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Bajo llave
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:: Storybrooke :: Urbanización :: Residencia Aldridge
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Bajo llave
Justo cuando Evelyn se convencía que su vida no podía dar giros para peor, siempre ocurría algo que le hacía tragarse sus palabras y aguantar los golpes que la Señora Fortuna se empeñaba en darle, a ver si así se le quitaba lo bocona de una vez, pero no importaba cuantas veces ocurría, ella parecía no aprender la lección.
No estaba llevando de muy buena manera el asunto de su tobillo roto. Odiaba el yeso con todas sus fuerzas; era enorme, era incómodo y pesado, y a ratos le entraba una comezón que le llevaba a un paso de echarse encima una botella de ácido que con suerte eso le calmaría la ansiedad. No podía moverse con libertad, no podía trabajar en condiciones porque necesitaba estar sentada, así que nada de juntas ni reuniones con los socios ni con los clientes. Si necesitaba desplazarse tenía que ser en taxi, porque obviamente con tremendo armatoste en su pie no podía conducir.
Tenía ayuda en casa… o algo así…
Benjamin se había estado portando… con decencia. Peleaban a cada momento, eso no lo podían evitar. Habían pasado demasiadas cosas entre ellos como para todo comenzara a fluir de maravilla y se volvieran los mejores amigos de la vida de la noche a la mañana. Seguía teniendo aquella sensación de que no había sido la mejor decisión, sobre todo cuando se sorprendía a sí misma con deseos de espiar su teléfono para ver si acaso estaría comunicándose con cualquier otra zorra estando en su casa, pero claro, ella ya no estaba en posición de sentir celos. ¿verdad? Ni siquiera debería hacerlo si lo odiaba…. Le había explicado las cosas a Savannah sobre como había ocurrido todo y que el mecánico se había ofrecido a ayudarla para compensarle los malos ratos que había pasado por su culpa. Lo mismo con William, lo mismo con Lucas. Y estaba segura que los tres coincidían en lo mismo: era una mala idea.
Había salido esa mañana a una reunión a la que no podía faltar. Tomó el taxi con todo y muletas y tuvo que aguantarse el mal humor a lo largo de toda la conversación con el cliente. Sin embargo parecía que la buena suerte al fin le sonreía y acababa de cerrar el trato con un futuro novio para diseñar unas argollas de bodas que debían ser aún más exquisitas que las de ella y James. Irónico que justo ella las diseñara y se las vendiera, pero dinero era dinero, y un buen trato siempre le ponía de buen ánimo.
Tanto, que hasta se decidió hacer una parada (o mandar al taxi a que la hiciera, más bien) en el centro comercial. Esa noche ella iba a cocinar, nada de ordenar fuera. Era lo que pasaba cuando se sentía tan contenta. Se las ideo para caminar sujetando las bolsas de la compra con todo y las muletas, aunque meter la llave en la puerta de su casa para poder abrir había requerido de más coordinación de la que pensó.
Al entrar la recibía Whisky, el perro de Benjamin. Adoraba al animalito y era lo único que le hacía reír en ese estado, a pesar de que llenara sus pisos de lodo y lo hubieran sorprendido lanzándose a jugar en la piscina. Total, Benjamin limpiaba el desastre que Whisky dejara detrás.
- ¡Ya llegué! – Exclamó andando con lentitud hasta la cocina para al fin dejar sobre el mueble las cosas con las que iba cargando. No recibió ninguna respuesta, ni en forma de gruñidos ni comentarios irónicos y eso le extrañó, porque Hawthorne había acomodado sus turnos en el taller precisamente para estar ahí cuando Evelyn llegara y echarle la mano con lo que necesitara. – ¿Benjamin?... -
No estaba llevando de muy buena manera el asunto de su tobillo roto. Odiaba el yeso con todas sus fuerzas; era enorme, era incómodo y pesado, y a ratos le entraba una comezón que le llevaba a un paso de echarse encima una botella de ácido que con suerte eso le calmaría la ansiedad. No podía moverse con libertad, no podía trabajar en condiciones porque necesitaba estar sentada, así que nada de juntas ni reuniones con los socios ni con los clientes. Si necesitaba desplazarse tenía que ser en taxi, porque obviamente con tremendo armatoste en su pie no podía conducir.
Tenía ayuda en casa… o algo así…
Benjamin se había estado portando… con decencia. Peleaban a cada momento, eso no lo podían evitar. Habían pasado demasiadas cosas entre ellos como para todo comenzara a fluir de maravilla y se volvieran los mejores amigos de la vida de la noche a la mañana. Seguía teniendo aquella sensación de que no había sido la mejor decisión, sobre todo cuando se sorprendía a sí misma con deseos de espiar su teléfono para ver si acaso estaría comunicándose con cualquier otra zorra estando en su casa, pero claro, ella ya no estaba en posición de sentir celos. ¿verdad? Ni siquiera debería hacerlo si lo odiaba…. Le había explicado las cosas a Savannah sobre como había ocurrido todo y que el mecánico se había ofrecido a ayudarla para compensarle los malos ratos que había pasado por su culpa. Lo mismo con William, lo mismo con Lucas. Y estaba segura que los tres coincidían en lo mismo: era una mala idea.
Había salido esa mañana a una reunión a la que no podía faltar. Tomó el taxi con todo y muletas y tuvo que aguantarse el mal humor a lo largo de toda la conversación con el cliente. Sin embargo parecía que la buena suerte al fin le sonreía y acababa de cerrar el trato con un futuro novio para diseñar unas argollas de bodas que debían ser aún más exquisitas que las de ella y James. Irónico que justo ella las diseñara y se las vendiera, pero dinero era dinero, y un buen trato siempre le ponía de buen ánimo.
Tanto, que hasta se decidió hacer una parada (o mandar al taxi a que la hiciera, más bien) en el centro comercial. Esa noche ella iba a cocinar, nada de ordenar fuera. Era lo que pasaba cuando se sentía tan contenta. Se las ideo para caminar sujetando las bolsas de la compra con todo y las muletas, aunque meter la llave en la puerta de su casa para poder abrir había requerido de más coordinación de la que pensó.
Al entrar la recibía Whisky, el perro de Benjamin. Adoraba al animalito y era lo único que le hacía reír en ese estado, a pesar de que llenara sus pisos de lodo y lo hubieran sorprendido lanzándose a jugar en la piscina. Total, Benjamin limpiaba el desastre que Whisky dejara detrás.
- ¡Ya llegué! – Exclamó andando con lentitud hasta la cocina para al fin dejar sobre el mueble las cosas con las que iba cargando. No recibió ninguna respuesta, ni en forma de gruñidos ni comentarios irónicos y eso le extrañó, porque Hawthorne había acomodado sus turnos en el taller precisamente para estar ahí cuando Evelyn llegara y echarle la mano con lo que necesitara. – ¿Benjamin?... -
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Bajo llave
Podía fingir que nada de aquello le afectaba, ser sarcástico y meterse constantemente con ella, pero la verdad es que nadie se podía imaginar lo que era para Benjamin vivir en esa casa. Estaba constantemente en tensión, la cercanía con Evelyn lo ponía de los nervios sin saber porqué y sus compañeros del taller habían notado que estaba más irritable de lo normal. También le sacaba de sus casillas que Whisky, su chucho desleal y aprovechado, pareciera tan cómodo ahí. Había aceptado sin ningún tipo de problema mudarse de su apartamento pequeño y polvoriento a la amplia casa de Evelyn, y además parecía especialmente emocionado con la piscina. Por eso no le extrañó verlo durmiendo encima del sofá, patas arriba, como el perro más feliz del mundo.
Claro que Evelyn no sabía que Whisky dormía ahí. Estaba harto de pasar y volver a pasar el aspirador para que no quedara ni rastro de pelo en el maldito sofá de diseño para cuando la histérica llegar a casa después de haber pasado un mal día por no poder moverse con libertad por el pueblo. Así que con un suspiro, dejó las llaves encima de la mesilla de delante del sofá y le dio un golpe en el culo para que bajara, cosa que su perro hizo con toda la calma del mundo.
Ben miró el reloj y calculó que ella ya debería haber salido de la maldita reunión y llegaria de un momento a otro. Y por eso mismo fue a coger el maldito aspirador con tanta prisa que tiró la mitad del trastero al suelo.
Soltando una maldición entre dientes se agachó para empezar a recoger los trastos, pero cuando sus dedos levantaron una caja grande que había quedado volcada del revés, la tapa se abrió y quedó expuesto todo el contenido tuvo que detenerse.
Ropa de bebé.
Aquel descubrimiento le pilló con la guardia tan baja que ni siquiera supo como reaccionar. Oyó las llaves en la puerta y el saludo de Evelyn al llegar, pero él todavía estaba ahí, agachado en el suelo, con la vista clavada en aquella ropa diminuta. Y entonces no pudo evitar pensar en ello. En ese tema que siempre evitaba para no acabar volviéndose loco: el bebé, su bebé, y Evelyn, y él mismo, y lo que podía haber sido y no fue. Por su culpa, porque fue el capullo infantil e inmaduro que salió corriendo cuando las cosas se pusieron serias. Porque cuando Evelyn había llegado esa noche a su apartamento medio llorando, diciéndole que había dejado al idiota de James y que estaba embarazada le había roto el corazón de la manera más cruel que se le había ocurrido y le había dado con la puerta en las narices.
Tenía claro que eso era algo que entraba en la lista de cosas imperdonables. Que por mucho que la estuviera intentando compensar, nunca podría llegar a hacer nada que pudiera arreglar ni de lejos lo que había hecho. No había sido consciente de a que extremos llegaba lo que había hecho hasta que sus dedos habían topado con aquella ropa que había sido comprada para su hijo.
No fue consciente de que Evelyn le llamaba hasta que la oyó justo detrás de él. El ruido que hacía al andar con las muletas era demasiado. Se dio la vuelta a mirarla y levantó la mano en la que sujetaba unos zapatos minúsculos.
- ¿Por qué...? ¿Por qué lo guardas? - la pregunta salió con dificultad de entre sus labios, antes de que tuviera tiempo a pensar si realmente estaba preparado para mantener aquella conversación.
Claro que Evelyn no sabía que Whisky dormía ahí. Estaba harto de pasar y volver a pasar el aspirador para que no quedara ni rastro de pelo en el maldito sofá de diseño para cuando la histérica llegar a casa después de haber pasado un mal día por no poder moverse con libertad por el pueblo. Así que con un suspiro, dejó las llaves encima de la mesilla de delante del sofá y le dio un golpe en el culo para que bajara, cosa que su perro hizo con toda la calma del mundo.
Ben miró el reloj y calculó que ella ya debería haber salido de la maldita reunión y llegaria de un momento a otro. Y por eso mismo fue a coger el maldito aspirador con tanta prisa que tiró la mitad del trastero al suelo.
Soltando una maldición entre dientes se agachó para empezar a recoger los trastos, pero cuando sus dedos levantaron una caja grande que había quedado volcada del revés, la tapa se abrió y quedó expuesto todo el contenido tuvo que detenerse.
Ropa de bebé.
Aquel descubrimiento le pilló con la guardia tan baja que ni siquiera supo como reaccionar. Oyó las llaves en la puerta y el saludo de Evelyn al llegar, pero él todavía estaba ahí, agachado en el suelo, con la vista clavada en aquella ropa diminuta. Y entonces no pudo evitar pensar en ello. En ese tema que siempre evitaba para no acabar volviéndose loco: el bebé, su bebé, y Evelyn, y él mismo, y lo que podía haber sido y no fue. Por su culpa, porque fue el capullo infantil e inmaduro que salió corriendo cuando las cosas se pusieron serias. Porque cuando Evelyn había llegado esa noche a su apartamento medio llorando, diciéndole que había dejado al idiota de James y que estaba embarazada le había roto el corazón de la manera más cruel que se le había ocurrido y le había dado con la puerta en las narices.
Tenía claro que eso era algo que entraba en la lista de cosas imperdonables. Que por mucho que la estuviera intentando compensar, nunca podría llegar a hacer nada que pudiera arreglar ni de lejos lo que había hecho. No había sido consciente de a que extremos llegaba lo que había hecho hasta que sus dedos habían topado con aquella ropa que había sido comprada para su hijo.
No fue consciente de que Evelyn le llamaba hasta que la oyó justo detrás de él. El ruido que hacía al andar con las muletas era demasiado. Se dio la vuelta a mirarla y levantó la mano en la que sujetaba unos zapatos minúsculos.
- ¿Por qué...? ¿Por qué lo guardas? - la pregunta salió con dificultad de entre sus labios, antes de que tuviera tiempo a pensar si realmente estaba preparado para mantener aquella conversación.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Bajo llave
No era fácil recorrer una casa tan grande como la suya con una pierna inmovilizada y teniendo que valerse de las muletas para andar. Les había pillado el truco puesto que obviamente no había tenido más remedio que eso, pero no era en lo absoluto una experta. Su paso era lento y torpe, era obvio que los tacones que tanto le gustaban (y habían tenido pare de la culpa del accidente) estaban en su armario echando polvo y ella había tenido que acostumbrarse a los zapatos planos que le hacían sentir anciana y con mucho menos presencia, lo que no era bueno para hacer negocios.
Y si ni con lo ruidosa que era al andar Benjamin le escuchaba y lanzaba alguno de sus improperios al aire, Evelyn entonces comenzaba a preocuparse. Tal vez le había pasado algo, las motocicletas también se descomponían, y sabía de sobra que él se había accidentado en ella con anterioridad.
Su imaginación comenzaba a desbocarse, pero le pareció haber escuchado ruido al fondo del corredor. ¿Habría sido whisky? Podía ser, que el perro tenía cuatro patas sobre las qué moverse, pero no se iba a quedar tranquila sin asegurarse de ello. - Oye tú... ¿estás ahí? - Claro que ahí estaba. En aquel armario repleto de baratijas y cosas que nunca usaba, las esferas y las luces de navidad, los recibos para hacer sus declaraciones de impuestos y...
Cuando le confrontaba con los zapatitos en las manos, justo en ese momento, hubiera casi preferido recibir una llamada que le avisara de que él también se había roto una pierna por caerse de la motocicleta. Cualquier cosa, lo que fuera menos observarlo así, sosteniendo lo que para ella era tan valioso y doloroso al mismo tiempo y pidiéndole explicaciones.
Se tambaleó un poco. Por fortuna sus reflejos le dieron para alcanzar a sujetarse del marco de la puerta para así no caer. Soltó las muletas que hicieron un ruido estridente al golpear el piso y conteniendo la respiración se cubrió los labios con la mano con la que no se sujetaba con tanta fuerza.
Sus ojos color miel se llenaron de lágrimas al instante. Ahí quedaba confirmado lo que su conciencia venía estando diciéndole sin parar desde la noche que habían pasado en el hospital y en la que había aceptado su mudanza temporal. Aquello no iba a terminar bien, y no porque sintiera celos de imaginarlo con alguien más ni porque su cercanía le perturbara. Tampoco porque peleaban a cada quince minutos y a ratos bien parecía que podrían arrancarse las cabezas...
Era por eso. Por verlo ahí, completamente desconcertado sosteniendo los zapatitos que cabían en una sola palma, las diminutas camisitas de tonos verdes y amarillos extendidas en el suelo, aún con sus etiquetas puestas porque nunca había llegado a usarlas, pero con los bordes de los dobleces bien marcados porque habían estado demasiado tiempo guardadas en un rincón. No había llegado ni siquiera a confirmar si su bebé iría a ser un niñito o su propia princesita, pero ella había comenzado a prepararse para su llegada casi tan solo las pruebas que confirmaban que tenía vida dentro de ella le confirmaban que iba a ser madre.
Ese niño había sido lo único que le había mantenido en pie cuando las cosas fueron más difíciles y oscuras para ella. No importaba que James a odiara, que Benjamin no hubiera querido saber nada y que tanta gente le diera la espalda. Su hijo venía primero y por él tenía que estar bien y salir adelante, cuidarse y no permitir que nada le hiciera daño... y al final también lo había perdido.
Esa barrera que había levantado para protegerse de aquellos recuerdos que la mataban le impulsaban a responder con un y a tí que te importa si ni lo querías, pero no lo hizo. No fue capaz de ello, porque la mirada de Benjamin no era la de alguien a la que no le había importado lo que había pasado. Y verlo así, demostrando cualquier clase de emoción por el que había sido su hijo, por mínima que esta fuera, por poco la mataba.
- ... no pude deshacerme de ella. - ¿Cómo hacerlo? ¿Tirar todo a la basura como si nunca hubiera pasado nada? ¿O pasado a William todas las cosas que ella había comprado para su bebé? No, no podía concebirlo, y por eso no había ni desechado ni regalado nada. Y tampoco podía verlo porque dolía demasiado, así que había decidido guardar todo en una caja que nunca más iba a volver a abrir, pero de alguna manera saber que existía y que estaba ahí con ella, era algo que le tranquilizaba.
Y si ni con lo ruidosa que era al andar Benjamin le escuchaba y lanzaba alguno de sus improperios al aire, Evelyn entonces comenzaba a preocuparse. Tal vez le había pasado algo, las motocicletas también se descomponían, y sabía de sobra que él se había accidentado en ella con anterioridad.
Su imaginación comenzaba a desbocarse, pero le pareció haber escuchado ruido al fondo del corredor. ¿Habría sido whisky? Podía ser, que el perro tenía cuatro patas sobre las qué moverse, pero no se iba a quedar tranquila sin asegurarse de ello. - Oye tú... ¿estás ahí? - Claro que ahí estaba. En aquel armario repleto de baratijas y cosas que nunca usaba, las esferas y las luces de navidad, los recibos para hacer sus declaraciones de impuestos y...
Cuando le confrontaba con los zapatitos en las manos, justo en ese momento, hubiera casi preferido recibir una llamada que le avisara de que él también se había roto una pierna por caerse de la motocicleta. Cualquier cosa, lo que fuera menos observarlo así, sosteniendo lo que para ella era tan valioso y doloroso al mismo tiempo y pidiéndole explicaciones.
Se tambaleó un poco. Por fortuna sus reflejos le dieron para alcanzar a sujetarse del marco de la puerta para así no caer. Soltó las muletas que hicieron un ruido estridente al golpear el piso y conteniendo la respiración se cubrió los labios con la mano con la que no se sujetaba con tanta fuerza.
Sus ojos color miel se llenaron de lágrimas al instante. Ahí quedaba confirmado lo que su conciencia venía estando diciéndole sin parar desde la noche que habían pasado en el hospital y en la que había aceptado su mudanza temporal. Aquello no iba a terminar bien, y no porque sintiera celos de imaginarlo con alguien más ni porque su cercanía le perturbara. Tampoco porque peleaban a cada quince minutos y a ratos bien parecía que podrían arrancarse las cabezas...
Era por eso. Por verlo ahí, completamente desconcertado sosteniendo los zapatitos que cabían en una sola palma, las diminutas camisitas de tonos verdes y amarillos extendidas en el suelo, aún con sus etiquetas puestas porque nunca había llegado a usarlas, pero con los bordes de los dobleces bien marcados porque habían estado demasiado tiempo guardadas en un rincón. No había llegado ni siquiera a confirmar si su bebé iría a ser un niñito o su propia princesita, pero ella había comenzado a prepararse para su llegada casi tan solo las pruebas que confirmaban que tenía vida dentro de ella le confirmaban que iba a ser madre.
Ese niño había sido lo único que le había mantenido en pie cuando las cosas fueron más difíciles y oscuras para ella. No importaba que James a odiara, que Benjamin no hubiera querido saber nada y que tanta gente le diera la espalda. Su hijo venía primero y por él tenía que estar bien y salir adelante, cuidarse y no permitir que nada le hiciera daño... y al final también lo había perdido.
Esa barrera que había levantado para protegerse de aquellos recuerdos que la mataban le impulsaban a responder con un y a tí que te importa si ni lo querías, pero no lo hizo. No fue capaz de ello, porque la mirada de Benjamin no era la de alguien a la que no le había importado lo que había pasado. Y verlo así, demostrando cualquier clase de emoción por el que había sido su hijo, por mínima que esta fuera, por poco la mataba.
- ... no pude deshacerme de ella. - ¿Cómo hacerlo? ¿Tirar todo a la basura como si nunca hubiera pasado nada? ¿O pasado a William todas las cosas que ella había comprado para su bebé? No, no podía concebirlo, y por eso no había ni desechado ni regalado nada. Y tampoco podía verlo porque dolía demasiado, así que había decidido guardar todo en una caja que nunca más iba a volver a abrir, pero de alguna manera saber que existía y que estaba ahí con ella, era algo que le tranquilizaba.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
Mensajes : 67
Empleo /Ocio : Empresaria asquerosamente rica / Dueña de la joyería
Fecha de inscripción : 10/07/2012
Re: Bajo llave
Desde luego hubiera sabido encajar mejor cualquier tipo de comentario ofensivo o cualquier grito por parte de de Evelyn. Estaba acostumbrado a ellos. Sin embargo no para la Evelyn vulnerable que mostraba claramente lo mucho que la afectaba todo aquello.
Volvió a bajar la mirada, incapaz de aguantarle la expresión devastada a Evelyn para volver a mirar aquellos diminutos zapatitos, incapaz de pensar con claridad.
Seguramente era la primera vez que se encontraba cara a cara con aquello que había sucedido meses atrás, sin posibilidad de evitarlo. Y desde luego no sabía como hacerle frente. Se había pasando la vida vida esquivando los problemas y las complicaciones así que ahora que le daban directamente en la cara no sabía que hacer.
- Lo habría jodido todo. A ti y al bebé. Ni siquiera puedo cuidar en condiciones de Whisky así que... Tuve que alejarme. Pero nunca hubiera imaginado que...
Eran simplemente balbuceos lo que salía de sus labios, sin entender porque de repente sentía la necesidad de explicarselo todo. Había pasado tanto tiempo que seguramente sus explicaciones ya no valían para nada. Pero de algún modo él mismo tenía que justificarse, porque no podía coinciliar lo que había hecho. No viendo esas ropas minúsculas.
- Era sencillo cuando éramos sólo tu y yo. Aún y con el... - se detuvo a tiempo para no decir 'el imbécil de James' en voz alta. No era ningún secreto que despreciaba a ese tipo que s epasaba el día rodeado de muertos, pero no iba a mencionarlo en voz alta delante de ella - ... Con James viviendo contigo. Pero... Esa tarde cuando viniste a decirme que estabas embarazada y que ibas a divorciarte... Soy un idiota. Y un inmaduro. Y lo siento. Ojalá hubiera sabido hacerlo de otra forma.
Y ahí estaba todo. La verdad. O al menos la parte proporcional de ella que podía compartir con Evelyn. Eso ya no iba a arreglar nada, ni lo mal que lo pasó ella, ni como todos parecían haberle dado la espalda.... Como todo lo que Benjamin intentaba hacer bien, llegaba tarde. La historia de su vida.
Con cuidado volvió a colocar toda la ropa dentro de la caja, intentando no prestar demasiada atención a nada de todo aquello, porque de hacerlo sentía una extraña opresión en el pecho. Cerró la tapa y volvió a dejarla en su sitio, intentando fingir que no había pasado nada.
- Deberías ordenar este caos. Andaba buscando la aspiradora y todo se me vino sobre la cabeza. - dijo intentando volver a su tono sarcástico de siempre. Sin embargo había algo en el modo en que se fruncieron los labios que significaba que nada podría volver a ser igual que antes. No después de haber encontrado aquello.
Maldita sea. Debió de haber escuchado el subconsciente que le decía que mudarse con ella en su casa era una mala idea. Una muy mala idea.
Volvió a bajar la mirada, incapaz de aguantarle la expresión devastada a Evelyn para volver a mirar aquellos diminutos zapatitos, incapaz de pensar con claridad.
Seguramente era la primera vez que se encontraba cara a cara con aquello que había sucedido meses atrás, sin posibilidad de evitarlo. Y desde luego no sabía como hacerle frente. Se había pasando la vida vida esquivando los problemas y las complicaciones así que ahora que le daban directamente en la cara no sabía que hacer.
- Lo habría jodido todo. A ti y al bebé. Ni siquiera puedo cuidar en condiciones de Whisky así que... Tuve que alejarme. Pero nunca hubiera imaginado que...
Eran simplemente balbuceos lo que salía de sus labios, sin entender porque de repente sentía la necesidad de explicarselo todo. Había pasado tanto tiempo que seguramente sus explicaciones ya no valían para nada. Pero de algún modo él mismo tenía que justificarse, porque no podía coinciliar lo que había hecho. No viendo esas ropas minúsculas.
- Era sencillo cuando éramos sólo tu y yo. Aún y con el... - se detuvo a tiempo para no decir 'el imbécil de James' en voz alta. No era ningún secreto que despreciaba a ese tipo que s epasaba el día rodeado de muertos, pero no iba a mencionarlo en voz alta delante de ella - ... Con James viviendo contigo. Pero... Esa tarde cuando viniste a decirme que estabas embarazada y que ibas a divorciarte... Soy un idiota. Y un inmaduro. Y lo siento. Ojalá hubiera sabido hacerlo de otra forma.
Y ahí estaba todo. La verdad. O al menos la parte proporcional de ella que podía compartir con Evelyn. Eso ya no iba a arreglar nada, ni lo mal que lo pasó ella, ni como todos parecían haberle dado la espalda.... Como todo lo que Benjamin intentaba hacer bien, llegaba tarde. La historia de su vida.
Con cuidado volvió a colocar toda la ropa dentro de la caja, intentando no prestar demasiada atención a nada de todo aquello, porque de hacerlo sentía una extraña opresión en el pecho. Cerró la tapa y volvió a dejarla en su sitio, intentando fingir que no había pasado nada.
- Deberías ordenar este caos. Andaba buscando la aspiradora y todo se me vino sobre la cabeza. - dijo intentando volver a su tono sarcástico de siempre. Sin embargo había algo en el modo en que se fruncieron los labios que significaba que nada podría volver a ser igual que antes. No después de haber encontrado aquello.
Maldita sea. Debió de haber escuchado el subconsciente que le decía que mudarse con ella en su casa era una mala idea. Una muy mala idea.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
- Mensajes : 59
Empleo /Ocio : Mecánico
Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Bajo llave
- Pues yo veo a Whisky de maravilla. – Replicó, tal vez pretendiendo que se escuchara como un reclamo a la pobre y nada válida excusa que le daba, pero el tono de tristeza en su voz era algo que no podía disimular. La barrera que había construido a su alrededor para protegerse del dolor que le causaba el tocar el tema se negaba a funcionar ahora mismo. No había hablado a detalle sobre lo mucho que aún le dolía con nadie, ni siquiera con William, porque decirlo en voz alta le lastimaba. Pero por alguna manera, esa distancia con Benjamin no le servía para protegerse, y es que después de todo no podía negar lo que había sentido por él, y sobre todo, que él era el padre de la criatura. Imposible equivocarse, si para aquellos días ya tenía semanas sin acostarse con James. ¿Cómo hacerlo y fingir que lo disfrutaba si la manera en que la tocaba no se comparaba en nada a como Benjamin le hacía sentir? ¿Cómo estar con alguien si al cerrar los ojos imaginas que es alguien más mientras te besa y te desnuda? Mientras tienes que morderte los labios para no suspirar su nombre. Porque cada vez que su ex esposo se acomodaba sobre ella lo único en lo que ella podía pensar era en que deseaba encontrarse con los ojos azules de Benjamin, no los de James.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro? De que… de que ibas a joder las cosas. ¿Cómo si ni siquiera lo intentaste? – Las palabras comenzaban a faltarle al igual que el aliento, y sentía no solo la opresión en su corazón herido por estar trayendo a la luz todas esas memorias, sino además el nudo en su garganta que trataba de todas las maneras posibles el contener. No le quedaba mucho más que su dignidad y no iba a perderla echándose a llorar de nuevo.
- Yo creía que… eso era lo que querías. Que dejara a James, que pudiéramos… ya sé que un bebé nunca entró en ningún plan pero… era nuestro, era… – Su hijo. De ambos. Lo que los volvería una familia. Quizás había sido una idiota por creer en algún momento de esa noche en la que había ido a contarle todo que las cosas podrían salir bien para ella. Que podría dejar a James como si nada y estar con Benjamin, mudarse con él a cualquier lugar y guardar los tacones de aguja y los trajes entallados por una temporada. Pero lo que mal empieza mal termina, y ella nunca debió haber dado pie a aquella aventura…
No se había dado cuenta de lo sola y vacía que estaba hasta que había conocido a Benjamin. Había sido novia de William por mucho tiempo, pero aquello no había sido amor, no de la clase que sientes cuando sabes con cada fibra de tu ser que encontraste a esa persona especial sin la cual no puedes vivir, esa que si no está a tu lado todo pierde sentido. Creyó haberlo sentido con James aunque nadie lo hubiera entendido, aunque su profesión no fuera precisamente la más glamorosa (y aunque su padre había tratado de mover sus hilos para entregarle la posición de Decano de medicina en el hospital para que estuviera a la altura de los Aldridge). Pero fue estando con Benjamin por primera vez que había perdido la venda de sus ojos.
Cuando lo escuchaba disculparse su corazón se detuvo, y tras detenerse se rompió en mil pedazos. Cualquier intento por mantenerse entera y con la frente en alto era inútil ya, cuando agachaba la mirada y sentía las lágrimas correr por su rostro, cuando se sujetaba el vientre aún plano como si nunca hubiera albergado vida en su interior. Nunca había llegado a sentirlo moverse, y nunca se lo diría a William pero los envidiaba a él y Grace de una manera que no podía ser sana, porque si todo hubiera salido bien ella también estaría de ocho meses ya, enorme como carpa de circo y quejándose de todo y de todos, pero al mismo tiempo marcando los días con impaciencia en el calendario sin poder esperar más por el momento de conocer a su bebé. Había querido más que nada que Benjamin estuviera con ella, pero cuando le dio la espalda estaba decidida a sacar a su hijo adelante sola. Ahora no tenía a ninguno de los dos y lo único que le quedaba era una enorme casa vacía y fría. Y dolía, dolía saber que no era que no la hubiera querido a ella ni que no le hubiera importado el bebé, sino que todo se reducía a miedo. Cobarde. Cobarde idiota e inmaduro. Ella también había estado muerta de miedo, pero había creído más en lo que tenían. Mala sorpresa la que se llevó al final.
- ¿Alguna vez me amaste? – Preguntó duro y directo, sin ninguna clase de rodeos al alzar el rostro y secarse las lágrimas. Le miraba desafiante porque exigía respuestas. Y si, le había preguntado ya si alguna vez se había preocupado por ella, pero no era lo mismo. – ¿Si no me hubiera embarazado no habrías huido? ¿Si me hubiera divorciado de James habríamos estado juntos? ¿O también te habrías asustado porque sería que las cosas iban muy en serio? Estuvimos juntos por meses, MESES. ¿No te parecía que eso era ya bastante serio de por sí? ¡Quiero que me respondas y creo que me merezco la verdad, joder! – No, no iba a dejarlo salir de ese armario hasta que no fuera bien sincero con ella y le diera las respuestas que necesitaba para poder seguir adelante. Y si quería largarse después de eso que lo hiciera. No lo necesitaba. Por mucho que a su corazón le doliera.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro? De que… de que ibas a joder las cosas. ¿Cómo si ni siquiera lo intentaste? – Las palabras comenzaban a faltarle al igual que el aliento, y sentía no solo la opresión en su corazón herido por estar trayendo a la luz todas esas memorias, sino además el nudo en su garganta que trataba de todas las maneras posibles el contener. No le quedaba mucho más que su dignidad y no iba a perderla echándose a llorar de nuevo.
- Yo creía que… eso era lo que querías. Que dejara a James, que pudiéramos… ya sé que un bebé nunca entró en ningún plan pero… era nuestro, era… – Su hijo. De ambos. Lo que los volvería una familia. Quizás había sido una idiota por creer en algún momento de esa noche en la que había ido a contarle todo que las cosas podrían salir bien para ella. Que podría dejar a James como si nada y estar con Benjamin, mudarse con él a cualquier lugar y guardar los tacones de aguja y los trajes entallados por una temporada. Pero lo que mal empieza mal termina, y ella nunca debió haber dado pie a aquella aventura…
No se había dado cuenta de lo sola y vacía que estaba hasta que había conocido a Benjamin. Había sido novia de William por mucho tiempo, pero aquello no había sido amor, no de la clase que sientes cuando sabes con cada fibra de tu ser que encontraste a esa persona especial sin la cual no puedes vivir, esa que si no está a tu lado todo pierde sentido. Creyó haberlo sentido con James aunque nadie lo hubiera entendido, aunque su profesión no fuera precisamente la más glamorosa (y aunque su padre había tratado de mover sus hilos para entregarle la posición de Decano de medicina en el hospital para que estuviera a la altura de los Aldridge). Pero fue estando con Benjamin por primera vez que había perdido la venda de sus ojos.
Cuando lo escuchaba disculparse su corazón se detuvo, y tras detenerse se rompió en mil pedazos. Cualquier intento por mantenerse entera y con la frente en alto era inútil ya, cuando agachaba la mirada y sentía las lágrimas correr por su rostro, cuando se sujetaba el vientre aún plano como si nunca hubiera albergado vida en su interior. Nunca había llegado a sentirlo moverse, y nunca se lo diría a William pero los envidiaba a él y Grace de una manera que no podía ser sana, porque si todo hubiera salido bien ella también estaría de ocho meses ya, enorme como carpa de circo y quejándose de todo y de todos, pero al mismo tiempo marcando los días con impaciencia en el calendario sin poder esperar más por el momento de conocer a su bebé. Había querido más que nada que Benjamin estuviera con ella, pero cuando le dio la espalda estaba decidida a sacar a su hijo adelante sola. Ahora no tenía a ninguno de los dos y lo único que le quedaba era una enorme casa vacía y fría. Y dolía, dolía saber que no era que no la hubiera querido a ella ni que no le hubiera importado el bebé, sino que todo se reducía a miedo. Cobarde. Cobarde idiota e inmaduro. Ella también había estado muerta de miedo, pero había creído más en lo que tenían. Mala sorpresa la que se llevó al final.
- ¿Alguna vez me amaste? – Preguntó duro y directo, sin ninguna clase de rodeos al alzar el rostro y secarse las lágrimas. Le miraba desafiante porque exigía respuestas. Y si, le había preguntado ya si alguna vez se había preocupado por ella, pero no era lo mismo. – ¿Si no me hubiera embarazado no habrías huido? ¿Si me hubiera divorciado de James habríamos estado juntos? ¿O también te habrías asustado porque sería que las cosas iban muy en serio? Estuvimos juntos por meses, MESES. ¿No te parecía que eso era ya bastante serio de por sí? ¡Quiero que me respondas y creo que me merezco la verdad, joder! – No, no iba a dejarlo salir de ese armario hasta que no fuera bien sincero con ella y le diera las respuestas que necesitaba para poder seguir adelante. Y si quería largarse después de eso que lo hiciera. No lo necesitaba. Por mucho que a su corazón le doliera.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
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Re: Bajo llave
Claro que Evelyn no iba a dejarlo correr, y no sólo eso sino que ponía las cosas mucho más complicadas con sus comentarios y, sobretodo con su pregunta final.
¿Que si la había amado? Claro que si, a su retorcida y extraña forma. Y a veces, de hecho, creía que todavía lo hacía. Evidentemente se le hacía muy complicado responder a eso en voz alta; nunca le había dicho 'te amo' a nadie en voz alta, y aunque aquella frase pudiera ser dicha en pasado sin que lo comprometiera para nada, seguía siendo complicado.
- No lo intenté, pero lo sabía. Porqué jodo todo lo que toco. Porqué nunca hay cosas buenas en mi vida. Y porqué mereces mucho más de lo que yo podía ofrecerte.
No pasaba muy a menudo que Benjamin Hawthorne mostrara que no era tan seguro como le gustaba aparentar. La mayoría de las veces era todo ego y sarcasmo, como si fuera mejor que todos, como si supiera algo que los demás no.
Sin embargo ahí estaba la grieta de su aparentemente inmenso ego, el creer que no era lo suficientemente bueno. Porque ella era una Aldridge, y él sólo un mecánico. Porque ella vivía en una casa inmensa con mil habitaciones y él en un piso que se podía cruzar de un lado a otro con solo quince pasos. Porque ella estaba casada y él no podía ofrecer nada estable a nadie.
- No sé que habría pasado. ¿Que quieres que te diga? ¿Que sin embarazo habríamos sido felices? ¿Que sentido tiene perdernos en el "que habría pasado si..."? - respondió frunciendo el ceño.
Había evitado expresamente la pregunta, y tenía intención de seguir haciéndolo como si no la hubiera escuchado, pero una voz en su cabeza, aquella que se dejaba escuchar tan de vez en cuando le recordó que ya había sido suficientemente cobarde con ella. De no ser por eso las cosas hubieran sido muy diferentes y quizás ahora tendrían un hijo en común. Así que de algún modo se lo debía.
- Lo hice. - dijo simplemente, y ahí lo habría dejado cuando su subconsciente le traicionó y antes de que se diera cuenta hubo agregado - De algún modo todavía lo hago.
Cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir tuvo claro que no podía continuar ahí en el armario. Cogería a Whisky y saldría a pasear hasta bien entrada la noche, y no volvería hasta asegurarse que ella ya estaba en la cama.
- Y si he acabo de responder a tu interrogatorio... Tengo que ir a pasear a mi perro. - dijo intentando apartarla.
Sólo sabía una cosa. Tenía que salir de ahí. Ya.
¿Que si la había amado? Claro que si, a su retorcida y extraña forma. Y a veces, de hecho, creía que todavía lo hacía. Evidentemente se le hacía muy complicado responder a eso en voz alta; nunca le había dicho 'te amo' a nadie en voz alta, y aunque aquella frase pudiera ser dicha en pasado sin que lo comprometiera para nada, seguía siendo complicado.
- No lo intenté, pero lo sabía. Porqué jodo todo lo que toco. Porqué nunca hay cosas buenas en mi vida. Y porqué mereces mucho más de lo que yo podía ofrecerte.
No pasaba muy a menudo que Benjamin Hawthorne mostrara que no era tan seguro como le gustaba aparentar. La mayoría de las veces era todo ego y sarcasmo, como si fuera mejor que todos, como si supiera algo que los demás no.
Sin embargo ahí estaba la grieta de su aparentemente inmenso ego, el creer que no era lo suficientemente bueno. Porque ella era una Aldridge, y él sólo un mecánico. Porque ella vivía en una casa inmensa con mil habitaciones y él en un piso que se podía cruzar de un lado a otro con solo quince pasos. Porque ella estaba casada y él no podía ofrecer nada estable a nadie.
- No sé que habría pasado. ¿Que quieres que te diga? ¿Que sin embarazo habríamos sido felices? ¿Que sentido tiene perdernos en el "que habría pasado si..."? - respondió frunciendo el ceño.
Había evitado expresamente la pregunta, y tenía intención de seguir haciéndolo como si no la hubiera escuchado, pero una voz en su cabeza, aquella que se dejaba escuchar tan de vez en cuando le recordó que ya había sido suficientemente cobarde con ella. De no ser por eso las cosas hubieran sido muy diferentes y quizás ahora tendrían un hijo en común. Así que de algún modo se lo debía.
- Lo hice. - dijo simplemente, y ahí lo habría dejado cuando su subconsciente le traicionó y antes de que se diera cuenta hubo agregado - De algún modo todavía lo hago.
Cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir tuvo claro que no podía continuar ahí en el armario. Cogería a Whisky y saldría a pasear hasta bien entrada la noche, y no volvería hasta asegurarse que ella ya estaba en la cama.
- Y si he acabo de responder a tu interrogatorio... Tengo que ir a pasear a mi perro. - dijo intentando apartarla.
Sólo sabía una cosa. Tenía que salir de ahí. Ya.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
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Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Bajo llave
Cada palabra que salía de sus labios le hacía sentir más incrédula, más indignada. ¿Que por qué insistía en vivir en los hubiera? ¿No era obvio? Porque no había podido olvidar. Lo había intentado y fue imposible, y como prueba estaba aquella caja repleta de diminuta ropita. No era capaz de simplemente hacer como si nada hubiera pasado y seguir avanzando sin mirar atrás, no cuando en el camino había perdido una parte tan grande de su corazón, una que ahora dejaba un hueco que no lograba llenar de ninguna manera, y sabía que nadie lo comprendería, ¿por que cómo era posible que ella, el estandarte de la mujer moderna e independiente, la empresaria poderosa, siguiera prendada de un hombre que la había tratado peor que basura?
Sabía que para Storybrooke ella era una zorra, en toda la definición de la palabra. Que juzgar era lo más fácil del mundo, más en un pueblo como aquel en el que la actividad recreativa por excelencia para pasar el tiempo muerto parecían ser los chismes malintencionados. Era fácil llamarla una cualquiera, una hija de puta, que si tan infeliz se sentía en su matrimonio entonces debió haber terminado con él antes de involucrarse con alguien más. Y lo sabía, sabía que había estado mal, que se tenía bien merecido el desprecio de James, pero nadie parecía entender lo que era el descubrir un día así, sin previo aviso, lo vacía que te sentías en realidad hasta que te veías reflejado en los ojos de esa persona que habías estado buscando siempre. No negaba su culpa, debió tomar mejores decisiones y actuar de otra manera, pero todos le tomaban por una sinvergüenza mentirosa cuando afirmaba que no había sido capaz de detenerse.
... y de haber podido hacerlo, tenia que confesar, no lo hubiera hecho.
Porque nunca se había sentido tan viva y tan feliz como estando con él. Y tal vez si se hubiera detenido a explicarle eso, Benjamin no estaría confesando entre líneas el sentirse poca cosa, indigno de ella. Como si eso no fuera bastante difícil ya, le decía entonces que sí la amó, que de hecho aún lo hacía...
Y el tiempo dejó de correr en ese instante. Permaneció inmóvil, sin siquiera parpadear, clavando la mirada ambar sobre él mientras procesaba las palabras, incapaz de asimilar en su totalidad lo que significaban. - No... ¡no! ¡No me voy a mover! - Aseguró con firmeza, plantándose inamovible entre la puerta y él. -
Evelyn ordenaba, nunca pedía, y seguramente ello no iba a hacer más que enfadar al mecánico, pero así había sido críada y aunque podía hacer un esfuerzo por mostrarse más dócil cuando apreciaba a alguien, siempre se se sentía tensa, temerosa o acorralada actuaba como mejor sabía hacer. Justo ahora se sentía de esas tres maneras a la vez, invadida por un súbito pavor de que, si lo dejaba marcharse, tal vez ahora en serio no iba a volverlo a ver. No podía con eso. No podía. Entonces sí que terminaría de marchitarse.
- ¡Para! ¡Para! ¡Es que no te enteras de nada, grandísimo imbécil! - Se sostuvo del marco de la puerta con ambas manos. ¡Como odiaba al estúpido yeso! Si pudiera moverse ya habría intentado algo para retenerlo pero no podía hacerlo, así que tendría que valerse de otros medios para hacerle ver lo equivocado que estaba, el cómo eran las cosas en realidad.
- No entiendes nada, ¿es que no lo ves?... - Se le veía al borde del llanto, y la verdad no era muy distinta a eso. ¿En verdad era tan ciego? O tal vez ella no se lo había dejado en claro como tal vez debió de haber hecho. Lo único que tenía en claro eran dos cosas. La primera, necesitaba mejorar su seguridad. La segunda...
- Escúchame... - Elevó el rostro hacia él, ya con expresión suplicante, porque necesitaba que la escuchara. Que dejara de ser tan necio, tan cobarde y que simplemente la escuchara. Porque no podía seguir así, y ya no sabía si lo sano sería tratar o no de cortar ya de raíz con eso que sentía por él, a pesar de estaba consciente de que una parte de sí, esa que se escudaba detrás de mil barreras, nunca se lo iba a permitir del todo. - Siempre he tenido todo lo que he querido, pero tú, tú eras eso que necesitaba y ni siquiera sabía que me hacía falta hasta que te encontré. Porque te conocí y ya nunca pude sacarte de mí. Porque lo que teníamos era bueno. Porque lo que me merecía era la manera en que me mirabas cuando te sonreía y nada menos que eso. ¿Es que no lo veías? No te... no te diste cuenta?... - La voz se le entrecortaba ya. Aquella era, seguramente, la ocasión en la que más se había abierto a alguien, desnudado por completo sus sentimientos.
Y estaba aterrada.
- Te amé con todas mis fuerzas, ¿lo entiendes? Y parte de mí aún lo hace. Y no debería, porque no se puede a amar a alguien en quien no confías y te hizo tanto daño. Es imposible, no hay manera, no se puede amar tanto y despreciar tanto a la misma persona al mismo tiempo. ¿Sabes lo que eso duele? Y que aún así... - No pudo terminar de hablar porque las lágrimas le ganaban...
- Te encontré. A tí, de entre todas las personas... y fue feliz. Contigo, fui feliz. - ¿Qué esperaba de eso? No sabía. No podía entenderlo. No creía ni siquiera que las cosas entre ellos pudieran salvarse cuando había tantas heridas. Esa era su parte racional, esa que le decía que sería estúpido perdonarlo. Pero luego, si escuchaba a su corazón, este vibraba en un anhelo tan fuerte era doloroso, todo por volver a sentirse entre sus brazos...
Y el silencio reinaba. Y ella no sabía que más podía hacer ya...
Sabía que para Storybrooke ella era una zorra, en toda la definición de la palabra. Que juzgar era lo más fácil del mundo, más en un pueblo como aquel en el que la actividad recreativa por excelencia para pasar el tiempo muerto parecían ser los chismes malintencionados. Era fácil llamarla una cualquiera, una hija de puta, que si tan infeliz se sentía en su matrimonio entonces debió haber terminado con él antes de involucrarse con alguien más. Y lo sabía, sabía que había estado mal, que se tenía bien merecido el desprecio de James, pero nadie parecía entender lo que era el descubrir un día así, sin previo aviso, lo vacía que te sentías en realidad hasta que te veías reflejado en los ojos de esa persona que habías estado buscando siempre. No negaba su culpa, debió tomar mejores decisiones y actuar de otra manera, pero todos le tomaban por una sinvergüenza mentirosa cuando afirmaba que no había sido capaz de detenerse.
... y de haber podido hacerlo, tenia que confesar, no lo hubiera hecho.
Porque nunca se había sentido tan viva y tan feliz como estando con él. Y tal vez si se hubiera detenido a explicarle eso, Benjamin no estaría confesando entre líneas el sentirse poca cosa, indigno de ella. Como si eso no fuera bastante difícil ya, le decía entonces que sí la amó, que de hecho aún lo hacía...
Y el tiempo dejó de correr en ese instante. Permaneció inmóvil, sin siquiera parpadear, clavando la mirada ambar sobre él mientras procesaba las palabras, incapaz de asimilar en su totalidad lo que significaban. - No... ¡no! ¡No me voy a mover! - Aseguró con firmeza, plantándose inamovible entre la puerta y él. -
Evelyn ordenaba, nunca pedía, y seguramente ello no iba a hacer más que enfadar al mecánico, pero así había sido críada y aunque podía hacer un esfuerzo por mostrarse más dócil cuando apreciaba a alguien, siempre se se sentía tensa, temerosa o acorralada actuaba como mejor sabía hacer. Justo ahora se sentía de esas tres maneras a la vez, invadida por un súbito pavor de que, si lo dejaba marcharse, tal vez ahora en serio no iba a volverlo a ver. No podía con eso. No podía. Entonces sí que terminaría de marchitarse.
- ¡Para! ¡Para! ¡Es que no te enteras de nada, grandísimo imbécil! - Se sostuvo del marco de la puerta con ambas manos. ¡Como odiaba al estúpido yeso! Si pudiera moverse ya habría intentado algo para retenerlo pero no podía hacerlo, así que tendría que valerse de otros medios para hacerle ver lo equivocado que estaba, el cómo eran las cosas en realidad.
- No entiendes nada, ¿es que no lo ves?... - Se le veía al borde del llanto, y la verdad no era muy distinta a eso. ¿En verdad era tan ciego? O tal vez ella no se lo había dejado en claro como tal vez debió de haber hecho. Lo único que tenía en claro eran dos cosas. La primera, necesitaba mejorar su seguridad. La segunda...
- Escúchame... - Elevó el rostro hacia él, ya con expresión suplicante, porque necesitaba que la escuchara. Que dejara de ser tan necio, tan cobarde y que simplemente la escuchara. Porque no podía seguir así, y ya no sabía si lo sano sería tratar o no de cortar ya de raíz con eso que sentía por él, a pesar de estaba consciente de que una parte de sí, esa que se escudaba detrás de mil barreras, nunca se lo iba a permitir del todo. - Siempre he tenido todo lo que he querido, pero tú, tú eras eso que necesitaba y ni siquiera sabía que me hacía falta hasta que te encontré. Porque te conocí y ya nunca pude sacarte de mí. Porque lo que teníamos era bueno. Porque lo que me merecía era la manera en que me mirabas cuando te sonreía y nada menos que eso. ¿Es que no lo veías? No te... no te diste cuenta?... - La voz se le entrecortaba ya. Aquella era, seguramente, la ocasión en la que más se había abierto a alguien, desnudado por completo sus sentimientos.
Y estaba aterrada.
- Te amé con todas mis fuerzas, ¿lo entiendes? Y parte de mí aún lo hace. Y no debería, porque no se puede a amar a alguien en quien no confías y te hizo tanto daño. Es imposible, no hay manera, no se puede amar tanto y despreciar tanto a la misma persona al mismo tiempo. ¿Sabes lo que eso duele? Y que aún así... - No pudo terminar de hablar porque las lágrimas le ganaban...
- Te encontré. A tí, de entre todas las personas... y fue feliz. Contigo, fui feliz. - ¿Qué esperaba de eso? No sabía. No podía entenderlo. No creía ni siquiera que las cosas entre ellos pudieran salvarse cuando había tantas heridas. Esa era su parte racional, esa que le decía que sería estúpido perdonarlo. Pero luego, si escuchaba a su corazón, este vibraba en un anhelo tan fuerte era doloroso, todo por volver a sentirse entre sus brazos...
Y el silencio reinaba. Y ella no sabía que más podía hacer ya...
Evelyn D. Aldridge- Realeza
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Re: Bajo llave
No solo no podía huir, sino que ella insistía e insistía en querer explicarle lo que había significado para ella lo que habían vivido. Y claro que dolía, evidentemente. Hubiera sido mil veces más sencillo oirla decir que no había sido tan importante para ella, que había pasado página y que no había ningún problema.
Pero no. En cambio de eso intentaba convencerlo de que si podría haber sido lo suficientemente bueno e incluso más que eso, que él era exactamente lo que necesitaba. Y no lo comprendía. ¿Es que acaso ella no veía que podía conseguir a alguien mucho mejor? Alguien que se comprometiera sin reparos, alguien que no fuese discapacitado emocional.
Se quedó simplemente allí, en el armario de los trastos de Evelyn, con los brazos caídos a cada lado del cuerpo sin saber como reaccionar o que decir. No podía quedarse pero tampoco podía irse. Quería decir algo pero las palabras se atragantaban en su garganta. Sólo sus labios parecieron reaccionar, curvándose en una sonrisa triste cuando Evelyn confesó que parte de ella todavía lo amaba.
- No deberías hacerlo. Ni aunque sea por culpa de una parte pequeña de ti misma. No deberías amarme. No después de... - calló antes de confesarle - También fueron los meses más felices que recuerdo, porque...
No terminó la frase, porque reparó en las lágrimas que empezaban a asomar en sus ojos. Había vuelto a conseguirlo. Estaba llorando otra vez por su culpa, y ni siquiera era intencionado. Cosas como esas daban sentido a lo que había hecho antes. Ella merecía otra cosa.
Su mano derecha se levantó inconscientemente para limpiarle los restos de lágrimas, acariciándole una mejilla. Un contacto que era lo más íntimo que habían tenido en meses.
- Eres tú la que no lo ves. Sólo sirvo para hacerte llorar. En verdad deberías dejarme marchar...
Sin embargo no se movió. Como si la voluntad para alejarse de ella se hubiera esfumado definitivamente después de oír todo lo que ella le había dicho, igual que sus dedos se oponían a alejarse de su mejilla, como si tuvieran vida propia. Sí, seguía creyendo que ella necesitaba algo mejor, pero también había comprendido que no podría alejarse de ella. Siempre estaría pendiente de lo que pasaba alrededor de ella, con quien se relacionaba o como se encontraba.
- ... Si sólo supiera como poder cerrar las heridas del pasado y que así pudiéramos avanzar...
Porque por mucho que ella hubiera dicho, por mucho que pasara, sabía que lo que había pasado ya no podía arreglarse, y que no había ninguna opción que ella pudiera olvidar lo sucedido y volver a darle una oportunidad. De hecho, no estaba seguro de mercerse tal oportunidad. Seguro que volvería a joderlo todo.
- ¿Que vamos a hacer? - porque seguramente eran los más masocas del mundo. Estar juntos dolían, pero estar separados dolía más, y era como si le faltara constantemente el aire. Y ni siquiera se había dado cuento de eso hasta que ella había entrado en el taller días atrás...
Desde luego la vida, a veces, era una mierda.
Pero no. En cambio de eso intentaba convencerlo de que si podría haber sido lo suficientemente bueno e incluso más que eso, que él era exactamente lo que necesitaba. Y no lo comprendía. ¿Es que acaso ella no veía que podía conseguir a alguien mucho mejor? Alguien que se comprometiera sin reparos, alguien que no fuese discapacitado emocional.
Se quedó simplemente allí, en el armario de los trastos de Evelyn, con los brazos caídos a cada lado del cuerpo sin saber como reaccionar o que decir. No podía quedarse pero tampoco podía irse. Quería decir algo pero las palabras se atragantaban en su garganta. Sólo sus labios parecieron reaccionar, curvándose en una sonrisa triste cuando Evelyn confesó que parte de ella todavía lo amaba.
- No deberías hacerlo. Ni aunque sea por culpa de una parte pequeña de ti misma. No deberías amarme. No después de... - calló antes de confesarle - También fueron los meses más felices que recuerdo, porque...
No terminó la frase, porque reparó en las lágrimas que empezaban a asomar en sus ojos. Había vuelto a conseguirlo. Estaba llorando otra vez por su culpa, y ni siquiera era intencionado. Cosas como esas daban sentido a lo que había hecho antes. Ella merecía otra cosa.
Su mano derecha se levantó inconscientemente para limpiarle los restos de lágrimas, acariciándole una mejilla. Un contacto que era lo más íntimo que habían tenido en meses.
- Eres tú la que no lo ves. Sólo sirvo para hacerte llorar. En verdad deberías dejarme marchar...
Sin embargo no se movió. Como si la voluntad para alejarse de ella se hubiera esfumado definitivamente después de oír todo lo que ella le había dicho, igual que sus dedos se oponían a alejarse de su mejilla, como si tuvieran vida propia. Sí, seguía creyendo que ella necesitaba algo mejor, pero también había comprendido que no podría alejarse de ella. Siempre estaría pendiente de lo que pasaba alrededor de ella, con quien se relacionaba o como se encontraba.
- ... Si sólo supiera como poder cerrar las heridas del pasado y que así pudiéramos avanzar...
Porque por mucho que ella hubiera dicho, por mucho que pasara, sabía que lo que había pasado ya no podía arreglarse, y que no había ninguna opción que ella pudiera olvidar lo sucedido y volver a darle una oportunidad. De hecho, no estaba seguro de mercerse tal oportunidad. Seguro que volvería a joderlo todo.
- ¿Que vamos a hacer? - porque seguramente eran los más masocas del mundo. Estar juntos dolían, pero estar separados dolía más, y era como si le faltara constantemente el aire. Y ni siquiera se había dado cuento de eso hasta que ella había entrado en el taller días atrás...
Desde luego la vida, a veces, era una mierda.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
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Re: Bajo llave
No creía tener opción en lo que se refería a amarlo o no. Si no había podido dejar de hacerlo en el tiempo que había transcurrido desde que cada quien tomara un camino distinto hasta ahora que volvían a cruzarse, no iba a poder hacerlo jamás. Porque lo había amado aún y convencida que era el hijo de puta más grande que había conocido jamás. Ahora que sabía que había significado para él tanto y que lo que los había separado había sido el miedo. Miedo de no estar a la altura, miedo de no ser lo que ella esperaba, cuando la verdad era no se veía capaz de volver a sentir por nadie lo que él había despertado en ella. No quería a nadie más. No quería a alguien mejor. Lo quería a él.
- Lloro porque no estás conmigo. – Confesó en un susurro al cerrar los ojos y estremecerse tan solo con sentir su mano en la mejilla. Inclinó el rostro hacia la palma de su mano, buscando prolongar aquel contacto lo más que pudiera, porque por muy insignificante que fuera el roce su piel reclamaba la cercanía perdida.
Lloraba porque no había estado con ella cuando lo más lo había necesitado, pero también, porque aunque deseara negarlo y tratar de asfixiar ese sentimiento para poder seguir adelante y en paz, no estaba completa si no era con él. Estaba atrapada, sin opción de salida, debatiéndose si en realidad lo amaba a él más de lo que se amaba a sí misma como para consentir que le hubiera tratado de aquella manera y aún así seguir derramando lágrimas en su nombre.
- Deja de huir entonces… – Susurró ya suplicante, colocando su propia mano sobre la de él que aún permanecía en su mejilla. No se atrevía a alzar la mirada y encontrarse directamente con sus ojos azules, pero necesitaba hacerlo a pesar del temor. Nunca iba a olvidar a su bebé ni iba a dejar de dolerle su ausencia, y no sabía si sería capaz de perdonar del todo. Pero si la amaba, si se amaban, ¿no se debían cuando menos una oportunidad?
- James ya no está, ya no tenemos por qué escondernos, ya no… – Si de cualquier manera el pueblo le había dado la espalda y ya no debía nada a nadie, ¿qué más daba? – Podemos irnos de Storybrooke, comenzar de nuevo… - Que su padre montaría en cola, sí, pero renunciaría sin dudarlo a su herencia y su poder si era por él. Porque no importaba el dinero, ni todo el oro y los diamantes en el mundo, ella seguía estando sola y con frío por las noches cuando entre sus brazos nunca le había faltado calor. Había que verla simplemente en aquella casa enorme y tan lujosa, la clase que aparece en las portadas de revistas. Pero estaba vacía y silenciosa, y no importaba los muebles que comprara o las pinturas que colgara en sus muros, cada vez que regresaba a ella y no había nadie para recibirla recordaba lo miserable y sola que estaba.
Le sostuvo el rostro entre las manos, queriendo aferrarse a él y no dejarlo apartarse de su lado ya nunca más, porque el miedo a perderlo de nuevo era tan atroz que hasta la paralizaba. Pero eso que ocurría ahora, el exponerse tal cual era, sin muros ni defensas para volver a ofrecer su corazón hecho pedazos, no era algo que fuera a repetirse. O ahora, o nunca. – Si tú me amas como yo te amo, ya no hay nada que nos detenga… pero si sales por esta puerta ahora, es la última vez. Si te vas, no quiero volver a verte jamás. – Aunque la matara, aunque aquel amor enfermizo a inexplicable la matara, si se machaba esa era la despedida, y se iría de Storybrooke si era necesario.
No pudo buscarle la mirada mientras esperaba su respuesta. Agachó la cabeza y apoyó la frente contra su barbilla, cerrando los ojos tan fuerte como podía, temerosa de escuchar algo que fuera a partirla en dos una vez más, o peor, sentir que la apartaba de él.
- Lloro porque no estás conmigo. – Confesó en un susurro al cerrar los ojos y estremecerse tan solo con sentir su mano en la mejilla. Inclinó el rostro hacia la palma de su mano, buscando prolongar aquel contacto lo más que pudiera, porque por muy insignificante que fuera el roce su piel reclamaba la cercanía perdida.
Lloraba porque no había estado con ella cuando lo más lo había necesitado, pero también, porque aunque deseara negarlo y tratar de asfixiar ese sentimiento para poder seguir adelante y en paz, no estaba completa si no era con él. Estaba atrapada, sin opción de salida, debatiéndose si en realidad lo amaba a él más de lo que se amaba a sí misma como para consentir que le hubiera tratado de aquella manera y aún así seguir derramando lágrimas en su nombre.
- Deja de huir entonces… – Susurró ya suplicante, colocando su propia mano sobre la de él que aún permanecía en su mejilla. No se atrevía a alzar la mirada y encontrarse directamente con sus ojos azules, pero necesitaba hacerlo a pesar del temor. Nunca iba a olvidar a su bebé ni iba a dejar de dolerle su ausencia, y no sabía si sería capaz de perdonar del todo. Pero si la amaba, si se amaban, ¿no se debían cuando menos una oportunidad?
- James ya no está, ya no tenemos por qué escondernos, ya no… – Si de cualquier manera el pueblo le había dado la espalda y ya no debía nada a nadie, ¿qué más daba? – Podemos irnos de Storybrooke, comenzar de nuevo… - Que su padre montaría en cola, sí, pero renunciaría sin dudarlo a su herencia y su poder si era por él. Porque no importaba el dinero, ni todo el oro y los diamantes en el mundo, ella seguía estando sola y con frío por las noches cuando entre sus brazos nunca le había faltado calor. Había que verla simplemente en aquella casa enorme y tan lujosa, la clase que aparece en las portadas de revistas. Pero estaba vacía y silenciosa, y no importaba los muebles que comprara o las pinturas que colgara en sus muros, cada vez que regresaba a ella y no había nadie para recibirla recordaba lo miserable y sola que estaba.
Le sostuvo el rostro entre las manos, queriendo aferrarse a él y no dejarlo apartarse de su lado ya nunca más, porque el miedo a perderlo de nuevo era tan atroz que hasta la paralizaba. Pero eso que ocurría ahora, el exponerse tal cual era, sin muros ni defensas para volver a ofrecer su corazón hecho pedazos, no era algo que fuera a repetirse. O ahora, o nunca. – Si tú me amas como yo te amo, ya no hay nada que nos detenga… pero si sales por esta puerta ahora, es la última vez. Si te vas, no quiero volver a verte jamás. – Aunque la matara, aunque aquel amor enfermizo a inexplicable la matara, si se machaba esa era la despedida, y se iría de Storybrooke si era necesario.
No pudo buscarle la mirada mientras esperaba su respuesta. Agachó la cabeza y apoyó la frente contra su barbilla, cerrando los ojos tan fuerte como podía, temerosa de escuchar algo que fuera a partirla en dos una vez más, o peor, sentir que la apartaba de él.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
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Re: Bajo llave
Ben no sabía como la conversación había llegado a ese punto, y de hecho si alguien le hubiera dicho que la tarde acabaría de ese modo seguramente habría pensado que mentía y que no tenía ni idea.
Pero ahí estaba, justo delante de Evelyn, con la que había creído una y mil veces que había terminado, dándole una oportunidad que él no sabía si debía tomar.
Ella lloraba porqué no estaban juntos... Porqué él intentaba huír... Y no tenía ningún sentido. Porque cuando estaban juntos también había llorado. Y sabía exactamente el porqué. Su relación era algo enfermizo y confuso. Seguramente algo destructivo para ambos... Pero definitivamente algo que le perseguiría para siempre, estuviera o no estuviera con ella.
Y entonces estuvo seguro. No podría alejarse, y menos si eso significaba que ella no quisiera verle más. No sabía de donde había salido esa segunda oportunidad pero haría lo que fuera para no joderla (incluso pensó en ir a hablar con Lucas para pedirle consejos, pero entonces recordó que su historial de conquistas estaba casi a la misma altura que el suyo propio).
Llevó una mano hasta el mentón de Evelyn, para hacer que levantara la cabeza y pudiera verla directamente a los ojos al tiempo que sus labios se curvaba en una sonrisa al ver la expresión que tenía. ¿En serio creía que iba a renunciar a todo? Ya había renunciado a suficiente por culpa de su estupidez.
- No sé porqué no me das una patada en el culo y me echas... Pero si tu no lo haces, yo no pienso ir a ninguna parte. Pasarme la vida lejos de tí, preocupándome por todo lo que haces, tanto que casi no me queda tiempo para nada más, era muy cansado.
Calló unos instantes, en los que acarició con sus pulgares los contornos de su rostro, ese rostro que conocía casi de memoria, hasta que al llegar a sus labios no pudo contenerse y se inclinó para besarla. Y después de meses, pudo comprobar que la sensación al hacerlo era exactamente la misma. Esas cosquillas placenteras que parecían extenderse a cada fibra de su cuerpo, y que parecían tomarse el día libre siempre que besaba a alguna otra. Las cosquillas que seguramente le decían que debía dejar de ser imbécil y no besar a nadie más que no fuera ella.
- Quedémonos. Tu tienes tus negocios y a tu família. Yo tengo el taller. Y que le den al resto. Les daremos algo de lo que hablar.
Y claro que lo harían. ¿Alguien con su reputación con una de las mujeres con divorcio más sonado? Aunque habían pasado meses desde aquello seguro que no tardarían en montarse teorías (y tal vez acertarían). Pero en esos momentos le importaba poco o nada lo que pudieran decir.
Quizás, después de todo, sincerarse y mantener ese tipo de conversaciones complicadas no estaba tan mal después de todo... Ya se preocuparía luego por las consecuencias de todo aquello y de que no tenía la más mínima idea de mantener algo estable con nadie. ¿Por el momento? Se concentraría en lo que sí sabía hacer.
Sonrió brevemente antes de volver a inclinarse a besarla, y esta vez profundizó un poco más el contacto, sin querer prestar atención a aquella sensación de que volvía a estar completo.
Pero ahí estaba, justo delante de Evelyn, con la que había creído una y mil veces que había terminado, dándole una oportunidad que él no sabía si debía tomar.
Ella lloraba porqué no estaban juntos... Porqué él intentaba huír... Y no tenía ningún sentido. Porque cuando estaban juntos también había llorado. Y sabía exactamente el porqué. Su relación era algo enfermizo y confuso. Seguramente algo destructivo para ambos... Pero definitivamente algo que le perseguiría para siempre, estuviera o no estuviera con ella.
Y entonces estuvo seguro. No podría alejarse, y menos si eso significaba que ella no quisiera verle más. No sabía de donde había salido esa segunda oportunidad pero haría lo que fuera para no joderla (incluso pensó en ir a hablar con Lucas para pedirle consejos, pero entonces recordó que su historial de conquistas estaba casi a la misma altura que el suyo propio).
Llevó una mano hasta el mentón de Evelyn, para hacer que levantara la cabeza y pudiera verla directamente a los ojos al tiempo que sus labios se curvaba en una sonrisa al ver la expresión que tenía. ¿En serio creía que iba a renunciar a todo? Ya había renunciado a suficiente por culpa de su estupidez.
- No sé porqué no me das una patada en el culo y me echas... Pero si tu no lo haces, yo no pienso ir a ninguna parte. Pasarme la vida lejos de tí, preocupándome por todo lo que haces, tanto que casi no me queda tiempo para nada más, era muy cansado.
Calló unos instantes, en los que acarició con sus pulgares los contornos de su rostro, ese rostro que conocía casi de memoria, hasta que al llegar a sus labios no pudo contenerse y se inclinó para besarla. Y después de meses, pudo comprobar que la sensación al hacerlo era exactamente la misma. Esas cosquillas placenteras que parecían extenderse a cada fibra de su cuerpo, y que parecían tomarse el día libre siempre que besaba a alguna otra. Las cosquillas que seguramente le decían que debía dejar de ser imbécil y no besar a nadie más que no fuera ella.
- Quedémonos. Tu tienes tus negocios y a tu família. Yo tengo el taller. Y que le den al resto. Les daremos algo de lo que hablar.
Y claro que lo harían. ¿Alguien con su reputación con una de las mujeres con divorcio más sonado? Aunque habían pasado meses desde aquello seguro que no tardarían en montarse teorías (y tal vez acertarían). Pero en esos momentos le importaba poco o nada lo que pudieran decir.
Quizás, después de todo, sincerarse y mantener ese tipo de conversaciones complicadas no estaba tan mal después de todo... Ya se preocuparía luego por las consecuencias de todo aquello y de que no tenía la más mínima idea de mantener algo estable con nadie. ¿Por el momento? Se concentraría en lo que sí sabía hacer.
Sonrió brevemente antes de volver a inclinarse a besarla, y esta vez profundizó un poco más el contacto, sin querer prestar atención a aquella sensación de que volvía a estar completo.
Benjamin J. Hawthorne- Chicos de Storybrooke
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Fecha de inscripción : 11/07/2012
Re: Bajo llave
Los segundos en los que la respuesta que necesitaba demoró en llegar le parecieron eternos, despertando en ella una ansiedad que no podía reconocer bien de dónde provenía, pero que le tenía temerosa y casi temblando frente a la posibilidad de perderlo. No de nuevo, se decía. No podía estar apartada de él. Si hubiera podido hacerlo, si tuviera la fuerza suficiente para resistirse a aquella presencia que le hacía rendirse a él cada vez. Claro que tenía miedo de que le volvieran a romper el corazón, de que la buena intención no bastara y él volviera a huir en cuanto las cosas se volvieran difíciles, pero tenía que aceptar que estaba condenada, que no podía olvidarlo ni aunque rogara por alguien que fuera capaz de arrancarle de raíz los recuerdos que tenía sobre él en su mente y en su corazón.
Abrió los ojos en cuanto la tomaba por el mentón para alzarle el rostro y ahí estaba él, observándola, el oro en su mirada encontrándose con el mar indomable en la de él. Evelyn contuvo el aliento, casi que quería reír y decirle que en efecto, se merecía una patada en el culo y mucho más pero no fue capaz de articular ni una sola palabra. Por que escuchaba sus palabras y al mismo tiempo que lo que significaba comenzaba a resonar en ella, no terminaba de procesarlo. Lo único que existía era el cómo le recorría con los dedos el rostro y ella cerraba los ojos dejándose llevar por completo. Lo necesitaba, lo necesitaba como necesitaba el aire que respiraba y no era algo contra lo que pudiera luchar, no importaban las malas decisiones tomadas con el juicio nublado, lo amaba a él. A él y a nadie más.
Cuando la besaba era como volver a respirar después de haber estado a punto de morir ahogada. El primer aliento tras la asfixia, el primer rayo de luz que llegaba a iluminarla. Aunque hubo dos lágrimas más que resbalaron por sus mejillas no hubo tiempo que diera oportunidad a sollozos ni susurros de ninguna clase, porque ya sus brazos le envolvían el cuello, buscando atraerlo más hacia ella aún y si ya no quedaba espacio que los separara.
Era suyo, suyo y no iba a consentir que nadie más se atreviera siquiera mirarlo. Ya no quería esconderse, ni tenía por qué hacerlo ahora que no había más argollas de oro y diamantes en su mano. Si iban a hacer eso, darse una segunda oportunidad, era haciendo las cosas bien esta vez y ya sin el miedo a que alguien le pudiera ver y echarle en cara lo horrible que era ella como persona. Si estaba Ben a su lado, nada más le importaba. Los amigos que aún le quedaban después del escándalo eran los reales, probablemente las únicas opiniones que le interesaban, pero ni siquiera ellos le irían a hacer cambiar de opinión. Tampoco lo haría el disgusto de su padre cuando hiciera pública su devoción al problemático mecánico, ni lo que pudiera afectar a su reputación en los negocios. Quería poder salir a la calle de su mano, pasear a Whisky sin temor, subirse a su motocicleta y no estar pendiente del reloj cuando estuvieran a solas.
- No regreses a tu departamento, quédate aquí. Whisky está más contento aquí de todas maneras… – Aquello ya lo dijo junto con una ligera risa mientras le acariciaba el rostro – claro que sabía que el perro dormía en su carísimo sillón, no era idiota, pero no le molestaba en lo absoluto. Quería comenzar de nuevo y al mismo tiempo retomar donde se habían quedado. Ojalá y le dijera que sí, sin sentirse intimidado por aquella enorme casa. Tuvo que callarse que podían cambiarlo todo lo que quisieran, cualquier cosa que no le pareciera. Pintar muros , conseguir una pantalla gigante en la sala de estar, o buscar un lugar menos extravagante, que fuera de ellos dos, cualquier cosa que quisiera, todo por la oportunidad de ser felices esta vez. En su euforia le besaba con urgencia, cada vez más hambrienta de él, maldiciendo por millonésima vez el estúpido yeso pues sabía que de no ser por él estaría ahora mismo empujándolo contra el muro y arrancándole la ropa.
Abrió los ojos en cuanto la tomaba por el mentón para alzarle el rostro y ahí estaba él, observándola, el oro en su mirada encontrándose con el mar indomable en la de él. Evelyn contuvo el aliento, casi que quería reír y decirle que en efecto, se merecía una patada en el culo y mucho más pero no fue capaz de articular ni una sola palabra. Por que escuchaba sus palabras y al mismo tiempo que lo que significaba comenzaba a resonar en ella, no terminaba de procesarlo. Lo único que existía era el cómo le recorría con los dedos el rostro y ella cerraba los ojos dejándose llevar por completo. Lo necesitaba, lo necesitaba como necesitaba el aire que respiraba y no era algo contra lo que pudiera luchar, no importaban las malas decisiones tomadas con el juicio nublado, lo amaba a él. A él y a nadie más.
Cuando la besaba era como volver a respirar después de haber estado a punto de morir ahogada. El primer aliento tras la asfixia, el primer rayo de luz que llegaba a iluminarla. Aunque hubo dos lágrimas más que resbalaron por sus mejillas no hubo tiempo que diera oportunidad a sollozos ni susurros de ninguna clase, porque ya sus brazos le envolvían el cuello, buscando atraerlo más hacia ella aún y si ya no quedaba espacio que los separara.
Era suyo, suyo y no iba a consentir que nadie más se atreviera siquiera mirarlo. Ya no quería esconderse, ni tenía por qué hacerlo ahora que no había más argollas de oro y diamantes en su mano. Si iban a hacer eso, darse una segunda oportunidad, era haciendo las cosas bien esta vez y ya sin el miedo a que alguien le pudiera ver y echarle en cara lo horrible que era ella como persona. Si estaba Ben a su lado, nada más le importaba. Los amigos que aún le quedaban después del escándalo eran los reales, probablemente las únicas opiniones que le interesaban, pero ni siquiera ellos le irían a hacer cambiar de opinión. Tampoco lo haría el disgusto de su padre cuando hiciera pública su devoción al problemático mecánico, ni lo que pudiera afectar a su reputación en los negocios. Quería poder salir a la calle de su mano, pasear a Whisky sin temor, subirse a su motocicleta y no estar pendiente del reloj cuando estuvieran a solas.
- No regreses a tu departamento, quédate aquí. Whisky está más contento aquí de todas maneras… – Aquello ya lo dijo junto con una ligera risa mientras le acariciaba el rostro – claro que sabía que el perro dormía en su carísimo sillón, no era idiota, pero no le molestaba en lo absoluto. Quería comenzar de nuevo y al mismo tiempo retomar donde se habían quedado. Ojalá y le dijera que sí, sin sentirse intimidado por aquella enorme casa. Tuvo que callarse que podían cambiarlo todo lo que quisieran, cualquier cosa que no le pareciera. Pintar muros , conseguir una pantalla gigante en la sala de estar, o buscar un lugar menos extravagante, que fuera de ellos dos, cualquier cosa que quisiera, todo por la oportunidad de ser felices esta vez. En su euforia le besaba con urgencia, cada vez más hambrienta de él, maldiciendo por millonésima vez el estúpido yeso pues sabía que de no ser por él estaría ahora mismo empujándolo contra el muro y arrancándole la ropa.
Evelyn D. Aldridge- Realeza
- Soy : Princesa Abigail
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