Jugando entre copas [Libre]

No se exactamente en que se ha convertido mi vida estas últimas semanas. Comer, dormir, ir a dar clase... quizá esta última parte sea el único momento en el que me siento algo mas vivo. Es curioso la de vueltas que da la vida. Para la gente normal, ir a trabajar es una obligación, algo que hacen por necesidad de obtener sus recompensas, su dinero para seguir viviendo, o en caso de algunos, despilfarrando. En mi caso es todo un placer. Me encantan los crios. De hecho soy de los que piensan que antes de los dos años son un coñazo, y después de los cinco, cuando ya pierden la inocencia, empiezan a ser maleducados. Por suerte mi trabajo abarca solo esa edad. Desde los dos cuando apenas balbucean cuatro palabras mal dichas hasta los cinco, cuando ya los suelto leyendo con lentitud, escribiendo frases cortas y sabiendo sumar por lo menos. Realmente hay chicos a los que me gusta seguir la pista, ver que no se degradan hacia adultos estúpidos. Hay cada vez menos de esos.
Entro en uno de los locales de la zona portuaria, una cervecería bastante limpia para ser una cervecería. Me siento directamente en la barra y pido una enseguida, dandole un trago en cuanto me la sirven, girandome sobre el taburete para observar el local y la gente que hay en él en estos momentos. Hace tiempo que no me doy un momento para mi mismo y este me iba pareciendo ya el momento oportuno. Sin contar que hace ya días que no saco mi lado seductor a paseo y temo que se resienta de estar tan encerrado. Siempre me lo han dicho, un chico encantador. De esos que saben ser todo un caballero y no parecen unos buscones desesperados. Es sin duda un don. O quizá simplemente que adoro a las mujeres, no como simples objetos sino como las maravillas que son. Observo a una pareja que estan jugando una partida en uno de los tres billares que tiene el local. Hace mucho tiempo que no juego, seguro que no acertaría a dar una bola con otra. Aunque hay quien dice que es como montar en bicicleta, una vez sabes ya no lo olvidas... claro que siempre te tambaleas en las primeras pedaladas. Estiro las piernas para obtener una postura mas relajada justo cuando la casualidad hace que alguien atine a pasar justo por delante, topandose con mis piernas y precipitandose al suelo. Por suerte, logro reaccionar al tiempo, aunque su copa se va a pique. ¡Hostia perdona! No te he visto. Te pago otra copa, de verdad lo siento. Intento dar con alguna servilleta por si se ha manchado, culpable. ¿Qué pasa con esa manía de no mirar nunca alrededor antes de hacer algo? Si es que no se puede ser mas oportuno.

Viernes. Último día de la semana. Última hora de la tarde. La semana había acabado, por suerte para Violette y empezaba el fin de semana. No solía tener problemas para salir con gente pero esa noche sus amigas habían decidido, o bien quedarse en casa haciendo una maratón de películas o bien irse a alguno de los pubs del pueblo, pero a Violette no le apetecían ninguno de los dos planes, simplemente quería ir a dar una vuelta tranquila como muchas veces acostumbraba a hacer. No necesitaba que nadie la acompañara, probablemente conocería a gente por el camino o el simple hecho de poder entrar como si nada a uno de los pubs mas selectos de Storybrooke le haría conseguir compañía fácilmente y si no, su sola compañía también le valdría. Se metió en la ducha, disfrutando del agua fría para relajar sus músculos. Después se cambió, vistiéndose con una ropa informal e hizo todo el ritual normal, por ultimo quito la horquilla de su cabello para dejarlo caer, a partir de ahí ya no sería la chica callada y tímida que últimamente estaba dejando ver, eso estaba por seguro.

Minutos después ya había decidido a donde pasaría la noche que acababa de empezar del viernes; Se subió a su coche y condujo hasta el puerto de Storybrooke, lo dejó aparcado en un sitio y echó a andar. Había frecuentado varias veces cuando había estado saliendo con Khai, una de las cervecerías del puerto, tan solo porque no era el típico sitio de moda donde alguien comentaría sobre otra persona. Había llegado sola, lo cual no era muy raro en Violette porque últimamente no es que se dejara ver con mucha gente a su alrededor; la soledad había estado siendo su aliada desde hace un tiempo. Pero aun a pesar de que no todos la miraban con buenos ojos, se las apañaba para estar rodeada de sus amigos.

Examinó el lugar con su mirada notando como algunos de los presentes habían girado su vista hasta dar con la joven escritora, sonrió por el hecho de que le gustaba ver a las personas llenas de vida y el estar varios días alejada de todo eso, la entristecía. Metió sus manos en los bolsillos y caminó dirigiéndose hacia la barra, después de entrar en el local. Se sentó frente a la barra, esperando a que el barman la despachara.

- Un vodka con limón, por favor. - Miró al barman de una manera amable, como si ya lo conociera y en un par de minutos ya tenía su copa delante de ella. En cuanto la tuvo en sus manos, se levantó del taburete; quería sentarse en algún sitio algo alejado de la entrada del establecimiento. Así que caminó dirigiéndose recto, pero no vio que un chico estiró las piernas justo cuando Violette pasaba, tropezándose y cayendo al suelo. Aunque no llegó a caer de morros, ya que su obstáculo reaccionó justo a tiempo antes de que pasara. Ella salió ilesa, pero su copa recién puesta no tuvo la misma suerte y cayó, rompiéndose el cristal en varios trozos y derramándose el líquido por todo el suelo. - No te preocupes, no pasa nada. Lo siento, también ha sido culpa mía. Yo no miraba por donde iba caminando.. ¡Qué torpe soy! Lo siento de nuevo. - Dijo a modo de disculpa. Se agachó para recoger los trozos de cristales y cuando terminó de recogerlos se irguió para ver con quién se había rozado, sus mejillas obtuvieron un color carmesí. Aunque su vista duró pocos segundos de estar sobre la de él, para fijarla en la gran mancha que tenía sobre su blusa. - ¡Ohh, vaya! ¡Y era recién estrenada! - Dijo mientras que cogía la servilleta que le daba él para intentar que la mancha se secara, aunque seguro que iba a hacer poco puesto que no se iba a quitar la mancha como por arte de magia. - Gracias por la servilleta, soy Violette. He visto que te llama la atención el billar y sé que no es oportuno que lo diga, pero ¿Nos echamos una partida? Si te gano, puedes pagarme esa copa que me debes y algunas más que me acompañarás a bebérmelas. Si al contrario, ganas tú. Puedes pedir lo que quieras, pero siempre dentro de unos límites, ¿está claro? - Le dijo algo vacilante, provocándole un poco a modo de reto.

La miro todavía preocupado, sacando cada vez mas y mas servilletas para que pueda secarse. No era mi intención hacer tropezar a nadie... maldita costumbre de no mirar antes de hacer las cosas...La veo agacharse a por los cristales y por un momento me da la terrible sensación de que se va a cortar. Intento localizar rápidamente a la camarera que me ha atendido antes para ver si puede sacar una escoba o algo antes de que se haga daño. Me giro hacia ella en el mismo momento en que se levanta y se lamenta por su blusa nueva. Suspiro arrepentido, dispuesto a pagarle por lo menos la copa que se ha derramado. Casi te tiro al suelo, te dejo sin copa y te mancho la blusa...¿y me propones jugar al billar? Esto si que es inusual. Río levemente pero asiento ante la propuesta-apuesta. Esta bien... aunque no tendré que pensar que quiero porque seguramente ganarás. Hace mucho que no juego. En ese mismo momento algo hace click en mi cabeza y alzo las cejas, mirandola. Espera, espera...¿me estabas mirando? Vale, el ego Wayne empieza a florecer y la sonrisa seductora sale a flote algo tímida. Cojo mi consumición con una mano y le tiendo la otra, caminando hasta el billar y metiendo un par de monedas para obtener las bolas. Solo por casualidad...¿cuales son esos límites de los que estaríamos hablando si te gano? Voy colocando las bolas apenas sin necesidad de mirarlas, moviendolas con agilidad acostumbrado a usar pelotas de tamaño similar para hacer malabares a los niños en el colegio.

- No todo tiene por qué ser usual o monótono, ¿no crees? Al menos yo lo veo así. No me gusta que las cosas sean rutinarias o que tengan que suceder por que sí. - La casualidad, la sorpresa y el azar eran cosas que estaban continuamente en la vida, sobre todo en la de Violette. Aunque el 90% del tiempo su vida era la aburrida monótona y rutina de vida, el 10% era totalmente todo lo contrario; y pasaban cosas que ni si quiera ella se lo había planteado o imaginado.

Siguió secándose la mancha que se había formado sobre su blusa mientras que el chico le seguía ofreciendo servilletas y aunque tenía la vista fijada sobre lo que estaba haciendo, le estaba prestando atención a lo que él decía. - Creo que tendrás que empezar a pensar qué es lo que quieres, puesto que no soy nada buena jugando al billar. - Negó con la cabeza, aunque estaba mintiendo. En ese aspecto, Violette se podía sentir afortunada ya que se defendía bastante bien en cualquier juego; ya fuera de mesa o no. Pero no se lo iba a poner tan fácil, le gustaban los retos y disfrutaba dejando ganar al principio a su contrincante para después darle una paliza conmemorativa.

Le asintió levemente con la cabeza cuando le preguntó si lo estaba mirando y tras terminar de intentar mejorar la mancha que había quedado en su blusa, subió su mirada adornada con dos coloretes de color carmesí en sus mejillas. Vio como cogía su copa y le ofrecía la mano a Violette para echar a andar hacia la mesa del billar; alargó también su menudo brazo y con su mano agarró la mano de él. Se quedó parada a un lado cuando llegaron hasta una de las mesas libres de billar, observando como él se disponía a colocar las bolas con maestría. ¿Y él decía que hacía tiempo que no había jugado? Pues ni si quiera había perdido práctica para colocar las bolas en sus correspondientes sitios, seguro que se estaba quedando con ella y al principio dejaría que ganara.

- 1) Nada de rozamientos, tocamientos o cosas indeseadas ni impuras sin mi consentimiento. Si quisiera, ya sería otro tema a tratar y no creas que ganándome a una partida de billar puedes llegar a ese nivel. 2) Tampoco valen el salir exhibiéndose por la calle o con ropa ridícula si pierdo. No me gustan que me humillen, bastante tengo con caer en gracia a la casi mayoría del pueblo. Y por último, 3) Nada de dejarme ganar por que te doy pena. No valen esos "detallitos" conmigo. ¿Todo claro? ¿Algo que añadir? - Dijo mientras que se acercaba hasta la mesa que había cerca de ellos y le daba un trago largo a la copa de él; no es que le importara mucho que fuera de él ya que su copa había tenido un inesperado fin antes de tiempo por culpa de el moreno.

- Puedes empezar rompiendo y saliendo tú, prefiero ir con tranquilidad; se disfruta más la partida. - Lo miró cuando él se dispuso a colocarse y después de pasar la tiza por la punta del palo de billar, se inclinó sobre la mesa del juego; apuntando así hacia la bola blanca. - ¡Ten cuidado no te hagas pupita! - Dijo riendo divertida. Estaba segura de que aquella noche iba a pasarlo algo más que bien, se reiría bastante; de eso no cabía duda.