Fiesta Anual de Storybrooke

- El mismo discurso de cada año, o eso suelen decir - contestó a Noah después de que ella bromeara diciendo que no se hubiera perdido demasiado si hubiera llegado más tarde. La verdad es que cierto era para Malcolm, pues la alcaldesa no le caía nada en gracia, había algo que realmente rechazaba de ella, y ya creía el por qué de ello.

Trató de ignorar el tema, o más bien su cerebro directamente lo olvidó con suma facilidad, mientras echaba una ojeada a su alrededor, girando sobre sí mismo a la vez que seguía caminando al lado de su amiga. Ciertamente parecía algo tímida, o eso percibió Malcolm en un principio, igual era cuestión de que pasara el tiempo para que se comenzara a desmelenar un poco.

- ¿Has tenido que hacer maravillas para llegar a la fiesta o te ha resultado fácil? A mí realmente no me atraen demasiado, pero en ocasiones suceden cosas graciosas... - quizá sonaba algo contradictorio, pues Malcolm había sacado el tema de la fiesta la última vez que habló con Noah y a la cual prácticamente convenció. Pero así era el muchacho realmente; impredecible.

De repente oyó una voz familiar que los llamaba. Por un momento Malcolm se sorprendió, pero al volverse hacia esa persona, ensanchó una enorme sonrisa en los labios, la reconoció enseguida.

- ¡Savannah! Qué grata sorpresa - agradeció el cumplido sobre las vestimentas, sin darle demasiada importancia a cuando se lo dijo a él - Tú también estás muy elegante y guapa, el dorado con el negro es sumamente... Impactable, no podrías haber elegido colores mejores - afirmó con un ademán - Me parece una estupenda idea, ¿a ti no, Noah? Al menos podremos sacar algo de provecho a la fiesta de la... "gran alcaldesa" - pronunció con cierta burla, mirando en dirección a Siobhan. Entornó los ojos de nuevo, como si en su cabecita se cociera alguna cosa... pero ni él mismo sabía el qué. Volvió a su expresión habitual al dirigir sus ojos hacia la mesa de los aperitivos. No pasó por alto la copa que traía Savannah entre manos - Yo también debería cogerme una copita si quiero aguantar el discursillo en condiciones. Si lo escucho estando sobrio creo que... ¿De qué estaba hablando? Ya me he liado la cabeza. En fin, vamos. - animó dando unos pasos hacia esa mesa, en la que ya había gente. Para su grata sorpresa, en esa mesa había una persona que le resultaba bien familiar. Sabía que a ese "alguien" no le iba a gustar su presencia, y de hecho Malcolm sólo se acercaba a él en cuanto tenía ocasión para molestarlo.

- Vaya si es Loreno - dijo nada más pasar por detrás de Lucas, colocándose justo al lado de éste para servirse un poco de champagne. Noah y Savannah seguramente no andarían muy lejos. No pasó por alto el detalle de que el joven rubio no iba solo. Miró a Kate, a la cual no conocía aún demasiado - No habré interrumpido una conversación muy importante ¿no? En tal caso lo siento, es que hice una apuesta con los Campanilonsos: aposté que hoy te vería en la fiesta. Acabas de hacerme rico, tenía que agradecértelo - alzó la copa como si pretendiera brindar, antes de darle un trago.

¿Cómo iba a faltar él a una fiesta organizada por la reina? En absoluto. Aunque fuera para ponerla ligeramente nerviosa con su presencia. Después de todo, los dos sabían que eran los únicos que lo recordaban absolutamente todo en aquel pueblo. Él mismo la había engañado vilmente, pidiéndole cuando fue a visitarle a la celda hace ya tantos años, en su verdadero mundo, que en cualquier momento en que él acudiese a pedirle ayuda, ella haría exactamente lo que él dijera. La reina había sido una ingenua y no se había dado cuenta del movimiento que había hecho. Esa inteligencia suya, le hacía sentir por tanto más poderoso de lo que sería jamás.

Además, aún tenía un as guardado bajo la manga..., pero más adelante desvelaría el misterio. Por el momento iba a divertirse apareciendo allí. Trajeado como siempre y con aquel porte elegante que le caracterizaba. Una sonrisa en el rostro y una inclinación de cabeza cuando se iba encontrando a los habitantes de Storybrooke...

¡Oh sí! Las cosas iban a cambiar. En cuanto oyó el nombre de “Lucy” salir de labios de aquella forastera que había llegado a Storybrooke, lo supo. Era el nombre de la hija de Blancanieves y su Príncipe Encantador, el mismo que ella le había dicho, como resultado de un trato que hicieron poco antes de llegar a este mundo donde estaban todos ahora. Con el tiempo parado desde hacía veintiocho años. Hasta que llegó ella y las agujas del reloj de lo alto de la biblioteca de Storybrooke volvieron a moverse.

Esa fue la primera señal.

- Su alteza... – Murmuró cuando se acercó a la reina procurando que no hubiese nadie cerca para oír aquello - ¿Ya tiene el discurso preparado? – Se interesó, aunque conociéndola como la conocía supuso que lo tendría perfectamente planeado, claro que normalmente daba prácticamente el mismo discurso cada año. – Como siempre... Todo perfectamente listo. La fiesta perfecta – Dijo no sin cierto sarcasmo en la voz antes de volver a inclinarse ante ella y dar unos cuantos pasos hacia atrás antes de enderezarse.

Se podía decir que eran aliados, ella siempre tendría que cumplir con todo aquello que él le pidiera hacer, había hecho un trato, pero al mismo tiempo había muchos motivos por los cuales la odiaba, por los cuales quería venganza contra ella. Eso sí... si en algo destacaba él, el famoso Rumpelstiltskin, es que sólo llevaba a cabo el jaque mate en el momento oportuno, sin prisas, para que golpe fuese totalmente efectivo.

Todo a su debido tiempo.

- Buenas noches – Saludó en general con una ligera sonrisa cuando llegó hasta la mesa de los canapés tomando uno de ellos y llevándoselo a la boca, tomando después una copita de champagne.

¿Ahora era cuando tenían que brindar “Larga vida a la reina alcaldesa? Eso sí que habría sido hipócrita. Al menos por su parte.

vestimenta shiv:

Todo estaba saliendo a la perfección. La mujer saludaba con una finísima sonrisa a los habitantes que iban llegando mientras por dentro se deshacía de gozo. Gozaba porque todos los allí presentes llevaban veintiocho años congelados en el tiempo gracias a ella. Veintiocho años en que habían sido desdichados y cuyo único final feliz había sido el suyo. Verlo separados a todos ellos y en especial a ella de la persona que amaba, la hacía sentirse plena. Poderosa... Tenía un poder sobre ellos que ninguno podía imaginar.

Ni siquiera sus aliados podían llegar a imaginarse que ella lo sabía absolutamente todo sobre ellos. Tenía un conocimiento superior al de todos ellos. Alzó la cabeza orgullosa ante aquellos pensamientos mientras seguía viendo entrar a su pueblo. El pueblo que siempre quiso liderar. Un pueblo que había tenido que aprender a las malas que solo una persona como ella podía ser la que llevara las riendas.

Se quedó tranquila manteniendo a su hija dentro de su radar visual y cuando esta se le acercó, bajo sus ojos azules hasta fijarlos en los de la joven – Por supuesto que puedes ir... – Esbozó una sonrisa. Lo había hecho porque no quería quedar en evidencia delante de todos. No quería que por culpa de su hija los demás pensaran que era una bruja. Levantó entonces la mirada hacia el señor Jones. Tenía que hablar urgentemente con él sobre el libro que le había dado a su hija sin su permiso. Claro, que igual que no le impedía a la niña ir en esos momentos a saludarle, tampoco iba a montar una escenita.

- Aita... – Respondió la mujer a las palabras del joven con una gran sonrisa en el rostro al tiempo que asentía dándole toda la razón en aquello que había dicho – Tal y como esperaba, por supuesto – ]A ella pocas veces se le torcían los planes. ¿Si no como creían que habían llegado allí? – No. Hoy no hace falta. Gracias de todos modos – Hoy tenía planeado tenerlo todo bajo control. Por supuesto que sí.

Le observó alejarse de allí con una media sonrisa en el rostro. Si él supiera que le había quitado su vida posiblemente ahora no la estaría ayudando... ¿O quizás alguno de ellos la ayudara de igual manera? Quién sabía. La mente humana escondía muchas sorpresas. Su gesto cambió casi radicalmente cuando oyó la voz del Sr. Gold junto a ella.

- Señor Gold... – Arrastró incluso ligeramente las palabras y es que aquel hombre la fastidiaba. Su propia presencia era un incordio absoluto. Su sola presencia en la misma habitación que ella la molestaba aunque también era cierto, que podían llegar a ser aliados y cómplices. Siempre por su propio beneficio tanto de una parte como de la otra, pero cuantos menos tratos tuviese que hacer con ese hombre mejor. – Si me disculpa... – Dijo tranquilamente, alejándose del hombre y caminando hacia la tarima que habían colocado en un lugar donde tendría una vista periférica de todos los presentes. Sabía que el simple hecho de notar que ella se dirigía hacía allí haría que todos los presentes posaran la mirada en ella y que la sala se llenaría con tan solo el repiqueteo de sus tacones.

Apretó los labios que se convirtieron en una fina línea cuando vio las acciones de Willow Swartz. No podía creer que siguiera comportándose como una cría, sobretodo en ese tipo de acontecimiento, pero esa expresión en su rostro apenas duró unos cuantos segundos antes de que esbozase una cálida sonrisa, falsa, pero presente. Además... ¿Quién de ellos iba a saber que en realidad los odiaba?
Gold, pero eso poco importaba.

- Queridos ciudadanos de Storybrooke. Aquí estamos otra vez, celebrando un año más de nuestra convivencia en esta maravillosa comunidad. Una comunidad perfecta para que crezcan nuestros hijos en ella – Buscó con la mirada a Paula encontrándola casi de inmediato junto a Sebastian Jones. Intentó quitarse de la cabeza lo mucho que odiaba aquello por haber despertado, la ya de por sí gran imaginación de la pequeña – Me complace celebrar este nuevo año aquí con todos vosotros, reunidos todos bajo un mismo techo, disfrutando de los mismos manjares y de nuestra mutua compañía... – Se tomó un momento para mirar a todos los que estaban allí concurridos – Nos espera otro año... y se vaticina como un año totalmente diferente, con cambios... Para bien, por supuesto. El ayuntamiento tiene una serie de proyectos de los que se irá informando a lo largo del año, para mejorar nuestra calidad de vida aquí en Storybrooke – Y que la llegada de Roberts no supusiera ningún cambio dentro de Storybrooke y sus habitantes. Por supuesto, aquello no podía decirlo. – Todo sea por la prosperidad de Storybrooke... – Una nueva pausa, corta, pero necesaria y efectiva – Por ahora, disfrutemos de la noche y de la música que tenemos de mano de la banda musical de Storybrooke – Aplaudió durante unos segundos, antes de que dicha banda comenzase a tocar un vals mientras que ella se bajaba de la tarima y se acercaba a Gold disimuladamente – ¿Le ha parecido adecuado? – Entonces cayó en la cuenta de la presencia de Noah Stoner..., que siempre la miraba con ojitos brillantes. Tenía la sensación de que no sería difícil de manipular. ¡Oh! Por supuesto que no lo era, aún recordaba lo manipulable e ingenua que fue en su otra vida. – Señorita Stoner, que agradable verla por aquí... ¿La estaba molestando el Sr. Gold?

Seguía metiendo canapés en su boca y en sus bolsillos, levantando la cabeza de vez en cuando para ver que nadie lo miraba. Era difícil que le pillaran haciendo ese tipo de cosas, pero esta vez no se contenía en agarrar cosas de la mesa. ¿Por qué? Porque últimamente comía poco, porque Everett –compañero de piso y mejor amigo al cual había visto bastante ¿cariñoso? al entrar a la fiesta– cocinaba la comida que le gustaba a él y porque Matt era un desastre incapaz de coger un sartén o un caldero sin quemar la cocina. Así que seguía secuestrando canapés de la bandeja para llevarlos a casa y desayunar al día siguiente. Así era él, incapaz de gastarse mucho dinero en la comida, principalmente porque no es que le sobrara.

Se había metido tanta comida en la boca, que la cara se le había hinchado cual hámster en plena comida, pero seguía dirigiendo los canapés a sus bolsillos. ¡Necesitaba unos bolsillos más grandes! Eso o se los empezaría a meter bajo el gorro. Sí, eso era una buena idea, después de todo algunas veces había metido cosas en sus sombreros para no perderlas. Pero levantar la mano hasta su cabeza era demasiado llamativo, tendría que contentarse con los bolsillos de sus pantalones. Luego tendría que estregarlos con fuerza para limpiarlos. La peor parte de todo era esa, sí.

Entonces, le sorprendió a su lado una voz y se atragantó con la comida que ya tenía en la boca. Se golpeó el pecho con el puño cerrado, tratando de obligar a la comida a bajar. Cuando volvió a la normalidad se dio cuenta entonces que tenía las pruebas en sus manos y las metió dentro de los bolsillos, apretando hacia abajo. Escuchó un ruido y notó sus manos pegajosas. ¡Vaya, ahora acababa de aplastar todos los canapés! Sería difícil despegarlos de la ropa luego, pero por lo menos esperaba que el sacrificio de su ropa hubiera merecido la pena, que quedara algún canapé que pudiera salvarse y comer. Al fin encaró a la persona a su lado, con una sonrisa, sin ser consciente de que tenía la boca manchada de diferentes colores donde predominaba el canelo, del chocolate que se había comido antes de llegar la fiesta.

-¡Las dos cosas! Pero también es que los banquetes que organiza la alcaldesa siempre son muy buenos. ¡Me tiene ganado con la comida, ya que no tengo mucha en casa!

Entonces la alcaldesa comenzó a hablar y se vio obligado a dejar de sonreír a la señorita Evans para mirar hacia la tarima con un gesto aburrido. Le gustaba estar a lo suyo, hablando con Evans en lugar de atendiendo a las palabras aburridas de la alcaldesa. Aún así, como símbolo de buena educación la miró y asintió a sus palabras aunque su cabeza se encontraba en un mundo completamente diferente.

-¿Te imaginas que se le cayera un elefante encima? –río levemente y seguidamente, cuando el discurso terminó, aplaudió, alegre de poder volver darle “amor” a los canapés a su lado. Se llevó otro a la boca y cuando terminó de masticar sonrió.

Al joven le resultaba totalmente ilógico el comportamiento de Willow. ¿Acaso había dicho algo que la hubiera podido ofender? Rememoró sus palabras intentando encontrar algún insulto escondido entre ellas, pero no encontró nada de nada. No había dicho nada a malas. Everett sabía como era Willow hasta cierto sentido, pero como él mismo defendía a una persona no se le podía conocer completamente debido a que ninguna persona vivía todos los tipos de situaciones posibles. Sus palabras le sonaron extrañas, como si hubiera un significado escondido entre ellas. ¿Escondido o quizás era porque Everett se estaba haciendo el loco? Podría ser esa opción, era bastante factible. Cuando iba a hablar, cuando iba a explicar aquellas palabras suyas que tanto habían enfurecido a su amiga, ésta repentinamente posó sus labios contra los suyos y lo besó. Aquello fue casi como una revelación, como si al fin todo lo que le había estado preocupando en torno a la figura de Willow se hubiera solucionado con aquel beso.

Por unos instantes se dejó llevar por sus instintos más básicos (los pocos que podría tener) y continuó el beso sin ocurrírsele que estaban en mitad de un baile organizado por la alcaldesa al que había acudido casi todo el pueblo. Después de unos segundos todo volvió a ser como era y más. Se percató de que sentía un vacío en su corazón, que necesitaba buscar a alguien, alguien muy importante para él y que no podía permitirse estar con Willow. Y no porque no le atrayera (que la atraía y por ese motivo había pasado por muchos, muchos momentos de confusión), sino porque dentro de él presentía que si dejaba que todo aquello siguiera adelante, todo acabaría como todos sus intentos de relaciones: en un absoluto desastre.

Fue ella la que se apartó de él, la que empezó a temblar, la que se puso histérica por todo aquello. En cambio Everett era el sinónimo de tranquilidad, era extraño, pero no estaba nervioso ni nada, había conocido la respuesta a uno de sus problemas y ahora necesitaba indagar, saber qué significaba. Willow intentó rescatarse de esa situación llamando a Grace. Antes de que pudiera escapar de todo aquello, Everett la agarró de un brazo y después la abrazó, pasando una de sus manos por su cabello rubio. Tenía que tranquilizarla, ya que en esos momentos su amiga era una bomba, una bomba que acababa de dar el primer chispazo.

-Siento no haberme dado cuenta Willow, realmente lo siento, pero de aquí no podrá surgir nada. Lo siento mucho -explicó con la voz apenada. Necesitaba buscar a esa persona, no quería concentrarse en otra cosa, pero si se lo explicaba a Willow, ¿realmente lo entendería? No, lo dudaba. Se separó de ella ya que la alcaldesa había comenzado a hablar, el tan "esperado" discurso. No sabía qué palabra escoger para definir el discurso de su alcaldesa, quizá frío, que en realidad no expresaba nada. Dio un par de aplausos, los justos y necesarios y se volvió a llevar un canapé a la boca para después taparse la nariz con el pañuelo. Negó con la cabeza bastante cansado y avistó a Matthew y a una chica cuyo nombre no recordaba (¿qué nombres recordaba él?), vio en ellos su salvación y se despidió de Willow ya que parecía que ella iba a ir en busca de Grace. Se acercó a ellos dos suspirando y rascándose la nuca con la mano libre-. Superficial, sí, ese era el adjetivo que buscaba...

Si Everett acababa de adquirir la claridad que le decía que no era ella la persona que buscaba, Willow estaba hecha todo un torbellino de emociones y ninguna de ellos era la más optimista...

Por un instante, cuando notó que él le correspondía sin importarle nada ni nadie, se sintió la chica más feliz de Storybrooke. La persona a la que quería la besaba, y todo en ella se revolucionaba, la parvada de mariposas en su estómago revoloteaba más fuerte que nunca y al unísono de su corazón y sintió que por poco y comenzaba a flotar. Supo que hasta hubo un momento en el que esbozó una pequeña sonrisa mientras lo besaba, y hasta el picor de la barba contra su tersa mejilla era una sensación que disfrutaba, porque significaba que él estaba así de cerca.

Pudo haberle dicho un millar de cosas. Que lo que sentía por él no lo sentía por nadie en el pueblo, que se dejaría de tonterías y no coquetearía con nadie más porque la única persona de la que en realidad anhelaba aunque fuera un poquito de atención acababa de besarla, que lo quería desde hacía demasiado tiempo...

Pero tenía miedo. Porque así de imprevisible como eran sus acciones podían ser las respuestas que Everett le diera, y hubo un segundo en el que le miró a los ojos antes de desear que la tierra se la tragara el que no vio nada que pudiera contestarle eso que tanto quería escuchar: "Yo también te quiero, Willow".

Por eso trataba de huir. No quería saber. No quería escuchar. Que le dejaran ser feliz con su fantasía de que la había besado por que la quería, aunque fuera por un poquito más...

En lugar de dejarla marcharse y tratar de resguardar lo que le quedaba de auto respeto la abrazaba, la acariciaba de una manera en que le hizo sentir como una cría tan sólo para recordarle que no era más que eso, una niña, y le decía justo lo que no quería escuchar. Quería que la soltara, porque tenerlo así de cerca ahora le hacía daño, mucho daño, pero no tuvo ni las fuerzas para intentar zafarse ni responderle nada. Tan sólo se encogía, se sentía diminuta y quería desaparecer. Un error. Un error. Lo había hechado a perder. Willow idiota. Idiota.

No tuvo ni fuerza para moverse hasta que la soltó. Se quedó mirando al suelo, su corazón roto y ella... apagada. Se abrazó a sí misma. No le importaba el discurso de la alcaldesa, era el mismo de todos los años. No le importaba que alguien la viera y se riera de ella y su torpe amor no correspondido. Lo único que quería era desaparecer.

Volvía a tener el rostro enrojecido, esta vez por tratar de contener las lágrimas. Desapareció entre la gente buscando con desesperación a Grace o a Savannah o a quien fuera y al verlas de hecho a las dos juntas sintió alivio, por lo menos no iba a tener que vagar por ahí como perrito abandonado buscando a quien fuera que pudiera consolarla un poco.

Sin tomar en cuenta que podrían estar hablando de cualquier cosa, ni que el Doc estuviera ahí o el Sheriff que tan pero tan mal le caía, llegó hasta Savannah, pegó la frente a su espalda y la abrazó por la cintura. No quería llorar, no quería mancharle su vestido. -Soyunaidiotaunacompletaimbécilloacabodebesarymehamandadoavolar. - Le dijo sin siquiera respirar y seguro que Grace también la escucharía. Las dos eran de sus amigas más cercanas, sabían bien lo que se sentía. Sabrían a quién se refería, si es que no la habían visto ya... y miró a la rubia con una súplica silenciosa de "escóndeme bajo tu vestido que eres grande como una carpa y siento que me voy a morir."

- ... creo que mejor me voy a mi casa. No me siento bien. - Suspiró. Derrotada. Extinta. "Realmente lo siento, pero de aquí no podrá surgir nada. Lo siento mucho.". Realmente lo siento, porque hay alguien para mí Willow... y no eres tú.

... y eso dolía mucho más de lo que habría podido anticipar.

¿Cómo le sentó que Savannah se soltara? Mal, muy mal. Tuvo ganas de salir corriendo detrás suyo, pero se controló y simplemente la siguió con la mirada… tal como había dicho se acercó a hablar con Noah y Malcolm. Sonrió sintiéndose un poco bastante estúpido en ese momento, se relajó, y se giró hacia la mesa de los canapés, que atacó con disimulo.

Cuando volvió a mirar hacia el lugar donde Savannah se había dirigido antes, ella ya no estaba allí, ni tampoco sus dos acompañantes, y ese sentimiento tan característico últimamente empezó a nacer de nuevo en su interior. Tenía que encontrarla, saber donde estaba, con quien estaba, que estaba haciendo… ¿Y si se había aliado con los dos chicos y se había escabullido para vete tú a saber qué? No podía ser.

La vio de nuevo unos segundos más tarde, justo antes de que empezara el discurso la alcaldesa; se encontraba con Grace y su marido, así que no habría problemas, en ellos confiaba. Se quedó en su sitio escuchando, o fingiendo escuchar, las palabras de Siobhan y aplaudió con educación cuando esta acabó, como hicieron los demás.

Empezó su camino para reunirse con su esposa, pero la cabellera rubia de Willow le llamó la atención cuando todavía estaba a cierta distancia. Esa chica le odiaba, pero le odiaba literalmente; aunque para él no representaba más que un poco de molestia, no sentía ningunas ganas de acercarse… además, parecía un poco deprimida y suponía que necesitaría apoyo, aunque no le gustaba la idea de que fuera Savannah una de las que se lo brindara.

Cambió su itinerario hacia Aita que, casualmente, estaba con Azula, la joven que siempre encontraba metida en líos y también les acompañaba la Dra. Watson. Eso sí, sin perder a su mujer de vista más de 5 segundos.

- No seas tan dura con él Azula, solo hace su trabajo. – Le tocó la cabeza como a los niños pequeños. - ¿Tienes alguna locura prevista para hoy? ¿O me dejarás descansar por una noche?

Steffan suspiró mientras salía de la ducha. Seguía adormilado, ya que la noche anterior se había desvelado viendo películas y, ciertamente, ahora sólo pensaba en no hacer nada, sin embargo, en pocos minutos tendría que estar en la Fiesta Anual del pueblo y tratar de socializar con los demás, lo cuál le aburría y le interesaba en lo mínimo. De esa manera, se vistió refunfuñando a la vez que enlistaba mentalmente las cosas buenas que podrías pasar en esa Fiesta, además, su jefe estaría ahí y podía darse el lujo de faltar. Peinó su cabello oscuro, se hechó pefumito y encendió en su viejo (pero rápido y amado) Mustang rojo al salir de su casa, la cual estaba un poco retirada del corazón de Storybrooke, por lo que tardó 25 minutos en llegar a la cita, donde , a juzgar por los autos y el bullicio, habia bastante gente. Personas que conocía de reojo, amigos cercanos, amigas, chicas guapas, ligues ocasionales. Ningún familiar por que, claro, apenas y recordaba a sus padres y cómo había llegado a ese lugar. No se acordaba muy bien y por el momento no le atormentaba esa laguna mental.

Estacionó su vehìculo, lo cerró debidamente y comenzó a caminar hacia el gentío. Apenas y reconocía los rostros cuando escucho el sermón de la alcaldesa, la señora Mills. Escuchó sin hacer mucho caso mientras su mirada viajaba entre algunas personas, la rubia acaldesa y el pasto bajo sus pies. La política le apasionaba y se le hacía un fenómeno social impresionante sin embargo, esa figura de poder político que ahora hablaba le iba y le venía como agua. Aplaudió sin muchas ganas, movido por el respeto y se dirigió hacia la mesa de cockteles y bebidas. Agarró uno que al parecer contenía vodka...¿o era whisky? daba igual ya que estaba bastante sabroso. A unas cuentas mesas a la derecha, observó a Azula, quien sintió la mirada y lo observó fijamente. Nate le sonrió y alzó su copa, en señal de brindar por algo, le guiñó un ojo haciendo que la chica se sonrjara y continuó deambulando por ahí, repartiendo saludos y una que otra sonrisa.

De pronto, divisó la rubia cabellera de Willow y fue con ella. noobstante, sintió pesado y tenso el ambiente, por lo que se limitó a quedarse recargado en una pared no muy lejos de Will y Everett, mientras seguía tomando su bebida y comía algunos canapés que los meseros le ofrecían.

Traje de Steffan:

Como acostumbraba a pasar cuando se encontraban, Kate se puso nerviosa con su simple presencia. Suspiró. A veces resultaba mono, pero otras era un poco frustrante. Pero aunque fuera frustrante por alguna extraña razón él no podía parar de seguir intentando acercarse a ella; aunque bien sabía que todos los que habían intentado algo con ella se habían ido con las esperanzas frustradas.

- ¿Qué hago aquí? – Sonrió. Se acercó un poco más a ella y susurró. – Quería darte una sorpresa. – Habría quedado mejor si le tocaba el pelo, pero quizás con ella eso era pasarse. Dejó pasar unos momentos de incertidumbre para ver cómo reaccionaba Kate. Luego volvió a hablar normal y se encogió de hombros. – Viene todo el mundo cada año, no podía faltar.

¡La cosa iba muy bien! Bueno bien, al menos no iba tan mal como otras veces. Hasta dos segundos después, cuando una desagradable voz salió de la mesa de bebidas. ¿Loreno? ¿Quién le había llamado así? Oh, espera… Malcolm. Le miró con odio mientras el otro bebía tranquilamente de su copa.

Ahora que por fin conseguía estar un rato a solas con Kate, venía ése. Le abría molestado cualquier persona en ese momento, pero él más, que nunca llevaba nada bueno su presencia. Y encima tenía el humor de preguntar si interrumpía algo… ¿No estaba claro que si? Y aunque no fuera así… Por favor, eran Malcolm y él… Siempre se interrumpían ni que fuera con su sola presencia. Suspiró con resignación.

- Si querías ser rico sólo tenias que decírmelo en otro momento, no hacía falta que fuera ahora mismo. – Señaló hacia Kate con la cabeza. Quizás por una vez en su vida, solo una vez, Malcolm sacaría su lado humano (si es que tenía uno debajo de toda esa estrafalariez) y se apiadaría de él. Muchas esperanzas no tenía. – Y si quieres algo más fuerte, he visto el Whisky por allí. – Señaló hacia la mesa más alejada y volvió a mirar a la rubia con la esperanza de que la presencia molesta se marchara.

Bostece y me mire frente al espejo del tocador de mi habitación con ojos entrecerrados. Me había despertado tras una larga, larga siesta y estaba llegando tarde a la fiesta. Al principio había pensado no ir pero sentía un poco de curiosidad para ver que ridículas y suntuosas cosas habrían estado preparando la alcaldesa para esta ocasión. Así que allí estaba, maquillándome frente a mi espejo y vestida solo con una mullida bata negra. Me puse un poco de delineador, mascara de pestañas, rubor para mis pálidas mejillas y un poco de brillo rosa. Cuando termine con eso me quite la bata y me puse el vestido que había escogido, agregue los tacones y me puse mi chaqueta de cuero para cubrirme de el frío exterior. Cuando termine agregue un par de accesorios, me puse un poco de perfume y me recogí el cabello con una peineta.

Una vez termine baje las escaleras de mi casa de dos en dos, tome mi IPod de la mesa del comedor y y fui a la cochera. La mayoria pensaria, ¿moto convestido?, mala convinacion, pero a mi no me importaba. A demas la perspectiva de caminar desde el bosque hasta el ayuntamiento no me hacia mucha gracia.

Cuando llegue la fiesta ya había empezado por lo que estaba elegantemente tarde. Solté una risa ante esto al tiempo que me deshacía de mi chaqueta en el perchero de la entrada y me sambullia en aquella multitud. Llegue hasta la mesa de bebidas sin problemas y tome un martini de manzana. Este era demasiado dulce para mi gusto pero no lo deje, después de todo necesitaba estar al menos un poco sobria si no quería salir corriendo de allí ahora mismo. Rápidamente me quite del camino de la gente que venia por bebidas y me apoye en una pared para poder mirar mejor a las personas que se encontraban en el salón. La mitad del pueblo estaba allí, claro esta, pero no me apetecía hablar con nadie de momento. Me pregunte como se me había ocurrido venir, ese realmente no era mi lugar...dude un segundo sin saber si no seria mejor irme pero me resistí al impulso. Después de todo no había mucho mas que hacer fuera de allí dado que todos estaban entretenidos en la fiesta.
-Muy bien Ren, ahora no tienes escapatoria, aparentemente te quedaras-murmure para mi con un suspiro mientras revisaba mi cartera de mano donde, por suerte, llevaba un par de cigarrillos. Los necesitaría al final de la noche.

Spoiler:

Sydney sopeso la respuesta que debería darle a la muchacha. ¿Acaso no resultaba ligeramente obvio que estaba tramando algo? Además aquella sonrisa inocente... Debería saber que de entre toda la gente del pueblo ella era la que mejor leía las emociones en los rostros de las personas – No sé..., pero si dices que no estás tramando algo. Solo me resultó sospechoso... – Se encogió ligeramente de hombros - ¿Aburrida? ¡Al menos aprovecha que puedes comer lo que se antoje! – Se acercó ligeramente a la muchacha para que sus labios quedasen a la altura de sus oídos – Paga la alcaldesa... – Dejó escapar una risita antes de enderezarse.

Justo apareció en ese momento Aita – Señor Dis Pater – Le respondió cortésmente al saludo esbozando además una fina sonrisa que era más de cortesía que de otra cosa al tiempo que le estrechaba la mano – Pues deja que pruebe y te lo digo... – Comentó extendiendo uno de los brazos y tomando otro de los canapés de verdura que había por allí – Excelente, sí señor. – Le respondió con una sonrisa antes de volver la mirada hacia Siobhan que mediante un discurso escueto y simple dejó las cosas claras.

Tenía que admitirlo, aquella mujer tenía la cabeza bastante bien amueblada y eso era algo de lo que podía sentirse orgullosa la mujer, pues en muchos casos las cabezas de las personas podían simular un enjambre de sentimientos, pensamientos y emociones. Como casi todos los presentes en el lugar aplaudió una vez la mujer terminó el discurso e incluso la siguió unos momentos con la mirada hasta que la tensión que creció en la zona donde estaba la hizo volver la vista hacía Aita y Azula.

¿Qué demonios había pasado allí? Por lo que parecía había sido Azula la que había dicho algo que le había molestado a Aita... Ella, por su parte decidió no intervenir y tomó otro de los canapés mientras viraba la mirada hacía la alcaldesa que estaba con Noah y el Sr. Gold... Tan concentrada estaba en intentar averiguar eso que no se dio cuenta de lo que pasaba entre Willow y Everett.

Sólo fijo la atención en la segunda cuando la vio dirigirse hacia donde estaba el grupito en el que estaba formados entre otros por Savannah a la cual se abrazo como una niñita. ¿Qué le había pasado ahora a la Drama Queen por excelencia de Storybrooke? Y sí, la apodaba así por su forma de ser... Aún ni siquiera lograba entender porque siempre que la veía la miraba de aquella manera como si estuviese enfadada con ella. Buscó con la mirada a Everett para preguntarle aunque fuese con una mirada qué diantres había pasado (los había visto bien los pocos segundos que los había visto) entre ellos. Espera, quizá sería mejor no saberlo, aunque estaba segura de que Everett se lo acabaría contando.

- Sheriff... Buenas noches – Saludó la joven mirando directamente al sheriff con una sonrisa – ¿Cómo está? ¿Y su esposa qué tal? – Se interesó al tiempo que volvía la mirada hacía los otros dos – Será mejor calmarse y no montar un espectáculo, ¿no? No queremos fastidiarle la fiestaa la alcaldesa, ¿verdad? – Ella al menos no.

Los gestos que hacía ella le resultaban incomprensibles a él. No entendía que era lo que quería decirle hasta que tiempo después se dio cuenta que señalaba su boca. Extrañado, se llevó la mano hasta los labios y luego la miró, descubriendo sus dedos teñidos por varios colores. ¡Tenía la boca sucia! Bastante. ¿Cómo planeaba pasar desapercibido con los canapés si tenía la mitad de los que se había comido en la cara en lugar de en su boca y su estómago? Cogió un trozo de papel de encima de la mesa y se limpió la boca con fuerza, eliminando toda la suciedad. Entonces fue golpeado levemente en el brazo y soltó una carcajada por su reprimenda.

-Reír es bueno, ¡alarga la vida! Pero si me acabas de decir que mueres por evitar reírte quiere decir que la risa también mata. Que extraño –se llevó una mano a la barbilla, pensativo. Entonces, cuando preguntó por su sombrero se le iluminó la mirada. Le gustaba que hablaran sobre sus gorros. Pero desafortunadamente, no tenía una respuesta exacta para ella –Pues… ¡lo tengo desde que tengo memoria! Me gusta llevar la cabeza cubierta, ya puede hacer mucho calor que siempre tendré algo en la cabeza –rió levemente –¿Quieres ponértelo?-.

Se quitó el gorro y se lo tendió con una sonrisa. Le encantaba el tacto del sombrero, tan suave. Lo miraba embelesado hasta que a su lado, la voz de su mejor amigo (inconfundible para él después de pasar tanto tiempo juntos) lo sacó de su ensimismamiento y lo miró sonriendo ampliamente. No sabía de qué hablaba hasta que la joven a su lado, con su respuesta, se lo aclaró todo. Aprovechó a llenarse la boca con dos canapés más.

-¡Eve! Te he visto antes pero no quería molestarte. Ya sabes a lo que me refiero –le dio un codazo sonriente -Yo también me lo pregunto –asintió con la cabeza –Quizás cambie el menú de las fiestas a partir de ahora. ¿Os lo imagináis?

"Bien, rebecca, Bien hecho" se dijo a si misma mientras estacionaba su motocicleta algo lejos del Ayuntamiento, donde en esos momentos se celebraba la festa anual del pueblo. Había dudado en ir pero sus sentimientos cìvicos la orillaron lentamente a esa festividad donde casi nadie faltaba, a excepción de unos cuantos. Seguramente, sus amigos ya estaban bien instalados en la fiesta y ella, para sorpresa, llegaba tarde. ¿Pero por qué? Bueno, se había pasado la noche leyendo y viendo la televisión en un ataque meláncolico, de esos en los que no puedes parar de comer helado y ver cosas románticas. En fin, la mañana la volvió a pasar sumergida en libros y en acuarelas para después meterse a duchar y arreglarse como era debido para la cita requerida.

La verdad es que su motivación para ir era la curiosidad. Ese día solía ser movido, organizado y a veces, divertido. Por esa razón, decidió poner empeño en su vestido y poner una cara alegre al entrar por las mesas que recibían a las personas. A pocos pasos de ahí, se cnontró con la mesa de bebidas y canapés por lo que no dudo en agarrar una copa de vino blanco y meterse 3 canapés a la boca, que, por cierto, no estaban nada mal.

Caminó con su porte normal, derecha y con aire de bailarina. Al principio mostraba una sonrisa tímida que se acrecentó cuando escuchó el aplauso masivo para la alcaldesa, que acababa de dar su discuso. No había escuchado , por lo tanto, no aplaudió ni sonrió un ápice para esa Señorita que le daba mala espina. Suspiró levemente mientras esbozaba una sonrisa a quienes la saludaban y trataba de buscar con la mirada a sus amigas.

Siguió su camino, siguió con su sonrisa amable a todos y encontró por fin a Savannah, Grace, Willow y Ophelie. - Hola chicas guapas- comentó al ver lo bonitas que se veían todas, cada una resplandecía y casi podía asegurar que eran dignas modelos de una pasarela de Haute Couture. Notó el semblante apagado de la rubia Willow y ladeó la cabeza, un tanto preocupada. No sabía si debía de preguntar o no qué había pasado así que decidió apachurrarla muy fuerte.

Vestido de Becca:

La chica que estaba acompañando a su amigo respondió ante el peculiar comentario de Everett, una respuesta que hizo sonreír al joven después de justo lo que le había ocurrido. Una situación que no quería plantearse mucho, no ahora, ya que prefería que la fiesta pasara rápido, llegara a su casa y pudiera pensar fríamente. Vio entonces la mirada de Sydney buscándole, él asintió varias veces, haciéndole entender que después le contaría, le explicaría todo, ya que en aquellos momentos no podía pensar con claridad. Cuando iba a hablar, a seguir comentando el discurso con aquella chica y Matthew, su amigo habló comentando que lo había visto antes y que no quiso molestarle. Giró la cabeza rápidamente y alzó una ceja, bueno, en realidad no podía reprocharle nada, Everett era demasiado feliz, él mismo se lo había buscado.

-Claro, el menú de fiestas... Creo que al año que viene recortará el menú y nos dejará abandonados a los vegetarianos, para poner solamente carne, que alegría para ti, ¿eh Matthew? -soltó con una sonrisa. Y quizás fueran los nervios pasados por el momento, el estrés o simplemente porque se rascó levemente la nariz, pero esta comenzó a sangrar de una manera bastante llamativa y el joven se dio segundos después cuando se vio las manos ensangrentadas. Fue directo a las mesas a coger servilletas, a ponérselos en los orificios de la nariz, tenía que parar la hemorragia, la hemorragia, la hemorragia era lo importante ahora-. O podría poner mapas por el pueblo, a mí al menos me ayudaría bastante -comentó entre toda la sangría que su nariz estaba comentando. Echó la cabeza hacia atrás como había hecho anteriormente y le tendió la mano libre a la chica, a veces era un maleducado-. Perdona, no me he presentado, soy Everett O'Connor, profesor de ciencias y mejor amigo de este, el del sombrero raro -intentó reír, pero las servilletas que taponaban su nariz se lo impedían.

Viendo que la sangre no dejaba de emanar de su nariz, decidió que la fiesta había acabado ya para él. Se despidió con unas sencillas palabras de ellos dos, con la mano y les aseguró que no iba a necesitar ayuda para llegar a casa (aunque era todo lo contrario, ya que con la sangre se estaba mareando mucho y ya había olvidado donde estaba). Se marchó andando en zig zag debido al mareo, después de todo había escuchado el discurso de la alcaldesa, ninguna novedad, solamente lo de Willow. Ahora necesitaba arreglarse la nariz y aclararse aquella sensación que tenía. Salió de la plaza del ayuntamiento y perdió casi una hora en encontrar el piso que compartía con Matthew.

Los saludos de Malcolm y Noah hicieron que sonriera sinceramente y de manera amplia dejando ver que estaba realmente contenta de verlos y que le hicieran esos halagos – Vaya, gracias chicos… Me costó decidirme por uno de los vestidos que tenía sacados para eso. – Apuntó observando a continuación el vestido que llevaba con el cual había conjuntado los zapatos. Eso sí, por su cabeza seguía rondando que habría querido decir Malcolm con “impactable” pero estaba más que acostumbrada al uso de palabras curiosas o totalmente fuera de contexto por parte del muchacho.

Sacar algo de provecho de la fiesta, el relacionarse con otra gente que no fuese su marido, Becca y los clientes habituales de la pastelería hacía que para Savannah ya fuese todo un gusto ir a la fiesta, ya sacaba algo de provecho de la misma. Por eso mismo (entre otras cosas) le había insistido a Robert de acudir. - ¿Aguantarlo en condiciones? – Soltó una risita tapándose la boca con la mano al tiempo que echaba a andar tras de Malcolm. Eso sí, echó un vistazo para localizar a Robert, a quién encontró acompañado de Sydney, Azula y Aita. Bueno, al menos estaría entretenido.

Sintió entonces la presencia de alguien más incluso antes de que Grace comenzará a hablar. Al volverse se encontró nada más y nada menos que con Grace y William – ¡Vaya, hola! – Sonrió cortésmente a los dos, manteniéndoles la mirada – Estas preciosa Grace, en serio – Ella siempre decía las cosas tal cual las pensaba, así que su amiga sabía de sobras que no estaba mintiendo ni diciéndolo con la intención de quedar bien o algo así.

Entretanto Malcolm había saludado llamando Loreno a Lucas Gilbert, lo que hizo reír internamente a la morena, el cual se encontraba con Kate Bennet a quién miró unos segundos antes de volver a posar la mirada en Grace – ¿Yo? No... ¿Por qué lo...? – Aunque claro su mirada se vio transportada hacia lo que pasaba entre Willow y Everett – Sí, sí que era una excusa – Sonrió antes de volver a girarse, acercándose a la mesa de canapés para tomar uno de los mismos y llevárselo a la boca – Está delicioso, no escatima en gastos, todo sea dicho. – Fue lo que alcanzó a decir antes de que notase como alguien la abrazaba por la cintura y se apoyaba en ella, seguido de un balbuceo que le indicó que era Willow.

No había salido tan bien su excusa como Grace y ella habían pensado al parecer, porque a pesar de no haber entendido las palabras salidas de la boca de la chica, enseguida en su cabeza ató cabos. Antes de que pudiera hacer nada apareció también Felle, pero separó a la muchacha de ella y la asió por los hombros, apoyándola contra sí misma – ¿Qué pasó? – Obvio era que se lo imaginaba pero que no había entendido sus palabras del todo – Respira hondo y tranquilízate, ¿vale? Todo en esta vida tiene arreglo – Menos la muerte, por supuesto.