No es ninguna broma [Privado]

Una vez más, su padre y él se habían vuelto a lanzar flores uno al otro... O mejor dicho, los jarrones a la cabeza. Gary había vuelto a hacer campana ese día y no había ido a clases, llevaba su mochila prácticamente vacía colgada de un hombro. No es que hubiera salido de casa con la idea bien clara en la cabeza, más bien mientras iba de camino se iban menguando sus ganas de aguantar las caras y jetos de sus compañeros, y profesores, hasta que se convenció y se desvió del camino. Sólo había cogido el libro de ciencias, no tenía ganas de cargar con cincuenta libros y no era raro que se dejara la mayoría en casa, distrayéndose así mientras pintaba el pupitre o lo rayaba con un bolígrafo.

Todo empezó como un paseo cualquiera, pero todo aquél que conociera a Gary, sabía que nada bueno podía acabar haciendo ese día. Bueno, habían días en los que no llegaba a hacer nada más que subirse a la rama de un árbol y pasar el rato, ¿qué sé yo? Observando insectos, gusanos que se movían entre las hojas, comiéndose el bocadillo de la mochila que se había preparado para el recreo... Mirando tiendas, escalando muros, comprando (qué raro eso de comprar ¿no?) su barra de pan en la panadería, y así hasta un etcétera que tampoco se extendía demasiado.

Bueno, ¿De verdad queréis saber lo que sucedió ese día?... Pues bien: Liarse a ostia limpia con otros niños callejeros que se había encontrado entrada la tarde. Los estudiantes aún no habían salido de la escuela, por lo que intuía que esos chavales tampoco habían ido a clase. Pero la pelea no duró demasiado; Gary sólo se fijó en el brillo de una hoja que reflejó el Sol. Estaba seguro, aquello se trataba de una navaja, uno de los jóvenes llevaba una navaja en el bolsillo. En un rápido movimiento y con la agilidad suya característica, el joven se hizo con esa navaja y echó a correr, no sin antes darle un par de ostias al chico que antes llevaba la navaja en el bolsillo y apartar a cualquiera de sus colegas que se pusiera en medio. No iba a huir sin hacer nada antes, tenía orgullo y no quería ser un cobarde. Pero tampoco era tonto, y uno contra cinco era casi imposible. Ellos eran los cobardes que iban en grupo.

Obviamente, éstos comenzaron a perseguir a Gary, saltando murillos y girando esquinas, pero por suerte el joven era más canijo que ellos y podía llegar a coger más velocidad, hasta que al fin le perdieron el rastro y llegó a casa. Pero tampoco eso significaba que ya estuviera a salvo, no; allí le esperaba su padre, de brazos cruzados y empezando su reprimenda porque se había enterado de que no había ido a clases y encima venía hecho un callejero después de tener esa escueta pelea con el grupo de chicos. No dudó en esconderse la navaja, que seguro su padre le quitaría si se la veía.

Su padre, como no, lo castigó a su habitación, esta vez bajo llave. No sería la primera vez que Gary se escapaba a espaldas de su progenitor, así que éste último se aseguraba de que el chiquillo no le tomara más el pelo. Oh, pero estaría muy equivocado. Quien quiere, puede, y Gary se aplicó al plan, tomando como vía de escape la ventana. Lo ideal sería volver antes de que su padre se diera cuenta que se había escapado, pero tampoco le daba demasiada importancia. Gary mantenía la esperanza de que algún día se cansara de castigarlo.

Tal cual, esta vez prescindiendo de la mochila y sólo con la navaja metida en el bolsillo del pantalón trasero, bajó por la ventana, consiguiendo posarse en un muro por el cual caminó en equilibrio hasta saltar de él y comenzar a correr por las calles. Tenía ganas de ir a un sitio menos concurrido, sobretodo un sitio donde no se arriesgara a encontrarse de nuevo con esa panda de callejeros. ¡El bosque! El bosque sería un sitio ideal. Estaba cerca de los límites de Storybrooke y además no estaba tan vigilado, que los agentes ya apestaban con sus malditas pistolas, y no tenía ganas de que lo cogieran de las orejas una vez más.

Una vez llegó allí, se subió a uno de los árboles, uno que quedaba muy cerca de la carretera, apenas se había adentrado. Una vez se acomodó en una rama, se sacó del bolsillo la navaja (que hasta ese momento no se había dado cuenta de que era desplegable) y la observó con mucha atención. Todo objeto brillante lo fascinaba de tal manera, que podía tirarse horas mirándolo sin apenas abrir la boca o desviar la vista de dicho objeto. Ese era el caso. No sólo su hoja brillaba a la luz del Sol, (Sol que ya poco le quedaba para ponerse), sino que además, sentía que tenía más poder con aquello entre sus manos.

Nada más pensó eso cuando un sonido lo puso en alerta. Observó a su alrededor, y en cuanto creyó saber de qué se trataba, decidió bajar cautelosamente del árbol con la navaja en la mano. Le gustaría ver la cara de la persona con la que se toparía, ver el miedo en sus ojos, se le antojaba curioso. Se había cansado de ser ese al que todos trataban de crío y seguramente por eso, por parecer un crío, nadie le hacía caso, no el suficiente caso para él, al menos. Bueno, sólo eso sucedería si era una persona y no un animal el que había hecho crujir un par de ramitas bajo sus pies.

Efectivamente, no se había equivocado en sus predicciones y quien se dejó ver fue una mujer de ojos rasgados y claros a la que nunca antes había visto. Gary había intentado ser cauteloso, y siempre llevaba puesta alguna clase de sudadera con capucha, un elemento bastante importante en aquellas situaciones. La capucha que llevaba puesta sobre su cabeza le iba bastante grande, llegando incluso a taparle parte de la nariz y Gary podía ver lo justo, con un poco de suerte el gorro le haría sombra y a la chica se le haría difícil intentar distinguir los ojos del chico.

Al muchacho le pareció algo extraño que ésta no se sorprendiera, más bien al contrario: parecía tranquila y le había formulado la pregunta del millón sin apenas vacilar en sus palabras. ¿No le daba miedo estar amenazada con alguien que mantenía una navaja en alto? ¿No tenía miedo de que Gary pudiera ser un violento? ¿No tenía miedo de estar a solas, sin nadie más a su alrededor y en pleno bosque?

- Atracarte, así que ya puedes estar soltándome lo que tengas en los bolsillos – le exigió, tratando de mostrar completa seguridad e incluso moviendo un poco la navaja que tenía en la mano para adquirir un poco de tono amenazante. Quería verla asustada, quería sentir que tenía el control de la situación, ¡Quería ser un tipo guay! El siguiente paso sería intentar fumar, para infundir más respeto. Estaba seguro que tarde o temprano lo conseguiría. ¿Serían esas palabras que le profirió a la mujer suficientes para llegar a su objetivo? Decidió dar unos cautos pasos alrededor de ella, observándola con atención, sin perderla de vista y con el afilado y punzante objeto apuntando hacia la joven. - ¿No tienes miedo?... Igual con un poco de suerte te dejaré ir sin hacerte daño – No podía describir cómo se sentía al decir esas palabras, se sentía como los villanos de los cómics que siempre leía, a los que admiraba. Aliviaba esa rabia que sentía por culpa de aguantar a su padre, a los callejeros, a los profesores, a la directora, a los compañeros, a todos en resumidas... Era una sensación increíble. Empezó dubitativo, pero ahora le comenzaba a gustar el juego, además de sentirse seguro por tener parte de su rostro escondido, impidiendo que fuera tan fácil reconocerlo - Pero te advierto que si intentas escapar, te atraparé antes de que puedas dar el primer paso y tu vida correrá a cargo de mi inexistente compasión – Y para decir eso, se había inspirado en uno de los diálogos entre un personaje secundario y el villano de uno de sus cómics favoritos. ¡Já! A ver qué hacía esa mujer en esa situación, sería curioso. Sólo esperaba que no dijera “que no llevaba nada”, porque no se lo iba a creer. ¡No iba a hacer todo ese teatro para nada! Las personas siempre llevaban algo de valor encima ¿no? Aunque fueran unas monedas... tal vez tenía suerte y llevaba puesto un reloj de oro.

- Y no es ninguna broma, estoy hablando muy en serio – recalcó, por si acaso se le pasaba por la cabeza la idea de ignorar las palabras de Gary sólo porque ni su estatura ni su voz, demostraran ser la de un hombre hecho y derecho, aunque ya iba en camino... No es que su voz se librara de esos típicos gallitos de la edad. Acabó de dar una vuelta completa a su alrededor, para cerciorarse también de las posibilidades que podría tener ésta para escapar, o por si podía apreciar objetos que tuvieran valor por su cuerpo, sobretodo fijándose en si llevaba bolsillos y si éstos tenían bultos (demostrando así que tenía cosas dentro de ellos), las muñecas donde las mujeres solían llevar brillantes pulseras; los dedos donde se ponían los anillos, el cuello y nuca por los collares, las orejas por los pendientes... Igual y se llevaba una sorpresa.

- Tampoco llames al Sheriff, te servirá de poco... O más bien empeorarán las cosas... – podría haber dicho que no era de la zona, que seguramente ni lo conocía ni podía ver bien su rostro... Pero eso sólo era dar más información y los agentes no eran tontos, por mucho que Gary afirmara siempre lo contrario, pero para sus adentros sabía que siempre lo acababan pillando sí o sí. Pero de la manera en que se lo dijo, podía interpretarse como una amenaza e igual el remordimiento y la inquietud harían que, aunque Gary le robara lo que fuera que tuviera, ésta no fuera a denunciarlo a comisaría por miedo a las represalias.

Oh, genial... ¿En serio existía la suerte? Porque de ser así, al último que ésta visitaba era a Gary. Otra vez se había topado con alguien que no tenía más que unos centavos en los malditos bolsillos. Bueno, sí, pelusas y comida para perros, ¿Pero de qué le serviría a él eso si ni siquiera se podían vender? Bueno, hablaba más por la comida de perros que por las pelusas, eso ya lo descartamos.

- ¿En serio? ¿No tienes nada más que eso? – preguntó incrédulo. Igual sí que tenía algo más en su casa, pero la había pillado justo el día en que iba a comprar la comida para su chucho. - No me lo creo – alegó con seguridad, a ver si así llegaba a soltar todo lo que tuviera encima que pudiera ser de valor, era su último intento.

Una de las cosas que le estaba crispando los nervios, era la tranquilidad de la joven, que parecía no tener miedo o lo disimulaba demasiado bien. ¿En serio? ¿Tan fácil era vacilarle a Gary? Apretaba los dientes sólo de pensar que le estaba tomando el pelo. Seguro que estaba pensando que sólo era un chaval de secundaria y que para él esto no era más que un juego. Pues no, no... Quería infundirle todo el respeto a aquella mujer, no se iba a ir de rositas.

- ¿No tienes miedo? ¿Seguro? ¿No crees que sería capaz de hacerte un par de cortes con la navaja? Quizás ponértela en el cuello... – sugirió, a ver si así al menos le temblaban un poco las manos a la joven. ¿Qué si era capaz Gary de hacerlo?... Sinceramente no entraba dentro de sus planes iniciales, pero si aquello seguía así... Lo haría, con tal de demostrar que él también era capaz de ponerse serio, y que debían ir con cuidado también. Estaba cansado de que lo subestimaran, en ocasiones incluso eran capaces de detenerlo con tan sólo cogerlo del cuello de la sudadera o de una oreja.

Dio unos pasos más alrededor de la joven mientras dijo eso, examinándola, sin quitarse el gorro ni bajar el brazo con el que sostenía la navaja.

- ¿Qué te hace pensar que no podría... harte daño?... – vaciló un poco en sus palabras, pero recordó sus intenciones y volvió a ponerse firme, pronunciando con más seguridad - ... O bueno, matarte – añadió. No sentía que eso fuera con él, nunca había llegado a pensar hasta esos extremos, pero un día era un día, y sólo se divertía un poco. Además, su único objetivo era ver asomarse el miedo en los felinos ojos de la mujer y robarle lo que tuviera de valor, nada más. Pero parecía que eso iba a ser más difícil de conseguir de lo que el muchacho creía - ¡Vamos, no tengo todo el día! – exclamó alzando la voz, una vez estuvo lo suficientemente cerca de la desconocida como para arrebatarle la calderilla que tenía en la mano. Era lo único que le interesaba de todo lo que había sacado de sus bolsillos. Eso no había cambiado que siguiera amenazándola con la navaja en alto.

- ¿Por nada? ¿Tú vida podría estar en peligro y dices que no llamarás al sheriff por nada?... Eso si sobrevives a esto, claro – en ese momento se dio cuenta de que estaba demasiado cerca, que podría verle el rostro con demasiada precisión si no se apartaba rápido, así que decidió dar unos pasos hacia atrás con cautela - ¿Qué has venido a hacer aquí? – preguntó. Podría ser como cualquier otra cuestión, pero así también sabría si había alguien siguiéndola, si había venido sola, si la esperaban en algún lado o punto del bosque... Cosas que le interesaba bastante saber, personalmente, y podría meterlo en líos si no estaba al corriente de la situación.