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A escondidas [Sebastian]
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A escondidas [Sebastian]
Antes de la noche anterior sus días eran largos y monótonos, pero no era algo que le importara demasiado porque no solía tener prisa para que llegara la noche, porque por la noche era cuando llegaba el insomnio y las pesadillas, y era probablemente la peor parte del día. Pero aquel día era totalmente distinto. Ella se sentía distinta, y por primera vez en mucho tiempo lo afrontaba después de unas horas de sueño reparador.
Se había despertado cuando el sol brillaba alto en el cielo y la verdad ya no recordaba la última vez que eso había sucedido. Automaticamente su cabeza giró hacia el otro lado de la cama, que se encontró vacío a excepción de una pequeña nota que descansaba sobre la almohada y que más o menos decía que no había querido despertarla cuando había tenido que marcharse a trabajar, porque creía que necesitaba aquellas horas de sueño (y en verdad era así), y que se verían esa noche.
Por alguna razón desde entonces sonreír parecía bastante más sencillo. Ella misma se sentía más ligera e incluso le pareció que las permanentes bolsas oscuras debajo de sus ojos se habían reducido notablemente. Por supuesto había problemas que seguían ahí, y que seguramente seguirían ahí durante mucho tiempo, y otros pesarían sobre ella para siempre, pero al menos no se sentía la persona más desdichada del planeta, sino que por primera vez desde hacía mucho tiempo (mucho antes de aquella tarde que marcó el antes y el después en su vida), sentía como la esperanza de tener un futuro feliz volvía a estar a su alcance.
Se pasó el día nerviosa como una adolescente torpe, mirando obsesivamente el reloj y dando gracias que Lucas parecía estar demasiado ocupado con a saber qué para pasar por casa y ver su estado, porque habría visto al instante que pasaba algo. Había sacado practicamente todos los vestidos de su armario y los había vuelto a guardar, antes de darse cuenta de que no necesitaba nada demasiado arreglado. No quería llamar la atención dejándose ver por las calles de Storybrooke, de repente con buen aspecto, con vestido y tacones. De todos modos si que escogió algo un poco más femenino que la bata y el pijama de la noche anterior. Sonrió una vez más mirándo su reflejo en el espejo, notando como las comisuras de los labios ya no le tiraban tanto al hacerlo, como si empezaran a acostumbrarse de nuevo a ese gesto y salió de la mansión de los Gilbert.
La noche anterior, antes de dormirse, Sebastian le había explicado como debía dirigirse a la parte trasera de su casa. Había un callejón pequeño al que daba una de las ventanas de la cocina. Se giró un par de veces para asegurarse que nadie le estaba prestando atención antes de girar hacía dicho callejón. Se arregló un poco el cabello pasándose varias veces las manos por él y finalmente golpeó suavemente con los nudillos en el cristal tal y como habían acordado.
Se había despertado cuando el sol brillaba alto en el cielo y la verdad ya no recordaba la última vez que eso había sucedido. Automaticamente su cabeza giró hacia el otro lado de la cama, que se encontró vacío a excepción de una pequeña nota que descansaba sobre la almohada y que más o menos decía que no había querido despertarla cuando había tenido que marcharse a trabajar, porque creía que necesitaba aquellas horas de sueño (y en verdad era así), y que se verían esa noche.
Por alguna razón desde entonces sonreír parecía bastante más sencillo. Ella misma se sentía más ligera e incluso le pareció que las permanentes bolsas oscuras debajo de sus ojos se habían reducido notablemente. Por supuesto había problemas que seguían ahí, y que seguramente seguirían ahí durante mucho tiempo, y otros pesarían sobre ella para siempre, pero al menos no se sentía la persona más desdichada del planeta, sino que por primera vez desde hacía mucho tiempo (mucho antes de aquella tarde que marcó el antes y el después en su vida), sentía como la esperanza de tener un futuro feliz volvía a estar a su alcance.
Se pasó el día nerviosa como una adolescente torpe, mirando obsesivamente el reloj y dando gracias que Lucas parecía estar demasiado ocupado con a saber qué para pasar por casa y ver su estado, porque habría visto al instante que pasaba algo. Había sacado practicamente todos los vestidos de su armario y los había vuelto a guardar, antes de darse cuenta de que no necesitaba nada demasiado arreglado. No quería llamar la atención dejándose ver por las calles de Storybrooke, de repente con buen aspecto, con vestido y tacones. De todos modos si que escogió algo un poco más femenino que la bata y el pijama de la noche anterior. Sonrió una vez más mirándo su reflejo en el espejo, notando como las comisuras de los labios ya no le tiraban tanto al hacerlo, como si empezaran a acostumbrarse de nuevo a ese gesto y salió de la mansión de los Gilbert.
La noche anterior, antes de dormirse, Sebastian le había explicado como debía dirigirse a la parte trasera de su casa. Había un callejón pequeño al que daba una de las ventanas de la cocina. Se giró un par de veces para asegurarse que nadie le estaba prestando atención antes de girar hacía dicho callejón. Se arregló un poco el cabello pasándose varias veces las manos por él y finalmente golpeó suavemente con los nudillos en el cristal tal y como habían acordado.
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Grace E. Sullivan- Realeza
- Soy : Princesa Aurora
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Fecha de inscripción : 04/06/2012
Re: A escondidas [Sebastian]
Levantarme esa mañana había sido rematadamente complicado más que nada porque no había dormido en absoluto durante la noche. Me desperté varias veces cómo si hasta el mas mínimo ruido de una aguja pudiese sonar cual una bomba dentro de mis oídos y me pasé la mayor parte de las tres horas hacia el amanecer solo mirándola, asegurándome de que no es un sueño ni una mala jugarreta de mi cabeza. Para cuando consigo convencerme de que seguirá ahí por muchas veces que me duerma es cuando la alarma del teléfono vibra dentro de mi bolsillo. Llevo la mano y apago la alarma antes de que llegue a sonar y me quedo estático durante un momento, evaluando que no la haya despertado y de ser así conseguir fingir que no voy a irme para que regrese a su sueño.
Para cuando consigo salir de la cama sin despertarla han pasado casi 15 minutos, doy vueltas por la habitación sabiendo donde están las cosas pero al mismo tiempo no porque doy por hecho de que deben estar donde yo las dejaría y obviamente llevándome algún que otro chasco porque no están allí. Tras conseguir dar con papel y boli escribo unas apresuradas notas que no estoy seguro de que se entiendan pero con que la parte de "nos vemos esta noche" y "no he querido despertarte" quedaran claras a mi me valía.
La dejo cerca para que la vea tan pronto abra los ojos y salgo de la casa por la puerta de atrás procurando unirme a la multitud que empieza a despertar antes de que alguien eche en falta que yo esté demasiado temprano fuera de mi casa. Para cuando llego mi madre ya está haciendo el desayuno en la cocina y el olor a café me llega desde donde estoy. Subo, me doy una ducha rápida, procuro no matarme por el camino porque el suelo no para de moverse y tras vestirme bajo de dos en dos las escaleras (admitiré que no precisamente por voluntad propia). Un desayuno rápido, unas pastillas para menguar un poco el dolor de la resaca que me matará esta mañana y una despedida igual de veloz hacen que salga de casa demasiado sobre la hora. Llego al colegio apenas tras comerme todo el camino en una carrera.
Creo que pasó poco más de una hora antes de que tras dejarles un montón de dibujos en blanco para que colorearan cayese rendido sobre el escritorio. Podría haber estallado la guerra mundial en mis narices que yo no habría despertado. Para cuando suena el timbre que da paso al descanso me despierto, tardo un poco en recupera toda mi cabeza para darme cuenta de que se están riendo de mi. Alzo una ceja y abro los cajones buscando algún objeto confiscado reflectante para verle la gracia al asunto, descubriendo que tengo la cara llena de pegatinas de todo tipo, especialmente la mejilla izquierda y la frente que eran las partes de mi rostro al descubierto mientras dormía. - Que graciosos - Para cuando me doy cuenta de lo que pasa la mitad ya ha huido hacia el patio del recreo.
El resto de la mañana pasa sin más contratiempos, por suerte, aunque la última hora para la hora de comer se me hace terriblemente eterna. Nunca me he alegrado tanto de volver a casa tras un Lunes, no es precisamente mi día preferido de la semana pero en definitiva no dormir la noche anterior y además beber hasta explotar no ayudan a que la estima crezca. Escucho a mi madre trasteando por la cocina y me acerco a ella con algo de duda. ¿desde cuando está tan interesada por la cocina?. Su mirada se posa sobre la mía en cuanto cruzo la puerta, pasan lo que me parece todo un siglo antes de que regrese a sus tareas. Sin una sola palabra, sin preguntas, probablemente con aquella mirada haya sabido más de mi de lo que diré jamás. Es mi madre, tiene esa habilidad desde que yo tengo memoria. - ¿A... a donde vas'? - Ella se limpia las manos en un trapo antes de salir de la cocina murmurando un "con tu padre". Por un momento se me pasa por la cabeza que haya despertado, que por eso ella ha despertado con él, pero al oír el portazo sin más palabras sé que me equivoco, que la única que ha despertado es ella probablemente a causa de los rumores que llevan corriendo sobre mi. Ha considerado que ya he estado suficiente tiempo sin su control y que por lo visto no me ha sentado bien.
Suelto un suspiro y me dejo caer en una silla tan cansado que mi cuerpo se recuesta del todo sobre la mesa que en tres segundos pasa de ser un mártir a parecerme más cómoda que mi propia cama. Despierto violentamente con el repicar de la ventana, mi vista se pone sobre la nevera al otro lado de la cocina e intento adaptarme a la poca luz que parece haber, debe ser tarde. Tarde... - ¡Mierda la cena! - Me levanto de la silla con tal violencia que va a dar al suelo y dispuesto a ponerme a cocinar justo en ese instante escucho la ventana sonar, otra vez. Mi mirada se va hacia allí directamente y al ver su figura a través de las cortinas maldigo. Me subo la manga y miro el reloj, pasan 5 minutos de la hora en la que le dije que se bajara y yo ni siquiera he elegido que iba a cocinar.
Me acomodo la camisa un poco, olvido mi cabello y voy a abrir dándole paso al interior. - Llegas temprano - No, no lo hace. Procuro sonar todo lo casual que puedo mientras mi mirada se desplaza por toda ella desde su cabeza hasta sus pies y luego de vuelta. Está preciosa y yo llevo todavía la ropa que me puse en la mañana, aunque al menos no tengo las mejillas llenas de pegatinas. - Vamos al salón - Recupero la cordura tras lo que probablemente fue más de un minuto y me aclaro la garganta regresando al problema inicia. A lo mejor manteniéndola en el salón consigo cocinar algo sin que se de cuenta de que a este justo momento, no tengo absolutamente nada.
Para cuando consigo salir de la cama sin despertarla han pasado casi 15 minutos, doy vueltas por la habitación sabiendo donde están las cosas pero al mismo tiempo no porque doy por hecho de que deben estar donde yo las dejaría y obviamente llevándome algún que otro chasco porque no están allí. Tras conseguir dar con papel y boli escribo unas apresuradas notas que no estoy seguro de que se entiendan pero con que la parte de "nos vemos esta noche" y "no he querido despertarte" quedaran claras a mi me valía.
La dejo cerca para que la vea tan pronto abra los ojos y salgo de la casa por la puerta de atrás procurando unirme a la multitud que empieza a despertar antes de que alguien eche en falta que yo esté demasiado temprano fuera de mi casa. Para cuando llego mi madre ya está haciendo el desayuno en la cocina y el olor a café me llega desde donde estoy. Subo, me doy una ducha rápida, procuro no matarme por el camino porque el suelo no para de moverse y tras vestirme bajo de dos en dos las escaleras (admitiré que no precisamente por voluntad propia). Un desayuno rápido, unas pastillas para menguar un poco el dolor de la resaca que me matará esta mañana y una despedida igual de veloz hacen que salga de casa demasiado sobre la hora. Llego al colegio apenas tras comerme todo el camino en una carrera.
Creo que pasó poco más de una hora antes de que tras dejarles un montón de dibujos en blanco para que colorearan cayese rendido sobre el escritorio. Podría haber estallado la guerra mundial en mis narices que yo no habría despertado. Para cuando suena el timbre que da paso al descanso me despierto, tardo un poco en recupera toda mi cabeza para darme cuenta de que se están riendo de mi. Alzo una ceja y abro los cajones buscando algún objeto confiscado reflectante para verle la gracia al asunto, descubriendo que tengo la cara llena de pegatinas de todo tipo, especialmente la mejilla izquierda y la frente que eran las partes de mi rostro al descubierto mientras dormía. - Que graciosos - Para cuando me doy cuenta de lo que pasa la mitad ya ha huido hacia el patio del recreo.
El resto de la mañana pasa sin más contratiempos, por suerte, aunque la última hora para la hora de comer se me hace terriblemente eterna. Nunca me he alegrado tanto de volver a casa tras un Lunes, no es precisamente mi día preferido de la semana pero en definitiva no dormir la noche anterior y además beber hasta explotar no ayudan a que la estima crezca. Escucho a mi madre trasteando por la cocina y me acerco a ella con algo de duda. ¿desde cuando está tan interesada por la cocina?. Su mirada se posa sobre la mía en cuanto cruzo la puerta, pasan lo que me parece todo un siglo antes de que regrese a sus tareas. Sin una sola palabra, sin preguntas, probablemente con aquella mirada haya sabido más de mi de lo que diré jamás. Es mi madre, tiene esa habilidad desde que yo tengo memoria. - ¿A... a donde vas'? - Ella se limpia las manos en un trapo antes de salir de la cocina murmurando un "con tu padre". Por un momento se me pasa por la cabeza que haya despertado, que por eso ella ha despertado con él, pero al oír el portazo sin más palabras sé que me equivoco, que la única que ha despertado es ella probablemente a causa de los rumores que llevan corriendo sobre mi. Ha considerado que ya he estado suficiente tiempo sin su control y que por lo visto no me ha sentado bien.
Suelto un suspiro y me dejo caer en una silla tan cansado que mi cuerpo se recuesta del todo sobre la mesa que en tres segundos pasa de ser un mártir a parecerme más cómoda que mi propia cama. Despierto violentamente con el repicar de la ventana, mi vista se pone sobre la nevera al otro lado de la cocina e intento adaptarme a la poca luz que parece haber, debe ser tarde. Tarde... - ¡Mierda la cena! - Me levanto de la silla con tal violencia que va a dar al suelo y dispuesto a ponerme a cocinar justo en ese instante escucho la ventana sonar, otra vez. Mi mirada se va hacia allí directamente y al ver su figura a través de las cortinas maldigo. Me subo la manga y miro el reloj, pasan 5 minutos de la hora en la que le dije que se bajara y yo ni siquiera he elegido que iba a cocinar.
Me acomodo la camisa un poco, olvido mi cabello y voy a abrir dándole paso al interior. - Llegas temprano - No, no lo hace. Procuro sonar todo lo casual que puedo mientras mi mirada se desplaza por toda ella desde su cabeza hasta sus pies y luego de vuelta. Está preciosa y yo llevo todavía la ropa que me puse en la mañana, aunque al menos no tengo las mejillas llenas de pegatinas. - Vamos al salón - Recupero la cordura tras lo que probablemente fue más de un minuto y me aclaro la garganta regresando al problema inicia. A lo mejor manteniéndola en el salón consigo cocinar algo sin que se de cuenta de que a este justo momento, no tengo absolutamente nada.
Sebastian J. Jones- Realeza
- Soy : Príncipe Philip / Profesor
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Edad : 36
Fecha de inscripción : 29/06/2012
Re: A escondidas [Sebastian]
Entrar a través de la ventana no fue tan sencillo como había pensando en un principio, y menos con vestido y tacones. Al final con su ayuda terminó por conseguir entrar dentro de la casa. Paseó la vista por la cocina porque aún a pesar de todo era la primera vez que estaba en su casa, y aún sin quererlo notó que no olía a comida y tampoco parecía haber nada a medio preparar, pero tampoco le dio demasiada importancia, quizás lo tuviera ya en el salón o en cualquier otra parte.
Volvió la mirada hacía él que seguía mirándola y sonrió sin poder evitarlo. Tenía cara de sueño y por unos instantes pensó que tal vez ella no debería estar ahí dándole trabajo el día en que precisamente necesitaba descansar.
- ¿Has conseguido descansar algo o te han dado mucha guerra en el colegio?
Ya que ella por el momento no contaba con nada importante que contar, pues sus días se reducían a la vida que llevaba en la parte de la mansión Gilbert que habían dejado para ella, se conformaría con escuchar lo que él tuviera que contarle de los niños. Le gustaban aquel tipo de historias, y precisamente con sus anécdotas escolares fue como todo empezó.
Casi sin quererlo rememoró aquellos ratos en el hospital, cuando ella se suponía que debía estar atendiendo varios pacientes y se pasaba más rato del necesario en esa habitación, aprovechando que todos eran menos exigentes con ella por el simple hecho de estar embarazada. Incluso entonces, cuando solo eran conversaciones inocentes sobre los niños de la escuela debería haber empezado a intuir que ahí había algo más...
Dio un par de pasos en su dirección y le besó suavemente, sonriendo al hacerlo. La sensación de poder besarle siempre que quisiera sin tener miedo a las consecuencias era maravillosa, y pensaba disfrutar de ella. Si algo había aprendido en lo sucedido las últimas semanas era que había que aprovechar las cosas felices cuando pasaban.
- ¿Te ayudo en algo? No quiero dejarte con todo el trabajo precisamente hoy que has dormido poco por mi culpa.
Aún así le siguió hasta el salón, dejando pasear la vista por aquella casa que no conocía. Le llamó la atención una foto de família que estaba encima de uno de los muebles. Sebastian con sus padres. Tomó el marco para verlo mejor, a su padre le conocía del hospital, pero nunca había visto a su madre, aunque suponía que debía habersela cruzado por el pueblo en alguna ocasión.
- ¿Donde está tu madre? – se le ocurrió preguntar. Sabía que también vivía ahí y de algún modo la ponía nerviosa el hecho de que pudiera aparecer en cualquier momento, no por el hecho de conocerla, sino porque no creía querer saber que opinaba ella de todo aquello. Quizás si la había invitado es que tendrían la casa solo para ellos, y eso la hizo sonreír.
Volvió la mirada hacía él que seguía mirándola y sonrió sin poder evitarlo. Tenía cara de sueño y por unos instantes pensó que tal vez ella no debería estar ahí dándole trabajo el día en que precisamente necesitaba descansar.
- ¿Has conseguido descansar algo o te han dado mucha guerra en el colegio?
Ya que ella por el momento no contaba con nada importante que contar, pues sus días se reducían a la vida que llevaba en la parte de la mansión Gilbert que habían dejado para ella, se conformaría con escuchar lo que él tuviera que contarle de los niños. Le gustaban aquel tipo de historias, y precisamente con sus anécdotas escolares fue como todo empezó.
Casi sin quererlo rememoró aquellos ratos en el hospital, cuando ella se suponía que debía estar atendiendo varios pacientes y se pasaba más rato del necesario en esa habitación, aprovechando que todos eran menos exigentes con ella por el simple hecho de estar embarazada. Incluso entonces, cuando solo eran conversaciones inocentes sobre los niños de la escuela debería haber empezado a intuir que ahí había algo más...
Dio un par de pasos en su dirección y le besó suavemente, sonriendo al hacerlo. La sensación de poder besarle siempre que quisiera sin tener miedo a las consecuencias era maravillosa, y pensaba disfrutar de ella. Si algo había aprendido en lo sucedido las últimas semanas era que había que aprovechar las cosas felices cuando pasaban.
- ¿Te ayudo en algo? No quiero dejarte con todo el trabajo precisamente hoy que has dormido poco por mi culpa.
Aún así le siguió hasta el salón, dejando pasear la vista por aquella casa que no conocía. Le llamó la atención una foto de família que estaba encima de uno de los muebles. Sebastian con sus padres. Tomó el marco para verlo mejor, a su padre le conocía del hospital, pero nunca había visto a su madre, aunque suponía que debía habersela cruzado por el pueblo en alguna ocasión.
- ¿Donde está tu madre? – se le ocurrió preguntar. Sabía que también vivía ahí y de algún modo la ponía nerviosa el hecho de que pudiera aparecer en cualquier momento, no por el hecho de conocerla, sino porque no creía querer saber que opinaba ella de todo aquello. Quizás si la había invitado es que tendrían la casa solo para ellos, y eso la hizo sonreír.
Grace E. Sullivan- Realeza
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Fecha de inscripción : 04/06/2012
Re: A escondidas [Sebastian]
Me encargo de sostener su cuerpo mientras se cuela por la ventana, lo cierto es que sería casi más fácil comprar una capa de invisibilidad, además de más fácil también menos peligroso. Se me escapan un par de risas cuando ha estado a punto de caerse no solo por la postura incómoda en la que está sino porque por accidente de vez en cuando casi ha estado a punto de resbalárseme a mi. En cuanto tiene sus pies en el suelo nuevamente me niego a soltarla, mantengo mis manos donde se quedaron y esbozo una sonrisa. - Bueno, podría ser peor. Para ser Lunes no ha estado tan mal - Teniendo en cuenta que me he quedado dormido en clase y luego el resto de la tarde yo diría que ha sido uno de eso días improductivos de los que mañana voy a arrepentirme.
Pero aún no es mañana.
Cierro los ojos cuando siento sus labios sobre los míos sintiendo que con aquel simple gesto se lleva de golpe todo el aire de mis pulmones. De repente mi cuerpo no parece necesitar en absoluto nada más que a ella, ni aire, ni comida, ni descansar, todo eso pasa a estar en un segundo plano. Cuando se separa mantengo mis ojos cerrados disfrutando del silencio posterior. Ya no hay gritos, ya no hay tirones, ya no hay instintos asesinos. Todo es una calma absoluta. Me gusta. - ¿Que?... ¡no! - Vuelvo a la realidad cuando me ofrece su ayuda tardando algo en procesar las palabras pero luego negándome rotundamente a que haga algo, incluso cuando he estado a punto de confesar que en realidad no he ni siquiera elegido que vamos a comer. - Yo invito, yo cocino. Además estás muy guapa, sería una pena que te mancharas - Pongo mis manos en su cintura pegando los cuerpos de ambos hasta que no hay nada que nos separe más que la ropa. - Y no ha sido tan mala. Al final he dormido un ratito por la tarde - Un ratito es poco, pero sigue en pie lo de no quedar como un vago dormilón.
Dejo un beso en el punto donde se une su cuello con su mandíbula y enlazo una de sus manos a las mías arrastrándola hacia el salón. Me separo para ir hacia el armario sacando una botella de vino, pasando mi mano por la madera buscando las copas que no están ahí, mamá debe haberlas escondido probablemente aunque no sé porqué teniendo en cuenta que si yo quiero beber, bebo y punto. Lo de la copa es lo de menos porque la mayor parte de las veces bebo directamente de la botella.
Alzo mi vista hacia Grace dejando de rayarme por lo de las copas, poniendo el vino sobre la mesa de centro del salón y luego bajando mi mirada hacia la foto que tanto observa. - En el hospital. Repentinamente tiene energía para volver a ser ella - En parte me alegra, no tengo que aguantar sus desvaríos, ya no necesito cargar con todo yo solo. - Creo que ya se ha aburrido de dejarme a mi bola - Comento con un leve tono entre el desconcierto y el de estar haciendo una conjetura, pero que es a la vez una especie de broma. Yo soy hijo único, y ahora que mi padre está entre vivo y muerto soy lo único que tiene. Incluso tengo recuerdos de épocas en las que papá vivía con nosotros y siempre recuerdo a mi madre sobreprotectora a morir.
Le ofrezco asiento con un gesto y luego hago un movimiento con mi mano. - Ya vuelvo, voy a por vasos y un poco de hielo - Avanzo hacia la cocina y cuando pongo mi mano para empujar la puerta oscilatoria me giro para mirarla con un ojo entornado. - Quieta ahí - En parte casi tengo la sensación de que desaparecerá de la noche a la mañana, y eso es lo que al final me impulsa a soltar aquello.
Una vez dentro de la cocina abro las estanterías no solo buscando vasos sino algo que comer. Tengo la sensación de que no hay nada a pesar de que la despensa está llena porque mi madre ha hecho compra probablemente esa misma mañana. Hay de todo, pero no se me ocurre nada, es cómo cuando tienes tantas cosas por hacer y al final te pasas el tiempo pensando en cuál haces primero y terminas sin hacer ninguna. Suspiro sacando varias cosas a la vez con toda la rapidez que puedo y que provoca que muchas se me caigan al suelo haciéndo un gran escándalo en la cocina. - ¡Ya voy! - Sé que me estoy tardando más de lo socialmente permitido, pero tengo que hacer malabares con todo.
Para cuando salgo de la cocina llevo en mis manos una caja de galletas saladas que cogí por error, lo cual a tres pasos de la puerta me hace soltar una exclamación irritada. - Las copas - Me devuelvo levemente enfadado conmigo mismo dejando las galletas sobre la mesa y esquivando algunas de las chucherías que cayeron al suelo mientras sacaba las cosas no solo de la nevera sino también de la despensa. Recojo alguna que otra, que no toda, y luego recupero los dos vasos y una cubeta de hielo.
Pero aún no es mañana.
Cierro los ojos cuando siento sus labios sobre los míos sintiendo que con aquel simple gesto se lleva de golpe todo el aire de mis pulmones. De repente mi cuerpo no parece necesitar en absoluto nada más que a ella, ni aire, ni comida, ni descansar, todo eso pasa a estar en un segundo plano. Cuando se separa mantengo mis ojos cerrados disfrutando del silencio posterior. Ya no hay gritos, ya no hay tirones, ya no hay instintos asesinos. Todo es una calma absoluta. Me gusta. - ¿Que?... ¡no! - Vuelvo a la realidad cuando me ofrece su ayuda tardando algo en procesar las palabras pero luego negándome rotundamente a que haga algo, incluso cuando he estado a punto de confesar que en realidad no he ni siquiera elegido que vamos a comer. - Yo invito, yo cocino. Además estás muy guapa, sería una pena que te mancharas - Pongo mis manos en su cintura pegando los cuerpos de ambos hasta que no hay nada que nos separe más que la ropa. - Y no ha sido tan mala. Al final he dormido un ratito por la tarde - Un ratito es poco, pero sigue en pie lo de no quedar como un vago dormilón.
Dejo un beso en el punto donde se une su cuello con su mandíbula y enlazo una de sus manos a las mías arrastrándola hacia el salón. Me separo para ir hacia el armario sacando una botella de vino, pasando mi mano por la madera buscando las copas que no están ahí, mamá debe haberlas escondido probablemente aunque no sé porqué teniendo en cuenta que si yo quiero beber, bebo y punto. Lo de la copa es lo de menos porque la mayor parte de las veces bebo directamente de la botella.
Alzo mi vista hacia Grace dejando de rayarme por lo de las copas, poniendo el vino sobre la mesa de centro del salón y luego bajando mi mirada hacia la foto que tanto observa. - En el hospital. Repentinamente tiene energía para volver a ser ella - En parte me alegra, no tengo que aguantar sus desvaríos, ya no necesito cargar con todo yo solo. - Creo que ya se ha aburrido de dejarme a mi bola - Comento con un leve tono entre el desconcierto y el de estar haciendo una conjetura, pero que es a la vez una especie de broma. Yo soy hijo único, y ahora que mi padre está entre vivo y muerto soy lo único que tiene. Incluso tengo recuerdos de épocas en las que papá vivía con nosotros y siempre recuerdo a mi madre sobreprotectora a morir.
Le ofrezco asiento con un gesto y luego hago un movimiento con mi mano. - Ya vuelvo, voy a por vasos y un poco de hielo - Avanzo hacia la cocina y cuando pongo mi mano para empujar la puerta oscilatoria me giro para mirarla con un ojo entornado. - Quieta ahí - En parte casi tengo la sensación de que desaparecerá de la noche a la mañana, y eso es lo que al final me impulsa a soltar aquello.
Una vez dentro de la cocina abro las estanterías no solo buscando vasos sino algo que comer. Tengo la sensación de que no hay nada a pesar de que la despensa está llena porque mi madre ha hecho compra probablemente esa misma mañana. Hay de todo, pero no se me ocurre nada, es cómo cuando tienes tantas cosas por hacer y al final te pasas el tiempo pensando en cuál haces primero y terminas sin hacer ninguna. Suspiro sacando varias cosas a la vez con toda la rapidez que puedo y que provoca que muchas se me caigan al suelo haciéndo un gran escándalo en la cocina. - ¡Ya voy! - Sé que me estoy tardando más de lo socialmente permitido, pero tengo que hacer malabares con todo.
Para cuando salgo de la cocina llevo en mis manos una caja de galletas saladas que cogí por error, lo cual a tres pasos de la puerta me hace soltar una exclamación irritada. - Las copas - Me devuelvo levemente enfadado conmigo mismo dejando las galletas sobre la mesa y esquivando algunas de las chucherías que cayeron al suelo mientras sacaba las cosas no solo de la nevera sino también de la despensa. Recojo alguna que otra, que no toda, y luego recupero los dos vasos y una cubeta de hielo.
Sebastian J. Jones- Realeza
- Soy : Príncipe Philip / Profesor
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Re: A escondidas [Sebastian]
En un primer momento Grace hizo caso a Sebastian y simplemente esperó en el salón mientras él volvía a la cocina a buscar vasos para el vino y seguramente lo que fuera que iban a cenar. Se tomó su tiempo para curiosear, prestando especial atención a las distintas fotos que había repartidas por el salón. Sonrió al encontrarse con algunas en las que aparecía un jovencísimo Sebastian.
Giró la mirada cuando él volvió a salir, para inmediatamente volver a la cocina, lo que le hizo sonreír de nuevo, pues empezaba a entender cual era realmente el problema. Por eso fue que tomó la botella de vino que él había sacado antes de encerrarse en la cocina, le siguió y antes de que pudiera volver a salir le quitó las dos copas que esta vez si traía con él para dejarlas encima del mármol de cocina y rellenarlas con un poco de vino, tendiéndole una a Sebastian con una sonrisa.
- Ya, ya lo sé. Tu invitas, tu cocinas... Pero he venido para estar contigo, no para esperar a solas en tu salón mientras tu improvisas algo de cenar. Puedo esperar a la siguiente cena para conocer tus habilidades culinarias. Además que pareces necesitar que te eche una mano, y a mi no me importa hacerlo. – dijo dándole un suave beso en la mejilla antes de sortear las cosas que habían quedado esparcidas por el suelo seguramente por culpa de las prisas de Sebastian para prepararlo todo.
Claro que no le importaba que a pesar de haberla invitado no tuviera nada preparado. Sabía lo poco que había dormido y entendía que el descanso hubiera quedado por delante de la cocina en su lista de prioridades. Además ella disfrutaba trasteando en la cocina, o al menos lo había hecho antes de que todo se volviera un desastre. Desde ese día sentía que había comido pura comida envasada y precocinada. A parte de eso no dejaba que una vez había decidido algo la hicieran cambiar de opinión. Y para demostrarle que no iba a volver al salón, hasta picó una de las galletitas saladas que estaban sobre la mesa.
Identificó un delantal que estaba colgado justo al lado de la puerta oscilatoria, seguramente perteneciente a su madre. Se lo puso a pesar de que no era la prenda más coqueta del mundo, pero al menos serviría para poder estar ahí sin mancharse el vestido. Además, él la había visto con mucho peor aspecto, la noche anterior sin ir más lejos.
Se acercó a la nevera para abrirla; había caso de todo. Y fue en ese instante en el que se dio cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de sus gustos para con la comida. En realidad sabía tan pocas cosas de él más allá de su trabajo y de los temas hospitalarios relacionados con su padre que le parecía extraño que ya no pudiera estar alejada.
- ¿Carne o pescado? ¿Te gusta la ensalada? Al menos sé que si eres de beber vino.
Y por suerte parecían tener todo el tiempo del mundo para averiguar eso y todo lo demás.
Giró la mirada cuando él volvió a salir, para inmediatamente volver a la cocina, lo que le hizo sonreír de nuevo, pues empezaba a entender cual era realmente el problema. Por eso fue que tomó la botella de vino que él había sacado antes de encerrarse en la cocina, le siguió y antes de que pudiera volver a salir le quitó las dos copas que esta vez si traía con él para dejarlas encima del mármol de cocina y rellenarlas con un poco de vino, tendiéndole una a Sebastian con una sonrisa.
- Ya, ya lo sé. Tu invitas, tu cocinas... Pero he venido para estar contigo, no para esperar a solas en tu salón mientras tu improvisas algo de cenar. Puedo esperar a la siguiente cena para conocer tus habilidades culinarias. Además que pareces necesitar que te eche una mano, y a mi no me importa hacerlo. – dijo dándole un suave beso en la mejilla antes de sortear las cosas que habían quedado esparcidas por el suelo seguramente por culpa de las prisas de Sebastian para prepararlo todo.
Claro que no le importaba que a pesar de haberla invitado no tuviera nada preparado. Sabía lo poco que había dormido y entendía que el descanso hubiera quedado por delante de la cocina en su lista de prioridades. Además ella disfrutaba trasteando en la cocina, o al menos lo había hecho antes de que todo se volviera un desastre. Desde ese día sentía que había comido pura comida envasada y precocinada. A parte de eso no dejaba que una vez había decidido algo la hicieran cambiar de opinión. Y para demostrarle que no iba a volver al salón, hasta picó una de las galletitas saladas que estaban sobre la mesa.
Identificó un delantal que estaba colgado justo al lado de la puerta oscilatoria, seguramente perteneciente a su madre. Se lo puso a pesar de que no era la prenda más coqueta del mundo, pero al menos serviría para poder estar ahí sin mancharse el vestido. Además, él la había visto con mucho peor aspecto, la noche anterior sin ir más lejos.
Se acercó a la nevera para abrirla; había caso de todo. Y fue en ese instante en el que se dio cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de sus gustos para con la comida. En realidad sabía tan pocas cosas de él más allá de su trabajo y de los temas hospitalarios relacionados con su padre que le parecía extraño que ya no pudiera estar alejada.
- ¿Carne o pescado? ¿Te gusta la ensalada? Al menos sé que si eres de beber vino.
Y por suerte parecían tener todo el tiempo del mundo para averiguar eso y todo lo demás.
Grace E. Sullivan- Realeza
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Re: A escondidas [Sebastian]
Cuando me giro haciendo malabares con el hielo y las copas me detengo de golpe porque me sorprende verla en la cocina. Hago una leve mueca como preguntando ¿que haces aquí? hasta que ella misma me lo dice. Dejo que se lleve de mis brazos todo lo que quiera y muevo mi cabeza de un lado a otro mientras escucho sus palabras a la vez que intento pensar en alguna excusa, pero siendo sinceros me he hartado de inventar nada. - Es solo que... me he quedado dormido - ¿Qué más da ahora que se lo diga? Ya sabe que no tengo nada preparado de todas formas. - Me he sentado un segundo. Te lo juro, un segundo - Le explicaría que no es la primera vez que me pasa, que incluso esa misma mañana caí rendido sobre el escritorio en plena clase, pero decido omitirlo. - Y lo último de lo que soy consciente tras eso es de oír tus nudillos contra mi ventana - Procuro mantener mi dignidad por lo alto pero en el momento en el que acerca sus labios a mi mejilla me siento de nuevo como si fuera un crío.
Bufo un poco, esta vez molesto conmigo por no se capaz de quedarme despierto para hacer algo de comer aunque repentinamente la idea de que pueda probar mi comida otro día no me parece tan mala. - Dicho así... - Agarro la copa para darle un sorbo viéndola pasearse por mi cocina. Durante un momento me detengo a pensar en lo familiar que se me hace verla por casa, cómo si hubiera estado allí toda la vida incluso cuando adaptarme a los cambios se me da bastante mal. No me gusta que las cosas cambien, me gustan las cosas en su sitio, me gustan las cosas de una forma y soy un cabezota testarudo cuando algo no ocurre como se supone que debería hacerlo. Tal vez la idea de mi madre partiera de ahí, darme el tiempo suficiente para que Grace invada mi vida y me de cuenta de que no la quiero en ella porque eso supone un cambio, un cambio al que obviamente espera que no me adapte. Probablemente no contaba con que en realidad no me importa que me invada.
Mientras me pregunta lo que me gusta no puedo evitar reírme, doy un leve trago a mi copa dejándola luego sobre la encimera y haciendo un gesto divertido. - Siendo sincero soy más de Bourbon, pero claro, ésto era una cita y el vino es mucho más elegante - Procuro expresarlo de modo que parezca que ha acertado al menos un poquito porque si ella quiere que el vino sea mi nueva bebida preferida puedo pensármelo. - Podemos comer cordero si te gusta - Paso mis brazos por su cintura abrazándola desde atrás cuando está con el delantal puesto, enlazando mis manos sobre su abdomen. - Y puedo enseñarte a hacerlo si no sabes - Susurro contra su cuello cerrando los ojos y disfrutando de ese sutil contacto. Estar cerca de ella me llena de energía, cómo si tuviese su propia fuente dentro de ella.
Extiendo mi mano hacia la nevera y la cierro porque el cordero es una de las cosas que saqué mientras pensaba lo que podría hacer para cenar depositando un beso en el mismo sitio donde están mis labios antes de separarme para remangarme la camisa. - O también podemos cocinar todo lo que hay en la nevera. A mi no me importa -
Bufo un poco, esta vez molesto conmigo por no se capaz de quedarme despierto para hacer algo de comer aunque repentinamente la idea de que pueda probar mi comida otro día no me parece tan mala. - Dicho así... - Agarro la copa para darle un sorbo viéndola pasearse por mi cocina. Durante un momento me detengo a pensar en lo familiar que se me hace verla por casa, cómo si hubiera estado allí toda la vida incluso cuando adaptarme a los cambios se me da bastante mal. No me gusta que las cosas cambien, me gustan las cosas en su sitio, me gustan las cosas de una forma y soy un cabezota testarudo cuando algo no ocurre como se supone que debería hacerlo. Tal vez la idea de mi madre partiera de ahí, darme el tiempo suficiente para que Grace invada mi vida y me de cuenta de que no la quiero en ella porque eso supone un cambio, un cambio al que obviamente espera que no me adapte. Probablemente no contaba con que en realidad no me importa que me invada.
Mientras me pregunta lo que me gusta no puedo evitar reírme, doy un leve trago a mi copa dejándola luego sobre la encimera y haciendo un gesto divertido. - Siendo sincero soy más de Bourbon, pero claro, ésto era una cita y el vino es mucho más elegante - Procuro expresarlo de modo que parezca que ha acertado al menos un poquito porque si ella quiere que el vino sea mi nueva bebida preferida puedo pensármelo. - Podemos comer cordero si te gusta - Paso mis brazos por su cintura abrazándola desde atrás cuando está con el delantal puesto, enlazando mis manos sobre su abdomen. - Y puedo enseñarte a hacerlo si no sabes - Susurro contra su cuello cerrando los ojos y disfrutando de ese sutil contacto. Estar cerca de ella me llena de energía, cómo si tuviese su propia fuente dentro de ella.
Extiendo mi mano hacia la nevera y la cierro porque el cordero es una de las cosas que saqué mientras pensaba lo que podría hacer para cenar depositando un beso en el mismo sitio donde están mis labios antes de separarme para remangarme la camisa. - O también podemos cocinar todo lo que hay en la nevera. A mi no me importa -
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: A escondidas [Sebastian]
Sus manos, que habían empezado a curiosear entre todo lo que había en la nevera se detuvieron en cuanto notó que él la abrazaba por la espalda e incluso inclinó un poco la cabeza para dejarle más espacio a sus labios que notaba hablando contra su piel. Una vez más ahí estaba aquel mundo en el que solo existían ellos y en el que podría haberse quedado para siempre.
- ¿Cordero? – preguntó parpadeando varias veces por volver demasiado bruscamente a la realidad de la cocina cuando él se separó. - ¿Te dije en algún momento que era mi comida favorita en el mundo o ha sido casualidad? – preguntó al final sonriendo suavemente.
Le dejó cerrar la nevera y dio media vuelta para seguirle hasta donde estaba el cordero que tenían que cocinar, picando por el camino otra galletita salada, porque con su nuevo estado anímico parecía haber vuelto su apetito después de semanas comiendo apenas nada.
Era tal y como le había dicho Sydney, a pesar que reconocer que había tenido que asistir al psicólogo no era algo que le gustara compartir. Si se dejaba llevar por lo que ella sentía y dejaba de hacer lo que todo el mundo esperaba que hiciera las cosas parecían volver a su cauce y ella poco a poco volvía a reconocerse a si misma.
- Enséñame. Me distraes y ya no recuerdo nada de mis conocimientos culinarios. – dijo medio en broma y medio en serio, porque realmente si él no se hubiera apartado, Grace habría terminado por olvidar que tenían que cenar o que su madre podría volver en cualquier momento, del mismo modo que estar con él le hacía olvidar todo lo demás.
Le cedió el sitio delante del cordero mientras ella iba a buscar la sal, porque fuera como fuera su método de preparación de la carne, siempre se necesitaba la sal. Fue entonces cuando se dio la vuelta que aquella sensación de familiaridad la asaltó con fuerza, hasta el punto de quedar completamente parada en medio de la cocina con la sal en la mano.
Era como un déjà vu, como si ya hubiera estado así con Sebastian antes, lo cual no tenía ningún tipo de sentido, pero aquella sensación parecía tan real que por un instante pensó si sus recuerdos estaban equivocados.
- Es una estupidez pero... Me siento como si... Ya hubiéramos estado aquí antes. O sea, no aquí... Sino en una situación así. Y sí, ya sé que no tiene ningún sentido... – era complicado explicarlo, sobretodo porque todavía temía que Sebastian fuera a pensar que estaba mal de la cabeza – Igual que cuando te besé por primera vez fue como si lo hubiera hecho cientos de veces antes. En fin, sea como sea, es una estupidez. – terminó sonriendo mientras terminaba de acercarse con la sal.
Ni siquiera sabía de donde había salido la confesión. De algún modo todo parecía fluir fácilmente sin que tuviera que pensar demasiado, cuando estaba con él. No había que meditar lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que podía decir y lo que no, lo que era correcto y si era lo mismo que deseaba hacer. Y aquello era un cambio agradable, definitivamente.
- ¿Cordero? – preguntó parpadeando varias veces por volver demasiado bruscamente a la realidad de la cocina cuando él se separó. - ¿Te dije en algún momento que era mi comida favorita en el mundo o ha sido casualidad? – preguntó al final sonriendo suavemente.
Le dejó cerrar la nevera y dio media vuelta para seguirle hasta donde estaba el cordero que tenían que cocinar, picando por el camino otra galletita salada, porque con su nuevo estado anímico parecía haber vuelto su apetito después de semanas comiendo apenas nada.
Era tal y como le había dicho Sydney, a pesar que reconocer que había tenido que asistir al psicólogo no era algo que le gustara compartir. Si se dejaba llevar por lo que ella sentía y dejaba de hacer lo que todo el mundo esperaba que hiciera las cosas parecían volver a su cauce y ella poco a poco volvía a reconocerse a si misma.
- Enséñame. Me distraes y ya no recuerdo nada de mis conocimientos culinarios. – dijo medio en broma y medio en serio, porque realmente si él no se hubiera apartado, Grace habría terminado por olvidar que tenían que cenar o que su madre podría volver en cualquier momento, del mismo modo que estar con él le hacía olvidar todo lo demás.
Le cedió el sitio delante del cordero mientras ella iba a buscar la sal, porque fuera como fuera su método de preparación de la carne, siempre se necesitaba la sal. Fue entonces cuando se dio la vuelta que aquella sensación de familiaridad la asaltó con fuerza, hasta el punto de quedar completamente parada en medio de la cocina con la sal en la mano.
Era como un déjà vu, como si ya hubiera estado así con Sebastian antes, lo cual no tenía ningún tipo de sentido, pero aquella sensación parecía tan real que por un instante pensó si sus recuerdos estaban equivocados.
- Es una estupidez pero... Me siento como si... Ya hubiéramos estado aquí antes. O sea, no aquí... Sino en una situación así. Y sí, ya sé que no tiene ningún sentido... – era complicado explicarlo, sobretodo porque todavía temía que Sebastian fuera a pensar que estaba mal de la cabeza – Igual que cuando te besé por primera vez fue como si lo hubiera hecho cientos de veces antes. En fin, sea como sea, es una estupidez. – terminó sonriendo mientras terminaba de acercarse con la sal.
Ni siquiera sabía de donde había salido la confesión. De algún modo todo parecía fluir fácilmente sin que tuviera que pensar demasiado, cuando estaba con él. No había que meditar lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que podía decir y lo que no, lo que era correcto y si era lo mismo que deseaba hacer. Y aquello era un cambio agradable, definitivamente.
Grace E. Sullivan- Realeza
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Re: A escondidas [Sebastian]
Asiento mirándola creyendo haberme equivocado con la elección pero en cuanto me hace aquella pregunta me quedo en blanco. Absorbo una gran cantidad de aire con la vista un momento en el techo intentando hacer memoria, pero en cuanto no puedo seguir haciéndolo suspiro y niego. - No me acuerdo. Tal vez. Hablamos de muchas cosas siempre - Aunque generalmente de trabajo, no recuerdo que la conversación de las comidas haya salido a la luz. - ¿Adiviné? - Ahogo una leve risa tomando el relevo delante del cordero apartando lo demás para dejar espacio. Empiezo a cortar rebanadas muy despacio deteniéndome para mirarla mientras dice lo de la estupidez teniendo un ligero dejavú.
Paula se me viene a la cabeza, todos sus deslices, sus divagaciones respecto a aquel libro de cuentos que la alcaldesa no para de insistirme en que jamás debí darle. - Según Paula tu y yo estamos casados así que... a lo mejor es por eso - Bromeo, obviamente a pesar de que jamás lo digo en voz alta y jamás privaré a una niña de un sueño por absurdo que sea, no me lo creo ni lo mas mínimo. El mundo real sería demasiado fácil si fuera un cuento de hadas. El bien siempre gana, y todos terminan viviendo felices y comiendo perdices. En el mundo real el bien nunca gana porque el bien juega limpio. Porque las personas suficientemente inteligentes para detenerlo se pasan al bando contrario al encontrar estímulos en él mucho más deseables.
Ahogo una risa y extiendo mi mano hacia ella para tirarla haciendo que su espalda choque contra mi pecho y semi-bloqueándola contra la encimera. -No es tan estupidez. A lo mejor es aquí donde deberías haber estado siempre - Susurro contra su oído antes de darle un leve beso en la mejilla que apenas suena, donde me limito a poner mis labios contra su piel mientras agarro sus manos, dejo la sal en la encimera y la guío mientras corta un trocito de cordero ella sola, aunque bastante desigual por el principio. - De todos modos da igual. Estás aquí ahora, eso es lo que cuenta -
Paula se me viene a la cabeza, todos sus deslices, sus divagaciones respecto a aquel libro de cuentos que la alcaldesa no para de insistirme en que jamás debí darle. - Según Paula tu y yo estamos casados así que... a lo mejor es por eso - Bromeo, obviamente a pesar de que jamás lo digo en voz alta y jamás privaré a una niña de un sueño por absurdo que sea, no me lo creo ni lo mas mínimo. El mundo real sería demasiado fácil si fuera un cuento de hadas. El bien siempre gana, y todos terminan viviendo felices y comiendo perdices. En el mundo real el bien nunca gana porque el bien juega limpio. Porque las personas suficientemente inteligentes para detenerlo se pasan al bando contrario al encontrar estímulos en él mucho más deseables.
Ahogo una risa y extiendo mi mano hacia ella para tirarla haciendo que su espalda choque contra mi pecho y semi-bloqueándola contra la encimera. -No es tan estupidez. A lo mejor es aquí donde deberías haber estado siempre - Susurro contra su oído antes de darle un leve beso en la mejilla que apenas suena, donde me limito a poner mis labios contra su piel mientras agarro sus manos, dejo la sal en la encimera y la guío mientras corta un trocito de cordero ella sola, aunque bastante desigual por el principio. - De todos modos da igual. Estás aquí ahora, eso es lo que cuenta -
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: A escondidas [Sebastian]
Su espalda se acoplaba perfectamente contra el pecho de Sebastian y era precisamente aquella proximidad lo que había estado anhelando durante tanto tiempo. Por unos instantes le pareció tan sencillo el poder estar ahí los dos juntos que olvidó todos los problemas por los que habían pasado para poder llegar a eso.
Rió ligeramente cuando él habló de la teoría de Paula. No podía dejar de sorprenderla la capacidad imaginativa de la niña, pues había deducido que ellos eran pareja de cuento antes incluso que estuvieran realmente juntos. Y por un momento dejó llevarse por aquella tonteria, por imposible que fuera. Era agradable pensar que estaban predestinados y que aquella era la razón por la que ella había sentido lo que había sentido y por lo que todo había sucedido. Ojalá las cosas fueran tan sencillas como en la imaginación de una niña.
- ¿Pero si yo fuera Aurora, no me acordaría? Que tu seas mi príncipe no es algo fácil del olvidar. – sonrió mientras ladeaba ligeramente la cabeza para recibir su beso, poniendo todo su esfuerzo en no distraerse mientras tenía objetos afilados entre manos, como el cuchillo que usaba para cortar el cordero siguiendo las indicaciones de Sebastian.
Sin embargo era complicado hacerlo. Sobretodo cuando él le susurraba aquellas cosas cerca de la oreja. Se giró a medias para poder llegar a besarle en condiciones, con tan mala fortuna que al hacerlo el cuchillo que tenía entre manos se desviaba del cordero para cortar la piel de la mano de Sebastian, y ella no se dio cuenta de eso hasta que él se separó de golpe.
- Oh... ¡Lo siento! ¡Lo siento muchísimo! Espera, déjame ver.
Y después de muchas semanas, a pesar de no estar del todo segura de que aquello volviera a suceder, se reencontró con la enfermera que había en su interior. Aquella que los médicos dudaban que pudiera estar cualificada para volver a ser. Le llevó la mano debajo del grifo de agua fría para limpiar la sangre.
- No deberias distraerme y hacer que quiera besarte cuando tengo un cuchillo entre manos. Nunca me he llevado bien con las cosas afiladas. – le dijo con una sonrisa mientras le sacaba la mano de debajo del grifo y examinaba el corte. Era muy superficial – ¿Donde tienes el botiquín? Tengo que curarte y compensarte el desastre para que no se convierta en la peor primera cita de tu vida.
Y aunque hablaba medio en broma, la paranoia que él pudiera comparar aquello con alguna de sus otras citas para llegar a la conclusión que era de las peores.
Rió ligeramente cuando él habló de la teoría de Paula. No podía dejar de sorprenderla la capacidad imaginativa de la niña, pues había deducido que ellos eran pareja de cuento antes incluso que estuvieran realmente juntos. Y por un momento dejó llevarse por aquella tonteria, por imposible que fuera. Era agradable pensar que estaban predestinados y que aquella era la razón por la que ella había sentido lo que había sentido y por lo que todo había sucedido. Ojalá las cosas fueran tan sencillas como en la imaginación de una niña.
- ¿Pero si yo fuera Aurora, no me acordaría? Que tu seas mi príncipe no es algo fácil del olvidar. – sonrió mientras ladeaba ligeramente la cabeza para recibir su beso, poniendo todo su esfuerzo en no distraerse mientras tenía objetos afilados entre manos, como el cuchillo que usaba para cortar el cordero siguiendo las indicaciones de Sebastian.
Sin embargo era complicado hacerlo. Sobretodo cuando él le susurraba aquellas cosas cerca de la oreja. Se giró a medias para poder llegar a besarle en condiciones, con tan mala fortuna que al hacerlo el cuchillo que tenía entre manos se desviaba del cordero para cortar la piel de la mano de Sebastian, y ella no se dio cuenta de eso hasta que él se separó de golpe.
- Oh... ¡Lo siento! ¡Lo siento muchísimo! Espera, déjame ver.
Y después de muchas semanas, a pesar de no estar del todo segura de que aquello volviera a suceder, se reencontró con la enfermera que había en su interior. Aquella que los médicos dudaban que pudiera estar cualificada para volver a ser. Le llevó la mano debajo del grifo de agua fría para limpiar la sangre.
- No deberias distraerme y hacer que quiera besarte cuando tengo un cuchillo entre manos. Nunca me he llevado bien con las cosas afiladas. – le dijo con una sonrisa mientras le sacaba la mano de debajo del grifo y examinaba el corte. Era muy superficial – ¿Donde tienes el botiquín? Tengo que curarte y compensarte el desastre para que no se convierta en la peor primera cita de tu vida.
Y aunque hablaba medio en broma, la paranoia que él pudiera comparar aquello con alguna de sus otras citas para llegar a la conclusión que era de las peores.
Grace E. Sullivan- Realeza
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Re: A escondidas [Sebastian]
Si yo fuese Phillip y ella fuera Aurora esto sería una completa locura. El mundo de las fantasías es perfecto porque allí ocurren las cosas que necesitamos que ocurran y como necesitamos que lo hagan, si aquel mundo se parece al real todo carece de sentido. Llega un momento en el que mientras la guío ni siquiera estoy haciendo caso de lo que estoy haciendo y no me percato de que me corta hasta que se altera ella. Cómo si le hubiese dado a un interruptor en mi cabeza que me dijera que debo sentirme dolorido porque me ha cortado. - Estoy bien Grace, no te preocupes - Intento detenerla pero es demasiado tarde, ya se ha puesto esa máscara de enfermera que nadie le quitará por mucho que le insista.
Antes de darme cuenta me estoy riendo, ni siquiera sé por qué pero me sale de dentro. - Nadie se lleva bien con las cosas afiliadas, nos han roto el corazón muchas veces - Avanzo hacia la parte de la cocina que se junta con el lavadero y rebusco entre las cajas que hay teniendo cuidado de no tener el momento gilipollas del día de estampar la herida precisamente contra algún borde, porque todos conocemos las leyes de Murphy y también son aplicables a ésto. Cuando tienes una herida, sea donde sea, misteriosamente esa herida decide empezar un romance con todas las cosas con las que puedas golpearte. - Aquí está - Arrastro el botiquín hacia la mesa de la cocina para dejarlo a su disposición.
Chasco la lengua con eso de la peor cita sacando una de las sillas y tomando asiento mientras, por suerte, no hay nada cocinándose de lo que tenga que estar pendiente. - He tenido peores créeme. No soy mucho de citas pero algunas han sido un completo asco - A veces me pregunto como es que Leslie me aguantó después de que acabáramos bajo un árbol en medio de un parque donde casi, además de mojarnos, nos cae un rayo encima. Debería haberle hecho caso al destino que le estaba lanzando gritos de advertencia sugiriéndole la idea de que se alejase de mi antes de que fuera tarde. - Además solo es un rasguño... podrías habérmelo clavado y ESO sí que sería insalvable - Puntualizo como si aquello no tuviese gracia en absoluto y acabo por reírme.
Antes de darme cuenta me estoy riendo, ni siquiera sé por qué pero me sale de dentro. - Nadie se lleva bien con las cosas afiliadas, nos han roto el corazón muchas veces - Avanzo hacia la parte de la cocina que se junta con el lavadero y rebusco entre las cajas que hay teniendo cuidado de no tener el momento gilipollas del día de estampar la herida precisamente contra algún borde, porque todos conocemos las leyes de Murphy y también son aplicables a ésto. Cuando tienes una herida, sea donde sea, misteriosamente esa herida decide empezar un romance con todas las cosas con las que puedas golpearte. - Aquí está - Arrastro el botiquín hacia la mesa de la cocina para dejarlo a su disposición.
Chasco la lengua con eso de la peor cita sacando una de las sillas y tomando asiento mientras, por suerte, no hay nada cocinándose de lo que tenga que estar pendiente. - He tenido peores créeme. No soy mucho de citas pero algunas han sido un completo asco - A veces me pregunto como es que Leslie me aguantó después de que acabáramos bajo un árbol en medio de un parque donde casi, además de mojarnos, nos cae un rayo encima. Debería haberle hecho caso al destino que le estaba lanzando gritos de advertencia sugiriéndole la idea de que se alejase de mi antes de que fuera tarde. - Además solo es un rasguño... podrías habérmelo clavado y ESO sí que sería insalvable - Puntualizo como si aquello no tuviese gracia en absoluto y acabo por reírme.
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: A escondidas [Sebastian]
Grace negaba repetidamente con la cabeza mientras Sebastian intentaba asegurarle que estaba bien y que no había pasado nada. Sus ojos no se despegaban de la herida, mientras la desinfectaba con cuidado y la vendaba. Sin embargo terminó soltando una suave risa ante el último comentario del chico, y hasta le dio un leve empujón, fingiendose ofendida.
- Bueno, no vas a morir desagrado y todavía puedes bromear. Quizás después de todo no ha sido tan grave. Aunque no esperaria menos de ti si eres un príncipe acostumbrado a las heridas de espada, ya sabes, en esa otra vida teórica.
Aún cuando había terminado con la tarea de curarle el corte que ella misma le había hecho no se movió de donde estaba, sentada a su lado y con la mano de Sebastian entre las suyas, mientras con un dedo le reseguía inconscientemente el vendaje que le había hecho, comprobando que a pesar de llevar bastante tiempo sin trabajar, todavía se acordaba de como se hacía.
- Se suponía que debías decirme: "Oh no, aunque me hayas cortado esta es la mejor cita que he tenido nunca." - agregó con una sonrisa tímida, como si no quisiera creer que hubiera terminado diciendo aquello en voz alta antes de decidir que ya que había empezado a hablar continuaria hasta el final - Porque si que es la mejor que he tenido yo... Mis citas con Lucas eran divertidas, pero demasiado parecidas a una quedada entre amigos... Y ni siquiera puedo recordar ninguna cita con William, nada concreto al menos, sólo recuerdos vagos... En cambio no me veo olvidando estar aquí, en tu cocina, haberte cortado la mano, estar improvisando una cena porque te quedaste dormido... - se mordió el labio inferior para obligarse a si misma a callarse, porque tenía la sensación de que estaba hablando más de la cuenta - Obligame a que me calle, por dios, tengo la sensación que llevo hablando sin parar desde que he entrado por tu ventana. - intentó bromear, quitándole importancia a lo que acababa de decir. Ni siquiera recordaba que se suponía que estaban intentando preparar la cena...
- Bueno, no vas a morir desagrado y todavía puedes bromear. Quizás después de todo no ha sido tan grave. Aunque no esperaria menos de ti si eres un príncipe acostumbrado a las heridas de espada, ya sabes, en esa otra vida teórica.
Aún cuando había terminado con la tarea de curarle el corte que ella misma le había hecho no se movió de donde estaba, sentada a su lado y con la mano de Sebastian entre las suyas, mientras con un dedo le reseguía inconscientemente el vendaje que le había hecho, comprobando que a pesar de llevar bastante tiempo sin trabajar, todavía se acordaba de como se hacía.
- Se suponía que debías decirme: "Oh no, aunque me hayas cortado esta es la mejor cita que he tenido nunca." - agregó con una sonrisa tímida, como si no quisiera creer que hubiera terminado diciendo aquello en voz alta antes de decidir que ya que había empezado a hablar continuaria hasta el final - Porque si que es la mejor que he tenido yo... Mis citas con Lucas eran divertidas, pero demasiado parecidas a una quedada entre amigos... Y ni siquiera puedo recordar ninguna cita con William, nada concreto al menos, sólo recuerdos vagos... En cambio no me veo olvidando estar aquí, en tu cocina, haberte cortado la mano, estar improvisando una cena porque te quedaste dormido... - se mordió el labio inferior para obligarse a si misma a callarse, porque tenía la sensación de que estaba hablando más de la cuenta - Obligame a que me calle, por dios, tengo la sensación que llevo hablando sin parar desde que he entrado por tu ventana. - intentó bromear, quitándole importancia a lo que acababa de decir. Ni siquiera recordaba que se suponía que estaban intentando preparar la cena...
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Re: A escondidas [Sebastian]
No puedo evitar soltar una risa oculta entre un suspiro cuando se burla de mi broma. Hago una leve mueca y bajo la vista hacia sus manos mientras trabajan en las mías. - Míralo por el lado bueno, no tendrás que sentirte culpable por matarme. - Me imagino el panorama de los cuentos y chasco la lengua. Siempre me he planteado que tan buena idea ha sido regalarle a Paula aquellos libros. Está claro que a su madre no le gusta la idea de que la ande llamando bruja malvada, pero no se trata solo de eso; hay veces que se le ha encontrado vagando por sitios tan peligrosos de los cuales podría acabar lastimada que no me imagino, ni de cerca, la angustia que debe sentir su madre. - Quizá debería perdirle ese libro de vuelta - Murmuro por lo bajo, sé que ni siquiera tiene que ver con el tema pero su madre no es la única que se preocupa por ella. Yo también lo hago. Es una de mis mejores alumnas y a veces tengo la sensación de que la estoy perdiendo entre aquellas mágicas páginas que encontré en mi desván una vez.
Vuelvo a alzar mi vista a ella, un tanto confuso al principio por lo del corte y la cita hasta que rehilo de lo que estábamos hablando. Acabo por reírme, me aclaro la garganta y pongo un gesto muy serio. - Oh no. Aunque me hayas cortado es la mejor cita de mi vida - Melodramatizo para que se note, obviamente, que estoy siendo un tanto sarcástico. - ¿mejor así? - Encuentro super tierno que diga que ésta es la mejor cita de su vida porque entonces hago memoria de como pudieron ser el resto y me siento especial. Ha sido un desastre está claro. Yo no le he hecho la cena, ha tenido que entrar por la ventana, luego me he cortado... me he quedado dormido y hago una leve mueca. - Eres muy fácil de complacer -
Después de que acaba de mencionar todas las personas con las que estuvo saliendo alguna vez solo me queda en claro una de ellas. - ¿Haz salido con Lucas? - Si en algún momento desde que les conozco lo han hecho, yo no lo sabía. Ahora ya no me gusta demasiado la idea de que viva en su casa pero me parece que sería pasarse que le dijera que se viniera a la mía. Mucho más desde que lo de su marido está tan reciente.
Me convenzo a mi mismo de que cualquier tipo de celos hacia Lucas es una estupidez porque él está coladito hasta las trancas por Phoebe, lo cual al final me hace soltar un suspiro haciendo memoria de sus citas y de las veces que les he visto pasear muy juntitos por las calles. - Eso me lo deja fácil - Acaricio con mi dedo pulgar la venda de la herida y luego suspiro esbozando una media sonrisa. - ¿Que tal si te cocino otro día, nos ponemos a ver una peli y pedimos pizza? - Es lo único que cómo últimamente porque apenas tengo tiempo para nada, sin embargo no me importa en absoluto.
Vuelvo a alzar mi vista a ella, un tanto confuso al principio por lo del corte y la cita hasta que rehilo de lo que estábamos hablando. Acabo por reírme, me aclaro la garganta y pongo un gesto muy serio. - Oh no. Aunque me hayas cortado es la mejor cita de mi vida - Melodramatizo para que se note, obviamente, que estoy siendo un tanto sarcástico. - ¿mejor así? - Encuentro super tierno que diga que ésta es la mejor cita de su vida porque entonces hago memoria de como pudieron ser el resto y me siento especial. Ha sido un desastre está claro. Yo no le he hecho la cena, ha tenido que entrar por la ventana, luego me he cortado... me he quedado dormido y hago una leve mueca. - Eres muy fácil de complacer -
Después de que acaba de mencionar todas las personas con las que estuvo saliendo alguna vez solo me queda en claro una de ellas. - ¿Haz salido con Lucas? - Si en algún momento desde que les conozco lo han hecho, yo no lo sabía. Ahora ya no me gusta demasiado la idea de que viva en su casa pero me parece que sería pasarse que le dijera que se viniera a la mía. Mucho más desde que lo de su marido está tan reciente.
Me convenzo a mi mismo de que cualquier tipo de celos hacia Lucas es una estupidez porque él está coladito hasta las trancas por Phoebe, lo cual al final me hace soltar un suspiro haciendo memoria de sus citas y de las veces que les he visto pasear muy juntitos por las calles. - Eso me lo deja fácil - Acaricio con mi dedo pulgar la venda de la herida y luego suspiro esbozando una media sonrisa. - ¿Que tal si te cocino otro día, nos ponemos a ver una peli y pedimos pizza? - Es lo único que cómo últimamente porque apenas tengo tiempo para nada, sin embargo no me importa en absoluto.
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Re: A escondidas [Sebastian]
- No se lo pidas de vuelta. A los ocho años tiene todo el derecho a vivir de los cuentos. Ya tendrá tiempo de darse cuenta de lo cruda que es la realidad. - dijo con una sonrisa triste, cuando Sebastian habló de quitarle el libro de cuentos a Paula.
Ellos mismos eran un ejemplo vivo de lo cruda que podía ser la realidad, y esos recuerdos todavía le costaron un doloroso calambre cerca del corazón, cosa que hizo que Grace se obligara a si misma a pensar en otras cosas, y a recordarse mentalmente aquello que llevaba repitiéndose hasta la saciedad en las últimas semanas; aquello que creía que la había ayudado a seguir adelante: El pasado no se podía cambiar. Hay que centrarse en el presente.
Y el presente era Sebastian. Alzó la vista para mirarle y sonrió una vez más. No todo en la vida era malo. La vida podía ser buena.
- ¿De donde sacaste tu ese libro, por cierto? Parece bastante polémico. - preguntó más por curiosidad que por otra cosa.
Poco a poco había ido guardando todo lo que había usado para curar el corte de Sebastian, ladeando la cabeza cuando él repitió sus palabras, asegurándole que a pesar del incidente había sido su mejor cita, para acto seguido preguntarle sobre Lucas.
- Sí, salimos. Hace como mil años. Eramos unos críos y nunca hubiera funcionado. - y la verdad es que aunque esos recuerdos eran difusos, igual que la mayoría de recuerdos que tenía, recordar aquella época siempre la hacía sonreír, no con añoranza sino como alguién que rememora algo que sabe que fue bueno.
Acabó soltando una carcajada ante la última propuesta de Sebastian. Si, definitivamente seria mejor dejar la cocina y los utensilios afilados para otro dia. Al fin cerró el botiquín y se lo devolvió a él para que lo guardara, no pretendía seguir necesitándolo.
- Eso suena seguro, pero pide explícitamente que las pizzas estén cortadas, no hay que seguir tentando la suerte. - dijo soltando una carcajada leve, levantándose y agarrando a Sebastian de la mano para tirar suavemente de él en dirección al salón. Ya recogerían luego el desastre de la cocina.
Ellos mismos eran un ejemplo vivo de lo cruda que podía ser la realidad, y esos recuerdos todavía le costaron un doloroso calambre cerca del corazón, cosa que hizo que Grace se obligara a si misma a pensar en otras cosas, y a recordarse mentalmente aquello que llevaba repitiéndose hasta la saciedad en las últimas semanas; aquello que creía que la había ayudado a seguir adelante: El pasado no se podía cambiar. Hay que centrarse en el presente.
Y el presente era Sebastian. Alzó la vista para mirarle y sonrió una vez más. No todo en la vida era malo. La vida podía ser buena.
- ¿De donde sacaste tu ese libro, por cierto? Parece bastante polémico. - preguntó más por curiosidad que por otra cosa.
Poco a poco había ido guardando todo lo que había usado para curar el corte de Sebastian, ladeando la cabeza cuando él repitió sus palabras, asegurándole que a pesar del incidente había sido su mejor cita, para acto seguido preguntarle sobre Lucas.
- Sí, salimos. Hace como mil años. Eramos unos críos y nunca hubiera funcionado. - y la verdad es que aunque esos recuerdos eran difusos, igual que la mayoría de recuerdos que tenía, recordar aquella época siempre la hacía sonreír, no con añoranza sino como alguién que rememora algo que sabe que fue bueno.
Acabó soltando una carcajada ante la última propuesta de Sebastian. Si, definitivamente seria mejor dejar la cocina y los utensilios afilados para otro dia. Al fin cerró el botiquín y se lo devolvió a él para que lo guardara, no pretendía seguir necesitándolo.
- Eso suena seguro, pero pide explícitamente que las pizzas estén cortadas, no hay que seguir tentando la suerte. - dijo soltando una carcajada leve, levantándose y agarrando a Sebastian de la mano para tirar suavemente de él en dirección al salón. Ya recogerían luego el desastre de la cocina.
Grace E. Sullivan- Realeza
- Soy : Princesa Aurora
Mensajes : 253
Empleo /Ocio : Enfermera
Fecha de inscripción : 04/06/2012
Re: A escondidas [Sebastian]
No lo comento en voz alta pero creo que eso es lo que más me preocupa de todo ésto, que crezca y se de cuenta de la realidad de un modo tan brusco y terrible que jamás vuelva a creer en nada. Todas las personas necesitan creer en algo porque sino su vida está completamente vacía. - Supongo que tienes razón - Esbozo una sonrisa algo triste pero sonrisa de todas formas y paso mi mano por su mejillas disfrutando del contacto cálido de su piel contra la mía. Me gusta verla pensando en niños no se porque, es una cosa absurda y completamente al azar que se me ha venido a la cabeza. Supongo que después de verla embarazada y casi emocionada con su bebé me había hecho a la idea de verla interactuando con niños pequeños.
El recuerdo de esa situación me golpea y una parte de mi se siente culpable, por todo lo que pasó, por todo lo que podríamos estar haciendo ahora si tuviese a ese bebé que le hace falta pero me limito a sacudir la cabeza porque eso es pensar demasiado, y prometí no hacerlo de nuevo. - Estaba entre mis cosas en el desván. Recuerdo a mi padre leyéndomelo cuando era pequeño y cuando Paula llegó a mi clase estaba tan sola y tan... - Busco una palabra que defina lo que vi y sentí en ese momento pero no la encuentro así que me limito a negar algo desconcertado. - No lo se. A veces me sentía de esa forma y mi solución era meter las narices en un libro hasta que se me pasara. Creía que con ella funcionaría también - Y funcionó eso es algo que no puedo negar, aunque de una manera en la que no me esperaba que lo hiciera.
No puedo evitar soltar una risa ahogada cuando me explica que salió con Lucas cuando eran críos y que jamás habría funcionado. Ni siquiera sé porqué me hace gracia pero me inclino hacia ella bajando la voz en un susurro. - ¿Cómo estás tan segura? ¿Tienes un radar escondido por ahí de relaciones que van a fracasar? - Pongo las manos sobre el botiquín para luego lanzarlo sobre la encimera donde durante por un momento amenaza con caer al suelo pero se queda en todo el borde.
Silbo asintiendo y dándole la razón a eso de pedir las pizzas cortadas. - Si se niegan a traerlas así siempre podemos contarles que casi me apuñalas esta noche - Bromeo acercando mi frente a su sien mientras río solo para tener un contacto con ella porque a veces tengo la sensación de que nuestras manos no son suficientes. Dejo un beso en su mejilla mientras cojo el teléfono buscando en la marcación rápida el de la pizzeria oyendo al otro lado la voz tan familiar de la misma persona que suele atenderme casi todas las noches. - No ésta vez mándame la otra... la grande... claro que no... no seas imbécil... - Me echo a reír más por lo absurdo de la conversación que nada. Cuando me da pereza cocinar por las noches, que es al menos seis de siete días a la semana, suelo apañar con comida basura y en Storybrooke no hay mucho de donde elegir. Creo que a éstas alturas la persona del otro lado del teléfono es casi un amigo, aunque solo nos hayamos visto tres veces en toda nuestra vida.
El recuerdo de esa situación me golpea y una parte de mi se siente culpable, por todo lo que pasó, por todo lo que podríamos estar haciendo ahora si tuviese a ese bebé que le hace falta pero me limito a sacudir la cabeza porque eso es pensar demasiado, y prometí no hacerlo de nuevo. - Estaba entre mis cosas en el desván. Recuerdo a mi padre leyéndomelo cuando era pequeño y cuando Paula llegó a mi clase estaba tan sola y tan... - Busco una palabra que defina lo que vi y sentí en ese momento pero no la encuentro así que me limito a negar algo desconcertado. - No lo se. A veces me sentía de esa forma y mi solución era meter las narices en un libro hasta que se me pasara. Creía que con ella funcionaría también - Y funcionó eso es algo que no puedo negar, aunque de una manera en la que no me esperaba que lo hiciera.
No puedo evitar soltar una risa ahogada cuando me explica que salió con Lucas cuando eran críos y que jamás habría funcionado. Ni siquiera sé porqué me hace gracia pero me inclino hacia ella bajando la voz en un susurro. - ¿Cómo estás tan segura? ¿Tienes un radar escondido por ahí de relaciones que van a fracasar? - Pongo las manos sobre el botiquín para luego lanzarlo sobre la encimera donde durante por un momento amenaza con caer al suelo pero se queda en todo el borde.
Silbo asintiendo y dándole la razón a eso de pedir las pizzas cortadas. - Si se niegan a traerlas así siempre podemos contarles que casi me apuñalas esta noche - Bromeo acercando mi frente a su sien mientras río solo para tener un contacto con ella porque a veces tengo la sensación de que nuestras manos no son suficientes. Dejo un beso en su mejilla mientras cojo el teléfono buscando en la marcación rápida el de la pizzeria oyendo al otro lado la voz tan familiar de la misma persona que suele atenderme casi todas las noches. - No ésta vez mándame la otra... la grande... claro que no... no seas imbécil... - Me echo a reír más por lo absurdo de la conversación que nada. Cuando me da pereza cocinar por las noches, que es al menos seis de siete días a la semana, suelo apañar con comida basura y en Storybrooke no hay mucho de donde elegir. Creo que a éstas alturas la persona del otro lado del teléfono es casi un amigo, aunque solo nos hayamos visto tres veces en toda nuestra vida.
Sebastian J. Jones- Realeza
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