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Mensaje por Lena J. Duchannes Lun Sep 03, 2012 9:07 am

Hacía ya días que la joven se había decidido a pintar toda su habitación pero no había sido hasta ese fin de semana que se puso manos a la obra. El día anterior salió a comprar la pintura, sacó todos los muebles que pudo del dormitorio y a los que no, los tapó con un plástico especial para que no se mancharan. Entre vaciar la habitación y darle las dos primeras capas de pintura a las paredes le había quitado toda la tarde, por lo que debía terminarlo al día siguiente. Y eso era lo que se suponía que iba a hacer nada más levantarse pero al parecer el destino no pensaba igual. La muchacha como tantas otras veces se levantó temprano aunque esta vez no amaneció en su cama sino en el sofá – porque obviamente no podía dormir en la habitación – y antes de dirigirse a la cocina, que estaba separada del salón tan sólo por una barra americana, fue a ponerse la misma ropa del día anterior: una camiseta y unos pantalones vaqueros viejos. Ella no era muy de ensuciarse pero prefería no ponerse ropa más nueva para que sucediera lo impensable y se le estropeara de por vida.

Una vez lista se fue hasta la cocina y comenzó a prepararse el desayuno, el cual consistía en unas tostadas de mermelada y zumo de naranja. Mientras se comía las tostadas pensaba en lo que iba a pintar porque todavía no lo tenía del todo claro, quizás algunas figuras que simularan cosas florales o estrellas. Las estrellas la fascinaban. Tampoco se comería mucho la cabeza puesto que una vez que se pusiera al frente de la pared en blanco algo se le vendría a la mente y lo plasmaría en el acto. Así pues continuó desayunando tranquilamente aunque emocionada por cómo quedaría el dormitorio una vez terminado. Después de darle el último mordisco a la tostada Lena se puso en pie dispuesta a lavar el plato y el vaso. Los dejó en el fregadero y abrió el grifo, sin embargo de este no salió ni una gota de agua. La muchacha se quedó mirando el grifo como tonta preguntándose qué le ocurría hasta que un borboteo la hizo pegar un salto del susto. ¡Tonta! ¿Cómo puedes asustarte de eso? Giró el grifo para cerrarlo y se fue al cuarto de baño para comprobar si allí salía agua pero como se esperaba, no fue así. ¡No podía ser! ¿Qué iba a hacer sin agua? Regresó a la cocina y se quedó mirando el teléfono sin saber si llamar al servicio de fontanería o qué. Tras unos momentos de duda pensó que mejor esperar un poco no fuera que el agua regresara y los molestara en vano así que se puso a limpiar la casa para hacer tiempo.

Enseguida que terminó con las tareas domésticas aparcó la escoba a un lado y regresó al fregadero abriendo nuevamente el grifo. La muchacha se mordió el labio inferior al ver que continuaba sin salir agua. ¿Por qué tenía que ocurrirle precisamente ese día? Había despertado tan contenta y ahora los problemas de las cañerías le estaban nublando el día. Pero eso no era todo. De pronto el grifo volvió a hacer un ruido extraño haciendo que Lena acercara su cara a él y entonces… ¡PUM! Una explosión de agua que la hizo pegar un grito y apresurarse para girar el caño pero no funcionó y el agua continuó saliendo como si de una fuente se tratara. Y para colmo sonaba el timbre – ¡Ya voy! – gritó sin importarle estar empapada de pies a cabeza. Ya todo le daba igual ese día. De pronto se sentía frustrada. Sin embargo, al abrir la puerta y ver quién estaba al otro lado cualquier rastro de enfado se esfumó.

¡Siobhan! ¡Qué grata sorpresa!
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Mensaje por Siobhan R. Mills Lun Sep 03, 2012 9:48 am

Era la única persona que me hacía sentirme como cuando tenía dieciocho años, la única que podía quitar de mi mente todo aquello que me atormentaba, que me había hecho llegar hasta el punto en el que me encontraba. Hacia que me olvidase durante unos momentos de la venganza, de Blancanieves, de todo. Incluso de la muerte de Daniel y el dolor que me provocó. Era la única que sacaba ese lado que mantenía escondido tras una máscara, tras mi otro yo que dominaba a aquel y lo mantenía entre las sombras.

Era de los pocos momentos en que era “buena” y sincera. Era la persona que Daniel había amado, no aquella que hubiese odiado de seguir con vida. Claro que, si él siguiera con vida la Siobhan actual jamás habría salido a la luz. Me cercioré de llevar en el bolso todo lo que necesitaba: cartera, llaves… Y cerré la puerta principal con llaves antes de encaminarme hasta la puertecilla de hierro forjado que separaba mi hogar de la calle. Paula estaba en clase y hasta dentro de unas horas no iba a volver a casa, así que tenía por delante toda la mañana para ir a ver a la jovencita.

En lugar de ir directamente a casa de la chica me pasé por la pastelería de Savannah y Rebecca y les pedí unos cuantos Brownies. Suerte que fue Rebecca la que me atendió, porque el mirar a los ojos a Savannah y tener que fingir amabilidad con ella me costaba demasiado, aunque el saber que nunca iba a ser feliz me reconfortaba bastante. Le sonreí a la socia de mi peor enemiga, porque tampoco me iba demasiado aquello de ser antipática. No, yo con mis ciudadanos siempre me había mostrado como una mujer amable, quizá un poco estricta, pero agradable después de todo.

Gracias Rebecca y que tengáis una buena mañana – Incluso con Blancanieves era amable... Después de todo había conseguido que se viera metida en un matrimonio y en un círculo vicioso... Tomé el coche y conduje lo que me quedaba desde allí hasta la casa de la joven Duchannes, una de las muchachas a las que más aprecio tenía de todo Storybrooke, después de todo aunque hubiesen pasado veintiséis años, aunque el tiempo estuviese detenido, yo no era capaz de olvidar aquellos veinte años que había cuidado de la chica como si fuera su propia hija.

La maldición después de todo, me había quitado cosas incluso a mí. Cosas que intentaba compensar teniendo una relación estrecha con ella y que me llenaba, no del mismo modo, pero me llenaba lo suficiente como para no sentir que debería haber sido distinto. Detuve el automóvil delante de la casa de la joven apeándome casi de inmediato y cogiendo la cajita que me habían dado en la pastelería con los Brownies dentro. Caminé con tranquilidad, quizá con cierta altitud, demostrando que de alguna manera yo era más que ellos. Sentí alguna mirada curiosa sobre mí que me hizo sonreír durante unos segundos antes de llegar hasta la puerta. Alargué la mano y toqué el timbre, escuchando a los pocos segundos la voz de la chica avisando de que venía.

Esbocé una sonrisa cuando oí los cierres de la puerta que indicaban que se estaba abriendo y aunque la sostuve unos segundos casi al instante pasó a preocupación - ¡Lena por Dios! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? - Pregunté mientras entraba y la volvía a mirar. La pobre muchacha estaba empapada de pies a cabeza y era capaz de escuchar el sonido del agua caer a borbotones muy cerca de allí - ¿Se te han roto las tuberías o algo? - Dios... esperaba que solo hubiese sido en aquella casa o si no me esperaba un problemón y mucho papeleo – Deberías subirte a cambiarte... ¡Podrías coger una pulmonía! - Ya hasta había olvidado que entre mis manos llevaba aquella cajita con dulces para ella
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Mensaje por Lena J. Duchannes Sáb Sep 08, 2012 1:32 am

Sonrió ampliamente a la alcaldesa de Storybrooke encantada con su visita sorpresa. Tan encantada y sorprendida estaba que incluso se había olvidado por completo del incidente del grifo y del hecho que iba totalmente empapada hasta que Siobhan exclamó preocupada qué es lo que le había sucedido y si estaba bien. En ese momento el rostro de Lena volvió a adquirir una expresión de angustia y volvió la cabeza hacia la cocina inundada por el agua. Con lo feliz que se había levantado ese día en especial. Sin embargo no iba a dejar que aquel inconveniente fuera a empañarle el día así que volvió a posar la mirada en la alcaldesa sonriendo nuevamente.

- Estoy bien, estoy bien. Tan sólo un poco pasada por agua – bromeó. Agradecía que Siobhan se preocupara por ella. Por alguna extraña razón siempre se había sentido segura en su presencia, como si la alcaldesa no fuese a permitir que nada malo le sucediese a pesar de que no eran familia ni nada por el estilo. Por eso la joven no podía comprender cómo algún que otro ciudadano de Storybrooke podía ver con malos ojos a aquella persona que tanto hacía por el pueblo al preocuparse por todos ellos. La verdad que no lo entendía y francamente, ella la admiraba. Era una mujer de éxito, había alcanzado la alcaldía y había criado ella sola a su hija. Lena no se veía a sí misma con tanta independencia. Cierto que había cosas que se le daban bien pero no creía llegar a ser ni la mitad de buena que Siobhan.

Pues no lo sé pero me temo que será eso. Al principio no salía ni gota de agua y después de un rato el fregadero parecía una fuente. Espero que se solucione pronto – Después de todo sí que tendría que llamar al servicio de fontanería para que le miraran las tuberías en busca del problema. Podría llamar también al señor Gold, ya que al fin y al cabo la casa era suya pero ese hombre no le inspiraba mucha confianza. En ocasiones incluso le daba como miedo. Por eso cuanto menos tuviera que verle mejor que mejor – ¿Cambiarme? Oh sí pero antes iré a cerrar la llave de paso para cortar el agua. Puedes tomar asiento, enseguida vuelvo – Dicho esto la muchacha salió de casa pero en un abrir y cerrar de ojos estaba de vuelta, ya que aquello no le había podido quitar más de dos minutos. Al regresar comprobó que Siobhan le había tomado la palabra y se había acomodado en el único sofá del salón además observó también que la mujer llevaba consigo un paquete. Se preguntó que llevaría en él pero lejos de preguntar prefirió mantener la boca cerrada. No quería parecer una chica entrometida y todavía menos con la alcaldesa por mucha confianza que depositara en ella.

Siento que hayas tenido que presenciar tal desastre – Su visita no podía haber sido menos oportuna. Aunque por otro lado, no se podía negar que también había sido una alegría para la muchacha que Siobhan se hubiese molestado en invertir parte de su – seguramente valioso – tiempo en ella – ¿Quieres beber algo? Puedo traértelo antes de subir para secarme y cambiarme de ropa. Tengo agua, refrescos y también puedo preparar té si lo deseas – Ella decididamente iba a prepararse un té para entrar en calor después de lo sucedido.


Última edición por Lena J. Duchannes el Dom Sep 23, 2012 6:08 am, editado 1 vez
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Mensaje por Siobhan R. Mills Miér Sep 19, 2012 12:07 pm

Ella bromeaba. Yo no podía evitar preocuparme por la chiquilla e inconscientemente llevé una de mis manos a sus cabellos, escondiéndole un mechón de cabello detrás de una de sus orejas – Hazme caso y cambiate. No querrás coger la gripe, ¿no? - Le dije con una sonrisa en el rostro intentando no sonar demasiado autoritaria..., aunque cualquiera al que ella le importase un mínimo se lo habría dicho, ¿no?

Las tuberías rotas. Tuve que contenerme de hacer algún gesto que delatase mi disgusto con aquello. ¿Por qué tenía que haberle pasado aquello a ella? ¿No podría haber sido a uno de los muchos otros infelices que poblaban Storybrooke? ¡No! Le había pasado a ella, de las pocas habitantes en aquel pueblo que le importaban, desde luego la única aparte de Paula a la que quería. - ¿Has llamado al fontanero o al Sr. Gold? - Oh Dios... a ese hombre seguro que no iba a hacerle gracia alguna que se le hubiesen roto las tuberías. Seguramente hasta tendría la cara de echarle toda la culpa de ello a la pobre niña – Si quieres ya me encargo yo. Gold no es alguien con el que sea fácil tratar – Me ofrecí con una nueva sonrisa en el rostro. No me importaba para nada hacerle ese favor a la joven, es más deseaba hacerlo, porque no quería que aquel idiota se lo hiciera pasar mal o encima la hiciera sentir culpable.

Me quedé plantada en la entrada mientras Lena iba a cortar el paso del agua, cosa que noté en cuanto hizo porque dejó de oírse correr agua en la cocina que no estaba demasiado lejos de donde ella estaba y menos aún cuando se movió al salón y se sentó en el sofá que tenía la joven tal y como le había indicado, dejando el paquete con los brownies en la mesita que había justo enfrente suya. - No te preocupes – Contesté haciendo un gesto con la mano y quitándole hierro al asunto – Es algo normal en las casas, siempre se rompe algo y normalmente en el momento menos oportuno – La dichosa Ley de Murphy.

La miré unos segundos antes de levantarme y acercarme a ella - ¿Por qué no hacemos una cosa? Sube a cambiarte y yo nos preparo dos humeantes tazas de té, ¿qué te parece esa idea? - Le dediqué una pequeña sonrisa antes de dirigirme a la cocina sin esperar respuesta de la muchacha. Si alguien se creía que yo no iba a ser capaz de meterme en una cocina encharcada, era porque no me estaba viendo en aquellos momentos. Una mueca de disgusto cruzó mi rostro cuando noté el agua bajo las suelas de mis zapatos. Era disgusto mezclado con rabia. Me daba rabia, más de la que cualquiera podía imaginar que todo aquello hubiese ido a pasarle justo a ella.

Encontré casi enseguida la tetera que llene con agua embotellada que tenía la jovencita allí (puesto que habiendo cortado el agua del grifo desde luego que no iba a salir) y la puse al fuego mientras buscaba los saquitos de infusión y las tazas que tampoco tardé demasiado en encontrar. Era como si de alguna manera hubiese colocado todo como en la torre donde había estado encerrada tanto tiempo. Ese hecho, esa forma de colocar las cosas me hizo sonreír a la nada durante unos segundos. Los segundos que precedieron al silbato de la tetera anunciando que el agua había hervido.

Entré nuevamente en el comedor portando una bandeja con ambas tazas, cucharillas y el azucarero. Estaba colocándolo encima de la mesita cuando Rapunzel volvió a entrar. Rapunzel, aunque en aquel mundo se llamara Lena, para mi siempre sería mi Rapunzel. Tenía que morderme la lengua bastantes veces para no equivocarme. - ¿Sabes? Te he traído algo – Dije mientras tomaba la cajita que contenía los Brownies y se la tendía – Seguro que te encanta... - Sonreí antes de volver a sentarme en el sofá - ¿Y además del pequeño problema con las tuberías? ¿Qué has estado haciendo estos días?

Ya había olvidado incluso que las suelas de mis zapatos se había mojado al internarme en la cocina.
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Mensaje por Lena J. Duchannes Dom Sep 23, 2012 6:07 am

La muchacha esbozó una sonrisa cuando la alcaldesa le retiró un mechón de cabello de la cara y asintió con la cabeza después de que le advirtiera que podía resfriarse si no se cambiaba de inmediato. Paula era una niña afortunada por tener una madre como Siobhan, pues si ya se preocupaba por sus conciudadanos por ella debía de preocuparse muchísimo más. Eso le hizo pensar en cómo se llevaba ella con sus padres pero ni siquiera lograba recordar algo, era como si hubiese pasado hace tanto tiempo que sus recuerdos se hubieran vuelto borrosos. Pero no le dio demasiado tiempo a preocuparse por ello, ya que Siobhan le había estado preguntando algo haciendo que centrara nuevamente toda su atención en la mujer.

No me ha dado tiempo aún. Quizás deba llamar ahora – dijo llevándose la mano a la barbilla en pose pensativa. Prefería llamar al fontanero del pueblo que no al señor Gold, ese hombre le daba mala espina y pareció que Siobhan le pudiera leer la mente pues justo cuando estaba pensando en ello mencionó que ella podía encargarse de todo – Tienes razón no es de trato fácil pero puedo encargarme yo, tú debes de tener ya bastantes responsabilidades como para que encima yo te cargue con más problemas – Lena agradecía enormemente los gestos de la mujer pero no quería aprovecharse de ella y creía que podía solucionarlo personalmente ¿cómo sino había sobrevivido durante los últimos años viviendo sola?

Lena volvió a dedicarle una sonrisa encantadora a Siobhan cuando, tras regresar de cerrar la llave de paso y disculparse por el desastre que había ante sus ojos, esta le restaba importancia. Normalmente su casa solía estar impecable y más todavía si tenía constancia de que la alcaldesa de Storybrooke la deleitaría con su visita. Por eso mismo la llenaba de rabia que justamente tuviesen que haberse estropeado las tuberías ese día y a esa hora, porque cuando Siobhan estaba cerca siempre quería hacerlo todo a la perfección como esperando algún tipo de alabanza por parte de la mujer.

Quiso abrir la boca para protestar ante su ofrecimiento de preparar el té. Era inapropiado que el invitado se pusiera a servir en casa del anfitrión y Lena quiso decírselo pero la mujer no le dio tiempo a que pudiera decir nada, ya que en cuanto terminó de decirlo ya se estaba encaminando a la cocina dejándola a ella con la palabra en la boca. Así pues, la única opción que le quedaba a la muchacha de rubios cabellos era subir a la habitación donde había dejado el armario y cambiarse de vestimenta. Mientras oía el abrir y cerrar de los muebles de la cocina la joven se deshizo de su ropa mojada, fue a por una toalla para secarse. Una vez seca se puso uno de sus vestidos favoritos, bajó las escaleras y antes de volver al salón se dirigió a la salita donde tenía la lavadora y dejó allí tanto la ropa como la toalla para que se secaran.

¿Algo para mí? – preguntó observándola con sorpresa. Su mera visita ya era todo un placer para la rubia pero que además de eso la alcaldesa le hubiese llevado algún tipo de presente la fascinó todavía más – ¡Brownies! Me encantan muchas gracias, pero no tenías porque molestarte – dejó el paquete sobre la mesa junto a la bandeja de té y se sentó. Después de coger uno de los brownies y darle un mordisco respondió a la pregunta de Siobhan – Pues hace unos cuantos días que pensé en cambiar mi habitación. Ayer trasladé todos los muebles que pude a otra habitación y al pasillo para poder pintarla sin problemas. Se suponía que hoy la tendría lista pero como comprenderás tendré que posponerlo. También estuve pensando en hacer algo diferente con mi vida. Unos días después de que llegara el segundo forastero a Storybrooke me di cuenta de que nunca he viajado o al menos yo no lo recuerdo así que estaba pensando en tomarme unos días, como una especie de vacaciones, para viajar a algún sitio – tomó una de las dos tazas de té y le dio un pequeño sorbo, quemaba – ¿Tú has estado en algún otro sitio? Tal vez puedas recomendarme un lugar bonito que visitar
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Mensaje por Siobhan R. Mills Vie Sep 28, 2012 10:54 am

La sorpresa en el rostro de Lena me hizo sonreír. Era tan espontánea, una joven tan alegre, tan llena de vitalidad y vida que era imposible no contagiarte de ella. Recordaba perfectamente sus primeros años de vida, como aquellos enormes ojos lo miraban todo, como la curiosidad era algo que la movía por la torre donde vivía encerrada desde que había nacido prácticamente. Asentí con la cabeza unas cuantas veces mientras la chica habría el paquete – Lo sé. Sé que te encantan por eso te traje, y no es molestia alguna.

Tomé la taza entre mis manos y le di un ligero sorbo mientras Lena tomaba un bocado de uno de los Brownies. Aquella muchacha en su “otra vida” había hecho delicias que deleitaban mi paladar. Estaba casi segura de que ahora también era capaz de hacer aquellos manjares tan buenos pero yo al menos aún no había tenido la oportunidad de probarlos. Si había algo que echará de menos de nuestro mundo eran precisamente los días que iba a verla a ella en la torre. Al menos hasta que había escapado de la misma con aquel tal Flynn Rider. Mi expresión se torció en una mueca de disgusto durante unos segundos antes de darle otro sorbo a la taza de té y dejarla sobre la mesilla.

Cambiar su habitación. Le sonreí dulcemente recordando el interior del que había sido su hogar durante veinte años, no había centímetro de pared que no tuviera algo pintado o algún dibujo y lo mejor de todo es que había acabado siendo una obra maestra al menos a mis ojos. Quizá no era la persona más objetiva de todas siendo que para mí ella había sido como la hija que nunca tuve. – ¿De qué color tenías pensado pintarla? Seguro que te quedara de maravilla una vez lo termines… - Sonreí otra vez. De todos modos el problema con sus cañerías seguramente retrasaría todo aquello algún tiempo, tal como ella misma dijo.

¿Viajar? No, no, no, si la chica llegaba a los límites del pueblo le pasaría algo horrible, quién sabía si algo peor que la muerte. Temblé inconscientemente solo de pensarlo porque habría sido culpa mía. La culpa sería sola y enteramente mía, puesto que después de todo yo era la que les había traído a todos hasta allí, la que los había encerrado con la maldición. ¿Y ahora? ¿Qué podía decirle ahora? – Pues… sí que he viajado, pero no hay nada que valga realmente la pena. Hay mucha corrupción fuera de Storybrooke, hay mucha maldad, violencia… A la gente le pasan cosas malas. Realmente malas. – Le dije totalmente seria para que no se pensará que todo aquello era algún tipo de broma que yo le estaba gastando. Estaba hablando totalmente en serio – ¿Por qué te crees que los forasteros han decidido quedarse aquí? – Oh… si, normalmente sabía usar todas las cosas en mi favor, incluso aquellas que no me agradaban lo más mínimo, porque desde luego, la visita inesperada de Liam y Lucy no era algo que esperara ni que me gustase. – Porque han visto que aquí están a salvo al contrario que en otros lugares…

Esbocé una suave sonrisa al tiempo que miraba a la muchacha y se me ocurría algo que podría solucionarle las cosas y que además a mí me gustaba. Quizá la propuesta incluso le quitaría a Lena la idea de irse de Storybrooke – ¿Qué te parece…? ¿Por qué no te quedas en mi casa una temporada hasta que se arregle este estropicio? – Le pregunté mientras volvía a tomar la taza – A Paula seguro que le encanta y a mí también me encantaría tenerte en casa, seguro que nos alegras los días.

Y a lo mejor con alguien más en casa Paula se contuviera de llamarme “La Reina Malvada” y hablar de cosas que desde luego nunca entendería al cien por cien.
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Mensaje por Lena J. Duchannes Lun Oct 15, 2012 3:48 am

A la muchacha le sorprendió que la alcaldesa supiese que los brownies eran uno de sus dulces favoritos, ya que no recordaba habérselo comentado nunca pero quizás que la había visto algún que otro día comiéndose uno y había deducido aquello. Aunque eso también le parecía raro, ¿por qué iba a fijarse la alcaldesa en esos detalles? Claro que tampoco es que tuviese demasiada importancia y por otra parte se alegraba del gesto que había tenido la mujer con ella. Siempre se había sentido cómoda en su presencia y la embargaba una sensación como de que ya habían pasado tiempo así juntas, lo cual la rubia atribuía a que le tenía gran aprecio a Siobhan Mills. La mujer siempre se había mostrado amable con Lena y todas las veces que había acudido a ella con algún problema la había ayudado de buena gana. Por todas esas cosas, Siobhan se había convertido en alguien importante para la joven y le molestaba muchísimo cuando cuchicheaban sobre ella como si la conocieran y supieran todo sobre ella. Storybrooke le gustaba pero las habladurías y chismes eran lo peor.

Pues había pensando en darle un toque lila, quizás malva pero clarito. También pensé que si quedaba muy soso podría dibujar alguna otra cosa a modo de decorativo – Pese a haber comprado los botes de pintura y comenzar con la maniobra todavía no tenía del todo claro si dejaría la pared con un color liso o si le añadiría figuras decorativas, aunque seguramente hiciese esto último. No era algo que la trajera de cabeza porque siempre se le ocurrían las cosas segundos antes de empezar. Como si de repente se encendiera una bombillita en su cabeza y todo estuviese claro – Eso dejaré que lo juzgues por ti misma. Puedo avisarte una vez lo haya acabado si quieres y tienes tiempo – Y a Lena no le cabía duda alguna de que la alcaldesa aceptaría la invitación.

Todo parecía ir bien. Ambas charlaban animadamente pese a que la cocina estaba medio inundada, como si hubiesen olvidado ese hecho. Pero el ambiente se tornó raro cuando Lena hizo mención sobre sus deseos de viajar y ver algo más que no fuera Storybrooke, su bosque y su playa. La muchacha empezó a pensar que había dicho algo que no debía pues el semblante de la alcaldesa había cambiado por completo e incluso pudo notar que ésta comenzó a temblar levemente – ¿Ocurre algo? – preguntó mirando con gran preocupación a Siobhan e incluso se vio con el impulso de tomarle una de sus manos o apoyar la suya sobre su pierna para tranquilizarla, pero se abstuvo de hacerlo.

Lena no sabía qué esperaba oír pero desde luego no que no hubiese nada que valiese la pena ver aparte de Storybrooke. ¿Cómo podía ser? El mundo era demasiado grande como para que no hubiese nada especial en él pero, ¿para qué iba a mentirle Siobhan? La muchacha no pudo evitar que durante unos segundos la decepción se reflejara en sus ojos. Ella siempre había pensado que había algo más y luego la llegada de los forasteros la había hecho pensar que ella también quería salir y descubrir nuevos lugares. No obstante, a medida que la alcaldesa seguía hablando, la joven la fue mirando cada vez con más aprensión.

¿Corrupción? ¿Violencia? – dijo con un hilo de voz y tirando de uno de sus mechones sin saber qué decir. ¿Era eso cierto? ¿Tanto Roberts como Seery habían decidido quedarse en aquel pueblecito porque era lo más seguro? Bajó la cabeza y se quedó mirando su taza de té desanimada. ¿De verdad el mundo era tan cruel allá fuera? Pero la siguiente propuesta de la alcaldesa hizo que elevara la mirada haciendo que volviera a recobrar el brillo de sus ojos – ¿Quedarme en su casa? ¿Lo dice de verdad? – Preguntó sin poder ocultar la ilusión que eso le hacía. Pero no estaba segura de que fuese correcto aceptar. Era como si se aprovechara de la situación – No creo que… Es decir, me halaga muchísimo que me prestes un sitio en tu casa pero creo que ya tienes suficientes cosas de las que preocuparte. Tienes a Paula, la alcaldía y yo no quisiera ser una molestia añadida… Puedo pedir una habitación en el hostal o preguntarle a algún amigo si me dejaría quedarme en su casa el tiempo que sea necesario hasta que todo esté solucionado. De verdad, aprecio tu hospitalidad pero no me gustaría irrumpir y ser una carga
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Mensaje por Siobhan R. Mills Dom Nov 04, 2012 6:21 am

Sonreí levemente cuando Lena empezó a contestarme a mi pregunta sobre como había pensado pintar las paredes. Me resultaba curioso y me gustaba saber que pasaba por su cabeza, pero por nada malo, todo lo contrario, sentía por aquella muchacha un cariño especial. Un amor fraternal. – No es mala idea la verdad…, el malva es un color precioso. – Yo ya sabía que la muchacha tenía buen gusto y desde luego lo de pintar algo en las paredes, algún dibujo, me trajo a la mente recuerdos que me hicieron sonreír gratamente. – Me encantaría venir a ver como te ha quedado, aunque primero habrá que arreglar lo demás. Sería una pena que una obra de arte quedase destrozada por este tipo de inconvenientes.

Había contemplado el arte que hacia la muchacha en aquella torre donde había estado encerrado dos décadas de su vida, por lo que podía decir tranquilamente que si ella hacia algo en aquella casa, acabaría siendo una obra maestra. Algo que el resto de los habitantes de Storybrooke posiblemente podía llegar a envidiar.

Por supuesto que ocurría algo. Si me hubiese dicho eso cualquier otro habitante del pueblo a lo mejor no me habría puesto tan en alerta, pero precisamente ella… Que poseía irónicamente los mismos cabellos rubios que yo. Podría ser mi pequeña Emma, aunque yo se que es algo totalmente imposible y que mi hija puede que ni siquiera haya llegado a la edad de Rapunzel. Pude ver la decepción en sus ojos del mismo modo que lo había visto muchas otras veces cuando le decía que no podía abandonar la torre y enumeraba las diferentes razones. Ahora ya no importaban si eran válidas o no. – Exacto y no me gustaría verte a ti metida en todo eso… - Con su inocencia y esa ingenuidad que irradiaba, definitivamente la corrupción y la violencia podían tocarla con sus garras y destrozarla.

Asentí con la cabeza suavemente cuando con aquella sorpresa tintineando en su voz me preguntó si de verdad decía aquello de que se quedara en casa con Paula y conmigo. Esbocé una sonrisa mientras mi mano derecha tomaba con cuidado la cucharilla dentro de la taza y le daba unas cuantas vueltas distraída. – ¡Por supuesto que lo digo de verdad! Nunca diría una cosa así si de verdad no quiero que ocurra. – Al menos cuando hablaba con ella la mayor parte del tiempo así era. En muchas otras ocasiones tenía que ser bastante hipócrita en cuanto a mis opiniones y las cosas que realmente quería hacer si deseaba mantener aquella fachada de alcaldesa perfecta sin oscuras intenciones ocultas.

Por supuesto, había contado con la posibilidad de que la joven no quisiera venir a mi casa por diferentes motivos. Negué con la cabeza unas cuantas veces e hice un movimiento con mi mano libre restándole importancia a aquello que acababa de decirme la joven – Tonterías. No eres ninguna molestia. Es más estaría realmente preocupada si te quedases aquí o incluso en el hostal… He oído que había cucarachas o algo así. – Dibujé una fugaz mueca de asco en el rostro. Más que nada porque realmente me repugnaban bastante aquellos insectos, bichos… - Creo que… no voy a aceptar un no como respuesta. Es más… si quieres te ayudo a coger algunas cosas incluso. Me alegraría mucho contar con una compañía como tu en casa aunque sea solo durante una temporada y Paula seguro que también estará encantada. ¿Qué me dices?
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Esta casa es una ruina Empty Re: Esta casa es una ruina

Mensaje por Lena J. Duchannes Lun Nov 19, 2012 9:37 am

Seguía sin poder asimilar que el mundo fuera de Storybrooke solo albergara maldad. Era algo en lo que jamás había pensado puesto que siempre había algo de luz en la oscuridad y no era todo negro o todo blanco. Sabía que Siobhan no iba a mentirle sobre aquello porque no tenía razones para hacerlo a no ser que creyera que luego ya no volvería a Storybrooke pero era estúpido pensar que la alcaldesa fuera a echarla tanto en falta como para engañarla para que se quedara con ellos. Y aún así una parte de ella se negaba a creer de verdad que nada bueno hubiese fuera del pueblo en el que habitaba porque siempre había algo digno de ver. Quizás es que la alcaldesa no había visitado el lugar que conformaba la excepción de la regla. No obstante, la temática de la conversación cambió a una mucho más amena. Y esa era la invitación de la alcaldesa a pasar un tiempo en su casa durante el tiempo que persistiera el arreglo de la suya propia. Ese ofrecimiento había borrado cualquier rastro de pena o decepción del rostro de la muchacha que ahora observaba a la alcaldesa con ojos brillantes.

No quería insinuar que me estuviera engañando, es que me parece tan surrealista – Había dos personas poderosas en Storybrooke y esas eran Siobhan y el señor Gold, y cualquier invitación por parte de uno de ellos le resultaría siempre asombrosa – en su caso siempre que se tratara de la alcaldesa –. Desconocía lo que pensaría Siobhan de ello pero para Lena ella era una persona digna de admiración y se podía decir incluso que hasta la idolatraba. Esa era la razón por la cual cualquier gesto de la mujer hacía ella se le hacía sorprendente.

La joven sonrió tontamente mientras se bebía el té al escucharle decir que no se quedaría tranquila si sabía que se hospedaría en el único hostal del pueblo debido a aquel incidente que hubo hacía ya un tiempo con unas cucarachas, del cual había oído ella también algo sobre el asunto. A Lena tampoco le agradaban mucho los insectos y menos las cucarachas porque se le hacían repulsivas pero no creía que fuera a repetirse aquel suceso, ya que no fue cosa de las trabajadoras.

¿Y qué pasará si me niego rotundamente? ¿Me arrastrarás de la oreja? – bromeó imaginándose tal escena. A pesar de que se sentía un tanto aprovechada aunque no se hubiese autoinvitado, también era cierto que le hacía una ilusión enorme pasar un tiempo en casa de Siobhan y no por las comodidades que pudiese ofrecer sino porque siempre le había gustado pasar el rato con la alcaldesa, cosa que tal vez pudiese resultar un tanto extraño pero no le daba mucha importancia – ¿Pero está segura de que a Paula no le importará? Sé que eres tú la que manda porque eres la adulta y eso pero quizás habría que comentarle algo, ¿no crees? Tal vez no le haga gracia y se enfade – Y Lena no quería ser la causa de la disputa entre madre e hija. Además, era bien sabido que últimamente la niña parecía querer pasar más tiempo con su madre biológica que no con Siobhan, lo cual en parte era comprensible porque era su madre pero también era verdad que tal vez eso no le sentara bien a la alcaldesa, que era quien la había cuidado durante todos esos años en los que su madre biológica había desaparecido de su vida. Se preguntó entonces si no sería quizás en parte por eso que Siobhan le dijera de pasar un tiempo con ellas, tal vez la mujer se sentía algo sola – Me parece una idea estupenda, aunque no me parece muy hospitalario que el invitado ayude al anfitrión. Primero preparaste el té y ahora pretendo que me ayudes a empacar. Soy terrible, ¿cierto? – dijo riendo y terminándose lo que le quedaba de brownie y dándole otro sorbo a su taza.

La muchacha aguardó a que terminaran de tomarse el té con tranquilidad antes de recoger el juego de té para luego subir al segundo piso para recoger algunos de los enseres que necesitaría durante el tiempo que estuviese fuera de casa. Mientras subían las escaleras la chica le hizo saber que estaba todo hecho un poco desastre debido a que había tenido que sacar algunos de los muebles de la habitación para poder pintarla. Dejó a la mujer en mitad del pasillo y fue a buscar una maleta en la que meter algo de ropa y cosas para la higiene como el cepillo de dientes y demás.

Te prometo que no te daré problemas. Apenas notarás que estoy en tu casa – comentó al poco tiempo de regresar. Abrió el armario y se puso a examinar la ropa que se llevaría con ella. Luego, en un momento dado y sin saber por qué añadió – Paula tiene suerte de tener
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