Las heridas que no se ven son las más profundas {Privado}

No sabía cuanto tiempo llevaba corriendo ni que tan lejos estaba de la tienda, pero mis piernas ha flaqueaban y las lágrimas hacía rato que habían parado de brotar de mis ojos, ya no tenía fuerzas ni para mantenerme en pie por lo que, finalmente, terminé por sentarme en un banco donde un árbol daba sombra. Suspiré, no entendía porque ahora, de pronto, me sentía de aquel modo. Era obvio que me había molestado que Dana estuviera con Malcolm pero, ¿por qué tenía que darme cuenta justo en aquel momento?

-¡Idiota! - Me dije a mi misma enfadada. -¿Es que no ves que para él eres sólo una niña? Una pequeña y miserable niña, ¡jamás te tendrá en cuenta! -Me recriminaba el simple hecho de haberme enamorado de una persona mayor, posiblemente pensando en las palabras que tanto había repetido Alexis, tal vez tendría razón. Las lágrimas volvieron a mis ojos y una terrible sensación de soledad me inundó, no podía estar sola o terminaría por hundirme yo sola. Me levanté y volví a salir corriendo, pero esta vez sí que tenía un destino, llegar a casa de mi mejor amiga, Nereida.

Corría con todas mis fuerzas y tan rápido como me era posible, intentaba pensar en cualquier cosa que no fuera Malcolm, Dana o algo que me recordara a uno de los dos, pero en mi mente seguía aquella imagen, no podía quitármela y, por mucho que quisiera, no encontraba sentido a lo que había en mi interior. Me sentía vacía, como si me faltara algo... De pronto vino a mi cabeza una secuencia inexistente en la que, Malcolm se acercaba a mi y me arrancaba el corazón para después tirarlo a la basura, después de todo ya no lo necesitaría más ¿verdad?

A todo esto, ¿por qué tuvo que ser justo con Dana? Si empezaba a pensarlo bien el que me gustaba Malcolm y había terminado enamorada de él era algo obvio, seguro que alguien se dió cuenta, seguro que ella lo sabía y aún así no le importó, no le importó nada el que pudiera hacerme daño. Paré en seco y tomé mi mazo de cartas, aquel que me había regalado la peliblanca el mismo día que me convertí en su aprendiz y el cual siempre llevaba encima. Lo abrí y lo tiré por los aires escampando todo de cartas de poker por la acera y la carretera, no quería nada suyo, nada que pudiera recordarme a ella. Ni seguiría con la magia.

Llegué a casa de Nereida y toqué el timbre quedándome en la puerta esperado que abriera. En la espera me limpié la cara como pude con un pañuelo de papel que llevaba, ya no habían lágrimas pero sí su rastro, estaba segura de que tendría los ojos rojos e hinchados. Aunque de no ser así seguro que ella se daba cuenta de que estaba mal, lo presentía.

Una sonrisa tonta se había pintado en mis labios. Llevaba todo el día así, puede que incluso más tiempo. Exactamente no sabía cuánto, pero no me importaba. Realmente no me daba cuenta de que estaba sonriendo las veinticuatro horas del día. Seguramente mis padres se habían dado cuenta, pero tampoco me habían hecho preguntas. Cosa que agradecía, porque la verdad era que no sabía muy bien cómo se iban a tomar todo lo que me estaba pasando. Supongo que, al verme más animada de lo que había estado la última semana, se habían relajado y habían decidido darme intimidad. O no sé, quizás fuera cualquier otra cosa.

Las cosas cambiaban. Demasiado. Y en muy poco tiempo. Mordí mi labio inferior y ahogué un pequeño gritito en mi garganta. Pero me tenía que concentrar. No podía seguir así. Estiré mis brazos y decidí ir a darme una ducha. Me levanté. Estaba sentada sobre mi cama, con algún que otro libro a mi alrededor. Los guardé con cuidado y fui hacia el baño. Dejé que el agua corriera mientras me quitaba la ropa. Poco a poco, cuando comenzó a calentarse el agua, me metí dentro y dejé que mi cuerpo se relajara. Enjaboné mi piel y lavé mi cabello mientras tarareaba la canción de la caja de música. Era de forma inconsciente. Algunos cantan y yo...me estaba dedicando a tararear esa melodía.

Y entonces alguien llamó a la puerta. Salí corriendo de la ducha y me puse la primera camiseta que encontré en el armario y mis vaqueros. Me asomé a la ventana y grité-Un momento, ya bajo.-Y dicho esto sequé un poco mi cabello con la toalla y bajé las escaleras corriendo. No había visto quien era. Desde mi ventana no se veía la puerta. Daba a la entrada, sí, pero la pérgola impedía que pudiera ver nada más. No sabía quién era. Tampoco es que esperara a nadie, por lo que me extrañaba que fuera a tener visita. Mis padres habían salido, y no me habían comentado nada y Khai estaba trabajando. Miré mi móvil por si tenía alguna llamada o mensaje que no hubiera visto y que dijera que iba a venir o que pasaba algo, pero nada. Mi móvil no tenía nada.

Bajé todo lo deprisa que pude las escaleras, en dirección a la entrada.-Perdona estaba en la...-comencé a decir mientras abría, pero me callé en cuanto vi a Noah allí de pie. Alcé una ceja y la miré de arriba a bajo. Noah y yo nos conocíamos desde que tenía uso de razón, era mi mejor amiga. -¿Qué te pasa?-le pregunté preocupada mientras me acercaba a ella y la abrazaba. No sabía muy bien por qué, pero al verla así...quise consolarla. Algo tenía que haberle pasado. Y algo grave. Comencé a preocuparme. Me aparté y le indiqué que entrara.

Tenía los ojos rojos e hinchados y su cara estaba llena de surcos con restos de lágrimas. Había llorado. Eso era algo obvio. -Vamos al comedor. No están mis padres y estaremos más cómodas-le dije mientras acariciaba su espalda con cariño con una mano y con la otra le indicaba el camino, aunque estaba segura de que ya se lo sabía de memoria. Me senté en el sofá y le hice un gesto para que hiciera lo mismo.-¿Qué te pasa?-le pregunté de nuevo, mirándola a los ojos.

Justo cuando terminé de limpiarme la cara e iba a guardar el pañuelo escuché su voz, venía de arriba por lo que no pude evitar mirar hacia allí, obviamente sin verla ya que aún no había aprendido a ver a través de objetos opacos. Sonreí levemente, no quería preocuparla demasiado y empezaba a arrepentirme de haber ido, no porque no quisiera estar con ella, sino porque me sabía mal molestarla, seguro que estaba haciendo algo de importancia y había llegado yo, sin avisar, porque sí. Suspiré, no había vuelta atrás así que tomé airé y puse mi mejor cara para cuando abrió la puerta, tampoco quería parecer un alma en pena de esas que no tienen ni siquiera razones para vivir.

-No te preocupes... - dije a pesar de no saber como terminaba la frase, aún así me imaginé que saldría de la ducha ya que tenía el pelo húmedo. Me abrazó y correspondí al abrazo, aquel simple gesto me ayudó muchísimo más que el hecho de haberme alejado de la tienda y haberme desprendido de las cartas de poker, el sentir que no estaba sola y que Nereida estaría allí para ayudarme me reconfortaba muchísimo. Cierto era que aquello ya lo sabía, pero el que lo demostraran siempre te hacía sentir mejor, al menos en mi caso era así.

Me invitó a entrar y yo asentí mientras la escuchaba, que no estuvieran sus padres ayudaba bastante ya que podríamos estar mejor, aunque de haberlos encontrado allí tampoco me habría molestado, muchas otras veces había estado en su casa y ya les conocía, al igual que Nereida conocía también a mi madre y a Alexis, mi hermano. La seguí como si fuera la primera vez que iba y no conociera la casa, aún seguía nerviosa pero poco a poco lograba calmarme, había sido un golpe bastante fuerte el ver aquello sin estar preparada psicológicamente, aunque en cosas de esas nunca se podía preparar la persona que o veía.

Me senté en el sofá, al lado de Nereida, y tomé airé para tranquilizarme y poder contárselo bien, no quería balbucear de modo que no me entendiera ya que así podría preocuparla aún más de lo que ya estaba. -Malcolm... - empecé sin poder evitar que se me rompiera un poco la voz. -Él y Dana estaban... - Callé unos segundos, me costaba decir la palabra, en mi interior aún albergaba la posibilidad de que todo aquello fuera un sueño, una pesadilla, y que en cualquier momento despertaría. -Besando - terminé a la que tuve la fuerza suficiente, no era fácil pero el primer paso ya estaba dado. Bajé levemente la mirada ya que dicho de ese modo parecía una completa idiotez que yo estuviera de aquel modo por un beso, si Malcolm hubiera sido mi pareja aún podría entenderse pero aquel no era el caso.

-Sé que es libre de hacer lo que quiera, pero no pude evitar sentirme mal al verlo... - Mi voz iba perdiendo intensidad por recordar aquella escena, la cual seguía en mi cabeza como si la estuviera viendo en aquel preciso instante. -Creo que también me molesta que fuera con Dana - continué, aunque parecían ser pensamientos que quería ordenar más que explicarle que había pasado, de haber sido esto segundo lo había expresado de otra forma, seguro. Sonreí levemente intentando convencerme a mi misma de que no era tan malo, si él estaba bien ¿por qué tenía que ser yo quien rompiera su felicidad? Siempre se decía que si de verdad querías a una persona debías dejarla ser feliz, contigo o sin ti, si él había escogido la segunda opción debía aceptarla y aprender a convivir con ello.

A medida que las palabras iban saliendo de mis labios en mi interior se removía algo que amenazaba con perder toda aquella calma que había conseguido mantener, no quería ponerme nerviosa, tampoco quería llorar porque sabía que, a pesar de que desahogaban, las lágrimas no ayudaban en nada, sin embargo mis ojos ya estaban inundado en ellas. Por suerte el abrazo de Nereida evitó que empezara a llorar, aquel simple gesto ya ayudaba sin necesidad de que tener que contarle nada ni de que me dijera nada, aunque estaba claro que también necesitaba contarle lo ocurrido.

Apoyé la cabeza en su hombro, como si quisiera esconderme, mientras dejaba que me acariciara el pelo, sin lugar a dudas me sentía mucho mejor y al habérselo contado me había quitado un gran peso de encima, a pesar de que aquella imagen no se iba estaba mejor, sin duda. Escuché sus palabras mientras me refugiaba en sus brazos, parecía una niña pequeña en aquellos momentos pero no me importaba. No sería la primera ni la última persona que sufriera por amor e hiciera tonterías o se comportara como un niño pequeño a causa de ello, no tenía que sentirme mal por ello ni lo haría.

-Bueno... No es culpa suya - dije dudando de lo que iba a decir a continuación y quedándome unos segundos callada. -No puedo obligarle a que sienta algo por mi, el amor no va así, al menos eso creo... - Las últimas palabras sonaron como un susurro, de todos modos había cierta duda en lo que decía, más que nada había la pregunta del porque una persona era capaz de enamorarse de otra que no correspondía ni lo haría en un futuro, no le veía ningún tipo de lógica aunque, pensándolo mejor, el amor no tiene lógica. Suspiré al escuchar el nombre de la peliblanca, en mi interior deseaba que estuviera como Dana y no como Tallulah, sabía que esta segunda era un personaje ficticio creado por la primera pero aún así parecía tener más relación con ella.

-Se parecen -empecé a decir recordando las personalidades y los gustos de ambos, con Malcolm tenía cosas en común y nos comprendíamos bien el uno al otro, al menos hasta aquel día había sido así, pero con ella compartía la forma de comportarse, de hablar y de ser, seguro que se entendían mucho mejor ellos que conmigo. -Quiero decir, tienen un comportamiento muy parecido, entre ellos seguro que se entienden. - Asentí a sus palabras mientras dibujaba una pequeña sonrisa en mi rostro. Debía admitir que el helado de chocolate no era de mis favoritos pero no se me ocurría mejor plan para aquella "desafortunada" tarde que pasarla con ella y con un helado para ahogar las penas. -¡Genial, helado! - dije ya más alegre para posteriormente ponerme un poco más seria. -Sí, sé que estás a mi lado. Gracias. - Le dediqué una sonrisa sincera y de agradecimiento, se merecía eso y mucho más por todas las veces que había estado a mi lado ayudándome y apoyándome.

Poco a poco, las lágrimas que habían estado amenazando con caerse por mis mejillas, iban desapareciendo sin cumplir lo dicho, la calma seguía en mi ser aunque me costaba un poco, eso debía reconocerlo. El abrazo hizo que pudiera respirar tranquila por un rato, como si en aquel momento mis problemas fueran desapareciendo lentamente, o, más bien, como si no pudieran afectarme. Me sentía protegida y no deseaba que aquello terminara, temía que después de esos instantes todo volviera a mi cabeza como hasta hacía nada y nublara mi mente. Me separé un poco para sonreirle, pero sin llegar a romper aquel abrazo, no sabía cuanto le agradecía todo lo que estaba haciendo por mi, tenía que recompensarla de alguna manera.

Sí, se pasa mal... - dije casi como un susurro, asintiendo con la cabeza mientras le daba la razón. Eran cosas de la vida, no podía hacerle nada así que sacudí la cabeza para apartar todos los malos pensamientos que pudiera, el sentimiento de culpabilidad por preocupar a Nereida empezaba a hacerse notar sobre el de tristeza por ver a Malcolm y Dana besándose. -¡Pues vaya gracia! - exclamé ante sus palabras -Si no puedes vivir con él pero tampoco sin es una gran... - Callé, no quería decir palabras malsonantes, debía mantener mi educación y eso sólo lo logré mordiéndome la lengua. -Quiero decir, que jode mucho. - Terminé por decir corrigiendo las anteriores palabras. ¿Un chico especial que me hiciera sentir como las protagonistas de los cuentos de hadas? ¿En verdad se estaba refiriendo a las princesas que siempre terminaban por encontrar a su príncipe azul? Chasqueé la lengua, esa idea no me gustaba. -No, nunca más - empecé a decir seria y convencida, pero con la voz algo quebradiza. -El amor es una... un asco -corregí -¡No hay nada de bueno en él! Me crucé de brazos cual niña de cinco años en mitad de una rabieta, pero segundos después me di cuenta de que me había pasado un poco. -Siento haber sido tan brusca...

¿Parecerse? Aquello era poco, esos dos eran como dos gotas de agua, su comportamiento, el inventarse palabras, olvidarse de las cosas... Incluso yo, que había pasado tanto tiempo al lado de ambos, por separado, habían veces que me perdía y no tenía ni ida de lo que estaban diciendo. Suspiré y miré a Nereida mientras hablaba, me cogí un mechón de pelo y lo enrollé en mi dedo índice, lo desenrollé, lo volví a enrollar... Estaba nerviosa y eso se notaba. -Sí, lo importante es quererse, tienes razón, pero también creo que esos dos polos, si se atraen, no son tan opuestos. Es decir. siempre debe de haber algo en común que les una. - Dije mirándola a lo ojos aún perdida en mi mente, divagando y buscando alguna respuesta lógica a lo que me estaba pasando que no fuera "estás enamorada". -Y la comunicación también es importante, dos personas deben entenderse para poder estar juntas... - Dije finalmente aceptando interiormente que Malcolm y yo podíamos entendernos, pero no de ese modo que yo quería.

Le di un beso en la mejilla a ella también cuando me lo dio y me acomodé en el sofá esperando el helado, quería acompañarla pero mi cuerpo no se movía ni respondía a mis ordenes, estaba entumecida, tal vez por el haber corrido tanto hasta allí. Esperé hasta que trajo el helado de chocolate y sonreí, como si quisiera quitarle importancia a lo que me pasaba. -Bueno, hablemos de otros temas más... alegres. Será mejor ¿no te parece?

La verdad era simple. Y a la vez terriblemente complicada. No podía ver a Noah así, por lo que haría cualquier cosa para que se sintiera mejor, aunque eso significara tener que quedarme todo el tiempo que fuera necesario con ella. Nada más importaba. Todo lo que tuviera que hacer quedaba en un segundo plano. Ahora lo importante era ella. Nada ni nadie más. Esbocé una sonrisa, intentando animarla un poco. Volví a abrazarla. No era mucho, pero un abrazo a tiempo siempre es bueno. O al menos eso era lo que yo pensaba. Y para eso estaban las amigas. Para apoyarse. Y si ella necesitaba un hombro en el que llorar o alguien que estuviera con ella, para eso estaba yo. Para todo lo que necesitara.

No pude evitr reírme ante sus palabras. La verdad era que tenía razón. Todo lo que tuviera que ver con sentimientos era complicado y un asco. Incluso yo pensaba así. ¿Por qué? Pues porque estaba todo lo de Khai. Sí, estábamos juntos, pero a pesar de eso, a pesar de que habíamos superado algunas cosas y ahora estábamos saliendo, no podía dejar de pensar que no estaba bien. Y era algo obvio el motivo. Si él se había peleado con sus amigos por defenderme y nuestra relación partía de eso...Sacudí la cabeza y mordí mi labio inferior.-Puede ser que sea cierto y que el amor sea un asco-le concedí-Pero imagina por un segundo que Malcolm te hubiera besado-le dije-¿Pensarías igual?-le pregunté-Cariño, sé que estás dolida y enfadada, pero estoy segura de que se te pasará. Y también sé que te enamorarás de nuevo. A todos nos pasa, es algo que no podemos controlar. Porque sí, señorita. Aunque tú no lo reconozcas, también te enamoras-sonreí-Ya verás como cuando conozcas a alguien me llamas para contármelo. Y más te vale que me llames, porque como me entere que no lo has hecho no tendrás sitio donde esconderte-reí. -No te preocupes, cielo-añadí-No has sido brusca, es normal. De todas formas conmigo puedes ser como quieras que yo te voy a querer igual-reí de nuevo y la abracé.

Me quedé pensativa ante sus palabras. Tenía razón. Aunque dicen que los polos opuestos se atraen, algo tendrían que tener en común. Aunque fuera algo nimio, algo que les permitiera establecer ese tipo de comunicación, de vínculo. Esa relación. No pude evitar pensar qué era lo que Khai y yo teníamos en común para llegar a esa situación, qué era lo que hacía que estuviéramos juntos. Sacudí la cabeza.-Puede ser-comencé a decir-Pero también es posible que, simplemente les guste la forma de ser que tienen cuando están con la otra persona. Y sí, la comunicación es muy importante. Si no te entiendes debe ser complicado estar con esa persona, hasta el punto de que la relación se debilita y muere. Chasqueé la lengua y sacudí la cabeza, alejando esos pensamientos de mí y mirando a Noah. Eso era lo importante ahora.

Fui a por el helado y dos cucharas pequeñas y volví al sofá.-¿Preparada para el asalto, mi capitana?-le pregunté riendo mientras me sentaba de nuevo a su lado y le tendía una de las cucharillas, para después abrir el helado.-Podemos hablar de lo que te apetezca-le dije mientras me llevaba una cucharada de helado a la boca. Dejé que se derritiera allí y me la tragué.-¿De qué te apetece hablar?-le pregunté mirándola a los ojos.