Otra cicatriz más [Liam]

Era de esperar que tarde o temprano tendria que volver al hospital. Llevaba ya demasiados días sin hacerme ni un rasguño, sin caerme, sin hacerme ni un corte o un simple moratón, y aquello no era normal. Yo, que siempre he sido una persona negada y patosa para el.deporte, no es normal que no me pasase nada. Mi patosidad no habia pododo desaparecer así como así. Ya habia llegado a pensar que tenía un angel de la guarda de mi lado. Suspiro largamente y prieto la mandibula, aguantandome el dolor y presiono con fuerza el pañuelo de tela contra el antebrazo izquierdo, tapando la herida larga que va desde el codo hasta casi la muñeca. Sé que no es profunda, pero es larga y sangra bastante, cubriendo uno de mis pañuelos favoritos y mis dedos con el liquido escarlata. Tardo un buen rato en sacarme los patines, porque entre que tengo que usar una mano para quitarmelos, pero que tengo que sujetar el pañuelo para que la herida deje de sangrar un rato, se me hace imposible. Bueno, imposible no, pero muy complicado y cuando finalmente consigo meter los patines en la mochila y ponerme las converse, el reloj del teléfono marca las tres y media de la madrugada.

Solo a mí se me ocurre salir a patinar a estas horas de la noche, pero en realidad es mejor que salir de día, porque puedes ir tranquilamente por cualquier lado, cosa que de día no puedes hacer. Si vas por la acera, tienes que ir despacio y tratando de esquivar a la gente, haciendo slalon para no atropellarlos, o enredarte con las cuerdas de los perros y caerte al suelo... Si vas por la carretera, has de parar cuenta con los coches, porque hay algunos que no paran ni frenan y más de una vez me han estado a punto de atropellar. En cambio por las noches no hay coches, no hay gente, no hay nadie que me impida lanzarme a una buena carrera. Salvo las piedrecitas que te hacen resbalar y caer. Gracias a ellas estoy así. Mis ruedas se han tropezado con algo de gravilla o algo del suelo y me he ido de bruces contra el suelo, y pese a llevar casco, se me han olvidado las rodilleras y las coderas, como siempre en realidad. Así que el resultado de la caida ha sido un corte profundo en el brazo al caerme contra la acera y las rodillas despellejadas. Que las rodillas es lo que menos me importa en realidad, porque me las habré despellejado cientos no, millones de veces, pero la herida del brazo me preocupa algo más. Quizá tengan que darme puntos y todo, aunque espero que no.

Saludo a una de las enfermeras de guardia que me cruzo cuando entro a la zona de urgencias del hospital, la cual me conoce de sobras de tantas veces que vengo aquí. Dejo mi nombre en el mostrador para que me llamen cuando acaben de atender a los pacientes y me voy a sentar a una silla de la sala de esperas donde hay un par de personas de aspecto enfermizo. Los saludo con una cabeceada y me pongo -como buenamente puedo- uno de los auriculares, dejándome un odio libre para oir a la enfermera en casa de que me llamen, apretando el pañuelo en torno a mi brazo, aunque ya no me duele, solo noto un cosquilleo molesto que se me extiende hasta el hombro.

Nada había mejorado, ni auque me hubiera enfrentado abiertamente a la alcaldesa para que cambiaran los horarios y los turnos en el hospital. Por la mañana iban extasiados de trabajo (según me contaban, porque claro, yo a esas horas estaba durmiendo por culpa de mis fantásticos turnos nocturnos), no podían con todo el personal: faltaban médicos, enfermeros, celadores y los voluntarios ya no podían ofrecer más de su tiempo. Aunque bueno, se podía decir que las noches eran más tranquilas, algo aburridas a veces en el poco tiempo que llevaba en Storybrooke. Había veces que me había arrepentido de haber pedido trabajo en el hospital, ya que el tiempo que malgastaba por la noche, tenía que recuperarlo por la mañana durmiendo, una mañana que malgastaba a su vez al no poder contactar ni con él ni con Lucy. No sabía cuánto tiempo me quedaba, pero necesitaba magia.

Lo bueno de vivir en un pueblo era lo tranquilo que estaba por las noches, tanto, que me daba palo y todo ir al hospital en moto, por lo que por las noches disfrutaba de un agradable paseo. Esa noche parecía comenzar como otra cualquiera. Llegué al hospital sobre la diez de la noche, me puse el uniforme de enfermero (me gustaban más los canadienses la verdad, pero al menos el color azul era uno bonito) y comencé a ver a los pacientes de urgencias. Dos horas más tarde, cuando la sala se quedó vacía, decidí pasearme por la planta de pediatría, donde se encontraban los niños. Siempre me pasaba por allí, había cogido la costumbre y a su vez, los habituales ya estaban acostumbrados de verme. Cuando miré, habían algunos despiertos, con los que más confianza tenía. Había veces que pensaba que se quedaban dormidos a propósito, para que me acercara a contarles cualquier historia chorra y así quedarse dormidos. La verdad era que no me parecía ninguna molestia, en sí me hacía bastante gracia que al menos los niños pequeños me hubieran cogido cariño. Eso me hizo pensar en Paula y en sus madres... Suspiré.

-Liam, Liam, ¡cuéntanos esa historia del caballo que se convirtió en sirena! Harrold acaba de llegar y nunca la había escuchado y nosotros no sabemos cómo contarla -me pidió Sarah, una niña rubia que tenía el brazo roto y necesitaba guardar reposo en el hospital. Observé sus ojos llenos de curiosidad, pidiendo y exigiendo esa historia nuevamente. Suspiré y mirando la hora, aproveché aquel rato libre que tenía. Cogí una silla y les conté la maravillosa historia de cómo un caballo en vez de correr por la tierra, quería nadar por el agua. La verdad es que el haber vivido en un mundo lleno de magia ayudaba a mi imaginación para inventarme esas historias tan delirantes y divertidas, además, tenía la esperanza de que al menos esos niños recordasen quienes eran, aunque era bastante improbable.

Repentinamente, el tiempo había pasado volando y aunque mi historia hubiera acabado comencé a hablar de mundos fantásticos y a jugar con ellos hasta que se durmieron. Justo en ese momento llegó Marilyn para regañarme por haberme escaqueado. Me pasó la lista de algunos pacientes de urgencias y me obligó a bajar con ella a la susodicha planta. Revisé la lista, algunos me sonaban y otros no. Mi mirada se paró en el nombre de Evelynn, vaya, menuda sorpresa, hacía tiempo que no venía al hospital. Aunque era la cuarta de mi lista, tendría que esperar. Atendí a un hombre con diarrea (fue bastante asqueroso), a otro con jaquecas y el último para cambiarle su vendaje, que se había acordado a esas horas. Finalmente, llamó a Marilyn para que haga pasar a la siguiente paciente, que obviamente era Evelynn.

Cuando la vi entrar a mi zona, le indiqué que se sentara en la cama y que me explicara tranquilamente qué había ocurrido, mientras que yo, le quitaba con cuidado el pañuelo con el que se tapaba la herida. Estaba hecha un desastre.

El tiempo pasa despacio. La gente se muee de aquí para allá en el hospital y mis ojos se clavan en las manecillas del gran reloj blanco e insulso que hay en la sala de espera. Tic-tac-tic-tac... Parece que cada segundo que pasa es más lento que el anterior. Bufo, apoyando la cabeza en la pared, subiendo un poco el volumen de la música de los auriculares hasta qye un anciano que hay sentado a mi lado me mira molesto por el alto volumen de la música. Ruedo los ojos y a regañadientes lo bajo, pero me traslado a otro asiento un poco más lejos y vuelo a subirlo. Me gusta la música fuerte.
La sala se va vaciando conforme van pasando los minutos, hasta que finalmente me quedo yo sola, con los ojos cerrados casi a punto de dormirme. La enfermera me llama y doy un respingo, levantandome de golpe y entrando en la consulta que me indica. El enfermero que me atiende esta vez es Liam, un tipo majo y agradable que ya me ha atendido alguna vez, creo, porque es dificil recordar toda la gente que me ha atendido en este hospital, sinceramente. Antes acudía con un promedio entre tres y cinco veces semanales con algún esguince, alguna luxación... Un medico llegó a reconmendarme que dejara de hacer deporte... ¡Con lo sano que es! Además, a mi me gusta hacer deporte, aunque acabe mal, y no me gusta rendirme con nada.

Tomo asiento en la camilla, tal y como me indica y mientras me saca el pañuelo pegado a la herida con todo el cuidado del mundo, yo le explico lo que me ha pasado. No es nada del otro mundo, una caida de lo más tonta, resbalar con gravilla.. Pero caidas más tontas he tenido. Noto un tironcito en el brazo cuando me quita el pañuelo, pero no digo nada, ni me quejo ni hago ninguna mueca. al fin y al cabo ese es su trabajo, y el mio aguantarme y no quejarme.

-Ha sido una caida tonta contra el bordillo de la acera, nada más, pero no para de salir sangre... añado ladeando la cabeza para mirar el corte que surca mi brazo. Ruedo los ojos, pensando en la "bonita" cicatriz que me va a quedar. Ni que fuera la única. Tengo un monton de pequeños rastros de cortes en las piernas, o de picaduras que me acabo rascando siempre -son de lo más molestas- que acaban haciendome heridas. Alzo la cabeza, mirando al médico con una sonrisa amable. Ni siquiera caerme y abrirme el brazo es capaz de quitarme la sonrisa. Solo hay una cosa... bueno, más bien alguien...¿Estará aquí ahora...? Bah, no lo sé, ni me importa... ni quiero saberlo... -Si no quisieras saberlo no estarías pensando en él..- me traiciona mi subconsciente, a lo que niego con la cabeza, como si quisiera negarselo a mi propia cabeza. -¿Mucho trabajo en el turno de noche? pregunto por romper un poco el hielo. No me gustan nada los silencios, y menos los silencios incomodos... Son horribles. Aunque la pregunta en si misma tiene poca lógica. Los turnos de noche no son como los de día. De día el hospital está a rebosar y he llegado a estar como seis horas en urgencias esperando, mientras que hoy solo he esperado unos cuarenta minutos.

Sí, había tratado pocas veces a Evelynn debido a mis turnos tan especiales pero sabía lo que se decía de ella en el hospital (uno no podía evitar los rumores en un lugar como aquel, aún más si era el hospital de un pueblo). Siempre acababa allí de una manera u otra, cortes, arañazos, luxaciones... Suspiré, al menos aguantaba bien el dolor. Normalmente cuando la gente veía tanta sangre salir de su cuerpo, entraba en un estado de pánico del que era muy difícil hacerles salir. Por eso mismo me sorprendió su corta explicación, restándole importancia. Asentí levemente y le dije:

-Supongo que sobra decirte que la próxima vez lleves más cuidado. No es bueno herirse mucho, al final cogerás una infección -al final acabé advirtiéndola o asustándola para que fuera con más precaución la próxima vez, sin embargo dudaba que fuera a hacerme caso.

Dejé el pañuelo ensangrentado sobre una bandeja que tenía en una mesa con todos los utensilios que iba a necesitar durante aquella larga noche para después ponerme unos guantes de látex. Mojé una gasa estéril y con cuidado fui limpiándole la herida, intentando no hacerle mucho daño. Cuando ya estaba limpia observé la raja que tenía, vaya, ahora comprendía tanta sangre. Su herida era larga, pero para nada profunda, ¿lo malo? La cicatriz que se le iba a quedar, quizás una gruesa línea blanca e imperfecta, o quizás una fina, al fin y al cabo otro recordatorio más de que tendría que llevar cuidado. Estaba concentrado en mi tarea y por ese mismo motivo no hablaba (por mucho que me gustase conversar con mis pacientes). Eché algo de yodo desinfectante sobre otra gasa estéril y comencé a restregarla con cuidado y mimo sobre su herida. Cuando dejé la gasa, me preguntó sobre el turno de noche, y no pude evitar sonreír ante su curiosidad. Me senté mejor en mi taburete y le contesté mientras preparaba los utensilios necesarios para coserle la herida.

-¿Mucho trabajo? Depende del día. Normalmente la gente prefiere venir por las mañanas para no interrumpir sus horas de sueño, pero hoy han venido algunos pacientes para entretenernos la noche... Aunque bueno, cuando no hay gente yo me dedico a vigilar los pasillos para que los pacientes internos no hagan ninguna tontería -y con lo de pacientes internos me refería exactamente a los internos de pediatría, aquellos niños que por su inocencia causaban tantos problemas que a mí no me importaba resolver. Me rasqué los ojos con la palma de la mano, notando el tacto extraño de los guantes de látex y bostecé ligeramente. Después le toqué el brazo volviéndolo a examinar y mirarla-. No sé qué tipo de cicatriz te dejarán los puntos, pero la herida es bastante larga, ¿lo entiendes no? -me sentía idiota, ella ya sabía a qué me refería. Suspiré y con mucho brio, a la primera metí el hilo en la aguja-. Puede que esto sí que te duela... Así que puedes hablarme de cualquier cosa, que tranquila, si no hablo es porque estoy muy concentrado, pero te escucharé -sonreí para darle confianza.

Dejo que el profesional se vaya encargando de mi herida, sin perderme detalle alguno de lo que va haciendo, aunque para ser sinceros, ya casi me sé de memoria todo el procedimiento que hay que hacer para limpiar una herida. Hay momentos en los que verdaderamente me escuece, y me tengo que morder el labio inferior para aguantarme. No me gusta quejarme de esto, porque yo me lo he buscado. Si me hubiera puesto todo lo que tendría que haberme puesto, codilleras, rodilleras y muñequeas, probablemente ahora seguiría patinando por las calles bajo el ruido de la música del mi reproductor, pero como no me los había puesto, pues así estaba. A veces me las pongo y a veces no, pero el motivo por el que hoy no me las he puesto, es porque no sé donde estan. Siempre las guardo al lado de la entrada, junto a la puerta, pero tengo que reconocer que el caos en el que se ha convertido el salón de mi casa me impide encontrar cualquier cosa. Y es que desde la visita del forense del pueblo, y desde el destrozo que ocasionó, no he colocado ni he recogido nada de nada de lo que ha roto. ¿Porque? Pues porque no soy yo quien lo va a recoger, ni a ordenar, ni a pagar lo roto. Sino él.

-Lo sé, pero es que no encontraba todo lo que tenía que ponerme... Mi casa es un desorden ultimamente.. respondo con naturalidad. Ultimamente no, mi casa es un desorden constante, pero estos días parece que un huracán haya pasado por el salón. Sonrio tiernamente cuando le veo bostezar y asiento cuando dice lo de la cicatriz de la herida, sin darle mucha importancia en realidad.-No es la primera cicatriz que tengo... No te preocupes por ello... Ya me han dado puntos otras veces, así que no te preocupes, no me quejo. Hago el gesto de cerrarme la boca con la mano libre y suelto una risita, mirando la ventana y el cielo completamente negro y oscurecido afuera.
-Debe de ser muy agotador tener los tuenos de noche.. te cambia la vida por completo..ladeo la cabeza, mirando la consulta con curiosidad. Tampoco es que quiera echarme a charrar por los codos, porque no quiero distraerle de su trabajo, así que le dejo que haciendo, haciendo algún que otro comentario, y me tengo que morder la lengua de las ganas de hablar que tengo. -¿Oye...? ¿Te puedo hacer una pregunta? Se me escapa involuntariamente.
Mierda.... El caso es que como trabaja aquí en el hospital, puede que conozca a James, incluso puede, puede que sean amigos. Automaticamente me echo a reir por dentro al pensar en eso. Dudo que James tenga amigos que los soporten con ese caracter de ahora si, ahora no... pero, quién sabe. Pero Liam puede saber cosas sobre él que me ayuden con mi pequeña y personal venganza.. Aunque claro, tampoco quiero que se piense que estoy interesada en James por preguntarle por él, que esa es la impresión que puede dar. -¿¡Qué narices?! ¡Sí estas interesada en él...! Pero no quiero que la gente lo sepa.. Solo quiero que me pague todo lo que me rompió.

Me informó que no pasaba nada si le dejaba cicatriz, que ya tenía unas cuantas y que no se quejaría por el dolor. Suspiré tranquilo, ya que prefería escucharlo de su boca que darlo yo por supuesto, luego me podía sentir mal si escuchaba algún quejido. Asentí mientras miraba la aguja esterilizada, preparada para atravesar la piel de Evelynn y así cerrarle la herida. Por suerte, había dejado de salir sangre, lo que me facilitaba bastante el trabajo. Escuché su comentario inocente, y no pude evitar sonreír.

-Es agotador, sí, pero cuando te metes en una profesión de la salud como esta tienes que estar preparado para todo. Es una gran responsabilidad ya que los pacientes de cualquier tipo ponen su confianza en tus manos y tú debes dar lo mejor de ti en cada momento... Donde trabajaba antes tenía unos turnos más o menos normales, pero no me puedo quejar ahora. Si necesitan enfermeros por la noche, aquí me tienen... -solté algo resignado.

La verdad es que no necesitaban más enfermeros por la noche, sobraba personal, el hospital estaba mal organizado a todas horas y... nadie hacía nada. Incluso había llegado a mis oídos la terrible noticia de que el bebé de la enfermera que estaba de baja había muerto. Una terrible noticia, y sin embargo no podía evitar sospechar y sospechar. Había algo que no me cuadraba, pero yo no había estado ahí y la única información que poseía era la de los rumores de mis compañeros de trabajo. Sonreí afable a la vez que introduzco la aguja en su piel y comienzo a coserle con mucho cuidado esa raja. Iba poco a poco, con unos movimientos que incluso podrían ser considerados gráciles, llenos de experiencia. Una de las cosas buenas de ser enfermero era que tú mismo podías curar tus propias heridas, físicas claro, porque emocionales me era imposible.

Estaba acabando de coser, cuando hizo una media pregunta. No se le podía considerar pregunta en sí, puesto que preguntaba si me podía preguntar algo. Un lío vamos. La miré curioso mientras finalizaba y me mantuve callado. Corté el hilo negro para después dejar la aguja en la bandeja y volver a coger una gasa con yodo para desinfectar de nuevo.

-Dispara, aunque espero que no sea ua pregunta demasiado indiscreta.

Realmente esperaba que no fuera a preguntarme sobre mí, mi anterior vida en Montreal o incluso antes. No quería dar información, no quería hablar sobre éso. Aunque quizás fuese cualquier otra cosa. Evelynn no se había mostrado como una de las personas interesadas sobre mi vida como aquella maldita niña medio periodista que me seguía a todas partes. Noah, creo que se llamaba. En vez de hacer lo normal, le vendé esa parte del brazo ya que temía que Evelynn hiciera cualquier tontería cuando fuera a salir del hospital. Suspiré y miré sus rodillas que estaban también con un poco de sangre. Decidí darme un respiro y a ella. Apoyé mis manos sobre mis muslos, esperando a sus palabras.

Dejo que Liam vaya cosiendo la herida tranquilamente mientras me mantengo callada. El silencio de la sala es solo roto ocasionalmente por algún respingo que doy cuando la aguja atraviesa mi piel. De hecho, puedo escuchar el claro sonido cuando el metal afilado me traspasa la piel. Es una sensación dolorosa que lamentablemente ya he experimentado otras veces, así que mantengo la boca cerrada y dejo que vaya haciendo, sin apartar la mirada de como cose. Es algo fascinante a la vez que un tanto escalofriante. La primera vez que vi como me cosian los puntos me puse blanca y estuve a punto de desmayarme.

-Ya me lo imagino.. Supongo que siempre has de estar atento por si ocurre algo en tu turno... comento en voz baja porque no quiero distraerle de su trabajo. Lo hace mejor que ninguno de los que me ha cosido antes, con más "cariño" por asi decirlo, tratando de no hacerme daño. Sonrio, ladeando la cabeza sin quitar ojo de encima a lo que está haciendo, hasta que finalmente acaba y me vuelve a desinfectar la zona, vendandomela con sumo cuidado, de tal manera que el brazo queda todo oculto bajo la venda blanca y no se ve la herida. Aunque tengo que reconocer que las vendas no me gustan, se me hacen incomodas y apretadas, e impiden la movilidad. Pero es culpa miía, así que toca aguantarse.

-Tranquilo... No voy a preguntarte nada sobre ti, Liam. No soy una cotilla que quiere saber todo de todos... Tu vida es tu vida, de donde vengas y lo demás es cosa tuya.. Le dedico una sonrisa amplia y sincera, dejando reposar mis antebrazos sobre mis piernas, en actitud relajada, contemplando el rostro del chico. Si me pongo a pensar, Liam me parece un chico agradable y majo, y me sorprende a mi misma no haberme acercado a él con intención de ser su amiga. Aunque sin duda tambien parece un chico reservado que no se acerca mucho a los demás. -Quería saber un par de cosas sobre el forense.. suelto sin más, estrechando un poco la mirada. Es solo hablar de él y me hierve la sangre, por varias cosas y diversas razones, pero me hierve. Por odio, por indiferencia, por ...por muchas cosas. Necesito saber cosas sobre él para poder devolverle la pelota. El ha hecho su jugada con los patos y destrozando mi casa, ahora me toca mover ficha a mi. Y no va a ser una venganza de colegiala, de eso no hay duda. -Necesito saber algunas cosas sobre él.. no sé si le conoces.. comento con una actitud un tanto fria ahora. Quizas Liam no sepa nada de él. Ya me veo rebuscando algún dato que me pueda ayudar en los archivos del hospital...

Evité soltar un suspiro cuando me dijo que no me iba a preguntar nada sobre mí, que iba a respetar mi pasado. Evelynn se estaba ganando puntos, bastante puntos para llegar a ser una de las pocas personas con las que pudiera mantener una conversación normal, sin indirectas, sin preguntas, simplemente conversar. Se quedó callada un segundo y me permití entonces ordenar un poco la bandeja con los utensilios para después acudir a sus rodillas algo heridas por su patosa caída. Moví el taburete para quedarme justo en frente de ella y tener sus piernas a la distancia y altura apropiada. Podía observar que no había tierra ni gravilla, por lo que no tendría que utilizar las pinzas para retirar algún material que se hubiera insertado en la herida. Eran más bien rasguños que sangraban delicadamente. Nada grave, como lo de su brazo.

Repetí las mismas acciones que con el brazo: limpié primero los rasguños de ambas heridas, para después desinfectarlas. La diferencia era que esos rasguños no necesitarían la protección de una gasa, prefería que la piel respirase y cicatrizara por sí sola.

Repentinamente, Evelynn mencionó algo sobre el forense. Alcé la mirada rápidamente hasta toparme con sus ojos azules. En mi cara se podía notar el odio que sentía hacia aquel casi-humano o lo que fuera... ¿Por qué ese odio hacia el forense del hospital? Bien, tuve un traspiés con él en nuestro lugar de trabajo y al parecer en su vida no se puede cometer ningún error ya que se coló en el hostal solamente para echar cucarachas en mi cama. Por suerte, lo había descubierto con las manos en la masa y le di la tunda que necesitaba (ya lo había visto por los pasillos con la nariz descolocada, pero de momento no me había hecho nada). No entendía sus razonamientos mentales, para nada, pero además, me había estado enterando de que no gozaba de muy buena fama en el hospital... Me daba rabia. Había causado grandes problemas, ya no por mí, sino por las pobres Michelle y Phoebe que seguramente se sintieron avergonzadísimas por lo ocurrido. Arqueé ambas cejas.

-¿Ese malnacido? Por supuesto que lo conozco. Es un hijo de puta que le gusta amargar a los demás y disfrutar con su dolor... ¿Por qué quieres saber cosas del forense, Evelynn? No llevo aquí mucho tiempo, pero sé que no es alguien de quién uno pueda fiarse o mejor aún, que pueda tener una conversación normal. Deberían mirarle el cerebro, por simple investigación, porque sin lugar a dudas, ese hombre no está bien de la cabeza -vale, no me pude controlar. Había supuesto que Evelynn lo conociera de vista y quizás solamente quisiera saber más cosas sobre aquel peculiar hombre, pero yo había estallado por tan solo recordar lo que me había hecho. Me rasqué la barba de varios días sin dejar de mirarla, esperando su respuesta.

Sonrio al ver como su rostro se relaja cuando le digo que no quiro saber nada de su pasano ni de su vida, que no voy a cotillear e indagar en eso. Es su vida privada, y solo le concierne a él y a quien él quiera contarsela.
La verdad es que parece un tipo majo y agradable, con quien conversar tranquilamente de todo y de nada. Yo no quiero meterme en su vida privada, y seguramente eso le sorprende, porque todo el mundo en este pueblo quiere saber cosas del chico nuevo, del recien llegado. Si que es cierto que he oido cosas de Liam, pero hago oidos sordos a ellos. Siempre he dicho que no se puede juzgar un libro por la portada, pues con una persona igual, no puedes juzgarla sin conocerla, no puedes juzgarla por lo que los demás te digan de esa persona. Has de arriesgarte y conocerlo tú mismo.
Observo que mira mis rodillas y se acomoda en su asiento para examinarlas. Estoy a punto de decirle que no hace falta, que son unos rasguños sin importancia y que no tiene que preocuparse por ellos, que ta ha hecho demasiado por mi, pero cuando empieza a limpiarlas, sonrio tiernamente contemplandole y decido callarme. Tampoco quiero interrumpirle en su trabajo. Es tan cuidadoso haciendo las curas... Hay medicos que son un autentico caso perdido para curar una simple herida..

En cuanto menciono a James, no como James sino como el forense, la calma y la tranquilidad de su rostro desaparecen. Eleva su mirada hacia mi y puedo ver la furia en ellos, la rabia y el rencor. Vaya, vaya... así que tú tambien has sido blanco de sus burlas y ataques... No me hace falta preguntarselo directamente para saberlo. Su rostro habla por si solo. Y sus siguientes palabras no hacen más que corroborar mis sospechas... Pobre Liam.. ¿qué habría hecho para ganarse una de las venganzas del forense? Seguro que una tontería, una nimiedad, pero algo que a James le parecería una montaña...

-Calmate, Liam.. sonrio amablemente incliandome un poco y poniendole una mano en el hombro, un sencillo gesto con el que espero que al menos se calme un poco, porque se le nota ofuscado y enfadado de repente.
-Sé como es ese tipo, créeme, mee topado un par de veces con él... Pero por suerte o por desgracia, no sé como calificarlo, digamos que conmigo ha dado con la horma de su zapato... vuelvo a incorporarme en la camilla apartando la mano de su hombro, pero no dejo de mirarle en ningún momento, ni dejo de sonreir.
-Yo no me dejo pisotear por la gente Liam, y menos por un tipo como James.. y cada una que me hace se la devuelvo con el doble de fuerza... No me gusta perder frente a ese tipo de gente. Cree que puede salirse siempre con la suya, pero no va a poder conmigo... suspiro largamente, pensando que en el fondo todo es mucho más dificil. Sí es cierto que no me voy a dejar tomar el pelo por James, pero tampoco quiero mostrar a la gente el "afecto" que le estoy cogiendo a esa persona. Tal vez esté enferma por dejarme engatusar así, no sé.
- Digamos que he entrado en su juego de tira y afloja... y esta vez me toca a mi mover ficha... Pero necesito saber cosas sobre él.. No quiero desaprovechar mi turno.. porque sé que su siguiente movimiento será peor... le explico soltando el aire. No sé porqué le estoy contando esto en realidad. Conozco poco a Liam, pero quizás sea porque se me hace una persona en quien poder confiar. Espero no equivocarme con él.

Calma... Sí, necesitaba calma, pero lo que siempre me había caracterizado era que estallaba de repente, mostrando cómo me sentía, sin poder evitarlo. Siempre había sido "explosivo", cuando alguien me molestaba, poco me podía controlar, poco, poquísimo. Y eso me había traído problemas, unos cuantos, pero en la mayoría de los casos había salido ganando. No era violento, ni mucho menos, sin embargo habían cosas que me molestaban con muchísima facilidad... Aunque bueno, ¿a quién no le molestaría que al regresar de un turno de madrugada se encontrase con un hombre que ha echado cucarachas en su cama?

Escuché atento a sus palabras, sin interrumpirla porque me estaba hablando de su opinión con respecto a ese enfermo mental. Se había topado un par de veces con él, mal asunto, indicaba malas cosas... Había aprendido que todo lo que tuviera que ver con James, significaba algo malo, terrible, cosa que me hacía sospechar de muchas, muchísimas cosas. ¿La horma de su zapato? Realmente no me esperaba que Evelynn fuera vengativa... Yo mismo me vengaría de James con el tema de las cucarachas, pero estaba siempre cansado, me daba pereza y creía que debía restarle importancia, "popularidad". Solamente quería atención e importancia, sentirse malvado. Me aclaró que no se dejaba pisotear por nadie, asentí, y me aclaró que no se saldría con la suya, volví a asentir. Parecía que Evelynn sabía dónde se había metido exactamente, estaba convencida de la venganza y buscaba información. ¿Información en mí? Se andaba algo equivocada... No tenía interés en la gente y menos de una persona como el forense.

Negué con la cabeza y me tomé la libertad de tomarla de una mano, para colocar una encima y otra debajo.

-Has hecho lo peor que podías hacer. No lo conozco apenas, pero he conocido a otras personas como él: aburridos, sin nada más que hacer. ¿Entiendes? Solamente busca diversión, entretenimiento y nunca se cansará, y todo cada vez irá a más. Joder, ese hombre está loco, ¡los pacientes de psiquiatría están muchísimo mejor que él! -la miré con las cejas todavía enarcadas-. Si no quieres entrar en la locura, no le hagas caso y pronto se aburrirá de ti -estaba mostrando demasiada confianza con ella, pero realmente me preocupaba, me preocupaba que la buena gente acabara en el bando de James o en el mismísimo de Siobhan. Estaba allí para impedir todo éso-. Aunque... me he fijado que no le gustan los días lluviosos -mierda, no tendría que haberle dicho eso, pero era la pura verdad. Se ponía como un paranoico cada vez que llovía, o al menos así lo había visto en esos pocos momentos por los pasillos. Retiré mis manos de la suya y me levanté del taburete tras carraspear.

-Sé que no debería haberlo hecho... Sé que lo que James busca solo es diversión, maldad, molestar a la gente, hacerla rabiar y hacerla sufrir... Le gusta eso... respondo de manera tranquila cuando él mismo acaba de hablar, dedicándole una sonrisa calmada y tranquila, notando la calidez de sus manos envolver las mias. Sin duda, Liam es todo lo contrario a James. Es una persona atenta, agradable, dispuesta a ayudarte y darte un buen consejo, a buscar llevarte por el buen camino, preocupándose por los demas. O al menos, eso me hace pensar. -No es que esté muy cuerdo.. creo que tal vez se le hayan cruzado los cables en la cabeza y las neuronas no le concten bien.. bromeo tras unos segundos, dejando que se levante, que retire de sus manos de las mias, que aún conservan el calor de haber sido abrigadas por las suyas. Escucho la pequeña pista que me da, sobre que no le gustan los dias lluviosos.
No es gran cosa en realidad, pero es algo. Aunque no me veo escondiendome en el tejado de su casa y rociandole con una manguera cuando salga. Además de que me pillaría enseguida.

Miro mis rodillas ya curadas, sin rastros de sangre, solo con la piel algo levantada y raspada y sonrio de medio lado. -Creo que lo mejor sería dejarlo correr... Olvidar todo lo que ha pasado.. ¿no? apoyo las manos e el borde de la mesa donde estoy y me incorporo, poniendome de pie, notando el entumecimiento en mis musculos, sobre todo en las piernas, y un cosquilleo en los pies que me indica que las piernas se me han quedado medio dormidas. Tengo que mantener mis manos aferradas al borde, agarrandome unos segundos para que no me flaqueen las rodillas, hasta que finalmente, el cosquilleo molesto desaparece.
Por una parte, pienso que tal vez debería olvidarme, dejar correr lo de James, pero por otra... Quiero que me las pague. Pero no quiero seguir hablando de eso con Liam, parece un tema delicado y no quiero que se moleste.
-No quedan más pacientes fuera... ¿Me permites que te invite a un cafe mientras tanto para aguantar? Se me ha abierto el apetito... comento algo más relajada, buscando que él mismo tambien se calme. Es cierto que me ha entrado el apetito, siempre que acabo en el hospital acabo pasando por su cafeteria. Tienen buenas berlinas.

Evelynn entendía mis palabras, mi opinión, aún así parecía seguir empeñada en la venganza. En cierto modo me recordaba a mí, a mi caso especial. Yo no quería venganza, solamente quería verles a todos ellos como eran realmente, ver de nuevo a mi padre, pedirle disculpas al Hada Azul y a Pepito por no haber cumplido con mi misión. Sí, principalmente había venido a Storybrooke en busca de redención, perdón, porque las pesadillas me habían estado atosigando y persiguiendo durante mi vida, pero con la llegada de Lucy al pueblo estos se habían incrementado además del dolor. Del terrible dolor. Además era aquella sensación que siempre me acompañaba: que ese mundo era ajeno a mí. Aún recordaba cuando llevaba a Lucy entre mis brazos y me topé con mi primer coche, ¡era un monstruo mecánico, de hierro! Y aún con el tiempo, seguía pensando de la misma manera. Sabía utilizar la medicina de este mundo a mi favor, la había estudiado como uno más, pero era ajeno, era algo desconocido y todavía no comprendía cómo me las manejaba tan bien.

-Sí, mejor olvidarlo... Perdonad no, pero olvidarlo, así no le darás más importancia a ese hombre -le dije con una sonrisa estando de pie. Me parecía una muchacha bastante valiente, quizás demasiado, y cabezota, pero... estaba haciendo lo mejor. ¿Para qué meterse en problemas con el forense? Me dirigí a ella ya que parecía estar algo trastocada tras tanto tiempo sentada y le tiendo un brazo para tener apoyo. Sonreí abiertamente cuando me sugirió lo del café, la verdad era que necesitaba un descanso y si no habían más pacientes fuera, ¿para qué me iba a quedar en la consulta encerrado?-. Claro, a ver si la cafeína me despierta, estoy algo atontado... -y así aprovecharía para comer algo también. La llevé hasta la cafetería donde se encontraba una mujer que ya conocía y me sonrió, al igual que Evelynn. La tendí una silla para después sentarme yo delante suya-. Tendrás que reposar un poco, dime qué quieres y voy yo a pedir.

También había que tener en cuenta mi dieta, pensé en lo que podía pedir para comer... Nada con mucho dulce, después me tendría que pinchar la insulina. Así que me quedé de brazos cruzados, entrecerrando los ojos, intentando ver desde esa distancia el menú, pero me resultaba imposible. Además de diabético, miope. Fantástico. Maldito fue el día en el que perdí mis gafas de vista.

Le dedico a Liam una amplia y de lo más sincera sonrisa por ayudarme a sentar y evitar que me caiga de bruces contra el suelo del hospital. La verdad es que todavía estoy algo atontada. Lo bueno es que si me hubiera caido ahora, el hospital no me queda muy lejos.... hahaha, qué chiste tan bueno, Lynn, tienes una chispa que podrias provocar un incendio... Lo tuyo no son las gracias... me digo mentalmente a la estupida de mi otra yo.
Ahora mismo me siento como si me hubiera tomado tres o cuatro cervezas de un solo trago -bien cargadas- y me siento como si todo el mundo a mi alrededor diese vueltas y mas vueltas. Como si una mano gigante zarandease el hospital pero el temblor solo me afectase mi.

No puedo evitar soltar una leve risita cuando veo a Liam estrechar la morada intenrltando leer desde donde estamos el menu de la cafeteria. Aprovecho a taparme la boca rápidamente pero eso no impide que se me escape otra risita y me apresuro a disculparme para no quedar mal. No quiero que piense que me burle de el...

-Perdoname... No queria reirme, de verdad... Pero es que estrechando asi la mirada me... Me recordasre a un conejo... tengo que hacer verdadero esfuerzo para contener otra carcajada. Siempre, no sé porque, cuando la gente estrecha la mirada me recuerdan los conejos cuamdo estan a medio dormir con los ojos entrecerrados. Es una tonteria.
¿ Acaso necesitaa gafas? la pregunta se me escapa de entre los labios antes de que pueda decir nada y trago saliva, algo nerviosa de repente. No lo he dicho por querer saber mas de el ni para meterme en su vida.

Olvidalo... No deberia... No queria preguntarte, se me escapó solo... Disculpa no quiero meterme ni preguntarle por su vida porque se que es bastante incomodo, sobre todo tratandose de un forastero como el. Que por mi perfecto, no tiene mada de malo...

Ladeo la xabeza para mirar el menu y me decido por tomar algo solido pues estoy casi que no ms aguanto en pie.

Me parece que me tomare un cafe y una de esas trenzas de chocolate... Tienen una pinta de lo mas buena.. vuelvo a fijarme en Liam, rezando para mis adentros para que no se haya molestado por lode antes.

Diabético y miope, pero no sordo. Por eso mismo, cuando escuché una leve risilla que se le escapó a mi compañera de esa noche, a Evelynn, la miré algo extrañado, incluso comprobando que no había puesto ninguna mueca graciosa o que había alguien detrás mía hacieno algo divertido. Realmente no sabía qué pensar, ya que por la noche era cuando mi "inocencia" llegaba a niveles insospechados, y realmente, no sabía qué tenía tanta gracia. No me molestaba que pudiera estar riéndose a mi costa, no sería la primera, tampoco la última, y después de todo no tenía la suficiente confianza como para mandarla a la mierda o cualquier otra cosa que pudiera dejar salir debido a mi extraño carácter. O quizás se estuviera riendo conmigo, ¡pero yo no estaba riendo! Verdaderamente necesitaba café. Un café iba a pedirme con unas tostadas. Sí, un desayuno antes de que amaneciera. Y mientras decidía mi comida, escuché la explicación de la rubia, algo que hizo que se me escapara una risa, casi silenciosa ya que estábamos en el hospital, con mucha (demasiada) gente durmiendo.

-¿Un conejo? Entonces si muevo la nariz... La interpretación del animal será perfecta, ¿no crees? -realmente no me gustaba hacer el ridículo, y por eso mismo no arrugué la mirada ni la nariz, ni empecé a dar saltitos como un conejo. Después de todo era un adulto, con demasiadas preocupaciones en la cabeza-. Sí, según los oculistas necesito gafas. Verás cuando llegué a Estados Unidos, en uno de los hostales donde estuve me dejé el estuche de mis gafas de vista y... claro, como no tengo domicilio fijo no he tenido la oportunidad de hacerme unas nuevas, aunque tampoco lo considero necesario -volví a entrecerrar los ojos, intentando visualizar el menú de la cafetería-. Creo. Y no te preocupes, tampoco es información muy... importante -me encogí de hombros-. Nadie me pregunta sobre éso, así que... -al final Evelynn se decidió por un café al igual que yo y por una trenza de chocolate. ¡Azúcar! ¡Maldito azúcar! Asentí y le indiqué que esperara sentada, que yo iría a por el desayuno/cena. Poco después, regresé con una bandeja azul en la cual llevaba ambos cafés, mis tostadas y su trenza. Le pasé su taza y su plato y me senté delante de ella. Entonces, decidí ser yo entonces el preguntón, el interesado y mientras mordía el crujiente pan, solté-. ¿Y a qué te dedicas Evelynn? Así a simple vista no lo podría acertar...