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Mensaje por Paula A. Mills Miér Ago 08, 2012 2:03 am

Paula bufó al encontrar otro vestido perfectamente colocado encima de su cama. ¿¡Otra vez!? ¿¡En serio!?

Claro que sabía que esa noche su madre había invitado a Liam a cenar. Él mismo se lo había dicho antes de pedirle que actuara como si no le conociera, y evidentemente lo haría. No era ser muy inteligente el dejar que su madre adoptiva empezara a sospechar de lo que se traía entre manos con un recién llegado al pueblo, porque suficiente le molestaba ya que pasara tiempo con Lucy...
Pero de tener que asistir a la cena y fingir que era la primera vez que se cruzaba con Liam a tener que hacerlo vestida con eso. Su nariz se arrugó inconscientemente mientras tomaba la tela del vestido con dos dedos para examinarla, como si estuviera tocando una gran babosa verde.

Sabía que no había forma de conseguir no ponerse esa prenda que su madre había dejado encima de su cama, cosa que solía hacer siempre con las cosas que quería asegurarse que vestía, y que no aparecía con sus habituales pantalones viejos y camisetas descoloridas.
Asumiendo que había perdido aquella discusión mucho antes siquiera de haberla empezado se enfundó el vestido, se pasó rápidamente el peine por su corta melena castaña y bajó dando saltos por las escaleras hasta el piso inferior, donde su madre acababa de preparar las cosas en la mesa.

- No hacía falta un vestido para cenar en casa, mamá. - le dijo en tono quejumbroso, no para librarse de llevarlo esa noche, sino tal vez para evitar llevarlo en noches futuras. Además ella sabía de sobras lo poco que le gustaban los vestidos. - ¿Que hay de cenar?

En ese momento sonó el timbre. No podía ser nadie más que Liam, y por eso antes de que Siobhan pudiera hacer algo Paula ya había salido corriendo hacía la puerta.

- ¡Abro yo!

Abrió la puerta de entrada, aprovechando que su madre no podía verla y dedicándole una sonrisa amplia, antes de guiñarle un ojo y levantar la voz para que ella pudiera oírla.

- ¡Hola! Tu debes de ser Liam. Yo soy Paula. ¡Encantada! Pasa, pasa. Mi madre ya tiene la cena casi lista. - se hizo a un lado para que él pudiera pasar, y en su rostro no quedaba rastro de la sonrisa de complicidad que le había dirigido cuando había llegado.

Quien sabía, si su madre se distraía con algo quizás pudieran hacer avances en sus planes para encontrar algo material que sirviera para convencer a Lucy de que lo de la maldición era cierto. Quizás no sería una noche desaprovechada del todo.


Última edición por Paula A. Mills el Jue Ago 30, 2012 1:52 am, editado 1 vez
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Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam] Empty Re: Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam]

Mensaje por Liam D. Seery Miér Ago 08, 2012 9:59 am

Nunca podría haber supuesto que tras la pequeña charla con la "querida" señora alcaldesa de Storybrooke, ésta me acabaría invitando a cenar en su casa para presentarme a su hija Paula. Hija que ya conocía de antes tras haberme topado con ella en la calle, tras haber congeniado con ella bastante bien en el Granny's y tras haberme dicho todo lo referente a la maldición y a la Operación Cobra. No había sacado nada en claro con mi conversación con la alcaldesa, ella simplemente me había dicho que "intentaría" que los turnos estuviesen mejor repartidos... Pero sabía que poco iba a esforzarse, después de todo era ella.

Viendo que se me iba a presentar un día tranquilo, aproveché para comer algo ligero en el hostal, charlar amigablemente con Michelle y después subirme a la habitación hasta que fueran las seis de la tarde. Lo primero que hice fue pensar cómo pretendía conseguir el libro de cuentos de Paula. Lo había tenido en mis manos, habría sido tan fácil habérselo quitado, pero entonces ella no habría confiado en mí, y al menos necesitaba una aliada en Storybrooke, aunque fuera una niña de ocho años. Se me pasaron varias ideas por la cabeza y las apunté en pocas palabras en una hoja. Después pensé en el problema principal: Lucy. Tenía que hablar con ella, mostrarle poco a poco la verdad (el escepticismo era una de sus características más fuertes). También apunté las distintas ideas que se me cruzaron por la mente. No sabía cuánto tiempo tenía, pero aquello tenía que ir poco a poco, con paciencia, pero la justa. Claramente me iba a tomar por un adulto más que le seguía el juego a su hija...

Cuando fueron las cinco, tuve que inyectarme la dosis de insulina y pensé entonces si le había comentado a la alcaldesa sobre mi "pequeño" problema con el azúcar. Bueno, sería cuidadoso. Supuse que ella tomaría de nuevo su máscara, aún más delante de su hija. Todo me parecía tan surrealista... Su hija y yo, el forastero, estábamos como "conspirando" contra su persona, y de mientras, ella nos estaba preparando la cena. Bien, pues tal y como acudí al ayuntamiento, fui a la casa Mills. Vestía una chaqueta azul de chándal, unos vaqueros y unas zapatillas un tanto desgastadas.

Me rasqué la cabeza algo nervioso cuando llegué a la casa, miré dubitativo la puerta y al final me decanté por tocar el timbre. Poco después, me encontré con la pequeña Paula abriéndome la puerta, vestida con un... Vale, tuve que contener la risa puesto que no me lo esperaba. Unos segundos de miradas de complicidad y después sonreí, metiéndome en un papel. Había tenido suerte que poco antes había podido hablar con ella, para informarle de todo aquello.

-Encantado Paula, yo soy Liam. Que guapa te ha dejado tu madre... -comenté bastante gracioso, esperando que la niña no se enfadase. Menos mal que me había acordado de traer un detalle. En una mano llevaba una pequeña cesta con dulces caseros de la pastelería de Storybrooke. Realmente la pastelera no me había preguntado para quienes eran y tampoco le iba a responder la pregunta-. Espero que te gusten los dulces, porque he traído unos cuantos, aunque claro, puedes comer siempre y cuando tu madre te dé permiso... -dije con un tono divertido mientras pasaba a la casa. Me dejé maravillar por su interior y me dejé guiar por Paula hasta el interior-. ¿Y puedo saber que ha preparado tu madre?

Amabilidad, ante todo, amabilidad.

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Mensaje por Siobhan R. Mills Dom Ago 12, 2012 12:18 pm

¿Qué quizá había sido un riesgo innecesario aquel de invitar a Liam a cenar en casa con Paula y conmigo? Podría ser, el caso es que era que no me iba a echar para atrás. No lo había conseguido Blancanieves, lo iba a conseguir un extraño que había aparecido de Dios sabía donde. El caso era que yo estaba casi segura de que era alguien de mi mundo. Alguien del mundo de los cuentos de hadas, alguien que se me había escapado de entre los dedos y lo peor es que no tenía ni la más remota idea de cómo.

¿De la misma manera que Lucy? Pudiera ser, el problema era que ni siquiera sabía como demonios habían salvado a Lucy de mi maldición. Posiblemente hubiesen acudido a la magia, hubiesen buscado alguna brecha de aquella maldición y la habían esquivado… Hasta tenía la ligera sospecha, por no decir prácticamente certera, de que Rumplestiltskin tenía algo que ver en todo aquello. Él mismo había esquivado los efectos de la maldición haciendo un trato conmigo.

Le odiaba, por su ingenio, por su inteligencia, por su forma de girar las situaciones y ponerlas a su favor, para llevarse siempre él, el beneficio de todas aquellas situaciones que en muchas ocasiones hasta el mismo provocaba. En aquello me hallaba pensando mientras miraba a través de la ventana, desde donde podía ver mi preciado manzano al que con tanto ahínco cuidaba.

La voz de Paula me sacó de mis cavilaciones y me hizo sonreír ligeramente – Tienes que estar decente. No querrás dar una mala imagen de ti, ¿no? – Le pregunté mientras me volvía hacía ella quitando mi atención de la comida que estaba preparando – Además, estás preciosa con ese vestido. No sé de que te quejas tanto… - Le dije mirándola de arriba abajo. Estaba siendo totalmente sincera en ese momento con la pequeña, al igual que era horriblemente sincera con ella cuando le decía que la quería. Por supuesto la quería y me importaba ella en todo el sentido de la palabra, por mucho que no dejara de decirme que era la Reina Malvada.

Ni siquiera me dio tiempo de responder a la pregunta de mi hija cuando sonó el timbre y prácticamente salió corriendo. Yo me lo tomé con más calma. Apagué el fuego y después fue cuando salí al pasillo de camino al recibidor. No es que llevara un vestido de aquellos que parecían hechos para que las famosas lo lucieran en la alfombra roja, pero tampoco iba como una pordiosera. Llevaba un simple pantalón de color oscuro con una blusa de seda de color azul marino que de alguna manera resaltaba el color de mis ojos.

- Buenas noches Liam – Le saludé con una sonrisa y aunque reparé en sus ropajes, mi expresión no cambió ni un ápice. Mis ojos habían captado la cesta que le había dado a Paula, con dulces de la pastelería de Savannah y Rebecca (no podía ser de otra persona…) al igual que mis oídos habían oído sus últimas palabras – No, no se puede saber – Volví a sonreír – He hablado con el Sr. Gold sobre tu pequeño problema en el hospital… - Apunté mientras hacia un gesto con una de mis manos para invitarle a pasar al comedor – Toma asiento… Estás en tu casa. – Dije aquello porque no quería parecer una persona arisca o desconfiada, aunque realmente lo fuera en cierto modo (desconfiada, al menos) - ¿Qué tal fue el trabajo? ¿Mucho trabajo? – Le pregunté y después volví la mirada a Paula - ¿Me ayudas con la mesa?

Estaba segura de que lo haría, aunque fuera para fastidiarme y de paso quedar bien ante Liam.
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Mensaje por Paula A. Mills Mar Ago 14, 2012 8:48 am

El haber pillado a Liam aguantandose la risa para no reirse de ella y su vestido ridículo no mejoraba las cosas. Ya se sentía suficientemente disfrazada sin su ayuda y sus comentarios de lo guapa que la había dejado su madre. Al menos no había creído que ella había escogido por voluntad propia ese atuendo... Le arrugó la nariz, pero se le olvidó casi de inmediato cuando él le tendió aquella cesta de dulces.

- ¡Me encantan los dulces! - exclamó tomando la cesta. Iba a coger ya uno de los maravillosos muffins del interior cuando oyó la voz de su madre justo a sus espaldas. La verdad, se sabía de memoria el discurso de "nada de dulces antes de las comidas principales", además que le habían encontrado un par de caries hacía unos meses y ahora tenía todo el azucar bastante más restringido. - Lo dejaré en la cocina, para luego... - dijo, fingiendo que el comer uno era algo que nunca le había pasado por la cabeza.

Oyó a su madre preguntarle a Liam por el trabajo. ¿En serio empezarían a hablar de eso y otros temas de mayores en los que no podría participar?

- ¿Donde trabajas, Liam? - preguntó volviendo a entrar en el comedor. Si tenía que fingir que no se había cruzado con él, lo haría bien, aunque los rumores que trabajaba como enfermero en el hospital circulaban por todo el pueblo a una velocidad impresionante. - Si tienes trabajo quiere decir que vas a quedarte un tiempo por aquí... ¿no?

Casi dio un saltito en su sitio cuando su madre le pidió que la ayudara con la mesa. Normalmente hubiera arrugado la nariz y hubiera empezado a quejarse por lo bajo, pero no iba a hacer eso delante de Liam. No iba a quedar como una niña malcriada. Fue directamente a la cocina y volvió con las copas que su madre había dejado preparadas. Ella no bebería vino, por supuesto, pero se negaba a ser la única en la mesa que no bebiera de una copa.

- ¿Que más traigo mamá? - dijo en un tono servicial que no era para nada el suyo... Pero una noche era una noche, ¿no?
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Mensaje por Liam D. Seery Miér Ago 15, 2012 7:55 am

La alcaldesa enseguida apareció antes de que la pequeña Paula me pudiera responder a la pregunta. Sonaba cordial, igual que la vez que había ido a su despacho. Pero, ¿qué podía esperar? ¿Que me abriera la puerta ella con su traje de bruja, con una sonrisa diabólica y con un puñal en la mano preparado para clavármelo en el corazón? De verdad era que estaba pensando en cosas demasiado absurdas. Sonreí amable y reí ligeramente.

-Solamente preguntaba porque tengo un ligero problema con el azúcar -quise quitarle importancia, ya que consideraba inoportuno soltar que era diabético así porque sí, teniendo en cuenta además que nunca había que soltar las debilidades de uno delante de un enemigo-. ¿Ha hablado con el Sr. Gold? ¿Y qué le ha dicho? -recordé que el señor Gold se ocupaba de la tienda de antigüedades además de poseer la propiedad de la mayoría del territorio de Storyrooke. En sí, era un peso pesado al que me tendría que enfrentar próximamente. Tosió levemente cuando Paula se metió en la conversación. Ella ya sabía lo principal sobre él, pero claro, debían fingir que era la primera vez que se veían y hablaban-. Trabajo en el hospital, de momento como enfermero temporal y... bueno, se puede decir que me quedaré una temporada sí -dije mientras miraba a la alcaldesa alzando las cejas y poniendo cara de circunstancia.

Entró al comedor y la verdad es que le sorprendió el gusto de Siobhan. Moderno, sencillo, con un toque clásico... Obviamente se había adecuado al estilo de este mundo, porque aquella era una casa normal como cualquier otra. Me resultó gracioso como Paula obedecía a su madre de una manera tan peculiar. No sabía muy bien por qué, pero suponía que en otra situación, Paula habría arrugado el morro, negándose a ayudar a su madre. Después de todo, ella conocía su verdadera persona. Habiéndome librado de la cesta con dulces, metí ambas manos en los bolsillos de mis vaqueros y me paré delante de la mesa. La verdad es que me encontraba terriblemente cansado tanto físicamente como psicológicamente. Aquellos turnos me estaban matando desde dentro.

-El trabajo es tan ajetreado como siempre... Con eso de que al parecer una de las enfermeras está embarazada y ha cogido la baja, andamos apurados de personal y los voluntarios no pueden hacer más para ayudarnos -expliqué mientras preguntaba con las manos donde me sentaba. Mientras tomaba asiento, me percaté de que sería mejor dejar de hablar del trabajo, ¡yo tenía muchísimos otros temas de conversación! Observé las copas que había traído Paula y volví a sonreír-. ¿Soléis invitar a mucha gente a vuestra casa? Porque dais la perfecta escena familiar -una escena que yo siempre había deseado y que nunca había tenido. Ciertamente, no era envidia lo que sentía, sino curiosidad.
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Mensaje por Siobhan R. Mills Miér Ago 22, 2012 12:47 pm

- Me ha dado largas. Típico en él – Contesté dibujando una mueca en mi rostro que en cierto modo demostraba lo poco que me agradaba en ocasiones aquel hombre – Eso y cobrar las rentas del alquiler es lo que mejor se le da – Además de crearme problemas y molestarme constantemente, pero claro, eso no era algo que fuera a decirle en aquel momento al joven Seery.

Dejé que Paula le hiciera aquellas preguntas sobre su trabajo, manteniéndome al margen y con una ligera sonrisa en los labios. Me vi transportada a mi propio pasado, por algún motivo mi mente había querido llevarme a aquella noche en la que le confíe mi más preciado secreto a aquella muchacha de ojos oscuros, a mi futura hijastra, a Blancanieves. Aún podía ver su palidez, los matices de sus ojos y el color oscuro de su cabello. Recuerdo perfectamente lo que le dije sobre el amor.

“El amor. El verdadero amor es mágico, no una magia cualquiera, es la más poderosa de todas” Y una parte de mí hoy día sigue pensando así, sigue creyendo en el amor verdadero a pesar de que se lo arrebataran injustamente y precisamente a través de la magia. La magia que luego empecé a usar yo, cegada por la ira, la rabia y la sed de venganza, muy a pesar de saber que la venganza no ayuda. No te devuelve nada. No te da la felicidad…

Miré a mi alrededor unos segundos, como si hubiese vuelto a conectar con el mundo real. Mi venganza personal contra Blancanieves me había llevado hasta allí, hasta ese preciso momento y a esa vida en la que yo creía que podía ser feliz. Simplemente intentaba que las cosas no se salieran de control y de alguna manera llenar el vacío que había en mi corazón. Un vacío que durante muchos años no había logrado llenar nunca. Fue en ese momento que volví a cerrar mi mano alrededor de aquel relicario como si de esa manera fuera a reconfortarme.

- Grace Sullivan – Dije de repente pasando mi mirada de los ojos de Paula a los de Liam unos segundos – Ya era realmente hora de que se cogiera la baja… - Sonreí afablemente y volví mi mirada hacia Paula. A esos ojos azules. Ojos azules que me recordaban a los de mi pequeña. La única vez que la ví y la tuve en brazos fue cuando nació y aún tenía los ojos del mismo color que los tenía Paula. Azules. Estaba segura de que de haber sobrevivido, seguiría teniendo los ojos de aquel color. Tanto Daniel como yo misma poseemos ojos azules. – Los platos, querida, yo ya me ocuparé de los cubiertos – Me imaginé por unos segundos que era ella. Que realmente era mi pequeña, pero no lo era. Nunca sabría que había sido de Emma.

Al menos me dejaron ponerle nombre…

- La mala administración del hospital supongo que tampoco ayuda – Seguí diciendo, continuando la conversación una vez recupere la compostura y pude volverme sin que pudiera ver esa brecha en mí. – De vez en cuando el señor Anderson…, y algún que otro habitante, pero habitualmente solo somos nosotras dos. – Volví a sonreír antes de dejar los cubiertos sobre la mesa – ¿Qué deseas beber?
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Mensaje por Paula A. Mills Dom Ago 26, 2012 3:36 am

Debería haberlo supuesto... Las cenas de mayores siempre eran cenas de mayores, por mucho que el invitado fuera Liam, quien el caía bien. Pero inevitablemente la conversación cambió a temas de mayores en los que ella, por mucho empeño que pusiera, no podía participar, básicamente porque no entendía nada.
Y era exactamente lo mismo que le sucedía siempre que el señor Anderson o cualquier otro iba a cenar. Durante los diez primeros minutos le prestaban atención, pero cuando su madre empezaba a hablar de cosas del trabajo, del ayuntamiento o de si este se iba a divorciar del otro ella simplemente tenía que desconectar.

Así que cuando quiso darse cuenta le estaba dando vueltas al trozo de melocotón que quedaba en su plato, mientras Liam y su madre hablaban de dios sabe que, igual que había sucedido a lo largo de toda la cena, en los que Paula había ido quedándose cada vez más callada hasta permanecer completamente en silencio desde el momento en que había traído el postre a la mesa.
Al final, cansada de ser un mueble más en el comedor, dejó el tenedor en el plato y se levantó de la mesa. Forzó una sonrisa cuando Liam y su madre se giraron a mirarla, interrumpiendo su conversación sobre dios sabe qué.

- Me voy a la cama. Mañana tengo que ir al cole. - fue todo lo que dijo, y después de desear buenas noches a ambos y darle un beso a su madre como sabía que le gustaba que hiciera, se encaminó escaleras arriba hacía su habitación.

Sin embargo las intenciones de Paula no eran tan inocentes como ponerse el pijama y meterse en la cama. Sí, se quitó el vestido, pero fue para enfundarse otra vez sus vaqueros desgastados y la camiseta vieja y descolorida que había llevado todo el día. Abrió la ventana de su habitación y haciendo equilibrios subió a la repisa para luego agarrarse a las ramas del manzano que su madre tenía plantado en el jardín, y que siempre le había servido para salir de su casa sin que Siobhan lo supiera.

¿Su destino? Pues iría a ver a Lucy. No tenía sueño y le apetecía pasar un rato con ella. Sabía que a su madre adoptiva no le gustaba que estuvieran juntas, por eso pretendía aprovechar que ella creía que estaba durmiendo para salir y estar un rato con ella. Seguramente Liam la tendría ocupada durante un rato más y podría ir y volver sin que nadie se diera cuenta de nada.

Se deslizó por el tronco del árbol y sus labios se curvaron en una sonrisa cuando posó los dos pies en el suelo, instantes antes de echar a correr hacía la verja que delimitaba el jardín de su casa.
Storybrooke era un pueblo tranquilo y por eso a esas horas las calles estaban casi vacías, pero aquello no era algo que fuera a detener. Paseó por las calles con las manos en los bolsillos hasta llegar al hostal. Phoebe, que estaba a punto de terminar su turno, le abrió la puerta, permitiéndole entrar.

No tardó en plantarse delante de la puerta de la habitación de Lucy y dar un par de golpes en la madera, esperando a que ella abriese. Cuando lo hizo le dedicó la mejor de sus sonrisas, aquella que ponía cuando intentaba que no le negaran algo.

- ¡Hola Lucy! Mi madre estaba teniendo una aburridisima cena de mayores y me aburría. ¿Puedo entrar un rato?
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Mensaje por Liam D. Seery Lun Ago 27, 2012 3:16 am

Me sentía bastante mal por no estar ayudando a poner la mesa, aunque claro yo no estaba acostumbrado a cenar en casas ajenas o a tener compañía mientras comía. Quizás en el hospital de Montreal, en los turnos de la comida podría haberme relacionado un poco más con el personal, pero sinceramente me daba lo mismo. Había veces en las que me sentaba con las enfermeras y me reía de las tonterías que soltaban, y otras veces sobre todo cuando me encontraba melancólico, me sentaba en la mesa más apartada. Suspiré. Cuando les había anunciado mi dimisión debido a aquella noche, muchos "lloraron" mi ida, pero en verdad jamás había pertenecido al hospital ni a ningún lugar en concreto. Así pues, subí a mi moto y me recorrí el país hasta regresar a aquel punto en concreto y después llegar a Storybrooke. Me había internado tanto en mi mundo que apenas escuché la respuesta de Siobhan, que me dijo que venía a veces un señor nosequé y otras personas.

-¿Cómo? Ah sí, pues un poco de vino me despejaría, pero no mucho que después tengo que ir a trabajar -respondí con una fingida sonrisa.

Poco a poco fue llegando la comida y yo fui elegiendo con cuidado lo que podía tomar o no. Daba algunos sorbos a la copa de vino mientras escuchaba a Siobhan hablando sobre distinta gente del pueblo, advirtiéndome sobre algunos, o "poniéndome al día". Realmente no entendía por qué lo hacía, pero tenía esa habilidad de desconectar de cualquier conversación y que pareciera todo lo contrario, que estaba interesado en sus palabras. Al final, dio un giro a la conversación, preguntándome sobre Montreal, sobre mi familia... Le conté medias verdades, medias mentiras y salí al paso, concentrándome en las cosas que sí que podía contar para que pareciera un hombre normal. Asentía, hablaba con un tono bastante simpático y me di cuenta de que casi me había olvidado de con quién estaba charlando de esa manera. Pestañeé varias veces debido a ese lapsus y justo en ese momento, Paula se levantó de la mesa anunciando que se iba a la cama. Sonreí abiertamente.

-Descansa Paula. Aprende mucho mañana y lo siento por haberte aburrido tanto -solté sin ningún ánimo de ofender. Yo también había sido un crío y recordaba aquella sensación de no sentirse en su lugar, además que habíamos asaltado un par de temas en los que ella no había podido participar. Sabía que algo iba a hacer y para anda se iba a ir a la cama, ¿qué niño de ocho años se iba a dormir por voluntad propia? Quizás algunos, pero Paula no. Algo tramaba, pero tampoco podía levantarme de la mesa para interrogarla sobre sus planes.

Me quedé callado hasta que Paula subió las escaleras y ya estaba en su habitación. Miré a Siobhan, sintiéndome un poco incómodo sin la presencia de su hija adoptiva y carraspeé levemente. Me levanté de la silla yo también y comencé a recoger los platos que había utilizado y los de Paula, le dije con una mano que no iba a poder impedírmelo. Era un invitado, pero era una persona educada y ante todo guardaba las apariencias. Me dirigí hacia la cocina para dejar los platos en el fregadero y me topé repentinamente con la mujer rubia, pegándome un pequeño susto que provocó que los platos que ella llevaba cayeran. Respiré profundamente y la miré para disculparme por lo sucedido (quería romper la maldición, no eso). Pero algo se me pasó por la cabeza que me impulsó a acercarme más a ella pisando los platos rotos, posar las manos en sus mejillas y besarla con demasiada intensidad. Menos mal que no había bebido de más.
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Mensaje por Siobhan R. Mills Lun Ago 27, 2012 9:32 am

Por supuesto que en ese tipo de cena se acababa hablando de temas que los más pequeños nunca llegaban a entender. Yo misma había pasado por aquello y no podía hacer lo que Paula hizo en aquellos momentos. No, para una niña de buena cuna el irse de la mesa aunque fuera despidiéndose amablemente de los comensales, no era lo correcto. A mí me había tocado aguantarme todas aquellas cenas largas y aburridas, esperando a que mis padres fueran los que me ordenaran retirarme a mis aposentos.

Volví la mirada hacia Paula en el mismo instante en que oí su vocecita diciendo que se iba a la cama. Le sonreí afablemente y no porque hubiera alguien delante, simplemente por mucho que ella se quejara, yo nunca había sido una mala madre… La había querido, quizá no de la misma manera que hubiese querido a Emma, ni de la misma manera que quería a Lena quien también era como una hija para mí, pero la quería: era mi hija.

- Buenas noches Paula – Le dije justo antes de que me diera aquel beso en la mejilla que no dude en devolverle. La seguí con la mirada hasta que desapareció de mi vista y solo volví a ponerla en Liam cuando le oí carraspear. Fruncí el entrecejo ligeramente desconcertada y luego no pude evitar sorprenderme ante los movimientos del enfermero – No hace falta… - Pero aquel gesto que me hizo con la mano hizo que me detuviera en el acto. Le observé y sin darme cuenta de lo que hacía sonreí. Aquello me recordaba a un momento en concreto…

- Las damas no deben ensuciarse, ¿qué no lo sabías, Shiv? – Me arrancó una sonrisa al tiempo que se acercaba a mí y me robaba un beso de los labios. Una sonrisa se formó durante eso beso y no pude evitar reír ligeramente. Era la primera vez que alguien me trataba de aquella manera, con cariño y sin estar bajo el yugo de un padre que tenía algún derecho sobre mí y mi vida.

- No, no lo sabía – Respondí mientras seguía sus pasos hasta su pequeña cocina. Les había dicho a mi padres que me iba a dar una vuelta sin decirles que mi destino era la casa del joven del establo, aquel que me había robado el corazón desde el primer momento en que le vi. Desde ese momento había creído en el amor a primera vista.

Me levanté de la silla de madera (algo destartalada) en la que me encontraba sentada y fui tras él pasando mis brazos por su cuello y abrazándole apretando mi pecho contra su espalda, de manera que mi cabeza quedó apoyada en uno de sus hombros – Me gustaría envejecer… con esta vista – Dije posando mis ojos azules en el atardecer que podía ver a través de la ventana – Contigo…


Aquella noche también me levanté de la silla, pero en aquella ocasión llevaba mi plato y la fuente donde había estado la comida antes de ser servida entre mis manos, y no era Daniel el que estaba en la cocina, ni con quien me tope al entrar de una forma tan sorpresiva que no pude evitar soltar los platos de la sorpresa y que estos cayeran a mis pies haciéndose añicos. Bajé la mirada unos segundos viendo el destrozo antes de encontrarme con la mirada de él – No pasa nada… Solo son platos. – Eso podía “arreglarse” muy al contrario que un corazón roto. Bien lo sabía yo.

Escuché los platos crujir bajo sus pies mientras le notaba acercarse hasta mí. Podría haberme apartado perfectamente, haberme movido unos cuantos pasos hacía atrás, rechazando esa cercanía, pero había algo que me hizo quedarme donde estaba, como si hubiese una fuerza magnética que me invitase a no moverme a dejar que se acercase hasta mí.

Sentí sus manos sobre sus mejillas. Mantuve mi mirada en la suya y aunque me lo esperaba, aunque una parte de mí decía que ese iba a ser su siguiente movimiento, no me esperaba aquella intensidad en el joven forastero. ¿Cuánto hacía que no me besaban de esa manera? ¿Cuánto hacía que alguien lograba hacerme arder de una forma tan placentera por dentro? Me deje llevar sin pensármelo dos veces. Yo, que era una mente pensante, de esas personas que lo tenían todo estructurado, que siempre tenían en cuenta las consecuencias de lo que hacía. Una mente fría.

En ese momento simplemente perdí el control de ella, como si hubiese vuelto a años atrás. Mis manos acabaron en su rostro mientras notaba su aliento contra mi rostro cuando nos separamos y aunque durante unos segundos mis labios se limitaron a permanecer a milímetros de los de él, no tardaron en volver a buscar los suyos con cierta urgencia, mientras mis pies se movían por el suelo, caminando hacía atrás, llevándome su cuerpo conmigo hasta que mi espalda se encontró con la encimera de la cocina.
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Mensaje por Liam D. Seery Mar Ago 28, 2012 9:18 am

Era esa maldita atracción que había sentido desde aquella vez que había hablado con ella en su despacho, esa maldita atracción me había obligado a acercarme a ella, a besarla como si no hubiera mañana y a sentir el tacto de sus suaves mejillas. ¿Suaves? Un momento, las esperaba imperfectas, arrugadas, con patas de gallo en sus ojos. Pero me había encontrado con algo completamente contrario. Puede ser que mi odio me hubiera cegado, que intentara ver las cosas que no eran, pero ella me había arrebatado toda mi felicidad justo cuando la había conseguido al fin, después de tanto esfuerzo. No quería comprender sus motivos, yo era demasiado pequeño cuando la guerra estalló, simplemente me habían mandado una misión y había fallado. Pensé... Pensé en muchas cosas, demasiadas, tantas que incluso pensaba que la cabeza me iba a estallar. Y fue entonces cuando decidí dejar de pensar definitivamente.

Sentí sus manos en mi rostro y nunca me había imaginado que un contacto con otra persona pudiera gustarme tanto. Inspiraba y espiraba, algo intranquilo, cuando nos separamos, cuando en teoría nos teníamos que plantear lo que estábamos haciendo. Podría ser que Siobhan se separara definitivamente de mí, lo que me haría volver a pensar y salir de su casa. Pero no. Volvió a besarme con la misma insistencia, me estaba regresando aquel beso. Comenzó a caminar hacia atrás, llevándome con ella porque no quería separarme de sus labios. Finalmente, sus pies pararon a causa de la encimera, pero a eso se le podía encontrar fácil solución. Mis manos primero se deleitaron bajando por sus hombros, acariciando los contornos de su cuerpo, para al final parar en su trasero.

Así me mantuve en un corto tiempo, hasta que decidí subirla a la encimera para que se sentara, para tenerla en una mejor posición. Me aparté de sus labios para abrirle las piernas y meterme entre ellas, para tener a Siobhan más cerca de mi cuerpo, más cerca de mis instintos. Volví a besarla, notando su cuerpo contra el mío y pasé una mano por su pelo rubio, con la intención de que echara la cabeza hacia atrás y así poder atacarle la garganta. Mis labios se separaron de los suyos para ir bajando por el mentón y finalmente a su garganta, su suave garganta. Con pasión la ataqué en ese punto esperando hacerla estremecer mientras colocaba mis manos sobre sus rodillas para luego ir subiendo por sus muslos. Noté el tacto de sus pantalones en mis manos, y le acaricié con insistencia, también esperando alguna reacción por su parte.

Me separé de su cuello solamente para mirar aquellos ojos tan fríos, que tanto odio en mí causaban pero que tanto me atraían al mismo tiempo. Estaba tan confuso, con tantos sentimientos enfrentados, que ni siquiera mostré una sonrisa juguetona (como habría hecho en cualquier otro caso) cuando le desabroché el botón del pantalón.
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Mensaje por Lucy A. Roberts Mar Ago 28, 2012 9:33 am

Spoiler:

Aunque llevaba pocos días allí, su día a día se había vuelto más bien rutinario; por la mañana bajaba a Granny's a desayunar, se daba un paseo por el pueblo e intentaba averiguar como era la alcaldesa, para poder hacerse una idea de por qué Paula estaba empeñada en que era una bruja malvada; pero aquello era bastante difícil, pues por mucho que cotilleasen los habitantes de aquel pueblo entre ellos, a los extranjeros no les soltaban ninguna prenda. Pero todavía no había escuchado nada que hiciera ver que la alcaldesa era mala o cruel, los ciudadanos estaban contentos con ella, y el pueblo parecía ir bien. Después, comía algo de nuevo en Granny's y, por la tarde, solía ir a dar una vuelta con Paula y hablaban de la Operación Cobra, aunque Lucy trataba de desviar la conversación preguntandole cosas como, "¿Que tal en clase?" o "¿Has aprendido algo nuevo hoy?", pero Paula siempre se las apañaba para volver al tema inicial, o al que a ella le interesaba. Estaba empezando a plantearse seriamente el buscar un trabajo allí, y puede que un apartamento en alquiler, pues le daba la impresión de que se tiraría allí una temporada. Había hablado con su jefe largo y tendido aquella mañana, y la había dicho que tenía una semana para volver si no quería perder su trabajo; pero Lucy estaba segura de que una semana se le quedaba corto para asegurarse de que Paula estaría bien, por lo que ya se daba por despedida.

Para colmo, después de pasarse la mañana al teléfono, no pudo pasar la tarde con Paula, pues su madre tenía un invitado para cenar y tenía que estar en casa, por lo que por la tarde estuvo mirando las ofertas de pisos y trabajos en el periódico, pero con lo mal que hablaba de ella la gente del pueblo, dudaba que nadie la contratase o alquilase un piso, aún así, ella iba a intentarlo. Además, no podía odiarla todo el mundo sin ni si quiera conocerla, ¿no? Puede que hubiese alguna vacante en el periódico local, también podía trabajar en alguna tienda como dependienta o como secretaría para alguien. Al fin y al cabo, era una adicta al trabajo, o por lo menos a su próximamente antiguo trabajo, por lo que se adaptaría a lo que fuera con tal de ganar algo de dinero, pues sus ahorros estaban bajando considerablemente desde que no hacía más que gastar sin que hubiera ningún ingreso.

Por la noche, había subido un sandwich y un bote de helado a su habitación y, tras ponerse el pijama y comerse el sandwich, se había sentado en la cama de piernas cruzadas -a lo indio- y había abierto el periódico por la sección de ofertas de empleo, mientras repasaba aquellas que había redondeado aquella tarde, con el helado en una mano y una cuchara sopera en la otra. El helado era su forma de decir "he perdido el mejor trabajo de mi vida y estoy hecha una mierda, pero con helado todo entra mejor". Lucy no era de las que hacían denotar demasiado sus emociones, ya que siempre había estado sola y nunca había necesitado que nadie supiera cual era su estado de ánimo; además, aquello era algo que solo tenía que ver con ella, así que no le veía sentido a que los demás se enterasen. Sí alguien observara aquella escena desde fuera, no verían a una chica abatida por haber perdido su empleo, sino a una chica concentrada y positiva en busca de un nuevo trabajo.

De pronto, escuchó dos golpes en la puerta de su habitación, algo que la extrañó muchísimo, ¿quien sería a aquellas horas? Dejó el helado en el suelo al lado de la cama y se levantó de ésta, para acercarse y abrir la puerta mientras chupaba los restos de helado de la cuchara. Cuando vio a Paula allí de pies con cara de no haber roto un plato en su vida, se le cayó la cuchara al suelo. - ¿Pero tienes idea de que hora es? - dijo preocupada, pues su casa no quedaba precisamente cerca del hostal. Además, supuso, o más bien, sabía que su madre no tenía ni idea de que su hija estaba allí, aún así, se hizo a un lado, le resultaba bastante difícil decirle que no a aquella chiquilla. -Pasa, pero solo un rato. Luego te llevaré de vuelta a tu casa, ¿vale? - dijo haciéndose a un lado, para después recoger la cuchara del suelo. Esperó a que Paula entrara para cerrar la puerta y se dirigió al baño para lavar la cuchara, pues no tenía más que esa, que se la había pedido prestada a la camarera de Granny's. - ¿Te apetece un poco de helado? - le preguntó saliendo del baño, tras haber secado la cuchara con la toalla y haber recogido el helado de al lado de la cama. Recordó entonces que tenía el periódico abierto por la sección de ofertas de empleo, y esperaba que Paula no lo hubiera visto, pues no quería que se hiciera ilusiones.
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Mensaje por Siobhan R. Mills Mar Ago 28, 2012 1:04 pm

¿Conoces esa sensación de saber que estas haciendo algo incorrecto y no poder evitarlo? Así me sentía yo en aquellos momentos. Sabía que había ido hasta Storybrooke por alguna razón, que tenía un objetivo en mente y algo dentro de mí me decía que era algo contra mí. ¿Por qué iban a aparecer de repente dos forasteros si no era para…? Por eso mismo sabía que debería haberlo apartado, que ni tan siquiera debería haberle respondido a aquel beso de la manera en como lo hice, pero simplemente lo hice. En esos momentos la Siobhan pensante había sido sustituida por la Siobhan impulsiva e incluso una Siobhan cálida que solo habían conocido unas pocas personas hasta ese momento.

Fue extraño, pues aunque había mantenido relaciones con algún que otro habitante de Storybrooke, siempre había sido algo planeado de antemano, algo que yo sabía que podía controlar. Liam se escapaba de mi control y era precisamente eso lo que en esos momentos me excitaba, el no tener ningún control sobre su persona. Además, nadie me había hecho sentir de aquella manera, como si volviera a ser joven, sin ninguna preocupación más que el sentirse plena y satisfecha. Se podría decir que me había hecho bajar la guardia de manera peligrosa.

Me parecía increíble que la persona que menos me esperaba me hiciera sentir aquello. El simple hecho de que sus manos recorrieran mi cuerpo entero deleitándose con mis contornos consiguió que me estremeciera y una corriente “mágica” me recorrió la espina dorsal. Noté la facilidad con la que me levantaba y me subía sobre la encimera y una sonrisa totalmente involuntaria se formó en mis labios. No opuse resistencia alguna cuando movió mis piernas o cuando me volvió a besar, simplemente me limité a disfrutar de ello.

Notaba sus labios recorrerme el mentón y su cálido aliento contra mi garganta segundos antes de que atacase aquella zona haciendo que mis manos que ahora se encontraban en su espalda agarrasen su camiseta entre sus dedos. Pude sentir el tacto áspero de la misma en comparación con el tacto de la suave seda contra mi piel de mi propia blusa. Volví a encontrarme con aquellos ojos que tan distintos eran a los de él y aún así tanto me los recordaran y el corazón me dio un ligero vuelco. Por supuesto que fui totalmente consciente de su movimiento. – Liam… - Mi voz sonó ligeramente ronca y me costó contenerme para no volver a inclinarme y besarle. El sentido común había vuelto a mi cabeza.

¿En la cocina? ¿En serio?

Posé una de las manos sobre su pecho apartándolo con delicadeza (sí, yo también puedo ser delicada) y bajándome de la encimera, quedando otra vez a escasos centímetros de él. ¿Y si le daba por bajar a por un vaso de agua? Miré a Liam antes de virar ligeramente los ojos hacia arriba, una explicación silenciosa. Siempre había sido discreta con Paula y eso no iba a cambiar. Busqué una de sus manos con la mía y le conduje hasta el despacho, porque ni loca iba a subir con Paula recién acostada. Tenía dos dedos de frente.

Una vez dentro le ataqué con la misma vehemencia y urgencia como había hecho en la cocina hacía unos minutos. Volví a perder la cabeza, como si en ese momento solo existiéramos nosotros dos. Volví a perderme en aquel descontrol. Mientras le besaba me desabroché unos cuantos botones de la camisa, una invitación a que terminarse el trabajo si quería… Me daba igual todo ya, incluso si me empotraba y me hacía total y completamente suya, porque una parte de mí lo deseaba con desesperación. Le deseaba con desesperación… Y mientras esos pensamientos inundaban mi cabeza, mis manos viajaron por debajo de su camiseta, explorando su cuerpo, acariciándolo, pero no por encima de la tela como él había hecho conmigo. No, yo había ido más allá.
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Mensaje por Liam D. Seery Miér Ago 29, 2012 11:18 pm

Pronunció mi nombre, y aquello hizo que me detuviese por completo, como si un escudo mágico se hubiera levantado a su alrededor. Pero eso no podía ser, allí la única que podía proporcionar magia era Lucy, puesto que era la elegida. No, simplemente mi cuerpo había reaccionado de esa manera, no me esperaba eso, para nada. Noté sus manos sobre mi pecho, las cuales me apartaron y yo me moví de tal modo. La miré sin expresión alguna, quizás con una pizca de confusión ya que parecía que ella disfrutando tanto como yo. ¿Ahora sería cuando me echase de su casa? Lo más probable. Yo era un desconocido que había llegado a su pueblo, yo salía de sus planes y seguramente lo último que ella querría sería hacer aquello conmigo. Tampoco me afectaría de un modo escalofriante, sabía aceptar los rechazos (no es que me hubieran rechazado mucho en esta vida) y así seguramente volvería a ser quien era realmente. Pero la atracción era inevitable, ese deseo de sentir su cuerpo rozar contra el mío.

Respiré profundamente y seguí su mirada para girarme y encontrarme con las escaleras que conducían al piso de arriba. Paula. ¿En qué diablos estaba pensando? ¿Por qué me estaba comportando de esta manera? Le había pedido a la niña que confiara en mí, que yo sabía de la existencia de la maldición y aún así... Estaba con la bruja. Sin embargo, en cuanto cogió su manos y la estrechó contra la mía, me dejé conducir hasta su despacho. Ella no quería acabar con lo que había empezado, algo que me produjo una sensación bastante agradable. Y cuando llegamos allí, volvió a besarme y enseguida nos pusimos en el tema otra vez. Me fijé en que ella se estaba desabrochando algunos botones de su camisa y sabía que ya no podría parar nada de todo aquello, que ya estaba completamente perdido.

Sentí un leve escalofrío cuando sus suaves manos recorrieron mi espalda, mi torso... Y viendo que la prenda de ropa ya estaba molestando, me la quité con mucho brio, lanzándola a cualquier lugar del despacho para después hacer lo mismo con su camisa (ya me había ahorrado trabajo). Me quedé mirando su cuerpo, como si lo estuviera contemplando. Mi mano acarició su cintura, saboreó su tripa, ascendió por sus pecho y en un instante, paró alrededor de su cuello, pero no, después continuó para llegar hasta su mejilla y volver a unir nuestros labios. Los jadeos se perdían en los besos que compartíamos y mientras la fui dirigiendo hacia una pared, un simple punto de apoyo. Cuando llegamos hasta allí, volví a concentrarme en sus pantalones hasta que al final se los bajé hasta los tobillos. La miré desde ahí abajo y comencé a besarle las piernas, subiendo hasta los muslos y acabar en sus labios, no sin antes dejar una mano por la zona de sus bragas para apreciar lo que escondían.

Junté al máximo nuestros cuerpos y respiré profundamente.
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Mensaje por Paula A. Mills Jue Ago 30, 2012 2:29 am

Cuando Lucy la invitó a pasar, Paula sonrió con satisfacción porque por unos instantes pensó que no la dejaría pasar o que la mandaría de nuevo a casa. Pero evidentemente Lucy era guay y no hacía esas cosas.

- Ya sé que es un poco tarde, pero no tenía sueño... Pero sí, sólo me quedaré un rato. - dijo feliz sentándose en el sofá. - Y me puedes acompañar a casa si quieres... Pero tendré que entrar por la ventana, porque tecnicamente... mi madre no sabe que he salido. - se encogió de hombros y puso su sonrisa de niña buena, aquella que la hacía parecer como si nunca hubiera hecho nada malo. - ¡Me encanta el helado! ¿De que sabor es? Mi preferido es el de chocolate.

Mientras ella iba a lavar la cuchara que se le había caído al llegar ella, aprovechó para curiosear por los alrededores, y sus ojos no tardaron en posarse sobre el periódico abierto por la sección de empleo. Y para cuando Lucy volvió Paula estaba sonriendo ampliamente.

- ¿Buscas trabajo? ¡Yo puedo ayudarte si quieres! Conozco a Lucas, que es muy rico y seguro tiene algún trabajo para ti. Y podrías buscarte un lugar para vivir. Aquí en el hostal tiene que ser un poco incómodo... ¿no?

Claro que estaba emocionada. Si Lucy se quedaba en Storybrooke todo seria perfecto. La maldición se rompería y luego podrían ser una família. Y ya no tendría que vivir con Siobhan. Por fin las cosas parecían ir bien, e irían bien para todos los habitantes de Storybrooke, que llevaban años atrapados sin ser felices.

- ¡Seria genial que te quedaras! Tendriamos todo el tiempo del mundo para la Operación Cobra y de planear como romper la maldición. Y te presentaría a mis amigos, que seguro que te caerían bien. Que hablando de la Operación Cobra tengo muuuuuuchas más sospechas. Creo que sé quién es Blancanieves.

Seguramente estaba hablando más de la cuenta, pero cuando estaba emocionada hablaba, hablaba y hablaba sin parar, y costaba horrores detenerla cuando se perdía en su propia fantasía de como serían las cosas a partir de ahora...
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Mensaje por Siobhan R. Mills Jue Ago 30, 2012 12:27 pm

Cualquiera diría que me estaba leyendo el pensamiento, puesto que mi espalda acabó encontrándose con la pared más cercana. Vueltas, la cabeza me daba vueltas. Sentía un mareo agradable mezcla de todo lo que estaba sintiendo en aquellos momentos. Daba la sensación de que mi cuerpo no era capaz de mantener todo aquello en su interior, como si en cualquier momento fuese a estallar. Estaba perdiendo lentamente la consciencia de todo, como si todo mi entorno se estuviese difuminando, desapareciendo. Aquello se estaba convirtiendo en un momento en el que solo existíamos nosotros dos.

Él y yo.

Era capaz hasta de olvidar dónde y por qué estaba en aquel lugar, que me había llevado a recurrir a aquella maldición, incluso de olvidar quién era. Un ligero olor a lavanda acudió a mi mente, mezclado con olor a madera... Esa era mi felicidad. Me separé unos instantes de él, de sus labios, al tiempo que sacaba mis pies de los pantalones que me había quitado con anterioridad, antes de viajar con sus labios por mis piernas. Le miré a los ojos unos segundos, sin mi frialdad habitual y me pregunté si podría ser mi felicidad. Por primera vez en muchos años me sentía como aquellas veces, sin control alguno sobre la situación, sin pararme realmente a pensar y dejándome llevar solamente por aquello que deseaba en ese preciso momento.

Y le deseaba a él, más de lo que había deseado a nadie desde que mi padre acabase con la vida de Daniel.

Tenerle allí donde le tenía en esos momentos, tan cerca de mí, sentirle tan cerca era precisamente lo que había estado esperando... Parecía hasta una locura que precisamente la persona de quién menos me tendría que fiar de todo el pueblo fuese precisamente la persona que me estaba causando toda aquella confusión de sentimientos y recuerdos en mi cabeza, pero lo hacía de una forma agradable y placentera. Quizá estaba bajando demasiado la guardia, pero mantenerla siempre en alto era realmente agotador... Ese magnetismo que nos rodeaba era simplemente arrollador, no me dejaba pensar en las consecuencias, simplemente vivía el momento.

Vivía el momento de la misma manera como lo había vivido con Daniel años atrás. ¿Qué importaba el mañana si teníamos ese momento? Vivimos el momento sin que absolutamente nadie pudiera impedirlo y me sentí..., pues más satisfecha de lo que me había sentido años atrás. Le observé unos segundos a través de mi melena rubia que había acabado suelta y cayendo sobre mis hombros, totalmente despeinada sin que me importase lo más mínimo. Seguía teniendo el pulso acelerado y aquella placentera sensación recorriéndome el cuerpo. Le sonreí unos segundos antes de acercarme hasta él para robarle un último beso – Deberíamos despedirnos si no quieres llegar tarde al trabajo... - Decidí abrocharme la camisa y después me puse el pantalón con tranquilidad.

Si... Yo había echado aquella maldición para que nadie en aquel pueblo fuese feliz, para que los finales felices dejaran de existir y ser yo la única con ese final feliz pero acababa de descubrir que no había logrado mi objetivo, seguía sin tener un final feliz. Seguía sin sentir aquel fuego que sentía cuando había estado con Daniel y creía... o quizá había creído que nadie sería capaz de emularlo, que nadie podría jamás volver a hacerme sentir aquello. ¿Estaba equivocada?

Lo único que yo quería era que sufrieran una mínima parte de lo que yo había sufrido, en especial ella que no solo me había arrebatado lo que más quería en el mundo, sino que también había impedido que Emma tuviese una vida junto a mí, me había destrozado la vida entera y yo quería que entendiera lo que se sentía, porque después de eso yo no había vuelto a ser feliz. Había permanecido el resto de mis días con un oscuro agujero dentro de mí que solo la venganza parecía poder llenar. Estaba claro que los secretos simplemente acababan destrozando a las personas implicadas en el mismo...

Me detuve en la puerta de entrada, apoyándome contra el marco mientras se despedía de mí y caminaba por el camino de tierra. Me percaté de que la verja estaba ligeramente abierta y fruncí el ceño unos momentos. Juraría que la había dejado abierta, pero claro, él había sido la última persona que había entrado y era posible que la hubiese dejado abierta, ¿no? Cerré la puerta sin volver a mirarle y decidí subir a ver a Paula. Me mordí el labio inferior recordando mi impulsividad y que por un momento había olvidado que mi hija estaba allí.

Empujé con suavidad la puerta del cuarto de la niña con una ligera sonrisa que se borró en el momento en que la cama vacía de la pequeña entró en mi campo visual. Entré en el interior, como si quisiera corroborar de verdad ese hecho y una brisa de aire frío proveniente del exterior agitó mis cabellos que permanecían sueltos. Mis ojos azules fueron a parar a la ventana abierta... ¡Abierta! Se me encogió el estómago recordando la tarde en que Paula había desaparecido y había aparecido horas más tarde en compañía de Lucy, su madre biológica.

Fue la primera vez en años que sentí miedo, miedo de perderla. Ni siquiera había pensado en la maldición, solo en el hecho de que la mujer que la había dejado abandonada hacia ocho años había aparecido y podría quitarme a mi hija. No sabía si sería capaz de pasar otra vez por aquello, recordaba demasiado bien el dolor y la tristeza, las ganas de morir que había sentido al entregar a mi pequeña.

Pensar. Tenía que pensar. Volví sobre mis pasos hasta el pasillo para luego dirigirme a mi dormitorio. ¿Dónde había dejado...? Tan pronto como me hice aquella pregunta vi mi bolso y lo alcancé con una de las manos. Escaleras abajo, abrir la puerta principal y salir, pero con los nervios y la histeria que sentía que se estaba apoderando de mí, mi cuerpo se volvió ligeramente torpe y de alguna manera el bolso acabo en el suelo desparramándose todo lo que había en su interior al suelo. Cualquiera que me viera en esos momentos vería a una mujer muy diferente a como solía ser, a alguien incluso vulnerable... Mascullé una maldición entre dientes mientras recogía de forma desordenada y rápida todo lo que había caído en el suelo y lo metía de vuelta de cualquier manera.

Ironías de la vida que hubiese llegado a querer tantísimo a la nieta de la persona que tanto me había arrebatado.

Al levantar la mirada, me encontré con que aún estaba allí y se me había quedado mirando al parecer. Me mantuve unos segundos callada con la vista fija en él antes de levantarme y caminar con cierta prisa hasta donde estaba – No está – Dije atropelladamente. Respiré profundamente e intente calmarme (cosa difícil, ¿qué madre aunque sea la bruja malvada supuestamente sin sentimientos se mantiene tranquila en una situación así? - Paula, no está. Se ha ido, tengo que ir a buscarla... Ni siquiera se por donde empezar... - O quizá si que lo sabía... Seguramente se habría ido donde estaba ella, lo que conseguía que en mi interior se mezclaran sentimientos completamente opuestos: preocupación y rabia. Rabia porque la prefería a ella. A ella que nunca había hecho nada, que no la había acunado, no se había pasado la noche en vela cuando estaba enferma y muchas otras cosas que solo yo había hecho por la pequeña...
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Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam] Empty Re: Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam]

Mensaje por Lucy A. Roberts Vie Ago 31, 2012 11:50 am

No le pasó desapercibida la sonrisa de satisfacción que iluminó la cara de Paula cuando la dejó entrar, seguramente, por un segundo, la niña había pensado que, tal vez, Lucy la llevaría de vuelta a casa en cuanto la viera, pero no estaba precisamente de humor para aquello, aquel día parecía que se hubiera levantado con el pie izquierdo y sabía que le vendría bien pasar un rato con Paula para despejar su cabeza.

- Sabes que tu madre nos va a matar como se entere, ¿verdad? - la dijo suspirando, pues ya se había imaginado que Siobhan no sabría nada de aquello, al fin y al cabo, si se lo hubiera dicho no la habría dejado ir a donde Lucy, por dos razones: la primera, la hora que era, y la segunda, que iba a estar con ella. Por alguna razón, a la alcaldesa no le hacia ninguna gracia que Paula pasase tiempo con Lucy, aunque ella no sabía exactamente por qué, pues le había dejado claro a Siobhan que no había ido allí para llevarse a Paula, lo había hecho para asegurarse de que ésta estaba bien, y por que ella había sido la que había ido en su busca. - Espera, ¿por la ventana? Pero si tu habitación está en el primer piso... Ay, dios mio, ¿por donde has bajado? - preguntó alarmada, aquella pequeña era capaz de cualquier cosa por escaparse un rato del lado de su madre e ir a ver a Lucy, algo que a veces la preocupaba. Esperaba que hubiera salido a escondidas por la puerta principal, aunque cuando la oyó decir que luego tendría que entrar por la ventana, aquella esperanza se desvaneció. -No me gusta que andes escalando por la fachada, ¿y si te caes? - dijo mirándola fijamente, pues sabía que los niños no eran tan conscientes del riesgo como los adultos, aunque no todos tuvieran aquella percepción del peligro. El tema del helado la hizo relajarse un poco y sonrió ante el entusiasmo de la pequeña. -Es de brownie con nueces. Seguro que te gusta, espera que lave la cuchara. - dicho esto, se metió en el baño para limpiarla.

No tardó demasiado, al fin y al cabo, la cuchara no necesitaba más que un remojón, por lo que no tardó en estar de vuelta en la habitación con Paula. Fue entonces cuando recordó lo del periódico, pero al ver la expresión de Paula, sabía que ya era demasiado tarde. - Paula, no te emociones demasiado. Solo busco un trabajo temporal, para sacar algo de dinero hasta que me vaya... No quiero que te hagas demasiadas ilusiones, ¿vale? - dijo acercándose a ella y agachándose para quedar a su nivel. Sabía lo contenta que estaba por que Lucy estuviera allí, algo que no llegaba a entender pero que en cierto modo, la aliviaba, pues pensaba que si algún día su hija la encontraba, sería para reprocharle el hecho de haberla dado en adopción. - Sí, la verdad es que no es demasiado cómodo... Pero no creo que me quede mucho más, si no vuelvo a la ciudad me quedaré sin el trabajo que tenía allí. - le explicó a Paula, esperando que lo entendiera. Para Lucy, su trabajo había sido su vida, pues había sido lo único que había tenido durante mucho tiempo.

Cuando mencionó que creía saber quien era Blancanieves, por alguna razón, su curiosidad se prendió; según las historias de Paula, ella era hija de Blancanieves y el principe James, aunque ella no creía en aquello, aún así, sentía curiosidad por quien creía Paula que era su abuela. El entusiasmo y la alegría de Paula la daban ganas de quedarse, pero sabía que no podía, que no era justo, no tenía derecho a irrumpir así de golpe en la vida de una familia, y en el fondo lo sabía. Miro a Paula fijamente a los ojos, intentando comprender de donde sacaba aquel tipo de admiración hacía ella, pues Lucy era una chica la mar de corriente, que no había conseguido tampoco mucho en la vida. -Pero mientras esté aquí, te ayudaré con la Operación Cobra, y estaré encantada de conocer a tus amigos. - dijo sonriente, quizás con la intención de aplacar un poco la noticia de que tarde o temprano se marcharía de Storybrooke.

No le apetecía demasiado hablar sobre la maldición en aquel momento así que se dirigió a su cama y se subió a ella, sentándose como había estado antes de la llegada de Paula. Todavía tenía el helado y la cuchara en la mano, y, sentada frente al periódico, le hizo una seña para que fuera a sentarse con ella. - No sé si quiero aprovecharme de tus contactos para conseguir un trabajo... - dijo intentando bromear un poco, aunque estaba algo oxidada, a decir verdad, eran pocas las veces en las que Lucy había bromeado con algo y aquello no era para nada su fuerte. - Mira, he marcado estos como posibles empleos. - dijo señalando los diferentes empleos que había redondeado. La mayoría eran de secretaria, de becaria o cosas por el estilo, pues toda la experiencia que tenía era en una oficina, aunque fuera de periodista, también sabía como funcionaban el resto de los cargos en una oficina. A parte, había unos cuantos subrayados, aunque esos eran la segunda opción, por si no conseguía nada en los otros, y los subrayados eran mayormente como dependienta en alguna tienda.

La curiosidad pudo con ella y, mirando a Paula de reojo en un par de ocasiones, por fin se atrevió a formular la pregunta. - Entonces, ¿quien crees que es Blancanieves? -aquella pregunta no cambiaba nada, seguía sin creer en la maldición, pero no le importaría soñar durante unos segundos que su madre en realidad, se había visto forzada a dejarla, pero que el destino las volvería a unir. Aunque ese tipo de pensamientos poco duraban en su cabeza, pues se daba cuenta de que eran una soberana estupidez.
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Mensaje por Liam D. Seery Vie Ago 31, 2012 10:41 pm

Aún no me estaba arrepintiendo por lo que acababa de hacer, pero seguramente durante mi turno en el hospital me percataría. Su tranquilidad, mi tranquilidad me parecía casi de cómplices. Miré la hora en mi móvil y asentí a sus palabras tras responder a su beso de despedida, sí, mejor sería marcharme o llegaría tarde, lo último que me faltaría ya. Me rasqué la cabeza y decidí coger mi chaqueta de deporte del perchero para después colgarme mi mochila. Realmente no esperaba el final de aquella cena de aquel modo, para nada, pero todavía no me arrepentía.

Siobhan me acompañó hasta la puerta y yo me giré para verla por última vez de aquella manera. Mañana sería de nuevo mi enemiga a batir, después de todo ella había sido la causante de la pérdida de mis seres queridos... Suspiré y bostecé mientras me quedaba un rato mirando su casa. Ella ya había entrado y yo me seguía preguntando qué me había empujado a besarla, a... acabar haciéndolo con ella. Quería darme cabezazos contra cualquier objeto contundente por aquellos pensamientos de placer que me imbuían. Terrible, terrible... ¿Qué dirían ellos de todo esto? Pero solamente había sido una vez, tan solo una vez. En esos momentos no quería ir al trabajo, quería montar en la moto, ir a un lugar solitario y gritar con todas mis fuerzas. Pero ahora era un adulto y tenía unas responsabilidades.

Mientras abría la verja que me llevaría directamente a la calle, de camino al hospital, escuché un ruido de caída. Extrañado, me giré y me encontré con Siobhan en el suelo con todas las cosas de su bolso desparramadas por el suelo. Estaba nerviosa, ¿aquel era un día especial acaso? No me imaginaba a Siobhan en aquel estado. No llegaba al pánico, pero podría llegarlo en cualquier momento. La escuché perplejo, ¿quién no estaba? Y mi mente trabajó tan rápido que me pareció sorprendente, pero Siobhan ya había dicho su nombre. Fui corriendo hasta ella para ayudarla a levantarse.

-¿Cómo es que Paula no está? ¿Se ha escapado de casa? -escondí una sonrisa de admiración por aquella niña. Tenía agallas, era valiente y sin lugar a dudas ella no sabía que su madre adoptiva iba a ponerse en aquel estado. A diferencia de ella, yo sí que sabía por dónde empezar, pero... ¿la llevaría hasta el hostal? ¿hasta dónde se encontraba Lucy? No. Yo la debía proteger ante todo, además, ante ojos de Siobhan yo no conocía a la niña y tampoco conocía la relación que tenía con su madre biológica. La llevé fuera del recinto de su casa y respiré profundamente, intentando contagiarle algo de tranquilidad. Me sorprendía aquella reacción por su parte, esperaba que se pusiera hecha una furia. ¿Quería Siobhan en verdad a su hija?-. Tranquílizate. Aún me queda media hora antes de que empiece mi turno, puedo ayudarte pero... yo tampoco sé por dónde empezar... ¿Habrá ido a casa de algún amigo suyo de la escuela, quizás? -pregunté mientras la conducía por las calles de Storybrooke, en dirección contraria al Granny's.
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Mensaje por Siobhan R. Mills Dom Sep 02, 2012 6:23 am

Noté sus pasos acercándose hasta mí y me deje ayudar para levantarme del suelo – Sí, se ha escapado de casa por la ventana – Eché un vistazo al árbol y me juré a mí misma que haría lo que fuese necesario para que no volviese a usar aquello para escapar de la casa... Siempre se había escapado, pero bueno, nunca de noche y mucho menos para irse de escondidas a ver a su madre biológica porque estaba más que claro que había ido hasta allí.

Me dejé llevar por Liam hasta fuera de la casa, mientras intentaba controlar mi cuerpo, mis emociones... Como siempre había hecho, pero una rabia se estaba extendiendo dentro de mí. La misma que aquella mañana se había apoderado cuando ella dijo aquellas palabras que me destrozaron por completo el corazón, más de lo que ya estaba. Notaba mi cuerpo entero temblar como si fuera una hoja. Me sentía vulnerable, expuesta... Yo siempre había sido una mujer fuerte, no alguien que estaba al borde de la histeria porque su hija se había escapado en plena noche..., pero, era lo normal, ¿no? Seguía siendo mi hija. Una hija que últimamente no dejaba de darme un disgusto detrás de otro.

¡No me puedo tranquilizar! ¡Es mi hija! - Exclamé fuera de mí antes de levantar la mirada al cielo estrellado para evitar echarme a llorar. No quería mostrarle tantísima vulnerabilidad – Lo siento, es que... No había hecho estas cosas antes. - Negué con la cabeza mientras me pasaba una de las manos entre mis cabellos rubios echándomelos hacía atrás. Volví a respirar hondo. Sabía perfectamente donde estaba, sabía que estaba con ella, porque de repente Lucy parecía haberse convertido en la mejor madre del mundo y yo había quedado relegada a un segundo plano y eso me dolía.

No, sé perfectamente donde está. Esta con su... - ¿Sería capaz de decirlo? ¿De admitir que yo no era la persona que la había llevado en el vientre durante nueve meses? ¿Qué más daba eso? A Rapunzel tampoco la había cargado dentro de mi vientre y la había querido (y seguía queriendo) como si fuera mi hija, pero debía de comportarme de otra manera con ella. Podría haber sido mi hija en esta realidad... - Yo no soy su madre biológica.

Me quedé callada al tiempo que inteligentemente (y aunque yo no lo supiera seguro que él se daba cuenta) tomaba una calle que me volvía a redireccionar hacía el Granny's. Si estaba con Lucy..., aquella mujer se iba a enterar. Había jurado que no quería a la niña, pero el hecho de que ahora pudiera estar con ella y encima se lo permitiera... ¿Acaso no era lo suficientemente adulta como para darse cuenta de que yo podría preocuparme? ¿De qué su lugar estaba conmigo? ¿De que YO tenía SU custodia?

Hace cosa de dos meses, se escapó y su madre biológica la trajo de vuelta hasta aquí. ¡Se fue hasta Boston! ¡A escondidas! Casi pensé que me iba a dar algo cuando la Dra. Watson me dijo que no había ido a la consulta... - Suspiré y le miré unos segundos antes de volver la mirada otra vez al frente – Así que... si ha ido a algún sitio, ha sido con ella. Al hostal... Sino, no sabré donde buscar... - Moví las manos ligeramente nerviosa. Me mostraba tranquila, para nada enfadada. Era de aquellas personas que sabían mantener la ira y la rabia dentro y simular que no había pasado nada, que todo iba bien, que nada de todo aquello me molestaba, aunque la rabia porque se hubiera ido con Lucy me estuviera invadiendo cual veneno.

- Liam... No hace falta que me acompañes. No me gustaría que llegases tarde al trabajo. Puedo encargarme yo sola... - Le sonreí afablemente (Raro, ¿no?), era capaz de dibujar aquellas falsas sonrisas con una facilidad y naturalidad realmente asombrosa.
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Mensaje por Paula A. Mills Dom Sep 02, 2012 10:59 pm

No pudo más que reirse ante la cara de susto de Lucy cuando mencionó lo de su ventana. Si, su habitación estaba en el primer piso, pero el monstruoso manzano que tanto le gustaba a su madre le servía para subir y bajar sin más problemas. Por alguna razón todos los mayores a los que les explicaba su ruta para salir de casa cuando no quería que la viesen ponían esa cara. Pero no pasaba nada... ¿no? Lo había hecho miles de veces.

- No escalo por la fachada. Bajo por el árbol. Las ramas llegan justo hasta mi ventana, y es fácil deslizarse por el tronco. No me caigo. - se encogió de hombros, porque en realidad para ella era lo más fácil del mundo y no alcanzaba a ver el peligro que todos se empeñaban en encontrar en algo tan fácil como aquello.

Asintió sin borrar la sonrisa de su rostro cuando Lucy le decía que no se emocionara demasiado con lo de las prespectivas que se quedara, pero no podía evitarlo. El hecho de que estuviera buscando trabajo le parecía algo mucho más definitivo que el “sólo me quedaré unos días para asegurarme que todo está bien”. Al fin y al cabo podía haberse dado cuenta de que, a pesar de que no era feliz con Siobhan, las cosas no estaban tan terriblemente mal. Así que si, en su mente infantil aquello era una señal de que Lucy, en realidad, si quería quedarse.

- Pues si pierdes tu trabajo en Boston es un motivo más para que te busques alguno aquí. Y yo quiero ayudarte con esto. – dijo completamente convencida mientras se inclinaba hacía delante y echaba un vistazo a los anuncios marcados del periódico.

Pronto se dio cuenta de que no había ninguno relacionado con el periodismo, y eso la hizo arrugar la nariz. Porque una cosa es que Lucy se quedara y otra muy distinta que lo hiciera a expensas de trabajar de cualquier cosa. Si era periodista debía trabajar como tal. Así que antes que se diera cuenta estaba negando con la cabeza.

- Ninguno de estos sirve. Tienes que trabajar en el periódico. En Storybrooke no pasan muchas cosas pero sí tenemos una redacción. Puedo hablar con Haley. Trabaja ahí de fotógrafo. Seguro que te puede ayudar hablando con el editor o algo! ¡Seria un trabajo igual que el que tienes en Boston y así ya no deberías irte!

Y su emoción fue a más cuando en Lucy se interesó por conocer la identidad de Blancanieves. Le dedicó una sonrisa misteriosa y se tomó unos instantes para dar una cucharada al helado. ¡Estaba buenísimo! Se recordó mentalmente en que se lo apuntaría en la lista de la compra a su madre la próxima vez que fuera al supermercado.

- Pues según mis investigaciones... Hay muchas posibilidades que sea Savannah. ¿La conoces? Tiene la panadería y hace los pasteles más buenos del mundo. Lo único que no creo es que su marido malhumorado sea el Príncipe Encantador. Creo que con la maldición se cambiaron parejas y que algunos están casados con las parejas de otros, para así asegurarse que no son felices...

Tomó otra cucharada de helado, pensando que tal vez ese razonamiento era un poco demasiado avanzado para Lucy. Apenas había empezado a interesarse por la Operación Cobra, y no tenía que ir tan rápido.

- Creo que conozco a varios más... Lucas y Phoebe estoy casi segura que son el príncipe Thomas y Cenicienta... Y la doctora Watson tiene que ser Mulán, porque no hay nadie más con rasgos orientales en todo el pueblo. ¿Y Willow que dice estar volviéndose loca escuchando campanillas en sus oidos desde que llegaste? Pues Campanilla. - hizo una pausa para tomar aire y luego miró a su madre pensativa - Pero lo que en verdad deberíamos hacer es pensar en el modo de romper la maldición... El libro no da muchos detalles sobre eso...
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Mensaje por Liam D. Seery Dom Sep 02, 2012 11:09 pm

Vaya. Estaba que montaba en cólera, como si le hubieran secuestrado a Paula o algo semejante. Nunca, nunca me habría imaginado que... aquella mujer sintiera tanto aprecio por Paula. ¿Sabría que era la nieta de Blancanieves? Yo había vivido a la guerra, a los motivos, pero conocía bastante bien el odio que sentía la Reina por Blancanieves. No, no podía saberlo, seguramente no. Me había figurado que Siobhan sería estricta (no mala madre) con Paula por la forma en que la pequeña hablaba de su madre adoptiva, pero aquella preocupación era digna de una madre "verdadera". Yo había vivido en mi piel momentos de cólera, de madre enfurecidas porque no pueden hacer nada por sus hijos que se están muriendo, que la pagan contigo porque no tienen a nadie más delante. Sí, era una situación parecida más o menos. Respiré profundamente cuando me gritó, sí, era la Reina después de todo, había momentos en que me olvidaba.

-Todos los niños a veces son... Bueno, no puedo excusarla -suspiré al ver que no podría salvar a Paula de un buen castigo.

Me sorprendió bastante que Siobhan supiera con tanta certeza de la localización exacta de su hija. Estaba con Lucy, esa era la primera opción que se me había pasado por la cabeza, no sabía muy bien por qué. En poco tiempo, Paula le había cogido bastante cariño a la escéptica (esa era la imagen que tenía de ella en mi mente). Miré con pena a Siobhan, con una pena escondida y continué mis pasos. Ya no podía darle más tiempo a Paula, Siobhan se dirigía hacia el Granny's, había escogido bien el camino de ida y me llevé la mano a la cara. Aquello era una pelea de mujeres, por el amor de una niña, no era asunto mío. No quería verme implicado, pero tampoco quería que Lucy o Paula se metieran en problemas. Entonces, la Reina, con la que estaba caminando por las calles nocturnas de Storybrooke, me contó que Paula se había escapado a esconcidas para ir en busca de Lucy. Evité sonreír de orgullo por la valentía de aquella niña. Había desconocido hasta ahora como la pequeña había conseguido contactar con su madre, tampoco había sentido la necesidad de preguntar.

-Bueno, si no está en el Granny's siempre puedes ir a casa de sus amigos, es lo que los niños suelen hacer... Huir a las casas de sus mejores amigos... -paré de andar al recordar que tenía que ir al trabajo. Miré la hora. Mierda, tenía razón-. Sí, creo que tienes razón... Hoy tocaba cambio de sábanas en la última planta y necesitarán mi ayuda. ¿Podrás encargarte tú sola? -era una pregunta tonta, por supuesto, después de todo era la que los había encerrado a todos aquí-. No seas muy dura con Paula... Después os reiréis cuando sea mayor, como una travesura suya... Y tampoco seas dura con Lucy, es una buena chica... -no supe muy bien por qué dije eso, pero tenía la sensación de que su furia caería sobre ella, probablemente.

Di media vuelta y fui corriendo hacia el hospital. Iba a llegar tarde.

Spoiler:
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Mensaje por Lucy A. Roberts Lun Sep 10, 2012 8:05 am

La respuesta que Paula le dio la dejó algo más tranquila, aunque no demasiado; sí, aquel árbol del que hablaba era fuerte y bastante mejor era que se deslizase por ahí a que bajase por las tuberías o por la fachada, aun así, no la hacía demasiado gracia que andase escalando y bajando por árboles para escaparse de casa, sobre todo a aquellas horas de la noche, pues a saber que tipo de personas rondaban las calles a esas horas. - Sigue sin convencerme que salgas por la ventana. - dijo, a pesar de que, en el fondo, se alegraba de que hubiera ido a verla. Esperaba que a Siobhan no le diera por ir a ver si estaba dormida o nada por el estilo, por que seguro que le daba un infarto al comprobar que su hija no se encontraba en su habitación durmiendo como le había dicho. Lo peor sería cuando descubriera que Paula había ido a ver a Lucy, pues ya de entrada Lucy parecía no caerla demasiado bien, y que la pequeña se hubiera escapado por la noche solo para ir a verla no es que fuera a hacerle mucha gracia.

Al ver que la sonrisa no desaparecía del rostro de Paula, Lucy supuso que la pequeña sí que se iba a hacer ilusiones. Paula estaba decidida a que su madre biológica se quedara en aquel pueblo y lo peor era que estaba convencida de que con Lucy allí, aquella extraña maldición se rompería. Pero Lucy no podía quedarse, lo sabía muy bien; tenía su vida en la ciudad, si a aquello se le podía llamar vida, y perdería su trabajo en una semana, aunque estaba más que segura de que su jefe había interpretado en su conversación que no iba a volver, por eso le había dado un ultimátum y seguramente, ya andaría buscando a una persona que la remplazara. Puso los ojos en blanco, pues Paula estaría más que contenta de que a Lucy la echaran, pues sabía que lo único que ella tenía en la ciudad era aquel trabajo. - Está bien, tú conoces este pueblo mejor que yo. - dijo encogiéndose de hombros, ya que Paula conocería los establecimientos que ella había marcado y podría saber donde hacía falta más gente.

La miró alzando una ceja cuando le dijo que no le servía ninguno de los trabajos que había marcado; ¿por qué no iban a servir? Aunque en seguida supo el motivo. Estaba claro que sí Lucy trabajaba de cualquier cosa, no le costaría dejar dicho trabajo cuando llegara el momento de irse; si trabajaba en un periódico, en cambio, le costaría más, pues aquel siempre había sido el trabajo de sus sueños -por algo estudió periodismo- y así, finalmente optaría por quedarse. - No creo que hagan falta muchos periodistas más en el periódico del pueblo... - dijo mordiéndose levemente el labio inferior mientras sopesaba la idea. Tampoco sonaba tan mal, así no perdería la costumbre y podría añadir algo más a su curriculum vitae.-... pero no perdemos nada por probar. Habla con tu amigo, a ver que te dice. - dijo sonriendo levemente.

Tras preguntarle sobre la identidad de Blancanieves, comenzó a mirar de forma distraída el periódico; no sabía por qué le había preguntado aquello, teniendo en cuenta que no creía que Snow y Charming fueran sus padres biológicos. Aun así, tenía curiosidad. Levantó la mirada del periódico y pudo ver como Paula la sonreía de forma misteriosa y luego comía un poco de helado. Cuando comenzó a hablar, Lucy escuchó con atención. El nombre no le dijo nada, no conocía a mucha gente en el pueblo y, aunque se cruzara con mucha gente a lo largo del día, conocía pocos nombres. Cuando mencionó la panadería, a Lucy se le encendió la bombilla; había ido un par de veces a aquella panadería y realmente tenía los mejores dulces que había probado en su vida. - Creo que sé quien es, ¿una así con el pelo castaño y cortito? - dijo haciendo señas con las manos, indicando más o menos la largura del pelo de aquella chica. Era imposible que aquella chica, que no tendría la misma edad que ella, fuera su madre; pero prefería dejar a Paula con su fantasía.

Paula tomó otro poco de helado y, en un momento, le dio la identidad de unos cuantos ciudadanos del pueblo, conocía a algunos de ellos, pero seguía sin creerse nada sobre que fueran personajes de cuento. Pero en aquel momento estaba cansada de la realidad, así que decidió seguirle el royo a Paula, ya se daría cuenta por si sola que aquello de los cuentos de hadas no eran más que eso, cuentos. - Demasiada información de golpe. - dijo tirandose hacía atrás en la cama, quedando tumbada boca arriba. - Está bien, pensemos en eso... ¿tú tienes alguna idea? - dijo sin demasiado entusiasmo, pero pensar en cosas que sabía que no eran reales la distraerían durante un rato. Había ojeado el libro de Paula, en el que contaba como llegaron todos a aquel pueblo, pero, tal y como acababa de decir la pequeña, no daba ni una sola pista sobre cómo romper la maldición.
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Mensaje por Siobhan R. Mills Vie Sep 28, 2012 10:53 am

“Todos los niños a veces son...” Unos bocazas, pensé casi de inmediato recordando la confesión de boca de Blancanieves que me había llevado a la perdición, pero me llenó de satisfacción que dijera casi al momento que no podía excusarla. ¡Normal! ¿Quién podría hacerlo con una niña que acababa de escaparse de su casa en plena noche? Nadie con un poco de cabeza desde luego, probablemente Lucy fuese la única que le buscara una excusa. Más motivo para mantenerla alejada de SU hija, no le hacía ningún bien todo aquello, para nada.

- Está allí, con ella – Dije con una seguridad aplastante, tanto es así que de haber conservado mis poderes me habría aparecido allí ya, sin parar a pensarlo dos veces, ni siquiera una vez. ¿Para qué? – Si hubiese ido a casa de algunos de sus amigos sus padres me hubiesen llamado… - Aunque fuera por lo extraño de que la niña apareciera en su casa en mitad de la noche, y por muy “ocupada” que hubiese estado yo el teléfono lo habría oído sonar, por Dios. Sorda no estaba desde luego. Le miré mientras me respondía y tengo que decir que me extrañaron sus palabras, el noventa por ciento de los enfermeros siempre relegaban ese tipo de trabajo a los auxiliares, porque después de todo era u trabajo – Por supuesto que podré encargarme sola. Soy madre soltera – Contesté un tanto a la defensiva y es que… ¿de verdad hacia falta preguntarme aquello cuando había criado completamente sola a Paula? ¿En serio?

Que no fuera muy dura con Paula, como se notaba que no era padre y que no tenía que cargar con las responsabilidades que conllevaban tener a una persona a tu cargo y que depende de ti en muchísimos aspectos. Sin embargo lo que más me molestó fue el hecho de que me dijera que no fuera dura con Lucy. Me creía en el derecho de ser lo dura con ella que quisiera, después de todo había dejado abandonada a su propia hija y ahora de repente aparecía y como si… En cierto modo sentía que me la estaba arrebatando poco a poco y no era algo que estuviera dispuesta a permitir. Así que, que no me viniera con “es una buena chica” porque en lo que a mí respectaba no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Aún así no dije nada, me limité a despedirme de él y seguir mi camino.

No tardé demasiado en llegar hasta el hostal, mi paso había sido bastante ligero por lo que en pocos minutos había recorrido todo el pueblo y llegado al hostal. Saludé a Phoebe Montgomery con un movimiento de cabeza y un “buenas noches”, ni siquiera le pregunté si había visto a Paula por allí porque sabía que la pregunta era afirmativa, simplemente me dirigí escaleras arribas buscando la habitación de Lucy. Por supuesto, no me hacía falta preguntar en el hostal cual era la habitación de la joven forastera, como alcaldesa que era del lugar lo sabía perfectamente.

Y después de aquello, es decir, si encontraba a Paula allí con ella, me encargaría de que tuviese que buscarse la vida fuera del hostal. Ya hablaría con Michelle sobre ello y me daba exactamente igual lo que la gente pudiera a pensar de mí. La quería lejos de mi hija, de mi pueblo y de mis ciudadanos.

Ella no pertenecía a Storybrooke.

Me paré delante de la puerta con una leve sonrisa casi de victoria que desapareció tan pronto como mis nudillos golpearon un par de veces la puerta esperando que alguien abriese.
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Mensaje por Paula A. Mills Lun Oct 08, 2012 5:05 am

[justify]A pesar de lo que Lucy pudiera decir, el que estuviera dispuesta a intentar encontrar un puesto de trabajo en el periodico de Storybrooke significaba mucho, muchisimo para la pequeña Paula.

- Te sorprenderias de todo lo que sucede aquí. Se necesitan muchos redactores. Igual tienes suerte. – dijo con una amplia sonrisa al tiempo que cogía un poco más de helado, pensando que aquello era infinitamente mejor que la fruta que estaba obligada a comer todos los días de postre.

Y por un momento pensó en como hubiera sido su vida si Lucy no la hubiera dado en adopción. Quizás hubieran sido felices... Pero luego habrían estado lejos de Storybrooke sin oportunidad de romper la maldición, así que descartó inmediatamente la idea. No, todo había tenido una razón de ser.
Y precisamente esa razón de ser era la raíz de todos sus problemas. No tenía ni idea de que debían hacer para romper la maldición porque de momento su plan sólo había consistido en ir descubriendo quien era quien con aquella especie de juego que se traían con Alex y algunos más, y que iba apuntando debidamente en una libretita. Simplemente había pensado que si traía a Lucy, el resto se daría solo... Pero estaba claro que no seria tan sencillo.

- Pueeees... No, no tengo muchas ideas. Siempre he creido que mi madre es la clave... Quizás haya alguna pista, en su despacho o en su habitación... Yo me ocupo de eso, no te preocupes.

Y lo decía en serio. No le importaba demasiado meterse en líos. Ya había entrado en el ayuntamiento de noche con anterioridad y no le temblarían las piernas si tenía que volver a hacerlo. Especialmente si eso servía para darles alguna pista de cual era el siguiente paso a seguir. Hubiera seguido dando ideas de no ser por los golpes en la puerta, que hicieron que diera un bote en su asiento, poniéndose de pie con un salto.

Miró a Lucy con ojos de asustada, porque siendo sincera... ¿Quien iba a golpear la puerta de una recién llegada al pueblo de la que pocos se fiaban? No... Aquella no podía ser otra que su madre, y eso significaba que iba a meterse en problemas. En graves problemas.

- Es mi madre. No me has visto.¡No me has visto! – le susurró mientras corría hasta la cama y se arrastraba para esconderse debajo.

Seguramente aquello no serviría de nada, porque si estaba allí ya había visto que no estaba en su habitación, y la encontrara ahí o en cualquier otro rincón de Storybrooke le iba a caer un castigo ejemplar. ¿Había comentado alguna vez que ser niña y no poder hacer lo que quería era un asco?[justify]
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Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam] Empty Re: Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam]

Mensaje por Lucy A. Roberts Dom Nov 04, 2012 1:05 am

Sabía que cuanto más tiempo pasara en aquel pueblo, más le costaría luego irse. Sentía un inmenso cariño hacia Paula, y ver en sus ojos la ilusión que le hacía que ella se quedara le quitaban las ganas de volver a la ciudad; pero sabía que aquel no era su sitio. También sabía todo lo que implicaba conseguir un trabajo allí, y más si era en el periódico, pero no quería admitirlo. - Pensaba que era un pueblo tranquilo... - comentó pensativa. Al fin y al cabo parecía que ella había sido la cosa más interesante que había pasado en Storybrooke -es decir, la llegada de una extranjera- y, además, al poco de llegar ella había llegado también Liam, aunque parecía que él había causado bastante menos revuelo.

Había estado dándole vueltas a cómo sacarle la maldición de la cabeza, pero no había encontrado nada, por lo que había pensado que lo mejor sería hablar con la psicóloga de la niña; sin que se enterasen ni ella ni la alcaldesa, por supuesto. Por otra parte, se le había pasado por la cabeza seguirle el juego y dejar que descubriera por si misma que no existía tal maldición, pero Paula tendía a ir bastante lejos -como, por ejemplo, colarse en el despacho de su madre por la noche- y no le había atraído la idea de, encima, animarla a hacer ese tipo de cosas, y Lucy no estaba dispuesta a infringir la ley, por lo que no tardó en descartar aquella idea.

- No, no. Nada de colarse a escondidas en ningún sitio. Además, sigo sin entender por qué piensas que es la Bruja Malvada. - dijo, lo primero bastante seria. Vale, Siobhan no era la persona más agradable y simpática de Storybrooke, pero tampoco era tan mala, ¿no? Además, se notaba que se preocupaba por Paula y que la quería, por lo que no entendía cómo la pequeña había llegado a la conclusión de que ella era la mala del cuento.

Entonces, sonaron un par de golpes en la puerta, que hicieron que Lucy girara la cabeza y luego, dirigiera su mirada hacia Paula, que la miraba con los ojos abiertos y se había puesto de pies de un salto. Estaba claro que ambas sabían quien era la persona que esperaba al otro lado de la puerta, pero fue Paula la encargada de darle voz a esos pensamientos. Lucy asintió con la cabeza y se levantó para abrir la puerta, como si estuviera ella sola en la habitación.

Entreabrió un poco la puerta, para ver quien era, aunque ya lo sabía, y puso cara de sorprendida al ver a la Sra. Mills. - Alcaldesa... ¿No cree que es algo tarde para visitas? - preguntó, haciendo como que miraba la hora. - Tenía pensado acostarme ya, ¿que la trae por aquí? - Sabía de sobra lo que la traía a su habitación, y estaba claro que había acertado de lleno al pensar que Paula estaría allí de entre todos los lugares a los que se podía haber ido. Pero Lucy había optado por encubrir a Paula, aun sabiendo que el castigo se lo impondría de igual manera, pues al fin y al cabo, se había escapado de casa por la noche, pero sería más severo si Siobhan descubría que, efectivamente, se había escapado para estar con Lucy.

P.D. Siento mucho-mucho-mucho la tardanza u.u
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Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam] Empty Re: Adivina quien viene a cenar esta noche... [Siobhan & Liam]

Mensaje por Siobhan R. Mills Mar Nov 20, 2012 1:16 am

No tuve que esperar demasiado tiempo para que la joven forastera de cabellos castaños me abriera la puerta de su habitación en el hostal. O más bien la entreabría, lo que me dejaba solo a la vista su rostro y parte de su cuerpo. ¿Tarde para visitarla? ¿Desde cuándo se consideraba inadecuada la visita de la alcaldesa a la hora que fuera? Cierto…, que ella no había vivido allí tanto tiempo como los demás y no entendía de aquellas cosas, seguía siendo “nueva” en Storybrooke después de todo. – Bueno… esto no es que sea una visita de cortesía, señorita Roberts. – Le dije sin pestañear sin dejarme intimidar por lo que pudiera decirme. Yo estaba ahí simplemente porque quería que mi hija volviese conmigo a casa.

La observé simular que miraba la hora en su reloj de pulsera al tiempo que alzaba ambas cejas levemente y la miraba ciertamente exasperada. – Creo que sabe perfectamente que me trae por aquí. - ¿Para qué iba a andarme con rodeos precisamente con ella? Si se creía que era estúpida y que no conocía a MI propia hija iba apañada. Siempre he sido más lista de lo que he aparentado. Incluso, en el Bosque Encantado también había sido más espabilada y lista de lo que mi madre hubiese podido imaginar a pesar de haber tenido algo de ayuda e influencia externa, algo que obviamente no iba a olvidar y tampoco era posible. De alguna manera el siempre se lo recordaba. Había sido su profesor en todo aquello relacionado con la magia y realmente era algo difícil de olvidar, para que mentirme a mí misma.

Apoyé una de las manos contra la puerta que mantenía entreabierta la joven Roberts. Realmente estaba deseando empujar la puerta, llevármela a ella también por delante, entrar en la habitación, buscar a Paula y largarme de allí, pero tenía modales, tenía que mantener las formas y aparentar ser una buena mujer, ¿no? Claro que yo a mí misma siempre me he vi como una buena mujer, todo lo que hice era por una buena razón. Había una buen motivo para llevar a cabo aquella venganza, después de todo.

- ¡Paula! No tenemos toda la noche, así que cuanto antes salgas antes volveremos a casa. Podrías ahorrarme el tener que entrar y sacarte. – Alcé ligeramente la voz para que la niña, que de seguro estaba allí ya fuese justo detrás de la puerta, en el armario, debajo de la cama o quién sabe si debajo de la cama me oyera. Que no se creyera ni por un segundo que era estúpida (aunque estaba segura de que sabía perfectamente que de estúpida tengo lo justo y necesario, osea nada) y que no sabía que estaba allí con su madre. Miré de reojo unos segundos a Lucy. – No me hagas perder el tiempo Paula, hablo en serio. Mañana hay colegio. – Añadí a ver si o espabilaba la niña o Lucy se ponía las pilas y le decía a la pequeña que saliera de allí.

Que por cierto, que no se creyera la señorita Roberts que por el simple hecho de estar siendo mínimamente amable con ella en esos momentos significara que iba a salir impune de todo aquello. No, ni hablar. Iba a recibir su “castigo”. Hablaría con Michelle Evans y de alguna forma me las apañaría para que aquella jovencita que había ido hasta allí a hacerme la vida imposible no tuviera techo bajo el que dormir y con un poco de suerte (o bastante, parecía una cabezota sin remedio y el hecho de que Paula la “acosara” tampoco ayudaba) se fuera de Storybrooke y me dejará en paz.

¡Ah! Y que dejara la maldición intacta, por supuesto, que no se me olvide.
Es lo más importante, después de todo.
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