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Mensaje por Noah M. Stoner Mar Jul 31, 2012 11:29 am

Llevaba días pensando y no me lo quitaba de la cabeza, era algo que me hacía perder el sueño por las noches a pesar de que no me afectara directamente. Los problemas de los demás me afectaban tanto o más que los míos por el simple hecho de que me preocupaba por ellos mientras los míos los dejaba apartados, como si por el hecho de no hacerles caso fueran a desaparecer así como así, sin embargo, si quien estaba mal era una persona cercana a mi aquello podía quitarme el sueño, tal y como estaba pasando en aquellos momentos. Suspiré, mucha gente me había dicho que no me preocupara tanto por los demás pero no podía, amigos, familiares y gente cercana a mi, mis seres queridos, ¡no puedo quedarme de brazos cruzados mientras ellos lo pasan mal!

Suspiré y rodé por la cama hasta quedar de espaldas a la pared y casi a punto de caerme, algo que a mi nunca me pasaba dado que estaba justo al borde, en tal punto que un centímetro más adelante sí que me haría caer de la cama. En aquellos momentos lo que me preocupaba era la situación de Keith con su familia, cierto era que él era ya mayor y podía tomar sus propias decisiones pero eso no importaba, era muy buen amigo mío y le tenía muchísimo aprecio, a pesar de que él ya fuera un hombre adulto me preocupaba por él y sabía que, a pesar de que quisiera aparentar que no era importante, lo pasaba mal. -¿Por qué no hace algo...? - Susurré para mi misma justo antes de girarme para quedar mirando el techo, parecía estar buscando una respuesta allí arriba cosa que seguro que no ocurriría.

Una voz femenina me hizo dejar atrás todos aquellos pensamientos, mi madre venía a despertarme, al parecer ya eran las diez. -Ahora me levanto, mama. - Dije mientras levantaba la persiana de mi habitación y quedando, por unos segundos, cegada por la luz del sol. Sí, era de día, podía apuntar otra noche sin dormir, seguro que parecería un zombie. Por suerte aquel día Alexis no estaba presente para molestarme con sus bromas ni con sus teorías de que debería ir con gente de mi edad y olvidarme de la gente mayor. Me levanté de la cama pesadamente, me costaba moverme por el cansancio y la falta de sueño pero aquello no evitaría que empezara un nuevo día. Fui al baño para lavarme la cara y los dientes y después bajar a la cocina donde seguro que se encontraba mi madre.

-Hoy no me encuentro muy bien, tengo el estómago algo revuelto, prefiero no desayunar - mentí, la verdad es que no tenía hambre y no quería que me obligara a tomar nada. -Iré a ducharme y después, tal vez, vaya a dar una vuelta. - Le sonreí como pude y le di un beso en la mejilla antes de volver a mi habitación para escoger la ropa que me pondría. No tardé demasiado, pues tampoco tenía nada importante que hacer, había cogido unos pantalones tejanos negros de esos que tienen roturas y están desgastados y una camiseta de tirantes, también negra, con una calavera blanca, entre otros dibujos. Tomé la ropa interior y, de pronto, una idea cruzó mi mente, ¿y si intentaba hablar con Keith para arreglar sus problemas familiares? ¡Sí, lo haría! Dejé la ropa sobre la cama y busqué mi móvil, una vez entre mis manos escribí un sms que después mandaría a KJ: ¿Te apetece ir a tomar unos helados? Te esperaré a las once y media en la plaza. Una vez enviado fui a la ducha.

No estuve demasiado bajo el agua, me había visto las ojeras en el espejo cuando acababa de levantarme y seguían igual que antes, podían colar como un par de malas noches pero, de todos modos, no quería que me vieran de ese modo. Por eso mismo en aquellos momentos me encontraba recién duchada, vestida y con el pelo aún húmedo, ya se secaría con el sol, estaba delante del espejo con el neceser de maquillaje de mi madre, yo no tenía, nunca me maquillaba. Suspiré, ¿qué podría hacer? No quería que se me notara demasiado que me había maquillado pero debía arreglar esa mala cara, mis conocimientos sobre maquillaje eran nulos, nunca fui de esas chicas que se pasaban el día maquilladas y jugando a ser princesas, yo siempre había preferido jugar a pokémon.

-¡¡MAMAAAA!! - Grité con todas mis fuerzas para que me oyera, pues ella estaba en el piso de abajo y no tenía ganas de bajar a buscarla. Por suerte, no tuve que gritar de nuevo, pues en unos minutos ya estaba arriba preguntando que qué quería. -Es que pasé mala noche y tengo ojeras - dije como si fuera la cosa más obvia del mundo, que en realidad lo era ya que se me notaban a kilómetros. -Quería que me ayudaras... - Con la cabeza señalé su neceser de maquillaje y pude ver como ella sonreía, siempre le gustaba cuando le pedía algo que fuera mínimamente femenino, pues varias veces me recordaba que era una niña y que el chico era Alexis, que no debía tomarle como ejemplo en absolutamente todo, pero yo no hacía eso sino que simplemente mis gustos no eran como las demás chicas.

Estuvo enseñándome como tapar las ojeras sin que pareciera que llevaba maquillaje, pues ya había visto a muchas chicas de mi clase que se les notaba demasiado que lo llevaban, algunas incluso parecían tener la piel naranja, algo que siempre me había hecho reír mientras ellas se reían de mi por preferir ir al natural con mis imperfecciones sin tapar por capas y capas de base de color. Sonreí. -Gracias por ayudarme pero, no quiero nada más - sabía perfectamente que de no cortarla a tiempo me empezaría a explicar todo lo que sabe de maquillaje, que no es poco, y llegaría tarde a la plaza. -Algún día, te prometo, que me maquillaré y tu me ayudarás.

Una vez estuve vestida y sin que se me notaran las ojeras miré el reloj, pasaban unos minutos de las once, aún tenía tiempo pero no demasiado así que tomé mis pulseras, me las puse y, por último, mis anillos. Aquel día llevaría sólo dos, uno con una piedrecita azul y el que siempre llevaba, uno bastante sencillo que tenía un dragón grabado en él, me lo quedé mirando mientras lo giraba con mis dedos antes de ponérmelo, no sabía porque pero aquel anillo y, todos los dragones en general, me recordaban a Keiji, pero el anillo... Sin duda alguna aquello era lo que más me recordaba a él... Suspiré y tomé el bolso donde guardé mi monedero, el móvil y las llaves justo antes de bajar, despedirme de mi madre e ir hacia la plaza, si me entretenía llegaría tarde.

No necesitaba correr porque vivía más o menos cerca de la plaza principal, sin embargo, diez minutos nadie me los quitaba así que no convenía que me parara por nada, odiaba llegar tarde y hacer esperar a la gente, siempre tenía que estar antes en el lugar de encuentro. Seguro que mucha gente se preguntaría porque ni me había molestado en mirar el móvil por si había respuesta al mensaje, pues bien sencillo era, algo en mi interior me decía que iría y no estaba como para perder el tiempo, ni había cogido el ipod con los cascos, cosa muy extraña en mi teniendo en cuenta que sólo salía de casa sin él cuando no tenía batería, algo que no ocurría prácticamente nunca. Una vez en la plaza miré a todos los lados, no estaba, o al menos, no le veía. Decidí ir a sentarme a un banco situado a un lado pero desde el cual se veía toda la plaza, así seguro que le vería llegar.
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Mensaje por Keith J. Dylan Dom Ago 05, 2012 6:00 am

Fines de semana, unos días en los que normalmente la gente podía tomarse un descanso, poner incluso los pies sobre la mesa y dejarse llevar por la tranquilidad de la mañana... Pero no para mí. No es que realmente me importara, a esas alturas estaba acostumbrado a ir de aquí para allá, y cualquier actividad física no era suficiente como para agotarme, aunque admitía que habían días en los que caía rendido al final de la jornada, sobretodo cuando tocaba ir a trabajar al restaurante. Aún estaba como principiante, pero cada vez me gustaba más dedicarme al tema culinario, y parecían contentos con mi trabajo allí.

Estaba sirviendo el desayuno a "mi familia", cuando de repente sonó un móvil. Todos se miraron entre sí, mientras yo me quedé quieto, parado, incluso sorprendido, temiendo que fuera el mío. Sí, cualquiera de mi edad diría que era bastante mayorcito para controlar sus asuntos, pero había algo que me hacía seguir con aquella familia, a cambio de un techo y comida, era capaz de aguantar sus exigencias, entre las cuales se incluía cierto control sobre mí y lo que iba tramando a mis espaldas.

- No es el mío, así que mírame con otra cara, imbécil - espetó la hija más joven del matrimonio Dylan, dirigiéndose a su hermano mayor (y aún así más joven que yo).

- Lávate la boca con Don Limpio, que parece que el Mistol no te acaba de funcionar - le contestó él con hostilidad.

- ¡CALLAOS! Parecéis... ¡Verduleros! - la matriarca de la familia prácticamente escupió esa última palabra - Hablad como es debido, no quiero que se piensen que somos una familia de pobres-diablos, tenemos una reputación que mantener, ¿Recuerdan? Así que por favor, colóquense la servilleta como marca el protocolo antes de comer con delicadeza, limpieza y orden - finalizó la mujer con su voz propia de una fémina adinerada, siempre haciendo ascos a la gente pobre, ¿quizás como yo? - Y ahora...

Y fue entonces cuando las miradas se clavaron en mí, que aún sostenía la bandeja vacía entre mis manos. Me di cuenta que, efectivamente, había sido mi móvil el que había sonado, y con lentitud giré el rostro hacia uno de los muebles del salón, donde había dejado allí el aparato.

- Mis disculpas... Debe ser del trabajo... - me excusé, extrañándome bastante que fueran ellos.

- ¿Y te envían un mensaje en vez de llamarte? - inquirió la muchacha repelente.

- Se... Eso digo yo. Seguro que se ha echado novia por ahí... - añadió su hermano.

- ¡Qué dices idiota! ¿Tú le has visto la cara que lleva? Este no va a ligar nunca, antes se muere virgen - volvió a intervenir la chica, lanzándome una mirada penetrante y burlona.

- ¡Silencio! No te deseo ningún mal, joven... Pero ves preparándote psicológicamente porque no sería de extrañar que sea un mensaje de despido - determinó la señora Dylan, dispuesta a saborear de una vez el desayuno. Hubiera sido muy oportuno responderle con un "Seguro que lo dice por experiencia propia", pero desde luego no era muy conveniente decirlo. Ahora fue el señor Dylan quien se acopló a la conversación.

- Dejadle un rato de recreo mientras desayunamos, quiero dejar de hablar de Keith antes de que se me atragante la comida.

Sí, para ellos era como un bicho, pero tampoco podía quejarme, recordaba haber vivido así toda mi vida. Con una ligera reverencia, me dirigí a la cocina a dejar la bandeja, cogiendo el móvil por el camino. La casa era tan grande que me daba tiempo leer el mensaje antes de llegar a mi destino.

- Vaya, Noah... La que me has liado - murmuré después de leer, negando sutilmente con la cabeza mientras sonsacaba una risita. Nada era lo suficientemente importante como para amargarme el día, no al menos viniendo de la familia Dylan.

Me cambié la ropa poniéndome algo más decente y moderno para ir al lugar acordado con Noah. "Ok. Ahora mismo iré allí, no te compres un helado aún, no quiero que te lo termines antes de que llegue" Le envié de vuelta en respuesta a su mensaje. No tardé mucho en salir, ya iba con unos minutos de retraso por culpa de los Dylan, fui sigiloso para evitar más preguntas antes de salir y prácticamente corriendo, llegué hasta la plaza. El pelo se quedó tal cual lo había peinado el viento. Y la vi allí, sentada en un banco. No dudé en saludarla con la mano.

- ¡Ey, Noah! - exclamé una vez estuve lo suficientemente cerca, dispuesto a darle un par de besos en la mejilla y abrazarla. Era alguien importante para mí, sin duda, aunque la viera algo así como una hermana pequeña a la que me gustaba proteger, pero desde luego me hacía olvidar todos los problemas que solía tener con los Dylan, y me hacía sentir bien el tiempo que estaba junto a ella. Me alegraba el día. Aún así no podía evitar mis gestos serviciales que de vez en cuando tenía.

- ¿Has estado esperando mucho rato? Lo siento, los Dylan me han retenido más tiempo del que creía en casa - me excusé, y hubo algo que no me pasó desapercibido cuando fui a abrazarla; un olor peculiar, que reconocía con facilidad al convivir con las féminas de la familia, especialmente me recordaba a la señora Dylan. - ¡Espera un momento! - dije, apartándome de Noah para poder apreciar mejor su rostro, teniéndola cogida con suavidad por los brazos - No me digas que te has maquillado - adiviné con una sonrisa en el rostro, apartándole un poco el flequillo de la cara para poder apreciarla mejor.
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Mensaje por Noah M. Stoner Dom Ago 05, 2012 1:39 pm

Allí sentaba en el banco me dediqué a ver a las personas que pasaban por allí, conocía a bastante gente, a unos más y a otros menos, pero al fin y al cabo, había poca gente que no la hubiera visto en ningún momento, o que al menos, no les recordara. Allí en Storybrooke nos conocíamos todos por lo que era muy complicado salir a cualquier lugar sin encontrarte con gente conocida, auqnue por suerte, aquel día sólo saludaban y nadie se paró a hablar conmigo, tal vez al verme allí sentada intuían que esperaba a alguien.

Pasaba el tiempo y se me hacía eterno, no porque Keith estuviera tardando mucho sino porque no paraba de darle vueltas al tema de su familia y los problemas que le daban, aunque más que problemas era el trato que tenían co él. No lo había visto en primera persona, y tenían suerte dado que de verlo no me habría quedado callada, claro que no. Si no aceptaba que trataran mal a una persona a pesar de que no me llevara bien con ella, si a quien daban un mal trato era una persona importante para mi no iba a quedarme de brazos cruzados, le defendería en todo lo que hiciera falta ante quien fuera.

Suspiré, todo aquello ocupaba mi mente desde hacía días y, por mucho que viniera a mi cabeza la idea de que ya era lo suficientemente mayor como para hacerse cargo solo, quería ayudarlo a salir de aquella situación. No sabía de forma exacta por todo lo que pasaba, y también sabía que él no hacía nada para remediarlo, pero no me gustaba nada, quería hacer algo cuanto antes mejor. Lo malo es que me conocía y que si no era pronto llegaría a presentarme en su casa para llevármelo a rastras si hacía falta, no sin antes decirles cuatro cosas a su familia, o a los que compartían apellido con él dado que con ese comportamiento no lo veía de una familia de verdad.

-¡Maldita sea! - Grité sin poder evitarlo, estaba desesperada, quería hacer algo pero cada idea que se me ocurría era más absurda que la anterior y, por si fuera poco, le conllevaría aún más problemas con Keith, cosa que, como era obvio, no quería que ocurriera. Mi móvil hizo que todos aquellos pensamientos desaparecieran, sonaba porque tenía un mensaje sin leer y, a pesar de que hacía un rato que había llegado, aún no lo había leído. -Pero mira que eres pesado... - Me quejé mientras buscaba el móvil en el bolso, para posteriormente, leer el mensaje. Era de Keith y decía que ahora venía, aunque aquel ahora era de un rato por lo que seguro que no tardaba nada. Sonreí al leer lo del helado y busqué con la mirada el puesto de estos.

No voy a negar que se me cruzó por la mente el ir a comprar helado pequeño de esos que te terminas en dos lametones para hacer la gracia, pero desistí de aquella idea a los pocos minutos, justo cuando escuché una voz que me llamaba. Levanté la vista y pude ver a Keith venir hacia mi corriendo por lo que me levanté y corrí hasta él para ahorrarle una pequeña parte del camino, después de todo tendría que levantarme de todos modos.

-¡Hola Keith! - Le saludé con una gran sonrisa en los labios mientras terminaba de llegar junto a él. Le di un par de besos, uno en cada mejilla. Podían decir cualquier cosa sobre nuestra amistad debido a la diferencia de edad, pero era una de las personas más importantes para mi, estando con él era totalmente imposible que estuviera mal, al menos mal por mis propios problemas. Debido a su gran simpatía y, a su carácter en general, siempre sonreía cuando le veía, a no ser que me sucediera algo realmente malo, pero aquel no era el caso.

-No, te preocupes - dije restándole importancia a que hubiera llegado un poco tarde. -Ya sabes que tengo la manía de llegar todo lo antes posible por lo que es culpa mía, no llegas tarde. - Y no mentía, siempre quería llegar todo lo antes que pudiera al lugar de encuentro, una manía que tenía, llegar siempre antes que nadie, podía parecer absurdo pero odiaba hacer esperar a los demás así que me presentaba yo antes para que aquello no sucediera. Sonreí para que viera que no pasaba nada y que no tenía de que preocuparse.

-¿Sabes que existen los peines? - Bromeé riendo levemente mientras le peinaba un poco el pelo con los dedos y se lo arreglaba para que quedara bien puesto. Posiblemente aquello fuera debido a que había venido corriendo, pero la broma se la llevaba de todos modos. Le abracé una vez lo tuve peinadito y presentable, aunque, de pronto, se separó del abrazo y le miré extrañada por lo que había dicho ¿ocurría algo? Ladee levemente la cabeza mirándole para, al escuchar sus palabras, sonrojarme inevitablemente.

-¿C-Como te has dado cuenta...? - Pregunté sorprendida y algo avergonzada, estaba segura de que no se me notaba demasiado y esperaba que no se dira cuenta, cosa que al parecer ocurrió. Me preocupé por si había hecho algo mal y me parecía a las chicas de las que tanto me reía. -¿Tanto se nota? - En mis ojos se podía ver una mezcla de duda y preocupación junto con un poco de sorpresa, me habría esperado cualquier cosa antes de que me preguntara por eso.
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Mensaje por Keith J. Dylan Mar Ago 28, 2012 1:16 am

Me alegró saber que no había metdio mucho la pata en llegar tarde, y me dejé peinar con una sonrisa por Noah. Me hacía sentir tan bien... Era como una dosis de cariño de vez en cuando, pues de la familia Dylan el único cariño que recibía era el de la paga mensual, que curiosamente, (o no tanto), disminuían y aumentaban a su antojo.
La sonrisa seguía en mi rostro, mientras la joven se sorprendía de que hubiera notado el maquillaje que llevaba puesto. Lo sabía, no fallé en mis percepciones.

- ¿Que cómo me he dado cuenta? Bueno, siempre he tenido unos sentidos muy desarrollados, no me preguntes por qué, porque no lo sé -le respondí con esa serenidad que tanto me caracterizaba, y esa alegría que seguramente se me plasmaba en la cara. La cogí del brazo cariñosamente, pues se me antojaba como una hermana pequeña para mí, jamás permitiría que le pasara nada malo, y no importaba que le pudieran molestar algunos gestos así venidos por mi parte; yo sabía que esa joven necesitaba notar el calor humano y sentir que le querían, el aprecio, y yo iba a demostrárselo. Claro que si me decía que no la tocara, por supuesto iba a respetarla. - Claro que no, estás igual de guapa que cuando no llevas el maquillaje. Ni lo hubiera notado, pero tengo un muy buen olfato y estoy familiarizado con esa clase de olores; la diferencia es que cuando lo percibo de la señora Dylan, podría bien jurar que lleva una máscara entera y que podría partir los espejos del pasillo, si no fuera porque éstos huyen de ella. A ti en cambio, los espejos te persiguen. - confesé guiñándole un ojo mientras dábamos unos pasos por la plaza. Una muy bonita plaza, y por mucho que la gente hablara, a mí el pueblo me parecía un paraíso, y aunque, bueno, las malas lenguas insinuaran lo mal que la alcaldesa lo estaba llevando y la corrupción que había, a mí no me parecía tan mala mujer. Pero tampoco era un ingenuo, todo podía ser, simplemente yo no me metía en esa clase de asuntos. La política y las guerras no estaban echas para mí.

- ¿Todo va bien en casa y demás? - me aventuré a preguntar en un tono afable; no pretendía que se sintiera mal hablando de un tema que quizás no tenía ganas de sacar, pero quería asegurarme de que estaba bien y que nada la entristecía en su vida. No hacía falta más que mirarla a los ojos para darme cuenta de que había algo nublado en su ser, pero seguro que no era nada que no pudiera arreglarse, y yo estaría ahí para ayudarla en lo que fuera, sentía que compartía un estrecho y profundo vínculo con ella. Era cierto que corrían algunos rumores por el pueblo, pero yo no les hacía caso, en la viña del señor siempre había de todo, ¿no? Sólo había que aprender a convivir con ellos, y esperaba que Noah no se los tomara en serio tampoco. Era consciente de que quizás no estaba bien visto que alguien de mi edad pudiera pasearse a solas con una jovencita de apenas dieciséis años, pero yo sabía lo que hacía, y conmigo podía estar bien tranquila, pues no encontraría mayor protección. Además, estaba intentando aprender artes marciales junto a esa simpática psicóloga llamada Sydney. La violencia no era lo mío, pero ese arte tenía un algo especial y espiritual que me atraía.

- ¿Qué te parece si nos tomamos un helado mientras damos un paseo? Yo invito, y no acepto un no por respuesta ni discusiones - dije completamente seguro - Así me siento realizado por hoy, a cambio de no haberte traído nada. Lo siento, yo quería pero la familia me tenía el ojo bien puesto esta mañana, no he podido escaquearme a la cocina sin ser seguido por cuatro miradas acechando mi nuca - comenté como si eso no me afectara en absoluto, me refiero a la situación, porque sí que me sabía mal no traerle nada a Noah, yo que siempre tenía algún detalle como regalarle dulces que había preparado o cosas así. Quizás no fuera nada del otro mundo, porque me encantaría comprarle algo más valioso como una joya... Bueno, tal vez algún día, si empezaba a ahorrar. Sí, ¡eso mismo! Ahorraría para comprarle algo así, se lo merecía.
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Mensaje por Noah M. Stoner Mar Sep 04, 2012 5:42 am

Eso no se valía, no era justo que tuviera unos sentidos muy desarrollados y que yo no lo supiera, pensaba que no se daría cuenta el maquillaje, ni él ni nadie. Resoplé haciendo que un mechón que había quedado delante de mi rostro se levantara para, posteriormente, hinchar las mejillas como si fuera una niña pequeña en medio de un berrinche, obviamente no me había enfadado de verdad, ni me molesté, era totalmente imposible que Keith dijera o hiciera algo que lograra enfadarme o molestarme. -¡Eso no se vale! no tenías que darte cuenta - Exclamé en tono de broma mientras dejaba que me cogiera del brazo, acercándome un poco más a él. Le miré mientras hablaba, escuchando lo que contaba y sonrojándome por sus palabras a la vez que bajaba un poco la mirada. -¡No es verdad! - dije como defendiéndome de su último comentario. No me gustaba que dijeran cosas bonitas sobre mi por una simple razón, eran mentira, y no me agradaba que me mintieran. -Los espejos explotan con tenerme a menos de un kilómetro de distancia.

Ante su pregunta le miré algo perdida, me había entretenido pensando en vete tu a saber que. -¿Eh? ¿En casa? - pregunté aún confundida, analizándo sus palabras para entender la pregunta. -Sí, sí, todo bien en casa - respondí unos segundos más tarde con una sonrisa en mi rostro. Me había distraído por lo que, avergonzada por ello, llevé una mano a mi nuca. -Lo siento, es que me había distraído. - Después de decir eso me reí tontamente, aunque en aquella risa también había cierto toque de nerviosismo, sabía a lo que había ido, porque le había dicho que viniera a tomar un helado. Sin embargo, no sabía porque, me costaba sacar ese tema, sabía que no se molestaría pero aún así... Le miré, aún sonriendo, intentando convencerme a mi misma de que no pasaría nada si le preguntaba y, también trataba de convencerme de que aquella era la oportunidad perfecta para hacerlo. -¿Y a ti? - Me aventuré a preguntar. -¿Cómo te va en casa...? - Continué con miedo, como si tocara algún tema delicado, que en realidad lo era, al menos a mi me lo parecía.

Fruncí levemente el ceño cuando dijo que él invitaba al helado, había sido yo la que le había hecho venir, no veía para nada justo que fuera él quien pagara, pero sabía perfectamente que no serviría de nada protestar, así que callé y dejé que siguiera hablando, contándome que no me había podido traer nada aquel día. -Tonto, te tengo dicho que no hace falta que me traigas algo siempre que nos vemos. - Recordé con un leve tono de reproche, se lo decía prácticamente cada día que quedábamos, pero él no parecía compartir mi opinión así que, simplemente, no me hacía caso. Me puse de puntillas para poder darle un beso en la mejilla, era mi forma de darle las gracias, sin palabras, por todos esos detalles que tenía conmigo, además de por estar a mi lado desde que podía recordar y por muchas más cosas. -Al final harás que me sienta mal y todo - dije en tono de broma y poniendo cara de pena. -Yo no tengo tantos detalles contigo...
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Mensaje por Keith J. Dylan Lun Sep 10, 2012 2:36 am

No pude evitar unas carcajadas con la actitud algo infantil de Noah y por cómo negaba una vez tras otra por cada ocasión en la que le decían algo bonito. Siempre pensé que eso se debía a que tenía una gran falta de autoestima... Bueno, “pensé” no, de hecho lo había comprobado hacía unos segundos, y muchas veces antes. Pero yo no desistía, yo seguiría diciéndole lo guapa que era hasta el fin de mis días, al fin y al cabo era la verdad, y mantenía la esperanza de que en alguna de esas ocasiones, Noah acabara aceptándolo, de corazón. Necesitaba que le abrieran los ojos, pues aunque no lo pareciera, era demasiado introvertida, a mí no se me pasaba ese detalle, por mucho que la chica quisiera disimular.

− Qué cosas tienes... ¡Explotar espejos! Eso sólo pasa porque eres una bomba atómica cuando te enfadas, nada más. Yo si fuera un espejo también tendría miedo – bromeé sin poder evitar soltar unas sonoras carcajadas − Cuando te pones así de enfadada, todavía estás más guapa – sabía que ese comentario le iba a picar todavía más, ya que se notaba que lo había hecho a propósito porque no le gustaba que le dijeran eso. Pues ala, contra más dijera Noah que era mentira, más lo diría yo − Además, recuérdame alguna ocasión en la que yo haya mentido. Bueno, es cierto que con los Dylan no cuenta, porque les meto cada trola... Aunque en cierta manera pienso que en su caso, se lo merecen. Bueno, digamos que en tal caso es mi verdad y así estamos en paz, ¿Qué te parece? – le respondí guiñándole un ojo con simpatía.

Pero al parecer Noah no tenía la cabeza en su sitio por unos instantes. ¿Le habría provocado alguna reflexión circunstancial profunda? De ser así, esperaba que fuera en el buen sentido. ¿O quizás había pasado algo con su familia? Pero ni siquiera me había prestado atención a la pregunta que le había hecho, hasta que pareció despertar de su ensoñación. Le sonreí cuando se disculpó.

− Ay, ¡A saber en quién estabas pensando para quedarte así de absorta! – exclamé estirándole con cariño la mejilla. Nunca le había preguntado en ese aspecto amoroso por alguna extraña razón, y eso que Noah estaba en la edad de conocer chicos o sentir algo por ellos. Pero quizás esperaría a que ella quisiera contarme sus historias, no tenía prisa por oírlas... ¿O sí? ¿Desde cuándo era yo tan cotilla? Bueno, quizás desde siempre... − No pasa nada, y me alegro que todo vaya bien... ¿A mí? – pregunté como un lelo, y pensativo miré un momento al cielo mientras seguía caminando en dirección a alguna heladería que había por ahí cerca, con Noah cogida del brazo. Luego dirigí mi mirada a los grandes y azules ojos de ésta, esbocé una sonrisa y luego volví a fijar mi vista al frente − No puedo quejarme la verdad. Ya sabes que la hostilidad es patente en la casa de los Dylan, pero nada a lo que no esté acostumbrado. Es como si en realidad... A ver... ¿Cómo lo explico sin que suene raro? – me pregunté de forma retórica, pensando, pues en ocasiones tenía como dejà vu extraños, como si ya hubiera vivido una situación pero que no recuerdo haber vivido antes. Tal vez me estaba volviendo loco, pero ya decían que las mejores personas lo estaban, ¿no? − Como si toda mi vida hubiera sido así. Lo que estoy diciendo es tontería, porque de hecho, efectivamente, sí he vivido así desde que tengo uso de razón. Pero es como si... agg... haber, como si hubiera sido así desde hace mucho tiempo. – en ese momento me reí de mí mismo − Vale, no me hagas mucho caso, pero dentro de mi ser siempre he sentido que debía demostrarme a mí mismo lo que valía, que la felicidad no se encuentra más que aquí – en ese momento me detuve, para poner una de mis manos en el pecho de Noah con suavidad. − Que al fin y al cabo, vivas con quien vivas, lo importante es sentirte en paz contigo, sentirte realizado y contento con lo que haces, aunque no sea más que recortar papeles o pegar sobres. Lo que me digan las personas necias, poco me afectan – sonreí y bajé mi mano para continuar caminando. Sí, eso era; sentía la profunda y antaña necesidad de demostrarme que era capaz de lograr ser alguien, de que el fracaso no estaba hecho para mí, y que jamás me rendiría hasta conseguir mis propósitos, por mucho que tuviera a mi familia diciéndome cada dos por tres que no era más que un chaval sin importancia en ese pueblo, lleno de jóvenes promesas que me daban cincuenta mil vueltas, que antes de poner la mano en el fuego por mí, la pondrían por cualquier otro − Y no sé por qué te he soltado este rollo, supongo que porque tampoco va mal decirse las cosas en voz alta – me reí.

Y me encantó notar los labios de Noah en mi mejilla. Era como la hermana pequeña que nunca había tenido. Aunque compartiera apellido con los Dylan, era de sobras ya sabido que no me sentía para nada un miembro de esa familia. No por mi parte, ya que yo era una persona capaz de perdonar, sin rencor y me amoldaría como un perrito que anda perdido por la calle y busca dónde sentirse acogido, si no porque los Dylan no me daban otra opción, excluyéndome. A veces me preguntaba por qué demonios me habrían adoptado... Todavía seguía sin preguntar, como si temiera la respuesta o intuyera que si lo hacía, me iban a mentir de mala manera o simplemente no me iban a contestar.

− Oye, escucha: Si lo hago es porque me siento bien con ello, no por otra cosa – le dije dándole un toque en la nariz con un dedo – No tienes por qué sentirte mal ¡O el que sí que se va a sentir mal seré yo! Además, tú ya tienes detalles conmigo; sólo con regalarme tu compañía y confianza, me es más que suficiente. Tu amistad ya es algo fuera de órbita que vale su peso en oro... ¡Qué digo! Más que eso, mucho más – creo que si seguía así de sonriente, en poco tiempo me iban a doler las mejillas... − ¡Anda, mira! ¡Ahí está la heladería! – señalé enfrente nuestro, antes de rebuscar en mis bolsillos para dar con la cartera − Ves pensando de qué sabor lo quieres, tengo entendido que hay mucha gama.
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Mensaje por Noah M. Stoner Vie Oct 26, 2012 12:41 pm

Le miré de reojo al ver como se carcajeaba por mi actitud, sabía que no se reía de mi, al menos no con mala fe, pero me molestaba la razón por la cual se reía, o por la que yo pensaba que se reía, aún no había desarrollado superpoderes ni sabía leer mentes ajenas, sin embargo le conocía y estaba segura de que parte de esa risa se debía a que yo negaba una y otra vez que era guapa, pero no sabía que había de gracioso en aquello, si mentían iba a negarlo, como era obvio.

-Pues sin ser espejo deberías tenerlo ya, porque si sigues mintiendo de esa forma me enfadaré. - Como estaba claro, no iba a enfadarme de verdad, pero molestarme un poco sí, porque la verdad es que ya parecía que lo hiciera a propósito, cosa que me confirmó su último comentario al cual decidí no responder, sólo le eché una mirada para advertirle de que no siguiera por el mismo camino, él la entendería, o eso esperaba. -Sea o no tu verdad son trolas, así que sí que cuentan como veces que has mentido, así que entre esas y todas las veces que dices que soy guapa y demás cosas que me dices que soy que, obviamente, son mentira... Vamos, que de aquí se saca la conclusión de que eres un mentiroso compulsivo. - A pesar de que el tono bromista y alegre de mi vos había estado presente al decir aquellas palabras, las decía totalmente en serio, pero perdían seriedad por eso y porque, justo después de terminar de hablar, le saqué la lengua.

Mis pensamientos habían volado a un lugar muy lejano, pero no de Storybrooke sino mucho más allá. ¿Donde? No tenía ni idea, pero cuando volví a la realidad estuve confusa por unos segundos. Pude escuchar el comentario de Keith y le miré con una cara que no sabría describir ni yo, ¿había preguntado que en quien estaba pensando yo? Quien... ¿De verdad estaba pensando en alguien? -¿Cómo que en quien? ¡Ni que tuviera que pensar en mi novio! - Exclamé algo indignada de que pudiera pensar algo parecido sobre mi. -Que, por cierto, dicho novio será un fantasma, es decir, inexistente.

Seguimos andando, pero la conversación pareció tener un rumbo más serio, no diré que lo tenía planeado así porque mentiría, pero era a donde quería llegar, más o menos. Escuché atentamente sus palabras, intentando procesar todo lo que me estaba contando para poder utilizarlo a mi favor, porque estaba segura de que en cuanto le dijera lo que le quería decir se negaría, algo en mi interior me lo decía, que debería convencerle, y para ello debía tener argumentos. Miré con atención su mano, escuchando aún sus palabras y sin pensar en que diría la gente que nos viera en aquellos momentos, poco importaban esas pequeñeces, no había importado y no empezaría a hacerlo ahora, al menos por mi parte, no sabía si a Keith le preocupaban esas cosas.

Una vez terminó de hablar le sonreí, era increíble la fuerza de voluntad que tenía y esas ganas de seguir adelante aunque, lo que deberían ser sus personas más allegadas, le hicieran al vida imposible. Me quedé unos segundos callada, mientras volvíamos a retomar el paso hacia la heladería, tomando aire para empezar a hablar- Pero Keith... - Callé, ¿cómo podía decírselo? Podría molestarse por meterme en cosas que no me inmiscuían y no tenían nada que ver conmigo, pero ya había empezado, no podía echarme atrás. -No niego que debas buscar la felicidad en todo lo que puedas para poder seguir adelante y demostrar que vales, pero, no sé... ¿Y si hubiera un camino más fácil para llegar a ella? - Bajé la mirada al suelo durante unos instantes, buscando a ver si en este estaban las palabras que debía decir a continuación. -Es decir, si lo que te impide, o mejor dicho, dificulta llegar hasta esa felicidad es tu... familia. ¿Por qué simplemente no te vas? - Me mordí el labio inferior, finalmente lo había dicho y temía por su respuesta, pero en esos momentos ya era demasiado tarde para cambiar de tema.

Escuché a Keith, sabía que se sentía bien teniendo aquellos detalles conmigo pero es que yo no solía tener ninguno con él, no sabía porque dado que de querer quería, tal vez era que no encontrara el regalo perfecto para él, todo me parecían minucias a la hora de agradecerle todo lo que había hecho por mi, y lo que continuaba haciendo. Sonreí al notar su dedo en la nariz, aunque pareciera una tontería aquellas pequeñas muestras de cariño eran muy importantes, y las guardaba como pequeños tesoros en mi corazón. -Pero tu también me das tu confianza, tu compañía y, lo que es más importante, tu amistad. Yo no te estoy dando nada por lo que no reciba lo mismo, o incluso más, de tu parte. Sin embargo, tu siempre tienes detalles conmigo ajenos a todo eso...

Levanté la vista al escuchar sus palabras para que mis ojos confirmaran lo que mis oídos habían escuchado, la heladería estaba allí, en frente nuestro, así que poco tardaríamos en llegar. Observé como buscaba algo, conociéndole deducí que era la cartera y le miré casi con ojos suplicantes, los mismos que ponen los cachorros abandonados en una caja en medio de un día de lluvia. Bueno, no sabía que cara ponían, pero podía imaginarlo, y lo había visto en animes. -¿Y no me dejarás pagar ni siquiera un tercio de lo que gastemos? O de mi helado...
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Mensaje por Keith J. Dylan Mar Dic 11, 2012 4:17 am

No pude más que romper en unas cuantas carcajadas al ver la actitud de Noah ante los comentarios de los espejos. ¡Había que ver cómo llegaba a ofuscarse con el asunto! Pues a pesar de la broma, podía percibir la advertencia en sus ojos que me querían hacer entender de que en realidad era lo que pensaba, por mucha lengua que me sacara. Me hacía gracia como refunfuñaba sobre todo lo que le había dicho, pero no pensaba retirar nada, aunque sí no iba a hacer más referencia a ello, no al menos durante lo que quedaba del día, no quería tampoco que se sintiera molesta. No había quien la ganara a ‘Miss enfadosa’ cuando se lo proponía.

Seguí sonriendo y soltando amagos de risa durante unos minutos más por ese tema mientras caminábamos hacia la heladería, cruzando toda aquella plaza amplia en medio de Storybrooke. Se me antojaba tan agradable pasear tranquilamente, sin tener que aguantar a los Dylan y con Noah del brazo. No escatimaba a la hora de mirarla, me transmitía muy buenas vibraciones, debía ser aquello que llamaban aura, cada persona con una distinta, que podía pasar de hacerte sentir un vértigo alertándote de la oscuridad de esa misma persona, o por el contrario, alegrarte el día como solía pasar cada vez que veía una sonrisa plasmada en el rostro de la joven pelinegra. Era como ese momento del día que siempre estás esperando a que venga.

- ¡Ni que fuera algo malo, mujer! Podrías tener cualquier chico a tus pies si te lo propusieras – contesté manteniendo la curvatura en mis labios dibujándome seguramente una sonrisa, por cómo tiraban mis mejillas. No iba a negar para mis adentros que me había sorprendido al escuchar la palabra “novio” en boca de Noah, incluso me lo podría haber creído hasta que al segundo siguiente afirmó que su posible novio no sería más que un fantasma. Juraría incluso que abrí los ojos más de lo debido, que ya era decir en mí. Noté que una parte de mi ser deseaba lo mejor para ella, me hacía enternecer que tuviera esa edad en la que aún debía aprender y explorar mucho, y era ese yo el que solía hablar por mi boca, pero luego había otra parte en la que... Bueno, no sabía bien cómo expresarlo. Igual le empezaba a coger demasiado cariño. Todo ese asunto hizo viajar mi mente hasta el momento en el que era un adolescente, pero era curioso que recordaba todo como si una nube gris me impidiera ver bien, o pensar con claridad. ¿Por qué me costaba imaginarme mi infancia? ¿Tan mal lo había pasado que ni mi cerebro me quería dar la satisfacción? Era extraño, porque yo siempre traté de ver el lado positivo a las cosas, seguro que por muy joven que fuera, eso siempre había sido así, desde pequeño. Pero bueno, dejando aparte toda aquella reflexión sobre mi infancia y juventud –de la que aún podía bien seguir disfrutando–, no quería caer en el egoísmo a lo que respectaba Noah. Sí, podía tener sentimientos encontrados, pero no era justo para ella que me cruzara de esa manera por su camino, prefería que las cosas siguieran como hasta ahora, no quería ensuciar nuestra relación, quería ser como su hermano mayor que velaría por su seguridad y estaría ahí para lo que Noah necesitara, ya fuera ayuda o apoyo, y darle ánimos para llegar a sus objetivos en la vida, siempre.

Por suerte no creo que mi ensimismamiento momentáneo llamara en exceso la atención de Noah, ella también parecía pensar en algo mientras seguíamos caminando en un paciente silencio. Tenía impulso de preguntarle si le sucedía algo, pero opté por dejarla que reflexionara, si quería ser ella quien me contara qué era lo que rondaba por su cabecita. Igual había dicho algo que le había afectado, me temía que fuera de manera negativa, no era mi intención. Me disculparía por ello, pero no lograba encontrar nada de malo en los pensamientos expuestos sobre mi familia y situación que pudieran haberla hecho sentir mal. Igual me equivocaba al ver cómo me dedicaba una sonrisa que yo le devolví, antes de que ésta bajara la mirada y yo la observaba con cierta curiosidad, sobre todo cuando la oí pronunciar mi nombre en un tono apagado, como si fuera a decirme algo relevante. No sabía si debía asustarme, y los minutos que se tomaba para poder hablar como si quisiera coger fuerzas, no ayudaban.

No tardé en volver a ensanchar una sonrisa, esta vez de una forma más sutil y afable. No solíamos hablar demasiado sobre mi situación y la familia, ni siquiera de la de Noah, pero ya tenía una idea de lo que la adolescente podía pensar sobre ello, y lo confirmé al oír sus palabras. Entendía lo que quería decir, tal vez por eso fue que la imité bajando la mirada, pensativo. Me tomé mi tiempo antes de responder, sin levantar mis ojos del suelo. Pero lejos de parecer afectado, más bien era como si simplemente tuviera que buscar el por qué. Sabía que había alguna razón de peso por la cual yo seguía en la casa de los Dylan, pero expresarlo con palabras tal vez no era algo tan fácil.

- Bueno – me decidí al fin, supongo que siendo igual de expresivo que siempre respecto a mis gestos faciales, pero seguía observando el suelo hasta el momento, de una manera que en realidad no importaba que fuera el suelo, un árbol o un banco lo que mirara, estaba centrado totalmente en la conversación – Verás, por muy hostiles que sean los Dylan... Ellos me han dado un hogar, me han acogido... De alguna manera he podido tener algún privilegio de más que otros niños que no conocen ni a sus padres – porque estaba seguro de que ellos no eran mis auténticos progenitores biológicos, pero no quería expresarlo tan abiertamente, era algo que ya quedaba en el pasado y no se podía arreglar, ni siquiera sabía mi historia ni cómo había llegado a la familia Dylan. En realidad tampoco es que me hubieran dado demasiadas cosas, pero no iba a preocupar a Noah más de la cuenta, y más sabiendo cómo era, que cuando quería era muy visceral y apasionada, y ya tenía suficiente con sus propios problemas familiares. – Y no me puedo quejar. ¿Qué tengo que limpiar la casa entera? ¿Qué tengo que fregar? ¿Qué les tengo que cocinar y hacer la cama? – me encogí de hombros – No niego que pueda resultar cansado y algo estresante, pero tampoco es que me desagrade. – fue en ese momento que alcé el rostro y la miré a los ojos, directamente a esos cristalinos y azulados tan únicos – Lo más fácil sería huir, y huyendo nunca conseguiré crecer como persona. Gracias a ello, llegué a entender que en esta vida se debe coger lo positivo, y dejar de lado lo negativo. Esta situación me obliga a seguir hacia delante, a coger fuerzas, muchas más que si estuviera solo sin nadie desagradable a mi alrededor. Me di cuenta hace tiempo, de que la felicidad sólo se encuentra cuando hay un equilibro entre lo negativo y lo positivo. Y yo estoy a punto de equilibrar la balanza.

Fue tal la sonrisa que ensanché, que seguramente debí hasta cerrar los ojos. Sí, eso era exactamente lo que sentía, lo que me hacía ver que iba por el camino correcto.

- Disfrutemos simplemente del momento. Digamos que tu regalo de hoy será dejarme invitarte a un helado, porque me apetece, y no hay más que hablar – le guiñé un ojo manteniendo esa sonrisa mientras sacaba la calderilla, acercándome al escaparate - Yo me pediré... Uhm... Uno de leche merengada – le indiqué al hombre que nos atendía, esperando que Noah se decidiera por alguno y se lo dijera también. – Ya me invitarás alguna vez y así estamos en paz, ¿qué te parece? – solté unas risas, pues a pesar de sonar totalmente convencido, yo no dejaría que eso sucediera, me sentía mejor siendo yo mismo quien pudiera complacerla, a cambio de sus malestares personales y sus jornadas en el instituto que de seguro también debían ser cansadas. - No te preocupes por mí, estoy bien – afirmé, bajando el tono de voz como si quisiera que aquellas palabras tomaran un aire más íntimo, aunque me hacía sentir bien pensar que ocupaba un hueco en el corazón y mente de Noah, preocupándose por mi bien. Lo mínimo que podía hacer por ella, era invitarla a un helado.
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Mensaje por Noah M. Stoner Vie Ene 25, 2013 2:50 am

Decidí callar y esperar a que Keith dejara de reír, tal vez así se olvidaba del tema y no volvía a sacarlo en un tiempo, o eso esperaba, porque conociéndole... Suspiré mientras andaba a su lado, esperando que ese aparente ataque de risa terminara pronto. Miraba la plaza y la gente que había en esta, tampoco era un mal lugar para vivir aquel, aunque tuviera el claro inconveniente de que mi padre vivía en el mismo pueblo, era una persona a la que no quería ver pero que tarde o temprano siempre terminaba por cruzarme. Reí levemente al imaginar la cara que pondría al verme en aquel momento, cogida del brazo de Keith y dando un pequeño paseo hasta la heladería. Seguro que se pondría rojo del enfado, y por eso no quería que nos
encontrara, pero verlo en una posición ajena a su bronca sería divertido, seguro.

-Bueno, malo no, o eso creo, pero sí que es algo imposible tratándose de mi. - Dije mientras asentía lentamente. -¡Deja de mentir! - Hinché las mejillas y puse morros, no me gustaba que la gente me mintiera y mucho menos que dijeran cosas de mi que obviamente no eran verdad. A veces no decía nada para evitarme una posible discusión pero como Keith y yo teníamos mucha confianza siempre me quejaba de esas cosas, además de que en todo el tiempo que hacía que nos conocíamos no recordaba ningún día en el que hubiéramos discutido. Habíamos tenido diferencia de opiniones, como todo el mundo, pero nunca llegar a discutir por ello.

Habíamos llegado al tema de conversación al que yo quería desde antes de verle, la razón por la que le había mandado aquel sms para poder quedar y vernos. Aunque él le quitara importancia yo no lo hacía y me preocupaba por él, mucho más de lo que pudiera
imaginarse. A él le costó decidirse a hablar, o encontrar como expresar lo que quería decir, puesto que al igual que yo se quedó callado. Yo hice lo mismo para dejarle pensar, darle el tiempo que necesitara para responder a aquella pregunta que le había hecho. Esperaba que no le sentara mal o que no hiciera que su situación empeorara.
-Sí, tal vez tengas razón en eso, pero no sé... - Puede que me estuviera preocupando demasiado por él en el sentido de que ya es mayor para ver las cosas tal y como son, o que me entrometiera en temas que no eran de mi incumbencia, pero quería que Keith tuviera lo mejor y no lo pasara mal. -Es que yo sigo creyendo que no deberías aguantar eso, es que eres como Cenicienta, pero sin baile, sin zapato de cristal ni principe, bueno, en este caso princesa. - Reí levemente, pero a los pocos segundos me arrepentí de haber hecho aquella broma con la que sólo intentaba aliviar un poco la tensión. -Eres muy buena persona y creo que te mereces tener cosas mejores, aunque esa es sólo mi opinión, claro.

Le miré por unos segundos pero luego me crucé de brazos, siempre era él el que hacía los regalos y luego,encima, el que pagaba todo si íbamos a algún lugar a tomar algo. -Por ahora dejaré el tema, pero que conste que esta discusión no ha terminado.

Me acerqué al mostrador para ver mejor los helados que tenían, habia de mucha variedad y a mi me gustaban la gran mayoria. -Yo quiero uno de vainilla, por favor. - Finalmente me había decidido por el de siempre, mi sabor de helado favorito. - Eso espero, que así sea, a la próxima pago yo sí o sí, aunque te niegues.

Sonreí y le besé en la mejilla respondiéndole con el mismo tono de voz. -Eso espero, pero de todos modos estaré para todo lo que necesites ¿vale? - No quería que lo pasara mal, y aunque no pudiera hacer mucho por ser sólo una niña, intentaría hacer todo lo que estuviera en mi mano para ayudarle.
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Mensaje por Keith J. Dylan Dom Feb 03, 2013 10:19 am

- ¡Está bien! Eres muy fea, la chica más fea del mundo, una rompe-espejos. Es más, eres tan y tan horrenda, que aún me sorprende que no te hayan llamado para firmar en el libro del Record Guiness por ser la persona con más ausencia de belleza en su ser que pisa esta tierra. ¡Y más aún! Que no estés encarcelada por haber dejado ciegas a veintisiete personas que inocentemente se cruzaron por tu camino y sufrieron las consecuencias de esos ojos dignos de museo… - me quedé callado por unos largos segundos, observando a los susodichos, tan azules y claros como el mismo cielo, ahora remarcados por el maquillaje. Se podría decir que me quedé alelado, hasta que reaccioné y traté de disimular ensanchando una sonrisa y rematando la broma – Porque esa fealdad debe dejarse ver, todos quisieran pasar un rato riéndose de esa nariz tan grande y torcida que tienes – me reí, obviamente bromeando. Sabía que no era del todo una incomodidad estando en confianza, pero sabía cómo era de cabezona Noah y era mejor seguirle la corriente. El mejor modo de hacerla entrar en razón sería simplemente demostrarle que era mucho más guapa de lo que ella creía, tanto en el exterior como en el interior. Ya solían decir que las palabras se las llevaba el viento. Además, tenía curiosidad; A ver cómo reaccionaba si decía justamente lo contrario a lo que había dicho hasta ahora sobre su aspecto.

La verdad es que en cierta manera, la actitud de Noah respecto a mi situación en casa me hacía enternecer. Parecía que se preocupaba por mí lo mismo que yo por ella, y tenía tanta ímpetu, que a veces pensaba que sería capaz de sacar los puños por mí. Oh no, no quería parecer un ególatra, pero sentía que lo nuestro era recíproco. Lo mejor es que ambos éramos muy diferentes en cuanto a personalidad, pero nos complementábamos bien. Ella me daba la fuerza y decisión que necesitaba, y yo quizás esa calma que le ayudaba a reflexionar dos veces antes de precipitarse.

- Quizás no tenga nada de eso, no al menos físicamente… Pero tengo una gran amiga que lo compensa – dije aquello mirándola directamente a los ojos para que se sintiera aludida. Su broma no me había herido ni me había hecho sentir mal, en absoluto – Sonríe, es lo más feo que hay en ti y quiero reírme un rato contemplando tu horrenda sonrisa. – bromeé - ¿Sabes? Agradezco que te preocupes por mí, no tengo mucha gente que lo haga, siempre le hace sentir bien a uno mismo. Se me ha ocurrido una idea, pero te la cuento con los helados en la mano, antes de que se me queden clavados los ojos en el escaparate demasiado tiempo como para luego poder despegarlos – sonreí, ya teniendo la billetera entre las manos, dentro de la cual se podía apreciar alguna etiqueta o calendario con letras y dibujos chinos. Era como mi pequeño mundo, podía abrirla siempre que deseara viajar a aquél exótico lugar, y cosa que siempre hacía cuando tenía que pagar algo.

Asentí ante los berrinches de Noah por el simple hecho de pagarle los caprichos, cosa que no me molestaba y me hacía gracia contemplar su actitud con una sonrisa, mientras ella pataleaba o se cruzaba de brazos con indignación. Esas muestras juveniles eran las que le daban un toque especial. Me limité a guiñarle el ojo cuando insistió en que la próxima vez iba poner ella el dinero, aunque dudaba que le fuera a dejar, no me tomaba aquello como un favor que le hacía a Noah, si no algo con lo que me sentía bien. Para cuando ésta me besó la mejilla, yo ya estaba dándole el primer lengüetazo al helado.

- De acuerdo, pequeña saltamontes – asentí en un amago de risa cuando aseguró que estaría ahí siempre que la necesitara, y no tardé en mojar uno de mis dedos en mi propio helado y pasárselo a Noah por la mejilla, dibujado una simple letra china y de paso dejándole un pegote de helado restregado en el rostro - ¡Oh vaya! ¡El maquillaje! – recordé instantáneamente mientras mordía mi helado, abriendo los ojos como si me hubiera sorprendido. Me encogí de hombros y eché a correr unos pasos temiendo que Noah me diera una colleja o algo semejante, al tiempo que trataba de reír aunque tuviera la boca llena de helado.

- Se me había ocurrido que algún día podrías venir conmigo a la casa de los Dylan. Si estás dispuesta a convertirte en una espía por un día, ya sabes que a ellos no les gusta que invite abiertamente a mis amistades, pero seguro que no será difícil esconderte. Así verás que, bueno, después de todo, no tengo una vida tan dura – propuse en cuanto tuve el momento, después de juguetear un poco con Noah y los cucuruchos de helado. A mucha gente mi vida podría dejarles agotados, no sabía si Noah quizás pensaría aún más en que yo era un “Ceniciento”, pero pensé que tal vez, por el contrario, lo vería con mis propios ojos, mis ojos de Buda que ya daba igual si me mandaban a construir una pirámide, yo iría encantado de la vida a poner las piedras, canturreando.
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