Tick Tock, this is a clock {Alex L. Northwood}

Lo que pensaba que iba a ser un día mas como los demás no hacía mas que marearlo. Primero se había dejado la bolsa del bocadillo en casa y luego, cuando creía que solo tenía que soportar las clases muerto de hambre, llegaba el profe y les pedía que pintaran. ¡Pintar! Pero si tenía diez años, ¿qué narices significaba que tuviera que pintar en clases?¿Donde quedan la historia, las mates, la literatura? Aun asi, como todos sus compañeros, sacó una hoja en blanco y la dejó sobre la mesa. Sacó del mismo modo sus lápices de madera y un trozo de carboncillo envuelto en un trapo que llevaba siempre en una pequeña bolsa de tela. Había sido un regalo de su madre y como cada vez que veia algo de ella no podía evitar recordarla. Hacía algo mas de tres meses desde que ella se había ido. Las cosas en casa de tito Zack estaban bien, y desde que Rush había llegado todavía estaba mas contento... pero seguía sin ser lo mismo que con mamá. Y sabía que nunca sería lo mismo, pero aun asi le gustaba.
Cuando quiso darse cuenta la sirena debió de haber sonado, porque ni uno solo de sus compañeros seguía en su pupitre. De hecho, ni uno solo de sus compañeros seguía ene l aula. Levantó la mirada y revisó toda la clase para encontrarse simplemente con el profesor Jones. Bajó la vista al folio donde debería estar su trabajo de la clase de hoy, pero seguía tan blanco como cuando lo había sacado de su carpeta. Se mordió el labio mientras sus dedos se teñían con el negro del carboncillo. Movió las piernas, pero ni siquiera de puntillas llegaba a rozar el suelo. Se sentía frustrado, tremendamente frustrado, pero eso no me ayudaba a hacer una sola linea sobre el papel. No sabía como mirar a su profesor a la cara. Sabía que se había metido en un lio. Había desperdiciado una hora entera en no hacer nada. Iban a llamar a su tio, seguro. Y se iba a meter en un lio con él, porque su tio trabajaba mucho y no tenía tiempo de venir a hablar con sus profesores. No le gustaba darle problemas. Bastante problema tenía ya su tio con encargarse de él, aunque dijera todo el tiempo que él estaba encantado. Lo siento profesor... Apretó mas fuerte el carboncillo y sin quererlo, lo rompió en dos. No pudo evitar pensar que era de lo poco que conservaba de su madre y una lagrima traicionera se asomó en sus ojos, todavía fijos en el papel.

Le da las gracias apenas con un hilo de voz, recogiendo el trozo de carboncillo roto. Recordaba perfectamente como su madre le había explicado las ventajas de un carboncillo frente a un lápiz, como le había enseñado a usarlo y a mejorar la técnica de su dibujo, a sombrear con el dedo y a borrar con un trapo seco. Como si se tratara de tiza en una pizarra.
Nota como el profe se ha apoyado en el borde de su mesa pero no es capaz de mirarlo. No, porque todavía nota las lágrimas y no quiere que le vean llorar. No le gusta que lo haga su tio como para dejar que lo haga alguien de fuera de casa. Se recoge un poco la manga de la camisa y se seca los ojos con disimulo, sorbiendo los mocos. Niega con la cabeza ante la pregunta del profesor. Si... claro que se me ha ocurrido pero... no puedo. No puedo dibujar. Mi madre dibujaba muy bien... ella me enseñó. Y no puede dibujar sin recordar todo lo que ella le enseñó. Todos lo momentos que pasó con él, ayudandole a mejorar, explicandole trucos y dedicandole caricias cariñosas de esas que solo una madre puede regalar. Dibujaba muy bien... Mira el papel en blanco, dandole vueltas a uno de los trozos de carboncillo entre sus dedos. Siento no haber hecho el trabajo. No lo volveré a hacer, de verdad. Puedo intentarlo en casa. No sabe porque no ha sido capaz. Cada intento de dibujar una linea despierta un recuerdo de su madre en él... y se ha acostumbrado al pinchazo de dolor que la falta de ella le provoca, pero hasta ahora en ningun momento lo habían inundado asi los recuerdos. Pasaba mucho tiempo aprendiendo a dibujar con su madre, y siempre se lo pasaban tan bien... Por favor no llame a mi tío... Le prometo que no pasará nunca mas.

Apreta un poco el carboncillo entre sus dedos hasta que se percata de que de tanto darle vueltas lo esta deshaciendo. No, no, no. Ni hablar. Fue uno de los ultimos regalos de su madre, no podía desperdiciarlo asi como asi. Sabe que si quiere mas carboncillo no tiene mas que pedirselo a su tio y este le dará dinero para que vaya a la papelería a comprarlo, o simplemente irá el mismo y se lo conseguirá... pero no es lo mismo. Este trozo es parte de los carboncillos de su madre, uno que ella misma seleccionó de su cajetilla, se lo envolvió y le preparó una bolsa para que nunca se le perdiera ni se deshiciera al llevarlo con el resto de su material escolar. Mi madre nunca se enfadaba... bueno si, pero nunca de verdad. No era capaz de aguantar ni tres segundos enfadada.... siempre estaba riendo. Baja la cabeza de nuevo, avergonzandose porque tiene unas ganas inmensas de llorar. Pero no, los chicos grandes no lloran, y el ya es suficientemente mayor como para no hacerlo.
Alza la mirada de golpe ante la propuesta de irse a casa. Seguro que se mete en un lio si su tio llega a casa y se entera de que se ha ido del colegio a mitad de la mañana. Siempre puede llamar a Ender y que pase el resto de la mañana con él si no esta ocupado... pero no. No quiere molestar a nadie. De hecho lleva ya muchas semanas acudiendo a clase desde que su madre murió y hasta ahora no le había ocurrido esto. Niega con la cabeza ante la pregunta de su profesor y cuando quiere darse cuenta mas lágrimas furtivas se han escapado de sus ojos. Se las límpia rapidamente con la manga de la camisa y vuelve a bajar la mirada, agarrando el carboncillo con seguridad y poniendose a dibujar con rápidez, frunciendo el ceño unas cuantas veces, dibujando lineas y ensombreciendo otras con su dedo hasta que da el [dibujo] por terminado y lo desliza por la mesa hasta su profesor, mordiendose el labio inferior antes de desplazar la silla hacia atrás, separandose de la mesa. Justo a tiempo para oir la campana que anuncia el fin del recreo. Siento haberle robado su tiempo de descanso.

Mientras me habla de su madre le miro realmente fascinado, cuando habla de ella parece que se va a otro mundo, uno de esos sitios donde le duele estar y procura no quedarse mucho tiempo. Suelto un suspiro y llevo mi mano hacia su cabeza solo poniéndola ahí, cómo cuando pasa un niño por delante de ti y haces aquel gesto para asegurarte de que está ahí y no le estas atropellando. - Mi madre se enfada un montón - Comento, no porque quiera que saque algo en claro de eso sino porque me sale del alma comentarlo en ese mismo momento. - Aunque dicen que solo se enfadan cuando te portas mal. Tú debías ser un buen chico para ella. El mejor que podía existir - El amor que le da una madre a su hijo es incondicional, independientemente de lo que haga, diga, o de cómo se porte. Son huellas que no se borran.

Bajo mi vista hacia su lápiz quitando mi mano de su cabeza mientras le veo dibujar, agarro la hoja de papel algo por inercia y luego me levanto del suelo. - No es mi descanso en realidad. Pero creo que tú y yo deberíamos hablar - El que no quiera irse a casa no quiere decir que deje este asunto a medias.

Cómo es habitual mis alumnos tardan años en regresar del patio del recreo, son casi los últimos siempre y además si no voy por ellos no suelen volver. Amaranta, la chica nueva maestra del parvulario los trae en fila mientras explica que no pueden seguir fuera y ellos se quejan, pongo mi mano sobre la espalda de Alex y lo obligo a avanzar por delante hacia la salida. - Eh amy, ¿te puedes quedar un rato? - Ella asiente encantada, los suyos a esa hora de la mañana tienen música así que no tiene que preocuparse por ellos hasta cerca del medio día.

Hace una mueca modo de pregunta y se la devuelvo para que no se preocupe, en cuanto entra en el aula, la puerta se cierra y el murmullo desaparece nos encontramos en el pasillo vacío del colegio. - Vamos a comer algo, que tú al final no has ni siquiera dado un bocado - Avanzo con él por los pasillos en dirección a la cafetería que desde donde estamos no está lejos en absoluto. Para cuando entramos apenas queda una persona recogiendo el desastre que parece haberse formado allí, para variar, y tomo asiento en una de las mesas dejando al chico delante de mi. - ¿Pasa algo en tu casa Alex? ¿algo que quieras contarme? - Dejo delante de ambos un par de zumos y galletas que he tomado por el camino hacia la mesa de la estantería que hay a la izquierda en la barra de la entrada, ofreciéndole por supuesto una de cada una.

Mira a su profesor avergonzado. No sabe como reaccionar después de semejante lio que ha montado, pero tiene la ligera sensación de que su profesor no va a contentarse con eso. No cree que lo vaya a dejar estar, y lo comprueba cuando le dice que tienen que hablar. No quiere tener que hablar de nada. Y menos de su madre. Pero tampoco quiere que nadie piense que su tio no lo trata bien o que él esta descontento. Quiere muchisimo a su tio y no quiere volver a una casa de acogida ni a un orfanato... ya lo ha probado y no le gusta. Y recuerda muy bien las palabras de aquella mujer que lo llevo a casa de Zack. Si descubrían que cualquier cosa estaba mal se lo llevarían.
Sin embargo, antes de que tenga tiempo de decirle a su profesor que no tienen nada de que hablar y que esta todo bien, él ya le ha pedido un tiempo a la profesora nueva de los pequeños y le ha guiado con una mano en el hombro hasta la cafetería. Se siente nervioso y no tiene ni idea de que puede querer su profesor, pero lo sigue. Se sienta donde le dice y se queda mirandolo con timidez, manteniendo la vista fija en sus manos en lugar de en sus ojos. Es todo mas fácil. Le tiende un zumo y unas galletas y coge una de estas ultimas, partiendola en cachitos pequeños antes de llevarsela a la boca lentamente. Su madre siempre le decía que parecía un gorrión. Temo haber dado esa impresión... esta todo bien en casa. Mi tio me cuida a la perfección y me quiere mucho. No tiene de que preocuparse señor Jones. Se lleva el ultimo pedazo de galleta a la boca. Seguro que no estaría en esa situación si su madre estuviera todavía con él.

Escucho sus palabras con atención y por un momento tengo miedo de que esté repitiendo como un loro. A veces los niños son obligados a decir cosas que no les pasan, que no sienten, no sería ni la primera vez ni la última que me encontraré con algo como ésto. Sin embargo conozco a los que vendrían a ser sus tutores, no personalmente pero de lejos sí, éste pueblo es demasiado pequeño como para que nadie se conozca. - Me alegra escuchar eso - Decido creerle porque es un buen chico y los buenos chicos no tienen problemas horribles. Se supone que las cosas malas le pasan a la gente mala, no a la gente buena.

Me llevo un par de galletas a la boca sin hambre en realidad, solo para acompañarle. - Entonces ¿por qué estás tan triste? ¿Te han reñido por algo que hayas hecho mal? - Tiento suerte con lo primero que se me ocurre, aunque por un momento me planteo si todo ésto es porque echa a su madre de menos. Con la mía tengo un trato bipolar. A veces le quiero, a veces la odio, a veces la mataría y otras no puedo vivir sin ella. Se supone que así es como son las relaciones con las madres pero él no tiene una. - A veces los adultos se olvidan de que los niños también cometen errores y son demasiado duros - Me decanto por la opción de que le hayan reñido, no quiero equivocarme y acabar abriendo heridas recientes que probablemente se estén sanando todavía. - Pero eso no significa que seas una persona horrible. Solo un chico que ha cometido un error y que debería aprender de la experiencia -

Negó de nuevo con la cabeza, troceando otra de las galletas en cachitos pequeños, sin levantar la vista. No... mi tío nunca me echa la bronca por hacer las cosas mal... me explica por qué estan mal y me explica como hacerlas bien. A lo sumo si es muy grave me castiga sin salir el resto de la semana.. Pero también era cierto. Su tío nunca se enfadaba con él, de hecho nunca le había gritado. Siempre le explicaba las cosas con paciencia. Niego de nuevo cuando sigue hablando, sonriendo de medio lado. Tiene mucha paciencia conmigo. Para mi es nuevo tener una especie de padre, y para él es nuevo estar a cargo de un niño... supongo que es normal. Aunque admitamoslo, él ya había tenido que hacerse cargo de su madre en mas de una ocasión, por eso era mas maduro que un niño normal de su edad. Nunca le había importado, amaba a su madre pese a su enfermedad.
Bajó la cabeza de nuevo, observando las migas de la galleta entre sus dedos, picoteandolas con un dedo humedo, recogiendolas todas y comiendoselas, no porque tuviera mas hambre, porque todavía quedaban galletas, sino porque era algo que le encantaba hacer. Siempre recogía todas las migas. Lo consideraba la parte mas buena. Solo... echo de menos a mi madre. Hace tres meses que no está y al principio aun tenía la esperanza un poco de que no fuera cierto, de que cualquier día aparecería por la puerta y me abrazaría como siempre... y volveríamos a casa y nuestra vida sería como antes... pero eso no ha pasado y sé que no pasará. Mi madre esta muerta y tengo que aprender a vivir con ello... pero la echo mucho de menos... y me arrepiento de no haberle dicho mas veces lo mucho que la quería o que la necesitaba. Siempre intentaba hacerme el fuerte y hacer las cosas sin ella, sin dejar que me ayudara... y ahora ya nunca va a poder hacerlo.

Cuando me explica como le castigan siento una especie de alivio, a mi no se me da bien reconocer cuando las personas me engañan o no lo hacen, pero los niños son otro mundo. Con ellos siempre lo sabes, es cómo si llevaran en la cabeza un cartel de "estoy mintiendo" o "estoy diciendo la verdad". Tal vez sea la experiencia o que me paso la mayor parte de mi vida junto a ellos pero jamás me ha sido difícil pillarlos. Esbozo una sonrisa algo divertido ante lo de que le castiga sin salir el resto de la semana, no será tan duro. Hoy en día hay tantas cosas que hacer en la casa que casi se puede decir que la mayoría ni siquiera necesita salir. - Entonces no lo hace tan mal - Comento al escucharle decir que es la primera vez de ambos; de él para vivir con un padre y de su tío para vivir con un niño. - para ser la primera vez que tiene que lidiar con un trastillo - Suelto a modo de pequeña broma porque también sé perfectamente que él no es del tipo de persona que va por el mundo dando problemas.

Acomodo mis gafas mientras habla de su madre y del tiempo que lleva echándola de menos. Tal vez debería haber pensado en ello antes de que en los problemas que pueda tener con su tío que siempre me ha parecido una buena persona; pero a veces la gente pierde el control en un determinado momento y hace una estupidez, soy bastante consciente de eso. - Es normal que la eches de menos, era tu madre y las madres... nunca se olvidan. Pase lo que pase - Hagan lo que hagan y se metan donde se metan. Me levanto de mi asiento para tomar uno junto a él en vez de en frente, apoyando una de mis manos sobre el espaldar de la silla en la que está y la otra sobre la mesa. - Sé que es duro Alex, haber perdido a tu madre siendo tan pequeño. Haberte quedado solo. Y sé que la echarás de menos más allá de lo que le podrás contar a nadie jamás o de lo que cualquier persona entenderá. Pero debes dejarla ir, y guardarla aquí dentro. - Doy un par de golpes suaves con mi dedo indice contra su pecho. - Y nunca olvidarte de ella. Pero si intentas que vuelva a punta de deseos solo te haces daño - Esbozo una media sonrisa que es bastante mas triste de lo que pretendía. - Por las noches, cuando le reces a tu ángel de la guarda dile a él todo lo que querrías que ella supiera. Seguro que va a decírselo por ti, o a lo mejor hasta ella misma te escucha - Acaricio su espalda con suavidad y lanzo un leve suspiro cansado. - No hace falta que seas fuerte con las cosas que te superan. Para eso está tu tío, y están tus amigos, y estoy yo. Nadie puede ayudarte si no pides ayuda -

Niega con la cabeza enseguida, totalmente decidido, incluso algo ofendido porque su profesor pensase que su tío no podía cuidarlo bien. De hecho sabía que mucha gente en el pueblo lo pensaba. Había oido rumores. Todo eso era mas que falso. Su tío se estaba teniendo que esforzar mucho y él sabía que lo hacía lo mejor que podía, y no era para nada malo el resultado que estaba logrando. Sí que es verdad que al principio les había costado un poco adaptarse, pero todo iba bien, se encontraba bien, se reía mucho cuando pasaban tiempo juntos... echaba de menos a su madre, si, pero si le preguntaran, contestaría con sinceridad que si, era feliz en aquel momento. Lo esta haciendo muy bien...¡y tampoco soy tan trasto! Bueno sí, un poco. Pero siempre se veían cosas peores. Tenía un compañero que no paraba de dar patadas a todo el mundo. Él mismo, aún siendo ágil, tenía las espinillas con algun que otro morado cada pocos días. También había un par en su propia clase que llevaban semanas fumando a escondidas, todavía no sabía de donde habían sacado la idea ni el tabaco, pero ahora parecían los mas malos de la clase. A él no le iban ese tipo de cosas. Podía ser algo travieso, y tenía esa extraña manía de hurgar en bolsillos ajenos, lo que también podía acarrearle muchos problemas... pero nada mas. Mi madre... no era fácil de tratar algunas veces... y tenía sus cosas... pero igualmente la echo de menos. Cuando te das cuenta de que nunca mas la vas a tener entonces te olvidas de todos los momentos malos y no te vienen a la cabeza mas que los buenos, por pocos que fueran. La verdad es que los recuerdos buenos de su madre no eran para nada pocos. Al contrario, siempre había sido dulce y buena con él. Habían vivido muchas cosas, habian reido hasta llorar y había intentado darle la mejor vida posible. No intento que vuelva... sé que no va a volver y lo acepto. Y señor Jones...- río levemente, algo mas animado -Yo no le rezo a nadie... creo que las cosas pasan dependiendo de los actos de cada uno. Todo acto tiene una consecuencia, y nadie mas que uno mismo influye en ello. Se encogió de hombros. Su madre le decía que no dijera las cosas asi, que resultaba impertinente, irrespetuoso y sobretodo parecía que repetía las palabras de otros, porque no eran para nada reflexiones comunes de un niño de once años.