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Mensaje por James H. Downey Jue Ago 02, 2012 4:36 pm

Venganza. Eso era lo que buscaba levantándose tan temprano (o tarde, según se mirara), cuando aún quedaban horas para que el sol volviera a salir. Llevaba planeando esto dos días. Dos días en los que había tenido que pensar cómo entrar al Hostal Granny's sin ser descubierto, haciendo el menor ruido posible. También había tenido que pensar cómo lo haría y cuándo. El cuándo, a decir verdad, era fácil: de madrugada. ¿Por qué? Porque obviamente todos estaban tan tranquilos en sus camas, durmiendo ajenos a lo que pasaba fuera de sus acogedoras sábanas. Y, bueno, la venganza en sí se le había ocurrido mientras disfrutaba de un día de parque acompañado por uno de sus tétricos libros y...patos. Animales estúpidos que iban de un lado a otro con esos molestos cuacs. También a ellos les había jurado venganza ese día, más que por sus asquerosos sonidos, porque le habían dejado sin su emparedado. ¡Y encima uno había tenido la desfachatez de picotearle sus pantalones!

¿En lo referente de hacia quién iba dirigida la venganza? Un enfermero del hospital. A decir verdad, no recordaba qué le había hecho el susodicho, pero lo que sí recordaba es que no le había gustado nada y lo había ofendido. Y por ello tendría su merecido. Y nada mejor que perturbar sus profundos y, esperaba, dulces sueños. Si eran malos solamente le haría un favor. "Estúpido enfermero y estúpidos fueran sus sueños, su cama y su vida", pensaba mientras caminaba por las calles desérticas de Storybrooke. La verdad es que sus pintas, vestido completamente de negro (incluido el gorro que llevaba imitando a los ladrones de las películas malas), con una mochila cargada a la espalda y andando de puntillas, ocultándose tras los coches y buzones dejaban claro que planeaba algo sospechoso. Pero por suerte no había nadie que lo viera.

Llegó al hostal y lo primero que hizo fue revisar las ventanas de la parte baja, descubriendo una que se habían dejado abierta. Sonrió triunfal y se adentró al edificio con una pequeña linterna en la mano. Lo primero que hizo, fue chocar contra una especie de jarrón que casi cae al suelo, pero gracias a su rápidos reflejos, consiguió atraparlo y dejarlo igual que cuando había entrado. Primero fue hasta el mostrador, buscando la llave que deseaba. Se había informado y había logrado averiguar la habitación en la que se hospedaba el sujeto, después de todo tenía "contactos". Siguió su camino a la planta superior, sonriendo y con los ojos brillándole por la emoción.

Entró a la habitación de puntillas, haciendo el menor ruido posible. Se descolgó la mochila y la dejó suavemente en el suelo. La abrió y sacó de su interior un bote repleto de enormes cucarachas. Las saludó con una sonrisa, hablándoles en voz baja de lo bonitas que eran y cuando sufriría el enfermero al encontrárselas en su cama. Se acercó gateando, con el bote en la mano hasta la cama. Levantó un poco las mantas, destapó el bote y lo metió con rapidez bajo estas. Dio unos cuantos golpes en el culo del bote para que salieran todos los insectos. Retiró finalmente el bote vacío, lo metió dentro de la mochila y se la colgó al hombro. Soltó una risita mientras se acercaba a la puerta mirando aún la cama. Gran fallo, ya que la puerta estaba más cerca de lo que creía y acabó comiéndosela de lleno, rebotando y cayendo de culo al suelo.


-¡Rayos!
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Mensaje por Liam D. Seery Jue Ago 02, 2012 9:08 pm

¿Una semana y cuántos días? Creía jurar que ya llevaba aquí dos semanas, pero no sabía a ciencia cierta si aquello era cierto o falso. Por desgracia, había perdido mi calendario en el que tachaba los días que pasaba aquí, por lo que había perdido realmente la cuenta de los días. Quizás en este pueblo tan cotilla si le preguntaba a alguien, podría darme una respuesta satisfactoria y todo. Seguramente ellos también estarían haciendo la cuenta de los días que llevaba en Storybrooke, sobre todo la alcaldesa, aquella maldita alcaldesa. Nunca en toda mi vida había podido llegar a odiar tanto a una persona, pero aquella mujer era una clara excepción.

¿Un resumen por lo que había pasado en el pueblo? Me estaba hospedando en el hostal Granny's donde había conocido a las dos camareras de nombres Michelle y Phoebe, allí mismo había conocido a la hija de la alcaldesa: Paula, por otro lado yo mismo había ido a la boca del tiburón yendo al despacho de la alcaldesa para hablar con ella, ¿y qué más? ¡Ah sí! Que había sido invitado a su casa a cenar. Todo muy extraño, eso sin quitar las miradas que se posaban en mí cada vez que salía a la calle sin yo pretender llamar la atención, aunque eso habían sido los primeros días, al parecer tras dos semanas la gente se había acostumbrado a mi presencia. Algo que agradecía enormemente y que me quitaba un peso de encima. En sí mi habitación en el hostal y el hospital se habían convertido en mis nuevos santuarios donde podía comportarme con "normalidad". Todo era demasiado complicado y cuando me encontraba confuso simplemente subía a la moto y me dejaba llevar, después de todo era uno de los pocos que podía dejar aquel pueblo.

Era importante señalar mis extraños horarios en el hospital: empezaba a las ocho de la noche y acababa a las cuatro de la mañana. ¿Aquel era un horario normal? Pues no, pero había intentado solucionarlo y al parecer ni siquiera la alcaldesa Mills había "podido" arreglarlo. Así pues, mis jornadas allí eran agotadoras por el simple hecho de que era de noche y que si quería vida más allá del hospital tenía que dormir muy pocas horas (algo que ya empezaba a afectar a mi comportamiento). El único trabajo que tenía en el hospital era cambiar las camas, cambiar, cambiar todo y vigilar a los enfermos. Todo a oscuras, pero yo ya estaba acostumbrado a la oscuridad. Había tan poco personal a aquellas horas que incluso comencé a tener pena de mí mismo.

Así pues, a las cuatro de la mañana fiché y marché para el hostal. Ya le había comentado a la señorita Evans de mi horario de trabajo, alegando que no habría ningún problema y dándome una llave para poder entrar al hostal a aquellas horas de la mañana. Era de noche, no llevaba gafas, ¡no veía nada! Estaba agotado y lo único que quería era echarme sobre la cama y dormir, dormir. Bostecé cuando abrí la puerta del hostal, todo tranquilo, como no. Subí las escaleras hasta llegar al piso donde se encontraba mi habitación y escuché un fuerte ruido y un "¿rayos?". Me extrañé muchísimo pero enseguida me puse en alerta al comprobar que el sonido provenía de mi habitación.

Corrí hasta la puerta, metí la llave y me percaté de que estaba abierta. "Bien, hay alguien dentro... Tranquilidad, tranquilidad..." Abrí la puerta de golpe y lo encontré todo a oscuras salvo por una linterna y el contorno de una persona que estaba sentada en el suelo. Rápidamente, encendí las luces para encontrarme a aquel maldito forense con el que había compartido pocas palabras. Lo agarré del cuello de su chaqueta obligándole a levantarse y no lo solté, para nada le iba a soltar.

-¿Qué cojones estás haciendo en mi habitación? ¿Eh? ¿Por qué llevas esas pintas? ¿Me has robado algo? O quizás... -llegué a otra conclusión puesto que yo no tenía nada de valor para robar, bueno sí, una cosa, mi preciada moto-. Más bien, ¿a qué has venido? -estaba enfadado, muy enfadado y aquello se podía palpar perfectamente.
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Mensaje por James H. Downey Sáb Ago 04, 2012 2:42 am

¿Por qué? ¿Por qué siempre acababa estropeando sus venganzas por torpe? Siempre ocurría algo que le dejaba en ridículo, y aún así siempre seguía adelante con sus "malvados" planes, aunque el resultado nunca variaba, siempre fracasando. El enfermero seguía jodiéndolo, incluso sin querer. Todo acababa actuando siempre en su contra, el entorno, los objetos e incluso él mismo. Miró al techo con cara seria y gesto enfadado.

-Seas quién seas, el que me jode tanto la vida, seguro que eres el mismo que hace que llueva-. Maldijo enfadado. Aunque si lo pensaba bien, eran las nubes las que tenían la culpa de la lluvia. ¿Debía odiarlas a ellas? No, era más fácil odiar a todo ser viviente sin distinción, empezando por los estúpidos habitantes de Storybrooke. Tenían algo que lo sacaba de quicio. Si ya de por sí les tenía cierta manía, que se rieran de su torpeza y de las cosas malas que le ocurrían ya era el colmo.

Recogió la linterna, que había caído a su lado. Había hecho mucho ruido y aunque no tenía miedo que lo descubrieran en el momento (después de todo esperaba que todos acabaran descubriendo que el tema cucarachas había sido idea suya), sabía que tenía que salir de allí para no toparse con algún residente enfadado. Pero no tuvo tiempo a despegar el culo del suelo cuando las luces se encendieron, cegándolo durante unos segundos, haciendo que se llevara el brazo a los ojos para cubrírselos. Y luego se vio agarrado por la chaqueta por el enfermero contra el que había planeado la venganza.


-Gracias por ayudarme a levantar, muy amable -sonrió con falsedad. Nunca le había gustado que lo tocaran (prefería toquetear, manosear él), y mucho menos si ese contacto implicaba que le arrugara su ropa. James seguía siendo más alto que el otro, lo cual le facilitaba la mirada de superioridad dirigida al otro, fomentada por la diferencia de alturas-. ¿Robar? Si tuvieras algo que robar, por lo menos me lo pensaría, pero no tienes nada -remarcó la última palabra. Agarró las muñecas del otro con fuerza y logró apartarle los brazos, soltándose del agarre. Se colocó bien la ropa, con tranquilidad-. Una visita de cortesía y amistad y blabla. Las rosas se han marchitado por el camino-. Explicó moviendo mucho las manos.
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Mensaje por Liam D. Seery Sáb Ago 04, 2012 10:45 pm

Aquel hombre era sin duda un majareta en toda regla. Había estado escuchando (aunque no quisiera) que era forense y se pasaba todo su turno en la sala de autopsias haciendo Dios sabe qué. Sonreía como si nada, como si no estuviera en mi habitación sin motivo aparente y sin estar yo. ¿Qué era lo que pretendía? ¿Había sido mandado por alguien? No, lo dudaba. Él no parecía un mandado, sino de los que mandaban o de los que actuaban por su cuenta. Pronto descubriría de qué tipo era. Parecía mentira la fuerza que tenía, y como tampoco quería buscarme más problemas de los que se había buscado él, dejé que apartara mis manos de su chaqueta negra. odiaba aquella mirada suya llena de superioridad, pero demostraba que algo había estado haciendo en mi cuarto, algo malo por supuesto.

Tal y como había dicho, no tenía nada para robar, algo que podría ser considerado triste por cualquier otra persona pero que a mí... A mí me informaba que nada me ataba a aquel lugar, como pretendía. Era como una prueba personal que me decía que podía largarme de Storybrooke sin muchas preocupaciones, sin remordimientos. Negué internamente, ¿remordimientos? ¿Por qué estaba aquí si no? Me planté frente a él, afrontándole con la mirada. Con cada segundo que pasaba lo odiaba más y más... Con su sola presencia lo infundía, pero aún más con su presencia en mi habitación a esas horas de la madrugada.

-Nada que llame tu atención, invitado inesperado -mi voz sonó bastante seria pero llegó un momento en el que el tono pasó a ser irónico y divertido-. ¿Una visita de cortesía y amistad? ¿En serio? ¿A las cuatro de la mañana? ¿Estás bien de la cabeza o necesitas un psiquiatra? ¡¿Qué persona normal de la cabeza se le presenta a uno a las cuatro de la madrugada aún cuando esta no está en la habitación?! -me había cruzado de brazos después de tantas palabras, pero después tuve que deshacer aquel movimiento para hincar un dedo en su hombro para ir empujándolo a la cama hasta que se sentase-. Has venido para hacer algo aquí, no me fío ni un pelo de ti, apenas nos conocemos. Así que ahora mismo me vas a decir a qué has venido realmente o te daré la mayor lección que nunca te hayan dado.

Tenía pinta de caballero remilgado, quizás tuviera fuerza pero dudaba que supiera pelear con propiedad. Imaginé la "pelea" en mi cabeza y a los tres golpes, el forense caería al suelo o me diría qué estaba haciendo en mi habitación. Por aquel entonces, me anoté mentalmente que por la mañana tendría que hablar con Michelle, porque claro, yo no había dejado la puerta abierta... Tendrían que llevar más cuidado a partir de ahora con las llaves.
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Mensaje por James H. Downey Mar Ago 07, 2012 5:11 am

Quería salir de allí. Quería largarse de la habitación, del propio hostal y regresar a la comodidad de su casa. Tenía ganas de sentarse junto al fuego con buena música y quedarse dormido imaginando formas entre las llamas. Sólo para despertar al día siguiente y volver con la misma rutina de mierda. No se encontraría un jodido cadáver, puesto que en esta mierda de pueblo la gente hasta pasaba de morir. Seguro que para molestarlo a él. Seguía quejándose y quejándose por estar especializado en la ciencia forense y, sin embargo, tener que ejercer como un simple medicucho más, recetando estúpidas pastillas para un estúpido catarro a personas estúpidas en un estúpido sótano. Sí, un sótano donde se pasaba horas y horas metido. Estúpidos todos que probablemente se aliaban para que su vida fuese una miseria. El aburrimiento es el peor castigo para una persona, así opinaba él. Y sospechaba que tras haber picado al enfermero, las cosas se pondrían divertidas desde ese mismo momento discutiendo en la habitación y en el propio hospital.

No es que James fuera rico y poderoso. Tenía un sueldo bueno y administrando de manera adecuada el dinero (que era lo que él hacía, por supuesto) era capaz de llevar la vida que quería. Si quería algo, solo tenía que ir y comprarlo. Le gustaba molestar, si, pero robar no era algo que le entusiasmara a no ser que fuera algo importante para la otra persona y le supusiera una molestia tener que comprar otro o simplemente por el afecto al objeto. Pero así era, el robo iba condicionado por la reacción de la otra persona y su significado. Poco haría con algún objeto robado, puesto que para lo que a los demás representaba algo importante, para él no eran más que objetos sin valor que no le servían nada más que para acumular polvo. Por eso prefería otros…métodos.


-Era una fiesta sorpresa -los ojos le brillaron cuando habló. Era un forastero, muchos aún lo miraban con duda y deseaban no relacionarse con él, quería molestarlo un poco-. Avisé a los demás pero yo fui el único interesado. Lo siento mucho, si hasta les ofrecí dinero a cambio pero se ve que no les caes muy bien-. Tenía ganas de echarse a reír, pero aguantó firmemente. Entonces avanzó de espaldas guiado por el enfermero y su asqueroso dedo. Que no le gustaba que lo tocaran, cojones. Acabó sentado finalmente sobre la cama. Juraría haber escuchado un "chof" al sentarse. Probablemente había aplastado alguna de las cucarachas. Pobre bicho. Lo miró a los ojos, retándolo-. Y bien, dime pues quién se fía de ti, quién te conoce. No eres diferente a mi entonces, ¿no crees? Oh, por dios, fuerza bruta, propio de animales. Tener músculos no te hace mejor que yo-. Apartó de un manotazo su mano y se levantó de la cama empujándolo levemente. Aún era un caballero. Caminó hacia la puerta, sonriendo-. Que duermas bien, si es que puedes.
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Mensaje por Liam D. Seery Miér Ago 08, 2012 9:16 am

Aquel idiota se estaba riendo delante de mi cara, en la habitación que estaba alquilando. Aquel idiota me recordaba a los niños del orfanato, los que iban de listos cuando yo no sabía nada de... aquí. Me contuve de pegarle un puñetazo. Había entrado en mi habitación con motivos desconocidos, pero que me los podría imaginar sabiendo más o menos que clase de persona era: aquella que se sentía por encima de los demás, que era malvada hasta la médula. Sí, era eso lo que más me fastidiaba del forense, que era un "malo malísimo" y que no se escondía, ni siquiera trataba de engañar a los demás, y cuando lo intentaba era como si no se esforzara. Respiré profundamente, intentando relajarme, pero me era imposible. Acababa de salir del trabajo, estaba cansado y me tocaba encontrarme con el gilipollas de turno que quería amargarme el resto de la noche. Pues no, no se lo iba a permitir.

-¿Una fiesta sorpresa? Vaya, cuanta amabilidad por tu parte, pero, ¿sabes? Yo no necesito nada de eso, no necesito la hospitalidad de la gente como tú... Así que déjate de excusas burdas y de bromas estúpidas porque estás tocando mi fibra sensible, y créeme que no quiero hacer nada contigo. He venido en son de paz a este pueblo y que yo crea recordar... ¡Un momento! ¡Has venido aquí por lo sucedido el otro día! Al parecer a alguien no le gusta que le espeten sobre sus gustos culinarios, pero te lo repito: dan asco. ¿Lentejas con ketchup? Eso se lo das a un muerto y se vuelve a morir del asco...

Saqué la lengua en señal de asco. De repente, escuché un ligero ruido, mínimo, que parecía que procedía de la cama, donde el forense se había sentado. Dudaba que hubiera sido el somier, puesto que este producía otro ruido cuando alguien se sentaba encima. Contuve su mirada, intentando tranquilizarme, pero me estaba retando, me estaba retando.

-Aquí nadie me conoce, y nadie debe conocerme. ¿Los animales? ¿Acaso las personas no son animales? Que triste que te creas superior al resto de seres vivos -lo vi apartarme y marcharse-. ¿Qué? ¿Ya te vas? -me giré para mirar la cama y ver cierto movimiento debajo de las sábanas. Claro, no me podía fiar de aquel idiota. Fruncí el ceño extrañado y levanté la manta de cuadros. No me lo podía creer, no me lo podía creer. Miles de cucarachas estaban caminando tan tranquilas sobre la cama, sobre la cama que iba a dormir. Definitivamente no me pude contener-. ¡Pero serás cabrón! -fui hasta él, cuando ya se encontraba en el pasillo y lo agarré del cuello de su chaqueta de nuevo, para después golpearle en la mejilla, hasta llegar a la nariz, esperando rompérsela-. ¡Lárgate de aquí! ¿Te crees que esto es gracioso, eh? Eres un idiota amargado que su único entretenimiento en este maldito pueblo es amargar a los demás, ¡cuando tú eres el más amargado de todos! ¡Enhorabuena! ¡Y ahora largo de aquí o haré que te comas todas las cucarachas, una por una!

Grité tan fuerte como me lo permitió el cansancio mientras le indicaba con el brazo extendido, señalando a las escaleras, para que se largase de allí. Perfecto. Ahora ya no podría dormir ni en la cama... Las encargadas del hostal estaban en sus respectivas casas, por supuesto y suponía que no podría coger una llave así sin más. Menuda noche...
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Mensaje por James H. Downey Miér Ago 08, 2012 1:19 pm

Las personas necesitan a otras personas. Siempre había sido así, siempre sería así. Las personas necesitan ser queridas, necesitan ser odiadas. No importa lo que sea, pero es necesario preocupar a los demás, sentir que otros son capaces de fijarse en ti aunque sea para insultar. Porque lo peor de todo no es ser insultado o maltratado, lo peor es el vacío, que pasen de ti sin llegar a preocuparse por lo que haces y por lo que no. Y, bueno, James se sentía a veces así. Había momentos en los que sentía envidia de todo (bueno, más envidia de la normal que sentía hacia todo ser humano), de ser admirado, de ser temido, odiado, amado. Lo quería todo, pero a la vez no quería nada. Pero lo que siempre había adorado era conseguir lo que quería, ser respetado y temido. Puede que no siempre lo consiguiera, simplemente porque él mismo era un impedimento para sus propios logros, pero lo anhelaba y le gustaba. Y llegó a sentir cierta empatía con el enfermero, principalmente porque tenía toda la pinta de mentirse a sí mismo. Pero dicha empatía se esfumó en cuanto le recordó el motivo de su venganza. Ahí se lo comieran las cucarachas al capullo.

-No sabes valorar la comida. No te mereces nada de lo que comes, no mereces tener sentido del gusto. Ten cuidado, no sea que algún día bebas lo que no debas y acabes perdiendo la lengua-. Amenazó con la cara roja del cabreo. Siempre que se metían con sus gustos culinarios se exaltaba. No le gustaba que se metieran ni con sus gustos, ni con nada de él. Y como siempre era tan trasparente con sus emociones, que le costaba controlarlas (a no ser que mintiera deliberadamente), se volvía rojo de ira.

Continuó caminando hasta salir de la habitación, apurando el paso mientras una sonrisa satisfecha y malvada se formaba en su rostro. Movía la cabeza a un lado y a otro tarareando una canción suave, satisfecho con su trabajo. Solo quedaba esperar al día siguiente a encontrarse al enfermero por los pasillos del hospital. El tirón provocó que dejara de silbar y la sonrisa se borrara de su rostro, sustituida con una mueca de sorpresa. Escuchó el crujido de su nariz y luego el dolor, pero apretó los dientes. Sentía el tabique algo desviado. En cuanto llegara a casa debía recolocárselo y ponerse hielo si no quería que aquello se pusiera realmente feo. No pudo aguantarse, tuvo que echarse a reír frente al otro. Se soltó del agarre.

-Es justo por estas cosas que hago lo que hago. Enternecedor. Que duermas bien, no te quejes de la compañía. Creo que mañana se correrá el rumor de tu zoofilia-.

Bajó las escaleras dando saltitos, bastante animado a pesar del dolor. Había logrado más de lo que quería, porque sabía que realmente había molestado al enfermero. Que aprendiera a medir sus palabras con la comida de ahora en adelante o cosas peores acabarían ocurriendo. Tropezó en el último escalón y rodó hasta la puerta. Se levantó con una maldición y salió del hostal por donde había entrado.
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