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:: Storybrooke :: Ayuntamiento
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Fiesta Anual de Storybrooke
ATENCIÓN: Para aquellos que ven la serie, la parte en cursiva del post contiene información (ligeramente variada) del segundo capítulo "The Thing You Love Most" de Once Upon a Time/Érase una vez. Si lees esta parte y no has visto aún el capítulo, es bajo tu propia responsabilidad.
-----------------
La fiesta anual de Storybrooke, una festividad que a Siobhan Mills le encantaba, por el simple hecho de que podía volver a demostrar quien tenía el poder allí. Daba igual que el Sr. Gold fuese el hombre más rico de Storybrooke, seguido de los Gilbert. Ella siempre tendría el poder. Sonrió al reflejo de su espejo antes de terminar de acomodarse la larga melena rubia.
Poder. Juventud. Un final feliz para ella. Paula. ¿Qué más podía pedir? Seguir viendo sufrir a los ciudadanos de Storybrooke, estancados en aquella aldea durante tantísimos años… Eso la hacía sentirse aún más poderosa a cada día que pasaba. Lo único que ahora mismo le quitaba un poco de esa felicidad y seguridad era la llegada ni más ni menos que de Lucy Roberts, la madre biológica de SU hija, Paula. A la niña ya la había castigado por irse nada más y nada menos que a Boston para ir a buscar a su madre biológica, pero no le entraba en la cabeza, no entendía porque la señorita Roberts tenía que seguir allí. Le fastidiaba la idea de que estuviese allí.
Del mismo modo que le fastidiaba aquel libro que al parecer le había dado el profesor Jones a su hija. ¡Un libro de cuentos de hadas! ¡De sus historias! Ni más ni menos. Lo último que le faltaba a la alcaldesa es que ahora, Roberts empezará a meter la nariz en sus asuntos. Bueno, las cosas de uno en uno. Primero iría a hablar con Jones y le diría que la próxima vez que quiera alimentar la imaginación de su hija (que ya es bastante, por algo la enviaba al psicólogo), después intentaría dar con el libro (ni loca quería que eso fuese paseándose por el pueblo) que no sabía donde lo había dejado Paula (aquella niña para su desgracia era lista…) y por último se encargaría de Roberts. Bueno, de Roberts se encargaría todo el tiempo. Cuanto antes la quitase de en medio mejor, pero los otros dos asuntos también eran de suma importancia.
Respiró hondo varias veces mientras intercambiaba una mirada con su reflejo.
Su reflejo estaba igual de crispado que ella misma. Había llegado a Palacio hecha una furia y su madre enseguida lo había notado. La misma que ahora se encontraba detrás de ella. La misma que le suplicaba.
- No lo hagas Shiv, por favor… - Le decía la mujer que estaba tras ella – Es demasiado arriesgado. Demasiado peligroso. Puede salir mal…
¡Claro que podía salir mal! Eso ella también lo sabía, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Dejar que se salieran con la suya? ¿Qué fuesen felices? ¡Ni hablar! Apartó la mirada del espejo y se volvió sobre sí misma para encararse directamente a su madre. Siempre había sido la más débil, muy al contrario que su padre, un aclamado Hechicero que le había hecho la vida imposible a Siobhan cuando era una niña. Por eso era que su madre era lo que ella más quería en el mundo. A pesar de su debilidad, a pesar de su carácter… Su madre le había dado su belleza y le estaría agradecida eternamente.
- Tengo que hacerlo – Siseó con la voz cargada de ira y furia – No tengo otra opción. ¡Ninguna! ¡No puedo permitirles vivir un final feliz! ¡Era yo la que tenía que tener ese final! ¡No ellos! ¡No ella! – A medida que había ido hablando su tono de voz había subido, consiguiendo también que su madre se alejase ligeramente de ella. No estaba dispuesta a que la persona que le había roto el corazón, traicionado y arruinado la vida fuese feliz y ella una infeliz de por vida. Ella era la única que merecía un final feliz. La única. Ninguno de esos indeseables que ahora estaban festejando el matrimonio de Blancanieves y el Príncipe James, se merecían una gota de su misericordia. No. No se merecían nada. Todos. Absolutamente todos la habían ayudado. Todos iban a pagar el mismo precio que ella. Sin excepción.
- Pero hay algo que necesito… - Su mirada cambio. Sus ojos azules temblaron a medida que se acercaba a su madre con una sonrisa afable y cariñosa en el rostro. La abrazó y hundió su rostro en los cabellos blancos de su madre aspirando su aroma.
- ¿Qué necesitas? – Le preguntó su madre en un susurro – Aunque me parezca una locura… Te ayudaré si así lo deseas…
Sí, a pesar de ser su madre, era ante Siobhan que se doblegaba. Era Siobhan la que le daba las órdenes a su madre y no al revés. Se lo había ganado después de todo.
- Tengo que sacrificar aquello que más quiero… - Respondió posando una de sus manos sobre el pecho de su madre – Lo siento mamá…
Recordar aquellas cosas dolían, pero aún así ni una mísera lágrima brotó de los ojos azules de Siobhan. Retiró la mirada del espejo con una ligera sonrisa marcada en sus labios fruto de otro recuerdo antes de dirigirse a las escaleras.
- ¡Paula! ¡Vamos a llegar tarde! – Y ella no podía llegar tarde. En absoluto. – ¡Te estoy esperando! – La llamó aunque intentando no sonar brusca o borde en su orden, más bien todo lo contrario muy a pesar de lo mucho que le costaba ser cariñosa con alguien. Muy en el fondo quería a esa niña, por algo la había llamado Paula. El nombre de su madre.
Quince minutos más tarde se encontraban, madre e hija en la sala del ayuntamiento donde hacían cada año aquella festividad. Era un enorme salón de baile, que podía recordar al de cualquier palacio, con sus columnas, sus lámparas cuya luz daba la impresión de que brillaba en el suelo de mármol, su música que fluía entre los asistentes.
Y lo más importante: mesas para pequeños grupos así como también otras de aperitivos. Toda clase de aperitivos que pudiera llegar a imaginar la gente.
La alcaldesa entró. Notó que alguna mirada paraba en ella. Ya fuese por su estatus de poder o su belleza (que era, después de todo innegable). Sonrió con cortesía, mientras los observaba a todos. Dentro de un rato, como era obvio sería el momento de dar el discurso, por el momento iba a disfrutar de los deliciosos canapés.
--
Como es obvio, cualquier personaje puede entrar en el post.
Se trata de una fiesta que celebran anualmente en Storybrooke, asistiendo la mayoría de los habitantes. ¿Quién se va a perder una fiesta organizada por la alcadesa?
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La fiesta anual de Storybrooke, una festividad que a Siobhan Mills le encantaba, por el simple hecho de que podía volver a demostrar quien tenía el poder allí. Daba igual que el Sr. Gold fuese el hombre más rico de Storybrooke, seguido de los Gilbert. Ella siempre tendría el poder. Sonrió al reflejo de su espejo antes de terminar de acomodarse la larga melena rubia.
Poder. Juventud. Un final feliz para ella. Paula. ¿Qué más podía pedir? Seguir viendo sufrir a los ciudadanos de Storybrooke, estancados en aquella aldea durante tantísimos años… Eso la hacía sentirse aún más poderosa a cada día que pasaba. Lo único que ahora mismo le quitaba un poco de esa felicidad y seguridad era la llegada ni más ni menos que de Lucy Roberts, la madre biológica de SU hija, Paula. A la niña ya la había castigado por irse nada más y nada menos que a Boston para ir a buscar a su madre biológica, pero no le entraba en la cabeza, no entendía porque la señorita Roberts tenía que seguir allí. Le fastidiaba la idea de que estuviese allí.
Del mismo modo que le fastidiaba aquel libro que al parecer le había dado el profesor Jones a su hija. ¡Un libro de cuentos de hadas! ¡De sus historias! Ni más ni menos. Lo último que le faltaba a la alcaldesa es que ahora, Roberts empezará a meter la nariz en sus asuntos. Bueno, las cosas de uno en uno. Primero iría a hablar con Jones y le diría que la próxima vez que quiera alimentar la imaginación de su hija (que ya es bastante, por algo la enviaba al psicólogo), después intentaría dar con el libro (ni loca quería que eso fuese paseándose por el pueblo) que no sabía donde lo había dejado Paula (aquella niña para su desgracia era lista…) y por último se encargaría de Roberts. Bueno, de Roberts se encargaría todo el tiempo. Cuanto antes la quitase de en medio mejor, pero los otros dos asuntos también eran de suma importancia.
Respiró hondo varias veces mientras intercambiaba una mirada con su reflejo.
Su reflejo estaba igual de crispado que ella misma. Había llegado a Palacio hecha una furia y su madre enseguida lo había notado. La misma que ahora se encontraba detrás de ella. La misma que le suplicaba.
- No lo hagas Shiv, por favor… - Le decía la mujer que estaba tras ella – Es demasiado arriesgado. Demasiado peligroso. Puede salir mal…
¡Claro que podía salir mal! Eso ella también lo sabía, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Dejar que se salieran con la suya? ¿Qué fuesen felices? ¡Ni hablar! Apartó la mirada del espejo y se volvió sobre sí misma para encararse directamente a su madre. Siempre había sido la más débil, muy al contrario que su padre, un aclamado Hechicero que le había hecho la vida imposible a Siobhan cuando era una niña. Por eso era que su madre era lo que ella más quería en el mundo. A pesar de su debilidad, a pesar de su carácter… Su madre le había dado su belleza y le estaría agradecida eternamente.
- Tengo que hacerlo – Siseó con la voz cargada de ira y furia – No tengo otra opción. ¡Ninguna! ¡No puedo permitirles vivir un final feliz! ¡Era yo la que tenía que tener ese final! ¡No ellos! ¡No ella! – A medida que había ido hablando su tono de voz había subido, consiguiendo también que su madre se alejase ligeramente de ella. No estaba dispuesta a que la persona que le había roto el corazón, traicionado y arruinado la vida fuese feliz y ella una infeliz de por vida. Ella era la única que merecía un final feliz. La única. Ninguno de esos indeseables que ahora estaban festejando el matrimonio de Blancanieves y el Príncipe James, se merecían una gota de su misericordia. No. No se merecían nada. Todos. Absolutamente todos la habían ayudado. Todos iban a pagar el mismo precio que ella. Sin excepción.
- Pero hay algo que necesito… - Su mirada cambio. Sus ojos azules temblaron a medida que se acercaba a su madre con una sonrisa afable y cariñosa en el rostro. La abrazó y hundió su rostro en los cabellos blancos de su madre aspirando su aroma.
- ¿Qué necesitas? – Le preguntó su madre en un susurro – Aunque me parezca una locura… Te ayudaré si así lo deseas…
Sí, a pesar de ser su madre, era ante Siobhan que se doblegaba. Era Siobhan la que le daba las órdenes a su madre y no al revés. Se lo había ganado después de todo.
- Tengo que sacrificar aquello que más quiero… - Respondió posando una de sus manos sobre el pecho de su madre – Lo siento mamá…
Recordar aquellas cosas dolían, pero aún así ni una mísera lágrima brotó de los ojos azules de Siobhan. Retiró la mirada del espejo con una ligera sonrisa marcada en sus labios fruto de otro recuerdo antes de dirigirse a las escaleras.
- ¡Paula! ¡Vamos a llegar tarde! – Y ella no podía llegar tarde. En absoluto. – ¡Te estoy esperando! – La llamó aunque intentando no sonar brusca o borde en su orden, más bien todo lo contrario muy a pesar de lo mucho que le costaba ser cariñosa con alguien. Muy en el fondo quería a esa niña, por algo la había llamado Paula. El nombre de su madre.
Quince minutos más tarde se encontraban, madre e hija en la sala del ayuntamiento donde hacían cada año aquella festividad. Era un enorme salón de baile, que podía recordar al de cualquier palacio, con sus columnas, sus lámparas cuya luz daba la impresión de que brillaba en el suelo de mármol, su música que fluía entre los asistentes.
Y lo más importante: mesas para pequeños grupos así como también otras de aperitivos. Toda clase de aperitivos que pudiera llegar a imaginar la gente.
La alcaldesa entró. Notó que alguna mirada paraba en ella. Ya fuese por su estatus de poder o su belleza (que era, después de todo innegable). Sonrió con cortesía, mientras los observaba a todos. Dentro de un rato, como era obvio sería el momento de dar el discurso, por el momento iba a disfrutar de los deliciosos canapés.
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Como es obvio, cualquier personaje puede entrar en el post.
Se trata de una fiesta que celebran anualmente en Storybrooke, asistiendo la mayoría de los habitantes. ¿Quién se va a perder una fiesta organizada por la alcadesa?
Última edición por Siobhan R. Mills el Vie Jun 29, 2012 10:41 am, editado 1 vez
Siobhan R. Mills- Reina
- Soy : La Reina
Mensajes : 168
Empleo /Ocio : Alcaldesa
Localización : Storybrooke, Maine. United States of America.
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Era una mañana como cualquiera. Me levanté con poco entusiasmo, pero de repente me tropecé con algo. Ahí, en la puerta, estaba un sobre amarillento escrito con bella caligrafía. Decía que estaba invitada a un baile organizado por la alcaldesa de Storybrooke. No podía ser. Pero decía "Para la señorita Kate M. Bennet". A mi nunca me habían invitado a un baile. No me podía creer. A mi nunca me habían invitado a un baile, por lo que estaba ansiosa. Últimamente no se dejaba de hablar de una dichosa fiesta, pero no había llegado invitación. No podía creer aún aquello. Me fui a bañar y me puse un vestido sencillo pero bonito. Me encaminé hacia la fiesta en el ayuntamiento, según decía en la invitación. Llegué al Ayuntamiento muy pronto, mi vestido era un vestido largo de color un azul como el cielo de tirantes con la falda larga hasta los tobillos. Mis zapatos eran unas zapatillas cómodas pero elegantes de color azul claro sin tacón, pues me parecían incómodas de ese tipo.
Entonces me puse a arreglarme el vestido y arreglarme el peinado, que era una simple cola de lado con un broche plateado sencillo con forma de flor con el centro azul celeste.
Una vez acabado, suspiré y entré. Miré a mi alrededor con timidez, notando que aún no llegaba mucha gente. Suspiré aliviada, puesto que nadie se acercaba para hablar conmigo. Me daba muchísima pena. Me retiré un mechón hacia atrás, tragué saliva y parpadee al ver llegar a la alcaldesa.
Vestido:
http://vestidosdenoviasencillos.com/wp-content/uploads/2012/03/images313.jpg
Entonces me puse a arreglarme el vestido y arreglarme el peinado, que era una simple cola de lado con un broche plateado sencillo con forma de flor con el centro azul celeste.
Una vez acabado, suspiré y entré. Miré a mi alrededor con timidez, notando que aún no llegaba mucha gente. Suspiré aliviada, puesto que nadie se acercaba para hablar conmigo. Me daba muchísima pena. Me retiré un mechón hacia atrás, tragué saliva y parpadee al ver llegar a la alcaldesa.
Vestido:
http://vestidosdenoviasencillos.com/wp-content/uploads/2012/03/images313.jpg
Última edición por Kate M. Bennet el Vie Jul 06, 2012 9:01 am, editado 3 veces
Kate M. Bennet- Chicas de Storybrooke
- Soy : Ups. No lo sé
Mensajes : 41
Empleo /Ocio : Camarera en Granny's
Edad : 36
Fecha de inscripción : 23/06/2012
Re: Fiesta Anual de Storybrooke
- Vestido:
- Haz click en las imágenes pequeñas para verlas en grande
Fiesta por aquí y fiesta por allá, en las últimas semanas no se hablaba de otra cosa y empezaba a cansarme, es por ello que me alegraba de que ya fuera el día en que se celebraba la dichosa fiesta, eso indicaba que quedaba esperar la otra mitad de los comentarios, escuchar a hablar sobre como había ido, aunque eso era algo más entretenido ya que al menos con cada persona que hablabas podrías saber una versión distinta, hasta ahora lo más que escuchabas era la típica pregunta de "¿Irás?". Suspiré, me ponían nerviosa los eventos locales, sin embargo, aquella vez iría, había quedado para encontrarme allí con Malcolm y no podía fallar, no me gustaba faltar a mi palabra. Miré la hora y decidí que debía empezar a prepararme, al parecer se tenía que ir elegante y algo arreglado por lo que tardaría un poco en encontrar un vestido, mi vestuario no es que se caracterizara precisamente por destacar en prendas femeninas, más bien todo lo contrario.
Pasaron los minutos, tal vez podría hasta haber pasado la media hora, o incluso la hora, no lo sabía y tampoco me entretuve a mirar el reloj. Había mirado un montón de ropa hasta que al fin encontré lo que estaba buscando. Era un vestido que me llegaba por encima de la rodilla, sin mangas y de color gris oscuro, casi negro, llevaba un pequeño corsé y pliegues por la falda, además de algún pequeño encaje para decorar. Me gustaba bastante y de no ser por ello nunca se me habría pasado por la cabeza ponerme un vestido. Empecé a guardar el resto de la ropa que no necesitaba y había sacado del armario para, una vez guardado todo me puse el vestido con unas medias oscuras y unas sandalias negras con un poco de tacón. Ya vestida fui al baño para peinarme, no me hice mucho, sólo me recogí el pelo con una cola alta y listo.
Ya estaba preparada, sólo quedaba marcharme y esperar a que el pelinegro llegara, así que tomé el bolso y guardé en este el móvil, las llaves de casa, el monedero con algo de dinero, por si tenía que comprar algo, y el ipod con los auriculares, nunca se sabía si los necesitaría. Fui al comedor a despedirme de mis padres, sabía que ellos vendrían más tarde a la fiesta pero como no sabía si coincidiríamos una vez dentro decidí despedirme de ellos antes de salir de casa e ir hacia el ayuntamiento. Vivía un poco lejos de este, por eso había salido temprano de casa, de todos modos esperaba no entretenerme por el camino ya que no me gustaba llegar tarde a los lugares, y mucho menos si quedaba con alguien.
En media hora había llegado a las puertas del ayuntamiento, entré para echar un vistazo y había muy poca gente por lo que decidí salir de nuevo fuera y esperar a Malcolm en la puerta, así seguro que le vería llegar. Me apoyé en la blanca pared y, para entretenerme, empecé a fijarme en la ropa que llevaba la gente, todos iban arreglados, algunos con colores vivos, otros con colores más fríos, pero todos arreglados. Al fijarme en eso sonreí para mi misma, no destacaría por llevar vestido, o al menos eso esperaba. También pude ver como llegaba la alcaldesa Mills y su hija, Paula creo que se llamaba. Sin lugar a dudas la alcaldesa era una mujer que con su sola presencia imponía respeto, eso debía de admitirse, sin embargo, había algo de ella que no terminaba de gustarme, como si escondiera un gran secreto que no quisiera ni pudiera revelar a nadie. Sacudí levemente la cabeza para sacar esos pensamientos de mi cabeza y seguir esperando a que el joven pelinegro me "honrara" con su presencia.
Pasaron los minutos, tal vez podría hasta haber pasado la media hora, o incluso la hora, no lo sabía y tampoco me entretuve a mirar el reloj. Había mirado un montón de ropa hasta que al fin encontré lo que estaba buscando. Era un vestido que me llegaba por encima de la rodilla, sin mangas y de color gris oscuro, casi negro, llevaba un pequeño corsé y pliegues por la falda, además de algún pequeño encaje para decorar. Me gustaba bastante y de no ser por ello nunca se me habría pasado por la cabeza ponerme un vestido. Empecé a guardar el resto de la ropa que no necesitaba y había sacado del armario para, una vez guardado todo me puse el vestido con unas medias oscuras y unas sandalias negras con un poco de tacón. Ya vestida fui al baño para peinarme, no me hice mucho, sólo me recogí el pelo con una cola alta y listo.
Ya estaba preparada, sólo quedaba marcharme y esperar a que el pelinegro llegara, así que tomé el bolso y guardé en este el móvil, las llaves de casa, el monedero con algo de dinero, por si tenía que comprar algo, y el ipod con los auriculares, nunca se sabía si los necesitaría. Fui al comedor a despedirme de mis padres, sabía que ellos vendrían más tarde a la fiesta pero como no sabía si coincidiríamos una vez dentro decidí despedirme de ellos antes de salir de casa e ir hacia el ayuntamiento. Vivía un poco lejos de este, por eso había salido temprano de casa, de todos modos esperaba no entretenerme por el camino ya que no me gustaba llegar tarde a los lugares, y mucho menos si quedaba con alguien.
En media hora había llegado a las puertas del ayuntamiento, entré para echar un vistazo y había muy poca gente por lo que decidí salir de nuevo fuera y esperar a Malcolm en la puerta, así seguro que le vería llegar. Me apoyé en la blanca pared y, para entretenerme, empecé a fijarme en la ropa que llevaba la gente, todos iban arreglados, algunos con colores vivos, otros con colores más fríos, pero todos arreglados. Al fijarme en eso sonreí para mi misma, no destacaría por llevar vestido, o al menos eso esperaba. También pude ver como llegaba la alcaldesa Mills y su hija, Paula creo que se llamaba. Sin lugar a dudas la alcaldesa era una mujer que con su sola presencia imponía respeto, eso debía de admitirse, sin embargo, había algo de ella que no terminaba de gustarme, como si escondiera un gran secreto que no quisiera ni pudiera revelar a nadie. Sacudí levemente la cabeza para sacar esos pensamientos de mi cabeza y seguir esperando a que el joven pelinegro me "honrara" con su presencia.
Última edición por Noah M. Stoner el Jue Jun 28, 2012 7:08 pm, editado 3 veces
Noah M. Stoner- Humanos
- Soy : Gretel
Mensajes : 215
Empleo /Ocio : Estudiante, medio comodín y ayudante de Haley
Edad : 28
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Fiesta Anual de Storybrooke
- vestimenta:
- Emie, Emie, Emie, Emie, Emie...
Un nombre que se repetía y se repetía en la soledad de cada noche, en la mente de un peculiar ser de Storybrooke. Pero, ¿qué significaba ese nombre? ¿Era un hombre o una mujer? ¿Era siquiera una persona? ¿Acaso existía? Pues nunca antes alguien había visto ni había sabido de "Emie", sólo una persona en todo el pueblo.
- Emie, Emie, Emie...
El brillo dorado de un reloj de bolsillo entre sus manos, opacado por el paso de los años. Quien sabe todo lo que había vivido ese reloj, o a quien pertenecía, o cómo diablos había llegado hasta esa tienda, ahora olvidado en una vieja caja entre montañas de objetos aparentemente inútiles dentro del trastero de la tienda de antigüedades. Ahora ese reloj estaba entre sus manos, inspeccionándolo, y suavemente movía sus agujas con los dedos, con suma delicadeza.
- Emie... - susurraba para sí mismo, mientras parecía dejar su mente en blanco, sólo manchada por ese nombre. - Emie... Por mucho que pase el tiempo... - seguía susurrando ese joven, lentamente mientras observaba el reloj con detenimiento estando en cuclillas. - El tiempo... - repitió, moviendo cada vez con más suavidad las agujas. Frunció el ceño cuando colocó las dos finalmente juntas, apuntando las doce, ese número que tanto significado tenía para los relojes. Y de repente pareció despertar - El tiempo... ¡Perder el tiempo! ¡La fiesta! ¡Noah!
Soltó sin cuidado aquel reloj, que cayó de nuevo sobre la caja, y cogiendo su chaqueta, salió escopetado de la tienda. ¡Se había olvidado completamente de ello! Si no se daba prisa llegaría tarde, y no sería caballeroso hacer esperar a su amiga, debía cumplir su palabra.
Malcolm llegó a casa, y como una flecha, procuró buscar su traje más formal del armario. Era curioso el canto que podía dar entre toda aquella gente moderna, y él con sus trajes típicos de los años 20, pero él se sentía a gusto yendo así y manteniendo sus antiguas costumbres, en ocasiones mucho más cálidas que las actuales. Pero bueno, también estaba al día, al fin y al cabo era su siglo... ¿no? ¿o no? ¿O sí? O quién sabe... ¿En qué diablos estaba pensando?
Se detuvo en la puerta de casa al salir, se estaba olvidando de algo, pero, ¿de qué? Bueno, no debía ser muy importante, así que siguió su paseo por el parque... ¡Espera! ¡ya se acordaba! ¡La fiesta!
Volvió a echarse a la carrera, con suerte llegaría a tiempo antes del discurso, debía dar gracias a su agilidad. Sentir el viento... ¿Qué era el viento? ¿Tenía vida? Si la suficiente para hacerte quedar mal en muchas ocasiones, como aquella.
- ¡Noah! - dijo casi sin aire, tocándose el cuello de la camisa y dándose cuenta que el lazo que debía llevar ahí de adorno lo tenía en el cuello. Con disimulo y una sonrisa tonta se lo colocó bien de nuevo - Perdona, je... ¿Te he hecho esperar mucho? - preguntó mirando un poco por encima para ver el ambiente que había en la sala. Como no, examinó el vestuario de la muchacha morena - Si me permites... - dijo cogiéndole una mano e indicándole que se diera una vuelta - Me gusta, esos encajes le dan un buen toque. ¿Vamos? - la invitó a pasar con un ademán. Poco después se percató de la presencia de la alcaldesa Mills. Entornó los ojos por un momento; sentía que esa mujer le había robado algo... ¿Qué sería? un paquete de galletas, seguro... En fin, volvió a mirar a Noah después de intentar penetrar en el alma de aquella oscura mujer, y le sonrió.
Malcolm A. Lynch- Hechiceros/Magos
- Soy : Co-Fundador del Foro
Mensajes : 359
Localización : Storybrooke
Fecha de inscripción : 25/06/2012
Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Willow amaba las fiestas, esa era la verdad. Claro que el tipo de fiestas que ella prefería involucraba a sus amigos, cuatro barriles de cerveza y todos bailando en la piscina con la música en los speaker al máximo del volumen hasta las tantas de la madrugada, cuando algún vecino al fin se quejaba y entonces llegaba el Sheriff a echarles todo a perder. Alguna vez le había tocado pasar la noche en la comisaría, con eso de que técnicamente era menor de edad…
Adoraba a Savannah. A sus pasteles. Su carácter. Su sonrisa. Hasta lo insoportable que se ponía a veces regañándola. Pero no. Soportaba. A su marido.
En el ayuntamiento no habría piscina ni beats que le hicieran sentir deseos de bailar hasta que amaneciera, pero tampoco tendrían que cuidarse de los vecinos amargados y los policías inconvenientes. Era sólo una oportunidad de tantas de ver a la gente a la que quería, pasar un buen rato, arreglarse bonita, vestirse elegante y tomar docenas de fotografías con el nuevo Smartphone que acababa de comprar. Mientras Storybrooke Corporation siguiera metiendo tanto las patas con sus máquinas ella iba a conseguir ahorrar lo suficiente para retirarse a los 35 y darse a la buena vida, sí señor.
Hubiera quedado con Felle de verse allá, pero se conocía a sí misma bien: iba a pasarse la tarde entera decodificando el sistema de su recién adquirido teléfono sólo por darse el gusto de entender cómo funcionaba y ver qué modificaciones le podía hacer. Que no todos entendían porque se obsesionaba tanto con esos aparatos, pero es que a ella simplemente le maravillaban. Arreglar, componer, reparar, a ella le emocionaba y no veía por qué a los demás no. Cosa de las vocaciones de cada quien, seguro. Le encantaban los pasteles pero no quería decir que pudiera estarse todo el día horneando, ni tampoco cambiando vendas, ni tomando decisiones muchimillonarias para grandes empresas. Lo suyo eran más bien cosas sencillas y así le gustaba. Era feliz con lo que hacía.
Donde no aplicaba dicha sencillez era quizá al momento de vestirse. Que era joven y los jeans y camisetas eran casi un uniforme de diario, pero a ella nunca nadie le iba a ver de negro… o peor, de beige. Le gustaban los colores, le gustaba el brillo, que todo fuera un poquito más alegre a la vista y resplandeciera cuando la luz lo tocaba (por algo había mandado volver a pintar su motocicleta). Tampoco le gustaba el maquillaje de dramáticos ojos oscuros cual tigresa. Tenía ya listo su vestido de alegres tonos pastel y tras verse en el espejo un par de veces para asegurar que todo estuviera como quería, quedaba lista para salir.
Con vestido de cocktail y zapatos altos montarse en la motocicleta no era buena idea, mucho menos ponerse el casco y arruinarse el peinado, así que tomó un taxi, pues no a todos les entusiasmaban tantos los eventos organizados por la Alcaldía. Con su juguete nuevo en el clutch de piedrería plateada y azul entró al salón donde el baile se celebraría. Quizá contra todo pronóstico llegaba temprano, pues no veía aún a nadie a quien le apateciera acercarse y estrenar los 12 mexapixeles de potencia que le harían terminar la noche con un centenar de fotografías para Facebook. Ni tonta ni lenta gravitó hacia la mesa de comida, porque si el ayuntamiento se esmeraba tanto en el banquete de delicias, sería una tremenda grosería que esos deliciosos canapés no fueran apreciados como merecían.
Adoraba a Savannah. A sus pasteles. Su carácter. Su sonrisa. Hasta lo insoportable que se ponía a veces regañándola. Pero no. Soportaba. A su marido.
En el ayuntamiento no habría piscina ni beats que le hicieran sentir deseos de bailar hasta que amaneciera, pero tampoco tendrían que cuidarse de los vecinos amargados y los policías inconvenientes. Era sólo una oportunidad de tantas de ver a la gente a la que quería, pasar un buen rato, arreglarse bonita, vestirse elegante y tomar docenas de fotografías con el nuevo Smartphone que acababa de comprar. Mientras Storybrooke Corporation siguiera metiendo tanto las patas con sus máquinas ella iba a conseguir ahorrar lo suficiente para retirarse a los 35 y darse a la buena vida, sí señor.
Hubiera quedado con Felle de verse allá, pero se conocía a sí misma bien: iba a pasarse la tarde entera decodificando el sistema de su recién adquirido teléfono sólo por darse el gusto de entender cómo funcionaba y ver qué modificaciones le podía hacer. Que no todos entendían porque se obsesionaba tanto con esos aparatos, pero es que a ella simplemente le maravillaban. Arreglar, componer, reparar, a ella le emocionaba y no veía por qué a los demás no. Cosa de las vocaciones de cada quien, seguro. Le encantaban los pasteles pero no quería decir que pudiera estarse todo el día horneando, ni tampoco cambiando vendas, ni tomando decisiones muchimillonarias para grandes empresas. Lo suyo eran más bien cosas sencillas y así le gustaba. Era feliz con lo que hacía.
Donde no aplicaba dicha sencillez era quizá al momento de vestirse. Que era joven y los jeans y camisetas eran casi un uniforme de diario, pero a ella nunca nadie le iba a ver de negro… o peor, de beige. Le gustaban los colores, le gustaba el brillo, que todo fuera un poquito más alegre a la vista y resplandeciera cuando la luz lo tocaba (por algo había mandado volver a pintar su motocicleta). Tampoco le gustaba el maquillaje de dramáticos ojos oscuros cual tigresa. Tenía ya listo su vestido de alegres tonos pastel y tras verse en el espejo un par de veces para asegurar que todo estuviera como quería, quedaba lista para salir.
Con vestido de cocktail y zapatos altos montarse en la motocicleta no era buena idea, mucho menos ponerse el casco y arruinarse el peinado, así que tomó un taxi, pues no a todos les entusiasmaban tantos los eventos organizados por la Alcaldía. Con su juguete nuevo en el clutch de piedrería plateada y azul entró al salón donde el baile se celebraría. Quizá contra todo pronóstico llegaba temprano, pues no veía aún a nadie a quien le apateciera acercarse y estrenar los 12 mexapixeles de potencia que le harían terminar la noche con un centenar de fotografías para Facebook. Ni tonta ni lenta gravitó hacia la mesa de comida, porque si el ayuntamiento se esmeraba tanto en el banquete de delicias, sería una tremenda grosería que esos deliciosos canapés no fueran apreciados como merecían.
- Spoiler:
Última edición por Willow Swartz el Sáb Jun 30, 2012 3:25 am, editado 1 vez
Willow Swartz- Seres Mágicos
- Soy : Campanilla
Mensajes : 235
Empleo /Ocio : Técnica reparadora ordenadores
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Tic, tac, tic, tac... El tiempo pasaba de forma tan lenta que un segundo podía parecerme una eternidad, ¡que caprichoso que llegaba a ser el tiempo! Me apoyé en la pared mientras veía que, lentamente, la gente iba llegando y entrando al ayuntamiento, la mayoría venían acompañados y entretenidos hablando por lo que poca gente se dio cuenta de mi presencia allí, algo que agradecía ya que dos terceras partes de las personas que se daban cuenta de que estaba parecían compadecerse de mi por el hecho de estar sola. Sonreí para mis adentros cuando vi entrar a un par de niños que tendrían entre tres y cinco años, estaban jugando y riendo algo que me hizo gracia. No sabía porque pero siempre me habían gustado los niños pequeños.
Adelanté unos pasos para poder ver el reloj, antiguamente parado, que estaba en lo alto del ayuntamiento, era una sensación extraña ver como algo que había estado sin vida desde que yo recordaba, de pronto, sin razón alguna, empezara a ir bien. Aunque eso realmente daba igual, ni siquiera me había percatado de la hora que era, estaba demasiado nerviosa, pero no porque Malcolm llegara tarde, estaba segura de que había llegado demasiado temprano, mi nerviosismo era debido a que no sabía que hacer para pasar el tiempo mientras le esperaba y no podía quedarme quieta. Volví al lugar donde estaba antes, al lado de la puerta de entrada y junto a la pared mientras los demás habitantes de Storybrooke llegaban y entraban al ayuntamiento.
Suspiré, me aburría demasiado y aún parecía ser pronto, pues, aunque venía gente no era demasiada y eran los que como yo siempre llegaban temprano a los lugares. Busqué por mi bolso y en unos pocos segundos di con lo que buscaba, sabía que estaba allí, nunca salía de casa sin el ipod. Rápidamente me puse los auriculares, busqué alguna canción que me gustara y esta empezó a sonar, era una buena solución para pasar el tiempo y entretenerme, aunque depende de que canción pusiera debía tener cuidado ya que yo tenía la "mala costumbre" de emocionarme demasiado deprisa si una canción me gustaba de verdad, sólo quería que eso pasara en la intimidad de mi habitación, pues era vergonzoso que me vieran los demás.
El tiempo había pasado más rápido y pude escuchar unas cuantas canciones antes de que algo en mi interior me dijera que debía guardar ya el reproductor de música, y así hice, apagué el ipod y lo guardé en el bolso, justo momentos antes de escuchar mi nombre. Mire hacia la dirección de donde provenía aquella voz ahogada por la falta de aire y me encontré a Malcolm arreglándose el lazo que llevaba con una sonrisa algo tonta en los labios, no me dio tiempo a saludarle antes de que pidiera perdón y preguntara si había esperado mucho a lo que sonreí y negué con la cabeza quitándole importancia a aquel hecho.
-No pasa nada, tranquilo, si la que creo que vino antes de tiempo fui yo, no sé exactamente la hora que es pero seguro que llegas a la hora acordada.
Después de hablar mi sonrisa se ensancho un poco, no quería que se preocupara por haberme hecho esperar si la que había decidido estar antes en el lugar había sido yo. Al parecer el chico se fijó en mi vestido, pero, al parecer, quería verlo mejor ya que tomó mi mano e indicó que diera una vuelta, le hice caso y giré sobre mi misma. Después de aquello comentó que le gustaba y que los encajes le daban un buen toque, lo que provocó que en mis mejillas apareciera un leve sonrojo que decidí ignorar esperando que no se dieran cuenta de él. Ante la pregunta del pelinegro asintió levemente con la cabeza mientras sonreía.
-Vamos.
Acepté su invitación a entrar y una vez dentro vi que había menos gente de la que me había parecido ver entrar, mis cálculos habían sido erróneos al decir cuanta gente habría dentro, sin embargo, le quité importancia a ello. Allí volví a ver a la alcaldesa con su hija, aunque era imposible no fijarse en ella. Aquel posado de superioridad, la elegancia con la que se movía adornada por aquella gran belleza que nadie podía negar que tenía hacían de ella una persona imposible de olvidar, una vez la habías visto te marcaba de alguna misteriosa forma. ¿El porque de aquello? No lo sabía, de lo único que estaba segura era de que ella misma era consciente de aquel poder que poeseía y que, al parecer, no dudaba en utilizarlo sobre cualquier ciudadano de Storybrooke. Todos aquellos pensamientos sobre Mills desaparecieron de mi mente al percatarme de que Malcolm me había sonreído, le devolví la sonrisa.
-¿Ves? Llegaste a tiempo, la alcaldesa aún no ha dado su discurso, aunque de haber llegado tarde tampoco te perdías mucho.
Al terminar de hablar me reí levemente, había intentado hacer una broma la cual, tal vez, no fuera la más acertada, sin embargo ya estaba hecha y no había vuelta atrás, tampoco sabía como eliminarlo de la mente del joven así que debía aceptar si no le gustaba o no le hacía gracia. Quería sacar conversación, hablar de algo o hacer algo, pero mi cabeza no se centraba en aquello e ideas venían realmente pocas por lo que me dediqué a quedarme mirando a mi alrededor para ver si veía a alguien conocido para los dos, tal vez así sí pudiéramos hablar de algo, aunque fuera con una tercera persona.
Adelanté unos pasos para poder ver el reloj, antiguamente parado, que estaba en lo alto del ayuntamiento, era una sensación extraña ver como algo que había estado sin vida desde que yo recordaba, de pronto, sin razón alguna, empezara a ir bien. Aunque eso realmente daba igual, ni siquiera me había percatado de la hora que era, estaba demasiado nerviosa, pero no porque Malcolm llegara tarde, estaba segura de que había llegado demasiado temprano, mi nerviosismo era debido a que no sabía que hacer para pasar el tiempo mientras le esperaba y no podía quedarme quieta. Volví al lugar donde estaba antes, al lado de la puerta de entrada y junto a la pared mientras los demás habitantes de Storybrooke llegaban y entraban al ayuntamiento.
Suspiré, me aburría demasiado y aún parecía ser pronto, pues, aunque venía gente no era demasiada y eran los que como yo siempre llegaban temprano a los lugares. Busqué por mi bolso y en unos pocos segundos di con lo que buscaba, sabía que estaba allí, nunca salía de casa sin el ipod. Rápidamente me puse los auriculares, busqué alguna canción que me gustara y esta empezó a sonar, era una buena solución para pasar el tiempo y entretenerme, aunque depende de que canción pusiera debía tener cuidado ya que yo tenía la "mala costumbre" de emocionarme demasiado deprisa si una canción me gustaba de verdad, sólo quería que eso pasara en la intimidad de mi habitación, pues era vergonzoso que me vieran los demás.
El tiempo había pasado más rápido y pude escuchar unas cuantas canciones antes de que algo en mi interior me dijera que debía guardar ya el reproductor de música, y así hice, apagué el ipod y lo guardé en el bolso, justo momentos antes de escuchar mi nombre. Mire hacia la dirección de donde provenía aquella voz ahogada por la falta de aire y me encontré a Malcolm arreglándose el lazo que llevaba con una sonrisa algo tonta en los labios, no me dio tiempo a saludarle antes de que pidiera perdón y preguntara si había esperado mucho a lo que sonreí y negué con la cabeza quitándole importancia a aquel hecho.
-No pasa nada, tranquilo, si la que creo que vino antes de tiempo fui yo, no sé exactamente la hora que es pero seguro que llegas a la hora acordada.
Después de hablar mi sonrisa se ensancho un poco, no quería que se preocupara por haberme hecho esperar si la que había decidido estar antes en el lugar había sido yo. Al parecer el chico se fijó en mi vestido, pero, al parecer, quería verlo mejor ya que tomó mi mano e indicó que diera una vuelta, le hice caso y giré sobre mi misma. Después de aquello comentó que le gustaba y que los encajes le daban un buen toque, lo que provocó que en mis mejillas apareciera un leve sonrojo que decidí ignorar esperando que no se dieran cuenta de él. Ante la pregunta del pelinegro asintió levemente con la cabeza mientras sonreía.
-Vamos.
Acepté su invitación a entrar y una vez dentro vi que había menos gente de la que me había parecido ver entrar, mis cálculos habían sido erróneos al decir cuanta gente habría dentro, sin embargo, le quité importancia a ello. Allí volví a ver a la alcaldesa con su hija, aunque era imposible no fijarse en ella. Aquel posado de superioridad, la elegancia con la que se movía adornada por aquella gran belleza que nadie podía negar que tenía hacían de ella una persona imposible de olvidar, una vez la habías visto te marcaba de alguna misteriosa forma. ¿El porque de aquello? No lo sabía, de lo único que estaba segura era de que ella misma era consciente de aquel poder que poeseía y que, al parecer, no dudaba en utilizarlo sobre cualquier ciudadano de Storybrooke. Todos aquellos pensamientos sobre Mills desaparecieron de mi mente al percatarme de que Malcolm me había sonreído, le devolví la sonrisa.
-¿Ves? Llegaste a tiempo, la alcaldesa aún no ha dado su discurso, aunque de haber llegado tarde tampoco te perdías mucho.
Al terminar de hablar me reí levemente, había intentado hacer una broma la cual, tal vez, no fuera la más acertada, sin embargo ya estaba hecha y no había vuelta atrás, tampoco sabía como eliminarlo de la mente del joven así que debía aceptar si no le gustaba o no le hacía gracia. Quería sacar conversación, hablar de algo o hacer algo, pero mi cabeza no se centraba en aquello e ideas venían realmente pocas por lo que me dediqué a quedarme mirando a mi alrededor para ver si veía a alguien conocido para los dos, tal vez así sí pudiéramos hablar de algo, aunque fuera con una tercera persona.
Última edición por Noah M. Stoner el Sáb Jun 30, 2012 7:55 pm, editado 1 vez
Noah M. Stoner- Humanos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
No le gustaban las fiestas, era un hecho, y todo Storybrooke lo sabía. Pero no por eso iba a dejar de asistir a la fiesta anual del pueblo; era, ante todo, un acto social y él sentía la obligación de asistir. Además, Savannah habría ido tanto si como no, con él o sin él; así que era mejor quedarse tranquilo acompañándola.
No se esmeró mucho en vestirse: pantalones oscuros y camisa. Sin chaqueta ni corbata porque no quería pasar calor, suficiente tendría con soportar las desvariaciones de los que acabarían borrachos. Se arregló un poco el pelo delante del espejo de la entrada mientras esperaba que su mujer acabara de arreglarse.
- No hace falta que te esmeres tanto, siempre estas guapa. – Lo dijo a modo de “espabila que llegamos tarde” pero lo pensaba de verdad. Si había algo de lo que estaba seguro era de que nunca querría a nadie tanto como a ella. – Pero hoy te has lucido. – Le dio un beso en la mejilla cuando la vio aparecer. Esa noche estaba realmente preciosa, aunque para él ya podría llevar un saco de patatas que seguiría estándolo.
Salió a la calle detrás de ella y cerró la puerta de su casa tras ellos. Empezaron a avanzar e instintivamente pasó el brazo por encima de los hombros de Savannah mientras andaban tranquilamente por la calle en dirección al ayuntamiento.
Llegaron casi de los primeros, había un par de invitados y la alcaldesa con su hija. La saludó con la cabeza mientras se acercaba a la mesa de las bebidas y sonrió a los demás que había por allí. Dejó el hombro de su mujer para cogerla de la mano y con la otra mano escogió la copa que vio mas llena de champagne. No iba a emborracharse, pero así se distraía mientras llegaba la gente que conocía.
No se esmeró mucho en vestirse: pantalones oscuros y camisa. Sin chaqueta ni corbata porque no quería pasar calor, suficiente tendría con soportar las desvariaciones de los que acabarían borrachos. Se arregló un poco el pelo delante del espejo de la entrada mientras esperaba que su mujer acabara de arreglarse.
- No hace falta que te esmeres tanto, siempre estas guapa. – Lo dijo a modo de “espabila que llegamos tarde” pero lo pensaba de verdad. Si había algo de lo que estaba seguro era de que nunca querría a nadie tanto como a ella. – Pero hoy te has lucido. – Le dio un beso en la mejilla cuando la vio aparecer. Esa noche estaba realmente preciosa, aunque para él ya podría llevar un saco de patatas que seguiría estándolo.
Salió a la calle detrás de ella y cerró la puerta de su casa tras ellos. Empezaron a avanzar e instintivamente pasó el brazo por encima de los hombros de Savannah mientras andaban tranquilamente por la calle en dirección al ayuntamiento.
Llegaron casi de los primeros, había un par de invitados y la alcaldesa con su hija. La saludó con la cabeza mientras se acercaba a la mesa de las bebidas y sonrió a los demás que había por allí. Dejó el hombro de su mujer para cogerla de la mano y con la otra mano escogió la copa que vio mas llena de champagne. No iba a emborracharse, pero así se distraía mientras llegaba la gente que conocía.
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Le habían llegado las noticias de la fiesta gracias a sus queridos alumnos, quienes no paraban de cuchichear sobre éso. A Everett nunca le habían importado mucho los eventos sociales, ya que a él le gustaba ir por su lado y el resto del mundo por otro. Así sería siempre. Pero había algo que le había llamado la atención. Al parecer esa fiesta se celebraba cada año, ¿entonces por qué no recordaba haber asistido anteriormente? Bueno, siempre tenía la cabeza en las nubes, era difícil recordar una fecha, alguna festividad en su cabeza. Por ese motivo la mayoría de las chicas la acababan dejando, al parecer para ellas era muy importante las fechas, ¿por qué? Eran simples días que pasaban, siempre se podían mejorar aquellos días especiales. En eso era especialista el joven, pero ninguna chica lo había descubierto puesto que al final lo acababan dejando. Pero Everett no tenía el corazón destrozado, para nada. Él seguía entero, con esperanzas de encontrar a su chica ideal (o más bien que ella le encontrara a él, porque él no buscaba mucho).
En fin, decidió asistir a aquella fiesta que preparaba la alcaldesa (mujer con la que solamente se había encontrado un par de veces y habían compartido palabras sueltas). El despistado de Everett se quedó dormido antes de poder poner su despertador a la hora adecuada para prepararse e ir a la plaza del ayuntamiento. Así que, a la hora de comienzo de la fiesta, Everett despertó. Se arregló tan rápido como pudo, colocándose un jersey gris y unos vaqueros cualquiera y salió pitando de su casa. Bostezaba y corría, increíble, un hombre haciendo dos cosas a la vez, por ese mismo motivo tropezó con uno de los cordones de sus zapatillas, acabando de boca contra el suelo. Pero se levantó, como muchas otras veces y sorprendentemente, encontró el camino hacia la plaza del ayuntamiento, él, el hombre más desorientado sobre la faz de la tierra.
Llevaba la cara completamente manchada de sangre (que salía de su nariz) por el tropiezo anterior, aunque él no sabía nada de éso, no le dolía la nariz. Vio a bastante gente que había decidido asistir a la fiesta, algunos que conocía, otros que creía conocer y otros... que nada. Le dirigió una mirada cordial a la alcaldesa y se dirigió al puesto de comida, para ver si podía picar algo, después de todo, Everett pagaba sus impuestos.
Vestuario de Eve
En fin, decidió asistir a aquella fiesta que preparaba la alcaldesa (mujer con la que solamente se había encontrado un par de veces y habían compartido palabras sueltas). El despistado de Everett se quedó dormido antes de poder poner su despertador a la hora adecuada para prepararse e ir a la plaza del ayuntamiento. Así que, a la hora de comienzo de la fiesta, Everett despertó. Se arregló tan rápido como pudo, colocándose un jersey gris y unos vaqueros cualquiera y salió pitando de su casa. Bostezaba y corría, increíble, un hombre haciendo dos cosas a la vez, por ese mismo motivo tropezó con uno de los cordones de sus zapatillas, acabando de boca contra el suelo. Pero se levantó, como muchas otras veces y sorprendentemente, encontró el camino hacia la plaza del ayuntamiento, él, el hombre más desorientado sobre la faz de la tierra.
Llevaba la cara completamente manchada de sangre (que salía de su nariz) por el tropiezo anterior, aunque él no sabía nada de éso, no le dolía la nariz. Vio a bastante gente que había decidido asistir a la fiesta, algunos que conocía, otros que creía conocer y otros... que nada. Le dirigió una mirada cordial a la alcaldesa y se dirigió al puesto de comida, para ver si podía picar algo, después de todo, Everett pagaba sus impuestos.
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Última edición por Everett N. O'Connor el Vie Jun 29, 2012 9:55 am, editado 1 vez
Everett N. O'Connor- Humanos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Si a ella le preguntaban, los pastelillos de Savannah y Rebecca tenían mucha mejor pinta que esos que adornaban la mesa de postres. Sería porque las pasteleras hacían lo suyo con amor o alguna de esas cosas que las ancianitas decían referente a la cocina. Eso no significaba, por supuesto, que fuera a perdonar esos ganaches de chocolate que estaban ahí tan apetitosos y antojables.
Un rápido vistazo a su alrededor y la cosa parecía comenzar a cobrar vidilla. Veía a Noah acompañada del chico tan raro Lynch, pero eh, le daba gusto que por lo menos se hubiera animado a asistir. Probablemente luego se acercaría a ella y le preguntaría con una sonrisita infame en el rostro que cuál era su historia con él. O quizá no lo haría, porque con lo tímida que era la chica lo último que quería era hacerle sentir mal. Veía a muchos señores, pero nada de Felle o de Khai por ejemplo. Vio también a Savannah y sintió deseos inmediatos de correr a saludarla… pero iba con su marido, y así la cosa cambiaba. Mejor esperaría a pillarla sola porque en lo que a ella respectaba entre más lejos del Sheriff, mejor.
A quien no había esperado ver era a ni más ni menos que Everett, su Everett ahí, acercándose a la mesa de comida con pinta de recién haberse levantado y PEOR, con la cara ensangrentada. El corazón se le hizo un puño y casi se atraganta con el canapé que se llevaba a los labios. Adiós glamour y porte de señorita elegante: el canapé lo tiró por encima de su hombro a donde fuera y cogiendo una servilleta de la mesa se acercó apurada a él tan rápido que bien parecía que en vez de los altísimos tacones caminaba sobre nubes.
- ¡Everett! ¡Qué te pasó! – Y para más agraviente parecía que él ni se enteraba de que tenía una tubería rota por nariz. Le jaló del brazo para apartarlo un poco de la gente y esconderse tras uno de los pilares y así discreta poder limpiarle la cara. – Sangras mucho, ¿qué tienes? Tienes que limpiarte… –
Se mordió los labios. No le gustaba ver sangre. Mucho menos la sangre de alguien a quien quería. Mucho menos la de alguien que conseguía ponerla tonta con apenas una mirada y una sonrisa, pero aún con esa cercanía que en otras circunstancias lo único que habría conseguido sería volverla 1.65 metros de masa sonrojada y balbuceante lo único que quería era que dejara de sangrar. Ni siquiera le importaba mancharse el vestido o los zapatos…
Un rápido vistazo a su alrededor y la cosa parecía comenzar a cobrar vidilla. Veía a Noah acompañada del chico tan raro Lynch, pero eh, le daba gusto que por lo menos se hubiera animado a asistir. Probablemente luego se acercaría a ella y le preguntaría con una sonrisita infame en el rostro que cuál era su historia con él. O quizá no lo haría, porque con lo tímida que era la chica lo último que quería era hacerle sentir mal. Veía a muchos señores, pero nada de Felle o de Khai por ejemplo. Vio también a Savannah y sintió deseos inmediatos de correr a saludarla… pero iba con su marido, y así la cosa cambiaba. Mejor esperaría a pillarla sola porque en lo que a ella respectaba entre más lejos del Sheriff, mejor.
A quien no había esperado ver era a ni más ni menos que Everett, su Everett ahí, acercándose a la mesa de comida con pinta de recién haberse levantado y PEOR, con la cara ensangrentada. El corazón se le hizo un puño y casi se atraganta con el canapé que se llevaba a los labios. Adiós glamour y porte de señorita elegante: el canapé lo tiró por encima de su hombro a donde fuera y cogiendo una servilleta de la mesa se acercó apurada a él tan rápido que bien parecía que en vez de los altísimos tacones caminaba sobre nubes.
- ¡Everett! ¡Qué te pasó! – Y para más agraviente parecía que él ni se enteraba de que tenía una tubería rota por nariz. Le jaló del brazo para apartarlo un poco de la gente y esconderse tras uno de los pilares y así discreta poder limpiarle la cara. – Sangras mucho, ¿qué tienes? Tienes que limpiarte… –
Se mordió los labios. No le gustaba ver sangre. Mucho menos la sangre de alguien a quien quería. Mucho menos la de alguien que conseguía ponerla tonta con apenas una mirada y una sonrisa, pero aún con esa cercanía que en otras circunstancias lo único que habría conseguido sería volverla 1.65 metros de masa sonrojada y balbuceante lo único que quería era que dejara de sangrar. Ni siquiera le importaba mancharse el vestido o los zapatos…
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
La fiesta de la alcaldesa ¿qué pintaba ella en una fiesta del ayuntamiento? Nada, nada de nada. No le gustaban los eventos públicos si no incluían desastres, alchol, comida o baile, además sentía un respeto casi nulo por las figuras de autoridad, por lo que no estaba del todo segura de que hacía ella entrando al lugar. A diferencia de los demás no se había preocupado demasiado por su ropa, mientras todos llevaban vestidos formales y trajes, ella estaba con un atuendo casual, que casi no encajaba con el lugar, aunque no le importaba, no creía que nadie le fuera a decir nada y, aunque le dijeran algo, ¿qué más daba? Ella estaba cómoda y eso era lo importante. Claro que, no es como si hubiera tenido demasiada ropa en su casa, Azula no era una chica con dinero por lo que se conformaba con lo que tenía y eso no le molestaba para nada. Lo único llamativo de su ropa eran los tacos negros, por lo demás podría haber ido a caminar vestida así.
Dio un vistazo al lugar, solo conocía a una sola persona, Noah y al verla con un chico no le pareció bien ir hablarle, parecía bastante entretenida. Suspiró dándose cuenta que solo tenía una opción, la mesa de canapés. Al verlo allí sabrosos, enormes y jugosos sus ojos brillaron con cierta malicia, se le acababa de ocurrir una tontería que podría meterla en problemas. Se acercó a la mesa de canapés con toda la naturalidad del mundo, se quedaría allí un rato, al menos hasta que todo estuviera listo.
De forma bastante casual se puso hacer una pila con los canapés, nadie sospecharía nada, seguro creían que era solo una chica aburrida -cosa cierta- que no tenía mejor manera de divertirse que jugando con la comida. Uno. Dos. Tres. Ponía al menos cinco por pila, no quería llamar la atención, no todavía, aunque claro que ya la llamaba, era Azula, no era fácil para ella pasar desapercibida. De vez en cuando también llevaba alguno a su boca, debía admitir que eran muy buenos, si que se habían esmerado con el tema de la comida, era una pena que Azula tuviera ganas, para variar, de echar las cosas a perder. Por supuesto, el plan podía
Dio un vistazo al lugar, solo conocía a una sola persona, Noah y al verla con un chico no le pareció bien ir hablarle, parecía bastante entretenida. Suspiró dándose cuenta que solo tenía una opción, la mesa de canapés. Al verlo allí sabrosos, enormes y jugosos sus ojos brillaron con cierta malicia, se le acababa de ocurrir una tontería que podría meterla en problemas. Se acercó a la mesa de canapés con toda la naturalidad del mundo, se quedaría allí un rato, al menos hasta que todo estuviera listo.
De forma bastante casual se puso hacer una pila con los canapés, nadie sospecharía nada, seguro creían que era solo una chica aburrida -cosa cierta- que no tenía mejor manera de divertirse que jugando con la comida. Uno. Dos. Tres. Ponía al menos cinco por pila, no quería llamar la atención, no todavía, aunque claro que ya la llamaba, era Azula, no era fácil para ella pasar desapercibida. De vez en cuando también llevaba alguno a su boca, debía admitir que eran muy buenos, si que se habían esmerado con el tema de la comida, era una pena que Azula tuviera ganas, para variar, de echar las cosas a perder. Por supuesto, el plan podía
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Grace se miró con el ceño fruncido en el espejo del baño, mientras intentaba por todos los medios mirarse de todos los ángulos posibles para encontrar alguno desde el que no pareciera un pez globo, pero no había nada que hacer. Aunque el vestido era bastante decente (nadie sabía cuanto costaba encontrar un vestido premamá que no pareciera absolutamente ridículo), al final soltó un suspiro resignado y lo dejó por imposible. Estaba enorme y no había forma de disimularlo.
- ¡Estoy en un minuto! - le dijo a Will que hacía rato que la esperaba y seguramente ya se habría sentado a leer el periodico o algo así mientras ella tardaba años en arreglarse. - Es que estoy hecha una ballena y nadaaaa me queda bien.
Se maquilló un poco para dismiular las ojeras, se puso los complementos que había tardado horas en escoger y finalmente salió hacia el comedor, notando como los zapatos de tacón no ayudaban con sus tobillos hinchados. Pero ya se sentía lo suficientemente incomoda con su cuerpo como para que además ir por ahí poco arreglada. Y si, aceptaba sin problemas que muchas veces pecaba de ser demasiado presumida.
- Listo cariño, podemos irnos. - le dijo con una sonrisa, porque a pesar de todo, de que se veían poco, trabajaban demasiado y las mariposas en el estómago hacía mucho que habían desaparecido, ella hacía un esfuerzo para que funcionara. De verdad que lo hacía.
Cuando llegaron al ayuntamiento ya había varia gente allí. Tiró de Will de la mano que le tenía cogida para acercarse a Willow, a la que había identificado apenas llegar. Saludó con una educada inclinación de la cabeza a la alcaldesa Mills y a varios conocidos del pueblo, antes de darse cuenta de que con Willow estaba Everett, uno de los profesores de la escuela, y sangraba por la nariz.
- ¿En busca de un médico? - les dijo a modo de saludo con una sonrisa. - ¿Llegamos bien o ya nos hemos perdido el discurso de la alcaldesa?
- ¡Estoy en un minuto! - le dijo a Will que hacía rato que la esperaba y seguramente ya se habría sentado a leer el periodico o algo así mientras ella tardaba años en arreglarse. - Es que estoy hecha una ballena y nadaaaa me queda bien.
Se maquilló un poco para dismiular las ojeras, se puso los complementos que había tardado horas en escoger y finalmente salió hacia el comedor, notando como los zapatos de tacón no ayudaban con sus tobillos hinchados. Pero ya se sentía lo suficientemente incomoda con su cuerpo como para que además ir por ahí poco arreglada. Y si, aceptaba sin problemas que muchas veces pecaba de ser demasiado presumida.
- Listo cariño, podemos irnos. - le dijo con una sonrisa, porque a pesar de todo, de que se veían poco, trabajaban demasiado y las mariposas en el estómago hacía mucho que habían desaparecido, ella hacía un esfuerzo para que funcionara. De verdad que lo hacía.
Cuando llegaron al ayuntamiento ya había varia gente allí. Tiró de Will de la mano que le tenía cogida para acercarse a Willow, a la que había identificado apenas llegar. Saludó con una educada inclinación de la cabeza a la alcaldesa Mills y a varios conocidos del pueblo, antes de darse cuenta de que con Willow estaba Everett, uno de los profesores de la escuela, y sangraba por la nariz.
- ¿En busca de un médico? - les dijo a modo de saludo con una sonrisa. - ¿Llegamos bien o ya nos hemos perdido el discurso de la alcaldesa?
- vestido de Grace:
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Everett se quedó mirando con mucha hambre la larga fila de comida que esperaba para ser ingerida. Justo fue cuando iba a alargar la mano para llevarse un canapé a la boca que escuchó una voz tremendamente conocida gritar su nombre. Se giró con cara medio asustada y se encontró con el rostro de Willow, una ex-alumna suya y actual amiga. La miró confundido, intentando llegar a aquel canapé, pero fue arrastrado por la chica hasta un lugar más apartado. No le dio tiempo a contestar, puesto que Willow comenzó a limpiarle la cara. Tartamudeaba por la confusión del momento, ¿qué era lo que le había pasado?, ¿llevaría la cara llena de babas por su siesta?, ¿o quizá se le había olvidado quitar los cereales que siempre se enganchaban en su barba? Se rascó la oreja y de repente escuchó que estaba sangrando. ¿Sangrando, él? Entonces tuvo una especie de flashback, recordando la caída mientras acudía a la plaza del ayuntamiento. Claro, no había salido ileso tal y como él pensaba. Respiró profundamente y le sonrió a Willow, para que ella se tranquilizara, ya que parecía bastante nerviosa por el estropicio que seguramente llevaría por cara. Colocó ambas manos sobre sus hombros, intentando contagiarle su tranquilidad.
-Me he caído viniendo hacia aquí, la verdad es que las zapatillas no estaban conmigo. Pero como bien recordarás esta no será ni mi primera vez ni la última. ¿Sigues recordando aquella vez que choqué contra la pizarra y después contra mi mesa? Éso sí que fue serio.
Rió alegre al recordar aquella escena. Para su desgracia, aquéllo fue muchísimo más serio por lo que tuvo que pasar varios días en el hospital. Sacó un pañuelo de mi bolsillo y se lo llevó directamente a la nariz, intentando parar la hemorragia. Era irónico. Había visto tantas veces la sangre pero para él era lo mismo que observar las plantas, aún cuando la gente le decía que eran cosas completamente distintas. Echó la cabeza hacia atrás, tal y como había hecho otras veces. Willow había sido una buena alumna, y ahora que se había graduado, Everett aprovechaba para visitarla algunas veces en el taller que ella había conseguido. Para él, era agradable pasar tiempo a su lado.
Giró la cabeza cuando escuchó una nueva voz y varios pasos que se acercaban a ellos. Era... no recordó su nombre, pero sí que sabía que la chica trabajaba en el hospital y que el joven era su marido. Evitó pegarse varias veces en la cabeza para poder recordar sus nombres y sonrió de manera agradable. Retiró el pañuelo de su nariz y dijo:
-No, todavía no. Habéis llegado a tiempo para escuchar las palabras de la alcaldesa -con un tono algo irónico. Se colocó al lado de Willow y volvió a sonreír-. ¿Vamos a picar algo antes de que tengamos que parar para escucharla? ¡No recordaba que estuvieras embarazada! -comentó a su vez Everett mostrando que la mayoría de su tiempo estaba en otro mundo, otro universo.
-Me he caído viniendo hacia aquí, la verdad es que las zapatillas no estaban conmigo. Pero como bien recordarás esta no será ni mi primera vez ni la última. ¿Sigues recordando aquella vez que choqué contra la pizarra y después contra mi mesa? Éso sí que fue serio.
Rió alegre al recordar aquella escena. Para su desgracia, aquéllo fue muchísimo más serio por lo que tuvo que pasar varios días en el hospital. Sacó un pañuelo de mi bolsillo y se lo llevó directamente a la nariz, intentando parar la hemorragia. Era irónico. Había visto tantas veces la sangre pero para él era lo mismo que observar las plantas, aún cuando la gente le decía que eran cosas completamente distintas. Echó la cabeza hacia atrás, tal y como había hecho otras veces. Willow había sido una buena alumna, y ahora que se había graduado, Everett aprovechaba para visitarla algunas veces en el taller que ella había conseguido. Para él, era agradable pasar tiempo a su lado.
Giró la cabeza cuando escuchó una nueva voz y varios pasos que se acercaban a ellos. Era... no recordó su nombre, pero sí que sabía que la chica trabajaba en el hospital y que el joven era su marido. Evitó pegarse varias veces en la cabeza para poder recordar sus nombres y sonrió de manera agradable. Retiró el pañuelo de su nariz y dijo:
-No, todavía no. Habéis llegado a tiempo para escuchar las palabras de la alcaldesa -con un tono algo irónico. Se colocó al lado de Willow y volvió a sonreír-. ¿Vamos a picar algo antes de que tengamos que parar para escucharla? ¡No recordaba que estuvieras embarazada! -comentó a su vez Everett mostrando que la mayoría de su tiempo estaba en otro mundo, otro universo.
Everett N. O'Connor- Humanos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
A Willow no le gustaba ver sangre. Bien, de acuerdo, a las únicas personas a las que podría gustarles sería a los sádicos enfermos, lo de ella era verdadera repulsión. Se ponía mal y pálida porque inmediatamente su cerebro conectaba la sangre con una herida y saber que había alguien lastimado la angustiaba. Habría sido la enfermera más patética de todas, ni hablar, ella a lo suyo y sus maquinitas.
Eso era lo que le tenía tan preocupada, que Everett estuviera lastimado en serio y ni cuenta se diera con lo despistado que era. ¿Cómo iba a saber que no era más que un golpecito en la nariz, justo donde había tanto vasito capilar presto a reventarse? Ella no entendía nada de anatomía ni que había zonas del cuerpo más propensas a sangrar por cualquier minucia que otras. Ella solo veía sangre y le entraba ansiedad, así era.
Pero el físico le sonreía y le colocaba las manos sobre los hombros y en ese instante la que se trababa por completo por el nerviosismo era ella. Le decía que no era nada más que una caída y eso la tranquilizaba, por lo menos los segundos que tardó en adquirir conciencia de que estaba tan cerca de él.
Hora del sonrojo en sus mejillas y la sonrisita tímida al asentir levemente cuando le preguntaba si recordaba aquel episodio en el aula de clases. Odiaba sonrojarse así porque le hacía sentirse como una niñita, y si era una niñita Everett nunca se iba a fijar en ella. Entre las mariposas en su estómago y la forma en que el corazón se le aceleraba se quedaba muda de repente, y deseo con todas sus fuerzas que Ophelie anduviera para ahí para darle un codazo o algo que le hiciera salir de ese estupor.
Grace aparecía entonces con William y aprovechó ese milisegundo en lo que el profesor se distraía para darse un par de palmaditas en las mejillas como si así fuera a conseguir detener el carmín que se extendía en ellas. Tomó aire y a recuperar toda la compostura para saludar a la joven pareja. – ¡Grace! ¡Doc! ¡Que bonita te ves! – Y nada de querer lanzarse a tocarle la barriguita porque no quería arruinarle el vestido y seguía algo alterada aún. – Ah no, no… no es nada. Un golpe. Bueno, un golpe no es que no sea nada, pero no es nada grave. Digo, ahm… – AGH. ¡Se odiaba se odiaba se odiaba por ponerse a tartamudear nerviosa ahí mismo! Grace era de sus mejores amigas, claro que sabía de lo tonta que se ponía cuando el profesor estaba cerca.
Negó con la cabeza enérgica cuando le preguntaba si ya se habían perdido el discurso, con las manos entrelazadas a su espalda y los labios bien apretados porque le parecía que lo mejor que podía hacer para conservar su dignidad era quedarse callada. Y Everett tan en las nubes que ni cuenta se daba…
No tenía remedio, le gustaban los imposibles. ¿Cómo se convencía de que había alguien allá afuera para ella si solo se fijaba en personas que ni cuenta se daban de lo que le provocaban? Entonces Everett se ponía a su lado y preguntaba sobre ir a probar la comida. No sabía si le decía a ella nada más o también a los Sullivan, que lo más probable era que se dirigiera a todos porque él era así de amable. A lo mejor y hasta debía de aprovecharse de la oportunidad…
- ¡Sí! Los canapés están deliciosos… ¡Oh! ¡Mira Grace! ¡Allá están Savannah y… – El celoso psicópata aguafiestas cara de limón agrio de su marido. – … su esposo! Andaba preguntando por ti, ¿te alcanzo allá? –
Pequeñísima mentirita blanca para escaquearse un poquito a solas con Everett, pero a Grace no le molestaría, ¿no? Le dirigió su mejor sonrisa inocente que estaba segura podría interpretar como lo que era, una solicitud de apoyo antes de que su valor desvaneciera. Lo único que le faltaba era juntar las manos y suplicarle que le siguiera la corriente. Por supuesto, tampoco sabía nada de la tensa y delicadísima situación entre Savannah y William… de saberlo jamás los habría mandado hacia allá. ¿Cómo iba a estar al pendiente de los líos amorosos de los demás cuando ella era un desastre con los suyos?
Enlazó su brazo al de Everett – nada sospechoso en un baile formal – para instarlo a que se acercaran a los bocadillos de nuevo, pero discreta volteó hacia Grace y le sonrió. ¡Que le deseara suerte a ver si algo bueno resultaba para ella esa noche! – No sabía que ibas a venir. Te hubiera dicho de venir juntos… ¡para no aburrirnos! Claro. Eso. – Ejeje. Risa nerviosa. Mejillas encendidas. Aleteos en la boca de su estómago.
Eso era lo que le tenía tan preocupada, que Everett estuviera lastimado en serio y ni cuenta se diera con lo despistado que era. ¿Cómo iba a saber que no era más que un golpecito en la nariz, justo donde había tanto vasito capilar presto a reventarse? Ella no entendía nada de anatomía ni que había zonas del cuerpo más propensas a sangrar por cualquier minucia que otras. Ella solo veía sangre y le entraba ansiedad, así era.
Pero el físico le sonreía y le colocaba las manos sobre los hombros y en ese instante la que se trababa por completo por el nerviosismo era ella. Le decía que no era nada más que una caída y eso la tranquilizaba, por lo menos los segundos que tardó en adquirir conciencia de que estaba tan cerca de él.
Hora del sonrojo en sus mejillas y la sonrisita tímida al asentir levemente cuando le preguntaba si recordaba aquel episodio en el aula de clases. Odiaba sonrojarse así porque le hacía sentirse como una niñita, y si era una niñita Everett nunca se iba a fijar en ella. Entre las mariposas en su estómago y la forma en que el corazón se le aceleraba se quedaba muda de repente, y deseo con todas sus fuerzas que Ophelie anduviera para ahí para darle un codazo o algo que le hiciera salir de ese estupor.
Grace aparecía entonces con William y aprovechó ese milisegundo en lo que el profesor se distraía para darse un par de palmaditas en las mejillas como si así fuera a conseguir detener el carmín que se extendía en ellas. Tomó aire y a recuperar toda la compostura para saludar a la joven pareja. – ¡Grace! ¡Doc! ¡Que bonita te ves! – Y nada de querer lanzarse a tocarle la barriguita porque no quería arruinarle el vestido y seguía algo alterada aún. – Ah no, no… no es nada. Un golpe. Bueno, un golpe no es que no sea nada, pero no es nada grave. Digo, ahm… – AGH. ¡Se odiaba se odiaba se odiaba por ponerse a tartamudear nerviosa ahí mismo! Grace era de sus mejores amigas, claro que sabía de lo tonta que se ponía cuando el profesor estaba cerca.
Negó con la cabeza enérgica cuando le preguntaba si ya se habían perdido el discurso, con las manos entrelazadas a su espalda y los labios bien apretados porque le parecía que lo mejor que podía hacer para conservar su dignidad era quedarse callada. Y Everett tan en las nubes que ni cuenta se daba…
No tenía remedio, le gustaban los imposibles. ¿Cómo se convencía de que había alguien allá afuera para ella si solo se fijaba en personas que ni cuenta se daban de lo que le provocaban? Entonces Everett se ponía a su lado y preguntaba sobre ir a probar la comida. No sabía si le decía a ella nada más o también a los Sullivan, que lo más probable era que se dirigiera a todos porque él era así de amable. A lo mejor y hasta debía de aprovecharse de la oportunidad…
- ¡Sí! Los canapés están deliciosos… ¡Oh! ¡Mira Grace! ¡Allá están Savannah y… – El celoso psicópata aguafiestas cara de limón agrio de su marido. – … su esposo! Andaba preguntando por ti, ¿te alcanzo allá? –
Pequeñísima mentirita blanca para escaquearse un poquito a solas con Everett, pero a Grace no le molestaría, ¿no? Le dirigió su mejor sonrisa inocente que estaba segura podría interpretar como lo que era, una solicitud de apoyo antes de que su valor desvaneciera. Lo único que le faltaba era juntar las manos y suplicarle que le siguiera la corriente. Por supuesto, tampoco sabía nada de la tensa y delicadísima situación entre Savannah y William… de saberlo jamás los habría mandado hacia allá. ¿Cómo iba a estar al pendiente de los líos amorosos de los demás cuando ella era un desastre con los suyos?
Enlazó su brazo al de Everett – nada sospechoso en un baile formal – para instarlo a que se acercaran a los bocadillos de nuevo, pero discreta volteó hacia Grace y le sonrió. ¡Que le deseara suerte a ver si algo bueno resultaba para ella esa noche! – No sabía que ibas a venir. Te hubiera dicho de venir juntos… ¡para no aburrirnos! Claro. Eso. – Ejeje. Risa nerviosa. Mejillas encendidas. Aleteos en la boca de su estómago.
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Fiestas. Actos sociales. A Sydney le gustaban por la simple razón de que siempre había sido una chica sociable, tener a un gruñón por compañero de piso no iba a cambiar eso, desde luego. Había insistido durante un buen rato a Nate para que la acompañase, pero ni modo, no había manera de hacerle ir. Al final, le había dicho que si le apetecía pasarse ella estaría allí. ¡No tenía ni idea de lo que se iba a perder! No por la fiesta en sí, por supuesto... Por mucho que le gustasen los actos sociales tenía que admitir que había fiestas que se tornaban aburridas, aquella desde luego no tenía pinta de ser divertida. A no ser que a alguien se le cruzaran los cables y le tiraran la tarta a Siobhan en la cara. Pensar en aquello le hizo esbozar una sonrisa y soltar una pequeña carcajada mientras se hacía los últimos retoques.
Estaba frente al espejo evaluando el vestido y dando los últimos retoques al maquillaje. Aunque por sus gustos pudiera parecer una persona para nada femenina, el caso era que cuando tenía que arreglarse y lucirse lo hacía. Aquella ocasión lo merecía, aunque estaba claro que nadie conseguiría opacar a Siobhan. Aquella mujer llamaba la atención a donde fuera. Un último paso del peine por sus cabellos y listo.
- ¡Nate! Me voy, ¿vale? Ya te veré aparecer – Le dijo antes de bajar la voz hasta que apenas fue un murmullo – O no. – Que estaba casi segura de que sería la última opción. No le veía con demasiadas ganas de ir a aquel acontecimiento. Bueno, no pasaba nada si tenía que ir sola. En absoluto.
Quince minutos más tarde se encontraba entrando por la puerta que daba al salón donde se celebraba cada año desde... Ni lo sabía. No lo recordaba. Extraño. Arrugó la nariz unos segundos antes de volver la mirada hacia la muchedumbre, observándolos a todos, detenidamente. Parándose unos segundos en cada uno de los presentes.
Siobhan Mills: Elegancia. Seguridad. Quizás un poco de arrogancia. Decisión. Educación. Se la notaba tranquila, como si estuviese en su salsa, que posiblemente sería el caso.
Kate Bennet: Inocente. Quizás un poco nerviosa al verse entre tanta gente, pero desde luego parecía aliviada y por el modo que actuaba, de que nadie se le acercase.
Curioso, realmente curioso.
Sigamos.
Noah Stoner: Una de sus pacientes favoritas. Se la notaba cómoda con su compañero. Tranquila...
Malcolm Lynch: Ezquizofrénico, pero a la vez se le antojaba alguien curioso. Sí. Bastante.
Willow Swartz: Ligeramente nerviosa. Sonrojada, aunque muy levemente. Posiblemente con el corazón a mil. Temblorosa, se lo notaba en la cara.
Everett: ¿Qué decir? Seguro que iba en esos momentos tan despistado como siempre. Si no ya lo comprobaría dentro de un rato.
Sonrió ligeramente y tomó una copa de champán de la bandeja que llevaba uno de los camareros que pasaron por su lado. Le dio un sorbo a la bebida antes de centrar la mirada en cuatro personas más.
Grace Sullivan: felicidad producida por su embarazo. Quizá un poco de incomodidad por la barriga, la vestimenta y todos los síntomas molestos del embarazo. Se le nota que está haciendo un sobre esfuerzo. ¿Por qué? Ni idea.
William Sullivan: Me da la espalda. Así que... difícil.
Robert Monroe: Derrocha seguridad. Felicidad e ingenuidad, no se da cuenta de que su mujer está tensa y quizá incluso incomoda. Da la sensación de que quiere irse de allí cuanto antes.
- ¿Qué estas tramando? – Le preguntó Sydney en un susurro a Azula que amontonaba canapés. La psicóloga la miraba con cierto interés – Puedes contármelo. No diré nada. – Alzó las manos y luego desvió su mirada castaña a la comida – Vaya... Han pensado en los vegetarianos y todo... Gracias. – Mentó mientras agarraba uno de los canapés que no llevaba nada de carne. En ese preciso instante al levantar la mirada vio como Willow y Everett parecían dirigirse hacía allí, no pudiendo evitar dedicarle una sonrisa al joven.
Estaba frente al espejo evaluando el vestido y dando los últimos retoques al maquillaje. Aunque por sus gustos pudiera parecer una persona para nada femenina, el caso era que cuando tenía que arreglarse y lucirse lo hacía. Aquella ocasión lo merecía, aunque estaba claro que nadie conseguiría opacar a Siobhan. Aquella mujer llamaba la atención a donde fuera. Un último paso del peine por sus cabellos y listo.
- ¡Nate! Me voy, ¿vale? Ya te veré aparecer – Le dijo antes de bajar la voz hasta que apenas fue un murmullo – O no. – Que estaba casi segura de que sería la última opción. No le veía con demasiadas ganas de ir a aquel acontecimiento. Bueno, no pasaba nada si tenía que ir sola. En absoluto.
Quince minutos más tarde se encontraba entrando por la puerta que daba al salón donde se celebraba cada año desde... Ni lo sabía. No lo recordaba. Extraño. Arrugó la nariz unos segundos antes de volver la mirada hacia la muchedumbre, observándolos a todos, detenidamente. Parándose unos segundos en cada uno de los presentes.
Siobhan Mills: Elegancia. Seguridad. Quizás un poco de arrogancia. Decisión. Educación. Se la notaba tranquila, como si estuviese en su salsa, que posiblemente sería el caso.
Kate Bennet: Inocente. Quizás un poco nerviosa al verse entre tanta gente, pero desde luego parecía aliviada y por el modo que actuaba, de que nadie se le acercase.
Curioso, realmente curioso.
Sigamos.
Noah Stoner: Una de sus pacientes favoritas. Se la notaba cómoda con su compañero. Tranquila...
Malcolm Lynch: Ezquizofrénico, pero a la vez se le antojaba alguien curioso. Sí. Bastante.
Willow Swartz: Ligeramente nerviosa. Sonrojada, aunque muy levemente. Posiblemente con el corazón a mil. Temblorosa, se lo notaba en la cara.
Everett: ¿Qué decir? Seguro que iba en esos momentos tan despistado como siempre. Si no ya lo comprobaría dentro de un rato.
Sonrió ligeramente y tomó una copa de champán de la bandeja que llevaba uno de los camareros que pasaron por su lado. Le dio un sorbo a la bebida antes de centrar la mirada en cuatro personas más.
Grace Sullivan: felicidad producida por su embarazo. Quizá un poco de incomodidad por la barriga, la vestimenta y todos los síntomas molestos del embarazo. Se le nota que está haciendo un sobre esfuerzo. ¿Por qué? Ni idea.
William Sullivan: Me da la espalda. Así que... difícil.
Robert Monroe: Derrocha seguridad. Felicidad e ingenuidad, no se da cuenta de que su mujer está tensa y quizá incluso incomoda. Da la sensación de que quiere irse de allí cuanto antes.
- ¿Qué estas tramando? – Le preguntó Sydney en un susurro a Azula que amontonaba canapés. La psicóloga la miraba con cierto interés – Puedes contármelo. No diré nada. – Alzó las manos y luego desvió su mirada castaña a la comida – Vaya... Han pensado en los vegetarianos y todo... Gracias. – Mentó mientras agarraba uno de los canapés que no llevaba nada de carne. En ese preciso instante al levantar la mirada vio como Willow y Everett parecían dirigirse hacía allí, no pudiendo evitar dedicarle una sonrisa al joven.
Sydney J. Watson- Heroínas
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
La invitación llega todos los años y si no fuera por mi padre hasta me habría encantado venir. Es un lugar donde puedes encontrarte con amigos, despejarte la cabeza y relajarte. No se está mal. Sin embargo ahora con mi padre en el hospital prefiero pasar todo el tiempo que tengo disponible con él, lo que no me es posible no solo porque no tengo mucho, sino porque las horas de visita también son limitadas. Lo que me lleva al hospital no es únicamente visitarle, nadie me dice nada lo cual es bastante frustrante, pero lo que más me preocupa es que sin más un día vuelva y haya muerto. Sin que yo pueda hacer nada, sin que yo hubiese estado ahí aunque lleve días a kilómetros de distancia.
La gente no para de decirme que tengo que despejarme, que no parezco el mismo... pero es que no puedo pensar en otra cosa que no sea mi padre y vale, tal vez de vez en cuando en la enfermera que le cuida pero eso es algo que no voy a admitir no solo por mi bienestar mental sino por el de la misma. Al final he terminado siguiendo el consejo de una amiga y viniendo a este lugar. Una fiesta puede conseguir que se me despeje la mente suficiente como para no pensar más en el tema que tanto me acusa. Como todos los años la mansión está elegante, la gente ha sacado del armario las mejores galas y lo primero en lo que pudo fijarme, que brilla mas que cualquier otra cosa, es Grace. Como si un foro la iluminara y la hiciese más visible que a todo lo demás.
Cuando mi mirada y la suya se cruzan pasan un par de segundos antes de que le sonría e incline la cabeza caballerosamente en post de un saludo. Es sin más lo único que va a obtener de mi, además de un leve suspiro que se me escapa pero que por la lejanía probablemente le pase desapercibido. Quito mi vista de ella y me dirijo sin más hacia la mesa de bebidas saludando por el camino a todas las personas que me son familiares. En este pueblo todo el mundo se conoce, después de todo no es demasiado grande. Pero en ello ayuda también mi trabajo como maestro, parte del mismo es la relación con los padres de mis alumnos de los cuales muchos están aquí.
Tomo una copa de bourbon y la levanto levemente en dirección a quien me la sirvió en una especie de brindis silencioso antes de darle el primer sorbo.
La gente no para de decirme que tengo que despejarme, que no parezco el mismo... pero es que no puedo pensar en otra cosa que no sea mi padre y vale, tal vez de vez en cuando en la enfermera que le cuida pero eso es algo que no voy a admitir no solo por mi bienestar mental sino por el de la misma. Al final he terminado siguiendo el consejo de una amiga y viniendo a este lugar. Una fiesta puede conseguir que se me despeje la mente suficiente como para no pensar más en el tema que tanto me acusa. Como todos los años la mansión está elegante, la gente ha sacado del armario las mejores galas y lo primero en lo que pudo fijarme, que brilla mas que cualquier otra cosa, es Grace. Como si un foro la iluminara y la hiciese más visible que a todo lo demás.
Cuando mi mirada y la suya se cruzan pasan un par de segundos antes de que le sonría e incline la cabeza caballerosamente en post de un saludo. Es sin más lo único que va a obtener de mi, además de un leve suspiro que se me escapa pero que por la lejanía probablemente le pase desapercibido. Quito mi vista de ella y me dirijo sin más hacia la mesa de bebidas saludando por el camino a todas las personas que me son familiares. En este pueblo todo el mundo se conoce, después de todo no es demasiado grande. Pero en ello ayuda también mi trabajo como maestro, parte del mismo es la relación con los padres de mis alumnos de los cuales muchos están aquí.
Tomo una copa de bourbon y la levanto levemente en dirección a quien me la sirvió en una especie de brindis silencioso antes de darle el primer sorbo.
Sebastian J. Jones- Realeza
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
-Quiero fotógrafos en las puertas y dentro, preferiblemente cerca de la comida. Después los reparten como lo hablamos en la reunión de ayer. Las fotos para el suplemento especial quiero que sean lo más discretas posibles, no les pidan que posen, quiero que los capturen en situaciones naturales. Sobre todo en la entrada. Las fotos bochornosas, de los ebrios y demás, como siempre, las quiero a primera hora en mi escritorio. La maquetación del suplemento ya está casi lista, falta adaptarla al material -una pausa... sabía que se olvidaba de algo -. Ah, cierto, diviértanse.
El suspiro que lancé mientras acariciaba a Pluto lo tenía bien merecido. La noche de la Fiesta Anual siempre constituía mucho trabajo, pero no por eso dejaremos de divertirnos y celebrar, ¿no? Año tras año, la Fiesta era el mismo brebaje donde se mezclaban odios y amores, miradas asesinas y de deseo. La falsedad era patente. Pero era también un acontecimiento social de alto vuelo. Todo el pueblo estaba invitado. Y siempre era bueno para hacer un sondeo de cómo vienen los ánimos hasta ahora. Sabiendo observar bien, tendremos el mejor adelanto de los chismes que serán furor la próxima temporada. Pueblo chico, infierno grande; o así dicen.
Sonreí. Aún tenía que prepararme, así que sin ninguna prisa pasé por un relajante baño, y me vestí con el traje que ya había preparado. Todo bien compacto. Corbata celeste esta vez. El anillo de nuevo al dedo, y el prendedor al traje. Impecable. Pasé unos minutos frente al espejo, jugando con mi cabello, hasta que quedó bastante desordenado. Con un aire casual. Y hablando de aires casuales, podía ver a través del ventanal de mi habitación como uno de los árboles del jardín era azotado por el viento, al cual se le antojó soplar una repentina ráfaga.
De mi habitación al exterior, y del exterior a mi coche. Pude notar el poco movimiento en el pueblo mientras conducía de forma lenta hasta el ayuntamiento. Toda la actividad se concentraría en el centro hoy. Serían muy pocos los que preferirían perderse la fiesta. Cada año crecía el número de asistentes, según publicábamos cada año.
El iluminado edificio central no tardó en aparecer frente a mí. En las calles aledañas se veía a la gente que se acercaba al lugar, muchos de ellos caminando y aprovechando que vivían cerca. El viento había dejado de molestar. Y la noche parecía querer vestirse de gala también.
Aparqué a una cuadra, y recorrí los últimos cien metros a pie, disfrutando del contraste generado por el clima artificial del automóvil y el fresco natural que ofrecía el exterior. No llegaba muy puntual, aunque me bastó consultar mi reloj para saber que aún no me había perdido su discurso. ¿Cómo sería este año? Sería arriesgado apostar. Cuando se trataba de la alcaldesa, uno nunca sabía con qué podía salir. Admirable en cierto punto, sin duda.
Ya en la entrada me encontré con algunos conocidos, a los que saludé, algunos con un apretón de manos, y a otros con una inclinación de cabeza. Pude sentir un par de flashes capturando mi llegada, como lo habían hecho con tantos otros. Comprobé que aún faltaba gente. ¿Pospondría su discurso hasta que lleguen más vecinos? Era una discusión que se había dado un año. Yo le dije que esperara a que haya más gente. Me contestó que ellos no marcarían sus tiempos y lo dio igual.
No me costó nada localizarla. Obviamente la alcaldesa es una mujer que se hace notar. Fui directo a saludarla, tomando una copa en el camino y brindando con ella, dedicándole una buena sonrisa -Buena velada, el tiempo acompaña y los ánimos se ven alegres -le comenté, sabiendo que sólo podríamos mantener una charla informal y hueca con todo el pueblo alrededor. Aún así, me acerqué a su oído -¿Algo especial en lo que quieras que nos fijemos? -le pregunté, de forma discreta. Durante toda la noche estaría en contacto con los fotógrafos que estaban de servicio. Sí, éramos como un sistema de seguridad, pero con un poco más de poder se podría decir.
Después de esto, me acerqué a la mesa principal de los bocadillos, inspeccionando con una sonrisa a los presentes. Mi mirada se detuvo en la joven Azula y la Dra. Watson. Esa chica sólo traía problemas. Fruncí el ceño un segundo, pero luego recompuse mi semblante y me acerqué al extremo de la mesa donde se encontraban ellas. La Dra. le había dicho algo, pero no llegué a oírlo. Tal vez estaba un poco paranoico.
-Dra. Watson -la saludé, extendiéndole mi mano y dedicándole una sonrisa. La diplomacia y la cortesía reinaban esta noche. Luego le dediqué una inclinación de cabeza a la muchacha -. Joven McDonald... un placer verlas esta noche. ¿Qué tal encuentran todo? -pregunté a continuación. Había tomado sin darme cuenta el papel de anfitrión. Me solía pasar a menudo, era como si estuviese dentro de mí instalada la idea de que una parte del poder era mío. El inconsciente colectivo de algunos, supongo.
El suspiro que lancé mientras acariciaba a Pluto lo tenía bien merecido. La noche de la Fiesta Anual siempre constituía mucho trabajo, pero no por eso dejaremos de divertirnos y celebrar, ¿no? Año tras año, la Fiesta era el mismo brebaje donde se mezclaban odios y amores, miradas asesinas y de deseo. La falsedad era patente. Pero era también un acontecimiento social de alto vuelo. Todo el pueblo estaba invitado. Y siempre era bueno para hacer un sondeo de cómo vienen los ánimos hasta ahora. Sabiendo observar bien, tendremos el mejor adelanto de los chismes que serán furor la próxima temporada. Pueblo chico, infierno grande; o así dicen.
Sonreí. Aún tenía que prepararme, así que sin ninguna prisa pasé por un relajante baño, y me vestí con el traje que ya había preparado. Todo bien compacto. Corbata celeste esta vez. El anillo de nuevo al dedo, y el prendedor al traje. Impecable. Pasé unos minutos frente al espejo, jugando con mi cabello, hasta que quedó bastante desordenado. Con un aire casual. Y hablando de aires casuales, podía ver a través del ventanal de mi habitación como uno de los árboles del jardín era azotado por el viento, al cual se le antojó soplar una repentina ráfaga.
De mi habitación al exterior, y del exterior a mi coche. Pude notar el poco movimiento en el pueblo mientras conducía de forma lenta hasta el ayuntamiento. Toda la actividad se concentraría en el centro hoy. Serían muy pocos los que preferirían perderse la fiesta. Cada año crecía el número de asistentes, según publicábamos cada año.
El iluminado edificio central no tardó en aparecer frente a mí. En las calles aledañas se veía a la gente que se acercaba al lugar, muchos de ellos caminando y aprovechando que vivían cerca. El viento había dejado de molestar. Y la noche parecía querer vestirse de gala también.
Aparqué a una cuadra, y recorrí los últimos cien metros a pie, disfrutando del contraste generado por el clima artificial del automóvil y el fresco natural que ofrecía el exterior. No llegaba muy puntual, aunque me bastó consultar mi reloj para saber que aún no me había perdido su discurso. ¿Cómo sería este año? Sería arriesgado apostar. Cuando se trataba de la alcaldesa, uno nunca sabía con qué podía salir. Admirable en cierto punto, sin duda.
Ya en la entrada me encontré con algunos conocidos, a los que saludé, algunos con un apretón de manos, y a otros con una inclinación de cabeza. Pude sentir un par de flashes capturando mi llegada, como lo habían hecho con tantos otros. Comprobé que aún faltaba gente. ¿Pospondría su discurso hasta que lleguen más vecinos? Era una discusión que se había dado un año. Yo le dije que esperara a que haya más gente. Me contestó que ellos no marcarían sus tiempos y lo dio igual.
No me costó nada localizarla. Obviamente la alcaldesa es una mujer que se hace notar. Fui directo a saludarla, tomando una copa en el camino y brindando con ella, dedicándole una buena sonrisa -Buena velada, el tiempo acompaña y los ánimos se ven alegres -le comenté, sabiendo que sólo podríamos mantener una charla informal y hueca con todo el pueblo alrededor. Aún así, me acerqué a su oído -¿Algo especial en lo que quieras que nos fijemos? -le pregunté, de forma discreta. Durante toda la noche estaría en contacto con los fotógrafos que estaban de servicio. Sí, éramos como un sistema de seguridad, pero con un poco más de poder se podría decir.
Después de esto, me acerqué a la mesa principal de los bocadillos, inspeccionando con una sonrisa a los presentes. Mi mirada se detuvo en la joven Azula y la Dra. Watson. Esa chica sólo traía problemas. Fruncí el ceño un segundo, pero luego recompuse mi semblante y me acerqué al extremo de la mesa donde se encontraban ellas. La Dra. le había dicho algo, pero no llegué a oírlo. Tal vez estaba un poco paranoico.
-Dra. Watson -la saludé, extendiéndole mi mano y dedicándole una sonrisa. La diplomacia y la cortesía reinaban esta noche. Luego le dediqué una inclinación de cabeza a la muchacha -. Joven McDonald... un placer verlas esta noche. ¿Qué tal encuentran todo? -pregunté a continuación. Había tomado sin darme cuenta el papel de anfitrión. Me solía pasar a menudo, era como si estuviese dentro de mí instalada la idea de que una parte del poder era mío. El inconsciente colectivo de algunos, supongo.
Aita M. Dis Pater- Chicos de Storybrooke
- Soy : No sé / Redactor jefe del periódico
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Sabía perfectamente que a Robert no le gustaban nada, pero absolutamente nada las fiestas, que si iba a ir la anual de Storybrooke era más por obligación que por placer. Ser el Sheriff de Storybrooke tenía sus ventajas e inconvenientes después de todo, el tener que acudir a una fiesta de ese tipo era uno de esos inconvenientes. Ni siquiera se había esmerado apenas a la hora de vestirse. Daba la impresión de que se esmeraba más para ir al trabajo.
Dejó escapar un suspiró de entre sus labios cuando escuchó su “orden” y rodó los ojos aprovechando que no la veía. ¿Por qué siempre tenía que meterle tanta prisa? Necesitaba tomarse su tiempo, pero parecía que a él eso no le importaba demasiado. Eso la molestaba, pero bueno, tampoco parecía darse cuenta de las cosas que la molestaban.
¿Lo peor? Que ella sabía que la quería, pero parecía que no sabía mostrarlo de la forma adecuada. Las formas como lo hacía solo empeoraban la situación y esa sensación que la embargaba siempre de que algo no cuadraba. Que había una pieza del rompecabezas que conformaban Robert y ella que no entraba, que no era la correcta. Volvió a suspirar mientras ese pensamiento se formaba en su cabeza. Sentía como si algo estuviese cambiando desde que había llegado aquella chica llamada Lucy Roberts al pueblo.
Se llevó una mano a la frente para apartarse el pelo que se le había puesto delante de los ojos y se pasó una última vez el lápiz labial por los labios. Se había puesto un vestido en negro con adornos en color dorado. Nada demasiado llamativo. Por supuesto, ese día la que tenía que llamar la atención por encima del resto era la alcaldesa Mills. – Ya está – Dijo al salir de la habitación, dejando que la besara en la mejilla. Le dedicó una fina sonrisa antes de tomar el abrigo y ponérselo por encima del vestido para salir por fin a la calle. Escuchó los pasos de Robert tras ella y a los pocos segundos notó como la tomaba del hombro.
Incomodidad era la única palabra con la que podía describir ese momento, el problema era que no podía hacer nada para remediar aquella evidente incomodidad, por lo que aguanto e hizo de tripas de corazón. Nada más entrar en el salón donde se daba la fiesta distinguió a la alcaldesa a quien saludo con un gesto de cabeza y una sonrisa cortés antes de verse arrastrada hasta la mesa de bebidas. En el transcurso de ese movimiento vio no muy lejos de allí a Malcolm.
La perfecta excusa para dejar de sentir aquella incomodidad. Tomó una de las copas imitando así a su marido y cuando la tomó de la mano, se soltó disimuladamente. Se llevó la copa a los labios dándole un sorbo y poniendo la mirada en Malcolm y Noah – Voy a saludar a Malcolm y Noah – Dijo señalándolos con un discreto movimiento de cabeza. Se volvió hacía su marido y sonrió ligeramente antes de encaminarse hacia los chicos.
- ¡Malcolm! ¡Noah! – Una gran sonrisa apareció en su rostro mientras se acercaba hasta ellos – ¡Vaya! Estás muy guapa Noah. – Miró después a su amigo – Tu también, claro… ¿Cómo estáis? – Preguntó por cortesía y por no convertir aquello en una conversación de besugos. – Bueno…, ahora a escuchar el mismo discursito de cada año. Al menos podemos comer gratis – Dijo divertida – ¿Probamos algo? – Les animó.
Dejó escapar un suspiró de entre sus labios cuando escuchó su “orden” y rodó los ojos aprovechando que no la veía. ¿Por qué siempre tenía que meterle tanta prisa? Necesitaba tomarse su tiempo, pero parecía que a él eso no le importaba demasiado. Eso la molestaba, pero bueno, tampoco parecía darse cuenta de las cosas que la molestaban.
¿Lo peor? Que ella sabía que la quería, pero parecía que no sabía mostrarlo de la forma adecuada. Las formas como lo hacía solo empeoraban la situación y esa sensación que la embargaba siempre de que algo no cuadraba. Que había una pieza del rompecabezas que conformaban Robert y ella que no entraba, que no era la correcta. Volvió a suspirar mientras ese pensamiento se formaba en su cabeza. Sentía como si algo estuviese cambiando desde que había llegado aquella chica llamada Lucy Roberts al pueblo.
Se llevó una mano a la frente para apartarse el pelo que se le había puesto delante de los ojos y se pasó una última vez el lápiz labial por los labios. Se había puesto un vestido en negro con adornos en color dorado. Nada demasiado llamativo. Por supuesto, ese día la que tenía que llamar la atención por encima del resto era la alcaldesa Mills. – Ya está – Dijo al salir de la habitación, dejando que la besara en la mejilla. Le dedicó una fina sonrisa antes de tomar el abrigo y ponérselo por encima del vestido para salir por fin a la calle. Escuchó los pasos de Robert tras ella y a los pocos segundos notó como la tomaba del hombro.
Incomodidad era la única palabra con la que podía describir ese momento, el problema era que no podía hacer nada para remediar aquella evidente incomodidad, por lo que aguanto e hizo de tripas de corazón. Nada más entrar en el salón donde se daba la fiesta distinguió a la alcaldesa a quien saludo con un gesto de cabeza y una sonrisa cortés antes de verse arrastrada hasta la mesa de bebidas. En el transcurso de ese movimiento vio no muy lejos de allí a Malcolm.
La perfecta excusa para dejar de sentir aquella incomodidad. Tomó una de las copas imitando así a su marido y cuando la tomó de la mano, se soltó disimuladamente. Se llevó la copa a los labios dándole un sorbo y poniendo la mirada en Malcolm y Noah – Voy a saludar a Malcolm y Noah – Dijo señalándolos con un discreto movimiento de cabeza. Se volvió hacía su marido y sonrió ligeramente antes de encaminarse hacia los chicos.
- ¡Malcolm! ¡Noah! – Una gran sonrisa apareció en su rostro mientras se acercaba hasta ellos – ¡Vaya! Estás muy guapa Noah. – Miró después a su amigo – Tu también, claro… ¿Cómo estáis? – Preguntó por cortesía y por no convertir aquello en una conversación de besugos. – Bueno…, ahora a escuchar el mismo discursito de cada año. Al menos podemos comer gratis – Dijo divertida – ¿Probamos algo? – Les animó.
- Vestimenta Savannah:
Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Esta vez había decidido que no se le haría tarde, que por una vez sería capaz de llegar a tiempo a un lugar. Por eso, Matthew se había vestido para la fiesta horas antes de que esta diera comienzo. Se sentía un poco indefenso sin llevar alguno de sus gorros puesto en la cabeza, como era costumbre, así que aprovechando que la noche refrescaría, se encasquetó el gorro y se sentó en el sofá a esperar a que se hiciera la hora. El resto de su vestimenta le daba más o menos igual, así que no se había detenido a mirar qué ropa había cogido primero del armario –aunque seguramente tendrían algún que otro hueco a causa del desgaste-.
Esperar era algo que le atormentaba, ya casi lo había olvidado ya que normalmente eran los demás los que esperaban por él. Impaciente y algo nervioso, corrió hasta la cocina buscando en el armario en el que guardaba los dulces. Volvió entonces al sofá con una caja de bombones, de sus favoritos. Miraba a la pared mientras los devoraba lentamente, saboreándolos, imaginando cosas, imaginando su llegada a la fiesta, la sorpresa de los demás al verlo llegar tan pronto. ¡Los iba a sorprender! Entonces se vio tropezando con los escalones y cayendo al suelo. ¿Por qué siempre acababa imaginándose que se tropezaba y se caía al suelo? Y mientras imaginaba, los ojos se le fueron cerrando.
Se despertó sobresaltado, había tenido una pesadilla sobre patos que le picoteaban la ropa y le robaban sus gorros. Y luego lo perseguían gritando su nombre. Horrible, una pesadilla terrible, odiaba a esos animalejos. Simplemente no podía con ellos. Aún tenía la caja de bombones en sus manos, así que las dejó sobre la mesa y miró el reloj, listo para salir a paso tranquilo hasta el ayuntamiento, para la fiesta. ¡Comida gratis! Se llevó las manos a la cabeza, más bien al gorro peludo que llevaba puesto, y se levantó de un salto al darse cuenta que había dormido más de lo que creía, que de nuevo llegaría tarde. Salió corriendo de la casa, sin darse cuenta que tenía la boca manchada de chocolate.
Saltó arbustos y vallas, todo por llegar no más tarde aún. Entró corriendo al ayuntamiento y frenó en seco a la entrada del salón, donde se reunían todos. Sonrió y se adentró a paso tranquilo, como si llevara todo el tiempo ahí. Tenía que disimular. Aceleró el paso a ver las mesas llenas de comida hasta llegar a la primera de ellas. Mirando a todos lados mientras se le hacía la boca agua, se llevó un canapé a la boca y cogió otros cuantos que empezó a meterse en los bolsillos del pantalón.
Esperar era algo que le atormentaba, ya casi lo había olvidado ya que normalmente eran los demás los que esperaban por él. Impaciente y algo nervioso, corrió hasta la cocina buscando en el armario en el que guardaba los dulces. Volvió entonces al sofá con una caja de bombones, de sus favoritos. Miraba a la pared mientras los devoraba lentamente, saboreándolos, imaginando cosas, imaginando su llegada a la fiesta, la sorpresa de los demás al verlo llegar tan pronto. ¡Los iba a sorprender! Entonces se vio tropezando con los escalones y cayendo al suelo. ¿Por qué siempre acababa imaginándose que se tropezaba y se caía al suelo? Y mientras imaginaba, los ojos se le fueron cerrando.
Se despertó sobresaltado, había tenido una pesadilla sobre patos que le picoteaban la ropa y le robaban sus gorros. Y luego lo perseguían gritando su nombre. Horrible, una pesadilla terrible, odiaba a esos animalejos. Simplemente no podía con ellos. Aún tenía la caja de bombones en sus manos, así que las dejó sobre la mesa y miró el reloj, listo para salir a paso tranquilo hasta el ayuntamiento, para la fiesta. ¡Comida gratis! Se llevó las manos a la cabeza, más bien al gorro peludo que llevaba puesto, y se levantó de un salto al darse cuenta que había dormido más de lo que creía, que de nuevo llegaría tarde. Salió corriendo de la casa, sin darse cuenta que tenía la boca manchada de chocolate.
Saltó arbustos y vallas, todo por llegar no más tarde aún. Entró corriendo al ayuntamiento y frenó en seco a la entrada del salón, donde se reunían todos. Sonrió y se adentró a paso tranquilo, como si llevara todo el tiempo ahí. Tenía que disimular. Aceleró el paso a ver las mesas llenas de comida hasta llegar a la primera de ellas. Mirando a todos lados mientras se le hacía la boca agua, se llevó un canapé a la boca y cogió otros cuantos que empezó a meterse en los bolsillos del pantalón.
- Spoiler:
Matthew J. Barlow- Humanos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Paula aborrecía las fiestas para mayores que organizaba cada año su madre en el ayuntamiento. Eran aburridas y no había nadie de su edad, pues ella era la única a la que obligaban a asistir y a sentarse como una estatua a esperar a que su madre soltara su discurso, que se parecía sospechosamente año tras año tras año... Y si había algo que aborreciera más que aquellas fiestas eran los vestiditos de princesa que su madre le obligaba a llevar.
Ella no era una princesita. Ella solía vestir vaqueros viejos y camisetas descoloridas porque siempre acababa manchada de barro, tierra o cualquier otra cosa que disgustaba a su madre. ¿Pero que podía hacer? No era su culpa si la Operación Cobra requería de meterse en sitios poco apropiados para los gustos refinados de la alcaldesa...
Había salido de su habitación arrastrando los pies, poniendo morros y dejando claro lo poco que le gustaba el vestido blanco que se había encontrado (aunque seguramente ella ya lo sabía de sobra).
A pesar de sus prisas y de que ella había tardado más a propósito solo para hacerla enfadar, llegaron muy pronto en el ayuntamiento, antes que casi todo el mundo.
Paula simplemente se sentó en una silla al lado de su madre, con las piernas colgando sin que le llegaran a tocar el suelo y comiendo uno tras otro los canapés del plato que le quedaba más cerca.
Vio llegar a varias personas, pero cuando vio que uno de ellos era su profesor dio un saltito en su silla, dispuesta a ir a saludarlo. Seguramente era su mayor preferido en el mundo (junto con Lucy) y por eso era la única persona a la que quería ir a saludar.
- Mamá, ¿puedo ir a saludar al señor Jones? - dijo pidiendo permiso, porque era consciente de que si se iba sin más iba a tener castigo al volver a casa.
Ella no era una princesita. Ella solía vestir vaqueros viejos y camisetas descoloridas porque siempre acababa manchada de barro, tierra o cualquier otra cosa que disgustaba a su madre. ¿Pero que podía hacer? No era su culpa si la Operación Cobra requería de meterse en sitios poco apropiados para los gustos refinados de la alcaldesa...
Había salido de su habitación arrastrando los pies, poniendo morros y dejando claro lo poco que le gustaba el vestido blanco que se había encontrado (aunque seguramente ella ya lo sabía de sobra).
A pesar de sus prisas y de que ella había tardado más a propósito solo para hacerla enfadar, llegaron muy pronto en el ayuntamiento, antes que casi todo el mundo.
Paula simplemente se sentó en una silla al lado de su madre, con las piernas colgando sin que le llegaran a tocar el suelo y comiendo uno tras otro los canapés del plato que le quedaba más cerca.
Vio llegar a varias personas, pero cuando vio que uno de ellos era su profesor dio un saltito en su silla, dispuesta a ir a saludarlo. Seguramente era su mayor preferido en el mundo (junto con Lucy) y por eso era la única persona a la que quería ir a saludar.
- Mamá, ¿puedo ir a saludar al señor Jones? - dijo pidiendo permiso, porque era consciente de que si se iba sin más iba a tener castigo al volver a casa.
- vestidito:
Última edición por Paula A. Mills el Dom Jul 01, 2012 8:32 am, editado 1 vez
Paula A. Mills- Heroínas
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Muchos estarían ya en el salón del ayuntamiento donde cada año se celebraba aquella fiesta anual del pueblo y la mayoría probablemente se hubiese arreglado tanto que parecerían unos adornos más del gran salón. Michelle se rió nada más imaginárselos. Por supuesto que ella también se arreglaría pero iría de lo más normal, nada exagerado. No le gustaba ir muy farfullada. Por eso no se rompió la cabeza para encontrar el atuendo apropiado para dicha festividad, tan solo abrió el armario y escogió uno de los tres primeros que vio y que creyó era más o menos adecuado.
Después de darse una buena ducha se puso el vestido y se fue hacia el tocador para maquillarse un poco y ver qué hacía con su rubio cabello. Normalmente solía llevarlo suelto, por lo que para variar un poco decidió finalmente recogérselo en una cola de caballo y no complicarse demasiado la vida. No le importaba demasiado lo que pudiesen cuchichear acerca de cómo se presentaba a la fiesta, aunque tampoco creía que fueran a prestarle demasiada atención a ella puesto que la protagonista del día sería Siohban Mills, ¿quién sino? No podría ser de otra forma o así lo creía Michelle.
La joven salió de su casa con una gran sonrisa en el rostro y caminando alegremente en dirección al ayuntamiento preguntándose si sería ella la última en llegar o no. No es que fuera una persona impuntual pero aquel día se lo había estado tomando con una gran calma y como vivía sola no tenía tampoco a nadie que le echara prisas. Pero bueno, que tampoco se iba a inquietar por ser la última y haberse perdido tal vez el discurso de la alcaldesa, ya que seguramente diría lo mismo que otros años con alguna que otra floritura y listo. Realmente ni sabía por qué acudía; bueno sí, para ver a algún que otro conocido del pueblo.
Cuando llegó al lugar donde se celebraba la fiesta y pisó el suelo del salón observó que ya había bastantes vecinos de Storybrooke pero que aún faltaban algunos que tanto podían presentarse como si no. Lo primero que hizo fue a acercarse a saludar a la alcaldesa y decirle lo estupenda que estaba (pese a que ésta ya lo sabría de sobra) y luego paseó por el salón contemplando los diversos aperitivos que había dispuesto la alcaldesa para sus invitados. Mientras los miraba y examinaba se encontró con Barlow, el cual se estaba metiendo algún que otro canapé en los bolsillos de su pantalón y hecho que hizo que la chica soltara una pequeña risita.
- Cualquiera diría que no te dan de comer – comentó tras echarse a reír nuevamente - ¿Es eso o realmente están tan deliciosos que pretendes dejarnos sin a los demás? – añadió en tono de broma.
Después de darse una buena ducha se puso el vestido y se fue hacia el tocador para maquillarse un poco y ver qué hacía con su rubio cabello. Normalmente solía llevarlo suelto, por lo que para variar un poco decidió finalmente recogérselo en una cola de caballo y no complicarse demasiado la vida. No le importaba demasiado lo que pudiesen cuchichear acerca de cómo se presentaba a la fiesta, aunque tampoco creía que fueran a prestarle demasiada atención a ella puesto que la protagonista del día sería Siohban Mills, ¿quién sino? No podría ser de otra forma o así lo creía Michelle.
La joven salió de su casa con una gran sonrisa en el rostro y caminando alegremente en dirección al ayuntamiento preguntándose si sería ella la última en llegar o no. No es que fuera una persona impuntual pero aquel día se lo había estado tomando con una gran calma y como vivía sola no tenía tampoco a nadie que le echara prisas. Pero bueno, que tampoco se iba a inquietar por ser la última y haberse perdido tal vez el discurso de la alcaldesa, ya que seguramente diría lo mismo que otros años con alguna que otra floritura y listo. Realmente ni sabía por qué acudía; bueno sí, para ver a algún que otro conocido del pueblo.
Cuando llegó al lugar donde se celebraba la fiesta y pisó el suelo del salón observó que ya había bastantes vecinos de Storybrooke pero que aún faltaban algunos que tanto podían presentarse como si no. Lo primero que hizo fue a acercarse a saludar a la alcaldesa y decirle lo estupenda que estaba (pese a que ésta ya lo sabría de sobra) y luego paseó por el salón contemplando los diversos aperitivos que había dispuesto la alcaldesa para sus invitados. Mientras los miraba y examinaba se encontró con Barlow, el cual se estaba metiendo algún que otro canapé en los bolsillos de su pantalón y hecho que hizo que la chica soltara una pequeña risita.
- Cualquiera diría que no te dan de comer – comentó tras echarse a reír nuevamente - ¿Es eso o realmente están tan deliciosos que pretendes dejarnos sin a los demás? – añadió en tono de broma.
Michelle A. Evans- Heroínas
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Se sorprendió bastante cuando Willow despidió de aquella manera a la enfermera (que resultó llamarse Grace) y a su marido. ¿Habría hablado con Savannah antes? Le pareció extraño, muy extraño, pero como siempre, a Everett le resultaría imposible pensar mal de su querida ex-alumna. Siempre se portaba tan bien con él que no tenía una imagen de ella malvada en su mente. De todos modos, se despidió de la pareja con una gran y amable sonrisa y cuando iba a comenzar a andar para dirigirse hacia la comida, sintió que Willow se pegaba más a él, ya que le agarró de un brazo, como si fueran una pareja. ¡Claro! Era un baile, y las parejas, aunque fueran de amigos, también tenían que ir así. Y al fin, al fin se dirigieron al puesto de la comida. Retiró el pañuelo de la nariz, esperando que la hemorragia hubiera cesado y vio a un par de conocidos y amigos allí mismo. No le sorprendió ver a Matthew, su mejor amigo y compañero de piso, "robando" comida, él era así de glotón. Willow estaba excesivamente contenta, bueno, en realidad no recordaba ni un solo día en el que no estuviera así.
Lo primero que hizo fue saludar con la mano y una sonrisa a todos los que se encontraban junto a la comida y después le dedicó una mirada especialmente para Willow, esperaba que no estuviera nerviosa. ¡Desde que acabó el instituto pasaban tanto tiempo juntos que creía que ella habría olvidado que un día fue su profesor! Aunque por otra parte, él no dejaba de repetírselo. Dirigió una mano hacia un canapé de verduras (ya que él era vegetariano) y se lo llevó a la boca, raro, tenía un extraño sabor a hierro, quizás por la sangre. Escuchó a Willow y alzó una ceja sorprendido:
-Me enteré ayer, lo comentaron los alumnos por encima en clase. Tampoco tenía claro si iba venir, bien sabes que a mí me gusta ir por mi parte, sin pertenecer a la sociedad por completo -su voz no sonaba enfadada, para nada, sino alegre y fuerte-. Es raro que una chica como tú no haya venido acompañada por algún ligue, la verdad es que esperaba éso -comentó inocente, sin saber siquiera lo que sentía la joven por él. Era cierto que a él le inspiraba cierta atracción extraña desde que habían comenzado a verse fuera del instituto, pero pensaba que eran confusiones suyas, nada más. Cogió otro canapé y se lo tragó entero.
Lo primero que hizo fue saludar con la mano y una sonrisa a todos los que se encontraban junto a la comida y después le dedicó una mirada especialmente para Willow, esperaba que no estuviera nerviosa. ¡Desde que acabó el instituto pasaban tanto tiempo juntos que creía que ella habría olvidado que un día fue su profesor! Aunque por otra parte, él no dejaba de repetírselo. Dirigió una mano hacia un canapé de verduras (ya que él era vegetariano) y se lo llevó a la boca, raro, tenía un extraño sabor a hierro, quizás por la sangre. Escuchó a Willow y alzó una ceja sorprendido:
-Me enteré ayer, lo comentaron los alumnos por encima en clase. Tampoco tenía claro si iba venir, bien sabes que a mí me gusta ir por mi parte, sin pertenecer a la sociedad por completo -su voz no sonaba enfadada, para nada, sino alegre y fuerte-. Es raro que una chica como tú no haya venido acompañada por algún ligue, la verdad es que esperaba éso -comentó inocente, sin saber siquiera lo que sentía la joven por él. Era cierto que a él le inspiraba cierta atracción extraña desde que habían comenzado a verse fuera del instituto, pero pensaba que eran confusiones suyas, nada más. Cogió otro canapé y se lo tragó entero.
Everett N. O'Connor- Humanos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
¿Que si había olvidado en algún momento que Everett había sido su profesor? Por dios, que no. Tal vez él se había olvidado de que todo el grupo era la que más atención le ponía siempre. la que se sentaba todas las clases en primera fila y apuntaba con una meticulosidad casi religiosa todo lo que tuviera que decir sobre física y ciencias, para luego en la clase de Historia cuando más se aburría rellenar las hojas con decenas de corazoncitos enlazando W+E. ¿Podía decir que con 19 años había dejado ya de ser por completo una adolescente? Se empeñaba tanto a negarse en comportarse como una adulta... y al mismo tiempo estaba convencida de que él no se fijaría en nada más que eso, una adulta como él. Porque de lo contrario ya se habría dado cuenta de que sentía algo por él, ¿no es verdad? Que siempre se sonrojaba cuando se acercaba, que la sonrisa le cambiaba si lo veía, que si... pues tantas cosas.
Era cierto que había muchas otros chicos que le gustaban y con los que coqueteaba, pero ninguno le hacía sentirse como Everett lo hacía. Y eso tenia que contar para algo, ¿no?...
Así que le dijera que "le extrañaba que una chica como ella no fuera con ningún ligue"... pues venga, le sentó como patada de mula en el estómago.
- ¿Qué quieres decir? - Frunció el ceño. Tampoco era secreto que Willow era voluble como una flama y que cualquier comentario que pudiera malinterpretar iba a causar una mala reacción. - Digo, si no vine acompañada de ningún otro chico es porque no quiero venir con ningún otro chico. - ¡CON NINGUNO OTRO MÁS QUE TÚ! ¡Grandísimo pedazo de hombre ciego! Si es que era tan obvia que todas sus amigas lo sabían, ¡que el mejor amigo de Everett lo sabía! ¿¿Cómo es que él no?? Estaba con él y se reía de sus chistes y lo buscaba siempre que podía y hasta la voz se le aceleraba por la emoción cualquier vez que charlaran. Lo único que le faltaba para dejar más en claro que le tenía hecho un lío era ya de plano plantarle un beso en toda la cara a ver si así espabilaba.
... y entonces, la claridad.
Las cosas con Willow eran muy radicales. O sí o no, sin medias tintas ni escalas de grises. No se manejaba bien con las ambigüedades. A lo mejor es que él era demasiado bueno y noble para su propio beneficio o ella definitivamente tenía algo por las causas perdidas con los hombres que simplemente no le hacían caso como ella quería que le hicieran, pero es que sentía como el sonrojo en sus mejillas pasaba a ser de uno de jovencita enamorada al de alguien que se cabreaba cada vez más.
Y no lo pensó, en serio que no. ¿Creen que si se hubiera detenido a pensarlo se estaría exponiendo al ridículo y al escándalo así? Pero es que entre la arritmia que le iba a dar a causa de su corazón acelerado y las ganas que le daban de agarrar una rama de apio para darle de varazos a ver si así espabilaba, su juicio era nulo en esos momentos.
Ceño fruncido. Labios torcidos. Un temblorcillo de ansiedad cuando desconectaba de la realidad, cerraba los ojos con todas sus fuerzas, le sujetaba el rostro entre sus diminutas manos y lo besaba. Lo besaba. LO BESABA. Ahi, en medio del baile de la Alcaldesa, en medio de todos los asistentes, sin importarle ni el regusto metálico de la sangre ni el picor de la barba contra la mejilla.
Y entró en pánico.
... Ay mierda.
Abrió los ojos. Rostro pálido. Mudez repentina. Músculos tensos y espalda rígida como tabla de madera ¡Qué acababa de hacer! ¡Qué acababa de hacer! ¡¡QUÉ ACABABA DE HACER!!
- ... ehhhhh... ¡UuuuuuuuuuyperoquébarbaroGracemehablanolaescuchasaaaaaaaaay! - Pavor. Arrepentimiento total. Media vuelta y a tratar de alejarse tan rápido como pudiera con pasos casi militares. ¡Willow mala! ¡¡Willow mala mala mala!!
Era cierto que había muchas otros chicos que le gustaban y con los que coqueteaba, pero ninguno le hacía sentirse como Everett lo hacía. Y eso tenia que contar para algo, ¿no?...
Así que le dijera que "le extrañaba que una chica como ella no fuera con ningún ligue"... pues venga, le sentó como patada de mula en el estómago.
- ¿Qué quieres decir? - Frunció el ceño. Tampoco era secreto que Willow era voluble como una flama y que cualquier comentario que pudiera malinterpretar iba a causar una mala reacción. - Digo, si no vine acompañada de ningún otro chico es porque no quiero venir con ningún otro chico. - ¡CON NINGUNO OTRO MÁS QUE TÚ! ¡Grandísimo pedazo de hombre ciego! Si es que era tan obvia que todas sus amigas lo sabían, ¡que el mejor amigo de Everett lo sabía! ¿¿Cómo es que él no?? Estaba con él y se reía de sus chistes y lo buscaba siempre que podía y hasta la voz se le aceleraba por la emoción cualquier vez que charlaran. Lo único que le faltaba para dejar más en claro que le tenía hecho un lío era ya de plano plantarle un beso en toda la cara a ver si así espabilaba.
... y entonces, la claridad.
Las cosas con Willow eran muy radicales. O sí o no, sin medias tintas ni escalas de grises. No se manejaba bien con las ambigüedades. A lo mejor es que él era demasiado bueno y noble para su propio beneficio o ella definitivamente tenía algo por las causas perdidas con los hombres que simplemente no le hacían caso como ella quería que le hicieran, pero es que sentía como el sonrojo en sus mejillas pasaba a ser de uno de jovencita enamorada al de alguien que se cabreaba cada vez más.
Y no lo pensó, en serio que no. ¿Creen que si se hubiera detenido a pensarlo se estaría exponiendo al ridículo y al escándalo así? Pero es que entre la arritmia que le iba a dar a causa de su corazón acelerado y las ganas que le daban de agarrar una rama de apio para darle de varazos a ver si así espabilaba, su juicio era nulo en esos momentos.
Ceño fruncido. Labios torcidos. Un temblorcillo de ansiedad cuando desconectaba de la realidad, cerraba los ojos con todas sus fuerzas, le sujetaba el rostro entre sus diminutas manos y lo besaba. Lo besaba. LO BESABA. Ahi, en medio del baile de la Alcaldesa, en medio de todos los asistentes, sin importarle ni el regusto metálico de la sangre ni el picor de la barba contra la mejilla.
Y entró en pánico.
... Ay mierda.
Abrió los ojos. Rostro pálido. Mudez repentina. Músculos tensos y espalda rígida como tabla de madera ¡Qué acababa de hacer! ¡Qué acababa de hacer! ¡¡QUÉ ACABABA DE HACER!!
- ... ehhhhh... ¡UuuuuuuuuuyperoquébarbaroGracemehablanolaescuchasaaaaaaaaay! - Pavor. Arrepentimiento total. Media vuelta y a tratar de alejarse tan rápido como pudiera con pasos casi militares. ¡Willow mala! ¡¡Willow mala mala mala!!
Willow Swartz- Seres Mágicos
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
¿Un acto social? Para no llamarlo fiesta… No se lo perdería por nada del mundo. Esas cosas le encantaban. Lo que no le gustaba era que cada año era igual, siempre el mismo sitio, la misma gente, el mismo catering y casi el mismo discurso. Al final acababa siendo un poco cansino, pero siempre había el efecto novedad de algo: como un vestido que no quedaba bien, un traje con la bragueta abierta… Así que era imprescindible asistir.
Se vistió rápidamente para no llamar la atención ni por exagerado ni por demasiado casual. Con pantalones de vestir y chaqueta daría el pego perfectamente. Se miró en el espejo desde varios ángulos, cosa que le hizo descubrir que tenía la parte de atrás del pelo chafada; dormir a deshora tenía sus consecuencias, pero si sacaban alguna foto en la fiesta no podía salir con ojeras. Hizo lo que pudo con su pelo, sin conseguir un resultado aceptable.
Para su suerte, su casa no estaba lejos del ayuntamiento y se podía ir andando perfectamente. En unos 10 minutos ya había llegado al lugar, sin encontrar a nadie por el camino… O llegaba tarde, o sus vecinos habían decidido llegar pronto; esperaba que fuera la segunda opción porque no le gustaba la idea que todo el mundo le mirara al entrar pensando que era impuntual.
El ambiente era relajado, seguramente la alcaldesa no había empezado con su discurso anual, eso quería decir que llegaba a tiempo. Miró todas las caras y separó las amigas y las no amigas. ¿Estaban todos en parejas o solo se lo parecía a él? Excepto Paula que corría por allí todos estaban de dos en dos. Rápidamente localizó a la alcaldesa y se alejó todo lo que pudo de ella, esa mujer era una extraña combinación entre miedo, belleza y respeto; prefería estar lejos de ella a no ser que la ocasión lo requiriera.
Inmediatamente una melena rubia llamó su atención. Kate. No había pensado que fuera a ir ella también, aunque a decir verdad, tampoco se lo había planteado. Decidió seguir con su habitual rutina de acercarse a ella y que ella simplemente “hubiera”, según el punto de vista de Lucas eso era lo que siempre pasaba.
En su camino pasó cerca de Willow y Everett, escuchando parte del final de la frase de éste… y no pudo contenerse de echar una risotada.
- En realidad vino conmigo, pero me dejó atrás recomponiéndome de nuestros juegos… - Mientras lo dijo le pasó el brazo por los hombros a Willy y puso cara de “tu ya me entiendes”.
Acto seguido, y antes de que alguien le matara, se escabulló rápidamente a por Kate. Comprobó que no se había movido de donde la había visto. Se acercó a una mesa para coger dos copas, ni se fijó de lo que serían, seguramente champagne.
- Hola Kate. – Le tendió la copa que había cogido. No se atrevió a decir más… Si le decía que iba muy guapa quizás ella se iba, ya les tenía miedo a sus comentarios, parecía que la chica le tuviera como miedo.
Se vistió rápidamente para no llamar la atención ni por exagerado ni por demasiado casual. Con pantalones de vestir y chaqueta daría el pego perfectamente. Se miró en el espejo desde varios ángulos, cosa que le hizo descubrir que tenía la parte de atrás del pelo chafada; dormir a deshora tenía sus consecuencias, pero si sacaban alguna foto en la fiesta no podía salir con ojeras. Hizo lo que pudo con su pelo, sin conseguir un resultado aceptable.
Para su suerte, su casa no estaba lejos del ayuntamiento y se podía ir andando perfectamente. En unos 10 minutos ya había llegado al lugar, sin encontrar a nadie por el camino… O llegaba tarde, o sus vecinos habían decidido llegar pronto; esperaba que fuera la segunda opción porque no le gustaba la idea que todo el mundo le mirara al entrar pensando que era impuntual.
El ambiente era relajado, seguramente la alcaldesa no había empezado con su discurso anual, eso quería decir que llegaba a tiempo. Miró todas las caras y separó las amigas y las no amigas. ¿Estaban todos en parejas o solo se lo parecía a él? Excepto Paula que corría por allí todos estaban de dos en dos. Rápidamente localizó a la alcaldesa y se alejó todo lo que pudo de ella, esa mujer era una extraña combinación entre miedo, belleza y respeto; prefería estar lejos de ella a no ser que la ocasión lo requiriera.
Inmediatamente una melena rubia llamó su atención. Kate. No había pensado que fuera a ir ella también, aunque a decir verdad, tampoco se lo había planteado. Decidió seguir con su habitual rutina de acercarse a ella y que ella simplemente “hubiera”, según el punto de vista de Lucas eso era lo que siempre pasaba.
En su camino pasó cerca de Willow y Everett, escuchando parte del final de la frase de éste… y no pudo contenerse de echar una risotada.
- En realidad vino conmigo, pero me dejó atrás recomponiéndome de nuestros juegos… - Mientras lo dijo le pasó el brazo por los hombros a Willy y puso cara de “tu ya me entiendes”.
Acto seguido, y antes de que alguien le matara, se escabulló rápidamente a por Kate. Comprobó que no se había movido de donde la había visto. Se acercó a una mesa para coger dos copas, ni se fijó de lo que serían, seguramente champagne.
- Hola Kate. – Le tendió la copa que había cogido. No se atrevió a decir más… Si le decía que iba muy guapa quizás ella se iba, ya les tenía miedo a sus comentarios, parecía que la chica le tuviera como miedo.
Lucas R. Gilbert- Realeza
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Me dedicaba a mirar a la alcaldesa. Tan bien le quedaba su vestido. Sonreí con simpatía a su pequeña hija Paula que pasó corriendo directamente detrás de mi, como una flecha. Sentía que alguien se acercaba, pero le resté importancia. Me arreglé el pelo y mi vestido, por si acaso se acercaba la alcaldesa. Suspiré. De repente, oí un "Hola Kate". Esa voz no me engañaba. Yo la conocía muy bien. Empecé a temblar de timidez, me puse blanca y cerré los puños. Me volví con lentitud y me encontré cara a cara con Lucas Gilbert. Lo miré boquiabierta, pero le dije:
-¡Lucas! Qué... que sorpresa. No... no esperaba encontrarte aquí, Lucas-le comenté con nerviosismo. Tomé con lentitud y muy preocupada la copa que él me ofrecía, y lo miré muy nerviosa. De verdad que siempre que él estaba presente me asustaba. Miré la champagna que contenía la copa, y le di un sorbo. Nunca antes le había probado, pero me gustó. Miré con fijeza a Lucas, y le pregunté con una voz aparentemente tranquila, cuando me ganaba la pena al estar con Lucas:
-Tú, hum... tú, ¿que haces aquí Lucas?
-¡Lucas! Qué... que sorpresa. No... no esperaba encontrarte aquí, Lucas-le comenté con nerviosismo. Tomé con lentitud y muy preocupada la copa que él me ofrecía, y lo miré muy nerviosa. De verdad que siempre que él estaba presente me asustaba. Miré la champagna que contenía la copa, y le di un sorbo. Nunca antes le había probado, pero me gustó. Miré con fijeza a Lucas, y le pregunté con una voz aparentemente tranquila, cuando me ganaba la pena al estar con Lucas:
-Tú, hum... tú, ¿que haces aquí Lucas?
Kate M. Bennet- Chicas de Storybrooke
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Re: Fiesta Anual de Storybrooke
Azula ya llevaba una pequeñas montañas al ver como cada vez llegaba más gente, podría dar el primer paso en cualquier momento, su día del día era causar un escandalo pero, por primera vez, quería que pusieran la atención en otra persona, no iba ser ella quien se llevara la culpa esta vez. Estaba tranquila repasando a las personas de la fiesta cuando la Dra. Watson se le acercó, no conocía esa mujer de nada, solo sabía que la mitad de Storybrooke eran sus pacientes. Azula jamás había ido a un psicólogo, no porque no quisieran mandarla, si no porque siempre conseguía escapar antes de llegar a las citas que le hacían con al doctora. Aún no entiendo como no me mandaron a un reformatorio en Boston, pensó recordando lo problemática que era cuando niña, de hecho, aún lo seguía siendo solo que no traspasaba el límite.
— Buenas Dr. Watson —saludó poniendo una sonrisa inocente—. Pues nada, ¿por qué debería estar tramando algo? —preguntó haciéndose la desentendida — Solo estoy aburrida —agregó mientras miraba a dos personas que también estaban cerca de la mesa de bocadillos, sus ropas se veían tan limpias. También poso su mirada en la alcaldeza, tan bien arreglada, tan seria y rígida, había calculado todo perfectamente y Azula. como siempre, solo pensaba en arruinar las cosas. Claro que su idea no era manchar a los demás, es estaba demasiado visto y era demasiado sencillo.
Apenas unos segundos después de que la Dra. Watson apareciera, alguien más llegó, Aita estaba parado allí haciéndose el educado, ese chico no le gustaba ni un pelo — Diría que es un gusto pero estaría mintiendo —dijo lo suficientemente bajo como para que solo el chico la oyera—. ¿Y dónde están tu banda de chismosos? —preguntó esta vez sin importarla que la loquera escuchara. Ese era el editor en jefe del diario local, había muchas cosas que Azula detestaba y la prensa estaba entre ellas, se le hacían una banda de chismosos que solo querían hacer quedar bien a la gente poderosa y todo lo demás les importaba un comino. Miró a Aita fijamente como esperando que se largara, no quería que metiera su nariz en asuntos que no le incumbían, claro que olvidaba que era ese, justamente, el trabajo del muchacho.
— Buenas Dr. Watson —saludó poniendo una sonrisa inocente—. Pues nada, ¿por qué debería estar tramando algo? —preguntó haciéndose la desentendida — Solo estoy aburrida —agregó mientras miraba a dos personas que también estaban cerca de la mesa de bocadillos, sus ropas se veían tan limpias. También poso su mirada en la alcaldeza, tan bien arreglada, tan seria y rígida, había calculado todo perfectamente y Azula. como siempre, solo pensaba en arruinar las cosas. Claro que su idea no era manchar a los demás, es estaba demasiado visto y era demasiado sencillo.
Apenas unos segundos después de que la Dra. Watson apareciera, alguien más llegó, Aita estaba parado allí haciéndose el educado, ese chico no le gustaba ni un pelo — Diría que es un gusto pero estaría mintiendo —dijo lo suficientemente bajo como para que solo el chico la oyera—. ¿Y dónde están tu banda de chismosos? —preguntó esta vez sin importarla que la loquera escuchara. Ese era el editor en jefe del diario local, había muchas cosas que Azula detestaba y la prensa estaba entre ellas, se le hacían una banda de chismosos que solo querían hacer quedar bien a la gente poderosa y todo lo demás les importaba un comino. Miró a Aita fijamente como esperando que se largara, no quería que metiera su nariz en asuntos que no le incumbían, claro que olvidaba que era ese, justamente, el trabajo del muchacho.
Azula L. McDonald- Chicas de Storybrooke
- Soy : Lalalala / Niñera y estudiante
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Fecha de inscripción : 27/06/2012
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