FLASHMOB! [Libre]

Como aquel día no tenía mucho que hacer, Lena decidió pasar por su casa para comprobar cómo iban las obras. Quizás era demasiado pronto para creer que ya estuviesen finalizando, pero la muchacha tampoco pensaba que arreglar el problema de las tuberías fuese a llevarles mucho tiempo. Sin embargo, la muchacha creyó mal, pues cuando llegó a su casa y se paró a hablar con el hombre encargado éste le comentó que lo que en principio parecía no quitarles más de unos días se había complicado, por lo que tendría que esperar un par de semanas más hasta que pudiera regresar a ella. Aquella noticia la había disgustado un poco pero lejos de enfadarse con el hombre –que no tenía culpa alguna, sólo hacía su trabajo– se quedó conversando un rato más con él sobre las obras y luego se despidió amablemente.

Deambuló por las calles con aire ausente mientras le daba vueltas al asunto de su casa y lo que haría a continuación. Estaba segura de que Siobhan no pondría ninguna objeción a que tuviese que alargar su estadía en su hogar porque ya le había dejado bastante claro en su momento que podía quedarse el tiempo necesario sin preocuparse de nada, y todo por no querer que la rubia alquilara una habitación en el hostal. Pero a pesar de todo, Lena hablaría con ella y le diría que si había algún problema ya buscaría donde ir, como por ejemplo a casa de Katia. Aunque ahora que lo pensaba, Lorianne iba a mudarse a casa de su amiga así que muy posiblemente no hubiese espacio para una tercera persona. Era cierto que muchas veces las tres se quedaban a dormir en casa de la auxiliar de veterinaria cuando hacían una de esas noche de chicas, pero no era lo mismo una noche que un par de semanas. De todos modos no iba a comerse la cabeza con ello, ya que como había dicho anteriormente, seguramente Siobhan no tendría problemas con que se quedara más tiempo del que imaginaban.

Cuando dejó de darle vueltas al asunto, se percató de que algunas de las personas que estaban por delante de ella se habían detenido mirando con interés algo que estaba más allá de ella. La muchacha siguió sus miradas y, al igual que ellos, se quedó observando el panorama del parque. Se había reunido un grupo curioso de personas que bailaban de forma muy sincronizada al son de la música que salía de los altavoces del estéreo que habían llevado con ellos hasta allí. Lena se acercó para observar mejor el espectáculo que estaban dando y pronto se vio contagiada por el ambiente, tal y como les había sucedido a otros transeúntes que pasaban por allí. En el momento que los bailarines hicieron señas a todos aquellos que se habían parado a mirarlos para que se unieran a ellos, Lena no se lo pensó dos veces. Era posible que se perdiera en la coreografía que habían montado o que no lo hiciera tan bien como otros pero le parecía algo sumamente divertido y a ella le encantaba divertirse y, además, le serviría para olvidarse un rato de sus problemas.

Así pues, la joven de ojos azules se unió al grupo entusiasta y aunque al principio le costaba seguirles el ritmo, no tardó en pillarle el truco. La muchacha se dejó llevar e incluso se la podía escuchar cantar si conocía la letra de la canción que sonaba en el momento. Había visto en vídeos y películas que hacían cosas como aquellas –aunque no caía en el nombre– y siempre le había parecido algo gracioso y entretenido, pero lo era mucho más cuando uno participaba en él. Y sí, se lo estaba pasando en grande, tanto que ni se había dado cuenta que a su lado un joven iba un poco perdido y a destiempo… hasta que éste le dio un manotazo en uno de los ojos – ¡Au! – exclamó la joven llevándose una mano al ojo y dejando de moverse – ¿Qué? Oh, no te preocupes. No ha sido nada, solamente perdí un ojo – bromeó levantando la vista para ver al susodicho, y cuando sus ojos –o mejor dicho su ojo– se encontró con los suyos se lo quedó mirando con una expresión extraña – ¿Nos conocemos? – pero antes de que pudiera escuchar una respuesta de boca del chico se vio empujada por el resto de personas que habían seguido bailando y ahora se movían cambiándose de sitio arrastrando consigo a la joven alejándola de él. Lena trató de quedarse en el lugar, pero entre que los otros eran más, el dolor de su ojo y aquella extraña sensación que la había invadido al mirar a aquel que la había golpeado, no pudo más que dejarse arrastrar y una vez que todos dejaron de cambiar de posición y quedaron en un sitio fijo, la muchacha se escabulló de entre la multitud.

Cuando consiguió salir y alejarse un poco de los que bailaban, volvió a llevarse la mano al ojo que había comenzado a llorarle un poco, pero no le prestó demasiada atención porque estaba ocupada tratando de distinguir al joven entre la aglomeración de personas. Era extraño, porque juraría que no lo conocía de nada pero esos ojos… Pensó que lo más seguro es que se lo habría cruzado por la calle alguna vez, puesto que Storybrooke no era un pueblo grande pero esa explicación no parecía convencerla. Tal vez se debiera al golpe, porque cuanto más pensaba y trataba de recordar, más nublosos se volvían sus recuerdos.

La verdad es que sentía que la suerte me acompañaba durante aquellas semanas. Estaba por las nubes, bastante contento a decir verdad con mi vida personal, ya que respecto a lo ajeno, en Storybrooke, habían ocurrido ciertos episodios dramáticos que afectaban directamente a personas a las que tenía aprecio, como por ejemplo Sydney. Pero siendo un poco egoísta en esos momentos pensando en lo que abarcaba mi vida personal, sentía que la luz comenzaba a hacerse hueco en ella, como un claro en el bosque que se extendía cada vez más. Era cierto que la actitud de los Dylan seguía igual que de costumbre, pero tal vez el que estaba cambiando era yo, era yo a quien ya realmente no le importaba, y cada vez menos, adquiriendo una actitud bastante serena ante la vida y por muy mal que me trataran, siempre encontraba el lado positivo.

Pero estaba claro que por uno mismo raramente se evolucionaba tanto. Si había algo de lo que me sentía totalmente orgulloso y me ayudaba a crecer como persona a mis veintisiete años, eso era mi trabajo. Sí, ese trabajo de cocinero que había encontrado en un pequeño restaurante chino de Storybrooke. No era un local excesivamente grande, ni tampoco rebosaba a clientes los días de cada día, pero parecían muy contentos conmigo y yo con lo que cobraba, aunque no fuera un pastón precisamente, ya me sentía realizado. Tampoco me importaría trabajar sin cobrar, ya que era como un hobby del que disfrutaba y me hacía olvidar el resto de mis problemas. Lo que lo diferenciaba de otro restaurante cualquiera, era ni más ni menos que me sentía muy unido a aquella cultura oriental. No había conocido a mis auténticos padres, ni desgraciadamente recordaba apenas nada de mi auténtico país, así que aprender recetas y costumbres de allí me hacían sentir como en casa, como si descubriera cosas que me dejaban fascinado y creara vínculos más estrechos con China, país del que realmente creía con firmeza que yo provenía, lo sentía, sentía mi corazón palpitar con vida cada vez que pensaba o hacían referencia a ello.

Total, la sonrisa que mostraba en mi rostro en el paseo de aquél día era indisimulable, podía incluso notar como mis mejillas tiraban como si tuviera un par de hilos estirando de ellas. Inspiraba aquél aire fresco del día con gusto y disfrutaba de todos los sonidos a mi alrededor, y fue entonces cuando me percaté de que el parque estaba más animado que de costumbre. Traté de mirar entre la gente apilonada en círculo, hasta que me di cuenta de que en medio de dicho parque había gente que se marcaba un baile que no parecía bastante fácil de aprender. Pero abrí mucho mis ojos –ahora mis ojos debían medir lo que medían los de los occidentales, je– al ver que toda la gente que había delante de mí se apilonó como una marabunta reuniéndose con aquellos bailarines que parecían profesionales. La verdad es que la música invitaba a bailar, muy ritmosa y además un remix aleatorio. No niego que me lo pensé, pero tan sólo fueron unos segundos antes de decidirme a entrar en aquella “fiesta improvisada”, como si algo me llamara desde dentro. En el fondo creería de verdad que yo era un tipo fiestero, y eso me hacía gracia.

Bailé unos minutos, intentando seguir el ritmo de los demás aunque, por muy fiestero que pudiera resultar yo, también tenía mi lado torpe y me costó un rato incorporarme sin desentonar. La ventaja de ser un palillo andante es que poca gente chocaba conmigo. Pero entonces, al mirar al frente, pude apreciar a una joven de largos cabellos rubios que parecía bastante despistada, apenas siguiendo a los demás y con una mano en la cara. Me preocupé al instante, pues salir de ese barullo no era una misión fácil, a decir verdad. Traté de acercarme entre los huecos, cosa que no me resultó complicado.

- ¡Ey, chica! ¿Estás bien? – pregunté agachando sutilmente la cabeza para poder observar su rostro y comprobar si estaba bien o le sucedía algo. Había gente muy sensible a los espacios con tanta gente alrededor, e igual habían personas a las que aquello les había pillado por sorpresa como aquella chica y se estaba mareando o sabe Dios qué. La joven parecía mirar a un punto concreto, directamente a un chico. - ¿Es conocido tuyo? – pregunté dirigiendo mis ojos también hacia ese muchacho y haciéndole una seña por si quería acercarse, procurando abrir un poco de espacio para que la gente no nos comiera, gente que aún seguía de fiesta, claro.