en el idiota de Benetton.

Si al final ir a aquella fiesta – de fiesta nada, había sido puro degenere – en la playa había sido una mala idea. Ahhh allá va ella a bailar muy inocente con el orangután en cuestión, y no, de inocencia no hubo nada, porque él había terminado besándola y ella en un despliegue de descaro y de la manera más sin vergüenza que se le podía ocurrir lo había besado también. Y no un beso casto y para nada malicioso, no, había correspondido a ese beso de una manera que aún le erizaba la piel tan solo recordarlo. No le había pasado eso con nadie más. Había tenido un par de novios, claro, no recordaba un solo beso que le hubiera hecho sentir ni la mitad de lo que ese que Benetton le había robado… y que ella había dejado robar.

Se sentía una persona espantosa. Y es que con tal de sacarse al cavernícola aquel de la cabeza se había empeñado en seducir a Radd hasta que sus impulsos pudieran más que sus intenciones de llevar las cosas con tranquilidad. Porque aquel debía ser el problema, ¿verdad? Ella no quería ir lento, quería pasión, quería emoción y aventura y sentir que en serio le gustaba, que le hacía sentir algo. No había funcionado muy bien. Si, ella y el chico de rastas se conocían ya a un nivel más físico, pero no dejaba de sentir que algo le faltaba… y la situación iba de mal en peor. Mucho peor. Una vez estando en la cama con Radd había visto a un Caleb con dreadlocks. Y NO. NO NO NO. ¡Se negaba a ser esa persona! ¡Estaba con un chico increíble con quien de hecho se entendía de maravilla! ¡Debería estar feliz y enamorada de pies a cabeza! ¡No pensando en ese inútil!

Así que sonreía, aunque por dentro estaba hecha un caos. Necesitaba sacárselo de dentro antes de que arruinara eso que tenía con Radd… no quería lastimarlo, por dios que no. Sería peor que patear un cachorrito…

Iba distraída, se le notaba. Trataba de dejar todo aquello lejos de la consulta porque lo último que quería era lastimar a la mascota de alguien por ir en la cabeza en otros lados. Pero aquella situación le angustiaba y no tenía muy en claro qué hacer. Sus sentimientos eran confusos, y para alguien como Simone que siempre había tenido las cosas claras y seguía el camino que se trazaba cual punta de flecha eso era de lo más angustiante.

Había decidido cruzar por el parque al salir de trabajar esa tarde. Le llevaría más tiempo, sí, pero suponía que algo de aire fresco le iría a hacer bien. Y así había sido hasta el momento en el que, acercándose a unas bancas un gato negro se le cruzó por delante. – Eeeehhh… gatito gatito, boniiito gatito…. – Que se burlaran de ella por ser supersticiosa, no le importaba, pero creía fervientemente que esa clase de señales eran siempre mal augurio y eso era lo último que necesitaba. Nerviosa mantuvo una sonrisa congelada que a ratos parecía más una mueva de inquietud y retrocedió un par de pasos en reversa. Cuanto más lejos del gato negro mejor. Pero claro, yendo de espaldas, ¿cómo iba a darse cuenta de que alguien se acercaba?

Paso atrás. Paso atrás. Paso atrás. No recordaba bien ni siquiera el de dónde había aprendido a tener esa clase de miedos o cuando había comenzado, era simplemente así. Algo que tenía tan arraigado dentro de ella que no tenía más remedio que hacer caso a esa vocecilla que le decía que más valía no tentar al azar. No le importaba lo que nadie más pensara, para ella todas esas supersticiones sobre mala suerte eran verdad. Por muy centrada y racional que pudiera llegar a ser, Simone estaba convencida que todos aquellos cuentos hechos para asustar a la gente sobre malas señales y brujería eran muy ciertos. Debía ser una de las pocas personas que tenían un atrapador de sueños en su habitación y no por propósitos de decoración. A Radd no le molestaba. Le había dicho que lo encontraba hasta tierno. Sus manía eran tiernas para él, y aún así Simone pensaba en alguien más. Que crueldad. Sí, eso era, una persona cruel.

... no tan cruel como el destino, obviamente, que se encargaba esa mañana de que su camino se fuera a cruzar justo con el responsable de sus malestares. Supo que había chocado con alguien pero no exactamente con quien, que no tenía ojos en la espalda - y si los tuviera no podrían ver nada más allá de de su tupida cabellera.

Se había quedado con el Discúlpeme en los labios porque el golpe había sido por torpeza suya, o eso hasta que escuchó aquella voz que de inmediato le dejaba helada. Un horrendo escalofrío le recorrió la espalda y al voltear y verlo con rastas, CON RASTAS de todas las cosas posibles se asustó tanto que dio un saltito y le tumbó el sombrero de un manotazo. ¡AH KARMA DEL DEMONIO! ¡¡Justo así tenía que topárselo!! ¿¿Qué era peor?? ¿Ver a Radd con cara de Benetton o a Benetton con el cabello de Radd?? ¡Pues las dos cosas eran igual de malas! ¡IGUAL!

Habiéndose desecho del sombrero le miró de arriba a abajo con el ceño fruncido. Se veía como si acabaran de arrastrarlo de los pulgares por todas las calles del pueblo. Apestaba a alcohol. Y a nadie engañaba con las gafas oscuras. ¿Y ese despojo de ser humano era el que no se podía sacar de la cabeza y la tenía hecha una maraña de contradicciones?

Todo tenía una explicación lógica, claro. ¿La suya? Pues que era una **** imbécil. No había más.

- Estás pero si operado del cerebro, hazte para atrás, creo que me voy a comenzar a fermentar nada más de tenerte cerca. ¿Pero de qué madriguera fuiste a salir? ¡Vas hecho un desastre! - Retrocedió ella misma un par de pasos, cubriéndose medio rostro con la mano porque no había manera de escapar del penetrante olor a alcohol, tabaco y a saber qué más cosas - bueno, lo sabía, a veces la ropa de Radd olía parecido -, pero claro, con su mala suerte, al retroceder un par de pasos lo que ganó fue un miau muy audible. El condenado gato negro estaba tras de ella. Sobresaltada volvió a dar un pequeño saltito y si no gritó de pura frustración fue por milagro, ¡por qué esas cosas le pasaban a ella!

¿Es que acaso podía estar en peor situación que aquella? Su cercanía le turbaba y le hacía tener pensamientos que no deseaba, que iban en contra de todo lo que ella creía correcto y decente, además de lógico y tolerable. Es más, la próxima vez que se encontrara pensando en él lo que tendría que hacer sería recordarle esa carota de zombie a medio momificar que no podía quitarse de encima y el tufo a alcohol en sus ropas y su aliento. Mejor matapasiones que esa imagen no se le podía ocurrir, ugh…

Se alteraba porque la vida no era fácil y relajada como él creía. No cuando eres rico y no te importa otra cosa más que salir de fiesta. Pero para personas como ella que tenían que trabajar duro por lo que tenían y por los sueños que querían ver cumplidos y que se decían a la búsqueda de cosas que iban más allá de las superficialidades que a él se veía le encantaban, pues no, gente como ella tenía que ser responsable y levantarse temprano para ir a cumplir con guaridas de 24 horas y preocuparse por no echar a perder una relación que bien podría ser la mejor que ha tenido si tan solo se pudiera sacar al simio este de la cabeza.

La observó como quien espera que cayera inconsciente después de tan solo una mirada cuando sonreía al verla tan contrariada. ¡Sí, sí era supersticiosa, demándenla! El punto era que nunca debías cruzarte por el camino de un gato negro, pero nunca nadie le había dicho qué hacer si el gato se empeñaba en seguirte.

No contaba con que él, a pesar de tener 4 de cada 10 neuronas en stand by en esos instantes, iba a acercarse a llamar el felino con toda la calma del mundo. Tampoco que fuera a darle de comer - ¿y el cartón de leche como que de dónde había salido? ¿Qué se había perdido? -. Mucho menos que se pusiera a conversar con el minino de una manera que, tenía que decirlo, le parecía hasta dulce. Se mantuvo observándolos con cierto recelo y de brazos cruzados, algo encogida sobre sí misma, a pesar de que su expresión y su postura se fueron suavizando poco a poco conforme a lo escuchaba. ¿Era posible? ¿El simio era capaz de ser tierno?

Confundida descruzó sus brazos y ahogó un suspiro algo triste. Mejor retroceder discretamente y marcharse antes de hacer o decir alguna estupidez. No pudo porque él se acercaba haciendo despliegue de teatralidad para burlarse de su pequeño problema. ¡Ah! ¡Tan fácil que destrozaba lo poquito de buena imagen que se iba haciendo de él! Le había hasta causado algo de gracia todo lo que había dicho al gato y ahora, poof, de vuelta a cero. No le cabía en la cabeza como alguien podía ser tan ridículamente irritante.

- N-no es gracioso. – Respondió tartamudeando, con el ceño fruncido y volteando el rostro hacia otro lado, donde fuera menos Benetton y sus ojos azules. Radd no se burlaría de ti así, Simone., se dijo a sí misma en un intento de reafirmarse los mil y un motivos por los que el chico de rastas era 10 veces mejor persona que este y que debería sentirse afortunada por estar con él, aunque eso solo le hizo sentir más culpable por no estar entregada al 100%. Maravilloso, lo que le hacía falta.

-Pues obviamente no está herido, sino lo hubiera ayudado.- Le espetó bastante enfurruñada. Oh, claro que veía la ironía, ¡pero no podía evitarlo! Algo muy muy profundo en ella le decía que la magia y las supersticiones no eran algo que tomarse a la ligera, y esas corazonadas no eran algo que se debieran ignorar. Es decir, si esas ideas perduraban a través de las generaciones pues por algo debería de ser, ¿qué no?

- Además tú obviamente le caes mejor que yo. Será que los dos son animales nocturnos. ¿En serio no haces otra cosa que andar por ahí de fiesta en fiesta? – Replicó ya con un poco más de actitud. Si incluso las diferencias que se percibían a simple vista entre ellos eran demasiado contrastantes. No se refería a lo obvio como que mientras ella tenía los ojos oscuros los de él eran de un azul clarísimo, sino que por ejemplo, mientras ella llevaba su filipina azul con motivos de huellitas de perro a las 10 de la mañana, después de haber trabajado toda la noche, él se había desvelado perdiéndose por completo y así lo decía todo en él…

Pues entonces, Simone, si obviamente no tenían nada en común, POR QUÉ DEMONIOS UN BESO LE TENÍA HECHA TANTO LÍO.