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Mensaje por Grace E. Sullivan Mar Sep 25, 2012 11:03 am

Los últimos días se desdibujaban en su cabeza de modo que no hubiera sabido decir con exactitud cuantos habían pasado desde aquella tarde en la que todo se había ido al diablo. Sólo sabía con seguridad que su niñita no estaba y que ya no volvería a estar, todo lo demás eran recuerdos borrosos de enfermeras entrando en su habitación de hospital y mirándola con cara de lástima, de médicos diciéndole que si no comía no podrían darle el alta y de William, que a pesar de todo, había estado todos los días ahí.

Poco a poco, ya fuera por la medicación que le daban o porque a pesar de todo iba asumiendo todo lo sucedido, fue siendo más consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, de todo lo que había sucedido más allá de su bebé y de que debía empezar a afrontar la nueva vida que tenía por delante. Nada volvería a ser igual, y cuanto antes lo asumiera, mejor.

Le habían dado el alta en el hospital, pero no había vuelto a casa. No se veía con fuerzas de volver a enfrentar aquella habitación que con tanto cuidado había estado preparando para su bebé, y tampoco se sentía con fuerzas para enfrentarse a William. Tenían una conversación pendiente, y se debían muchas explicaciones, pero había mucho dolor que superar todavía para poder tratar aquel tema sin herirse más de lo que ya estaban. Había terminado instalandose en casa de Lucas, quien le había dejado todo un ala de su mansión para ella sola, y de momento ahí podía estar tranquila.

Y luego estaba Sebastian...

Pensar en él le producia una mezcla extraña de sentimientos. Seguía teniendo aquella agradable sensación en la boca del estómago cada vez que pensaba en él, pero al mismo tiempo se sentía tremendamente culpable por todo lo que le había hecho pasar. No había hablado con él desde esa tarde, después de asegurarle que estaba dispuesta a marcharse de Storybrooke con él sin mirar atrás. Después de que le rompieran la cara por su culpa y que lo detuvieran por su culpa.
Tenía la sensación que verla sería la última cosa que le apetecería en el mundo, pero tenía que hablar con él. Aunque sólo fuera para pedirle perdón por todo, pues seguramente cualquier opción que hubiera tenido con él se había esfumado después de aquella tarde...

Ponerse en contacto con Sebastian no fue fácil. Ni siquiera tenía su teléfono, y no quería presentarse en su casa sin más, porque sabía que ahí estaría su madre y ya le había causado demasiados problemas. Al final había conseguido que uno de sus alumnos le llevara una nota que decía: "Me gustaría verte. Te esperaré en la playa a las ocho. Grace."

Y cuando llegó a la playa, con la luz de la luna proyectando sombras sobre la arena, ni siquiera estaba segura que él fuera a ir. Se sentó en la arena y dejó que su mirada se perdiera en el horizonte, que casi se confundía con la oscuridad del cielo.
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Mensaje por Sebastian J. Jones Miér Sep 26, 2012 12:22 am

Recordar lo que ha pasado en aquel parque lo que ya parece una eternidad me hace sentirme como un adolescente que no sabe controlar lo que siente, que corrompe todo lo que toca. Mi trabajo de maestro me ha enseñado algo a lo largo de los años y es que los niños son como esponjas y cada cosa que ven hacer a los mayores que están a su alrededor terminan haciéndola, sea para bien o para mal. Reciclar, leer, beber cerveza, pelearse. Puede que en aquel parque hubiésemos estado solo cuatro o cinco personas, pero la gente habla, magnifica las cosas de una manera que asusta y antes de que puedas darte cuenta ya parece haber dos muertos en medio de una pelea donde solo salimos con un par de moretones y unos cuantos días en la cárcel.

Al menos a lo que a mi se refiere porque William jamás pisó aquella cárcel, probablemente porque si lo hubiera hecho le habría matado allí mismo. Y éste último pensamiento es lo que más me asusta de todas las cosas tan impropias de mí que hago últimamente. Pelearme, gritar, beber, cruzar esa línea prohibida que separaba a Grace de un sueño y la transformaba en una posibilidad. La puerta de la sala de maestros se abre de golpe y mi cabeza se levanta del libro que llevo horas intentando leer pero del cual no he avanzado más de dos líneas. La directora está en frente con la mirada puesta sobre mi. - Son los tuyos otra vez. Arréglarlo, ahora - No me da tiempo de negarme, de preguntar a qué se refiere, pero no me hace falta porque ya lo sé.

Cuando entro al aula en la que les he dejado ocupados haciendo un dibujo, me encuentro a dos en el suelo pegándose de ostias mientras alrededor la gente se parte en dos grupos diferentes, los que apoyan la pelea y le echan mas leña al fuego y los asustados que no saben que hacer. En otras circunstancias habría parado la pelea y regañado porque esa clase de cosas no se hacen, pero creo que después de lo sucedido en el parque no tengo derecho a decir algo cómo eso. Al final me decanto por el método tradicional, meterme en medio de la pelea para agarrar en volandas a uno de los implicados dejándolo fuera del alcance del segundo. - Sentaros porque no tengo todo el día -Se lo toman como broma, al menos la gran mayoría a la que escucho reírse mientras toman asiento haciendo un revuelo enorme. Dejo al chico en el suelo agarrándolo de la camisa cuando está aún dispuesto a lanzarse de nuevo contra su compañero. Según he entendido cuando pregunté el motivo de aquella pelea, es que le ha robado un lápiz. - Arthur, no puedes ir por ahí peleándote por una tontería - Me parece tan rematadamente incoherente que aquellas palabras salen de mi boca antes de que piense las consecuencias que puede traerme. - usted se peleó por una chica - Aquella frase me cae como un balde de agua fría.

Ese es el ejemplo que le he dado a mis alumnos con un comportamiento tan troglodita como ese, que vale la pena pelearse por tonterías. Mi mirada se va hacia la puerta cuando ésta se abre, dando paso a una cabizbaja Paula. - ¿Dónde estabas? - A veces me molesta la capacidad que tiene para escabullirse de clase, y no porque se pierda las clases precisamente, sino por lo que puede pasarle por ir dando vueltas por el pueblo sin supervisión. Ella tras un par de murmullos deja una nota sobre la mesa antes de ir a sentarse. Mi vista se baja hacia esa nota y sin leer el nada más que el nombre de quien la envía siento que algo dentro de mí da un brusco bote.

Suspiro por lo bajo antes de volver a mirarles a ellos, dándole una palmada a Arthur en la espalda para que vuelva a su asiento. - Supongo que os debo una explicación sobre todo esto. Os habréis enterado de lo que pasó en el parque, en fin... todo el mundo lo ha hecho - Aquello me irrita de una forma que no comprendo. Suelto todo el aire de golpe mirando el techo un momento antes de volver a mis alumnos. - Pelearse no está bien. Ni por un lápiz, ni por una chica, ni por nadie. Pero nunca se ha tratado de porqué te peleas o con quien. Sino porqué merece la pena hacerlo -Me apoyo contra el escritorio poniendo mis manos sobre éste meditando bien mis palabras antes de seguir. - No justifico la manera en la que he hecho las cosas, y sí, aunque no sea precisamente el ejemplo pelearse no está bien. Pero a veces, hay personas que con las palabras no entienden, a veces... necesitas defender a una persona con tanto ahínco que te ves obligado a usar la violencia - Me separo del escritorio y avanzo hacia uno de mis alumnos agachándome delante de su escritorio. - Tu tienes una hermana gemela, ¿verdad Evan? - El niño asiente. - Está en la clase de al lado. Es muy tímida y se asusta con facilidad, ¿Que es lo que haces cuando la ves llorar? - Se relame los labios antes de contestar. - Buscar al tonto que la ha hecho llorar - Murmura por lo bajo. - Porque la quieres mucho ¿verdad? - Él asiente. - Es ese es un motivo. Un muy buen motivo. - El timbre suena y la hora de clase finaliza. Cómo siempre se aglomeran en la puerta intentando salir todos a la vez por un sitio por el cual solo cabe uno.

Me siento sobre la mesa tomando la nota para leerla ésta vez entera alzando la vista cuando siento que hay alguien mirándome tan fijamente que podría atravesarme. Me encuentro con la mirada de Paula que un par de segundos después suelta una sonrisa de esas suyas antes de salir y perderse por el pasillo. Por algún extraño motivo se me viene a la cabeza su obsesión con aquel libro de cuentos y que probablemente se le estuviese pasando por la cabeza mientras me miraba. Suspiro teniendo un poco de envidia en su capacidad para creer ciegamente en la magia.

Salgo del colegio directo hacia mi casa para hacer el resto de tareas que me quedan para la tarde y cuando el reloj marca las 7.30 me preparo para ir a la playa. Aquel lugar me trae buenos recuerdos de absolutamente todas las cosas que he vivido en ese pueblo: las excursiones, el pecesillo de colores, los domingos y el verano... aunque he de admitir que hace mucho tiempo que no paso mis veranos en la playa... lo que me parecen miles de años.

A esas horas la playa está vacía, es tarde, el sol está cayendo e incluso empieza a hacer frío. Avanzo por la playa buscándola pero al mismo tiempo con una lentitud que podría decirse que una parte de mi no quiere encontrarla. Mi mano se va por inercia hacia la mejilla donde la herida mas notable de toda aquella pelea aún se nota, aunque levemente. ¿Por qué se supone que va a querer hablar conmigo después de lo que pasó?. Le jodí la vida, fastidié su matrimonio, perdió a su marido, se peleó con su mejor amiga, me cargué toda su reputación y... además según los rumores, también ha perdido a su bebé.

Desde que aquellas palabras llegaron a mis oídos no he tenido fuerzas para mirarla a la cara. He tenido incluso el descaro de dejar de ir al hospital por si cree que atiborrándose de trabajo desaparecerá todo el dolor que aquella pérdida le ha causado. No tengo excusas. Si me pregunta porqué hice lo que hice.. no sabré que decirle. Entonces la distingo cerca del agua mirando al horizonte y con el viento golpeándola de frente, a lo lejos, donde aún con la distancia puedo percatarme de que su barriga ya no está.
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Mensaje por Grace E. Sullivan Miér Sep 26, 2012 3:16 am

El viento que soplaba en sus oídos y el rumor del vaivén de las olas habían impedido que oyera llegar a Sebastian. Sin embargo como si un extraño presentimiento la hubiera obligado a hacerlo giró la cabeza y le vio. Y fue en ese preciso instante en el que se dio cuenta de lo nerviosa que estaba. Le aterrorizaba la idea que él pudiera empezar con los reproches o incluso peor, que notara desprecio al haberse dado cuenta del tipo de persona que era. Porque... ¿Quien en su sano juicio querría estar con alguien que engañaba a su marido y provocaba que todos a su alrededor lo pasaran mal?

Se levantó de la arena con algo de dificultad (los puntos de la cesárea todavía eran un doloroso recuerdo físico de todo lo que había sucedido) para también empezar a acercarse a él. Y cuanto más se reducía la distancia entre ellos, más se apretaba el nudo que tenía en su interior. Sebastian estaba serio, y en su mejilla todavía se podía ver una herida a medio curar, seguramente recuerdo de esa tarde.

Cuando por fin sus pasos y los de él les juntaron, se detuvo, y entonces se dio cuenta de que no tenía ni idea de por donde empezar. ¿Que iba a decirle? ¿Que sentía haberle metido en todos aquellos problemas? ¿Que la perdonara? ¿Si todavía tenía alguna posibilidad o simplemente estaba ahí para decirle que se mantuviera alejada?

- No estaba segura de si ibas a venir...

Seguramente aquella era la peor frase del mundo para empezar con aquella conversación, pero la medicación que todavía la obligaban a tomar y lo poco que dormía, a parte de darle aquel aspecto pálido y ojeroso, hacían que su mente estuviera constantemente nublada, haciendo que le fuera complicado pensar con claridad.
Y luego estaban los sueños. Aquellos malditos sueños en los que noche tras noche aquel duende grotesco se le aparecía para reclamarle su bebé como la parte que le correspondía a un supuesto trato que habían hecho. Definitivamente no habían sido unos días fáciles.

- Sebastian yo... Lo siento. Siento que te vieras metido en medio de mis problemas... Ya sé que esto no va a arreglar nada ni va a cambiar lo que ya ha pasado... Pero las cosas no se suponía que debieran ir así... No se suponía que yo hiciera las cosas así...

Ahora que veía las cosas con un poco más de perspectiva, tenía muy claro que todo había sido un problema de sinceridad. No había sido sincera con William (de hecho él tampoco lo había sido, pero no tenía sentido que se perdieran en ver quien había sido menos sincero de los dos), pero lo más importante de todo no había sido sincera consigo misma. Se había empeñado en creer que todo lo que sentía cuando estaba con Sebastian era por culpa de sus hormonas de embarazada, y que si seguía ignorándolo desaparecería del mismo modo en que había llegado: rápido y sin avisar.
El caso es que aquellos sentimientos no habían desaparecido, sino que habían ido creciendo hasta el punto de hacerle imposible diferenciar lo que era correcto de lo que no lo era. Hasta el punto de que todo había terminado por explotarle en las narices.

- ¿Estás...? – no acabó la pregunta. Iba a preguntarle si estaba bien, la misma pregunta que había estado dirigida a ella tantas veces en los últimos días y a la que había acabado sin saber qué responder, porque no tenía clara la respuesta – ¿Te duele? – acabó por preguntar al final, levantando la mano derecha con intención de tocar la herida de su mejilla, pero a medio movimiento cambió de idea y volvió a dejar el brazo inerte a un lado. - Siento eso también... – y incapaz de sostenerle la mirada, bajó la cabeza y fijó los ojos en la arena que había a sus pies, avergonzada de ella misma y todo lo que había provocado a su alrededor.
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Mensaje por Sebastian J. Jones Miér Sep 26, 2012 4:03 am

Cada paso que da hacia mi hace que el corazón se salte un latido, intento mantener fría la cabeza, algo que con ella me cuesta demasiado y suelto un suspiro una vez la tengo cerca, algo de lo que me arrepiento casi al momento. Desvío la vista hacia una parte al azar cuando deja caer la posibilidad de que yo no fuese a venir, me parece una severa tontería teniendo en cuenta que soy yo quien tiene problemas para dar la cara después de lo que pasó. Niego suavemente, intentando hacerle entender sin palabras que no es su culpa y que cualquier estupidez que haga es simple y llanamente porque soy imbécil.

Meto las manos dentro del bolsillo con algo de frío, no me he traído un jersey puesto que por el día no suele hacer viento como éste y he cometido el error de no pensar en ésto antes de venir. ¿sus problemas? ¿Haberme metido? Alzo mi vista hacia ella sin saber si va en serio o está atribuyéndose la culpa por algo que no entiendo, frunciendo un poco el entrecejo. - Problemas que no tenías hasta que yo me metí - Lo he pensado mucho, incluso con el repentino y excesivo odio que siento hacia William desde entonces, sé que tiene razón, que yo me metí, que él estaba en todo su derecho de intentar matarme y que lo vea por donde lo vea la culpa es exclusivamente mía.

Puede que ellos no fueran felices, pero iban a ser padres. Mi vida como maestro me ha enseñado que un bebé a veces arregla pequeños problemas entre parejas que están destinadas la una a la otra. Ahora no tienen nada, ni pareja, ni vida, ni tampoco bebé. Llevo mi mirada a su mano cuando la levanta y estoy tentado a retroceder aunque al final no hace falta porque no llega a tocarme si quiera. - Hay otras cosas que me duelen más - Haberla hecho pasar por todo lo que ha pasado, ser el culpable de que perdiese el bebé porque sí, es mi culpa si tenemos en cuenta que el estrés de la pelea fue el que le provocó el parto que acabó como acabó.

Hago una mueca restándole importancia, ni siquiera encuentro palabras adecuadas para contrarrestar aquello, para que entienda que no tiene nada de lo que disculparse y que soy yo quien debería hacerlo. - Siento mucho lo de tu... - Creía ser capaz decírselo sin que la voz se me quebrara, pero lejos de quebrarse básicamente desapareció. Intento recuperar la voz, pero a pesar de ello no lo consigo, el "tu hija" no me sale en la misma frase. - ...todo lo que te he hecho - Entenderé que no quiera volver a verme, eso también se me pasa por la cabeza pero no me sale decírselo, probablemente porque una parte de mi en realidad no quiere dejarla, aunque esa otra más sensata se interpone sobre el resto.
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Mensaje por Grace E. Sullivan Miér Sep 26, 2012 5:10 am

Aquello no tenía el más mínimo sentido. Ahí estaban los dos, cada uno creyendo que lo que había pasado era únicamente culpa suya cuando Grace tenía claro que la única culpable era ella... Pero el caso es que no llegarían a ninguna parte de ese modo. Negó levemente con la cabeza mientras se obligaba a volver a levantar la vista de la arena para fijarla en él.

- Tenía problemas mucho antes... Y no fuiste tú... Tú no tienes la culpa de nada. Era yo la que estaba casada con alguien a quien hacía mucho tiempo que no amaba, pero aún así intentaba fingir que todo estaba bien... La que empezó a quedarse más de la cuenta en la habitación de tu padre... Tú no me obligaste a que sintiera lo que sentía cuando estábamos juntos, ni a asegurarte que me iría de Storybrooke contigo...

El haber empezado a sincerarse había sido toda una liberación. Hacía demasiados días que tenía aquello dentro y nadie con quien pudiera hablarlo. Willow parecía estar desaparecida y no quería molestar a los demás... Suficiente hacían intentando ayudarla después de todo...

- Había olvidado la forma en la que suponía que debía sentirme con William... Y no fue él quién hizo que lo recordara... Por eso, aunque el bebé... - se interrumpió a media frase porque todavía era incapaz de decirlo en voz alta, y se sentía demasiado al borde de las lágrimas para tantear ese terreno - Y aunque nosotros por alguna extraña razón no hubiéramos empezado a pasar más tiempo juntos.... El final hubiera sido el mismo. Tengo mucho cariño a William, pero no lo amo. Ni siquiera recuerdo el tiempo en el que lo hacía...

Y es que en verdad, los recuerdos de ella y William felices se perdían en su memoria, y eso si que no era efecto de las medicaciones. Ya antes de que nada de eso sucediera había tenido la sensación de que la boda, o incluso antes, cuando había empezado a salir, eran recuerdos lejanos, que cada vez se desdibujaban más, como si simplemente fueran imágenes que alguien habían puesto ahí y en las que ella hubiera creído ciegamente.

- He hecho las cosas tan complicadas como he sabido y siento que lo he jodido todo... Voy a divorciarme de William, Willow no quiere saber nada de mi y... tengo la sensación que también te perdí a ti en el mismo instante que te encerraron por mi culpa...

Volvió a bajar la mirada hacía la arena al mismo tiempo que notaba un par de lágrimas bajar por sus mejillas. No, no quería volver a llorar. Sentía que no había hecho otra cosa desde que había despertado de la anestesia en aquella habitación de hospital. Levantó su mano derecha para limpiarse los restos de sus mejillas, dispuesta a no dejar que él la viera en ese estado.
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Mensaje por Sebastian J. Jones Vie Sep 28, 2012 9:59 pm

A pesar de lo mucho que intenta que lo entienda tengo la extraña sensación de que lo hace solamente para que yo no me sienta mal, aquellas palabras llegan tarde porque ya no cabe ni una sola y pequeña posibilidad de que yo me sienta mejor. Su matrimonio iba mal, todo esto habría pasado, puede que sea lo cierto y eso no voy a discutirlo, pero no ha pasado como debería haber sido, no ha pasado porque ellos han hablado tranquilamente y lo han dejado, ha pasado porque yo me he metido en medio y los he forzado a todos a hacer aquellas atrocidades que ademas también cometí yo. ¿Desde cuando peleo yo por una chica? ¿Desde cuando mi solución para todo son los golpes? ¿Desde cuando la necesidad de beber se hace mas grande que la de pensar una salida a todos los problemas que se me vinieron por delante de golpe?.

Hace mucho que ya ni siquiera entiendo mis reacciones, como si una parte de mi que siempre ha estado así despertara de golpe. Probablemente aquella del adolescente rebelde y desbocado del que mi madre siempre habla cómo si fueran días tan lejanos y terroríficos que se alegra de que ya no sean parte de su vida. Si alguien me pregunta no consigo recordar absolutamente nada de aquella época, en las peleas que me metí, en las clases que me salté, en las materias que suspendí, solo recuerdo haber tomado la decisión de que quería ser maestro con todas mis fuerzas y que para ello debería empezar a ser parte del ejemplo y no de las características que la sociedad quiere abolir.

Dejo que termine porque sinceramente se me ocurren tantos motivos para descartar todo lo que ha dicho pero no tengo ánimos de decírselo. Me mantengo firme con mis manos dentro de los bolsillos, apretándolas con una fuerza incalculable al tiempo que controlo reacciones que para con ella me habrían salido por inercia. - El problema es que las cosas ocurrieron de una manera en la que no deberían haber ocurrido - Sé que no va a entenderlo, sé que le va a pillar tan fuera de mí que ni siquiera va a reconocerme. Desde aquella tarde en la que me pasé demasiadas horas queriendo matar a su marido incluso sin tenerlo delante me he dado cuenta de que fiarme por lo que siento es la cosa mas peligrosa que puedo hacer ahora, así que desde entonces intento mirarlo desde un punto completamente racional, sin sentimientos de por medio que me hagan cometer errores que pueden costarme la vida. - Ocurrieron porque yo me metí, ocurrieron porque yo te pedí que vinieras conmigo - El solo pensar en ello hace que algo explote en mi pecho porque nada mas termino la frase recuerdo aquel sí tan seguro que me dio cuando se lo pedí, un sí que me importaba en ese momento más que cualquier otra cosa.

No se me ocurre como pudieron enterarse de que estábamos allí. ¿Casualidad? ¿mala suerte?. Es probable que si no hubiesen llegado nunca ahora estuviésemos a miles de kilómetros de aquí, desconocedores de todo el odio que nos tienen, que le tienen a ella por lo que hizo, que me tienen a mi por lo mismo, pero nos daría exactamente igual. Ojos que no ven, corazón que no siente. - Lo siento mucho. Tenía un mal día. - Mi madre, mi padre, un cúmulo de cosas que me hicieron necesitarla más de lo que me estaba permitido teniendo en cuenta que está casada y que me hicieron cometer aquella terrible locura que lo llevó todo al desastre. - Nunca debí pedirte tal cosa, debí seguir entre las sombras esperando el momento en el que lo dejaras, en el que las cosas siguieran su rumbo, en el que yo pudiera ocupar su lugar sin causar todo este caos. - A estas alturas del tiempo debo tener las manos blancas, porque la fuerza con la que las aprieto dentro de la chaqueta es cada vez mas grande. - Ahora haga lo que haga, quedarme o irme, esos malos recuerdos siempre estarán ahí - Siempre la acompañará la imagen de mi pegándole a su marido, de su mejor amiga mirandola con aquella cara de decepción tan grande, de los gritos, de los golpes, de la pelea, de la sangre... del parto que al final llevó a su hija a la tumba.

En ruinas... es así cómo ha quedado algo que podría haber sido un gran y precioso hogar.
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Mensaje por Grace E. Sullivan Dom Sep 30, 2012 2:12 am

¿Es que no lo entendía? Daba exactamente lo mismo que las cosas deberían haber estado hechas de otro modo. Lo hecho, hecho estaba y no había forma de volver atrás. Era completamente consciente de que su forma de hacer las cosas había sido completamente equivocada, que habría tenido que escuchar antes la voz de su razón que le decía que aquel matrimonio no iba a ninguna parte, que por mucho que su bebé naciera no habría forma de arreglarlo y no simplemente dejarse llevar por su corazón. Había sido cobarde y había tomado la salida fácil. Había decidido dejarse llevar por aquella sensación bonita que sentía cuando estaba con Sebastian en vez de enfrentarse a las complicaciones de su día a día con William. Había huído de los problemas hasta que estos le habían dado en toda la cara.

- Tu no debiste pedirme que me fuera contigo. Yo no debí decirte que me iría y desde luego no debí besarte. No hasta haber podido hablar con William... Pero da igual como las cosas se supone que deberían haber sido. Fueron las que fueron, y eso ya no podremos cambiarlo...

Igual que no podía cambiar aquella horrible sensación de que dijera lo que dijera o hiciera lo que hiciera no habría nada que pudiera hacer cambiar de idea a Sebastian. Lo notaba más lejano que nunca a pesar de tenerlo ahí a pocos pasos. Y la idea de perderlo definitivamente, a él de entre todas las personas de Storybrooke, fue lo suficientemente dolorosa para que las lágrimas volvieran a rodar por sus mejillas y ya esta vez poco le importó que él lo viera.

- ¿Entonces esto es todo? ¿Tuviste un mal día y ya? ¿Nos resignamos a pensar que porque lo nuestro no empezó de la forma correcta ya no merce una oportunidad? ¿Por no haber hecho las cosas de la forma en que se suponía que tenían que estar hechas?

Simplemente había sido lo bastante estúpida como para pensar que dentro de la oscuridad depresiva en la que había estado sumida los últimos días todavía quedaba una luz de esperanza. Estar con Sebastian no iba a arreglar sus problemas (incluso podría empeorar las habladurías de la gente), ni iba a reparar sus pérdidas, pero al menos sería algo bueno a lo que aferrarse. Un punto de partida para poder empezar a superar todo aquello. Ahora esa luz estaba casi apagada del todo, y ella volvía a notar aquel agujero inmenso en el centro de su pecho más profundo que nunca.

- ¿Sabes? Hay algo peor... Mucho peor que los malos recuerdos... Tener que enfrentarlos estando completamente solo en el mundo... Cuando a nadie le importa como te sientes...

Y ya sin poder sostenerle más su mirada sabiendo que lo había perdido se giró de espaldas y simplemente lloró sintiendo que ya no le quedaban motivos para seguir siendo fuerte.
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Mensaje por Sebastian J. Jones Miér Oct 03, 2012 12:04 am

Ya no tiene importancia ninguna lo que yo diga, ni lo que piense, ni lo que sienta. Hace tiempo que todo ésto ya no depende de mi. Bajo la vista al suelo mientras intenta explicármelo, intenta asegurar que soy yo quien está equivocado y aunque parte de mi desearía tener fe en las mismas cosas que ella, hay otra que está muerta por completo. No me reconozco, no se quien soy ni mucho menos que he hecho exactamente para sentirme ajeno a mi mismo. Hago cosas que no son propias de mi, que dejé de hacer en su momento y que prometí que no volvería a hacer. Me he convertido en una mala persona. He fallado más promesas a mi mismo que en toda mi vida y si esa es la clase de persona que soy ahora no me merezco a una chica como ella. Mi madre siempre decía que cuando estás con la persona adecuada eres mejor persona, y si no lo eres es porque no es la adecuada. Por eso sienta lo que sienta ya no importa, porque aunque me duela en el alma debo dejarla marchar antes de que le haga más daño que todo lo que le he hecho ya.

Sus lágrimas son como puñaladas en mi alma, una tras otra y me veo obligado a hacer gala de toda la fuerza de voluntad que me queda para convencerme a mi mismo de que todo ésto no es asunto mío, que yo no tengo derecho ninguno a preocuparme por ella porque esa era solo una excusa para colarme en su vida antes de estropeársela por completo. - No estas sola - Me gustaría pensar que no, que tiene amigos que a diferencia de Willow no les importa lo que ha hecho, no les importa que le haya jodido la vida a un buen hombre. Pero... ¿Y si me equivoco?. La duda me hace plantearme por un momento algo que no puedo permitirme, hablar con ella, porque su sola voz basta para que me vuelva majareta. - Willow estará enfada ahora, pero eres su mejor amiga. No podrá estar enfadada para siempre - Es así cómo pasa siempre en las historias que les cuento a mis alumnos. Los amigos pelean, si no fueran amigos no pelearían, pero luego todo pasa y vuelven a estar juntos. Lo mejor de todo eso es que cada pelea hace su amistad mucho más fuerte.

Suelto un suspiro y en ese mismo instante me encantaría tener una maquina de el tiempo para poder echar hacia atrás y corregir errores tan estúpidos que me resultan casi patéticos. Pero todos esos pensamientos se desvanecen mientras la veo marcharse. Durante un instante cierro los ojos y siento que el mundo se ha parado por completo, la sensacion de perderla, de que será la última vez que oiga su voz dirigirse a mi para cualquier cosa... todo eso se aglomera dentro de mi de una forma en la que, por extraño que parezca, me deja una sensación de dejavu.

Doy media vuelta e intento no mirar atrás, mantener mis manos dentro de los bolsillos aferrándose a las monedas con fuerza para no cometer el error de detenerla y luego me marcho dejando las huellas de mis pisadas en la arena que se desvanecen cuando la marea sube y cubre cualquier rastro o pista de que hubiese pisado aquella playa.
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